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Capítulo 10: Cosas simples, sentimientos complicados.


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Camus pocas veces admitiría que estaba cansado, aunque realmente se estuviera muriendo.

Era admirable su capacidad de hacer cosas sin perder su eficacia. Motivación no, porque nunca se sentía especialmente motivado ni desmotivado por nada en específico. Pero sí, siempre estaba activo haciendo cosas, y era increíblemente competente en hacer multitareas.

Pero, incluso él podía cansarse. Y aunque jamás lo demostraría en ninguna de sus facciones de su muy-seria-cara, aquel era un día de aquellos en donde incluso Camus podía sentir su propio agotamiento acumulado en cada músculo.

Aquellas dos semanas habían sido algo (muy) caóticas y destructivas para él. Había tenido que coordinar diversas reuniones del consejo estudiantil, junto a la organización de varias actividades que tenían la responsabilidad de planificar, además de la semana de exámenes finales para la que había tenido que estudiar y encima, sobrevivir sacando las mejores notas posibles.

Porque sumándole todo eso, Camus, quién era un perfeccionista casi compulsivo, buscaba la perfección como si fuese su combustible... y buscaba siempre las notas perfectas, como si ese fuese su único deseo. Y es que, realmente, Camus no tenía una concepción ni mala ni buena de sí mismo, sino más bien, neutral; pero, al igual que todos los humanos, tenía un ego. Y aunque no era uno demasiado grande ni llamativo, si se sustentaba en una casi única cosa; sus notas, su excelencia académica. Así que Camus se esforzaba por las notas perfectas. Nada menos que eso era aceptable. Ni una décima menos siquiera. Por supuesto que no.

Y para eso, obviamente, había requerido de días de estudios bastante... intensos. Como siempre aspiraba alto, y eran los exámenes finales, para asegurarse la nota más alta posible en todos, Camus, como siempre, se había matado estudiando. Más que nada, para sentirse seguro con que le iría nada menos que excelente.

Y luego, claro, estaba la presión de rendir los finales para los que tanto se había preparado, los cuales estaban repartidos durante toda la semana, para más estrés estudiantil. Sumándole a todo aquello las responsabilidades en aumento del consejo estudiantil, ya que se venía la temporada de eventos que había que organizar.

Y para rematarla, eran esas épocas del año donde Saga, el presidente, se ausentaba bastante, lo que le dejaba más cosas que hacer a los miembros restantes. Y considerando que Camus ya tenía dos cargos a su nombre...

En fin, que era demasiado. Incluso para Aquarius.

Y aquella maratón de estudio sin parar ni un día, avalancha de exámenes finales, responsabilidades por todos lados y pendientes, habían derivado en varios días de poco sueño, estrés, mucho café en el cuerpo y un estado de cansancio en crescendo en general para Aquarius.

Y ahora, que el caos principal había pasado (aquel día había rendido el último final, así que, tanto exámenes, como estudios habían acabado), podía sentir como todos aquellos días de no parar ni un segundo, no dormir, vivir a base de cafeína y estresarse, le habían pasado la cuenta.

Pero claro, jamás iba a demostrarlo. Conservaba su expresión glacial, su postura siempre recta y su actitud apática donde siempre. Si perdía eso, entonces ahí era definitivamente el fin del mundo.

Solo rezaba para que el día acabara pronto, para llegar a su casa a morir tranquilo.

Aunque claro, dudaba mucho que lo hiciese. Era la hora de almuerzo, y a pesar de que se supone que tendría que estar comiendo algo, sus responsabilidades nunca acababan. En aquel momento estaba en la sala del consejo estudiantil junto a Shura Capricorn; habían decidido que, como eran solo 2 personas debido a la ausencia de Saga, y tenían que organizar varias cosas, se tomarían también la hora del almuerzo para aquello, aparte de las reuniones después de clase.

No es que ambos estuviesen demasiado feliz con ello, pero tampoco parecía importarles demasiado.

Y si bien, Camus no era muy fan de tener que compartir su tiempo con alguien más (con muy, muy escasas excepciones), al menos agradecía que fuese Shura y no otra persona. No se llevaban ni bien ni mal. Simplemente, los dos eran cerrados, no hablaban mucho, se centraban en lo suyo y terminaban las cosas rápido. Lo cual era perfecto para Camus.

Su relación parecía resumirse en Shura preguntandole o pidiendole algo, y Camus respondiendo a todo con asentimientos de cabeza y sus "mhm, hmh".

—Aquarius, ¿tienes un lápiz?

—Mhm. — Camus asentía sin siquiera mirarlo.

—Aquarius, ¿tienes el presupuesto?

—Mhm. — Otro asentimiento de cabeza.

—Aquarius, ¿conseguiste el permiso?

—Mhm.

