XV
Capítulo 15: ¿Me gusta...? (O Romeo y Julián) Parte 2.
You know, I'm just a fool who's willing
To sit around and wait for you
But baby, can't you see,
There's nothing else for me to do?
...I'm hopelessly devoted to you.
[Hopelessly devoted to you - Olivia Newton-John]
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Los síntomas del enamoramiento muchas veces, casi siempre, son los mismos. El cosquilleo sobre la piel. El pulso acelerado. La calidez. El pensamiento constante alrededor de la persona.
Es gradual, pero invasivo; como una alergia que no se quita con medicamentos y que no está tipificada como una afección.
La peor alergia de todas.
La persona se metía en tu sistema, aquello llamado "sentimientos" comenzaban a desarrollarse, y pronto comenzaban los síntomas de aquello que los expertos románticos llamaban "fiebre del amor", o "alergia amorosa".
El objetivo de que estos síntomas aparecieran, en que el individuo se diese cuenta de lo que ocurría en su sistema; que algo había logrado entrar en la barrera de su vida, y que el cuerpo había empezado a generar cantidades sospechosas de oxitocina, la hormona del amor.
Vamos, que en resumen, toda aquella molesta sintomatología estaba para que el usuario se diera cuenta de que se estaba, irremediable y lentamente, enamorando.
Pero si eras alguien tan... especial, como Camus, aquella "alergia" no sería suficiente. Después de todo, era un chico terco, que no hacía caso a cosas tan banales como los sentimientos. Se necesitaba más que un corazón acelerado y el fantasma de una sonrisa embrujando su mente para que el parco Camus Aquarius se dignase a darse cuenta de que había algo realmente distinto floreciendo en él. O que al menos parara de ignorar todo tan tozudamente.
Y era en una situación tan desesperada como aquella, cuando los sueños, el reino donde el inconsciente era el dueño, tomaba parte del asunto. La artillería pesada.
Soñar con alguien tenía un curioso poder sobre la psique humana. Cuando se había decidido ignorar todas las señales del cuerpo, era el subconsciente quien decidía dar un aviso más claro; los sueños y sus mensajes eran más difíciles de ignorar.
Camus no le daba importancia a los sueños. Le parecían algo inútil, sin sentido, vano, e irrisorio. Casi nunca soñaba; y cuando lo hacía, menos aún lo recordaba.
Pero la primera vez que soñó con Milo Scorpio, despertó como alcanzado por un rayo, y no pudo quitarse de la cabeza aquel sueño en todo el día. No pudo ignorarlo, fue imposible, mucho menos olvidarlo (Aunque trató, vaya si que trató).
Fue horrible. Totalmente mortificante para Camus. Y pasó horas completas debatiéndose y gritandose mentalmente, luchando por saber la razón por la que Milo Scorpio había entrado en sus sueños.
Y sobre todo, la razón por la que había soñado románticamente con Milo Scorpio.
Porque eso era. De eso estaba seguro. Que aquel absurdo sueño tenía tintes románticos. Podía evocar con aterradora facilidad la calidez del aire, y del cuerpo de Milo tan cerca del suyo. Su propio latido en el pecho, fuerte, estridente, ensordecedor como el golpe de un martillo. La mano de Milo estaba sobre la suya, y aquel tacto se sentía tal y como lo recordaba. Y Milo lo estaba mirando, a él. Con aquella sonrisa suave que solo le había visto dársela a él, y que por eso, Camus sentía aquella sonrisa como suya. Y estaba cerca. Tan cerca...
Y aquel sueño, aquel maldito sueño, no le había dejado en paz.
Tenía que ser una broma de su cerebro, una coincidencia. Los sueños nunca tenían sentido después de todo, ¿no? Solo eran un conjunto de cosas ilógicas; una mala pasada del subconsciente. Claro. Tenía que ser eso. Una maldita coincidencia y nada más.
No se iba a repetir.
...
Y se repitió.
Para mala suerte y martirio de Camus, se repitió. Y esta vez, no pudo autoconvencerse (aunque sí lo intentó) de que era solo una desgraciada coincidencia. Se tuvo que dar cuenta de que, quizás había algo más que tan solo una broma de su subconsciente en todo ello.
El otro sueño había sido algo similar al anterior. Más borroso y difuso, quizás. Con un atardecer más pronunciado, como un filtro de celofán anaranjado. La escena era casi la misma. Tenía el rostro de Milo cerca de él, su mano sobre la suya...
La diferencia sútil era que en ese sueño, tenso, por los latidos de su corazón, estaba mirando la bonita boca de Milo y pensando casi enteramente, incontrolablemente, en besarlo. Como una urgencia, un impulso irracional.
Besarlo.
El Camus del sueño estaba pensando en besar a Milo Scorpio. Lo sabía. Lo sabía, como solo lo sabe aquel que se conocía a sí mismo. Tenía esa certeza.
Y Camus... Camus se quería morir al darse cuenta de ello. ¡Lo que le faltaba! ¡Definitivamente estaba perdiendo la cabeza! ¡Ahora estaba soñando con Milo! ¡No, no solo eso, si no que soñando en besarlo! ¿¡Qué demonios estaba pasando con él!?
AAAAAHH-
¿Negación? Negación era el segundo nombre de Camus Aquarius.
Sí. Negación. Aún así, a pesar de que sus sueños le estaban sacudiendo el suelo, tenía la terquedad obtusa y la determinación de negarlo todo, de esforzarse en ignorar, y hacer como si nada.
Camus Aquarius era un hueso de roer... incluso para aquella alergia llamada amor.
Pero aún quedaba la herramienta final, el síntoma más potente.
Los celos.
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Habían quedado el fin de semana en casa de Milo para realizar el trabajo. La razón era simple. Tanto Afrodita como Shoko eran alumnos de intercambio que vivían en pequeñas habitaciones alquiladas, y no había espacio para que cinco personas fueran. Aioria, por su lado, había alegado que su casa estaba hecha un desastre debido a remodelaciones (eran una familia numerosa, y habían tenido que ampliar).
Y Camus... Camus ni siquiera ofreció su casa. Estaba más que claro que no quería que pusieran un solo pie en su casa.
Así que Milo se vio más bien obligado a poner su casa para que fueran todos.
Scorpio le pidió a Camus que llegara antes que el resto, para que estuvieran un rato juntos.
Camus se vió tentado a rechazarlo fríamente (estaba demasiado turbado por los sueños y sus propios pensamientos sobre Milo), pero Milo consiguió convencerlo como si nada, como si nunca hubiese planeado negarse. Aquarius justificó entonces que iría antes "solo para conocer a su mascota, nada más".
Pero tenía genuina curiosidad por ir a casa de Milo. Conocerla.
Milo Scorpio vivía en un barrio muy común, demasiado común. De aquel tipo de barrio que podías encontrar en todas las ciudades de todos los países del mundo. Un conjunto amarillento de edificios pequeños y enjutos, todos juntos y pegados, de pocos pisos, numerados con letras y de balcones microscópicos. Eran edificios subsidiados por el estado, aquellos que se obtenían postulando, y por beneficio del gobierno. Milo le había dado la dirección (un mensaje con muchos corazones), con la letra del edificio y el número de apartamento.
Camus se sentía algo ansioso. Era su primera vez yendo a casa de Milo, y había algo ciertamente desconcertante en ello, como si estuviese camino a conocer otra faceta de él.
El ascensor era pequeño y antiguo, un poco claustrofóbico, con una iluminación de tonos amarillos. Se miró en el espejo, arreglándose el cabello con disimulo, revisando inconscientemente su aspecto. Tamborileó los dedos sobre el brazalete.
Al lado de los botones del ascensor había un cartel casi despegado que decía en mayúsculas: "SE SOLICITA A LOS RESIDENTES NO SALTAR EN EL ASCENSOR".
Camus alzó una ceja. ¿A qué clase de genio se le ocurría ponerse a saltar en un ascensor, más en uno tan viejo?
Probablemente Milo, se respondió solo. Por supuesto, él era esa clase de genio.
Sonrió involuntariamente ante ese pensamiento. Y en cuanto se dio cuenta de que sonreía, borró su sonrisa de golpe, bajando sus comisuras y colocando una expresión doblemente fría para compensar.
