Capítulo 19
TE PERTENEZCO, ME PERTENECES
JAMES
—MÍO.
Decir esas palabras se sienten bien. Estar aquí, con la luna presenciando este reencuentro, simplemente se siente correcto. Es inexplicable la razón por la que estoy tan prendado de un ser tan maravilloso como él, y sigue sin haber respuesta del motivo por el cual el destino quiso esto para nosotros.
Pero nada importa ahora. No cuando Micah sonríe y mis piernas flaquean por lo bonito que es. Se siente como si lleváramos una vida conociéndonos, como si no hubieran pasado años sin vernos, tan sólo minutos.
Y me abruma esta familiaridad, pero al mismo tiempo la comprendo. Sé que él ha estado sintiéndome todo este tiempo porque yo también lo he sentido, y es por eso que el sentimiento de cercanía se percibe, incluso, sin habernos conocido.
He perdido la cuenta de las veces en las que cerré los ojos y, de alguna manera, él estaba allí conmigo. Por eso no me abstuve de tocarlo. Mi lobo estaba ansioso de tener un poco de su toque, y ahora que estoy tan cerca siento que no puedo tener suficiente. Nunca será suficiente.
Pero las cosas no pueden ir a la velocidad con la que yo camino. Los lobos predestinados, por lo general, aceptan sin restricciones a su compañero y no esperan mucho tiempo para hacer su lazo indestructible. No hay ningún tipo de impedimentos entre ellos, y tal como yo estoy sintiendo esto hacia Micah, la desesperación por estar uno para el otro es más fuerte que el hecho de que no se conozcan o que lleven tiempo sin haberse visto.
El llamado es así. Está en nuestra naturaleza. Encuentras a quien amas y te atas a él sin necesidad de pensarlo.
Con Micah las cosas son diferentes. Él no es un lobo. Y puede que ni siquiera sienta con la misma intensidad lo mismo que yo estoy sintiendo. Me he enamorado en nuestro primer encuentro porque soy el único que puede verlo: este lazo, esta ventura. Pero Micah es humano, y debo caminar con mucho cuidado, debo comprender si él no quiere estar conmigo.
Pensar en esa posibilidad duele. Mirar sus ojos ahora me lastiman muchísimo porque en él lo veo todo. Tienen brillo, emoción, curiosidad, deseo, y no quiero interpretar todo esto de forma errónea. Quiero entenderlo y esperar con paciencia lo que nos depare el destino.
Por esa razón, reúno todas mis fuerzas y me limito simplemente a mirarlo. Cuando la curva de sus labios desciende, y su mano baja una vez más al costado de su cuerpo, siento la necesidad de abrazarlo, pero no lo hago.
En cambio, me retiro de su espacio sin esperar a que él responda a lo último que he dicho. Cuando quiero decirle que tengo que irme, que debemos vernos en otro momento, escucho a Micah decir: —¿Eras tú, cierto?
—¿A qué te refieres? —respondo.
—El que estuvo allí aquel día en el rio. Quien me salvó del lobo que iba a comerme.
Quiero reír por lo que ha dicho porque tengo el impulso de decirle que ninguna bestia –o zoo, como le decimos a los animales no cambiantes– tendría la oportunidad de hacerle daño. Jamás lo permitiría. Es algo impensable.
Pero decido sonreírle y asiento mientras respondo.
—Lo era.
Aun no entiendo cómo es que Micah sabe de mí, sobre el hecho de que soy un lobo, pero guardo mis cuestiones esta noche para dedicarme únicamente a aclarar sus dudas. No quiero que Micah se vaya sin antes decirle el motivo de mi regreso, la razón por la cual he venido a verlo.
Ese era mi objetivo desde un principio, los planes que tenía en mente. Sin embargo el anhelo me ha llevado a desviarme del tema, a usar métodos desesperados cuando supe que lo primero que tenía que hacer era mantenerlo cerca. Esperar sigue siendo una tortura.
—Eres el que canta siempre en mi cabeza.
Lo que dice ya no suena como una pregunta, sino un hecho del que tiene mucho conocimiento. Por lo tanto, asiento.
—No estoy muy seguro del porqué la luna me ha dado como predestinado a un humano —respondo, mientras Micah trata de juntar sus pensamientos—, pero lo que sé es que, si escuchas la canción, si escuchas el llamado, es porque tenemos un lazo, Micah.
—Sé sobre eso —me dice, y contengo mis preguntas mordiéndome los labios. Me hago una idea sobre lo que pasó después de ese día –ese fatídico día–, y no me sorprendería escuchar que alguno de mis amigos fueron los causantes de esto, de que Micah sepa sobre la existencia de hombres lobo.
