VIII

Capítulo 8: Problemas de gente con plata.


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La verdad era que, no habían muchas personas en el mundo que se preocupasen por lo que hacía o no hacía Kanon Gemini. Eso era, una triste realidad.

No existían más que dos o tres personas, a lo mucho, que dieran algo por Kanon y les preocupase que sería de su vida. Su propio padre no formaba parte de esta corta lista. Su hermano gemelo tampoco.

Su amigo Aioria incluso, no formaba parte de la lista, porque si bien le preocupaba Kanon, también formaba parte del club que creía a Gemini algo perdido, y había decidido no inmiscuirse en su vida y lo que quisiese hacer de ella. Leo creía que aquello era lo mejor, y que era lo que Kanon quería.

En su hogar, solo estaban su hermano, él, y algunas personas que trabajaban allí como mayordomos, cocineros, etc. Su padre ni siquiera podía contar como alguien que viviera ahí, porque gran parte del tiempo se la pasaba de viaje.

Y cuando estaba en casa, se dedicaba a ignorar su existencia, y darle la poca cuota de atención que un hombre poco cariñoso y ocupado podía darles a sus hijos, a su gemelo, Saga. El perfecto Saga. El intachable Saga. El correcto Saga. Su fotocopia, pero con el camino correcto y las "ideas bien puestas", en palabras de su padre. Él era el que iba a heredar el legado de la familia Gemini.

Él no. Él era la oveja negra que solo ensuciaba el legado. Al lado de Saga, Kanon no era más que un doble fallido. Un fracaso.

A Kanon le importaba una verdadera mierda la herencia o ser un fracaso desviado para el resto, pero en el fondo, deseaba que su papá le prodigara un poco de atención más allá de mirarle mal, y arreglarle los desastres con dinero. Porque esa era la forma de demostrar "cariño", o demostrar que al menos le importaba su existencia, de Aspros Gemini. Arreglar todos los atados y embrollos en los que se metía Kanon con su influencia, nada más.

Quizás esa era la razón por la cual Kanon se hallaba enfrascado en una actitud irreverente y una etapa de rebeldía constante. Porque nadie podía tocarle, y porque fastidiar a su padre era la única forma que tenía de llamar la atención de este. Era mejor que fuera de mala manera, a que simplemente pasara de su existencia.

Aunque si le preguntabas a Kanon mismo, él desconocía ese hecho. No le hallaba mucha profundidad a su propio comportamiento; simplemente actuaba así porque le pintaba. Aunque los psicólogos escolares no podían hacer más que diferir, encontrando un trasfondo de "problemas paternales" en cada uno de los problemas que se empeñaba en armar.

Porque sí. Kanon armaba problemas a propósito. Si bien muchos eran simple mala suerte, todos eran producto de alguna acción que Kanon sabía que era nada menos que problemático.

La filosofía del Gemini menor (menor por 12 minutos), era bastante simple. Si no era arriesgado no valía la pena. Si no generaba adrenalina no interesaba. Y si no le metía en problemas con algún tipo de autoridad, ya sea su padre o alguien más, no era entretenido.

Porque simplemente, Kanon iba más allá.

Kanon siempre jugaba con el filo de lo tolerable, y lo sobrepasaba con creces. Siempre hallaba la forma de ir más allá y superarse a sí mismo, en el mal sentido. Era incontrolable e incorregible.

Kanon varias veces iba más allá de lo que Milo podía comprender y aceptar.

Si bien Milo Scorpio no era quien para hablar de un comportamiento intachable, la verdad es que tenía unos límites muy establecidos e inamovibles que no pensaba cruzar. En realidad, el comportamiento desenfadado y travieso de Milo, se limitaba a palabrería mordaz y un par de jugarretas infantiles, junto con un par de reglas rotas. Pero nada más extraordinario. En realidad, destacaba más por su falta de miedo a las autoridades de su escuela que por hacer cosas realmente malas. Era más su actitud y rumores infundados que nada.

Tenía un límite y sabía lo que se permitía a sí mismo hacer y que no. Sabía dónde parar, y hasta donde seguirles el juego al par que tenía de amigos. Y así, de alguna forma había logrado mantener su camino derecho. A pesar de lo que opinaran algunos (Krest), Milo no era incorregible ni un caso perdido. Tenía buenas calificaciones, era un chico con buen corazón, simpático, estudioso, y de alguna forma había logrado equilibrar todo eso con su afinidad incontrolable de romper las reglas de su instituto.

Porque en realidad Milo se preocupaba de su futuro, cosa que Kanon no hacía.

Kanon solía bromear con terminar en la cárcel, y aunque era una broma, Milo no podía evitar fruncirle las cejas y mirarle de mala manera, porque irremediablemente se tomaba sus palabras en serio; temía que se cumplieran.

Milo Scorpio, era uno de los nombres que figuraba en la corta lista de personas que se preocupaban verdaderamente por Kanon Gemini.

El poco interés en su bienestar personal o lo que fuera a ser de él, su inconsciencia o falta de precaución y la nula capacidad de dimensionar las consecuencias de su actos, enfermaban a Milo y lo sumían en una preocupación rabiosa por su amigo. Realmente algunas cosas en las que Kanon estaba metido o tenía tendencia a meterse no le agradaban en lo absoluto. Y era frustrante no poder hacer algo al respecto, porque Kanon había llegado a un nivel de inconsciencia tal que no importaba lo que le dijera, no haría caso jamás.

Aún así, Milo Scorpio era una de las dos únicas personas que Kanon le permitía, silenciosamente, darle una reprimenda. No era que se lo permitiese textual diciendo "Sí Milo, regañame, adelante", si no más bien, que lo aceptaba y le dejaba hacerlo sin irse o insultarlo como al resto.

