Capítulo 16


SECRETOS


     LAILA ENTRÓ EN LA SALA de espera mientras los médicos llevaban a Micah dentro para hacerle algunas pruebas y radiografías. Jeremy había curado la mayoría de sus heridas externas, pero las fracturas internas eran más difíciles de sanar. Sólo esperaban que Micah no tuviese nada grave como un colapso pulmonar que lo hiciera exponerse a cirugías.

Laila tomó asiento junto a Jeremy y lo observó por breves minutos, el chico estaba un tanto pálido y decaído, y sus ojos pensativos se habían fijado en algún punto del brilloso mosaico. Laila podía asegurar que su propio aspecto no estaba mucho mejor. Sus lastimadas y moretones estaban sanando bien, ya que como lobos ellos tenían la capacidad de curarse poco a poco, pero el hueco en su corazón insistía en doler, y las punzadas que llegaron a picarle los ojos ahora amenazaban con hacerla llorar.

Buscando consuelo en la distracción, ella rompió el silencio preguntando: —Jeremy, ¿estás bien? —Jeremy miró a Laila tan pronto su voz hizo eco, y él asintió despacio—. ¿Seguro que no necesitas una revisión médica?

—Estaré bien —dijo, pero al notar la tristeza en los ojos de Laila, añadió—: ¿Tú estarás bien?

—Claro —ella respondió, tratando de verse mejor de lo que se encontraba—. Nosotros los lobos nos curamos solos. No te preocupes.

—No estaba hablando de tus heridas externas —dijo Jeremy, y Laila se sorprendió por lo intuitivo que él podía ser, incluso en momentos difíciles como estos—. Hablo de lo que sientes aquí —y Jeremy se señaló el pecho a sí mismo.

—¿Cómo?

—¿Te olvidas que soy un mago y que puedo ver el aura de las personas? De todos modos, no necesito serlo para saber a ciencia cierta que no estás bien, Laila.

Suspirando, Laila decidió que era mejor ser sincera con Jeremy. Él se lo merecía, después de todo.

—No Jeremy —ella negó, y una lágrima corrió por su rostro. Jeremy alzó su mano y con el pulgar retiró la gota, limpiando su mejilla con el dorso de su mano—. No estoy bien. ¿Sabes?, por más que sienta que debo odiarte, no puedo.

Jeremy sonrió ante aquella confesión y se encogió de hombros.

—Qué puedo decirte. Soy demasiado irresistible.

Contagiada por aquella pequeña sonrisa, Laila asintió.

—¿Puedo confiarte un secreto?

Jeremy la miró detenidamente, como si estuviera intentando averiguar la razón por la cual ella quería decirle algo como eso. Pero Laila no desvió por ningún momento sus ojos, y Jeremy tomó su mano, transmitiendo una calidez que la hacía sentir paz, y que confirmaba que ella podía decir lo que fuera, que podía confiar en él para todo.

Sin necesitar palabras, Laila prosiguió.

—Estoy tan triste.

—Lo entiendo. Todos lo estamos —respondió Jeremy—. Hoy hemos pasado por mucho.

—Pensarás que soy una egoísta sin sentimientos, pero no estoy triste por Micah. Sé que él estará bien. Micah está rodeado de gente que lo apoya y que lo quiere, y que están dispuestos a darlo todo por él. Es algo más lo que me tiene pensando.

—¿Julen? —inquirió Jeremy, y Laila, con todo el pesar del mundo, asintió.

—Sí. Seguramente te estarás preguntando qué clase de relación tengo con Julen como para que él haya actuado de esa forma. Para que me importe más que cualquier otra persona.

—Estoy seguro que tienes tus motivos —entendió Jeremy, y acarició suavemente la palma de su mano—. Creo que tienes derecho a sentirte triste por él.

—Y no debería —respondió Laila, esta vez dejando que sus lágrimas fuesen derramadas—. No debería dolerme después de todo lo que ha hecho. Pero es inevitable. Después de todo, rompí nuestra promesa.