Maldita sea, ahora sonreía solo. ¿Qué seguía?
Tocó dos veces la puerta del apartamento al encontrarlo, con suavidad. Esperó. Jugueteó con la pulsera otra vez.
—¡Ya voy! — La voz de Milo gritó del otro lado de la puerta. —¡Papá, ya te dije que arregles tu desorden! — La voz se acercó con unos pasos. Milo abrió la puerta bruscamente. —Camus... — Pareció ligeramente sorprendido de verlo ahí por un instante. —Llegaste temprano...
—Tú me lo pediste. — Camus alzó una ceja.
Al observar el rostro de Milo, se puso interiormente nervioso por un instante. Recordó sus sueños, y la respiración se le atoró en la garganta. Tragó saliva y desvió la mirada, impertérrito.
Maldita sea, ¿serían alergias...?
Hasta donde él sabía, no era alérgico a nada (levemente al polvo). ¿Sería entonces alérgico a Milo...?
Era un pensamiento ciertamente estúpido, pero, necesitaba aferrarse a algo. Era una situación desesperada.
—Si, pero...
—¿Pero?
...¿Cómo le decía que su puntualidad era tan excesiva que había llegado demasiado pronto? Es decir, nada en contra, pero mierda, su plan era que su padre se fuera primero...
—Nada, nada, pasa. — Abrió la puerta con una sonrisa (esta vez más tímida), dejándole pasar.
La primera vista de Camus del hogar de Milo fue un apartamento muy sencillo y pequeño. La sala de estar, la cocina, y la isla del comedor estaban en el mismo ambiente. Había muchos cuadros en las paredes (collages, fotos, dibujos hechos por un niño, un cuadro con dos pares de manos estampadas en pintura) , un gran sofá rojo en la sala de estar, un televisor mediano con una consola enchufada y los mandos cargando en el suelo...
Bueno, había muchas cosas que analizar para ser tan pequeño. Cuadros con fotos de Milo de pequeño, una guitarra apostada en la esquina, los tazones colgados sobre la isla del comedor (una de las tazas decía "eres el mejor papá del mundo", probablemente un regalo del día del padre cuando Milo iba en kínder), un cuadro de una motocicleta, herramientas mecánicas tiradas en otra esquina, una manta afelpada tirada en el suelo, monedas de varios países en un cuenco sobre la mesita de café, un montón de discos de grupos musicales como si fuesen libros... Y un sin fin de cosas. Podían haber muchas cosas en algo tan pequeño. Ya que, si bien no estaba desordenado, no cabía duda de que ahí vivían dos personas muy vivas y activas.
—...Es bonito. — Fue lo único que dijo.
—No necesitas ser amable.
Camus negó con la cabeza. Lo decía en serio. El apartamento de Milo daba un aspecto cálido, casi familiar, a pesar de ser tan pequeño.
No se parecía en nada a su propio hogar. Hasta en eso eran distintos.
—Deja las cosas por acá, siéntete como en tu casa. — Dijo. —¿Tuviste muchos problemas para llegar?
—Ninguno. — Mintió.
Se había perdido. Pero él no tenía por qué saber eso.
—¡Renacuajo, ya te dije que no dejes las toallas mojadas tiradas en el baño! ¿Cuántas veces voy a tener que-...? — Una voz ronca y rasposa atravesó el departamento y de una de las habitaciones salió un hombre que se calló al instante después de reparar en la presencia de Camus en medio de la sala de estar.
Aquarius clavó la mirada en el hombre, y sus ojos reflejaron cierta sorpresa.
¿...Era el doble de Milo...?
Okay, no, no eran iguales. Solo se parecían. Pero en el primer milisegundo juró que eran iguales.
Aún así, no sabía que Milo tenía un hermano.
—No grites, hay visita... — Milo dijo, algo avergonzado, mirando al hombre, que miraba a Aquarius.
El hombre pareció enmudecer cuando vio a Camus. Su expresión fruncida pasó a una sorpresa pura en sus ojos.
—Milo...me tomé las pastillas esta mañana, ¿cierto? — Balbuceó, pestañeando confundido.
Parecía haber visto un fantasma.
—Eh, ¿sí...?
—Entonces... — Murmuró. Vio a Camus fijamente. Luego a su hijo, en busca de explicaciones. —¡Él es...! ¡No espera, no es! ¿O sí...? ¿¿Milo??
Okay... Milo sabía que su padre era raro, pero aquella reacción era extraña incluso para él.
—Joder, justo llegas y se le zafa el último tornillo. — Silbó Milo.
—Milo, ¿¡Quién es él!? — Tenía una manera muy directa de hablar.
—Es Camus, mi... compañero, vino a lo del trabajo.
Camus alzó una ceja. ¿Compañero? ¿No era él mismo quien había insistido en que eran amigos?
—Camus... — Repitió, frunciendo levemente el ceño, como si recordara algo. —¿Tu apellido?
Bueno, era muy directo.
—Aquarius. — Logró decir Camus, con su voz tenue.
El hombre tragó saliva. Pareció haber pasado una buena sorpresa.
—Camus Aquarius. — Dijo, algo pasmado ante la aparición de aquel chico.
—Ajá.
Claro, no podía ser. Era imposible, por muy buenos genes que tuviese, mantenerse así de joven tanto tiempo... tendría que haber encontrado la piedra filosofal para eso. Bueno, tampoco se parecían tanto, había solo sido la sorpresa inicial... bueno, si se parecían bastante, pero ahora que lo veía bien, eran distintos...
Dios, había pasado un susto enorme.
Aún así... Aquarius... ¿Cuántas eran las probabilidades...?
Aquello era de locos...
—Bueno, ¿Tú no tenías que salir? — Dijo Milo, en obvia indirecta, incómodo, por la actitud de su padre.
—...¿Me estás echando de la casa? — El hombre alzó una ceja, con una risa seca, recobrando la compostura.. Tenía una voz muy rasposa y ronca.
—No, solo creo que podrías pasar a comprar unas cosas. — Dijo entredientes. —Toma, aquí tienes diez euros, diviértete.
—¡No soy un niño! — Se quejó, frunciendo el ceño.
—¿Quince euros?
—...Veinte. — Negoció el hombre, con los brazos cruzados.
—¡Eres un estafador!
—¡Tú eres el que me está comprando para sacarme de la casa! Paga, puto cobarde. — Se cruzó de brazos el hombre con un gruñido.
—¿Te tengo que recordar que es tu propio dinero?
—¿Y el estafador soy yo? ¡Sanguijuela!
—Lo dijo el parásito del gobierno.
—Tú eres el parásito menor.
Camus observó la curiosa escena en silencio, algo pasmado por la interacción.
Vaya par...
—Dios, solo vete de una buena vez. — Dijo, empujándolo levemente de los hombros para sacarlo.
—¿Y mis veinte euros? — Bromeó.
—Prostituyete.
—Oye, no me des ideas. — Sonrió.
—¡Ya!, vete, vete. — Gruñó Milo.
Solo quería que se fuera. Mira que Camus tuviese que ver todo el espectáculo.
—Voy, voy. — Rodó los ojos, descolgando una chaqueta negra y comenzando a colocarsela sobre los hombros. —Soy Kardia, por cierto. — Dijo, dirigiéndose hacia a Camus con una sonrisa ladina.
Camus asintió, sin saber qué decir. Observó al hombre. Entre más lo observaba, más similitudes encontraba entre él y Milo, pero paradójicamente, más diferencias había.
—Siéntete como en casa. Cuídense. No quemen nada mientras no estoy.
—El único que ha quemado este departamento eres tú.
—¡Por eso lo digo! ¿Qué iba a saber yo que esto iba a ser tan inflamable? Malditos ingenieros... — Farfulló con el ceño fruncido. Sacó las llaves de la puerta.
Parecía un hombre que tenía muchas cosas de las que quejarse.
—¡Nos vemos! — Dijo, saliendo muy casual y campante.
—Nos vemos. — Atinó a responder Camus, algo impresionado.
Una vez se fue, Camus miró la sala como si por ahí acabase de pasar un torbellino, aunque todo seguía igual que antes.