Cada que Milo creía que Kanon se había pasado, estaba metido en algo raro, un problema grave, o simplemente desaprobaba sus acciones, lo acorralaba en algún aula o habitación, cerraba la puerta y lo miraba con la misma expresión, siempre; el ceño fruncido, los ojos azules mirándole fijamente con preocupación, los brazos cruzados y apretando los labios. Y siempre partía la reprimenda con un "Kanon, maldito imbécil...", que no molestaba en lo absoluto a Gemini, porque de esa forma se trataban.

Solo dos personas eran capaces de sentar a Kanon y darle un sermón. Su tío, Deuteros, al que le tenía demasiado cariño como para no oírle, y Milo Scorpio.

En un inicio, Kanon no podía comprender la preocupación de Scorpio por él. Poco acostumbrado a que la gente le interesara su existencia, no podía más que burlarse de la aprensión de Milo en mecanismo de defensa; entender porque Milo se preocupaba era imposible, y... doloroso de pensar. Pero un día, Milo le dijo la razón de su preocupación.

"Porque eres mi amigo, y como tu amigo, no me interesa que no quieras mi preocupación, me importas, y me importa lo que será de ti en unos años más porque seguiremos siendo amigos... Y como tal, no quiero que un día me llamen de la cárcel para pagarte la fianza" Había dicho mirandole con seriedad, pero sin poder evitar bromear un poco al final. Porque era imposible que Gemini no pudiese pagar su propia fianza.

Y a Kanon no le quedó más que tragar cualquier palabra que fuera decir, y aceptar la explicación; y aquella aceptación venía de mano con aceptar la preocupación de Milo, con sermones incluidos.

Le resultaba irónico a Gemini como alguien con una reputación de bad boy de poca monta como Milo fuese su Pepe Grillo; era como tener a su consciencia pegada al oído, caminando junto a él, todo el día. Realmente, dijeran lo que dijeran sobre Milo Scorpio, se inventaran lo que se inventaran, la verdad irrefutable era que su amigo tenía un corazón de pollo. Era muy blando y amable para su propio bien.

Y a pesar de que igualmente refutaba los sermones de Milo y sus regaños poniendo mala cara, haciendo comentarios mordaces y colocandose a la defensiva, la verdad es que, en el fondo, apreciaba aquel gesto. Muy en el fondo, bajo sus tres capas de ego y egoísmo, en su lado más sensible, apreciaba la existencia de Milo y agradecía que fuese una de las pocas personas que se preocupasen por él. Pero ese lado sensiblero de sí mismo, no era uno que Kanon visitase muy a menudo.

Además... Ya para él era inevitable. Se había sumido en un hoyo de problemas de actitud y demás cosas del que no podía salir ya. Y por mucho que Milo quisiera, no podía ayudarle realmente. Aún así, Kanon en el fondo de su corazón, apreciaba que lo intentara. Porque al menos lo intentaba... Y no muchas personas en su vida lo habían intentado. Simplemente lo desplazaban a un lado, lo ignoraban o lo descartaban. Porque total, siempre había sido un reemplazo para el que realmente importaba: Su hermano.

Asi que, el "intentar" era algo que Kanon valoraba mucho, porque era algo que ni siquiera su propio padre había hecho.

Y por eso, Milo formaba parte especial en su vida. No es que Aioria no lo fuese, pero eran casos diferentes. Había algo más especial en la amistad que Milo le daba que le hacía darle un espacio reservado en su reducido corazón, que solo ocupaban un par de personas.

Pero la sensiblería no era algo que a Kanon le gustara; así que no era un sentimiento en el que indagase mucho tampoco. Al menos, no sobrio, y no a menudo.


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Las clases habían terminado, y Milo se dirigía a la salida del instituto para irse a casa cuando los vio.

Era relativamente tarde y el instituto estaba prácticamente vacío, porque se había quedado en la biblioteca terminando un trabajo, en compañía de Camus que estaba estudiando. Le daba gracia, porque a pesar de quejarse como siempre, al final lo había dejado quedarse con él, y en general, había sido un buen rato. Incluso Camus lo había ayudado con un par de cosas para su trabajo, y habían, sorpresivamente, quedado para estudiar al día siguiente por una gran insistencia de Milo.

Camus parecía ya aceptar su presencia cada vez más, y eso le ponía increíblemente feliz.

Entonces, cuando ya se dirigía a su casa, fue cuando se los topó. Un par de tipos, de cabello negro y blanco estaban apostados en la salida del instituto, apoyando la espalda contra la reja y charlando entre ellos, uno con ceño fruncido, y el otro lucía más relajado. Eran altos, quizás más altos que él mismo, y si no fuera porque llevaban uniformes escolares, pensaría que tenían mínimo 20 años.

Reconoció los uniformes con un solo vistazo. Los pantalones oscuros, la chaqueta de blazer oscura también con detalles rojos, una insignia de metal y una corbata roja a conjunto. Solo había un colegio con ese uniforme con aspecto tan... caro y pretencioso.

En Atenas, Grecia, existía una variedad de colegios privados. Todos en una escala de precios diferente, pero privados, al fin y al cabo. De esa gama de instituciones, habían tres colegios que destacaban, siendo los tres de más prestigio, y los tres más caros también.

Esos tipos pertenecían a uno de esos 3 colegios, al igual que Milo Scorpio, de hecho. Aunque lo de Milo era por mera suerte, ya que estaba becado; en otras condiciones no podría pagar aquella cara tarifa. Aunque a comparación de los otros dos colegios en aquella categoría, el "Grace of Athena" podría considerarse un poco más normal. Era más barato que aquellos otros dos, y en general era bastante promedio.

