30: Opiniones disparejas

Petición importante al final


Narra Hipo

En el Gran Salón, ahora vacío nos encontrábamos todo mi consejo, aquel que escogí tras la muerte de mi padre y el que mi padre tenía. Este ultimo estaba conformado por gente de confianza de mi padre, sabios, mentores, genios de la estrategia militar... en resumen, gente que jamás pensó que yo estuviese a la altura del trono. Claro que exceptuando a Sven, Gobber y Baboso.

Cuando mi inminente ascendencia al puesto de jefe llegó, hacía poco más de un mes y medio, el consejo intentó retrasarla por lo máximo ya que seguramente yo fuera a sustituirlos. Al verme inexperto en un campo en el cual mi padre pocas veces había podido darme un par de lecciones, permití que el consejo siguiera a mi lado pero en un segundo plano. Al parecer, eso fue suficiente para que perdieran el miedo y los pelos en la lengua para apuntar cualquier cosa que no vieran correcta.

 Puestos a dar un ejemplo, la primera semana en el trono, la insistencia común fue que debía casarme. Recuerdo como hablaban de ello como una "sugerencia" pero parecía que lo estuvieran ordenando. Alegaban que un jefe no puede gobernar sin un apoyo moral que además comparta sus responsabilidades, es decir una jefa, y querían que pidiera la mano de Astrid a su padre. Casi haciendo malabares conseguí que esa propuesta no llegase a oídos de Astrid, quien ya tenía suficiente odio acumluado hacia aquel grupo de viejas glorias, y les dejé en claro que no era necesario pasar por el altar para que Astrid significase un gran apoyo para mí.

Y claro, el detonante de las quejas masivas fue el anuncio del nuevo consejo. Con que Astrid o Patapez fueran parte del consejo no hubo problema, pero si lo hubo con Eret, mi madre y Patán. Bocón y Baboso eran del anterior consejo, así que solo debí decir que mantendrían sus puestos y el papeleo fue menor.
El antiguo consejo decía que un forastero, ex aliado de Drago no podía ser parte del consejo. A Eret no le tenía la confianza que tenía con el resto, pero era inteligente, un buen consejero militar y soldado obediente.
En cuanto a mi madre, tan solo por ser mujer y ser mayor ya tenían razones para no quererla en el consejo pero supongo que también influyó el rencor que había quedado por no regresar con Estoico en cuanto pudo. Esos hombres vieron a mi padre derrumbarse varias veces por la "muerte" de mi madre, esperaron semanas hasta que el jefe se dignó a salir de casa y lidiaron con todas las secuela, todo para que al final resultase que Valka estaba viva. 
Y Patán siempre fue Patán. Al principio era la mejor opción para heredar el trono en vista de que yo nunca estaría listo, pero tras la paz con los dragones Patán quedó como una segunda opción y dejaron de tenerlo en el altar que solían verlo como su "última esperanza". Casi que menospreciaron las otras virtudes que tiene Patán como si ya no fueran nada, y por eso mi primo también tenía algo de odio oculto hacia ellos.

Iba a ser una discusión complicada, podía sentirlo. Entré al Gran Salón junto a Astrid y Nyx, me senté en la silla que solía ocupar mi padre y me preparé para mi primera discusión militar en mi historia como jefe de Isla Mema.

Hipo: Bienvenidos todos a esta nuestra primera reunión con fines militares- me puse en pie y recorrí la mesa con la mirada- Viene hacia nosotros un gran enemigo, el mismo que nos ha estado haciendo la vida imposible por muchos días y que busca dominar el archipiélago. Pero por suerte, tenemos alguna ventaja.

Entonces Sigmund, un hombre anciano que fue profesor de mi padre y consejero en el efímero mandato de mi abuelo, levantó la mano y antes de que pudiera darle la palabra habló.