—¿Promesa?

Laila desvió la mirada del rostro de Jeremy, porque no podía soportar ver el cambio en sus ojos cuando la juzgara. No quería ver la decepción que siempre había temido provocar en sus seres queridos.

—Cuando era más joven —ella inició—. Cuando tenía once años, yo le hice una promesa a Julen. Él y yo habíamos sido amigos desde pequeñitos, por lo que siempre hacíamos todo juntos. Formamos una amistad muy linda, muy sincera... sin secretos. Y con ello me refiero a ninguno. No nos ocultábamos nada. Incluso, Julen me contó por todo lo que había pasado antes de unirse al clan Bonet.

—¿Estás diciendo que Julen no nació aquí? —Jeremy preguntó.

Negando y sorbiendo por la nariz, Laila respondió.

—No. Julen fue adoptado por el clan cuando apenas tenía seis años. Era huérfano. Lo encontraron vagando por el bosque solo. No tenía familia, así que el alfa Bonet lo abrazó como uno más de la manada. Julen tuvo una infancia muy difícil después de eso —Laila recordó entonces aquel día en que había conocido a Julen. Era un pequeño niño solitario al que nadie le hacía caso. No tenía amigos, y ella había sido la única que se había acercado a él porque... Laila no podía verlo solo. Ella siempre era amable con todos, y su atracción hacia Julen había sido casi como el destino.

Limpiando sus ojos con la mano, ella prosiguió.

» Fui la única a la que Julen le confesó lo que le había sucedido a su familia. Ni siquiera se lo dijo a las autoridades, ni a su alfa. Sólo a mí. En ese entonces, sentí que le debía mucho, que podía confiar en un chico como él, y que seriamos amigos por siempre. Estaba ciertamente equivocada. Jeremy, lo que voy a decirte no lo sabe nadie, tienes que prometer que no se lo dirás a ninguna persona. Ni siquiera a mi hermano.

—Claro que no —aceptó Jeremy, y sonriendo añadió—: Gracias por confiar en mí para esto, aunque no entienda demasiado.

—Lo entenderás —ella dijo—. Estoy segura de eso —sintiendo su cuerpo temblar, Laila decidió que tenía que sacar todo esto de su pecho rápido, sin arrepentimientos. Mucho tiempo había pasado desde entonces, guardando algo que seguía lastimándola por dentro. Y al ver a Jeremy ella confirmó que él sería el indicado, que no había nadie más que pudiese ser comprensivo ante aquel extraño sentimiento—. Cuando un lobo nace, no está definido lo que será cuando crezca. Alfa, omega, no es seguro hasta que llegue a su madurez. Cuando yo nací, mis padres no se preocuparon cuando mi olor, uno que debía ser ciertamente característico de la familia, estaba ausente.

—¿Los lobos se definen por aromas? —preguntó Jeremy.

—Podría decirse. Todos tenemos ese toque, un perfume que señala a qué manada perteneces. Sin embargo, el mío era demasiado débil para percibirse. Mi madre pensó que se desarrollaría cuando creciera, pero no fue el caso. Cuando entendí lo que significaba, comenzó a asustarme. Sin que mi familia se diera cuenta, comencé a usar ropa que dejaba escondida en el closet de mamá para que se impregnara con su aroma. Ella me dejaba usar su perfume pensando que me gustaba jugar con este. Trataba de abrazarme de Grayson en todo momento para que se me pegara su esencia. Hice todo lo que podía para sentir que pertenecía a alguien.

—Pero Laila —interrumpió Jeremy—, tu aroma es hermoso. Tienes tu propio toque. No sé a qué te refieres.

—No soy yo, Jeremy —dijo con tristeza Laila—. Este olor que sientes en mí, no es mío. Cuando cumplí los doce años, supe que había nacido defectuosa. No me gustaba quien era, y algo en mí me dijo con certeza que podría no ser nunca un verdadero lobo. Hasta la fecha, mi celo jamás se ha presentado. Tengo catorce años, y la mayoría de los que conozco ya han madurado y se han definido desde los trece. Eso no sucederá conmigo.