De hecho la única razón en opinión de Milo por la cual el Grace of Athena se consideraba uno de los colegios con más prestigio de Atenas, y se permitía cobrar tanto tan descaradamente, era su historia. Era un instituto con mucha historia, y uno de los más antiguos. Habían cursado ahí personas con renombre, dinero o que fueron exitosas, y en sí, era un colegio casi familiar y de paso hereditario. Los hijos de los hijos de los hijos iban ahí. Muchos de los padres de alumnos actuales, eran ex-alumnos, y probablemente los hijos de los actuales alumnos fueran a cursar ahí también.

Para Milo el colegio estaba bien, y era bueno, pero no le parecía que cobraran tanto simplemente porque un par de ahora grandes empresarios hubiesen estudiado ahí. La única ventaja que ofrecía a comparación de los colegios, era que el Grace of Athena tenía un increíble cupo para extranjeros por intercambio, y un cupo para becas más generoso.

Aún así, el 80% de los alumnos eran hijos de gente con dinero, o al menos, bastante acomodados. Milo pertenecía al otro 20%

Y para Milo, el mundo de la gente con plata era un universo distinto.

Pero fuera de eso, los dos tipos que estaban fuera, como si esperaran a alguien, pertenecientes al colegio más elitista de Atenas, significaban una sola cosa; problemas. Y de los grandes, porque cada alumno perteneciente aquella institución, portando aquel caro blazer, era sinónimo de caos.

Y Milo rezaba para que no fueran problemas para él.

No era algo fuera de lo común tampoco, y no le extrañaría; no conocía a esos dos, pero no tenía que conocerlos para que le causaran problemas. Milo solía pelearse con tipos casi como si estuviese atraído de forma natural a ello, no era algo nuevo; aunque en su defensa, él nunca daba el primer golpe.

Y la verdad, no quería peleas, no ese día al menos. Pensó en dar media vuelta y esperar a que se fueran, o salir por la entrada de autos, pero finalmente decidió pasar por la entrada, caminando de la forma más casual posible para pasar desapercibido.

...

No pasó desapercibido.

—Tú. — Dijo el de pelo negro. Tenía un tono nada simpático, y una expresión cascarrabias. Ambos tipos se separaron de la reja y caminaron hacia él.

Mierda.

Milo giró en su dirección con un suspiro, quedando frente a frente con los dos desconocidos.

Ay. ¿Por qué usaban un uniforme tan pretencioso? Era ridículo.

—Yo qué. — Contestó con el mismo tono de voz apático por acto reflejo.

—Kanon Gemini, ¿lo conoces? — El de pelo blanco preguntó.

Okay, eso era nuevo.

Nunca un par de extraños le habían preguntado por Kanon. Le dio una mala espina y frunció el ceño.

—¿Por qué? — Cuestionó.

—¿Lo conoces o no?

Milo los miró fijamente, pensando en qué decir. Podría simplemente decir que no lo conocía e irse de ahí, pero quería saber de qué se trataba todo eso...

—Lo conoces. Nos dijeron que tú eres amigo suyo.

—¿...Ustedes cómo mierda saben eso?

—Preguntando se llega a Roma.

—...Bien, lo conozco, ¿y qué? — Les dijo asperamente con el ceño fruncido.

El de pelo blanco sonrió de lado. No tenía una expresión tan hostil como el otro; lucía más relajado, pero tenía un tono muy engreído. Milo no tardó en deducir que en realidad, aquel presentaba mayor amenaza que el de pelo negro.

—Dónde está ese bastardo.

El de pelo blanco dijo, y Milo alzó una ceja. Era curioso el tono amenazante que podía usar con una sonrisa. Tenía a los dos tipos a centímetros de él, cara a cara, y sin acobardarse por la intimidación, Scorpio les sostuvo la mirada de forma fija.

—¿Tengo cara de saber? — Devolvió.

—Mucha.

—Lo sabes. Escupe dónde está. Ahora. — Chasqueó la lengua el de pelo negro.

Milo maldijo y les frunció más el ceño. Malditos niños ricos. ¿Por qué creían que tenían el derecho a exigirle cosas?

—Sé dónde está... — Respondió, pensando rápido —...Pero la información tiene un precio.

—¿Precio? — El de pelo blanco alzó una ceja.

—Precio. — Chasqueó la lengua el de pelo negro con desdén —Escucha, no creo que estés entendiendo lo que pasa aquí.

El de pelo negro se le acercó unos centímetros más al rostro. Milo casi sonríe con burla, porque por un momento pensó en decir: ¿Qué? ¿Acaso quieres besarme?

—No, no estoy entendiendo. — Dijo. — Por eso respondanme unas preguntas...y les digo dónde está, ese es el precio.

La expresión rabiosa del de pelo negro pareció acentuarse. No parecía ser del tipo de gente que acostumbrara a que le pusiesen condiciones, y ahora que se las ponían parecía no gustarle.

Está a punto de golpearme. Pensó. Y sonrió.

Pareció hacer un ademán de intentar agarrarlo, pero el de pelo blanco lo detuvo poniéndole una mano en el pecho que paralizó al de pelo negro.

—Que interesante. — Sonrió el de pelo blanco. Su tono seguía siendo arrogante. Parecía ser también la primera vez que alguien le ponía reparos o una condición —¿Para qué vamos a recurrir a la violencia...? Está bien. Pregunta.

Milo sonrió para sus adentros. Afortunadamente, muy inteligentes no eran.

—¿Quiénes son ustedes dos? ¿Y qué demonios quieren con Kanon?

El de pelo blanco soltó una risa condescendiente.

—¿No sabes quiénes somos? ¿Esto es una broma?

Milo rodó los ojos. Los ricos se conocían entre ricos a pesar de no hablarse. Y por alguna razón creían que todos los conocían, pero la verdad era, que fuera de sus círculos de hijos de empresarios, nadie los ubicaba ni en sueños.

