Capítulo 6


            Esa noche no logró pensar en nada, no logró perderse en sus recuerdos siquiera porque cada mínimo pensamiento lo traía de regreso a la realidad, en donde el padrastro de Frank lo había golpeado frente a sus ojos, y en donde la madre de él, aun luego de ver el resultado... no había hecho nada salvo disculparse como si fuese un accidente menor. ¿En serio los adultos podían ser así de mierda a veces? Gerard sentía repulsión al solo imaginarlo, y se sentía extraño al respecto porque él no había tenido adultos así en su entorno.

Y aun así...

Quiso pensar en lo afortunado que era Mikey al tener unos padres como los que ellos tenían, aunque no sabía cómo era la dinámica familiar ahora que él no estaba. Sabía, sin embargo, que a la larga a Mikey le iba a ir bien. Siempre había estado a su sombra y Gerard lo sabía, pero nada podía hacer al respecto. Aunque ahora le dejaba el camino libre para que brillara él solo.

El rostro de Frank brillaba al contraste con la luz de la luna, y el hematoma en su mejilla lucía extraño sobre la piel, como si no perteneciera ahí, como si fuese una grosera mancha de pintura que debía haberse quitado antes de ir a la cama pero que olvidó hacerlo. Gerard quiso quitársela, y se acercó a él. Esta vez no se concentró lo suficiente y sus dedos atravesaron la mejilla del menor, y lo vio estremecerse por el frío antes de girarse hacia el rincón.

Y Gerard se quedó quieto, mirándolo dormir, hasta que el sol salió.

Era sábado, lo que significaba que ese día no había escuela. El reloj de la pared marcaba las once de la mañana cuando Frank abrió los ojos y se giró para encontrarse con la niebla tridimensional que era su amigo. Era extraño visualizarlo, podía ver a través de él pero aun así sabía que él estaba ahí, y que lo estaba mirando.

— Buenos días, bella durmiente —Gerard sonrió.

Frank se desperezó sobre la cama y una de sus manos terminó en su mejilla.

— ¿Duele? —Preguntó Gerard.

— Un poco —respondió su amigo, haciendo una mueca—, pero pasará.

Gerard quiso preguntar por qué se lo tomaba con tanta calma, por qué parecía estar tan acostumbrado a esa clase de trato, por qué su madre no hacía absolutamente nada al respecto... pero se tragó sus palabras, sin intensiones de querer incomodar a Frank. Suficiente debía ser tener que soportar a un imbécil así.

— ¿Vamos a caminar? —Preguntó Frank.

Gerard se encogió de hombros, no se sentía con el ánimo para salir por ahí, pero asumió que eso le haría bien a Frank. Y quince minutos después estaban rumbo a un pequeño parque cerca del hogar de Frank. A esa hora estaba desierto, lo cual fue excelente para poder charlar sin preocuparse. Después de todo, a los ojos ajenos, Frank estaba hablando completamente solo.

— Tengo preguntas —comenzó Frank, mordiendo una manzana que había traído desde su hogar.

— Hazme tres preguntas y yo te haré tres a ti —dijo Gerard.

— Me parece justo —Frank asintió una vez y luego de un corto silencio preguntó—: ¿Cómo fue morir?

Gerard ladeó la cabeza, repasando bien las imágenes en su cabeza antes de ponerlas en palabras. Seguía siendo increíblemente confuso, pero... la verdad es que dudaba que alguna vez fuese a esclarecerse algo con respecto a aquél día.

— Fue como... cerrar los ojos —dijo Gerard—, quiero decir. Un minuto estaba ahí, intentando proteger a mis amigos y al siguiente... estaba mirando mi cuerpo desde arriba. Fue realmente extraño, y luego no recuerdo nada, hasta que... me convertí en el fantasma de la escuela, o algo así.

— Es tan extraño que nadie pueda verte —suspiró Frank.

— Es aun más extraño que tú hables conmigo como si nada, quiero decir, soy un fantasma y a ti no te importa. Lo haces parecer tan natural... me das escalofríos.

— ¿Yo te doy escalofríos? —Frank frunció el entrecejo— Perdón, pero entre nos... la persona muerta eres tú.

— ¡A eso me refiero! —Exclamó Gerard— Es como si te diera igual.

— No es eso —Frank sonrió levemente—, mira... tú viste como funciona todo en mi hogar, ¿No? —Gerard asintió— Entonces... es una clase de infierno de mierda y... siempre he pensado que es todo lo que hay, que estaré estancado ahí y que cuando logre salir estaré tan arruinado que nada más importará. Pero tu sola existencia me da a entender que hay algo más... que esto va a terminar eventualmente y, cuando esta vida también termine, habrá algo más. Hay algo más.