Sigmund: Jefe, ¿se puede saber qué hacen ellos aquí? No son parte del consejo- señaló entonces a los gemelos sentados en un bancos en una esquina oscura del Gran Salón con sus pies elevados sobre otro par de sillas, mirándonos desinteresados. Los gemelos no formaban parte del consejo por su poco conocimiento estratégico y su nulo comportamiento diplomático. Ellos eran de mis mejores amigos y compañeros de batalla, por supuesto, y les confiaría mi vida sin dudarlo pero no tenían el temple necesario para estar entre nosotros pero siendo jinetes de dragones del equipo principal, si tenían participación en alguna decisiones. Y sin embargo, no sabía que estaban haciendo allí

Hipo: Ellos...- no sabía que decir- ¿Que haceis aquí chicos?

Brusca: ¿No es obvio? Escuchar la reunión.

Chusco: Estamos ansiosos de conocer tu plan, claro, si es que tienes uno- como no, los gemelos haciendo las cosas más difíciles.

Brusca: Entenderíamos que no tuvieses un plan, acabas de llegar de una de esas aventuras de las que no sabes que si saldrás con vida, has derrotado a todo un clan de tráfico de esclavos y al llegar a casa encuentras un páramo solitario, al borde de la destrucción, pero en el cual tus súbditos han sabido mantenerse en pie. Sería completamente natural que te encontrases en un replanteamiento de tu papel como jefe y tu utilidad en esta aldea.

Todo el consejo quedó callado y sorprendido. La mitad de la cosas que habían dicho eran mentira, y la otra mitad las habían exagerado, pero lo habían dicho lo suficientemente rápido y conciso para que sonase convincente.

Sigmund: ¿Y bien?

Hipo: No pasa nada si se quedan aquí, siempre y cuando se mantengan en silencio- contesté mirándolos.

Olaf: ¿Y ella?- preguntó un miembro más del consejo señalando a la Nyx, quien había decidido quedarse a un lado y observaba curiosa los tapices del salón hasta que fue nombrada.

Hipo: Ella es Nyx, una amiga que conoce muy bien a nuestro enemigo y nos será de gran utilidad.

Sigmund: ¿Que nos asegura que no es una espia enemiga?

Hipo: La conocimos en la subasta de esclavos, lo único que busca es algo de dinero, el cual recibirá siempre y cuando ganemos la guerra.

Todo el exconsejo dirigieron una mirada incrédula a Nyx pero aceptaron su presencia en la reunión, y sonreí al pensar que tal vez eso haría que no hablasen tanto durante la discusión.

Hipo: Bien ¿puedo continuar?

Olaf: Claro.

Hipo: Gracias. Nuestro enemigo tiene una flota pequeña, pero más potente, con más catapultas y con barcos mayor tamaño, eso para los dragones será una ventaja. Cuanto menos barcos y más grandes, mejor se apunta. Además el no sabe que el alfa está aquí y Desdentao es su objetivo, si tiene al alfa, los dragones volverán a encontrarse perdidos y un ataque más podría ser decisivo para Isla Mema. Necesitamos aparecer en el momento indicado.

Eret: Sugiero que nos mantengamos al margen por un tiempo, ver cómo se desarrolla la batalla y entonces entrar. Para ese momento ya estarán algo debilitados, habrán bajado todos los soldados y les será más complicado pedir refuerzos.

Sigmund: Pero lo suficientemente pronto para que destruyeran el pueblo, a ser posible- propuso con algo de sarcasmo.

Hipo: Me gusta, esa será la estrategia de entrada. A mi parecer, creo que movernos por los túneles de Muerte Susurrante sería una buena idea

Baboso: Muy inteligente...- murmuró mirando el mapa que les mostré donde había dibujado hacía varios años los túneles de los dragones.

Olaf: ¿Usted jefe como conoce todos esos datos del enemigo?

Hipo: En primer lugar, he visto su flota, los barcos son muy grandes y sería muy complicado tener muchos de esos, y en segundo lugar nuestra aliada aquí presente- dije señalando a Nyx con la mirada- ya nos ha ofrecido algo de su valiosa información.