—Aquarius, ¿hablaste con el profesor de matemáticas?

—Mhm.

Y así se pasaban la hora, haciendo lo suyo en silencio. Aunque a decir verdad, incluso para Shura Capricorn, que era bastante serio, Camus estaba a un nivel totalmente distinto. Incluso él, sentía a veces la necesidad de socializar con el chico. Pero sacarle palabras era una tarea difícil. Hacer una conversación, directamente imposible.

Y aquel día no era muy distinto a los anteriores.

—¿Tienes noticias de Saga? — preguntó Shura con su habitual tono serio, buscando romper el silencio, que incluso para él era un poco incómodo.

Como era acostumbrado, Camus ni siquiera levantó la vista en su dirección cuando negó con la cabeza.

Shura suspiró. Ese fue su intento. A seguir con lo suyo.

Camus, por su lado, estaba analizando las tareas pendientes que le quedaban junto a los plazos... Pero sinceramente, era la primera vez que desearía estar haciendo cualquier cosa menos esa. Dormir, por ejemplo. Y es que, ni siquiera era una persona demasiado dormilona. Pero luego de varios días durmiendo un par de horas y consumiendo una insana cantidad de café para funcionar, cualquiera querría dormir.

Y eso estaba arruinando un poco su concentración y rendimiento. Era difícil ponerle atención a lo que hacía, porque, en realidad, se sentía físicamente agotado.

Esa semana había sido una sin parar, de ir y venir para Camus, e incluso en sus escasos minutos de sueño, estaba seguro de que había soñado con los exámenes y las reuniones. De hecho, aquella semana, ni siquiera había visto mucho a Milo por lo ocupado que estaba, lo cual se había convertido en toda una rareza, porque, en realidad, se había acostumbrado a que Scorpio estuviese cerca, pegado a él a cada paso que diera. Y ya, finalizando aquella temporada caótica, acababa de caer en cuenta de lo poco que se habían hablado debido a que Camus no paraba de hacer cosas.

Y si bien, Camus no era hablador, había llegado un punto donde no tener a Milo revoloteando a su alrededor con sus estupideces (o al menos, no tan seguido) le parecía extraño. 

Después de todo, era, hasta la fecha, la persona que más se le había acercado. Y la persona con la que más hablaba, para su propia sorpresa. Pasadas las semanas, habituarse a su presencia era inevitable. Y no diría que la extrañaba, ni mucho menos, claro que no, solo que la costumbre...

Bueno, quizás, se había permitido sin querer extrañarlo un poco, muy poquito...

Tenía que admitir que de alguna forma... su presencia le distraía y relajaba un poco. Sobre todo esa semana tan llena de cosas que hacer, los pocos ratos libres en los que había estado con Milo, había sido como soltar algo pesado de sus hombros. Su sonrisa podía tener un efecto confusamente tranquilizador.

Pero jamás lo admitiría en voz alta. Ya le costaba admitirlo a sí mismo un montón, como si estuviese a punta de pistola. Menos a Milo. Si le decía eso, él era capaz de no dejarlo en paz hasta el fin de sus días.

Camus, cansado, y con la mente agotada también, apoyó su mentón en su mano y se dedicó a mirar por la ventana de la sala que ocupaba el centro de alumnos, sin percatarse que se estaba distrayendo. 

Era la hora del almuerzo, por lo que no había mucha gente en la sección de patio a la que daba esa ventana. La mayoría estaba en el comedor, salvo algunos regados por ahí en el pasto, o bajo los árboles, a escasos metros de la vista de Camus.

Era relativamente fácil e instantáneo identificar a Milo entre esas personas. Después de todo, Milo Scorpio siempre parecía destacar en donde sea que estuviese. Era como una presencia imposible de obviar.

Como siempre, en opinión de Camus, el uniforme de Milo parecía estar todo mal puesto, con la camisa medio arrugada, los dos botones superiores abiertos y las mangas subidas hasta los codos. Scorpio estaba sentado bajo uno de los escuálidos árboles de la área verde, con la espalda apoyada en el tronco. Tenía los ojos cerrados, como si estuviera durmiendo, y lucía...¿pacífico?

Aquella era una vista que sin querer, lo distrajo. Silenciosamente observó por la ventana al chico. Efectivamente, su cara, estúpidamente bonita, se veía relajada y serena. Camus no tenía muchas oportunidades de ver una expresión así en Milo. La mayor parte del tiempo, tenía en su boca curvada y ojos afilados y brillantes, una expresión siempre activa y alerta.

Verlo tranquilo era algo similar a un milagro, como observar una pintura frente a sus ojos.

Incluso aunque había más gente a la que observar por la ventana, Camus no podría haber observado a nadie más.

De repente, Milo abrió los ojos, como si notara que alguien lo estaba mirando.