—No. Ni puta idea.

—Soy Minos Griffo Sørensen Van Ludwig — Dijo como si fuese la cosa más obvia del mundo. —Él es Aiacos.

—Aiacos Garuda Sresth de Yadav. — Corrigió Aiacos, no sin cierta molestia hacia Minos.

Milo los miró algo perplejo y luego casi se ríe, pero se aguantó. ¿Por qué carajos un nombre tan largo? ¿Por qué tenían la necesidad de decirle el nombre completo? ¿Y por qué se lo decían como si ahora fuese a entender quienes eran?

—Ahh... sí. Se quiénes son... — Respondió mordiéndose el labio para no reír.

No. Ni en pelea de perros sabía quienes eran.

—Entonces ahora que lo sabes, ten más cuidado con cómo nos hablas. — Escupió Aiacos, mirándolo desde arriba.

Ambos tenían un acento extraño al hablar, y Milo estaba seguro de que tenían la misma edad a pesar de que lucían de veinte años.

—Sobre tu segunda pregunta... — Minos miró la hora en su celular.

Milo lo miró expectante. ¿Qué carajos tenía que ver Kanon con esos dos imbéciles?

—Gemini nos debe dinero. Y no ha pagado.

—¿Dinero? — Milo casi se ríe.

—Sí.

—¿Por qué a alguien como ustedes les interesaría venir hasta acá a hacer un escándalo por dinero? — Alzó una ceja Milo.

Estaba seguro de que les sobrara la plata. Y si bien no era bonito que te debieran, no veía por qué tanto trabajo.

Además, ¿Por qué Kanon les debía dinero?

Aquello le daba mala espina. Gracias a Kanon, había comprendido que los adolescentes rebeldes y con dinero, tenían pasatiempos extraños... Y muchas veces ilegales.

Milo creía que aquello podía relacionarse con querer llenar un tipo de vacío. Aunque daba igual. Eran cosas que no podía comprender y donde tampoco se quería involucrar. No le gustaban esas cosas.

—No se trata del dinero. — Arrugó la nariz Minos, quitándole importancia. — Se trata de que con nosotros no se juega. Nos da igual el dinero, aunque nos debiera un euro. Nos paga, o nos paga. Si cree que se va a salir con la suya, está equivocado.

Ah, era una cuestión de orgullo.

En resumen, una imbecilidad. ¿Para eso tanto escándalo?

—¿Y por qué Kanon les debe dinero?

El de pelo negro frunció el ceño y le miró de arriba a abajo.

—Ya agotaste tus preguntas. Dónde carajos está. Ya hemos perdido mucho tiempo por culpa de Gemini.

Milo maldijo. Al parecer tendría que preguntarle a Kanon personalmente.

—Bueno...gracias por ser tan amables en responder. — sonrió Milo casi angelical. —Ahora si me disculpan, me voy.

Minos frunció el ceño. Aiacos le miró con cierta estupefacción.

¿Que? ¿Realmente esperaban que les dijera? Milo río. Realmente eran un poco ingenuos. No debían acostumbrar a que alguien les llevase la contraria.

—No. No te vas hasta que nos digas dónde está. Llevamos días buscándolo. — Minos dijo.

Soltó a Aiacos, haciendo que este se acercara a Milo nuevamente a centímetros de su rostro.

—Uy, que miedo. — Contestó Scorpio con ironía.

Sí. No es como si él iniciase las peleas pero... le encantaba provocar a la gente. Milo hacía que lo quisieran golpear.

—Aiacos te llamabas, ¿no? — Le dijo, sonriendo de lado. —Tengo otra pregunta. ¿Por qué actúas como el perro del de atrás? Parece que hasta te tiene correa.

Minos silbó como si le hiciese gracia. Aiacos pareció enfurecer y con mirada hostil, tomó a Milo por el cuello de la camisa. El heleno no se inmutó, manteniendo su sonrisa sardónica.

—¡Tú que sabes! — Gruñó Aiacos, enrojeciendo. —Te voy a romper la cara si sigues así.

Milo no tardó en entender que el tal Aiacos tenía problemas de ira explosiva, como si al más mínimo toque, fuera a arrasar con todo.

—Bueno, algo de razón sí que tiene — Sonrió Minos con malicia en dirección a Aiacos.

—¡Cállate, imbécil! — Ladró el pelinegro, fulminandolo con la mirada.

—¿Me haces el favor de soltarme? — Dijo Milo. —No es como que no me guste tu teatrito, pero yo no quiero tener nada que ver con sus cosas.

Aiacos apretó más el agarre en su camisa. Milo lo retó con la mirada.

—Dinos dónde está Kanon y te juro que dejamos en paz — Chasqueó la lengua Minos.

—Están perdiendo su tiempo. — sonrió Milo —Y hasta donde sé, ese sí que no se compra con dinero.

—Donde está Gemini. Última oportunidad.

—Aiacos, no quería decírtelo, pero estás tan cerca de mí que cualquiera diría que quieres besarme. — Se burló sin contenerse Milo.

El aludido abrió los ojos con sorpresa e hizo una mueca de rechazo, pero no lo soltó.

—...Bien, te voy a sacar dónde está a golpes — Gruñó el pelinegro.

—Quiero verte intentándolo. — Retó Milo con una sonrisa.

¿Estaba enojado con Kanon por traerle problemas? Sí.

¿Iba a venderlo? No.

Ante su respuesta, Aiacos miró de reojo a Minos, y el peliblanco asintió con solemnidad ejecutiva. El mensaje estaba claro; pegale y no dejes de pegarle.

Milo mantuvo su mirada retadora. Iba a dejar que ese par de niños engreídos le dieran el primer golpe, claro. Pero después no se haría cargo de como le quedaran las caras cuando-

Hey.