Sigmund: Ha visto la flota... ¿pero ha visto al que la comanda?

Hipo: No llegué a conocer al jefe pero sabemos que se llama Zigor y que comanda a los Cuervo-Nautas.

Sigmund: ¿Y usted señorita Nyx?- preguntó girándose hacia Nyx.

Nyx: Yo... no, no llegué a coincidir con él personalmente.

Sigmund: Pero trabajaba para el.

Nyx: Sí, necesitaba un trabajo y como no tengo familia a la que mantener, me venía bien.

Sigmund: ¿Y porque decidió dejar de trabajar con él?

Nyx: Me di cuenta de sus intenciones y de que si vencía, no seríamos más que lastres de los que deshacerse, eso si no moriríamos por su causa.

Sigmund: ¿Qué hay de sus compañeros? ¿Hay algún nombre a tener en cuenta?

Hipo: Creo que es hora de parar...

Nyx: Eran varios generales, ninguno de ellos cercanos al jefe.

Olaf: ¿No tenía a nadie de su confianza?

Hipo: Señores...

Sigmund: ¿Sabe algo sobre las tácticas militares que utiliza?

Nyx: No las recuerdo...

Olaf: ¿Y como acabó en la subasta de esclavos?

Entonces un hacha se clavó perteneciente a quien estaba sentado a mi derecha y todos quedaron en completo silencio.

Astrid: Escuchadme bien- exclamaba con voz molesta- Ella es nuestra aliada, confiamos en ella como confiamos en cualquiera de esta sala, por algo está aquí, y será tratada como cualquiera de los que estamos aquí, con respeto. Así que vosotros, viejos carcamales, dejad el interrogatorio a un lado, yo misma me encargué de sacar la información necesaria y no necesito que vosotros confirméis mi trabajo. Aquí el jefe es Hipo, si el confía, no importa que el resto no lo hagáis, no os obligamos a pensar igual pero os lo callais y mantenéis un poco la mentira de que os importa el juicio de Hipo ¿Estamos?

Le agradecí con una pequeña sonrisa y le indiqué que volviera a sentarse. Entonces puse ambos puños sobre la mesa y miré a Sigmund y Olaf.

Hipo: Si teneis algo que decir que no sea referente a la batalla podéis discutirlo conmigo más tarde pero ahora debemos centrarnos- respiré  profundo antes de continuar- En cuanto a la batalla y su desarrollo, necesitamos que les deis margen para continuar avanzando pero que no pasen de la primera línea de defensa. Queremos que piensen que pueden ganar.

Astrid: ¿Y el equipo A?

Hipo: Diles que se mantengan dentro de Berk y en tierra, por si la estrategia inicial falla. El equipo principal sobrevolará los barcos a grandes alturas y fuera del alcance de las flechas, aprovecharemos que los barcos son grandes y los dragones no tendrán problemas para acertar desde arriba. Patapez y los gemelos atacara a los barcos que vengan primero. Patapez, necesito disparos certeros que de unos pocos golpes hundan un barco. Patán se quedará detrás de ellos, con mi madre mientras Eret aprovechará la gruesa piel de Quebrantacraneos para acercarse a los arqueros y eliminarlos.

Sigmund:¿Y usted jefe?

Hipo: Yo me encargaré con Astrid del jefe, es nuestro.

Olaf: ¿A qué se debe esa decisión?

Hipo: Conocemos a ese tipo mejor que cualquiera de ustedes.

Vi como Olaf apretaba los puños pero entonces Vanya, su esposa y antigua compañera de mi padre, lo tranquilizó con una mano en su hombro y se adelantó a tomar la palabra

Vanya: Le recomendaría un equipo de apoyo, Astrid Hofferson y usted son talentosos guerreros pero no sabemos cuánta protección llevará consigo ese dictador.

Hipo: Podemos hacerlo...tenemos algo que él no tiene.

Sigmund: ¿Y qué es eso que usted tiene, jefe? ¿Porque tanto secretismo?

