1 Una canción con muérdago

Un beso y una ramita de muérdago son cosas pequeñitas, ¿Cómo es que su importancia es tan grande? Fufufu💕

***

La vajilla dorada que a ella le encantaba. Su mantelería más elegante. La cena favorita de su chico sobre la mesa. Y lo más importante, una nevada. La primera del año, una delicada cortina de blanco puro que resultaba ser el buen augurio que estaba necesitando. Le decía que, esta vez, iba a conseguir su deseo tan anhelado. Elizabeth estaba lista para la mejor cita de todas, y tenía que serlo, pues había estado preparándose y reuniendo valor para pedir lo que quería. Ding-dong, sonó la puerta. Ding-ding, titilaron las campanas de viento de la entrada. Y por fin, la persona que había estado esperando llegó.

—¡Nena! —dijo el guapísimo chico alto y albino que la rodeó en un abrazo—. Disculpa la tardanza, la meditación se extendió un poco. —Últimamente, todas sus sesiones se "extendían un poco". Aunque lo cierto era que nunca fue bueno para ser puntual. Igual, le sonrió espléndidamente, y dio un enorme abrazo a su novio, que correspondió de modo juguetón.

—No pasa nada, mi amor. —Le sonrió encantadora. No podía permitirse mostrar mal humor, si quería que aceptara su solicitud—. Hice tus favoritos: pakora extracrujiente, curri, y de postre, kheer con almendras.

—No tenías que molestarte, preciosa, podríamos haberlo pedido para llevar —cortó él su entusiasmo culinario. Ella no supo qué decir. Amaba cocinar, sabía que él amaba la comida india. No pensó que se aferraría a su restaurante favorito en esas circunstancias. En cuanto el ojiazul vio que el ambiente se estaba arruinando, cambió su actitud reticente por una sonrisa—. Todo está bien, ¡muy bien! Ya sé que tú eres... ahm... ¡Una chica clásica! —Esa era su forma de decirle anticuada—. Vamos a comer, ¡me muero de hambre!

Esa era una de las cosas que amaba de él. No le duraban los enfados, no dejaba decaer el buen humor, evitaba la confrontación a toda costa. Aquello le hizo dudar de si era buena idea sacar el tema, pero no podía retroceder a esas alturas. Ya había tomado una decisión, y por mucho que soliera ser una persona dulce y tranquila, cuando ella tomaba una, no había poder que la detuviera.

Para alguien que miró la elegante mesa con reprobación al inicio, Mael terminó devorando todo lo que había. Incluso se permitió dos rondas de su cerveza artesanal favorita. Al ver en su mirada aquella somnolencia y atontamiento que tan bien conocía, Elizabeth supo que había llegado el momento.

«Bien, es ahora o nunca. ¡Debo atraparlo ahora!».

—Esto, ¿mi amor?

—¿Sí?

—¿Eres feliz conmigo? —La sonrisa de satisfacción de Mael se borró para mostrar una de preocupación.

—Claro —dijo con su alegre sonrisa, aunque la suspicacia era palpable en su voz—. Sabes que siempre me hace feliz estar con mi chica.

—Y me amas, ¿verdad?

—¡Como el curri a las especias! —Era una forma rara de expresarlo, pero a ella eso le bastó.

—Y... quieres que permanezcamos juntos por mucho tiempo, ¿cierto? —Ya sabía hacia dónde iba eso. Mael se masajeó el cuello, como quien está cansado de un problema que ha cargado por mucho tiempo, pero igual sonrió, y repitió lo que siempre le decía por costumbre.

—Claro. Hasta que el universo lo permita, después de todo, nos juntó por una razón. —Era una forma muy vaga de reconocerlo, pero era justo lo que ella quería, así que no le importó.

—Entonces, me parece que ha llegado el momento —Sus ojos brillaban más que las estrellas, una sonrisa entusiasmada curvó sus labios rojos—. Consulté los astros como me dijiste, y son perfectos. ¡Casémonos este invierno! —Y ahí estaba, la quincuagésima vez que lo proponía. Mael soltó un largo suspiro.

—Nena, ya te lo dije. El matrimonio es una farsa, un mecanismo del patriarcado para atar a las mujeres a roles de género anticuados. ¡Lo que importa es el amor, no un papel o la aprobación de alguien!

—Lo sé, pero... —Normalmente, con ese argumento le ganaba. Ella no quería que pensara que era una tradwife o algo así, pero la verdad, su sueño secreto desde niña había sido casarse de blanco.