—Pero aún falta mucho, puede que simplemente sea un retraso en tu crecimiento —alentó Jeremy.

—No, no creo —ella admitió—. Hay cosas que uno sabe, lo siente por puro instinto. ¿Y sabes qué es lo que siento, Jeremy?

Jeremy negó lentamente.

—Siento que jamás podré tener hijos —ella dibujó una sonrisa tan herida que el corazón de Jeremy también dolió. Incluso, admitirlo en voz alta hacía que Laila sintiera esa verdad como desgarradora—. No tengo olor. Uso perfumes todo el tiempo para cubrir el hecho de que nací mal, Jeremy. Mamá sabe hasta cierto punto que es raro en mí, pero ella no quiere aceptarlo porque si lo hace mi padre también tendría que enterarse y sería como una horrible decepción. Sé por instinto que no podré madurar del todo, no llegaré a emparejarme con nadie, y mucho menos formar la familia que siempre quise. Y este secreto fue el mismo que le revelé a Julen. Éramos dos lobos similares sintiendo que no encajábamos en ningún lado. Y me sentí tan identificada que se lo confíe a él. Todo a él.

—Laila —susurró Jeremy, pero esta vez se inclinó para abrazar a la chica que ahora estaba llorando incontrolablemente. Ella de inmediato lo aceptó, y Laila se aferró a las prendas de Jeremy y ocultó su rostro para que nadie más la viera.

Sentía vergüenza de sí misma. Sentía dolor y mucha rabia porque ella no había deseado nacer así. Y todos estos años había tratado de ocultar su pena, su miedo a ser rechazada y a decepcionar a sus padres de la peor forma posible. No sabía cómo aceptarse a sí misma, pero cuando Jeremy le dijo que todo estaría bien, que ella era la chica más hermosa que alguna vez hubiese visto y que jamás estaría sola, Laila lloró más fuerte.

Eran exactamente las mismas palabras que Julen le había dicho aquella vez, cuando ambos habían desnudado sus almas y se habían permitido desahogarse.

Cuando finalmente ella contuvo su dolor y se tranquilizó, se separó de Jeremy restregándose fuerte los ojos. Jeremy comenzó a reírse, y regañándola de que no lo hiciera secó su rostro con una parte de su ropa que aún se encontraba limpia.

Laila también se rio, y ahora todo parecía más sereno. Su pecho había dejado de sentir ese peso que había estado cargando por años. Y se dejó ir, una vez más.

—Julen me consoló aquel día, y juntos hicimos una promesa. Yo sería su pareja cuando creciéramos, y él sería la mía. Nunca estaríamos solos. Ya que éramos los únicos que nos comprendíamos, estaríamos juntos por siempre.

—¿Es por eso que Julen está tan obsesionado contigo?

—Sí —ella asintió—. Pero luego hubo algo. Hubo alguien. Y Julen lo supo. Sabía que estaba comenzando a gustarme alguien que no era él, y entonces comencé a alejarme sabiendo que podría ser peligroso. Lo hice inconscientemente. Yo no quería dejarlo solo. Pero, todo se salió de control. Julen comenzó a perseguirme y a causar problemas para llamar mi atención, y eso nos llevó hasta aquí, a que por mi culpa Micah fuera gravemente herido, y que los demás lo hayan pasado como el infierno. No debería ser así.

—Laila —llamó Jeremy, procesando la información que ella había revelado—. Pero, ¿por qué su obsesión? Sé que se hicieron una promesa, pero, ¿no pensaste en que Julen algún día podría encontrar a alguien? Digo, ¿no los lobos tienes predestinados?, así como me hicieron saber que ese lobo cobrizo lo era para Micah.

Laila se mordió los labios, y decidiendo revelar un secreto que no le pertenecía, dijo: —Julen se obsesionó con no estar nunca solo, Jeremy. Un lobo como él no tendría oportunidad de encontrar a su pareja destinada. No cuando Julen no es alfa ni omega.

