11
Estaba muy oscuro cuando regresó, tanto que tardó en darse cuenta de que efectivamente estaba de regreso. Aun cuando no respiraba, jadeó con fuerzas ante la ansiedad que la sola perspectiva de haber desaparecido por otros diez meses o incluso más, le causaba. Sus ojos viajaron por la habitación, buscando detalles que le insinuaran cuanto tiempo había pasado... pero no encontró nada. Salvo que en la cama estaba Frank, durmiendo. Era de noche.
Es lo único que sabía.
Se sentó entonces y desde su posición se dedicó a admirarlo dormir. No era mucho lo que podía ver de él, solo parte de su cabello y al parecer su oreja. Pero para él era suficiente, de todos modos su mente estaba dando vueltas muy por encima suyo. Las imágenes se repetían una y mil veces en su cabeza, la forma en que todo se había desarrollado entre los dos e incluso las cosas que Frank le había dicho: "...acepté porque sentía que tú estabas mirándome desde algún lugar y quería hacerte sentir mal por dejarme y yo... yo te quiero, Gerard. Yo te quiero a ti. Te quiero como nunca voy a querer a nadie." Una parte de su cabeza, la irracional, se alegraba de que Frank lo quisiera a él. Pero por otro lado... no tenía sentido. Vengeance, por más idiota que fuera estaba vivo y lo quería de verdad y él, ¿qué era él, de todos modos?
Llevó una mano a frotar sobre sus ojos y luego dejó ir un suspiro, y cuando abrió los ojos se encontró a Frank desperezándose. No sabía cuánto tiempo había estado ensimismado en los dramas que corrían por su cabeza, pero había más luz ahora, y la alarma de Frank estaba sonando.
— ¿Gerard? —La voz ahogada del menor se unió al despertador.
Gerard se puso de pie al instante y se acercó a la cama. Frank sonreía.
— Me asusté de verdad anoche —suspiró—, creí que te ibas a ir por otro año.
— ¿Anoche? —Gerard alzó sus cejas con sincera sorpresa— ¿Solo pasaron unas horas?
Frank asintió como respuesta y luego se sentó en la cama, dejando ir un bostezo antes de comenzar a desvestirse ahí mismo. Gerard se sorprendió, más no dijo nada. En lugar de eso fue hasta la silla en donde Frank había dejado su ropa el día anterior, ahí mismo donde él se había sentado antes, y se la llevó. No era algo tan difícil tomar algo y moverlo, pero de todos modos tenía miedo de desaparecer nuevamente. Y no era agradable sentir miedo todo el tiempo.
* * *
"¿Qué piensas?" Frank escribió en su cuaderno, Gerard lo vio dedicarle un gesto enfurruñado al profesor de Historia que no dejaba de hablar antes de girarse a mirarlo a él. Gerard se encogió de hombros y se giró para intentar escribir algo en el polvo de la ventana, pero no logró nada. Y volvió a encarar al menor, suspirando.
— Creo que estoy debilitándome —respondió.
"¿Debilitándote?"
— Ya sabes, mi mojo fantasmal está acabándose o algo así —dijo Gerard—, quiero decir. No es normal que me pase esto de la nada.
"No es de la nada." Escribió Frank.
— ¿Qué quieres decir? —Preguntó Gerard.
Frank puso los ojos en blanco y comenzó a dibujar a dos personas entrelazadas, y sus rostros, ¿Eran sus rostros?, estaba muy cerca y al parecer se estaban besando y la mano de uno de ellos estaba en el trasero del otro y él recordaba muy vívidamente haber tocado el trasero de Frank el día anterior sólo porque podía hacerlo y... ¿Y si Frank tenía razón? Hasta el momento tenía todo el sentido del mundo porque las dos veces que había desaparecido de la nada era porque se estaban besando. Y recordaba también que antes, cuando su existencia como fantasma recién comenzaba, había sucedido cuando intentaba dejar la escuela.
— Quizás es porque hago cosas que no debería hacer —dijo de pronto.
"¿A tu monitor no le gusta que te beses conmigo?"
Gerard sonrió.
— No creo que tenga un monitor —dijo—, pero tiene sentido.
"Me gusta besarte."