Una voz muy conocida para Milo irrumpió el momento tenso, al tiempo en que Aiacos parecía que afianzaba su agarre en el cuello para golpearle. Una mano pálida se posó en el brazo de Aiacos. Scorpio abrió los ojos de sorpresa.

Camus.

¿¡En qué momento había llegado Camus!?

Según Milo, estaba arreglando unas cosas para el centro estudiantil...

Milo se volteó a verlo con los ojos abiertos y la sonrisa borrada de la impresión. Pero Camus no lo miró en ningún segundo; tenía la mirada fija en Aiacos y Minos.

—¿Y tú quién eres? — Minos preguntó.

El amor de mi vida. Pensó Milo un poco aturdido, procesando la situación.

Camus miró a Minos sin expresión alguna en su rostro frío.

—Camus Aquarius, miembro del consejo estudiantil. — Dijo con tono serio y gélido. —Puedo preguntar... ¿Qué está pasando aquí?

—No es tu asunto. — Gruñó Aiacos, sin soltar a Milo a pesar de que Camus le estuviese tomando el antebrazo.

—Me parece que lo es. — Dijo Camus sin cambiar de expresión. —Después de todo, hay alumnos del HADES atacando a uno de nuestros alumnos en el mismo establecimiento.

"HADES" era como popularmente se le conocía al prestigioso instituto del que eran parte Minos y Aiacos. No era su nombre real, solo eran las siglas del nombre absurdamente largo y rimbobante que tenía, que irónicamente quedaba como el Dios del Inframundo. Según Milo, les pegaba bastante, porque todos los alumnos del HADES que conocía, eran unos jodidos bastardos con complejos de Dios.

—No estamos dentro del establecimiento. Por tanto, no estamos haciendo nada malo. — Replicó Minos con una sonrisa maliciosa. Estaba de brazos cruzados, y al estar quieto, su uniforme caro e inmaculado le daba un porte casi refinado; un poco (bastante) contrario a Aiacos que lucía como un perro rabioso.

—Camus, vete, en serio, puedo arreglarmelas. — Balbuceó Milo, mirándolo aún con ojos abiertos.

Camus lo ignoró. Pareció meditar unos segundos, hasta que implacable, volvió a hablar.

—Bien...haremos lo siguiente. — Camus levantó sus ojos violetas hacia Minos. — Me remitiré a los hechos, no me interesan las razones. Y los hechos son, que ustedes están atacando a un alumno.

El tono de Camus era monótonamente formal, pero al mismo tiempo firme. Era casi ejecutivo. Milo no tardó en categorizar a aquel Camus que tenía frente a sus ojos, como el "Camus modo centro estudiantil"

—Y yo repito, que es fuera del establecimiento. Retírate, no hay nada que ver aquí. — Minos replicó su formalidad.

Camus lo ignoró. Ignorar deliberadamente era su especialidad.

—Retírense ustedes ahora, y no habrá consecuencias.

—¿Consecuencias?

Aiacos preguntó alzando una ceja, y Minos sonrió de lado, como si le divirtiera. Camus no cambió ni de tono ni expresión.

—Tengo disponibles dos opciones...O hago que nuestro director llame a su director debido a lo ocurrido, lo cuál será una charla totalmente inútil pero nada agradable para ustedes... O puedo llamar a la policía. Elijan.

Aiacos abrió los ojos, pareciendo alterarse por un segundo. Pero al mirar a Minos tan calmado, sonrió.

—¿Policía? — Se rió con burla el de pelo negro—¿Qué haría la policía por una peleita?

Milo se preguntaba exactamente lo mismo.

—Absolutamente nada. Pero será igual de molesto. — Pausó con naturalidad. —Alteración del orden público. Cargo menor, nadie hará nada. Pero será tedioso igualmente.

Minos le sostuvo la mirada y luego rió con condescendencia.

—Les diré mi nombre y nos dejarán en paz. Mi padre subsidia sus sueldos.

—Arreglalo como quieras con ellos, eso no es de mi interés.

—Inténtalo.

—¿Eso significa que eligen la segunda opción? Tré bien.

Milo podría derretirse ahí mismo al escuchar su acento francés, pero se obligó a sí mismo a concentrarse en la escena. Aún así, su actitud era demasiado muy atractiva...

—Pff, pierdes tu tiempo. — Minos sonrió de lado.

No habrían consecuencias para él; nunca las había. Tenía poder y dinero que utilizaba a su ventaja a pesar de tan solo ser un adolescente.

—Ver para creer.

—No nos interesa si llamas a la policía, al Papa, o a quien quieras.

—Entonces no les importará que la llame ahora. Bien, así es más sencillo. Muchas gracias por llegar a un acuerdo.

No es la amenaza en sí que tira para atrás a Minos y Aiacos. No les interesaba tener líos con autoridades; cualquier cosa ilegal que hiciesen, siempre que no fuera demasiado grave, quedaría limpio y sin problemas al instante, y nadie hablaría del asunto. Minos solo tenía que decir la palabra mágica "padre", o Aiacos solo decir su apellido, y el asunto se arreglaba solo. No, no era eso. Se tiran para atrás ante lo serio e implacable que sonaba aquel chico de cabello aguamarina al respecto. Como si no le interesara si ellos eran personas comunes y corrientes o el mismismo presidente; a sabiendas de que era inútil, aquel chico parecía dispuesto a hacer algo igualmente.

Fuera como fuera, Minos sabía que no podían continuar la escena; no con aquel chico ahí, que era un fastidio total.

D'accord. ¿Lo sueltan? ¿O debo llamar? — Milo captó en su tono la urgencia de alguien que va perdiendo la paciencia; reconocía ese tono fastidiado en Camus demasiado bien.