«¿Es tan malo desear algo así? ¿Está mal llevar en el corazón una tradición tan bonita?». No lo creía, pero no iba a pelear con él. Sin embargo, tampoco quería dar su brazo a torcer, así que, en vez de darle la razón como siempre lo hacía, lo sorprendió sacando un nuevo argumento al porqué debían casarse.

—Piénsalo bien, querido. Si nos casamos, seremos una familia ante la ley. Podríamos crecer un patrimonio juntos. Podría cuidarte en caso de una enfermedad, o...

—¿Enfermedad? ¡Ja! —se burló el chico, que se puso a flexionar sus poderosos músculos de forma caricaturesca—. ¿Con este estilo de vida? —Aquel también era uno de sus argumentos frecuentes. Mael era un influencer famoso por ser gurú de la salud, fitness, y espiritualidad. Normalmente con aquellas poses solía hacerla reír y desviar su atención, pero esta vez, no pudo conseguirlo. Al ver la cara seria de su novia, dejó de jugar—. No digas esas cosas. No lances decretos negativos al universo.

—Lo siento. Solo pensaba, ¿qué hay de nuestro futuro? ¿En verdad te ves conmigo en unos años? —Un nuevo suspiro, y Mael tuvo que hacer uso de sus mejores técnicas de respiración para no dejar que el miedo o la irritación lo dominaran.

—Nadie puede saber lo que pasará en el futuro. ¿Por qué sacas el tema ahora? —Ella agachó la cabeza, y solo fue hasta ese momento que el albino por fin le prestó plena atención—. ¿Hay un motivo en especial?

—Pues sí —No quería enojarse. No iba a enojarse—. Es nuestro décimo aniversario, Mael. —La cara de póquer del muchacho sirvió para que ella confirmara lo que se temía—. Lo olvidaste, ¿verdad? —Más silencio, el sonido de una ambulancia a lo lejos, y entonces él rompió en estruendosas carcajadas.

—No, claro que no. Por poco caes, ¿no es así? Claro, jamás olvidaría nuestro aniversario —dijo abrazándola—. Es más, para demostrártelo, ¡te traeré tu regalo! Espera aquí, lo dejé en el auto. —En menos de dos minutos ya estaba de vuelta con una gran caja, y toda a emoción que Elizabeth sintió al saber que no lo había olvidado se desinfló al ver qué era—. Perdona que no tuve tiempo de envolverlo. Con esto, podrás seguir ayudándome. ¿Qué te parece?

—Ahm, esto... —Era un equipo de luces profesionales para grabar—. Gra-gracias. —En realidad, Mael sí que había olvidado su aniversario, aquel equipo lo compró para él y, aunque en el fondo ambos lo sabían, ninguno dijo nada por no molestar al otro—. Es maravilloso. —La decepción en el rostro de Elizabeth fue tan evidente que el albino sintió prender todos los focos rojos en su cabeza. Si no la contentaba pronto, no tendría sexo en un mes entero.

—Bueno, si lo de casarnos es tan importante para ti... —Elizabeth levantó la mirada de golpe, llena de esperanza—. Podríamos hacer algo más significativo y profundo que ir a una iglesia. ¿Qué te parece si vamos a una comuna hippie? ¿O si hacemos un ritual de handfasting celta? ¡Incluso podemos ir a un ashram para una bendición en un círculo espiritual!

Todas aquellas opciones tal vez habrían encantado a cualquiera de sus fanáticas estudiantes de yoga, pero no a ella. Ninguna de aquellas bodas ofrecía un vínculo real o legal, y sabía que solo era una forma de alargar su situación. Pese a que se sintió terriblemente culpable por usar una estrategia tan manipuladora, al final, vio que no tenía otra opción y usó su último recurso para convencerlo.

—¿Sabes qué? Tienes razón —balbuceó—. Casarse no es tan importante. Quizá debería dejarlo estar, y pensar en eso hasta el próximo año. Mientras, podría probar suerte con la propuesta de mi hermana. —Mael palideció de golpe mientras entendía que aquello de casarse era un ultimátum.

Aunque en los últimos años se había preguntado muchas veces si Elizabeth era su verdadera alma gemela, lo cierto era que no podía terminar la relación así como así. La necesitaba para muchas cosas. Ella era quien lo grababa para hacer sus videos, quien llevaba sus redes sociales, quien llevaba sus cuentas y le daba estabilidad. Si dejaba que aceptara la propuesta de su odiosa hermana de irse a la ciudad para estudiar en el conservatorio, perdería todas las cosas a las que se había acostumbrado en sus diez años de relación, muchas de las cuales dependía su vida cómoda y su trabajo como influencer. No iba a permitir que eso pasara.