Dudando, Jeremy respondió: —¿Entonces qué es?

—Julen es un lobo gama.



     —POR FAVOR, RODRIC —Caroline imploró, y él cayó de rodillas para envolver a Calder con sus brazos—. Por favor, canta conmigo, hablémosle. Él podría aferrarse a ello, a nuestra voz, a nuestro amor.

—Hijo —llamó Rodric, mirando al pequeño que se retorcía de dolor en sus brazos—. Si me escuchas, te imploro, quédate con nosotros.

Caroline cantó, lo hizo dentro de aquella línea poderosa a la que se unía con su hijo. Pudo escuchar también murmullos, susurros ahogados de su esposo que estaba combatiendo con la angustia y la fuerte necesidad de quebrarse. Ambos arroparon a Calder, una y otra vez, como lo habían hecho con James en su momento. Cantaron y lo acariciaron, aullaron y expresaron su amor con palabras llenas de cariño.

Calder se tenía que aferrar a eso. Tenía que tomar con sus manos aquel lado humano que lo jalaba hacia la parte terrenal de su vida. No estaba desechando a su lobo, pero su lado animal debía comprender que él tenía el control, que Calder dominaría su instinto y se encargaría del lado racional.

Caroline entonces envió imágenes por el vínculo. Proyecciones de recuerdos donde ella tenía en sus brazos a ese pequeño lobo, a un bebé con ojos del color del cielo y con cabello cobrizo dorado, Calder fue la adoración de todos en su nacimiento. Había nacido siendo un niño precioso.

También le enseñó a James. A su pequeño hermano de tres años que no tenía más que besos y abrazos para él. Le mostró a Calder la añoranza, el sentimiento que ambos lobos sentían cada que estaban lejos uno del otro. El lazo que Calder compartía con James era incluso más fuerte que el que mantenía con su madre, y figuras llenas de amor fueron vistas por un Calder que ahora, poco a poco, comenzaba a relajarse en los brazos de su familia.

Duerme cariño, la luna te observa.

Duerme mi niño, el sol pronto saldrá.

Duerme pequeño, que el día ya casi comienza.

Duerme chiquillo, o el lobo te comerá.

Una sonrisa pequeña se formó en las comisuras de Calder, y Caroline sintió su corazón latir con fuerza. Aquella canción que cantaba cuando sus hijos eran más pequeños les había dado buenos momentos. Y aun siendo adolescentes, James y Calder la cantaban cuando querían hacer feliz a su madre.

Y con el vivo recuerdo de una alegría compartida entre ellos, Calder susurró: "Pero nosotros somos lobos, mamá".

Caroline comenzó a llorar cuando miró los ojos de su hijo abrirse. Calder estaba reaccionando, se había aferrado a ella, a su familia y al miedo de perderlos.

Los ojos de Calder ahora estaban regresando a su color natural. Y su lobo, que había estado manteniéndose a flote por lapsos intermitentes de tiempo, finalmente se apaciguó e hizo una tregua con Calder.

Rodric lo abrazó. Caroline lo besó. Y Calder recobró la conciencia para devolver el amor mientras se sostenía de sus padres.

Juntos permanecieron ahí por bastante tiempo. No sabían cuánto, pero no era necesario ni importante mientras estuviesen unidos. Cuando Calder logró ponerse en pie, sonrió hacia ellos, y con orgullo y un porte diferente al que solía tener, se transformó por decisión propia en lobo. Un imponente y hermoso lobo cobrizo de ojos azules.

Calder caminó por el claro hacia la parte más alta, una que daba directo hacia la hermosa vista de la luna. No podría estar llena, pero era lo suficientemente hermosa y resplandeciente como para adorarla. Así que lo hizo.

Caroline miró cómo su hijo tomaba aire en sus pulmones, y entonces aulló. Lo hizo tan fuerte que un estremecimiento repentino recorrió su piel. Admiró entonces su belleza, su nuevo y mejorado aroma que era muy fácil de reconocer.

