32: ¿Victoria para el jefe?

Zigor se retiró. Nadie, ni siquiera sus soldados, daban crédito a lo que oía. El gran conquistador ambicioso se estaba retirando. El rubio vio su armada dañada, a su querida compañera herida y a su mismo reflejo flaquear cuando lanzó a un lado bruscamente la estatua que ahora era el cuerpo de su hermana. 

Hipo dudó en ir por él, realmente quería hacerlo, pero tenía a Astrid herida en sus brazos rogando ayuda y esa, de todas las cosas del mundo, era una que las que no estaba dispuesto a arriesgar. Tomó una de las flechas, concretamente la del hombro que parecía ser la que más dolor causaba a su rubia y la desencajó. El dolor fue momentáneo y luego Astrid suspiró aliviada. Hipo verdaderamente creía que lo había hecho bien hasta que vio como comenzaba a salir más sangre aún. 

Esperó hasta que los barcos se agrupasen y se alejaran para tomar el vuelo y llegar a la aldea. Allí todos comenzaron a gritar alegres, habían vuelto a vencer y esta vez a una de los más duros ataques de Zigor. 

Valka se acercó a su hijo con una sonrisa para celebrar pero frenó en su alegría cuando vio a la rubia atravesada por las flechas. Corrió a su hijo y la ayudó a cargarla. 

Hipo no decía nada, temblaba ligeramente y aún se sentía algo paralizado, pero acataba las ordenes de Valka, aunque no se encontraba muy despierto. Tropezó varias veces en el camino hasta la enfermería y las palabras de su madre no llegaban a sus oídos. 

Una vez le ofrecieron a Astrid un colchón donde reposar en medio de la saturada enfermería, Hipo se sentó sobre el suelo a su lado y logró procesar la información.

Hipo: No sabía que hacer, y le arranqué la flecha. Le dolía mucho y quise aliviarlo. 

Valka: No es lo mejor, mucho menos cuando las heridas son profundas, cuando la herida es superficial, es decir que no atraviesa, o tiene veneno sí debe ser retirado pero en estos casos...

Hipo: Yo no era el chico de la medicinas, lo era Patapez— dijo haciendo reír levemente a su madre.

Valka: Astrid estará bien, ha sido alcanzada por más flechas ¿me equivoco?

Hipo: Supongo que tienes razón

-Perdone- habló la mujer que revisaba a Astrid y vendaba a Astrid. Hipo hubiera preferido que se tratase de Gothi pero la enfermería estaba repleta y Gothi no daba a basto.

Hipo: ¿Si?

-¿Podría darle la mano? Vamos a quitarle la segunda flecha y puede ser dolorosa si queremos ser cuidadosos.

Astrid: Maravilloso- habló con sarcasmo. 

Hipo: Vamos, mi lady, has pasado por peores. 

Astrid: Ahora mismo no lo recuerdo- replicó cuando la enfermera comenzó a retirar la flecha. Tomó con ambas mano la mano de su novio y apretó. No duró mucho y Astrid pudo descansar cuando le dijeron que ya solo quedaba el vendaje.

Hipo se alejó, en contra de su voluntad, para dejar espacio a la enfermera para trabajar y esperó paciente hasta poder estar a su lado.

-Despertará en una horas, le he dado un pequeño sedante para que o se mueva mucho y no abra las heridas. 

Hipo: Ah... está bien... ¿La llevamos a casa?

-Sería lo mejor, este lugar esta lleno y debemos sacar a heridos leves y llevarlos a sus casas cuanto antes.

Con extremo cuidado, Hipo cargó a Astrid hasta su casa. La madre de la rubia los recibió angustiada por el estado de su hija e Hipo le dio todas la noticias sobre sus heridas tranquilizándola a ella y al señor Hofferson, quien se había mantenido en silencio pero siempre agarrado a la mano de la muchacha desde que entró.

Hipo: Si despierta, avisadme por favor.

Mia: No te preocupes, serás el primero en saberlo.

El castaño quedó unos segundos parado frente a la casa, incluso después de que la puerta se cerrase. Sabiendo como se encontraba Astrid, le resultaba casi incómodo intentar ocupar si mente en otras cosas pero era el jefe, acababan de librar una ardua batalla y requerían de que cumpliera con sus funciones. 

Empezó por ir a los establos y ordenar que todos los dragones medianos y pequeños heridos fueran a ser tratados a los refugios para poder dejar espacio a los dragones más grandes. En el poco tiempo que Hipo había sido jefe, la población había crecido en numero de personas y en numero de dragones, pues cada vez más habitantes estaban dispuestos a acoger una gentil criatura en sus vidas. 

Recorrió su aldea una vez terminó, tranquilo y observador en la gente que inspeccionaba los escombros que quedaban de las casas destruidas por las catapultas. Se acercó y midió con la mirada el tamaño de la roca, raudo buscó a cualquier vikingo que tuviera un dragón en buenas condiciones que pudiera levantar las rocas. 

Hipo: Sven, necesito un listado de todas la casas que necesitan que saquemos rocas y cuales una reconstrucción. 

El rubio asintió y corrió lejos de allí. Hipo vio entonces a Eret ayudando a montar una tienda de campaña para aquellos que se habían quedado sin hogar y no cabían en el Gran Salón. 