—Estoy seguro de que este no es tu asunto. — Minos finalmente dejó su sonrisa arrogante y frunció el ceño.

—A mi también me gustaría que no lo fuera, pero lamentablemente, lo es. ¿Qué acaso el consejo estudiantil del HADES no se preocupa de sus alumnos? — Camus fingió leve impresión en su voz que no llegó a su rostro impávido.

—...

Milo notó como el agarre de Aiacos en él se aflojaba, pero aún así el pelinegro gruñó con molestia. Parecía realmente querer golpear a Milo y no quería rendirse al respecto.

Aiacos miró a Minos, en su mirada preguntando qué hacer. Minos miró a Aiacos con expresión ilegible, antes de agitar su mano con desdén en el aire, como restándole importancia.

—Aiacos, dejémoslo. Estamos perdiendo tiempo aquí.

Aiacos volvió a gruñir decepcionado, y por un momento Milo temió que desobedeciera. Pero no lo hizo, y con mirada hostil, soltó a Milo con brusquedad, casi como si quisiera arrojarlo al suelo.

Milo tambaleó un poco, pero Camus le agarró de la muñeca y lo sostuvo, impresionando un poco a Scorpio.

—Bien. Asunto arreglado. Gracias por su consideración. — Su tono no denotaba nada, pero Milo estaba seguro de que era irónico. —Ahora si me disculpan, tengo que conversar algo importante con él.

Camus miró finalmente a Milo de soslayo, pero Milo no pudo captar ni definir la expresión de sus ojos violetas en lo absoluto.


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Aquarius arrastró por la muñeca a Milo dentro del establecimiento, y Milo solo lo siguió dócilmente sin decir ninguna palabra, hasta que Camus se detuvo en los casilleros del pasillo este, y le soltó el brazo.

Milo iba a extrañar su mano en su muñeca.

Camus pasó su mano por su rostro y se sostuvo el puente de la nariz unos instantes. Parecía fastidiado, y Milo temió estar en problemas.

No quería tener problemas con Camus. Eso le pondría triste.

—¿Y bien?

—¿Y bien...?

—A ellos no, pero a ti sí que te voy a pedir explicaciones. — Soltó con seriedad Aquarius.

—Antes de que pienses mal de mí...Yo no tenía nada que ver — Milo balbuceó rápido.

—Claro.

—¡Te lo juro!

—Milo, te acabo de salvar allá afuera, más te vale tener una explicación decente. — Se cruzó de brazos, y la seriedad con la que se dirigía a él le hacía sentirse como un perrito regañado y con la cola agacha.

—La tengo... O creo que la tengo. La verdad tampoco entiendo del todo.

—Algo debiste hacer.

—...Lo único que hice fue ser amigo de Kanon. — Suspiró Scorpio, y al mencionar el nombre de Gemini, no pudo evitar sentirse molesto de inmediato.

—¿Kanon Gemini?

Ese.

Camus alzó levemente las cejas ante el tono en el que lo dijo Milo.

—¿Qué hizo?

—Meterse en problemas que después no sabe cómo arreglar, como siempre. — Se sinceró, enfadado. No podía mentirle a Camus y quería ser sincero al respecto. —Lo estaban buscando a él, no a mí. Bueno, también a mí. Pero para buscarlo a él.

Aquarius nunca había visto mínimamente serio o molesto a Milo, hasta ese momento.

—En fin, es complicado... — Suspiró el heleno.

—¿Entonces el problema es de Kanon?

—Sí. Soy el daño colateral de sus estupideces.

—Tampoco te hagas el santo. — Habló con su habituada frialdad — Alcancé a oír como los provocabas.

—Eso no es ilegal. — Se encogió de hombros, desviando la mirada.

—No, es de imbéciles.

—Auch.

Camus suspiró.

—Deja de buscar peleas. La próxima vez, no voy a ayudarte.

—... Ni siquiera tenías que hacerlo ahora en primer lugar. — Señaló Milo.

—Es mi deber como miembro del consejo estudiantil. — Frunció el ceño levemente Camus ante el señalamiento.

—Y ambos sabemos que eso no es cierto. — Milo sonrió de forma sútil.

Minos Griffo tenía razón. Camus no tenía nada que ver en ese asunto, y el consejo estudiantil tampoco; no estaba dentro de sus responsabilidades ni facultades encargarse de peleas entre alumnos ni mucho menos. Aquello era deber de los inspectores. Realmente Camus no tenía por qué involucrarse.

—...

—...

Hubo un silencio incómodo hasta que el heleno lo rompió, llegando a una insospechada conclusión.

—...Lo hiciste por mí, ¿no? — Milo indagó, mirando fijamente a Camus con cierta esperanza.

Camus le miró casi incrédulo ante la suposición; suposición que a él nunca se le había pasado por la cabeza.

—No. — Cortó fríamente.

...Pero, ni Camus estaba seguro de ello. Milo tenía razón; separar peleas no era su responsabilidad, menos si eran técnicamente, fuera del instituto. ¿Entonces por qué se había metido? ¿Lo había hecho por Milo?

—Déjame pensar que es un sí. — Suspiró dramáticamente Scorpio.

—Si eso te hace feliz...

Milo sonrió un poco más, con cariño.

—Gracias. En serio. — Dijo. — No era necesario. Podrías haberte metido en un problema tú también... Pero gracias.

Camus desvió la mirada, con el ceño levemente fruncido.

—...Lo que sea. — Cortó, y tomó una pausa de segundos. Movió la boca como si dudara de preguntar algo, pero al final lo hizo, en un suspiro. —¿...Estás bien?

—Gracias a ti, perfectamente.

—Bien.

—Bien.

...