«Bueno, ¿qué más da?», se dijo, mirando el puchero de su novia. «No es como que a mí me importe, y si algo tan absurdo la hace feliz, pues ya está».

—No hace falta ir a esos extremos.

—¿Eh? —Entonces Mael tomó uno de los alambres plásticos del equipo de luces, lo retorció en forma de anillo y, ante sus asombrados ojos, se lo ofreció a la albina mientras se arrodillaba.

—¡Casémonos! —En sandalias, con la boca manchada de curri y en un piso lleno de bolitas de poliestireno. Aquella era probablemente la propuesta de matrimonio menos romántica del mundo. Sin embargo, era una propuesta, y ella no pudo evitar chillar emocionada y saltar para tomar el alambre.

—¡Acepto! —dijo poniéndose el falso anillo.

—¡Eso! —rio él tirando de su mano para hacer que se levantara de la silla—. Ahora, vamos a celebrar. Prepárate para que sacuda tu kundalini, preciosa. —Hicieron el amor con la nevada de fondo, ella siendo llevada al límite de su elasticidad. Pero aunque en realidad no disfrutó demasiado de ninguna de las posturas de kamasutra que él intentó usar para presumir, estaba tan feliz ante la perspectiva de su boda que ni siquiera eso tuvo importancia.

«No dejaré que se retracte, ¡debo hacerla pronto!», pensó distraída mientras él la embestía por detrás, bufando ruidosamente. «Lo sabía, la nevada era una buena señal». Lo sintió tensarse, sabía que estaba por correrse. Los copos de nieve siguieron cayendo, y una lejana canción sonó en la distancia. Jingle Bells. «¡Ya sé!», pensó victoriosa mientras él hacía un sonido estrangulado vaciándose en ella. «La mejor fecha del año, y la más próxima, ¡nos casaremos en Navidad!». Y así, sin orgasmo, pero con el corazón lleno, la albina puso en marcha sus planes para tener la boda de sus sueños. Y sabía exactamente a quién acudir para lograrlo.


*

*Llegó el momento, ¡a cantar! 🤭🎶*

https://youtu.be/SkYEyaVqAg8

Un hermoso salón blanco decorado de invierno. Lazos dorados y guirnaldas de pino fragantes. Los invitados esperando con el corazón en la mano, y cuando la feliz pareja hizo su entrada triunfal, los oídos de todos fueron bendecidos con una canción interpretada por una voz angelical. Monspeet y Derieri se miraron mutuamente mientras la música los rodeaba, y apenas la guitarra pasó por las notas apropiadas, voltearon a mirar a su amigo, el músico que hacía de esa fiesta, y de todas las fiestas del pueblo, un momento celestial.

Es lo más hermoso que me pasó, corriendo por las calles, contagiando amor. En la nieve debería estar jugando, pero prefiero quedarme bajo el muérdago. 🎵🎶

Todos en el salón aplaudieron al atractivo rubio en medio del escenario, y él guiñó coquetamente un ojo de impactante color verde con coquetería, causando alboroto en un grupo de chicas mientras los demás se reían de su picardía. Meliodas Demon siempre era la estrella en aquellos eventos, un cupido disfrazado de roquero o de estrella pop, era difícil saber.

A veces parecía tanto chico bueno como chico malo, pero ese día en particular, era lo primero, pues su voz de azúcar se proyectó en los corazones de todos mientras su atención volvía a concentrarse en la pareja de recién casados, a quienes llenó de bendiciones interpretando la canción que él había elegido para ella.

Fuera de la fiesta no me quiero quedar, pero tus ojos no voy a dejar de mirar. 🎵🎶 —No era solo por ser primero de diciembre que Monspeet había elegido aquella pista. Cuando el rubio le preguntó cómo se conocieron y por qué habían elegido esa fecha para casarse, resultó que fue en una fiesta de Navidad—. En la nieve debería estar jugando, pero prefiero quedarme bajo el muérdago. 🎵🎶 —Su primer beso fue precisamente bajo la mágica planta—. Contigo, nena. Contigo, nena. Contigo, bajo el muérdago. 🎵🎶 —Y Meliodas estaba recreando ese momento para ellos. El público gritó emocionado mientras la canción continuaba, y para cuando esta alcanzó el punto más álgido, la chica albina soltó un largo suspiro al mismo tiempo que su mejor amiga.