Hipo: Eret- lo llamó. 

Eret: ¿Qué ocurre jefe?

Hipo: ¿Cómo se encuentra Quebratacraneos?

Eret: Bien, aún un poco emocionado por la adrenalina de la batalla y lo he llevado a los establos a que descanse. 

Hipo: Perfecto.. ¿Cuántas tiendas has montado ya?

Eret: Solo dos con esta. 

Hipo: Bien, espera un poco a que sepamos cuantos se han quedado sin hogar pues pienso habilitar el plus que le hicieron al refugio subterráneo para alojar a la gente ¿Podrías venir conmigo y ayudarme a evaluar la situación allí?

Eret se extrañó, pues había aprendido que a esa clase de actividades como de evaluación de daños y demás Hipo iba acompañado de Astrid pero decidió no preguntar, esperaba que si realmente algo grave hubiera ocurrido (y que fuera de su incumbencia)sería informado. 

Los dos hombre se dirigieron a los refugios que les había enseñado Bocón horas antes. La primera sala estaba saturada como la enfermería, al parecer su orden se había llevado a cabo y la segunda sala se llenaba tímidamente de otros heridos. 

Sintió una mano sobre su hombro, se trataba de su madre quien venía acompañada de Sven, ambos en silencio miraban al joven visiblemente apenados. No lo entendió, ni siquiera reparó en ello, hasta que leyó la lista de casas destruidas que Sven había redactado. 

Cuando llegó, no se esperaba nada menos de lo que encontró. Su casa, la de su madre y la de su fallecido padre, había sido parcialmente destruida por una roca que había aterrizado metros al lado. De toda la parte de arriba, el techo y las habitaciones, solo quedaban algunos tabiques y refuerzos. El suelo había desistido y todos los escombros de arriba atravesaron la madera hasta la planta baja.

Hipo se llevó las manos a la cabeza y respiró hondo, debía mantener la calma, aquello tan solo era un daño colateral. Mucha gente más, su gente, estaba pasando por lo mismo
¿Por qué se sentía así? Solo eran objetos. 

Tomó aire, algo de valor, y se acercó a recorrer la casa. En lo alrededores encontró un escudo cubierto de polvo y rastro del desastres que utilizó cuando entró por la puerta principal. El escudo era pequeño, era de esos que se utilizaban para pinturas y cuando Hipo le quitó algo de la suciedad pudo adivinar que había caído de se habitación, pues pudo reconocer su estilo de dibujo plasmado en el retrato del Furia Nocturna. 

Adentro encontró el centro del salón cubierto por todos los escombros y el gran agujero que dejaba entrar la luz del medio día. El lugar donde solía estar el trébede y la hoguera que su padre encendía en las noches había desparecido bajo el desastre. El polvo que había en el aire le costaba poder mucho más pero pudo apreciar todos los detalles vikingos y armas que colgaban de las paredes ahora en el suelo y que la mesa del fondo del salón necesitaría una seria reparación. 

La silla de su padre, el trono del jefe de aquella casa que Hipo no se había atrevido a mancillar aún, se había salvado de cualquier daño e Hipo no podía estar más feliz. No había en la casa objeto más representativo de la figura de Estoico que aquella gran silla de madera tallada.

Las mantas que guardaban bajo la escaleras también lograron quedar sin daño pero si cubiertas de polvo y cuando Hipo terminó de sacudirlas no tuvo más opción que subir a la planta de arriba. 

El techo del pasillo de había mantenido en casi su totalidad, pero la parte de suelo que era el acceso a la habitación de sus padres simplemente ya no existía. Entonces Hipo decidió entrar a su habitación. No fue la suciedad del lugar, no fue la gran destrucción de objetos que sufrió, eso casi ni le importaba. Tal vez tuvo que cerrar los ojos porque no reconoció el lugar o quizá porque le pareció haber viajado en el tiempo (de nuevo) a tiempos de guerra y muerte.
La habitación había perdido gran parte del techo, las estanterías vacías y todos sus pertenencias en el suelo,  la manta que su madre había tejido hábilmente precisaría de otra limpieza a fondo, y los otros escudos, como el que Hipo había recogido del suelo, habían saltado de las paredes cuando estas también cayeron. Con suerte tan solo tendría que lamentar que alguno se hubiese roto ligeramente. 

Valka: Bueno, es peor de lo que esperaba- habló haciendo notar su presencia. 

Hipo: Yo... la verdad no esperaba nada. 

Valka: Podemos repararlo. 

Hipo: Claro que podemos.

Valka: Y si te preocupa, yo puedo dormir en el sofá, no está muy dañado. 

Hipo: ¿Que? No, tu duerme en mi cama, yo tal vez ni siquiera duerma- contestó con una sonrisa divertida. 

Valka: Ahora si que va a haber trabajo. 

Hipo: Entonces sabré porque papá se quejaba tanto de la espalda. 

Valka rio ante la positividad correspondida de Hipo, madre e hijo lucharían por mantener la sonrisa ante todo. Ya lo habían hecho por mucho tiempo. 

Valka: Aún no ha terminado.

Hipo: Lo sé. 



Solo fue un mes... pero se viene el final. Planeo que no quedan más de 10 capitulo (tal vez ni 5)

Hasta entonces, gracias por la paciencia <3 







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