Capítulo 14


RECONOCIMIENTO


     HABÍA CORRIDO CON TANTA VELOCIDAD que destruyó todo a su paso. Ramas se quebraron en el camino, pequeños animalitos se escondieron despavoridos, hoyos deformaron la tierra por sus huellas, y la lluvia se rompió en su rostro mojando su brillante y espeso pelaje hasta penetrar bajo su piel.

James dejó a los otros tres lobos varios metros atrás. Era el más veloz y sentía un desespero que hizo que sus zancadas fueran más grandes, que su necesidad ardiera por llegar a tiempo.

Al principio, no había entendido el dolor que su pecho comenzó a sentir cuando estaba saliendo de su última clase, así que, sentándose de nuevo en el banco, cerró sus ojos y se había permitido verdaderamente sentir. Era la misma sensación de llamado que hace un par de semanas pudo asegurar provenía de Micah ante la situación de riesgo en la que se encontraba, y James de pronto se estremeció y se mareó con la idea de que volviera a suscitarse algo como eso.

Era el ámbar cantando en su corazón, el amuleto le llamaba con una atracción sorprendente que parecía empujar su cuerpo y arrastrarlo por cualquier camino hasta llegar a su polo opuesto. Micah era el centro de piedra, y esta le rogaba que estuviese allí tan pronto como le fuera posible. Así que lo hizo.

Cuando salió hacia la lluvia intensa con descuido, fue entonces que se encontró a Grayson, su rostro reflejaba la preocupación que James quería hacer a un lado, y sus palabras sólo le habían confirmado la situación por la que había temido: Micah estaba en peligro.

Desde luego, sabiendo a lo que se enfrentaban, ambos lobos decidieron no ir solos, y Calder junto a Mason eran los que ahora corrían a su lado: un grupo de jóvenes que parecían compartir un mismo lazo. Más que amigos, también eran familia, y los lobos siempre estaban juntos, por sobre todas las cosas.

El olor de Micah se sentía en el aire con mayor intensidad cada que estaban más cerca, y James apretó la mandíbula cuando destellos de este entraron por sus fosas nasales con notas de miedo. El hierro era una esencia que sólo advertía que también había sangre, y de pronto, James sintió su propio cuerpo incendiarse con una furia que nubló toda su mente e hizo que su instinto animal saliera a flote, pisoteando su juicio.

Quería despedazar al infame que le había puesto una mano encima a Micah, y nada ni nadie podría detenerlo.

Un grito desesperado fue lo que James necesitó para entrar en acción, y los chicos que se habían quedado atrás de pronto lo alcanzaron cuando ellos también parecieron escucharlo.

Mason y Grayson, transformados en lobos descomunales, salieron de los árboles y se lanzaron contra los amigos de Julen que estaban rodeando el claro, impidiendo su paso. Calder, quien no por ser más pequeño se quedó atrás, hizo lo mismo, pero con el lobo que Laila había derribado al suelo, ayudándola a someterlo tan pronto como este cayó exclamando gritos de auxilio.

James sabía su objetivo, y este era el inmundo animal que había osado a lastimar a Micah y todavía se regocijaba con ello. Por eso, con colmillos al aire y con el camino despejado, James cayó encima de Julen y enterró con fuerza los dientes en uno de sus hombros, empujándolo directamente al suelo lodoso.

La imagen podría definirse como salvaje y grotesca. Porque, tan pronto como Julen gritó del dolor y el hombro pareció desmoldarse de su piel, el crujir de huesos se escuchó por sobre la lluvia que comenzaba a caer nuevamente de lleno sobre ellos, y la transformación ocurrió provocando que James fuese lanzado con un gran empuje hacia los árboles.

James había vivido esto hace un tiempo. Tener de frente a Julen listo para la pelea era algo que prácticamente se estaba volviendo monótono. En el pasado, James hubiese esperado no tener que usar la fuerza para detenerlo. Hubiera llamado a Grayson, ambos usarían la intimidación con él y quizá el forcejeo, y allí terminaría todo.