Gerard no dijo nada, y pronto Frank rompió la hoja y volvió la cabeza al frente para prestar atención a su profesor. Gerard quería seguir hablando con él, pero... ¿qué podía decirle? No quería que las cosas se volvieran incómodas entre él y Frank pero al parecer eso ya había comenzado y no había forma de ponerlo marcha atrás. Le gustaba, sin embargo, que Frank tuviera interés en él. Pero al mismo tiempo sabía que eso era demasiado egoísta de su parte, Frank merecía mucho más que un fantasma.
— Quiero pedirte un favor —dijo cuando Frank se puso de pie para salir de la sala de clases—, busquemos a mi hermano. Por favor, necesito verlo.
Frank lo miró con un gesto de preocupación enorme, pero de todos modos asintió una vez como respuesta y una vez estuvo en el pasillo, comenzó a caminar con Gerard flanqueando sus pasos. Sabía en qué parte física de la escuela estaban, pero no sabía hacia dónde demonios se dirigían hasta que los amigos de Zacky Baker aparecieron, sentados en el suelo cerca de los baños de chicos.
— Brian —dijo Frank—, tú tienes matemática avanzada con Michael Way, ¿no es así?
Brian hizo una mueca.
— ¿Mikey? —Preguntó él— Sí, ¿Por qué?
— Necesito hablar con él —contestó Frank—, ¿Sabes dónde está ahora?
— Uh... ni idea. Pero de seguro está en la biblioteca, siempre lo veo caminar hacia allá en los recesos. ¿Qué clase de idiota se encierra en la biblioteca en sus ratos libres? —Exclamó antes de soltar una carcajada, y luego se quedó de piedra cuando su caja de jugo estalló entre sus manos y mojó su camiseta y su pantalón.
— Parece como si te hubieras orinado encima...
Gerard escuchó a lo lejos, cuando sus amigos dejaron de reír. Brian seguía preguntándose qué demonios había pasado. Frank, por otra parte, no reía. Y cuando estuvieron solos le miró con cara de pocos amigos pero Gerard no se disculpó. El tipo se había burlado frente a él de su hermano menor y eso era algo que, estando vivo o muerto, no iba a tolerar nunca.
La biblioteca estaba casi vacía, y la mujer encargada miró a Frank con cara de pocos amigos cuando entró, y llevó un dedo a su boca para hacerle callar aun cuando no había hecho ruido alguno todavía. Frank rió entre dientes, y Gerard se preguntó qué podría haber hecho para que una mujer tan adorable lo mirara con odio. Aunque las preguntas se disolvieron cuando en su campo de visión apareció su hermano menor. Tenía un libro entre sus manos y enormes audífonos sobre sus oídos, sus lentes estaban casi en la punta de su nariz y su cabello lucía un estilo bastante incómodo. Pero de todos modos se sintió rebosante de alegría por verlo después de tanto tiempo. Y cuando Mikey se puso de pie para ir a buscar algo a una estantería, se sorprendió. En ese tiempo había crecido muchísimo, era impresionante que ese chico fuese su hermanito menor. Pero aun así, en su rostro seguía conservando ese gesto de niño pequeño.
Frank fue a tomar asiento a una mesa cercana a la de él, y luego de sacar su cuaderno y un lápiz escribió:
"¿Qué quieres que le diga?"
— Solo repite lo que yo digo, ¿está bien? —Dijo Gerard.
Frank soltó un gran suspiro.
— Ve a su mesa —siguió, Frank se puso de pie y trazó el par de pasos que lo separaban de la mesa de Mikey. Él lo miró extrañado, había una decena de mesas vacías en la biblioteca y Frank se había sentado justo ahí, pero de todos modos no dijo nada—. Salúdalo.
Frank le hizo un ademán para que se quitara los audífonos y cuando Mikey lo hizo, le dedicó una sonrisa nerviosa. Mikey no sonrió.
— Dile tu nombre, y di que me conocías. Que éramos amigos.
— Soy Frank Iero —dijo—, yo... uh, yo conocía a tu hermano. Era mi amigo.
— ¿Sí? —Mikey enarcó una ceja— Nunca te vi con él.
— Dile que no éramos cercanos, pero que mi muerte te golpeó fuerte.
— No éramos muy cercanos —siguió Frank—, pero... bueno, cuando le pasó eso fue un golpe terrible para mí. Yo lo admiraba.
