HISTORIA QUE EL VIENTO SE LLEVA


     ELLOS ERAN LOS DIOSES que más se preocupaban por los seres humanos.


¡Dioses en lo alto del cielo, piedad, piedad!


De alguna manera, sus ojos siempre estaban puestos en la tierra. Como figuras responsables de iluminar cada segundo de su existencia, Helios, Selene y Eos sentían un vínculo muy especial con los seres bajo sus pies.


¡Ayuda para los mortales, cobijo y bendiciones!


Si bien, ningún dios se metía en asuntos fuera de sus funciones, ellos miraban con inquietud todo lo que acontecía. Guerra, odio y avaricia; eran cosas que se propagaban por el mundo como una plaga difícil de exterminar. Helios, quien más quería pulverizar al mal con impaciencia, contempló la idea de su hermana Eos, para crear algo que combatiera contra ello, una ventaja para que los hombres pudiesen avanzar. Sin embargo, Selene no simpatizaba con sus ideas.


¡Oh, diosa de luz, te suplico caridad!


"Te amo, y eso jamás cambiará", le dijo Helios a la que una vez fue su amante nocturna, tratando de convencerla. "Caminamos juntos, aunque vivimos distantes", ella respondió con pesar. Y, muy en el fondo, aunque Selene no quería, accedió porque su amor por aquel dios era más grande, incluso, más fuerte que cualquier otra cosa.


¡Nuestros cánticos serán tuyos en agradecimiento!


Magos de fuego y agua nacieron bajo el sol y rocío. Magos de luz y oscuridad, como las dos caras de la luna. Se camuflaron entre los hombres y vivieron como ellos, trayendo un poco de paz a tan maltratadas tierras. Empero, luego de siglos, pocos fueron los que quedaron después de las devastadoras guerras, y Selene cayó en agonía y tristeza por cada uno de sus hijos.


¡Estamos tan solos como tú, luna mía!


La diosa observó con dolor y lloró mareas. Se sintió avergonzada y opacó su rubor. Pero, una noche, luego de que otro descendiente fuese atrapado por manos sangrientas y corazones crueles, supo que debía dar más de sí misma si quería protegerlos a todos.


¡Recibiremos con gusto lo que quieras darnos!


Y de su afecto nació Albestér, quien acompañaría a su sangre por senderos peligrosos, el que le ayudaría y lo amaría hasta la muerte. Ligados por su fortuna, anclados al mismo destino, la luna designó que caminarían unidos mientras se extendía la historia de su inexplicable creación.


Gracias, ¡es el regalo más hermoso!


¡Pobre aquel que no lo sepa!, que las estrellas miran y los dioses escuchan. El día profesa y la noche susurra. El amanecer resguarda y en la estela están escritos sus secretos. ¡Ay de aquel que no mire hacia el cielo!, porque nunca sabrá lo que fue entregado para él. ¡Ay de aquel que no lo crea!, porque, entonces, jamás encontrará a su compañero. 

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