Pero ahora era distinto. Por mucho que James supiera que Julen era un lobo, un aliado que era parte del clan con el que su madre estaba en buenos términos, esto en definitiva no le ayudaría a salvar su pellejo. James iba a matarlo. Si nadie se interponía se aseguraría de enterrar las garras en su piel y lo abriría como si fuese un cerdo. Y no sólo por el pasado desfavorable que les envolvía, sino también por haber tocado lo más valioso para él.

James no quería hacerlo, pero tuvo qué.

Desviando su atención, sus ojos ambarinos cayeron en la figura ensangrentada de Micah que yacía sin movimiento en el piso.

Su corazón se detuvo, y el aire de pronto era escaso y difícil de respirar.

La persona que más amaba había sido herida y James no había estado allí para protegerlo. Algo parecido a la culpa hizo que James aullara de dolor. No había podido estar con Micah gracias a la promesa que había hecho a su madre, y eso lo quemaba por dentro. Tanto, que todo ese ardor se trasformó en una ira desbordada, e hizo que sus ojos se tornaran rojos, algo que en definitiva no tenía que suceder.

Los sabios contaban historias de lobos que nunca regresaban a su estado humano una vez que se dejaban dominar por su instinto animal. James jamás había sabido porqué, pero ellos solían decir que había algo intrínseco en el espíritu natural que todos ellos llevaban por dentro. Cosas espirituales que tomaban su cauce y que se dejaban llevar por el lado que más predominara en un lobo.

Y ahora, lo que más emanaba en James era su lado salvaje. Tan bestial que, cuando Julen brincó sobre él y mordió su columna, el dolor se transformó en adrenalina, y James lo abatió con mucha facilidad. Con el hocico, James mordió a Julen de una de las patas, y lo lanzó tan fuerte sobre el suelo que el lobo chilló en agonía. Podría decirse que aquella extremidad ahora mismo estaba rota, y aunque James sintiera la sangre escurrir por la herida que Julen le había abierto, no le soltó en ningún momento y en cambio lo arrastró, agitándolo una y otra vez con la intensión de arrancársela del cuerpo.



     GRAYSON VENCIÓ A UNO DE ELLOS con un poco de dificultad. El lobo con el que se había enfrentado era un chico robusto que se dedicaba al deporte, y en su forma animal era tan fuerte como en persona. La agilidad era lo que lo había ayudado, por supuesto, y cuando el chico hacía uno de sus movimientos, su cuerpo pesado era tan lento que Grayson pudo adivinar la dirección del golpe, esquivándolo con éxito.

Sus intenciones una vez estando allí era reprender a Julen, y sí, tal vez darle una paliza para que finalmente entendiera que era momento de detenerse. Pero, cuando la imagen de algo más sombrío fue lo primero con lo que se topó, supo que esto en definitiva se había salido de control.

Estaba en peligro. No sólo él, sino también los chicos. Micah, su hermana... Laila.

Grayson la había visto pelear, y verdaderamente pelear con uno de los tipos grandes. Por el vínculo, ella le había dicho palabras como "Ten cuidado" y "Julen ha perdido la cabeza. Está actuando como un loco". Y ella estaba en lo cierto. Conflictos anteriores en donde Julen se había involucrado eran menores a comparación con este. Grayson jamás había visto al chico perder la cabeza, mucho menos acudir a este nivel de violencia simplemente por celos o venganza.

Era extraño, pero no se pondría a justificarlo. Ahora mismo Julen parecía fuera de sí, y tenían que detenerlo de cualquier forma posible.

"¿Estás bien?" preguntó, pero podía asegurar que su pequeña hermana no lo estaba. Sentía cierta parte de su dolor, y la angustia que recorría los hilos del vínculo era tan palpable que Grayson tuvo un conflicto al querer tomar una decisión.

"Ayuda a Micah", ella dijo, y después de eso Grayson la perdió.

Gruñidos y golpes sonoros se hicieron presentes en el tranquilo claro. La lluvia y sus gotas heladas eran la música que los acompañaba en el fondo. A su lado, Grayson pudo divisar al gran lobo negro que era su recién amigo Mason. Este estaba revolcándose con otro de los grandulones que había cambiado para defenderse.