—Lo siento...Mi idea era que se fuera antes de que llegaras para tener que ahorrarte eso.
—No importa. — Dijo, con voz tenue. —...Pero no sabía que tenías un hermano.
Milo le miró unos segundos estupefacto, antes de comenzar a reírse.
—No es mi hermano, es mi papá.
Camus parpadeó un par de veces.
Había intuido que aquella persona era el hermano de Milo, por su aspecto tan similar y juventud. Kardia era físicamente muy parecido a Milo, solo que con rasgos más afilados, una mirada más hosca y con un aspecto de tan solo un par de años más que Milo.
Y es que, a pesar de sus 36 años, Kardia Scorpio aparentaba mucho menos, con su aspecto igual de irreverente que Milo, su mirada juguetona y pícara, y su sonrisa clara y juvenil. Kardia tenía un aire más maduro que Milo, pero al mismo tiempo, daba aires de un total adolescente irresponsable. Desde el brillo peligroso de sus ojos hasta la forma en que se paraba.
—No te preocupes, al principio todos piensan que es mi hermano. — Dijo, sonriendo. —Me tuvo bastante joven, y bueno, además tiene una personalidad... peculiar. No madura nunca, vamos. A veces yo parezco mayor que él. — Río.
Camus meditó. Su papá también lo había tenido muy joven, pero si lo comparaba con Kardia había un contraste grande. Si bien su papá se veía muy joven y aparentaba menos de lo que tenía, su seriedad y mirada sabia lo dejaban muy distante del aire de adolescencia e irresponsabilidad total del papá de Milo. No daba aires de hermano ni mucho menos.
—Solo no le vayas a decir que luce como mi hermano, se le suben los humos rápido y se vuelve insoportable.
—Se parece a alguien que conozco — Molestó Camus, con su rostro serio.
—¿Me estás diciendo insoportable?
—Quizás. — Repuso, conteniendo bien el impulso de sonreír ligeramente.
Últimamente le pasaba mucho cerca de Milo; el tener que aguantar una sonrisa.
—Espera, ¿realmente echaste a tu papá de la casa? — Camus alzó una ceja, mientras Milo se dirigía a la cocina. Aquarius lo siguió, demasiado incómodo estando en una casa ajena como para alejarse de Scorpio.
Observó la cocina con más atención. Era realmente pequeña. Apenas un pasillo, con una isla como comedor con sillas altas.
—¿Qué...? Ah, no, eso fue una broma. — Abrió el refrigerador. —Bromeamos así siempre. En realidad tenía que salir ahora a trabajar, solo estaba haciendo el tonto.
—¿En qué trabaja?— Preguntó, sin ser capaz de contener la sed que tenía de saber más sobre la vida de Milo.
—¿De vago? — Bromeó, echando un vistazo indeciso a la nevera.
—Acabas de decir que trabaja. — Frunció el ceño. Milo río.
—Vaya, ¿tan curioso estás?
Camus enrojeció muy levemente.
—Solo es una pregunta normal...
—Está bien, está bien, podemos decir que trabaja... un poco de todo, ya sabes. A veces le pagan por arreglar problemas eléctricos o de gasfitería los vecinos de este mismo edificio. También de vez en cuando hace trabajos de mecánica, arreglando autos, motos y esas cosas. A veces toma turnos de guardia de seguridad... Lo que surja. — Se encogió de hombros.
—¿Y ahora, a qué fue?
—Ah, creo que fue a cubrir un turno en el bar de su mejor amiga. Uno de los meseros se enfermó y en estas fechas están llenos. Ya sabes, fin de mes. — Camus asintió en comprensión. —Pero como tal, no tiene trabajo estable. A veces, pasa días enteros aquí en la casa sin hacer nada. Joder, lo envidio. Y yo teniendo que levantarme temprano. — Río.
Camus arrugó el entrecejo.
—¿...No tienen problemas financieros? — Se aventuró a preguntar, dudoso.
—Te sorprendería, pero no. De hecho...papá no es apto para trabajar siquiera. No debería hacerlo.
—¿Por?
—...Llevo mirando media hora el refrigerador y aún no sé qué sacar. ¿Quieres algo en especial? No sé del todo lo que te gusta... Hay muchas cosas para picar, mi plan era sacar un par de cosas y ver una película, ¿te parece? — Dijo, sin responder a la pregunta.
Camus asintió, sin insistir, preguntándose mentalmente porque había cambiado el tema.
—Lo que sea está bien.
—"Lo que sea" no es algo comestible.
—Sabes a lo que me refiero. — Rodó los ojos.
—Anda, ¿algo en específico?
—No lo sé.
—Entonces sacaré todo. — Se encogió de hombros.
Y como no bromeaba, realmente sacó un montón de cosas para comer y picar. Camus intentó alegarle que no tenía hambre (aunque no era cierto), pero Milo hizo oídos sordos a sus quejas. Scorpio llevó todo a la mesita de café de la sala de estar, y Camus lo siguió por detrás, algo cohibido aún por estar en su casa.
—¿Algo para beber?
—Uhm... ¿Agua? — Dijo, sentándose en el sillón con las palmas sobre sus muslos.
—Joder, que creativo. — Río.
De un viaje a la cocina trajo un vaso de agua, y otro de Coca-Cola. Se sentó junto a Camus.
—No deberías beber eso. — Arrugó la nariz Camus.
—No me va a matar una Coca-Cola, Camus.
Este frunció el ceño —Sí lo puede hacer, ¿sabías que hay estudios que dicen que-...?
Milo lo detuvo palmeándole con suavidad la cabeza y acariciando su cabello. Camus paró de golpe y se puso rojo.
—Shh, shhht, deja de preocuparte por todo. — Dijo, riendo suavemente, pasando su mano por su cabello. Su risa siempre era tan clara...
Aquarius se quedó rígido, pero no apartó su mano. Estaba demasiado ocupado intentando controlar su corazón.
—Pero... — Objetó.
—Pero nada. De algo hay que morir. — Declaró. —¡Oh, mira quien vino!
Milo señaló una mota de pelo blanco y esponjoso que se acercó dando saltos pequeños y tímidos.
—Escorpión. — Sonrió Milo, tomándolo con sus manos y acunándolo sobre su regazo.
Camus miró atentamente a la blanca y felpuda criatura, de orejas largas y caídas. Su expresión seria se ablandó un tanto, y sus ojos parecieron brillar un instante.
Era muy lindo y tierno...
Milo acarició el conejo y le sonrió suavemente. Camus miró la interacción, debatiendo su vista entre el animal y el chico.
Okay, eso también era muy lindo y tierno...
—¿Quieres sostenerlo? — Preguntó.
Aquarius desvió la mirada a otro lado.
—No. — Adoptó una postura indiferente.
—Te estás muriendo por tenerlo, Camus, no finjas. — Se burló. Levantó el animal con cuidado. —Ten.
—... — Camus vaciló. Finalmente cedió. —...D'accord.
—Mira, pon tu mano acá, sostenlo así...
Milo le enseñó a tomarlo, y Camus lo acunó con cuidado contra su torso. Su pelaje era muy suave, como el algodón. Acarició con su pulgar levemente al conejo, y este se comenzó a acurrucar sobre su regazo.
—Parece que le caes bien...no se da con todos. A Kanon y Aioria los arañó. — Pausó. —Hey, tú, no te aproveches. — Amenazó a la criatura al ver como se ponía muy cómodo con Camus.
—Es muy lindo... — Fue todo lo que dijo Camus, mirando atentamente a la criatura.
—Ustedes dos son muy lindos. — Respondió Milo, mirando la tierna imagen de Camus abstraído con la bola de algodón.
El pulso de Aquarius saltó.
Otra vez Milo decía cosas que...
—¿Puedo tomarles una foto?
—Te mato. — Respondió.
Milo siguió insistiendo con la foto. Camus se negó hasta el fastidio. Al final Scorpio decidió rendirse (por ahora).
—¿Qué película quieres ver?
—No sé. — Contestó, con su expresión seria.
—Camus, vas a tener que empezar a elaborar una mejor respuesta que esa.
—No veo películas.
—¿Nunca?
—Nunca.