Camus acababa de llegar a la horrible conclusión de que si había intervenido por Milo. Y esa conclusión se sintió extraña en su boca, como algo que no debería estar ahí. 

De hecho, había sido mera suerte que él hubiese ido a la salida del instituto en aquel momento. Tenía que arreglar unas cosas para el consejo estudiantil antes de irse a casa, pero había recibido un mensaje de Shura de último momento diciendo que ya no era necesario, que Saga Gemini se había hecho cargo. Entonces al dirigirse a la salida para irse a casa, se había topado con la escena, y no había dudado en meterse al... bueno, ver de quien se trataba. En realidad, no lo había pensado en absoluto. Ni siquiera tenía la facultad ni autoridad para meterse en algo que no era de esa clase, ni tampoco había pensado en como iba a detener la situación. No premeditó nada (poco común en él), y ahora que lo pensaba con la cabeza fría, no pudo evitar recriminarse lo impulsivo que había sido. 

Se preguntó entonces, si de tratarse de otra persona y no Milo, hubiese intervenido de aquella forma. Pero no pudo llegar a una respuesta clara y concisa, y eso solo lo turbó más, incrementando aquella sensación extraña que estaba sintiendo.

—...Hablaré con Gemini. Un aviso de conducta de parte del consejo estudiantil. No puede traer problemas así. — Dijo.

Milo negó con la cabeza en un suspiro.

—No. Tu vete a casa a descansar... Yo hablaré con él.

—Es mi deber.

—No, no lo es. O al menos por hoy, no. En serio, descansa. — Scorpio le miró con sus ojos azules. ——Además... ese imbécil me debe una explicación. Charla seria.

—¿Tú puedes tener una charla seria? — Alzó las cejas Camus.

—Te sorprendería. — Se rió ante la burla Milo. —Bien, ve a descansar. Has hecho mucho por hoy.

Camus lo miró fijamente. Nunca nadie antes lo había mandado a tomarse un descanso, porque sabían que nunca lo hacía.

—Gracias de nuevo por lo de hoy... Estuviste impresionante allá afuera, linda faceta. — Scorpio arregló su mochila sobre su hombro con una sonrisa ladeada. —Nos vemos mañana.

Instintivamente antes de irse y mientras decía eso, le dio una pequeña caricia en la cabeza a Camus, desordenando un poco su cabello.

Se fue antes de darse cuenta de lo que había hecho, y antes de que Camus pudiera reaccionar y asesinarlo por ello, dejándolo con la queja en la boca, el ceño fruncido y cierta vergüenza en las mejillas.

Imbécil. Pensó, mirando con cierta indignación su espalda alejarse.

...

...Nos vemos mañana, supongo.


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Milo al separarse de Camus, fue directamente a buscar a Kanon. Era tarde en el instituto, pero aún así, sabía que Gemini estaría en el establecimiento, ya que al igual que una increíble cantidad de sus tardes, estaría haciendo horas en detención. Bueno, eso si es que no se había escapado.

Lo encontró saliendo de detención por el pasillo, y no tardó en arrastrarlo a una de las aulas vacías, cerrando la puerta tras sí con expresión seria.

—¿Sabes? Si tantas ganas tenías de verme no era necesario acorralarme... a menos de que claro, quieras otra cosa. — Kanon le meneó las cejas de forma sugerente cuando Milo lo encerró en el aula.

Era algo común en Kanon Gemini coquetear con sus amigos en broma, o en realidad, coquetear en broma con todo lo que se moviera. Milo ya estaba acostumbrado a ello, y solía devolvérsela con sarcasmo. Por eso, cuando Milo no respondió y siguió mirándolo con aquella expresión grave, Kanon supo de inmediato que algo andaba mal y borró su sonrisa.

—Tengo que hablar algo serio contigo — Dijo Milo.

Kanon reconocía demasiado esa expresión; con el ceño levemente fruncido, la mirada entre preocupada y molesta, y los labios apretados.

—Te escucho.

—...

—...¿En qué mierda andas metido? — Espetó Milo, mirándolo fijamente.

—¿?

Milo suspiró ante la confusión de Kanon, cruzándose de brazos. No sabía si se sentía molesto, preocupado, decepcionado, triste, o lo que sea.

—¿Por qué le debes dinero a esos niñitos del HADES?

Kanon lo miró con cierto estupor.

—¿Tú cómo sabes eso...?

—Porque acabo de tener un par de problemas con ellos afuera.

—Espera, ¿están aquí? — Gemini abrió los ojos.

—Sí. Y te están buscando. Me agarraron afuera.

Kanon le miraba estupefacto.

—...

—...

—¿...Estás...estás bien?

—Sí. No alcanzó a nada porque...Lo que sea. Si voy a recibir una puta paliza por ti, me interesaría saber porque la estoy recibiendo en primer lugar. Así que dime, ¿En qué mierda andas metido?

Kanon tragó saliva, y le sostuvo la mirada a Milo, a pesar de que sentía que no podía mirarle a los ojos. Él era una cosa y no le importaba... pero darle esa clase de inconvenientes a Scorpio por sus asuntos no era algo que esperaba, ni menos quería.

—...No quería darte problemas. Es mi asunto, no deberían haberse metido contigo.

—Pero lo hicieron, Kanon. Y sabes que no es un problema para mí una que otra pelea. Pero no me gustan nada estas cosas. Y lo sabes.

Un par de jugarretas y peleas para Milo estaba más que bien, eran parte de la adrenalina de su vida. Pero aquello era distinto, y no era algo que le agradase. No quería involucrarse en esa clase de problemas.

—Lo sé, lo sé. Mierda. No era la idea meterte en esto.

—Y tampoco deberías meterte en estas cosas tú.

Kanon desvió la mirada sin responder.

—¿Por qué les debes dinero? — Lanzó finalmente la pregunta.