Tres, faltan tres.

Cuando su cuerpo mallugado giró hacia su derecha, Grayson se distrajo momentáneamente con la pelea más cruel y salvaje que hubiese visto antes. Era James quien, con sus colmillos, rasguñaba la piel de Julen tratando de arrancarle pedazos de carne. La imagen fue desgarradora.

Pero Julen no se había rendido tan fácil, desde luego. Ya había lastimado a James, Grayson podía ver la sangre brotar de su lomo, y el aroma férreo era tan escandaloso que tuvo la sensación de asco por breves momentos.

James era otro. Grayson de pronto se dio cuenta de ello. No sólo por la manera tan brutal con la James peleaba, sino por el cambio en sus ojos y el aura primitiva con la que se desplazaba y actuaba. En definitiva, no era James, y Grayson tuvo que reprimir su urgencia por correr hacia su amigo y calmarlo. No podía hacerlo. No ahora que un abatido Micah seguía sobre el suelo inconsciente. Él tenía que ayudarlo.

Grayson corrió hacia su dirección, pero antes de que pudiera llegar, otro de los lobos presentes lo tacleó y juntos rodaron hacia un costado. Cuando aquel animal le cayó encima, Grayson sintió la presión en su cuerpo, y fue allí donde algo crujió dentro de él. Una costilla parecía haberse roto en su interior, y el aullido que expulsó hizo que Laila volviera a abrir el vínculo entre ellos para hablarle con desespero.

"¡Gray!" ella le gritó, "¡Gray, ¿estás bien?!" Pero Grayson no respondió de inmediato. En cambio, con todas sus fuerzas, pateó al tipo que quería encajar sus dientes en alguna parte de su cuello, y este cayó hacia adelante quitando finalmente el peso sobre él.

Sin dejar una mínima oportunidad de contraataque, Grayson se volvió hacia el lobo y el golpe que le dio en el estómago hizo que el chico chillara de dolor. Con una última mordida en la pierna lo dejó sin movilidad y oportunidad alguna de levantarse.

Para cuando Grayson estaba libre, Micah parecía querer abrir sus ojos de nuevo, y sin pensarlo demasiado le dijo a Laila: "Estoy bien. Estoy yendo por Micah para ponerlo a salvo".



     UN SONIDO AGUDO EN SUS OÍDOS hizo que Micah quisiera arrancarse la cabeza y hacerlo desaparecer. Junto a esa molestia, el dolor que inició como un pequeño ardor en el rostro se fue convirtiendo en algo tan potente y punzante que no tuvo la energía ni la fuerza como para ponerse en pie y salir del círculo donde podía oler el aroma a sangre.

Micah sabía que estaba gravemente herido, era algo tan certero que no tuvo que mirarse el cuerpo para saber que tenía el torso magullado con posibles huesos y costillas rotas; tampoco necesitaba tocarse las heridas abiertas y palpar el fluido carmesí que sentía quemarle en el rostro.

Y debía sentir terror. Micah había tocado con la punta de sus dedos aquel sentimiento que afloró de su piel y expuso sus peores miedos. Pero, no era el caso. No podía sentir ni el más minino repudio a lo que estaba sucediendo. Y puede que hubiesen sido los golpes propiciados por Julen los que lo hicieran estar en ese estado de inconsciencia, esa sensación de silencio donde flotaba en un espacio en el que todo transcurría en cámara lenta. Empero, cuando abrió con lentitud los ojos y vislumbró dos figuras extrañas peleando delante de él, lo único que Micah sintió en su adolorido cuerpo fue una emoción parecida a la esperanza, algo –o alguien– lo había salvado de ser brutalmente asesinado por un chico que había perdido los estribos.

Cuando Micah parpadeó repetidas veces, su escasa visión poco a poco se fue aclarando hasta que pudo distinguir qué era eso que gruñía y gritaba. Fue entonces que todo lo que había estado sucediendo llegó a él como una bofetada que le recordó en dónde estaba, y con quién.