Y entonces, así como así, Milo Scorpio lo estaba mirando también. Se miraron un incómodo segundo, a metros de distancia, una sala y una ventana de por medio, antes de que Milo le guiñara un ojo a forma de saludo, y Camus desviara su mirada de inmediato, como electrizado, como alcanzado por un rayo. Crispado como un gato.

Se quedó unos segundos rígido, observando los papeles en su mano. De pronto se sintió como si lo acabaran de descubrir haciendo algo indebido (aunque, no estaba haciendo nada malo), y se obligó a volver en sí, reprendiendose y forzandose a no-volver-a-mirar-por-esa-maldita-ventana.

Pero mierda, el destino era también maldito. Porque de alguna forma, se capturó a sí mismo desviando la mirada a la ventana otra vez, de reojo, como quien no quiere la cosa.

¡Totalmente sin querer! A veces, Camus realmente odiaba la inutilidad de su cerebro para captar órdenes.

Pero era extraño, porque Aquarius estaba seguro que antes su cerebro solía obedecerlo al pie de la letra. Eso, al menos, antes de que ocurriera la gran catástrofe, y Milo apareciera hablando algo acerca de un maldito beso y luego lo siguiera a todos lados como una lapa.

Se volvió a recriminar. Mierda, Camus Aquarius, golpeate la cabeza y vuelve en ti.

Porque, el ahora, especie de concurso, jugueteo, o lo que sea que fuera eso de miradas que se estaba llevando a cabo, totalmente sin que él lo quisiera en primer lugar, era algo totalmente fuera de su persona. Pero como un imán, de alguna forma seguía volteando sus ojos.

Era, casi un fenómeno fantástico, digno de una novela o historia sumamente cursi y cliché. Camus se quedaba silenciosos segundos, imperturbable, observando a Milo Scorpio a la distancia, totalmente distraído. Luego, cuando desviaba la mirada para "ocuparse de sus asuntos", era Milo Scorpio quien le miraba de vuelta, indiscretamente. Y veces, cuando Camus volteaba su vista a mirarle, Milo ya lo estaba mirando de antemano, o viceversa, y todo se volvía vergonzoso, confuso, y sumamente extraño, obligando al afectado e indignado Camus a volver la vista con vergüenza hacia otro lado, e insultarse en su mente en un francés nada halagador de su parte.

Y obviamente, todas las veces que eso ocurría, Camus Aquarius intentaba vagamente centrarse y volver a la programación del Camus de siempre. Sin éxito, claro está.

Y es que en el engranaje de la maquinaria perfecta, ya había entrado sin querer el intruso, sin que el dueño se diera cuenta.

—...Aquarius.

—...

—Aquarius.

—...

—Aquarius.

—...

—¡Camus! — Shura finalmente alzó levemente la voz, al ver que el mencionado no reaccionaba.

Camus de repente pareció despertar, y se puso tenso, con su habitual postura recta y elegante puesta en sus hombros. Volteó la vista de la ventana hacia Shura de forma inexpresiva. Su cara era la cara glacial que Shura se había acostumbrado a ver todos los días.

Uhm... pero lucía algo más rígido de lo normal. 

—¿Mhm?

—¿Por qué estás tan distraído...? Estoy llamandote hace rato. — Capricorn alzó una ceja, un poco curioso.

Camus ni se inmutó. Lo miró apenas un segundo, antes de soltar con tono monótono;

—¿Qué necesitas? — Con desinterés y simpleza de vuelta.

... ¡Había desviado la pregunta!

Está bien, no eran cercanos, no hablaban de cosas ni remotamente personales. Es más, ni siquiera se podía decir que hablaran. Pero evadir una pregunta que no tenía nada de rara era... Bueno...Demasiado incriminatorio...

Shura Capricorn, era un chico bastante serio para su edad. No tenía muchos amigos (como mucho, 2 o 3), era inteligente, tranquilo, no se metía donde no debía, bastante perceptivo y buen oyente, más que buen conversador. Pero aún así, y aunque parecía estar cortado con el mismo tipo de molde que Camus, Shura estaba seguro de que Aquarius había sido cortado con un molde mucho más grande que él.

De hecho, Capricorn era notablemente más abierto, sociable y menos severo que Camus. Y sobre todo, tenía una característica que lo distinguía sobre la frialdad de Aquarius; y eso era que, al igual que muchos, era un chismoso de primera.

No era del tipo que chismeaba con amigos o se sumaba a los chismes circundando por ahí; más bien, Shura disfrutaba ser un silencioso espectador de historias que se armaban por ahí, frente a sus ojos. Probablemente se relacionaba estrechamente con su secreto-no-tan-secreto fanatismo por el anime y los mangas; espectar historias y dramas ajenos.

¿Quizás había encontrado algo que espectar en la vida de Camus Aquarius?