— ¿Le pasó? —Dijo Mikey— No es algo que le haya pasado porque sí, a mi hermano lo mató un imbécil que ni siquiera fue a la cárcel porque se suicidó antes. ¿Sabes lo horrible que se siente eso? Esos tipos merecían lo peor, y se suicidaron porque fueron demasiado cobardes como para afrontar lo que hicieron. Aunque me ahorraron el trabajo de matarlos con mis propias manos por haberme quitado a mí hermano mayor.
Gerard no dijo nada, y Frank tuvo una idea.
— Mikey —dijo en un susurro—, ¿Tú crees en la vida después de la muerte?
— ¿Qué? —exclamaron ambos hermanos al mismo tiempo.
— Ya sabes, fantasmas y esas cosas.
— Si estás aquí para decirme que viste el fantasma de mi hermano voy a golpearte en la cara, lo juro —murmuró Mikey.
— No lo vi una vez —se aventuró a decir Frank—, lo veo todo el tiempo. Está aquí ahora mismo, ahí —añadió apuntando directamente al rostro de Gerard, incluso él lo miraba como si hubiese perdido la razón—. Háblale.
— ¿En serio vienes aquí a bromear sobre la muerte de mi hermano? —dijo Mikey, alzando un poco su tono de voz— Estoy sobremedicado, mis padres están deshechos y la escuela se convirtió en un infierno porque todos sienten lástima por mí. He intentado suicidarme tres veces en un año, ni siquiera sé si voy a estar vivo para la semana siguiente y tú vienes y te sientas conmigo haciéndote el amable sólo para bromear sobre la muerte de mi hermano. Ni siquiera voy a gritarte porque eso no servirá de nada. Pero no puedo creer que hayan imbéciles como tú que creen que hacerle esto a alguien es gracioso.
— No bromeo —dijo Frank—, te lo juro. No bromeo. Y no era amigo de tu hermano cuando estaba vivo, lo había visto un par de veces en los pasillos y creo que todos los que estudiaron con él coinciden en que era un nombre famoso. Pero lo conocí cuando vi su fantasma aquí en la escuela, sé que es una locura, pero te juro que es verdad. Lo estoy mirando ahora mismo y está enojado porque te estoy diciendo esto... él solo quería que hablara contigo para saber cómo estabas pero lo arruiné todo y yo... de verdad, no espero que me creas, solo quiero que sepas que tu hermano te ama y se preocupa por ti. Hizo estallar el jugo de Brian Haner porque se burló de ti —Frank sonrió, pero el rostro de Mikey seguía sin expresión—. Por favor, créeme. Y dile algo.
— Por favor... déjame solo —dijo Mikey.
Frank dejó ir un suspiro, estaba por añadir algo más cuando la fría mano de Gerard atravesó su brazo. Entonces Frank alzó la mirada y pudo notar que los ojos de Mikey brillaban por las lágrimas retenidas y un par ya comenzaba a deslizarse por sus mejillas. Se puso de pie, y por el rabillo del ojo lo vio cubrirse el rostro con ambas manos antes de ponerse a llorar.
Gerard salió de la biblioteca antes, con un nudo en la garganta mientras Frank lo seguía. Caminaron hasta que llegaron a un pasillo sin salida, cerca de los vestidores. Entonces Gerard se sentó en el suelo, y comenzó a llorar también. En su mente su familia estaba sobrellevándolo bien, sus padres se estaban concentrando en el hijo que le quedaba y Mikey por fin dejaba de estar tras la sombra de su hermano mayor. Pero era todo lo contrario... no podía soportar la idea de sus padres tristes y mucho menos a su hermano pasando por eso... había intentado suicidarse y estaba sufriendo tanto. No podía soportarlo, y lo peor es que no podía hacer nada para mejorar esa situación, de hecho, estaba seguro que con su acercamiento solo había conseguido arruinarlo todavía más.
— Lo siento —suspiró Frank—, soy un idiota. No sé por qué dije todo eso.
Gerard no dijo nada, y luego de dedicarle una larga mirada se disolvió en la nada. Seguía ahí, Frank igual sabía que él seguía ahí. Solo que no era visible. No quería ser visto. No quería seguir existiendo en lo absoluto.
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