Hipo: No...no es secretismo. Lo que tengo son ganas de venganza y espero que ustedes mejor que nadie sepan que los vikingos somos grandes fanáticos de la venganza. A mí padre iban a llamarlo Estoico el Vengativo.

Olaf pareció más satisfecho con mis palabras, tal vez eso me había hecho parecer más vikingo de lo que era, pero en cambio, Sigmund seguía escéptico, era un hombre muy observador e inteligente.

Sigmund: ¿Seguro que no nos está ocultando nada, jefe?

Hipo: ¿Que podría estar yo ocultando?

Sigmund: En primer lugar la razón por la que busca tan fervientemente la manera de enfrentarse contra Zigor a solas, luego podemos hablar del tema de la invitada extranjera cuyo nombre no recuerdo.

Nyx: Nycantiax, Nyx para los amigos- contestó ella sabiendo a quién se refería.

Sigmund: ¿Y porque no? Hablemos del largo tiempo que ha estado fuera de Isla Mema.

Los presentes se miraron temerosos de lo que fuera a ocurrir. Astrid hizo su silla hacia atrás lista para levantarse de inmediato y cerrarle la boca al anciano pero con un gesto le indiqué que dejase hablar al anciano

Narra la autora

Sigmund: No digo que nos lo esté ocultando pero es evidente que está intentando evitar hablar del tema. Sin embargo, los vikingos somos rencorosos, jefe, su pueblo ha estado días y semanas sobreviviendo sin su presencia y ahora llega aquí como si fuera un héroe o un mesías que llega para salvarnos. Usted nos salvó una vez, pero esos días quedaron atrás, niño, ahora solo eres un jefe más que tiene que ganarse nuestros respetos a base de luchar, no de entrenar bestias. Podríamos haber ganado la guerra sin usted y tal vez haber nombrado otro jefe.

La sala quedó en silencio y Sigmund sonrió satisfecho de saber que aún con el pasar de los años, todavía podía imponer su voz frente al resto. Con un uso muy bueno de más palabras, el hombre había hecho callar al jefe y a todo su consejo. Pero sin embargo, no estaba del todo contento pues el esperaba una reacción más violenta del jefe.

Hipo asintió y preparó muy bien lo que iba a decir.

Hipo: ¿Ha estado alguna vez en una subasta de esclavos, Sigmund? O mejor dicho ¿Ha estado algún ser querido, alguna vez, expuesto en una subasta del esclavos? Pues bien, entonces usted no sabe lo duro que es saber que tu madre, tu amiga y tu pareja puedan ser vendidas al mejor postor en cualquier momento, y que no puedas hacer nada. Todos los que están a mis lados en esta mesa han sufrido y batallado con la incertidumbre de no saber qué pasará el día de mañana con la gente que quieren.

Sigmund borró su sonrisa al ver como el jefe estaba dándole la vuelta tan fácilmente.

Hipo: Créeme que cuando estás es esa situación, no te paras a pensar en cuanto tiempo ha transcurrido desde que saliste de casa, sino en cuanto tiempo te queda- se aclaró la garganta y le indicó a Nyz que se acercase a su lado- Nyx es una espía, una muy buena a decir verdad pero Zigor la vendió a la subasta cuando la descubrió. Cuando supo contra quién nos enfrentamos, nos brindó ayuda sin pedir nada a cambio. Confío en ella, porque pudo hacernos daño muchas veces pero aquí estamos. Y por último pero no menos importante, por mucho que no te guste, Sigmund, soy tu jefe y los planes que  yo tenga para ese villano no son de tu incumbencia ¿Entendido?

Sigmund: Entendido...

Hipo: La reunión ha acabado, Sven ¿Cuando calculas que será el próximo ataque?

Sven: Entre está noche y mañana.

Hipo: bien, pues es hora de ir a prepararse. Intentad dormir ahora para ir descansados. Buen día.