—Qué hermosa voz, ¿no? —dijo la castaña de coletas apoyándose en la barra.

—Sí. —reconoció Elizabeth—. Oh, Diane, gracias. Qué suerte que aún pude alcanzarlo, por un momento pensé que tendría que buscar a otro músico.

—Sí, claro. —Aquello rompió su burbuja. Diane salió del ensimismamiento al recordar la mala noticia que le había traído su BF. Se iba a casar con el patán de su novio. Y quería que la fiesta fuera ahí, en su salón de eventos—. Oye, Ellie, ¿estás segura de querer casarte con Mael?

—¿Mmm? —preguntó ella distraídamente, incapaz de apartar la mirada del pequeño rubio. Hacía tiempo que no lo veía, pero las mariposas en su estómago revolotearon igual que en la preparatoria. Su antiguo crush no había cambiado casi nada. O quizás, demasiado. De aquel adolescente oscuro y melancólico no quedaba rastro, pues se había convertido en un hombre alegre y lleno de confianza.

—¡Hola! ¡Tierra a Ellie! —se rio la castaña tronando los dedos debajo de su nariz—. Que si estás segura. No puedo evitar pensar que esta boda es demasiado apresurada. ¿Ya pensaste bien lo que haces?

—¡Claro que sí! —Había vuelto de golpe al presente, y por fin dio la espalda al músico, dispuesta a defender su caso ante la dueña del local—. Tengo que aprovechar la situación. Esperé diez años, Diane, y por fin dijo que sí. ¡No puedo esperar más y permitir que se retracte! Es lo que he deseado toda mi vida.

—Lo sé, pero... Oh, linda. —suspiró con pesar la ojimorada—. Ese cerebro de curri está lleno de red flags. Fuera del físico, no tiene nada bueno. Y estoy casi segura que no cumple con "la lista".

—¿Lista? —preguntó intrigada—. ¿Qué lista?

—Es algo de una película —comenzó a citar, emocionada—. "Cuando te deja el lado de la ventana en el avión. Cuando te da lo más delicioso de su plato. Cuando te canta de la nada". ¡Eso es verdadero amor!

—¿King ha hecho eso?

—¡Pues sí! —se sonrojó la chica con violencia, jugando nerviosa con sus coletas mientras saboreaba sus recuerdos. Elizabeth, en cambio, puso una mueca amarga. Mael y ella llevaban juntos demasiado tiempo, demasiado. Y aun así, no recordaba que hubiera hecho eso.

—N-nosotros nunca hemos subido a un avión.

—Es un decir, Ellie. La lista se refiere a otras cosas.

—Lo sé, lo entiendo, pero —volteó a ver a los recién casados sintiendo que el corazón se le rompía—. Solo... quiero vivir algo así. Es mi última oportunidad con él, Diane —La aludida también suspiró con tristeza. Justo en ese momento, Meliodas bajó del escenario para acercarse con pasos gentiles a la pareja, que se miraba de una forma tan apasionada que hasta la hicieron ruborizar.

Bésame bajo el muérdago, dame solo un poco de amor, oh-oh. Amor, oh-oh-oh. 🎵🎶 —Como si se hubieran sincronizado con él, y obedeciendo una magia invisible en la música, Monspeet y Derieri unieron sus labios, y todos vitorearon mientras el músico terminaba la canción y se inclinaba en una reverencia.

—¡Es mi oportunidad! Debo hablar con él ahora.

—Espérame, ¡Ellie! —Pero era imposible detenerla cuando se decidía por algo. Justo antes de que pudiera hacerlo, el músico se llevó de nuevo el micrófono a los labios mientras con la otra mano sostenía una copa.

—¡Por Monspeet y Derieri! —exclamó—. La pareja que demostró que eso de "matrimonio que poco siembre" son puras patrañas, ¡salud!

—¡Salud! —respondieron los asistentes entre risas estruendosas. Y ahora sí, el par de amigas pudo acercarse mientras el cantante bajaba de un salto de la pista.

—¡Meliodas! —saludó con entusiasmo la chica de coletas para que la viera.

—Diane—se abrazaron los amigos—. Otro éxito.

—Espléndida interpretación, como siempre. Pero me temo que no te puedo dejar descansar aún. —Por mucho que no le gustara su decisión, Diane quería apoyar a su amiga en todo. Resignada, se hizo a un lado para que pudiera verla—. ¿Recuerdas a Elizabeth? —Aquellos ojos como esmeraldas se posaron en ella haciéndola ruborizar, pero aunque a él le encantó su expresión, hizo una similar, aparentemente apenado de no poder responder afirmativamente.