A Camus le parecía una pérdida de tiempo muchas veces.
—¿Ni siquiera los clásicos? — Milo alzó las cejas con estupefacción. Camus le miró sin entender. —¿Volver al futuro? ¿El Padrino? ¿Pulp Fiction? ¿Grease?
—Mhm. — Camus negó.
—¿¡No!? — Se exaltó. — Dios, Camus, acabas de romper mi corazón en mil pedazos.
—No exageres.
—¡Es que no puede ser!
—Ya, ya, veamos una de esas. — Cortó Camus frunciendo el ceño.
—¿Cuál?
—Yo que sé.
Milo le miró como si viera un extraterrestre. Nunca había conocido a nadie que no le gustase ver películas... Osea, era Camus, aquello era esperable, pero aún así...
—Veamos Grease, no la veo hace mucho. — Dijo, Milo, tomando el control de la televisión.
—¿De qué trata?
—Clichés y romance, la vas a odiar. — Rió Milo.
—Genial. — Ironizó, rodando los ojos. —Por supuesto, a ti te encanta, ¿no?
—¿Cómo adivinaste? — Sonrió cínico. —Hasta me sé las canciones de memoria.
—¿Tiene canciones? — Arrugó la nariz.
—Oh, bien podría ser un musical. — Milo se burló de Camus, y su disgusto. Tomó el control de la televisión y comenzó a colocar la película.
—Parfait, ¿Me puedo ir?
—Nop. Prohibido. Te quedas.
—¿Cuál es tu afán de torturarme? — Suspiró.
Milo río, y le puso play a la película. Se acomodó mejor al lado de Camus. Durante unos instantes vaciló, pero finalmente, decidido, apoyó levemente su mejilla sobre su hombro, con cuidado. Puso su cabeza muy ligeramente, por miedo a espantar a Aquarius y su alma de gato arisco.
Camus se quedó rígido al sentir la calidez de Milo sobre su hombro. Por un instante, respirar se le hizo difícil. Quiso decir algo al respecto, pero no pudo.
Asi que así se quedaron toda la película. Camus, tenso, medio avergonzado, sintiendo el peso de la cabeza de Milo apoyada en él y su shampoo de vainilla. Su piel se sentía cosquilleante, al igual que las células, hirviendo, nerviosas. Aún así, no se atrevió a moverlo. Algo se lo impidió. No tuvo suficiente fuerza de voluntad para ello.
Escorpión estaba acurrucado en su regazo, y Milo comentaba la película en voz baja, con su aliento cálido levemente contra la camiseta de Aquarius al estar recostado en su hombro, mientras Camus más bien criticaba el filme, insidioso.
Olivia Newton John estaba cantando You're The One That I Want de fondo.
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La película era malísima, en opinión de Camus.
Lo sentía por todos los fans de Grease en el mundo, pero, para Camus, toda aquella cursilería romántica le era completamente asquerosa. No entendía cómo los seres humanos podían ser tan, tan, estúpidos y sentimentales.
La peor parte habían sido las canciones. ¿A quién se le había ocurrido meter tantas canciones y letras cursis? Fue insoportable para Aquarius.
Aunque claro, Milo lo había disfrutado enormemente, claro está. No bromeaba con lo de saberse las canciones. Las cantó todas y cada una, bajito, aunque emocionado.
Eso fue un poco entretenido. Eso, y criticar la película hasta en lo más mínimo.
Bueno, ya, no había sido tan terrible. Valió la pena por escuchar a Milo cantar. No iba a decirle, claro, pero cantaba bien. Sobre todo, pareció desvivirse mientras entonaba Hopelessly Devoted To You, cantándola completa como si se le estuviera yendo alma y cuerpo en ello.
Y al menos habían pasado el rato; también había descubierto cierto gusto y pasión por criticar ácidamente las cosas.
Pero bueno, ya había terminado, y habían llegado el resto de chicos del grupo de trabajo al departamento de Milo.
Ya no era tiempo de ver películas antiguas y clichés con Milo. Quizás en otra ocasión.
—Dios, que mal gusto. — Fue lo que dijo Afrodita nada más entró, observando la decoración del apartamento. Era el último en llegar.
—Pase, su alteza, siéntese. — Rodó los ojos Milo con un tono nada amable, cerrando la puerta detrás del chico.
Milo había dispuesto las cosas en la sala, con cojines en el suelo alrededor de la mesita de café. Aioria y Shoko ya estaban ahí, al igual que obviamente Camus, que llevaba más rato que ellos (Leo se había sorprendido al llegar y encontrar a Aquarius a solas con Milo).
Scorpio volvió a sentarse, al lado de Camus.
—Bien, debemos empezar de inmediato, no hay tiempo. — dijo Pisces en tono presuroso.
—Dices eso, pero eres tú el que llegó tarde. — Milo frunció el ceño.
—Lo bueno se hace esperar, cariño. — Le quitó importancia. —Además, supongo que en estos días se dieron el tiempo de leer Romeo y Julieta, ¿no?
Hubo un silencio general en la sala. Solo Camus asintió, con expresión indiferente.
—Lo olvidé. — Aioria se excusó.
—Yo también... — Shoko bajó la cabeza.
—Vi la película de Leonardo DiCaprio, ¿te sirve? — Bromeó Milo con una media sonrisa. —Muy buena, por cierto.
Bueno, también había leído un par de fragmentos y nada más, alguna vez.
—Vaya panda de inútiles... — Suspiró Afrodita dramáticamente. —Menos tú, Camus.
Camus se encogió de hombros con indiferencia. Había leído Romeo y Julieta hace un par de años, y lo había releído el día anterior para el trabajo.
Su opinión no había cambiado. Le parecía un asco.
—Sospechaba que esto iba a pasar. — Afrodita volvió a suspirar muy dramáticamente.
Sacó de su mochila una carpeta con muchos papeles. Los fue repartiendo uno a uno.
—¿Qué es esto?
—Un resúmen. Agradezcan que me diera el tiempo de imprimirlo. — Se vanaglorió. —También traje el libro para leer las escenas... Ahora, apresúrense y lean. No tengo todo el día, en un par de horas agendé para ir a la peluquería.
—¿Y tú?
—¿Yo? Cariño, me insultas. — Rodó los ojos en un movimiento casi elegante. —Me sé las obras de Shakespeare casi de memoria.
Algo que pocos sabían, era que Afrodita Pisces era un consumado fan del teatro. Asistía a ver obras frecuentemente y era una de sus pasiones más grandes. Pensaba estudiar algo relacionado, para decepción de su padre.
Milo comenzó a leer el corto resumen. Tenía un listado de los personajes, junto a sus características de personalidad para facilitar la actuación. Luego tenía un resumen de toda la historia, desde el primer acto hasta el último.
Bueno, ¿Quién no conocía la historia de Romeo y Julieta? Era el inicio del cliché del romance prohibido.
La historia iba más o menos así. Romeo y Julieta eran hijos de dos familias rivales, los Capuleto y los Montagüe. Ambos se enamoraban instantáneamente en una fiesta (en literalmente, 5 segundos de conocerse), y luego montaban un apasionado romance, que concluía trágicamente. Romeo y Julieta se habían casado a escondidas, pero, sin saber de esto, el padre de Julieta la compromete con Paris. Para evadir este compromiso, Julieta toma un narcótico que hace que parezca muerta durante dos días. Julieta es encontrada muerta, y se realiza un entierro. Romeo recibe la noticia de su muerte, y desesperado, compra un veneno, y lo ingiere junto a la tumba de Julieta. Cuando Julieta despierta, encuentra el cadáver de Romeo; es entonces cuando ella también ingiere el veneno y muere.
A Camus toda esa tragedia se le antojaba demasiado melodramática. Exagerada. Y ni hablar de los diálogos. Le daría vergüenza solo tener que pronunciarlos en voz alta.
Pero bueno, él no actuaría, de todos modos.
—Son demasiados personajes, y somos cinco. — Concluyó Aioria. —¿Cómo le vamos a hacer?
—El profe dijo que solo teníamos que realizar 3 escenas. — Milo dijo. —Con eso cortamos varios personajes.