Tengo que agradecerles por cuidar de Micah tan pronto como los vea.
—Entonces, tú...
—Sé que soy tu predestinado, James. Tenemos una conexión. Y aunque no entienda completamente sobre eso, estoy dispuesto a tomarlo. He decido tomarlo.
Mi corazón palpita por su directa aceptación. Su necesidad de conocimiento y pertenencia es tan grande que me hace imaginar lo que será cuando descubra lo que de verdad implica ser el compañero de un lobo. Este destino sigue siendo oscuro para mí, y asusta el sólo pensar que el camino que nos depara sigue estando lleno de incertidumbre y problemas.
Me da miedo imaginar a Micah alejándose de todo tan pronto cuando la neblina se esfume. No quiero que se aleje de mí.
—Tampoco creo que sepas muy bien sobre esto, Micah —admito, y veo su nariz arrugarse ligeramente y sus labios haciendo un mohín que me gustaría aplastar con un beso. Qué no daría por uno de sus besos—. Pero esa es la razón por la cual he venido a verte. Necesito que me digas lo que sientes —llevo una de mis manos al pecho, y con la palma extendida a lo largo de mi corazón, añado—: Estoy aquí porque he venido a tomar lo que por mucho tiempo me ha pertenecido; a despojar prejuicios, a cambiar a mi pueblo —tomando un segundo, y conteniendo el ardor en mis ojos, termino—. Necesito que me digas que tú también lo sentiste desde pequeño: esa voz cantando, la atracción a lo desconocido. Si es así, puedo entonces tomar este reto, Micah. Puedo aceptar cualquier riesgo y luchar contra todo si es necesario. En cambio, te haré una promesa.
Micah parece apacible, no veo titubeo ni miedos dibujarse en su rostro. Pienso que ni siquiera sabe de lo que estoy hablando, y cuando suspiro para intentar decírselo de nuevo, es cuando lo escucho.
—Lo he sentido todo —su mano busca entre su ropa mojada aquello que cuelga en su pecho. Mi garganta se cierra, y mi corazón da un tirón que duele y me hace perder el aliento. Es mi piedra. Es el amuleto que nos une el que provoca este calor sofocante. Siempre supe que Micah la tenía, más sin embargo nunca creí que la tuviera tan cerca. Tan dentro de él. Y, aunque las sensaciones son nuevas, comprendo el porqué mi madre siempre nos decía cuan valioso era esto para nosotros los lobos, cómo es la guía que tu alma necesita y el refuerzo para cuando encuentras a ese complemento. Mi compañero.
» Después de conocerte, nada fue absolutamente lo mismo, James —Micah aprieta el colgante y siento con inmensa intensidad el latido de nuestros corazones—. Una canción sonó en mi cabeza y cada noche fue la misma sensación: sentir que algo que necesitaba estaba ahí, sin verlo; sentir que me hacía falta algo, sin conocerlo. Nada tenía sentido, pero siempre me vi atraído hacia la melodía que se volvía aún más clara por las noches. Y, de pronto, estaba yendo hacía allí, en busca de aquello que seguía siendo desconocido, pensando que lo que quería era perderme por no encajar nunca en ningún sitio. Qué equivocado estaba.
» Pero siempre lo supe, James. Aquel día en el bosque, cuando pensé que moriría, te acercaste siendo aquel animal al que debí tenerle miedo desde niño. Pero no fue así. Mis ojos conectaron con aquellos brillosos ambarinos, y juro que pude escucharte susurrar esas mismas palabras en mi oído. Me decías "Mío".
» Y la revelación llegó como un trago fresco apaciguando el volcán de dudas que había en mi corazón: eras tú. El mismo niño que se había colgado de mis ropas afirmando que le pertenecía. La misma bestia que me había salvado en el río y me saludó como si me hubiese extrañado toda la vida. Y entonces, quise llorar por lo tonto que había sido, y lo primero que pensé fue: "También te extrañé muchísimo".
» Cerré los ojos y de pronto te habías ido. Te perdí y nuevamente el hueco se hizo grande en mi interior. Confirmé que lo que necesitaba no era cerrar los ojos nunca más, sino abrirlos a lo desconocido para entender sobre todo lo que me rodeaba. Entonces acepté que, de alguna forma, siempre estuve viviendo de manera equivocada, ciego a la verdad. Y James, mi verdad eres tú.