El dolor en su pecho fue opacado con la necesidad de encontrar a Jeremy y a Laila, que, aunque Micah no la había visto en persona, sabía a ciencia cierta que se trataba de ese bello lobo gris que había tratado de defenderlo.

Ya nada podía asombrarlo, y tener el conocimiento de que su única amiga también era un cambia formas lobo simplemente lo hacía sentir ansioso, aunque de una buena manera.

Quería encontrarla y decirle lo mucho que significaba que arriesgara su vida por él. Que no era su culpa que Julen fuera un psicópata obsesionado con ella, y que los golpes recibidos no eran más que una simple confusión. Micah de verdad necesitaba abrazarla y que ella le dijera que los hombres lobo existen, que no eran un mito ni cuentos que la gente contaba para asustar a los niños por las noches.

Micah estaba lleno de tantas preguntas que por un segundo todo parecía no tener importancia. Pero eso se esfumó cuando un lobo, tan grande como el resto, enganchó sus dientes a su sucia y desgarrada ropa y comenzó a arrastrarlo por el suelo lodoso para sacarlo lejos del centro del claro.

Micah no sabía quién era. El pánico se apoderó de él y aunque su cuerpo dolía como el infierno comenzó a gritar y a patalear tanto como podía para librarse de sus garras. Cuando aquel animal lo llevó a la orilla y depositó su cuerpo en un lugar seguro, fue entonces que otra revelación apareció junto al rostro de Jeremy, que acudió en respuesta tan pronto como su cuerpo se desplomó en el pasto.

Un cambio rápido reveló a un lastimado –pero visiblemente feliz– Grayson, quien se inclinó sobre él para checar su estado. Jeremy, quien parecía no importarle en lo absoluto aquel impactante hecho, hizo lo mismo, y sus cálidas manos palparon su cuerpo en busca de heridas mayores a los de su rostro.

Micah de pronto vio el cielo. Algunas ramas se movieron cuando el viento fuerte meció las copas de los árboles. Aquel espacio libre entre las hojas hizo que el agua cayera de lleno sobre su cara, tan fría, que hizo que el ardor que consumía su cuerpo se apaciguara un poco. Micah pudo ver también que se estaba haciendo de noche. El hecho lo hizo sonreír, o al menos eso quiso, pero cada músculo parecía no estar de acuerdo con su inexplicable sentimiento de alegría.

Jeremy movía la boca rápidamente. Grayson había desaparecido de su vista. Y, aunque no pudo oír con claridad lo que su amigo estaba diciendo, sí logró sentir cuando una sensación de calma comenzó a expandirse y viajar por su cuerpo.

Micah quería preguntarle a Jeremy qué demonios estaba haciendo como para hacerle sentir tan bien. El dolor de pronto pareció esfumarse, y aquel molesto zumbido finalmente se apagó en su cerebro.

Cuando Micah giró el rostro, dejando caer su cabeza hacia un costado, observó a Laila y Grayson correr hacia aquellos lobos que estaban aún peleando entre sí. Entonces, miró cómo los hermanos tomaban a uno de ellos que se encontraba revolcándose en sangre y lodo, y lo alejó tan pronto como dos chicos más hicieron lo mismo con el animal que parecía no querer quitarse de encima.

No sabía quiénes eran, pero era algo fascinante de ver.

—¡¿Micah?! ¡¿Micah?! ¿Me escuchas?

Micah estaba seguro de haber dicho que sí, pero no podía escucharse a sí mismo. Y, cuando Jeremy colocó una de sus manos en la frente, la calidez de pronto se convirtió en algo fresco y etéreo, y lo llenó de tranquilidad, haciéndole cerrar los ojos.



     JAMES NO LE HABÍA PODIDO ARRANCAR a Julen alguna extremidad, pero al menos lo había golpeado, mordido y rasguñado. Puede que hubiera subestimado un poco la fuerza de aquel lobo, pero incluso, aunque Julen parecía ser más fuerte y ágil que él, James lo dio todo y dejó que su lado bestia se encargara de este; no había mejor forma que despedazarse como las bestias que eran, y sea cual fuese el resultado, James quería hacerle jodido daño.