Que entretenido. La idea le hizo sentirse interesado de inmediato.

—Te iba a pedir que le mandaras un correo a Saga, pero te veo tan distraído que me preocupas. ¿Estás bien? — Preguntó con naturalidad, pero ocultando una sonrisa en su corazón.

¡Pregunta directa, no podía evadirla!

Camus sabía que él distrayéndose por estupideces era algo raro. Inventó una excusa rápido.

—Estaba mirando el paisaje un momento. — Le quitó importancia. Ni la punta de su ceja se movió, pero, incluso cuando su expresión era la misma, sin querer desvió nuevamente la mirada hacia el "paisaje" un segundo.

Shura, genuinamente curioso, se inclinó levemente en su asiento. Entonces, de pronto, como si en su alma llena de múltiples historias ya vistas en múltiples mangas, se encajara todo, se dio cuenta de que tenía realmente distraído a Aquarius.

El paisaje en la ventana tenía nombre, apellido, y ojos bonitos.

De pronto, no pudo contener una burla.

—Ah, sí... el "paisaje" te está mirando también. — Dijo, aguantando una risa seca mientras levantaba la mano para saludar a la distancia a Milo Scorpio.

¡Qué sorpresa! Estaba aún más curioso e interesado, como si hubiese encontrado una mina de oro.

Al escuchar el comentario, de pronto Camus lo miró como si hubiese asesinado a su familia delante de él, o algo así. Sus hombros se tensaron, frunció el ceño y sus ojos expresaron una mezcla entre vergüenza e indignación a partes iguales.

...

Y Shura casi no lo podía creer.

¡Bingo! ¡Lotería! El vicepresidente finalmente había visto a Camus hacer otra expresión que no fuera su cara de póker. Si ese mismo día hubiera un terremoto en Grecia a causa de eso, moriría satisfecho, al menos.

—No sé qué me estás queriendo decir. — Soltó Camus en tono seco.

—Solo digo que tu "paisaje" te tiene muy entretenido. — Shura reprimió una sonrisa, para no perder su fachada de tipo tranquilo y serio.

—¡!

Camus, quién no había tardado en recuperar su compostura perdida, volvió a perderla de nuevo ante ese otro comentario. Miró a Shura con evidente odio mientras la vergüenza le teñía hasta las orejas.

¡Camus sonrojado, premio doble, premio doble señores! Shura celebró en su alma.

Oh Dios, Milo Scorpio merecía algo similar a un altar por lograr que Camus ponga tal cara.

Si Shura lo pensaba...era una fórmula ganadora infalible, digna de un manga shoujo. El tipo serio, inalcanzable y frío como un iceberg que no hablaba ni toleraba a nadie, pero que veía rota su coraza por una chica (...) confiada y extrovertida, logrando que el ahora frío chico, solo tuviese un espacio en su cerrado corazón para ella.

Bueno...tachemos lo de chica, porque obviamente Milo distaba mucho de ser una chica. Entonces, era la misma fórmula ganadora, pero convertida en un BL* ¡Un chico confiado y extrovertido, irrumpiendo la mente del chico que no aceptaba a nadie en su vida! ¡Éxito con el público garantizado! ¡99 capítulos asegurados! 

Había leído muchas veces cosas así, pero ahora lo veía de primera mano, se le hacía más interesante; sobre todo porque conocía hasta donde podía llegar la frialdad de Acuario, lo que lo hacía aún más impresionante. Asintió mentalmente, como si aprobara a Milo y lo respetase.

Y es que Dios, hasta ese momento, dudaba siquiera que Camus supiese mover los músculos de su cara.

Ah...quién diría, quién sospecharía, que hasta hace unos momentos esos dos estaban compartiendo miradas como si fueran dos preadolescentes de secundaria...

O bueno, al menos así lo veía Shura. Si Camus supiera esa interpretación, tendría muchas objeciones nada simpáticas al respecto. Incluso Milo las tendría.

—Repito, que no sé qué me estás queriendo decir. Preocúpate de lo tuyo, yo de lo mío. — Dijo Camus con frialdad recuperada en su cara y tono.

Shura tenía el impulso de molestarlo un poco más, pero ni siquiera eran cercanos. Y viendo a Camus, este sería capaz de asesinarlo allí mismo. No tentaría demasiado su suerte.

—Está bien, solo decía... — Le quitó importancia. Luego, solo para agregar algo más, dijo; — Aquarius, trata de eh... no distraerte tanto. Recuerda que en estas fechas tenemos varias cosas que hacer, y faltando Saga...

—Lo sé. — Cortó de inmediato Aquarius, seco en su mirada —No se va a volver a repetir.

...

¿¡Como que no se iba a volver a repetir!? ¿¡Y por qué lo decía como si hiciese un juramento!?