—Hay que elegir un acto entonces. — Shoko agregó, frunciéndole el ceño a la hoja, como si no supiese por dónde tomarla.
—Exacto. Y de ahí sacamos las escenas.— Milo le sonrió abiertamente, y la chica volvió a mirarle con cierta admiración.
Que al menos oculte que le gusta, ¿No? Pensó Camus con cierta acidez para sus adentros.
—Bueno, ¿Qué acto elegimos?
Con que no elijan el segundo... Dijo para su interior Camus.
—El segundo, claro está. — Rodó los ojos Afrodita, sacando de su mochila un espejo y unas pinzas para perfilarse las cejas. —Tiene la escena más clásica e icónica.
Camus frunció el ceño. Sabía a lo que se refería. La escena de Romeo bajo el balcón de Julieta, y su cándido diálogo amoroso junto a un montón de promesas románticas.
—¿Llamas icónico a un montón de cursilería sin sentido? — Camus no pudo evitar comentar, alzando una ceja, frígido como el hielo.
—Ugh, no es sin sentido, ubícate. Es una de las obras maestras del romance. — Afrodita le señaló con las pinzas, acusador. —No es culpa de Shakespeare que seas un amargado.
La rodilla de Milo rozó levemente la de Camus. Era como si le dijera sutilmente, "no lo mates".
—Ya, ya, no armemos un debate. — Frunció el ceño Scorpio. —Pero, si, deberíamos elegir el segundo acto. La escena de Romeo y Julieta en el balcón usa a ellos dos solos, así que, ahorraríamos personajes ahí, y solo faltarían dos escenas. Además, el profe parece que quiere que le hagamos un tributo a Shakespeare o algo así, y no hay escena más famosa que esa. Joder, ¿Cuántas veces hemos leído esa parte en clase...?
—Al fin piensas correctamente, darling. — Afrodita celebró. —¿Están de acuerdo en elegir el segundo acto, entonces? — Dijo, en un tono que señalaba que no dejaría que nadie no estuviese de acuerdo.
—A mi me da lo mismo. — Aioria se encogió de hombros.
—Está bien. — Concordó Shoko.
Camus guardó silencio. El prefería que escogieran el acto donde todos se morían y todo finalmente terminaba.
Pero quizás era mucho pedir.
Eligieron las escenas con más calma. No trabajaron mucho para ello: eligieron la escena I, II y III, y sopesaron los personajes.
—Creo que es obvio quién será Julieta, ¿No? — Afrodita dijo. El grupo miró a Shoko, que era la única chica. —No te molesta, ¿Cierto, querida?
—No, en lo absoluto. — Sonrió con confianza. —Aunque me gustaría hacer un papel más entretenido, pero bueno. Es lo que hay.
La idea de ser una chica dócil y perdidamente enamorada no le atraía demasiado. Prefería algo más vivo y dinámico.
—Bueno, entonces, ¿Quién va a ser Romeo? — Preguntó Aioria.
—Obviamente yo. — Afrodita dijo, con tono vanidoso. —Faltaba más, ¿quién más podría ser?
—No te ofendas, pero tienes más pinta de Julieta. — Leo dijo, riendose.
—También, ¿Por qué no? — Chasqueó la lengua, rodando los ojos. —Soy una estrella, hecha para brillar. Cualquiera de los dos protagónicos me queda.
—Bueno, ¿Entonces Afrodita es Romeo?
—Uhm... Creo que Milo debería ser Romeo. — Se aventuró a decir la pelirroja.
Camus clavó instantáneamente la mirada en Shoko.
—¿Y eso por qué? — Inquirió secamente Aquarius, sin poder evitarlo.
—Bueno, tiene sentido. — La chica dijo sin cohibirse, a pesar del tono frío de Camus que intimidaba a cualquiera. —Milo tiene la presencia y la actitud, o eso creo...
Claro, si va a ser Julieta, le conviene que Milo sea Romeo, ¿No? Pensó interiormente Camus, con una sensación desconocida y desagradable asentándose en la boca de su estómago.
—Milo, el galán de telenovela. — Bromeó Aioria. Scorpio se avergonzó.
—Bah, no es para tanto. — Se quejó Pisces.
Pero tenían algo de razón. Milo tenía cara de Romeo. Desde el atractivo físico hasta la personalidad intensa. Sobretodo lo último.
—No me molestaría ser Romeo. — Se encogió de hombros Milo, con una sonrisa confiada.
Interiormente, a él y su ego le gustaban los protagónicos. También le gustaba actuar. Tenía un poco de alma de actor para sus cosas a veces.
—A ver, probemos... — Dijo Afrodita desconfiadamente, abriendo el librito y eligiendo un par de diálogos para que Shoko y Milo los interpretaran a la rápida.
Le echaron un vistazo por encima al texto. Milo tomó aire, y miró a Shoko a los ojos, cuando estuvieron listos.
—[...] Llámame tan solo tu amante y escribiré un segundo bautismo. — Enunció con voz profunda y solemne, mirando fijamente a la chica con la intensidad característica de la escena. —De aquí en adelante, no seré más Romeo.
Okay, era bueno. Hasta Camus tenía que admitir eso.
—¿...Quién eres tú, que así, encubierto por la noche, de tal modo vienes a dar con mi secreto...? — Dijo con voz dubitativa Shoko, arqueando una ceja. La chica hizo una mueca que prácticamente decía; ¿Que puta mierda es esta?
Milo hizo un esfuerzo astronómico por no reír al ver su expresión.
—Tienes que mirarme a los ojos, Shoko, estamos teniendo una confesión amorosa. — Le dijo con calma Milo, aunque con una sonrisa confidente.
Camus contuvo el impulso de rodar los ojos con hastío.
—Okay. — Asintió efusiva.
Continuaron la escena mirándose a los ojos, solo desconectando la mirada para leer por encima el diálogo. Shoko se veía algo tensa y se trababa, propio de alguien que no acostumbra a actuar, pero le ponía esfuerzo, siguiendo los consejos de Scorpio. Por el otro lado, Milo era bastante bueno. Transmitía intensidad y tenía voz firme, a pesar de no estar familiarizado con los diálogos. Miraba a Shoko como si verdaderamente estuviese enamorado de ella y hablaba como amante apasionado.
Y Camus quería vomitar por eso.
—No sé qué nombre darme para decirte. Mi nombre, santa querida, me es odioso, porque es un contrario tuyo. Si escrito lo tuviera, haría pedazos lo escrito. — Se llevó una mano al pecho y recreó una expresión de congoja, como si fuese a morir de amor por Shoko.
Ew.
La escena siguió, con frases igual de cursis y asquerosas, en opinión de Camus. Le incomodó de cierta manera ver a Milo mirando de forma tan intensa y amorosa a Shoko, aunque fuese algo falso. Era como una sensación agria en la boca que le hacía querer fruncir el ceño, o ser increíblemente cínico al respecto. Aún así, no podía quitarles la vista de encima, la tenía clavada, incapaz de moverla.
Shoko era bastante mala actuando, pero la intensidad y fervor de Milo lo hacía algo creíble. Lo cuál solo acrecentaba esa sensación de desagrado en Camus. El que fuese creíble.
La sola idea de que tendría que observar esa escena muchas veces más (ya que tendrían que ensayarla un montón) le daban ganas de matarse.
—Oh, ¿Quieres dejarme tan poco satisfecho?
—¿Q...que satisfacción puedes alcanzar esta... noche? — Se trabó y vaciló. Había leído mal por un instante.
—El mutuo cambio de nuestro fiel juramento de amor. — Declaró solemne.
Camus rodó los ojos, aunque su gesto pasó inadvertido. Dios, ¿Cuánto más faltaba? Juraba que podía ver a Shoko ponerse roja solo porque Milo la estaba mirando y diciendole todas esas cosas cursis. Era patético.
O eso pensaba él. La realidad era que Shoko se estaba azorando porque se estaba equivocando al leer. Pero como el monstruo de los celos se lo estaba comiendo, pensaba lo que quería pensar.
—Ya, ya, ya vi suficiente. — Cortó Afrodita con el ceño fruncido.
Por alguna razón se había adjudicado el papel de director.
Milo tomó aire, como si hubiese estado conteniéndolo.