Dicho esto el jefe salió del Gran Salón a toda prisa. Astrid intentó pararlo para poder hablar con él pero en cuanto abrió la boca para hablar ya se había ido. La rubia tomó su hacha y miró a Valka. La castaña se acercó a hablar con la rubia preocupada.

Valka: ¿Que deberíamos hacer?

Astrid: Déjalo por ahora, tan solo debe tranquilizarse y el silencio le irá bien, luego iré a verle y hablaremos.

Valka: ¿Estás segura? Creo que deberíamos ir a buscarlo.

Astrid: Confía en mí, no es la primera vez que Hipo entra en conflicto por actuar "como un jefe" o al menos como un la figura de autoridad de un equipo- dijo la rubia trasmitiendo cierta seguridad a la madre del jefe. Astrid conocía mejor que nadie a Hipo y sabía que la mejor forma de que el castaño pudiese volver a la normalidad era darle tiempo para pensar y hablar consigo mismo.

Horas después el ocaso había comenzado, los preparativos estaban en marcha y no había rastro del jefe. Algunos decían que se le había visto gestionando la posición de los soldados y sobrevolando la isla, pero de eso hacía ya varias horas así que Astrid tuvo que buscarlo por su cuenta.
Por ella, habría esperado unos minutos más, hasta que el sol estuviera casi oculto y el castaño se diera cuenta del tiempo que había transcurrido y así hacerlo bajar de la nubes; pero la insistencia de Valka hizo que Astrid se decidiese por ir ya en su búsqueda.

Fue a la casa de Hipo, al pequeño estudio que tenía oculto en la herrería, recorrió el bosque y llegó hasta la cala sin resultados así que alzó el vuelo junto a Tormenta, quien gracias al olor de las sabanas de Hipo consiguió captar su olor. Este las llevó hasta una formación rocosa solitaria entre los escombros de otra. Astrid apretó el agarre de la silla de Tormenta cuando reconoció el lugar, la llamada "Axila Picajosa"*, el lugar donde todo comenzó y terminó.

Fue allí donde vieron la escalera de humo en la lejanía que los llevaría a conocer a Eret y descubrir los planes de Drago. Tanto ella como Hipo se preguntaban varias veces que hubiese sucedido si Hipo no hubiera encontrado aquel lugar en sus exploraciones. Y fue aquel lugar, el ultimo descubrimiento del gigante mapa de Hipo, pues fue pausada tras su ascendencia al puesto de jefe.

Efectivamente, tal y como indicaba el buen olfato de Tormenta, Hipo se encontraba allí sentado en el mismo lugar donde lo encontró aquella la mañana fatídica, con Desdentao en sus piernas recibiendo caricias en su cabeza.

Como era costumbre para la dragona Tormenta rugió para avisar de su llegada a un dragón amigo y Hipo ni siquiera tuvo que girarse para saber que se trataba de Astrid. No saludó cuando la escuchó bajar ni ella tampoco lo hizo, tan solo avanzó hasta él y se sentó a su lado. Tomó su mano y víctima de si mismo se obligó a mirarla.

Astrid: Hola.

Hipo: Hola.

Astrid: Hacía bastante que no venías por aquí ¿eh?

Hipo: Ya desde...lo de Drago- a ninguno de los dos le gustaba decirle a aquel suceso "la muerte de Estoico"- Es que este lugar se siente como si estuviera entre dos líneas de tiempo, el pasado y el presente, un lugar donde ninguno de los dos puede afectarte.

Astrid: ¿Y entonces llego yo y lo arruino, no?- bromeó apoyando la barbilla en el hombro de su novio.

Hipo: No, no, tu tan solo lo mejoras. Me gusta que estés aquí.

Astrid: Hipo... se que es muy guay sentirse en el ojo del tornado pero tarde o temprano el tornado avanza y te golpea.

Hipo: Lo sé. Y a pesar de lo que penseis tu y mi madre, estoy bien, estoy perfectamente, solo ha sido un día duro.

Astrid: ¿Entonces?