¡Demonios, no lo decía tan en serio! ¡Lo había dicho por decir algo y no salir de su carácter responsable y serio! Después de todo, ¿Quién mierda era él para decirle, "no te distraigas" tan descaradamente? ¡Si el mismo, cuando ni Saga ni Camus se daban cuenta, leía mangas en la computadora mientras fingía mandar un par de correos!

Mierda, en realidad, Shura sería feliz dejando que Camus, el rígido Camus se distraiga todo lo que quiera con el chico sentado bajo el árbol. Había sido una elección de palabras muy mal hecha. ¿Por qué Camus tenía que ser tan... recto? ¡Mira que dejar ir a la única distracción que has tenido en tus 17 años de vida de responsabilidades solo porque él se lo decía!

Shura repensó todo. En realidad, era bastante curioso, como en realidad nadie conocía a Shura Capricorn como tal. Por fuera, era un chico de semblante serio, tranquilo, silencioso y algo taciturno. Pero por dentro, realmente, su mente siempre iba a mil por hora con diversas cosas totalmente fuera de lugar con su carácter externo.

De pronto, como iluminado se le ocurrió algo. Cerró el computador con un poco de fuerza para llamar la atención de Camus.

—Hemos estado ocupados en nuestros descansos todos estos días, ¿no crees que deberíamos tomarnos lo que queda de este, y no sé, almorzar, por lo menos? — propuso Shura.

—No.

¡Rechazado sin siquiera pensarlo 1 segundo!

—¿No? ¿Estás seguro? Hemos avanzado mucho esta semana y es viernes... — Argumentó Shura, acomodándose los lentes, sin cambiar su expresión seria.

—¿Y?

—Creo que podríamos tomarnos aunque sea hoy — Pausó.

Los ojos amatistas de Aquarius lo miraban interrogantes. Seriamente algo raro tenía ese chico en los ojos, porque, parecía que te ponía un cuchillo en el cuello cada que te miraba.

—Aún queda mucho por hacer. — Descartó de inmediato Camus.

—Sí, quedan un par de cosas, pero nos hemos llevado todo el trabajo ésta semana. Saga bien podría hacer algo, ¿no? Podemos mandarle las cosas al correo, al menos algunas, y podríamos tomarnos libre.

—Está de licencia. — Puntualizó escéptico Camus.

Shura no se inmutó. —Sí, pero tú y yo sabemos que...

Quedó la frase en el aire, y Camus pareció pensarlo un segundo. Normalmente, su estricto sentido de la responsabilidad le habría hecho no aceptar; pero incluso Camus, podía flaquear estando tan cansado y agotado esos días.

Si no se quedaba dormido sentado, era porque su voluntad y Dios eran enormes.

—...Bien. — Fue lo único que dijo, suspirando y ordenando los papeles en su mano pulcramente.

¡Había aceptado!

Shura sintió que le había compensado rápida e inteligentemente a Milo Scorpio el haberle, sin querer, quitado las pequeñas "distracciones" de Camus.

Si, nunca había hablado con Milo, pero ya le tenía un respeto bastante merecido.

Camus ordenó un poco el lugar y se fue sin decir nada. Shura, se quedó un poco más en la sala, solo para ser testigo en la ventana de como Camus Aquarius se dirigía hacia Milo Scorpio en el árbol, y Milo lo recibía con una sonrisa amplia.

Lo sabía.

Shura había apostado, mentalmente, que Camus al salir y tener un rato libre, iría directamente con Milo.

Y había ganado la apuesta.



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Era la primera vez que Camus buscaba a Milo, y no al revés.

Podría ser un hecho totalmente trivial, pero para Milo, era algo importante, por lo que no había podido evitar sonreírle ampliamente al verle llegar voluntariamente con él, sin que tuviese que decir nada. Y es que, siempre era Scorpio quien iba detrás de Camus a todas partes, pero Aquarius nunca parecía dar indicios de lo mismo; ahora, repentinamente, había decidido buscarlo él, y el corazón de Milo latió emocionado.

En realidad, Camus siempre le alegraba el día a Milo. Era curioso, porque Aquarius realmente no hacía nada para alegrarle, claro está; pero cada vez que lo veía, sentía su corazón despejado; claro, vibrante, y feliz, en su pecho. Y es que, a Milo, Camus le daba una ternura difícil de explicar y entender para otras personas.

Entonces, no era de extrañar su sonrisa, por partida doble.

Solo con su afán habitual de molestarlo y fastidiarlo, dijo, a modo de saludo;

— ¡Camus! ¿Qué hace mi chico favorito aquí? ¿No tenías cosas que hacer?

Aquarius, que iba a sentarse a su lado, se detuvo en seco y le miró inmediatamente con el ceño fruncido, congelado por la forma melosa en que le había dicho "mi chico favorito". Arrugó más el entrecejo, y Scorpio sabía que se iba a venir una queja de su parte. 