— Espera —Gerard alzó una mano—, ¿Quieres decir que el que yo sea un fantasma te da esperanzas?

Frank ladeó la cabeza.

— Eso creo.

— Eres muy raro —rió Gerard—. Como sea, creo que es tu turno de hacerme una pregunta.

— Uhm... — Frank cerró los ojos y llevó la manzana a sus labios, una gota se deslizó por su barbilla y se la limpió con el dorso de la mano antes de que llegara a su cuello, y luego volvió a mirar a Gerard, pero Gerard se había quedado hipnotizado mirando la trayectoria de esa gota— ¿Gerard?

— ¿Sí? —Gerard sacudió la cabeza.

— Decía que... quiero que me hables sobre ti, antes de morir.

Gerard asintió.

— Uh... estudiaba en la misma escuela que tú —comenzó mencionando lo obvio, y tuvo que parpadear varias veces antes de volver al mundo real, ese en donde la gota en la barbilla de Frank era solo un detalle de los miles que los rodeaban—, tenía unos amigos y una novia geniales. Teníamos todo planeado para nuestro futuro, o algo así. Mi novia iba a ser enfermera, Raymond siempre quiso ser doctor y Bob y yo teníamos planeado estudiar odontología. Nos íbamos a ir a vivir juntos y en el futuro íbamos a llevar nuestros conocimientos y habilidades a personas menos afortunadas. Era un plan genial, uh... —se quedó unos instantes en silencio—, mi hermano menor me veía como una clase de héroe, es un año menor que tú pero a mis ojos es como un niño pequeño. Lo extraño tanto, no tienes idea...

— Yo podría hablarle sobre ti —dijo Frank de pronto—, ya sabes... como en las películas, puedes decirme cosas de él que solo tú sepas o algo así, y luego decirme cosas a través de él. Podríamos intentarlo.

Gerard se había quedado en silencio.

— No —dijo luego de un largo rato, sacudiendo la cabeza—, no... creo que es una pésima idea. Él ya está en su proceso de duelo y eso sería, no sé, horrible para él. Si a mí me dijeran algo así, y que no puedo ver a mi propio hermano pero que un desconocido sí... me deprimiría un montón.

— Entonces... ¿Si no es para despedirte de tu hermano, por qué estás aquí?

Gerard se encogió de hombros, pero luego su vista viajó al rostro del menor. Se quedó un largo rato mirando su labio rojo y su mejilla amoratada, vio la tristeza que sus ojos intentaban esconder y lo mucho que se esforzaba por pretender que estaba bien aunque claramente no lo estaba, no estaba bien y nadie lo veía; o a nadie parecía importarle lo suficiente como para hacer algo para ayudarlo.

— Estoy aquí para ayudarte —dijo Gerard.

Fue una especie de resolución que esclareció todo, ¡Claro! Tenía todo el sentido del mundo. El único que podía verlo era Frank porque, quizás era una especie de ángel de la guardia o una mierda así y había sido asignado a él para ayudarlo y... en su cabeza realmente tenía sentido. Pero al parecer, para Frank no era tan obvio como para él.

— ¿Ayudarme? —Frank alzó una ceja.

— ¿Qué? ¿Acaso crees que no necesitas ayuda?

— No... no es eso —Frank desvió la mirada, Gerard se sintió mal por haber sido tan brusco al preguntarle aquello—, es solo que... ni siquiera me conocías antes de morir, ¿Por qué... por qué tú? ¿Por qué a mí?

Gerard se encogió de hombros.

— Solo... solo sé que estoy aquí para ayudarte, pero no debes decirle a nadie que un fantasma te está acompañando todo el tiempo. Ni a tu madre, ni a mi hermano, ni a tus amigos, ni a nadie.

— Mamá no me creería —Frank le interrumpió—, me prohibiste decírselo a tu hermano y, no sé si te has dado cuenta pero la verdad es que no tengo amigos.

— Porque si se lo dices a alguien no van a creerte, pensarán que estás loco —prosiguió Gerard.

— Entendí —Frank puso los ojos en blanco.

Gerard tomó asiento en el césped junto a él, y luego decidió acostarse de espaldas, y pronto Frank hizo lo mismo, sus cabezas estaban bastante cerca y descubrió que podía mirar directamente al sol sin tener que apartar la vista. Era tan blanco...

— Yo puedo ser tu amigo —dijo luego de un rato.

Escuchó la risa de Frank, no era una risa burlona. Solo era risa.

— Mi único amigo es un fantasma, genial. Y no lo digo sarcásticamente.

Gerard sonrió de medio lado. Ahora conocía su propósito.

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