Calder era simplemente maravilloso, tanto que rivalizaba con la hermosura de su padre. Caroline se sentía perdida por ello, por un amor incondicional hacia su hijo.

Y por fin, sabiendo que el destino estaba tomando de nuevo su cauce, Caroline y Rodric observaron con reverencia al alfa que era Calder.



     —NO ENTIENDO —dijo Jeremy—, ¿no sólo existían alfas y omegas?

Ella negó con la cabeza, y Jeremy se preguntó sobre todos los secretos e historias que habían detrás de los lobos. Tantos clanes, tantas familias, tantas cosas extrañas sobre ellos...

—No. Cuentan las historias, existen cinco clases de lobos. Alfas, omegas, betas, gamas y deltas. Pero, hasta la fecha, sólo tenemos conocimiento de la existencia de tres. Se les dice betas a todos los lobos que aún no han sido definidos por su madurez. Una vez entrando a esa etapa, pueden presentarse de dos formas: alfas, u omegas. Los gamas y deltas son como mitos —susurró Laila, temiendo que las personas y enfermeras que pasaban por allí pudiesen oírla—. Gamas son lobos que nacen con el conocimiento de que nunca tendrán predestinados. Mientras para nosotros los lobos "normales" es una bendición encontrar a la pareja que estará con nosotros toda la vida, para ellos es una maldición saber que siempre estarán solos. Por eso Julen me hizo prometer que yo estaría siempre para él. Pero no puedo Jeremy. Aun sabiendo que yo tampoco podré tener a alguien, no quiero sentirme atada a él. Quiero enamorarme, aunque no sea correspondida. Quiero vivir. Suena un poco masoquista, pero es cierto —tomando unos momentos para pensar, Laila añadió—: ¿Sabes lo que les hacen a los lobos como él?

—No —dijo Jeremy, había un poco de temor en su voz.

—Los destierran —dijo Laila—. Lobos que atentan contra la vida de otros lobos, incluso contra la vida de simples humanos, son castigados con destierro. Y si la falta que ha cometido implica muerte, entonces muerte tendrá. Julen casi mata a Micah, Jeremy. Cielos, si lo sacrifican, yo seré culpable... sólo yo.

—No digas eso —dijo Jeremy, su rostro se endureció y tomó a Laila por los hombros—. Escúchame. Sea cual sea el destino de Julen, es algo que él mismo se buscó. Tú no tienes la culpa, ¿de cuerdo? No hay nada malo en ti, Laila.

Jeremy trató de sonar muy seguro en sus palabras. Transmitir a Laila algo de tranquilidad era algo difícil cuando ella tenía nublada la mente con la culpa, pero Jeremy no estaba dispuesto a renunciar.

Cuando estuvo a punto de decir algo, la madre de Micah, quien había sido informada gracias a que estaba en los registros médicos, llegó con una visible preocupación en su rostro. Jeremy y Laila les habían dicho a los doctores que Micah había caído de una parte alta cuando caminaban por el bosque, y que había posibilidad de que tuviese contusiones internas o fracturas en las costillas. Y les habían creído.

El lodo y la humedad en la ropa de Micah afirmaban que él había sufrido aquel accidente, y ellos esperaban que la señora Winterwood también les creyera.

Jeremy se puso en pie, y Laila lo hizo también a su lado. Ambos chicos se dirigieron hacia donde la señora estaba pidiendo información, y con una última mirada, se prometieron que lo que había pasado allí, y lo secretos que se habían dicho, quedaría sólo entre ellos.

Laila sabía que sería así, y Jeremy estaba feliz de haber encontrado a una amiga incondicional como ella. Una que podía confiar en él.

Sólo esperaba que Micah pudiera recuperarse, que lograra estar bien para poder decirle todo. Y eso era sobre su identidad. No sólo quería que Laila lo supiera, sino también Micah, y Jeremy estaba listo para revelarles sus secretos.

Con un asentimiento, ambos chicos caminaron juntos, listos para todo lo que estuviese por venir. 

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