Milo sonrió de antemano; Dios como amaba sus quejas, y siempre sabía qué decir o hacer para molestarlo.

—No me digas así.

—¿Así como?

—...Así. — Incapaz de repetirlo, Camus lo miró con odio.

—Bueno, entonces, ¿qué hace mi chico-no-favorito aquí?

—...

Camus entonces lo miró como si se arrepintiera de todo. Incluso de haberle mirado alguna vez.

—Olvidalo. — Cortó en seco, algo avergonzado. — Me voy.

Camus se giró hacia el otro lado, y pareció comenzar a caminar, seguro de que Milo no podía ser más irritante y que había sido todo una mala, terrible idea, antes de que Scorpio le tomara la mano desde su posición de sentado, impidiéndole irse.

—¡No, no, espera! Perdón, perdón, solo estaba jugando...estaba feliz de verte, eso es todo. — Soltó, asustado de haberlo arruinado.

Maldita sea su compulsión por provocar que la gente se enojara, sobre todo a Camus. ¡No era su culpa que fuese tan entretenido!

—¿Feliz? — Interrogó Aquarius extrañado, volteando nuevamente y observando su mano tomando la suya y los ojos azules de Milo mirarle desde abajo.

Parecían brillar. Sus ojos siempre parecían siempre brillar con algo pequeño pero muy vivo. Como un fuego atrapado en sus pupilas. Como si pudiese quemarte. Tenía lindos ojos.

Milo asintió enérgicamente.

—Siéntate — Le pidió Scorpio, y tirando levemente de su mano, hizo que Camus se sentara a su lado, compartiendo la sombra del árbol. Hacía sol en Grecia, pero en general, era un día agradable; no hacía demasiado calor tampoco.

Ambos se sentaron apoyando la espalda en el tronco del árbol. Milo, poco común, no dijo nada. Se limitó en habitar en silencio a lado de Camus, como si temiese que cualquier cosa que pudiese decir hiciera que Aquarius se fuera, como si fuese un pájaro al que temiera asustar (o en este caso, enojar).

Aquarius, al inicio, se sentó algo rígido a su lado, como si no pudiese del todo entender qué hacía ahí. Pero pronto se relajó un poco, volviéndose su pose un poco menos tensa con el pasar de los minutos.

Durante un rato, hubo un silencio cómodo. El aire era tibio y olía a pasto recién cortado. Ninguno de los dos dijo nada por un rato, y de alguna forma, estaba bien así. Estaba perfectamente bien así. Como si no pudiese ser de otra forma.

Milo, teniendo a su lado a Camus tranquilo, sentado junto a él, sintió algo similar a un cosquilleo en su pecho, algo tibio y bonito. Esa emoción atrapada en sus células, a punto de estallar, pero al mismo tiempo, apaciguadas por el momento tranquilo, una mezcla de adrenalina y sedante en sus sentidos. Estaba algo nervioso, también. Era una sensación abrumadora.

Por el otro lado, al tener a su lado a Milo tan tranquilo como una foto, sentado junto a él, con su hombro rozando levemente el suyo, los dos callados, Camus sentía que el silencio se sentía... como un zumbido, en el oído, en el pecho, en la sangre, en las venas, en todos lados. Como un aturdimiento soporífero, levemente interrumpido con un cosquilleo intermitente en la piel cada vez que sentía que el hombro de Milo se movía por su respiración.

Entonces, finalmente, Milo abrió la boca luego de unos minutos, dubitativo. Como si hubiese pensado mucho si decirlo o no, o si de romper aquel silencio.

—Te extrañé. — Fue lo que dijo.

Sonaba sincero, para tratarse de alguien como Milo.

Y entonces, el silencio para Camus, en vez de ser llenado por un entumecedor zumbido, fue llenado por un latido irregular en su pulso, luego de otro, seguido de otro.

—...Fue solo una semana. — Respondió Camus con su habitual tono desinteresado, tratando de ignorar el como su sangre había decidido repentinamente bombear más rápido.

—Lo sé, pero se sintió como un año. — Exageró Milo con una risa.

Apenas le había visto el pelo al chico a su lado debido a que este estaba increíblemente estresado y atareado. Y realmente había extrañado su gruñona presencia.

Scorpio sintió el impulso interno, casi hipnotizante, de recostar su cabeza en el hombro de Camus; pero lo retuvo, sin moverse.

—Mhm. — Camus emitió ese ruido, que tenía distintos significados según el momento. En ese momento, significaba "estás diciendo estupideces otra vez".

—¿Ya no tienes que hacer nada más?

—Mhn... Me quedan un par de cosas. Pero terminaron los finales. — Respondió, mirando el pasto frente a ellos.