Milo sonaba lo suficientemente impaciente y molesto como para que Gemini pudiese evadir su pregunta, así que suspiró y contestó.

—Algunas apuestas...algunas carreras, un par de cosas... ya sabes...

Aunque algunas, no era algo muy sincero. En realidad eran varias, demasiadas, y de sumas demasiado altas, porque era con hijos de gente rica, igual que él. Su deuda era prácticamente millonaria. Y su creciente adicción a aquello, estaba al alza, como sus deudas.

—¿Ilegales...?

—¿Tú qué crees?

—Mierda, Kanon. Cuántas veces te he dicho que no es buena idea meterte en esas cosas. ¡Menos con los del HADES!

—Se supone que no debías enterarte...

Milo lo miró fijamente unos segundos, con una mirada que hizo quedarse callado a Kanon.

Milo estaba lejos de estar enojado. Molesto sí. Pero enojado no. Y aún así, simplemente molesto podía ser bastante intenso.

—¿Cuánto dinero les debes?

—...

Kanon no respondió.

—Bien, reformularé la pregunta. ¿Por qué demonios no puedes pagarles? Eres prácticamente millonario.

—Mi viejo lo es, yo no. ¿Y qué le digo? Hola papá, ¿me das dinero para pagar una deuda no muy legal que tengo?

—Joder, pero no así.

—¿Entonces como?

—No sé, inventate algo, ¡yo qué sé! es tu problema en primer lugar.

—No puedo. Me niego. Si se entera que me metí en problemas de este tipo otra vez... Además, aunque pudiera, no le pediría nada a ese viejo aunque me rompieran la pierna.

Milo se exasperó, y terminó alzando la voz.

—¡Entonces por qué te metes en mierdas de las que no puedes siquiera salir!

¡Por qué-...!

Kanon calló de golpe, sin poder continuar, dejando la tensión en el ambiente.

Porque tengo un problema. Quiso decir, pero no le salió. Un problema que por mucho que Milo se esforzara en guiar y arreglar, iba más allá de cualquier intento. Porque él era el problema. Su familia tenía razón. Lo había asumido hace mucho. Había algo roto dentro de él. Algo descompuesto que no tenía arreglo.

Y aunque no le interesaba en lo absoluto su persona, si le importaba no meter a Milo ni Aioria en eso. Quizás era la única pizca de consciencia que le quedaba.

—Escucha...Nunca quise involucrarte ni traerte problemas, sé que no te agradan estas cosas...Veré cómo les pago. Mañana, si o si. Así no me buscarán más y te dejarán en paz. — Kanon se reincorporó.

—...No es problema tener un par de conflictos, Kanon. Mi problema es que te metas en ellos en primer lugar.

—...

—Prometeme que esta es la última vez... Los del HADES son jodidamente complicados cuando quieren serlo.

—...

Kanon no podía prometer algo que no tardaría en romper. No era complicado mentir para Gemini, pero mentirle a una de las pocas personas que daba algo por él le daba una sensación amarga.

—...Me alegro que no te haya pasado nada. — Fue lo que dijo.

Y Kanon se fue sin prometer nada, dejando a Milo nuevamente frustrado y mirando a un punto fijo del aula, como pegado en sus pensamientos.

Claro que a Milo le molestaba que Kanon le trajera problemas que no eran de su incumbencia. Pero lo que más le molestaba era que el inconsciente de su amigo se metiese en esa clase de cosas, y que por mucho que tratara de ayudarle, Kanon solo seguía derecho en la misma línea. ¡Era por su bien, maldita sea! ¿Qué tanto costaba entenderlo? Kanon le preocupaba. Obvio que le preocupaba, porque era su amigo, lo quería, y quería ayudarlo. Pero ya no sabía qué más hacer... Era algo que se escapaba de sus manos. Con el pasar del tiempo Kanon escalaba de bastante mal en peor.

Y en el fondo, sabía que esforzarse tanto en ayudar a Kanon, no era sano para él. Sí, como amigo, tenía que apoyarlo, pero Milo no podía evitar inmiscuirse demasiado en el asunto y solo frustrarse por no conseguir nada. Porque Kanon no cambiaba... y porque en el fondo sabía que no era una responsabilidad que tenía que tener ni menos que tomar.

Pero no podía evitarlo. Porque Kanon era su amigo, y porque haría cualquier cosa para verlo bien. Cualquier cosa, fuera sano para él o no.


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N/A:

adivinen a quien le dieron el alta de la tendinitis [swag]

en este capítulo quise centrarlo casi todo en el sentimiento de la amistad y tratar un poco el tema; lo que se siente querer y apreciar a alguien como amigo, y al mismo tiempo, los problemas que pueden conllevar las amistades, y como pueden volverse poco sanas para uno mismo sin quererlo.

amo al trío de oro de Milo, Aioria y Kanon,,, pero lo cierto es que su amistad tiene varios problemas... varios, este no es el único (verán más adelante ajkdsdak), y van a tener que saber arreglarlo de alguna forma. por ejemplo, Milo entrega demasiado al resto sin importarle su propio bienestar, Kanon necesita terapia urgente, Kanon y Aioria no conocen realmente a Milo, y Aioria... bueno, ya verán

me encanta crear tramas y conflictos secundarios que después no sé como resolver 😈

tengo este capítulo en borradores hace como un mes, pero no lo publicaba porque no me convencía,,,, sigue sin convencerme tbh, pero lo es que hay, no puedo seguir retrasandolo,,,

muchos elementos de este capítulo están basados en vida real SJKDJAKD no tengo muy buenas experiencias con gente con plata D: y me dio risa ocuparlo para un capítulo

y bueno, Camus en este capítulo, simplemente <3333

Actualización (1/2)

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