Había perdido tanto la razón que no supo en qué momento Micah había salido de su vista. Y, aunque sabía que con el simple olor podía encontrarlo, algo en él se puso alerta, y la urgencia por acabar con Julen lo hizo actuar deliberadamente más rápido.

Con un veloz movimiento, James tumbó a Julen sobre su lomo y atacó directamente en el cuello. El lobo no lo puso fácil, por supuesto, y tan pronto como tuvo a James encima de él, sus garras sobre salieron y estas se enterraron en su carne, rasguñándolo hasta que pedazos de piel y pelaje cobrizo se desprendieron.

La adrenalina hizo que James mordiera su lengua y siguiera con su cometido, que era desgarrar el cuello de Julen y darle fin a su detestable vida. Sin embargo, aquel pensamiento frío e inhumano se vio interrumpido cuando el vínculo en su mente se abrió, y la voz de Calder comenzó a persuadirlo de soltar al lobo con una desesperación que nunca antes había oído en su hermano.

"¡James, basta!, ¡vas a matarlo! ¡Detente!"

Pero James estaba lejos de obedecer.

"¡James, tú no eres así! ¡Para por favor!"

Un gruñido salió de la parte más profunda de su garganta, y aquellos ojos que habían sido tan claros como el ámbar, se volvieron incandescentes, mostrándole a Calder el verdadero color de la bestia.

"¡James, escúchame! ¡Soy tu hermano! ¡No tienes que hacer esto! Micah está bien... Micah está a salvo".

James entonces se detuvo, el fuerte agarre de su mandíbula enterrada sobre la carne se relajó hasta que un poderoso empuje hizo que se desprendiera de Julen. Seguía siendo inconsciente de sus acciones, pero cuando el nombre de Micah se hizo presente todo pareció cobrar sentido: sentir rabia al ver a Micah herido, la impotencia y decepción de no poder proteger a su predestinado; la tristeza que lo albergó cuando vio su cuerpo sin movimiento en el lodo, y la angustia en su corazón con el pensamiento de perderlo.

Todo llegó de golpe.

Por esa razón, cuando manos firmes tomaron su cuerpo animal y lo alejaron de Julen, James no puso demasiada resistencia.

—¡Joder! —gritó Mason, quien, con ayuda de Calder, movió al inmenso lobo y juntos cayeron hacia atrás.

—¡Maldita sea, detenlo! —gritó Calder, pues Grayson estaba luchando contra la rabia de Julen.

—¡Eso trato! —respondió Grayson, y para poder someter a Julen, cambió nuevamente y con sus patas aplastó al chico en el estómago, manteniéndolo en su sitio.

Todo de pronto cayó en un cruel silencio. Las respiraciones y quejidos se escucharon como un bajo silbido del viento. La llovizna, que inoportuna e imperdonable caía sobre ellos, siguió su curso bañándolos con su frialdad, y el atardecer poco a poco fue privándolos de la luz del sol trayendo consigo una noche de melancolía y sosiego.

James se desplomó –tal como el resto de los cuerpos esparcidos por el claro– abatido, derrotado. Su cuerpo se reusó a cambiar por las graves heridas que tenía, y su corazón de pronto sintió todo lo que no había sentido. La añoranza comenzó a carcomerlo de nuevo.

Calder se inclinó sobre el lobo ensangrentado de su hermano, y entonces lágrimas cayeron por sus mejillas y la desesperación por verlo en su forma humana volvió a hacerse presente.

James abrió la línea, y a pesar de la nubla que aún sentía en su mente gracias a su instinto, simplemente dijo: "Quiero verlo".

—Maldición, James —respondió Calder en voz alta—, ¿en qué demonios estabas pensando?

Y, aunque no obtuvo respuesta, Calder hizo señas para que Mason lo ayudara a colocarlo en sus cuatro patas de nuevo.