—Preparatoria Liones. —Se presentó así misma extendiendo la mano—. Tomábamos juntos clases de música.

—¡Ah, sí! —Por fin recordó, estrechándola de vuelta—. La hija del director Baltra. Nos vimos un par de veces por la sala de detención. —rio, y de nuevo fue su turno para avergonzarse. En esa época estaba loquita por él, y solía quedarse hasta tarde en la escuela con la excusa de estudiar para poder mirarlo—. Y bien, ¿en qué te puedo servir?

—Pues lo obvio —se burló Diane—. ¡Va a casarse! Y quería apartar tu última interpretación antes de que te retires del negocio. Par de tontos, ¿por qué ahora? —bufó la dueña del salón. Y a ambos les dio la impresión que estaba molesta con ellos—. "Matrimonio que poco siembre", ¿recuerdan?

—¿Eso qué quiere decir? —preguntó Elizabeth confundida, y él se lanzó a explicarle con buen humor.

—Oh, no le hagas caso a esta paranoica, es solo una superstición. "Ciclo que cierra en diciembre, matrimonio que poco siembre." —declamó como en un poema—. Verás, se cree que casarse en diciembre trae mala suerte.

—No es solo una superstición. Es casi una maldición aquí. —asintió la ojimorada quien, aunque en el fondo no creía del todo en eso, se aferró de aquel refrán para tratar de detener a su mejor amiga de cometer un error—. Casi todas las parejas que se casan en diciembre tienen finales terribles. El mayor ejemplo son Fraudrin y Grayroad —dijo apuntando a una mesa con un par de cincuentones enojados, famosos por su escándalo de infidelidad y divorcio mediático.

«Bingo», pensó al ver la cara de susto de la albina. Elizabeth estaba teniendo segundos pensamientos respecto a hacer su boda en Navidad, pero de inmediato Meliodas salió en su defensa, y la abrazó por los hombros, haciéndola ruborizar otra vez.

—No creas a esta aguafiestas, Ellie —rio, llamándola por su apelativo cariñoso como si desde ese momento ya fueran amigos—. Si una pareja es mala, lo es desde antes de que se casen. Soy un experto en el amor, y puedo decirte sin lugar a dudas que, cuando es auténtico, la fecha es lo que menos importa. Yo mismo estoy por casarme este fin de semana, y te puedo asegurar que no hay nada aterrador en hacerlo en diciembre.

—¡¿De verdad?! —sonrió emocionada, pero Diane simplemente soltó otro suspiro. Ante sus ojos, aquello también era un fatídico error.

—Pues sí. Pero no te preocupes. Estoy seguro de que a mi chica no le molestará que regresemos un poco antes de la luna de miel para hacer mi último trabajo. ¿Cuándo te casas?

—El veintitrés de diciembre. Pero, ¿estás seguro de poder hacerlo? No me gustaría molestarte cuando estás pasando por algo tan importante.

—Princesa, vivo por momentos así —exclamó, lleno de entusiasmo—. Mi voz y mi música están dedicados al amor. Pero eso sí, sería el último trabajo.

—Oh, señor Demon. ¡Muchas gracias!

—Solo Meliodas —respondió el músico sintiendo una punzada extraña en el corazón—. Juro que voy a cantar en tu boda. ¿Alguna canción en particular? —La albina lo pensó un momento y, al darse cuenta de que ella y Mael no tenían una canción, simplemente sonrió y alzó los hombros.

—Pues... creo que basta con que grite "Navidad". Así me aseguro de que nunca olvide nuestro aniversario.

—Bueno, pues así será. No descansaré hasta encontrar la perfecta canción de bodas navideña para tí. —Ninguno podía saber lo importante que sería la búsqueda de esa música.


***

[...] ¡¿Pero qué ha pasao?! 😳 Nuestros protagonistas nunca se encontraron, el destino está jugando con sus historias románticas, y la cuenta regresiva hacia navidad podría traer para ellos el peor error de sus vidas 🤣💔 Bueno, ya lo veremos 😏 La música estáen el aire, la Navidad también, y los milagros ocurren de las formas más inesperadas por estas fechas, así que estén preparados para algunas sorpresas. 

Eso sería todo por ahora, mis coquitos. Les dejo acá abajo la verisón en ingles de esta hermosa canción. Con ustedes: Mistletoe, de Justin Bieber. Nos vemos mañana para más 🎄✨

https://youtu.be/wMHPK9r18Cc

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