Milo sonrió, porque siempre era un gusto oír la voz de Camus al hablar. 

—Supongo que ahora puedes dormir como la gente normal — Suspiró. Había estado realmente preocupado por Camus esos días; las ojeras en sus ojos no hacían más que aumentar, y por las horas a las que le contestaba los mensajes, sabía que sus 8 horas precisamente no las dormía. —¿Estás cansado?

—Mhn.

Eran de esos "mhm, mhn" que Milo aún no sabía interpretar. Aún estaba aprendiendo a entender a Camus del todo. Pero si estaba seguro de que Camus estaba cansado. Cualquier ser humano lo estaría; aún le sorprendía la capacidad de Aquarius de resistir.

—Me dices imbécil a mi. Tú también puedes ser bastante idiota cuando quieres, ¿no? Mira que matarte toda esa semana de esa forma... Te dije todos estos días, pero eres muy terco. — Se quejó. —Deberías cuidarte un poco también.

Impulsivamente mientras decía eso, Milo acarició un poco la cabeza de Camus de forma rápida. Revolvió un poco su pelo. Usualmente, Milo hacía más y más esa acción. De alguna forma parecía tener una inclinación con acariciarle la cabeza a Aquarius, a pesar de que este siempre se crispaba, enfadaba y lo miraba como si fuese a asesinar a toda su estirpe al instante después de hacerlo.

Aún así, lo hacía de forma más recurrente, sobre todo ahora que se sentía más cercano a Camus que antes; Milo había inventado la frase, el que no tenga miedo a morir que no nazca.

Pero sorpresivamente esa vez, aparte de darle un manotazo rápido en la mano a Milo y fruncir un poco el ceño en respuesta, Camus no se fastidió como otras veces.

Quizás estaba demasiado agotado para enfadarse. Aún así, no pudo evitar preguntar.

—¿Puede ser que también me extrañaste...? — Sonrió de lado Milo, con un tono juguetón.

Camus no contestó. La pregunta le quedó flotando, y tensó los hombros.

...

...

...

No podía decirle ni a punta de muerte, que en realidad, sí lo había echado en falta un poco.

Un poco. Solo. Un. Poco. Casi nada. ¡Casi nada!

Aquarius le había echado la culpa a la costumbre de tenerlo ahí y de repente no haberlo visto en varios días. Pero, aún así, no pudo evitar cuestionarse. La palabra "extrañar" para él era rara. Como si no cayera en su vocabulario interno. Ni encajara en ningún lado. No era del tipo que "extrañaba" a alguien; tampoco del tipo de persona que dejaba que el resto se hiciese de extrañar, porque no los dejaba pasar de la barrera de hielo que había construido a su alrededor.

¿Había dejado a Milo entrar demasiado?

Al notar el silencio sin respuesta, Milo suspiró.

—No importa, te estaba molestando otra vez. — Sonrió levemente.

Milo tampoco iba a revelar que durante un milisegundo, al ver como Camus se ponía rígido, había tenido esperanza, ni que ahora estaba un poco decepcionado. ¡Qué tonto de su parte!

Scorpio estaba lejos de sospechar que dentro de Camus se estaba empezando a desarrollar un sentimiento complicado como lo eran 300 puzles enrevesados. Y Camus, no estaba muy lejos de Milo; ya que tampoco lo sospechaba ni de cerca tampoco.

Y a pesar de que podía localizar algunos síntomas tempranos y débiles, solo buscaba aplacarlos en vez de buscarles un origen como tal, o una razón específica.


Comenzaron a conversar en voz algo baja. Era ya común que Milo hablara de un montón de cosas (tenía temas para todo, y los cambiaba rápido como semáforo), y Camus le escuchase atentamente, en silencio, diciendo algo de cuando en cuando.

El aire tibio les calentaba las mejillas mientras hablaban, con el olor del pasto pegado en los pulmones; Milo estaba quejándose del profesor de historia, que había considerado su ensayo "poco objetivo", mientras Camus escuchaba y agregaba un par de cosas con voz algo somnolienta y baja.

—Es decir, ¿poco objetivo? ¿Cómo se puede ser poco objetivo con la Guerra Fría? Ambos lados hicieron cosas horribles. Ah, no, pero no quiere que mencione las cosas que hizo Estados Unidos, ¿no? — Milo arrugó la nariz. Camus sabía que él siempre solía hacer eso cuando se quejaba de algo. Arrugaba la nariz levemente, frunciendo el ceño. — Que le guste lamerle las botas a los gringos no es culpa de mi ensayo. Maldito capitalista. No, en serio, ¿Qué clase de profesor de historia es un negacionista...?