Laila miraba todo sin decir palabra alguna. Algo en ella le dijo a James que se sentía tan mal por lo que había ocurrido que ni siquiera estaba dispuesta a tocarlo. Y no podía culparla, ni siquiera él quería sentir contacto alguno más que el de la persona por la que había venido, y esa estaba al otro lado del claro, tratando de sobrevivir.

Cuando reunió fuerzas para volverse, James avanzó con cuidado, paso a paso, con emoción y miedo. La idea de estar con Micah después de tanto tiempo lo ponía ansioso, pero también, algo en él deseaba que el chico no se estremeciera al verlo, que no lo reconociera en lo absoluto.

Un chico que desconocía completamente estaba inclinado sobre Micah con una mano en su rostro y la otra sobre el costado de su abdomen. Una energía que jamás había visto en alguien deslumbraba de sus manos, y destellos blancos, parecidos a chispas repentinas, se esparcían por el cuerpo de Micah manteniéndolo dormido.

—Está muy herido —dijo, y Laila se acercó en silencio junto a Calder y Mason.

—¿Qué tanto? —preguntó Laila. Jeremy la miró con tristeza en su rostro.

—Al parecer tiene varias fracturas y heridas profundas. Pero creo que estará bien siempre y cuando pueda darle de mi energía. Hay que llevarlo al hospital, de todas formas.

—Suena a que podemos salvarlo —dijo Mason—. Iré con Grayson para hacernos cargo de Julen.

James no entendía lo que aquel extraño estaba haciendo con Micah, pero estaba agradecido de que ayudara a mantenerlo con vida. Sin embargo, su lobo al verlo se quebró. No había palabras para que él pudiese describir lo que la imagen de Micah le hacía sentir. Sólo quería intercambiar lugares y ser él quien estuviera ahí, luchando. Micah simplemente no merecía esto.

"Quiero...", susurró, y Calder, quien era el único que podía oírlo, dijo: —¿Puedes hacer que despierte?

—Puedo, pero no quiero —reprochó Jeremy—. No quiero que sienta dolor hasta que me asegure de haber curado algunas de sus heridas.

—Jeremy —interrumpió Laila—. Él es... el lobo es...

—¿Qué?

Un gruñido salió de James, uno entrecortado que decía que, aunque su cuerpo estuviera herido, aún tenía la energía suficiente para pelear con cualquiera que se interpusiera entre ellos. Así que, acercándose, James se inclinó frente a Jeremy, y le miró con una expresión indescifrable, con aquellos ojos rojos que parecían cada vez más vivos.

—Es su destinado —concluyó Calder, y cuando Jeremy volvió hacia él, desviando la mirada de James, Calder se paralizó por completo.

—No lo entiendo —dijo Jeremy, su voz suave y apagada viajó por el aire, y Calder tuvo que retroceder dos pasos.

—Sólo déjalo despertar, Jeremy —dijo Laila—, el lobo necesita comprobar que está bien.

Sin decir palabra alguna, Jeremy asintió. Cuando James observó al chico alejar sus manos de Micah, fue entonces que se permitió cortar la distancia y tumbarse a su lado.

James anhelaba profundamente el contacto de Micah, y sentirlo al menos con simples roces hizo que una electricidad recorriera su cuerpo, haciendo a su lobo aullar en su interior.

No tardó mucho cuando finalmente Micah comenzó a reaccionar, y sus oscuros y pequeños ojos se abrieron tan despacio que James no fue capaz de desviar su atención de él. Micah estaba vivo, estaba bien, y una tranquilidad lo inundó cuando aquellas pestañas delicadas y negras comenzaron a parpadear, cayendo temerosas sobre sus pómulos.

James pudo sentir a su lobo dejar de respirar, y cuando Micah lo miró, conectando sin vacilación sus ojos con los propios, todo el mundo a su alrededor se desvaneció.

"Mío" dijo James, aun si Micah no lo escuchaba. "Te extrañé tanto".

Todo lo que James había deseado, de pronto se esfumó. Porque, cuando los ojos de Micah comenzaron a llenarse de lágrimas, y una mano se elevó hacia su hocico para tocarlo, fue entonces que el corazón de James se detuvo.

—También te extrañé. 

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