Micah se acerca a mí, no puedo siquiera pensar en algo coherente porque todas sus palabras me han dejado en blanco por completo. No pensé que las cosas tomarían este giro, jamás imaginé que tendría el final que siempre había implorado a la luna, inclusive hasta en mis sueños. Pero su mano libre se posa sobre la mía, y sus ojos llenos de lágrimas me miran como si yo fuese su héroe, la persona que lo ha salvado de una larga espera.
Y se siente bien. Se siente...
—Correcto. Haberte conocido se siente correcto, James. Incluso, estar aquí a mitad del bosque por la noche se siente bien.
Una carcajada sale desde el nudo atorado en mi garganta, y pienso, que después de todo, no me importa el porvenir y sus dilemas, mientras pueda estar con Micah será más que suficiente.
MICAH
LAS PALABRAS SALEN SOLAS DE MI BOCA y no puedo evitar decirle a James todo lo que había estado pensando, todo lo que siento al estar junto a él. Sonará estúpido, pero su presencia me reconforta, su sola existencia me es suficiente para saber que dormiré tranquilo y que las dudas se irán apagando poco a poco, con el tiempo.
Veo claro ahora que sé que ha regresado, y estoy dispuesto a averiguar absolutamente a dónde me llevará esto, si el camino que he decidido tomar es el correcto para la historia que he venido soñando desde sus inicios.
Aceptación. Es lo que quiero y lo que he deseado toda mi vida, y James me está dando la oportunidad de tenerlo. Ya no puedo ignorar el hecho de que he estado viviendo una verdad que para otros simplemente es fantasía, y debo ser cuidadoso con mis elecciones si quiero mantener esto conmigo.
Y lo elijo a él. Elijo a mis amigos. Elijo comenzar a vivir esta vida fuera del dolor y la penumbra. Elijo este destino para empezar a construirlo con mis propias manos.
La palma de James está tan tibia que puedo sentir el calor ser transmitido hacia mi cuerpo. Esto hace que me pregunte cuan fácil sería acercarme mucho más, pedirle que vuelva a tocarme con la punta de su nariz y me envuelva entre sus largos brazos. El sólo pensamiento hace que mi cara se torne caliente, y aunque quiero pensar que James no puede ver los pequeños detalles de mi rostro como el sonrojo que puedo asegurar a tintado mis mejillas, me encuentro agachando la cabeza cuidando que este calor inexplicable no me delate por lo vulnerable que soy a estas nuevas sensaciones.
Estoy deseando experimentarlo todo. Estoy ansioso por saber qué es lo que sigue.
—Micah, entonces te prometo algo —James sube la otra mano y cubre la que tengo puesta sobre su pecho. Miro sus ojos directamente y, de pronto, el amarillo se intensifica hasta brillar en la oscuridad. Me veo perdido por varios segundos en lo profundo de su mirada, y en lo bonito que se siente ser el mundo para ellos, y cuando James levanta sus mejillas en una sonrisa cariñosa, me digo a mí mismo que también quiero hacerle una promesa: quiero verlo sonreír todo el tiempo, quiero que vea el universo entero en el reflejo de mis ojos.
—¿Y qué es eso, James?
—Desde ahora, no importa lo que pase. Te pertenezco, Micah, y eso no cambiará en lo absoluto. Prometo que te cuidaré, y prometo que estaré contigo para siempre.
Mi corazón quiere explotar. Esta declaración es tan repentina que no sé siquiera cómo responderle. Pero la sonrisa de James se ensancha, y su rostro de pronto está tan cerca que no puedo hacer nada más que paralizarme. James se inclina y sus labios rozan el costado de mi rostro, chocando contra la varilla de mis gafas empapadas. Cuando pienso que ocurrirá aquello a lo que no estoy listo todavía, él me sorprende simplemente susurrando: —Es hora de ir a casa, Mic.
Y de pronto sucede.
James se aleja y su cuerpo es bañado con la luz de luna detrás de nosotros. Entonces escucho crujidos extraños, y frente a mí ocurre la transformación más asombrosa que jamás he visto: el cuerpo de James se hace inmenso, y su manos y pies se vuelven extremidades gigantescas; su hocico se alarga, sus orejas se vuelven puntiagudas, y las garras brillan blanquecinas haciendo juego con sus colmillos. En una sacudida rápida, James se yergue a toda su altura, y el cobrizo de su pelaje brilla tan despampanante que la luz no es suficiente para enseñar toda su grandeza.