Hipo suspiró pesadamente y si tiró hacia atrás en el pasto llevando a Astrid consigo

Hipo: No me gusta imponerme así, As, no es propio de mí.

Astrid: Es propio de un jefe.

Hipo: Exacto, era propio de mi padre y es propio de un jefe pero no de mí porque no soy un jefe.

Astrid: Hipo, hace un mes que llegaste el poder, no puedes pretender actuar como uno de un día para otro. Un líder también necesita ser un jefe para gobernar...Además, Sigmund se lo merecía.

Hipo: Tal vez tengas razón.

Astrid: ¿Tal vez?

Hipo: Vale... tienes toda la razón.

Astrid: Así me gusta.

Hipo: Deberíamos irnos para prepararnos.

Astrid: No quiero- replicó abrazándose a su brazo.

Hipo: Astrid Hofferson, como jefe le ordeno que se levante y me deje seguir con mis planes para esta tarde- dijo actuando con un voz mucho más grave pero la rubia frunció el ceño y cuando parecía que iba a levantarse para dejar libre a Hipo, se sentó sobre su regazo y junto sus labios inesperadamente.

Hipo correspondió el beso pero no con la misma intensidad que la rubia pero antes de poder pararse a disfrutarlo Astrid rompió el beso jadeando dejando a Hipo deseoso de un beso más largo.

Astrid: Yo... quería hablar contigo de algo.

Hipo: Claro, dime que ocurre

Astrid: ¿No te preocupa que puedan descubrirnos?

Hipo: Creía que eso ya lo habíamos superado, As.

Astrid: Es que... tal vez decir la verdad sería lo mejor.

Hipo: ¿Que? ¿Te has vuelto loca?- preguntó separándose de ella.

Astrid: De esa forma se acabarían los secretos, ya he tenido suficiente de esos- se quejó refiriéndose a la firme creencia que ella solía tener de que fueron los dioses quienes les otorgaron aquellos dones con los que ahora luchaban- Podríamos revelar quien es Nyx y lo que oculta su hermano, entonces nuestro pueblo podría estar preparado. Además, Kara no deja de preguntar por el cuerpo de Hansel.

Hipo: ¿Y que hay de nosotros? Esta gente... no es muy amiga de los ajeno o diferente. Las brujas huyen de sus pueblos para no ser quemadas ¿que crees que harán con nosotros? Si quieres el bien de nuestro pueblo, Astrid, lo mejor es no decirles nada.

Astrid frunció el ceño, realmente estaba cansada de ocultarse tanto. En un primer momento sintió que debía hacerlo o lidiaría con las consecuencias de desobedecer a los dioses. Pero al final resultó ser una ilusión hecha por una bruja muy habilidosa en ese ámbito mágico.

Hipo se agachó de nuevo y tomó las manos de la rubia.

Hipo: No puedo permitirme el riesgo de perderte o que te hagan daño, ya nos estamos arriesgando mucho con todo esto.

Astrid: Lo entiendo.

Dicho esto, Astrid se levantó y se subió en Tormenta. Le dirigió a Hipo una sonrisa y alzó el vuelo de vuelta a la aldea. Pero aquella sonrisa con consiguió disipar el mal sabor que le había quedado al castaño, no convencido de que la rubia estuviera del todo convencida. No le preocupaba que ella fuera a revelar su secreto por su cuenta, confiaba en que ella jamás podría traicionarlo de esa manera pero no le gustaba la ligera tensión que había quedado entre ellos.




No tengo nada que decir, solo que amé la parte de Jefe Hipo enfadado. Aunque siento que estoy siendo algo repetitiva puesto que casi todos los momentos hiccstrid señalables se reducen a charlas motivacionales del uno al otro y viceversa.

El hiccstrid no es solo eso, por supuesto que no, pero necesito ideas.Sé que por aquí hay gente con mucha imaginación y ahora mismo la necesito ¿Teneis alguna idea para ayudarme? (obvio le daría créditos a la idea)

Ahora sí, Chaooooo



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