—Fue entretenido. — Sonrió ampliamente. —Lo hiciste bien. — Felicitó a la chica.
—Bromeas, ¿No? — Afrodita alzó una de sus finas cejas. — Tú eres quizás decente, pero ella es terrible.
Shoko le frunció el ceño.
—Tampoco es para tanto. — Defendió Aioria. —Es solo una actuación para una clase, con que se aprenda los diálogos está bien.
—¡Es Shakespeare, por el amor de Dios! — Suspiró Afrodita, escandalizado. —¡Es un crimen hacer algo mediocre! Ugh, ustedes arruinarán mi buen cutis. — Se quejó.
—Cálmate, dramático. — Rodó los ojos Milo. —Es su primer intento, lo hará mejor en el siguiente.
—Probemos otra vez. — Dijo Shoko, obstinada a conseguirlo.
Spoiler: no, no lo consiguió.
Después de una muy molesta repetición para Camus de la escena (en serio, era desagradable de ver, ¿No podía Milo bajarle a su intensidad...?), Afrodita concluyó que definitivamente Shoko no servía para el papel de Julieta.
Camus sintió una satisfactoria, pero confusa sensación de alivio cuando Afrodita chilló que definitivamente Shoko no podía ser Julieta.
—Bueno, ¿Y quién más va a ser? — Aioria inquirió. —No ves otra chica aquí, ¿Cierto?
—La verdad es que preferiría cualquier papel menos este. — Confesó Shoko con un suspiro agotado. Se acomodó sobre el cojín, sentándose de piernas abiertas y estiró descuidadamente su espalda. Por fortuna traía pantalones. —Es ridículo.
—Bien, nos quedamos sin Julieta. ¿Alguna idea?
—¿Elegir escenas donde no esté Julieta, quizás? — Dijo Camus fríamente.
—Interpretar Romeo y Julieta y no poner a Julieta. Claro. Muy inteligente. — Rodó los ojos Afrodita con desdén.
—Pediste ideas. — Dijo gélidamente Camus. —Te las estoy dando.
Esta vez, para decir su mudo "No lo mates" a Camus, Milo apoyó suavemente su mano sobre su rodilla. Camus se quedó como electrocutado en su sitio al contacto, mirando al infinito.
El corazón le dio un brinco que deseó que no hubiese dado.
—¡Esperen! ¿Recuerdan que el profe dijo que debíamos darle un giro moderno a la obra? — Dijo Shoko de golpe, bruscamente, casi golpeando la mesa.
Esa era una de las consignas del trabajo. Adaptar el guión de una obra tan clásica y darle un poco de modernidad a esta. Camus esperaba ser quién adaptara el guión, así cumpliría su parte del trabajo y no tendría que actuar ni una sola línea.
—Sí... Pensaba en simplemente modernizar en algunas partes los diálogos, el lenguaje es muy antiguo, y así se entenderían más — Dijo Afrodita, alzando una ceja.
—Podemos hacer eso, o podemos hacer algo mejor.
—¿A qué te refieres, querida?
—No me digas querida. — Arrugó la nariz la chica. —Pero tengo una idea. ¿Y si Julieta no tiene que ser chica?
El grupo la miró atentamente.
¿Había dicho lo que había dicho?
—¡Hey, no me miren así, solo es una idea!
—...No, no, espera, si es buena idea. — Afrodita la sopesó.
—Joder, ¿Estás proponiendo Romeo y Julieta pero gay? — Aioria alzó las cejas divertido. —¿Algo así como...Romeo y Julián?
—Es una forma de verlo. — Shoko se encogió de hombros.
—Eso sí sería darle a Shakespeare un giro moderno. — Silbó Leo, divertido.
—Y eso nos aseguraría la calificación.— Dijo Milo, analizando la idea con cuidado. —Piénsenlo. Si al profe le da por ponernos una mala calificación, podemos alegar que es homofobia. Entonces el profe sentirá la presión mental en todo momento, y por mucho que la caguemos, tendremos una calificación decente. Es perfecto.
—Eres un manipulador de mierda, ¿lo sabías? — Aioria se río.
—Eso me han dicho.
—No deberías estar orgulloso de eso. — Regañó Camus con el ceño fruncido.
—Bueno, Romeo y Julián serán. — Afrodita aplaudió cantarín. Parecía realmente encantado con la idea. —Me gusta. Le quita heteronormatividad al asunto.
—Eso nos dejaría con tres opciones para Julieta... O bueno, Julián. — Titubeó Milo.
Tres opciones. Una podía ser Camus.
Intentó disimular lo muy nervioso pero al mismo tiempo ilusionado que lo ponía aquello.
Aunque era muy poco probable. Camus preferiría morirse antes de actuar.
Pero se valía soñar.
—...Aquarius podría ser Julián. — Dijo con suspicacia Aioria, ladinamente.
Si Camus hubiese estado bebiendo agua, seguramente la hubiese escupido. El propio Milo casi se asfixia con su saliva.
—¿Cómo? — Camus sonó estupefacto.
—No es mala idea, tiene la cara. — Afrodita concordó, mirando a Camus, y luego sonriendo cómplice a Aioria por un instante.
Parecían haberse puesto de acuerdo en un instante. Ambos debieron pensar exactamente lo mismo, y habían sido rápidos para pensarlo.
—¿Tengo cara de Julieta? — Espetó fríamente Camus, con el ceño fruncido.
—No, de Julián. — Corrigió Aioria.
—¿Es broma, no?
Tenía que ser una puta broma.
—No pero, es perfecto, ¿no? Milo y tú se la pasan juntos y pegados como lapas, será más fácil armar la química. — Aioria dijo.
A Camus le empezó a dar casi un tic en la ceja. No sabía si le turbaba más el que dijeran que se la pasaban "pegados como lapas", o que afirmara que tenían "química".
—Tú o Pisces pueden hacer de "Julián". — Cortó secamente, con el rostro tan severo que podría ser de hielo.
—¿Yo? Actúo muy mal. Y además tengo pánico escénico, me voy a congelar. — Mintió Aioria.
En realidad no lo sabía, nunca había intentado actuar.
Camus miró a Pisces con mirada fría.
—¿Qué? — Alzó una ceja Afrodita. —A mi no me mires, yo no quiero.
—¿No dijiste que podrías hacer de Julieta? — Camus casi sonó irónico. Casi. Estaba demasiado serio para saberlo.
—Eso fue antes de saber que este mal intento de badboy ochentero iba a ser Romeo. — Dijo Pisces, mirando a Milo con desdén, como si lo mirase desde arriba, como un ser inferior. —Prefiero raparme antes que actuar enamorado de este.
Bueno, mentía. Afrodita quería el papel de Julian o Romeo. Quería un protagónico donde pudiese explotar sus dotes actorales. Pero, a veces había que hacer sacrificios, ¿no?
Lo importante era el amor. El amor homosexual.
—No pienso hacerlo. — Siseó gélidamente, con el ceño muy fruncido. —Sacrificate tú y actúa con el badboy ochentero.
Desde un inicio no planeaba actuar. Aquello entraba en la lista de cosas que jamás haría. ¡Menos aún un papel principal! ¡Y menos aún actuar enamorado de Milo Scorpio! ¡Aquello sería...!
Sería tan vergonzoso que podría morir.
—¡Hey!— Se quejó Milo, frunciendole el ceño a Camus.
—Tienes que hacerlo, es una calificación.
—¿Y por qué yo?
—Julieta... bueno, Julián es italiano. — Señaló Afrodita chasqueando la lengua desinteresadamente.
—Soy francés. — Dijo, entredientes.
—¿No es lo mismo? — Se burló, en un tono frívolo.
—¿Cómo va a ser lo mismo? — Camus quería matarlo.
—Lo que sea, cariño, el papel te queda. — Afrodita señaló sin mirarle, mirándose en su espejo de mano para revisar sus cejas.
—Sinceramente, te veo más en ese papel que en cualquiera de los otros. — Concordó Aioria, cómplice de Afrodita en aquella misión de juntar a Milo y Camus en una obra romántica.
—Bueno... tienen razón, te queda. — dijo tímidamente Milo, apoyando la moción.