Un aullido sale de sus pulmones, y es indescifrable la forma en la que mi cuerpo se estremece. Nuestra canción se repite en mi cabeza, y me pregunto si James puede sentir lo mismo que yo siento cuando mis latidos se detienen sólo para comenzar a bombear con fuerza. Creo que ambos, su corazón y el mío, palpitan en la misma sintonía.
El majestuoso lobo acerca su hocico a mi rostro, y el suspiro caliente choca contra mí, cerca de mi cuello. Luego, vuelva a olfatear, y el aullido que ahora sale de su pecho canta una melodía diferente: es alegre, y tiene un mensaje escondido que no logro descifrar.
Mis mejillas se extienden en una sonrisa sincera que no puedo seguir escondiendo, y mis manos se elevan al aire con la inmensa necesidad de tocarlo, de saber que es James quien está dentro de este impresionante ser. Por supuesto, el lobo frota el costado de su cara sobre la palma de mis manos, y su pelaje es tan suave que me hace pensar en lo esponjoso de las nubes.
Es él. Es James. Puedo verlo a través de sus ojos. Siempre lo supe, era el ámbar que nunca pude ver en ninguna otra persona y el color que, sin pensar, se transformó en uno de mis favoritos.
—¡Eres impresionante! —exclamo, y James infla el pecho orgulloso provocando que vuelva a sonreír.
Las gotas de lluvia comienzan a caer una a una, tímidas, pero constantes, y veo a James agacharse mientras con su cabeza me señala la parte posterior de su cuerpo. Quiere que suba.
Siento los nervios fluir por mi cuerpo, pero cuando la lluvia comienza a ser más fuerte, dejo atrás todo pensamiento vergonzoso porque nunca antes había subido sobre la espalda de un lobo. Con mucho trabajo estoy cerca de ellos.
Dejo caer mis piernas a los costados de su cuerpo, y el mío propio se ve como un diminuto ser sobre una imponente bestia.
—James, tengo miedo —le digo, tratando de no titubear, pero James parece entenderme, y me pregunto cómo es que aun, en su forma lobo, él puede escucharme.
Tengo tanto por aprender, y de verdad estoy ansioso.
Mientras James vuelve a incorporarse cuidadosamente, yo me aferro a su pelaje y no puedo hacer otra cosa más que tratar de no caer. Da unos cuantos pasos hacia el frente, y antes de partir, lo miro cantar a la luna en un acto que me da a entender que está agradeciéndole.
Yo también la veo antes de que James se gire, y en mis pensamientos hago exactamente lo mismo. Luego hablaré contigo. Gracias por escucharme.
Para cuando quiero soltar un suspiro, James ya se encuentra corriendo y todo el aire que deseaba expulsar ahora se queda atorado dentro de mi pecho. Quiero gritar por lo fantástico que esto es, porque ciertamente la emoción ha sido más intensa que mis temores, y lo primero que pienso es que debo hacer esto una y otra vez. Jamás podría cansarme.
James no es tan brusco, ni rápido, sino cuidadoso y amable. Se desplaza por el bosque como si fuera su segundo hogar, y ni una rama es impedimento para él porque todas ellas se destrozan cuando pasa. Tengo el repentino pensamiento de que voy a estrellarme contra la copa de los árboles o contra sus trocos enredados en lo alto, pero James se ha movido por el camino más despejado y ningún cedro o pino es lo suficientemente peligroso como para tirarme.
El frío tiene la capacidad de entumecer todo mi cuerpo, pero la adrenalina es tan vívida en mí que no es capaz de hacerme ningún daño. No siento el viento gélido, ni mi cuerpo mojado. No siento siquiera algo que me haga doler. Sólo soy consciente del tibio pelaje bajo mi cuerpo, y de lo estupendo que se siente ser abrigado por él.
Porque eso hace, es como si James me protegiera transmitiendo su calor corporal hacia el mío. Y no sé cómo funciona, pero es una sensación tan satisfactoria que tengo el deseo de pedirle que se quede esta noche conmigo.
Eso es demasiado, no seas ridículo.
—¡James! —grito, y sé que puede escucharme aún con el silbido del aire—. ¡Es increíble! —dejando caer mi cuerpo sobre el suyo, lo envuelvo con mis manos y lo sujeto con fuerza olvidándome si de alguna forma le estoy haciendo daño.
Cierro los ojos mientras mis mejillas y mi rostro entero se calienta, y cuando la pesadez cae sobre mis párpados, sé que estoy a punto de caer profundamente dormido.
Siento que estoy en mi hogar. Siento que finalmente estoy donde pertenezco.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top