Camus había notado que Scorpio solía apasionarse mucho cuando hablaba de historia, tanto como para criticar a su profesor. Era curioso, pero, le gustaba escucharlo hablar cuando se ponía así. Su voz adquiría un tono llamativo. Intenso. Vivaz.

—Recuerdo que una vez dijo que el genocidio de la 2da Guerra Mundial "no había sido para tanto" — Musitó Aquarius, cerrando los ojos y apoyando su cabeza en el tronco del árbol.

—Me tienes que estar jodiendo.

—Mhn.

—¿Cómo es que ese hombre aún tiene trabajo?

Camus se encogió de hombros aún con los ojos cerrados. Parecía haber bajado sus defensas al mínimo.

Últimamente Aquarius sentía que bajaba cada vez un poco más sus defensas para con Milo. Era casi instintivo. Y no estaba pudiendo evitarlo. 

—Un nazi capitalista, esa si que es nueva. — Milo se burló, arrugando el pasto entre su mano —¿Qué sigue? ¿Homosexual homofóbico?

Camus sonrió levemente, conteniendo el "pfft" de una leve risa que no terminó de aflorar en ningún momento.

Seguía con los ojos cerrados. Milo no lo estaba mirando, miraba hacia al frente mientras seguía quejandose del "nazi capitalista" que tenían por profesor.

Aquarius dejó poco a poco dejó de escuchar, algo aturdido por la voz de Milo, el pasto recién cortado y el aire tibio.

De pronto, Milo sintió que aquella era la primera vez que pasaba verdaderamente, "un momento", como tal, con Camus.

Algo simple, cotidiano, y cómodo. Tranquilo como una tarde de siesta.

Pero un "momento", al fin y al cabo.

Su pecho cosquilleante zumbó, algo emocionado.

A veces, eran mejor las cosas simples para tratar sentimientos complicados, como lo era gustar de alguien.


Y de pronto, justo cuando Milo podía decir que estaba tranquilo, sintió un peso tibio caer en su hombro.

¡Le tenían que estar jodiendo!

La cara de Milo pasó a estar roja y realmente, no se atrevió ni a respirar. Fue como si le hubiesen desconectado el cerebro, vuelto a enchufarlo y ahora este estuviese reiniciando todo.

Y se quedó tieso, rígido y con la respiración atragantada porque... porque... ¡Camus se había recostado en su hombro!

Aunque, decir que "se había recostado en su hombro" no era muy justo. En realidad, había sido más que nada suerte.

Camus, estaba tan física y mentalmente agotado que, en un momento tranquilo como aquel, su cuerpo se rindió finalmente, y se quedó dormido sentado junto a Milo. Era el primer momento relajado que tenía desde hace días, lo que, sin darse cuenta, le había pasado factura. En el silencio, Camus se había adormecido hasta estar totalmente dormido, y gracias a la gravedad, su cabeza se había inclinado hacia el hombro de Milo.

¿Pero que mierda importaban los tecnicismos? Lo importante era que, Milo, parecía a punto de morirse ahí mismo, en cualquier momento. Pobrecito, estaba, realmente, realmente muy tieso, como una estatua de mármol con las mejillas rojas. Temía que si hacía el más mínimo movimiento, Camus despertase. ¡O peor aún, dejase de estar apoyado en él! Eso... Eso sería una verdadera tragedia.

Pero nada de eso pasó. Camus, agotado hasta la médula y con horas de sueños en falta acumuladas, hubiese sido difícil de despertar aunque a Milo le diera por ponerse a peinarlo.

Aún así, Milo se quedó quieto, casi sin moverse, todo el tiempo. Porque en verdad no quería despertarlo. 

Milo odiaba a Camus en ese momento por jugar con su corazón increíblemente débil y gay. Sobre todo gay. Y débil. Y gay.

¡Vaya forma de dormirse una siesta! Que al menos para la próxima vez, avisara, para prepararse y no morirse de la sorpresa.

...

Pero aún así, si Camus quisiera dormirse todas las siestas del mundo sobre su hombro, Milo no le negaría jamás ninguna de ellas.


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N/A:

HOLA COMO ESTÁN *inserte excusa genérica de escritor*

tenía esta actualización desde hace semanas lista y me moría por publicarla,,, me estoy volviendo a sentir un poco más confiada de como escribo

este capítulo me gusta especialmente, porque, en verdad quería retratar como muchas veces los momentos más sencillos son especiales y como en la cotianidad hay romance <3

si, se que esto va lento, pero es porque Camus es lento KJDJKSDK necesita tiempo

pero me da ternura que lo extrañe y no pueda aceptarlo, es lindo, el muy hdp, hasta se está empezando a reír, aunque Milo no lo nota <3

also, not me usando mi propio fic para quejarme de mi profe de historia

esta es una maratón de unas 17.000 palabras más o menos en esta actualización, perdón si queda algo largo

(Actualización 1/3)


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