Camus lo miró como si lo hubiesen apuñalado. Milo le pidió perdón mentalmente.
—Traître. — Farfulló, mirándolo con odio frío como el hielo. ¡Él sabía que odiaba actuar, y aún así se les unía! —Toi aussi?... Espèce de salaud...C'est incroyable...
—Mierda, está molesto. — Milo hizo una mueca de miedo.
Cuando Camus se fastidiaba demasiado, comenzaba a hablar en francés, como si su cerebro perdiera la capacidad de pensar, traducir al griego en su mente, y luego hablar.
—Bien sûr que oui, quel genre de stupidité est-ce là? — Su ceño fruncido y sus ojos amatista lo atravesaron como cuchillas, aunque parecía más bien hablar consigo mismo.
—Joder, se puso a hablar en baguette. — Aioria abrió los ojos, algo intimidado. —Igual y puede estar invocando un demonio y no lo sabremos.
—Ya, ya, Cam, tranquilo, shh. —Milo acarició su cabeza con cuidado, ante la mirada impresionada de los presentes.
Camus le dio un manotazo.
—No me trates como a un gato. — Gruñó.
Bueno, al menos había vuelto a hablar en griego.
— No pienso hacerlo. — Camus declaró, con el ceño fruncido. —Ustedes están locos si piensan que yo voy a actuar.
— Sorpresa, cariño, estamos haciendo un trabajo que trata precisamente de eso. ¿Qué pensabas hacer? ¿Jugar al mudo? Porque eso ya lo haces en tu día a día. — Afrodita canturreó con desdén.
— Pensaba hacer cualquier cosa menos actuar. — Cortó seco, mirando fríamente a Pisces.
Dios, ¿tan difícil era que le dejasen a cargo del guión?
— Hay 6 personajes en las escenas. — Sopesó Aioria, cauto. Camus Aquarius seguía intimidándole un poco. — Somos cinco. Te tocaría actuar de todas maneras. E incluso así nos tocaría repetir a alguien.
—...
Milo apretó los labios. En eso Leo tenía razón; incluso Camus tenía que aceptarlo.
Cuando Milo miró de reojo a Aioria un segundo, este le guiño un ojo, confidente.
— ... — Camus, con los hombros rígidos, vaciló. — Denme el papel con menos líneas y listo. Asunto terminado.
Aunque no había personajes de Shakespeare que tuvieran pocas líneas, eso era seguro.
— Pero entonces no tendríamos a nadie para el papel de Julián.
—Háganlo ustedes. — Cortó, seco.
— Tú no quieres, nosotros tampoco queremos, cariño. — Afrodita suspiró dramático. — Estamos en una encrucijada.
—Rindámonos y digámosle al profesor que no pudimos ponernos de acuerdo y que simplemente nos repruebe. — Añadió Aioria, encogiéndose de hombros.
Milo admiró lo decididos que estaban en poner a Camus como Julián.
— Oigan, si se van a poner así, yo puedo ser Julieta y ya. — Shoko frunció el ceño. Afrodita, Aioria, e incluso Milo, la fulminaron con la mirada. — ...O quizás no. ¿Saben que? Mejor no...
—Es una calificación, Camus. — Dijo Milo, mirándolo a los ojos. — Piensalo de esa manera.
¡Maldita sea, no me mires así! Aquarius sufrió internamente.
Encima que usaba en su contra lo que más le importaba; sus notas.
— ...
—Piensa que solo será frente a la clase... — Milo siguió.
— ...
— Y la mayoría de tus escenas serían conmigo. — Dijo. — Te será más fácil.
Camus apretó los labios lo suficiente hasta que estos se tornaron blancos. Sopesó sus opciones. Vaciló.
— ... — Insultó a todos en su mente. Finalmente, cedió ante la presión grupal. —... Bien... Lo puedo intentar. — Farfulló.
Acababa de tirar toda su dignidad y orgullo a la basura (o al menos así lo sentía Camus) Toda.
Genial. Ahora no solo tenía que actuar, si no que también, hacer de tonto enamorado de Milo, y Milo tendría que hacer de tonto enamorado suyo.
Genial.
Notese su sarcasmo.
— ¡Al fin! — Celebró Aioria, como una victoria.
Afrodita sonrió con su perfecta sonrisa; una sonrisa elegante e inteligente, como si se esperase ese resultado desde un inicio. Milo apenas y contuvo su propia felicidad al respecto. Shoko no entendía nada, pero era bueno que al fin se decidieran.
¿Y Camus? Bueno, él se quería morir, pero eso es secundario.
Mientras un emocionado Milo y un fastidiado Camus leyeron y releyeron sus líneas, el resto se disputó los otros personajes. Afrodita se adjudicó el papel del Fray Lorenzo, debido a que era un papel con muchas líneas en aquel acto, así que según él, podría destacar por encima de todos sin tener un protagónico. Aioria cedió ante el papel de Benvolio, el amable primo de Romeo que solo trataba de cuidar a este y desear lo mejor para él. Shoko, por su parte, no tuvo molestia en interpretar a Mercucio, el bromista amigo de Romeo que le gustaba jugar con su paciencia. Aioria había dicho que si le molestaba interpretar un personaje masculino, podían cambiarle el género, pero Shoko no le dio importancia al asunto, asegurando que le daba igual. También, a falta de personas, Shoko tuvo el papel de nodriza, ya que Mercucio tenía pocas líneas.
Luego comenzaron a ensayar. Necesitaban más copias del texto para estar leyéndolas. Milo por fortuna tenía una (terriblemente desgastada, pero servía), mientras Aioria sugirió que el resto podía leer el PDF de Romeo y Julieta en el celular.
La primera escena contenía a Romeo (Milo) escabulléndose al jardín de la familia Capuleto para ver a su amado Julián (Camus), mientras sus amigos Mercucio y Benvolio (Aioria y Shoko) debatían si debían hacer algo al respecto o no.
Los tres ensayaron la escena poniéndose de pie y leyendo por encima sus diálogos. Aioria era expresivo, así que lo hacía bien a pesar de no saberse los diálogos y fallar a leerlo de vez en cuando. Shoko seguía igual de rígida, pero parecía acomodarle más ese papel que el de la enamorada Julieta.
Camus maldijo todo, porque aquella escena era demasiado corta para su gusto, y a la siguiente le tocaba a él.
Mierda, ¿por qué la escena de Romeo y Julieta... o bueno, Julián, tenía que ser tan larga...?
—Julián, te toca. — dijo Afrodita con cierta burla cuando los tres chicos habían finalizado su escena.
Camus se puso de pie con un suspiro largo y cansado, mientras Shoko, Aioria y Afrodita se acomodaban para ver el muy curioso espectáculo que sería ver al frío y parco Camus actuar por primera vez.
Vamos, que se habían apostado para verle humillarse. O así lo veía Aquarius.
—Se supone que en esta escena Julián debería estar en un balcón, a metros de Romeo. — Dijo Afrodita. Camus sintió cierto alivio, porque no tendría que actuar frente a frente a Milo. — Pero... no tenemos balcón, y eso de la distancia me parece algo anticuado. Se supone que están en un diálogo apasionado, deberían estar más cerca y tener algo de contacto, ¿no? — Canturreó campante.
Camus casi lo asesinó con la mirada.
— Bueno, si no tenemos balcón, tenemos que acomodar la escena. Estoy de acuerdo. — Aioria concordó, guiñándole un ojo a ambos.
— Por supuesto, siempre tengo buenas ideas, darling.
Los odio a todos. Camus pensó. Como los odio.
Con un suspiro, se acercó a Milo, quien lo miró un poco tímido. Camus apretó los labios.
—Acabemos con esto rápido. — Fue lo que dijo Aquarius, cortante.
—Empiecen. Acto dos, escena dos. Entra Romeo al jardín de Julieta... Digo, Julián, juju~ — Anunció Afrodita.
Camus tomó aire, algo estresado. Milo por su parte se preparó mentalmente para hacer su mejor actuación de Romeo, el joven enamorado.
Lo cual, teniendo a Camus en frente, no era demasiado difícil.
— ... ¡Pero calla! ¿Qué luz brota de este jardín? — Milo inquirió teatralmente, cambiando un poco la línea sobre la marcha. Miró directamente a Camus a los ojos, y este desvió la mirada al instante.
Tenía la férrea sensación de que, si miraba directamente a Milo, iba a quemarse.
>> —¡Es el Oriente, Julián es el sol!. Alza, bella lumbrera y mata a la envidiosa luna, ya enferma y pálida de dolor. Porque tú, su sacerdote, la excedes mucho en belleza. — Enunció. Se llevó suavemente su mano al pecho e inclinó su rostro un poco sobre el de Camus, apenas un grado, como si en cualquier momento fuese a caer a sus pies. Camus se puso levemente rojo. No fue capaz de mirarlo. En ese momento, más le pareció a Aquarius que el sol era Romeo, y no Julián, como este afirmaba. — No la sirvas pues, que está celosa... Su verde descolorida librea de vestal, la cargan sólo los tontos; despójate de ella... Bien temerario soy, no es a mí a quien se dirige. Dos de las más brillantes estrellas del cielo, teniendo algo para ausentarse, piden encarecidamente a sus ojos que rutilan en sus esferas hasta que ellas retomen. ¡Ah...! — Pausó, en un suspiro enamorado, casi doloroso. — ¿Si sus ojos se hallaran en el cielo y en su rostro las estrellas? El brillo de sus mejillas haría palidecer a éstas últimas, como la luz del sol a una lámpara. Sus ojos, desde la bóveda celeste, a través de las aéreas regiones, tal resplandor arrojarían, que los pájaros se pondrían a cantar, creyendo día la noche.
—Vaya, el pobre desgraciado es bueno. — Susurró Afrodita por lo bajo.
Camus vaciló. Se puso rojo antes de siquiera decir nada. Frunció el ceño.
—¿Ay de mí? — Aquarius dijo en tono dudoso. En realidad debería haber exclamado, ¡Ay de mí!, pero, con su rostro escéptico, sonó más bien a pregunta.
Aioria soltó una risa bajita. Ay Dios...
—¡Habla! ¡Oh! ¡Prosigue hablando, ángel resplandeciente! Pues al alzar, para verte, la mirada, tan radioso me apareces, como un celeste y alado mensajero a la atónita vista de los mortales, que, con ojos elevados al Cielo, se inclinan hacia atrás para contemplarme, cuando a trechos franquea el curso de las perezosas nubes y boga en el seno del ambiente.
—Oh... Romeo, Romeo, ¿Por qué eres Romeo? — Dijo Camus, con tono plano y frío..
... Joder, era inexpresivo como una piedra.
No, la piedra era más expresiva.
—Ponle emoción bonito, ¡el chico se está muriendo de amor por ti, por el amor de Dios! ¡Necesitas pasión! — Afrodita se quejó, chasqueando la lengua indignado.
—No me pidan tanto. — Respondió seco, frunciendo el ceño. —Ya es suficiente que esté aquí parado.
Y deberían agradecerle su buena disposición.
—Camus, tienes que mirarme. — Milo dijo, interrumpiendo la escena —Mírame y sólo centra tu atención acá. Yo te ayudaré con el resto...
... ¿¡Por qué le gustaba pedirle imposibles...!?
De alguna forma, en esa situación, resultaba mortificante mirar a Milo a sus ojos azules. Sentía que lo absorbería. O se quemaría vivo. O algo terrible pasaría.
Pero nada pasó. Lo miró a los ojos, que le devolvían la mirada intensamente, y lo único terrible que pasó fue que su corazón latió más vivo que hace unos segundos, bombeando con más fuerza, tembloroso.
Tragó saliva y mantuvo su expresión impertérrita.
—Renuncia a tu padre, abjura tu nombre; o, si no quieres esto, jura solamente... amarme, y ceso de ser un Capuleto. — Aquarius dijo, trabándose en el "amar", como si fuese algo impronunciable. Tomó aire, avergonzado por todo, sintiendo que ya no podía humillarse más. Los ojos azules de Milo le estaban comiendo el alma. —Solo tu nombre es mi enemigo... Mi bien, abandona este nombre, que no forma parte de ti mismo, y toma todo lo mío en cambio de él.
¿¡Por qué todo era tan ridículo!? ¿¡Por qué Milo lo miraba tan...tan...!? ¡Ugh!
Camus, en su interior, iba a explotar.
Maldito seas, Shakespeare.
El resto siguió observando la escena. Camus seguía sonando frío e inexpresivo, incluso severo con su ceño fruncido, pero al menos, el que se estuviesen mirando tan íntimamente, le daba un plus.
—Te cojo por la palabra. Llámame tan sólo tu amante y recibiré un segundo bautismo. — Milo, osado e inspirado, tomó la mano de Camus entre las suyas. —... De aquí en adelante no seré más Romeo.
¡Eso no estaba dentro de la obra!
Como tocado como un rayo, Camus apartó su mano, sintiendo su cara arder. Suponía que para seguir la escena debería haberla dejado, pero reaccionó antes de siquiera pensarlo.
—¿Q...quién eres tú, que así, encubierto por la noche, de tal modo vienes a dar con mi secreto? — Dijo "Julián", con las cejas fruncidas por la impresión.
—No sé qué nombre darme para decirte quien soy. Mi nombre, santo querido, me es odioso, porque es un contrario tuyo. — Milo volvió a tomar su mano entre las suyas, como si le implorara. Miró a Camus como si estuviera dispuesto a someterse a cualquiera de sus peticiones, a subyugarse por amor. Camus tragó saliva otra vez, absorbido por su mirada intensa. —Si escrito lo tuviera... Haría pedazos lo escrito.
Esta vez, Camus no fue capaz de apartar su mano, usualmente fría, pero cálida entre las de Milo. Sentía el calor agolpado en el rostro, pero aún así, no quitó su expresión severa. Era lo único que le quedaba. Su ceño fruncido y su boca seria.
—Mis oídos no han escuchado aún cien palabras pronunciadas por esta voz y, sin embargo, reconozco el metal de ella... — Dijo, con rostro obtuso. —¿No eres tú Romeo? ¿Un Montagüe?
Milo suspiró. Un suspiro largo y profundo, y uno de sus pulgares acarició el dorso de su mano. A Camus se le puso la piel de gallina, de punta a punta.
—Ni uno ni otro, santo encantador, si ambos te son odiosos. — Dijo, atrayendo la mano de Camus hacia su pecho.
Y ahí estaba, esa mirada como el fuego, que quemaba todas sus células. Era buen actor. Milo le miraba con sus bonitos ojos azules prístinos, como si realmente estuviese dispuesto a hacer todo por él, como si realmente estuviese enamorado.
Traicionero, el corazón de Aquarius martilleó en su pecho ante su mirada. Abrumador. Por un instante, solo fue capaz de escuchar sus propios latidos, estridentes, como una alarma de emergencia en sus oídos, en vez de su propia voz.
Quiso apartar su mirada, rehuir, pero como temía, fue imposible.
Milo Scorpio lo había absorbido por completo.
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N/A:
YOU'RE THE ONE THAT I WANT YOU'RE THE ONE THAT I WANT, UH UH UUUH
Milo es re fan de Grease, se sabe todas las canciones y canta Hopelessly Devoted To You pensando en Camus, change my mind
a veces ni yo me creo las homosexualidades que escribo, en serio
EL CAMILO ACTUANDO ROMEO Y JULIETASAKJDJNAKJDNKJAD O BUENO JULIÁN, QUE RISA POBRE CAMUS BASTA PQ LO HAGO SUFRIR TANTO
ahora yo creo qe entienden porque me demoré con la actu, este cap es igual de largo que la cita y encima tuve que leerme Romeo y Julieta para escribir este y el otro que viene
POR CIERTO, NO ME GUSTA SHAKESPEARE soy igual que Camus, dvd que todo su melodrama no me gusta, fue terrible leerlo pero bno, todo sea por los gays !! y por hacer a Camus paniquearse
CAMUS GAY PANIC !!! CAMUS GAY PANIC !!! tenía que dibujarlo, es que $)="(%)("$)%#/
le re gusta Milo, se hace nomás
(Actualización 2/4)
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