III

Capítulo 3: Un bicho muy molesto.

. . .


Camus Aquarius era casi perfecto. 

Inteligente, lógico, calculador y rápido de mente. Tenía las mejores calificaciones de su generación en todos los ámbitos; su nivel académico era tan impecable, que tenía facilidades en todas las materias, y sin demasiado esfuerzo le iba bien en todas. Aún así con esa capacidad, era muy responsable y organizado con sus estudios y calificaciones. Si había una persona que no se podía dudar que nunca fallaría en ser responsable de algo, era Camus. 

Porque si hacía algo, lo hacía bien. No, más que bien, de forma impecable. Fuese lo que fuese. 

Incluso había logrado ser elegido para el centro estudiantil al poco tiempo después de llegar. Siendo que en aquel instituto, entrar al centro estudiantil era sumamente difícil; ya que las elecciones se tomaban muy en serio, y eran muy competitivas. Y no contento con solo haber sido escogido...¡Camus ocupaba dos cargos, no solo uno! Era tanto como el secretario, como el tesorero, tomando así dos cargos completos para él y aún así desempeñandolos con gran eficacia.

No había nada en lo que flaqueara, lo cuál era estresante para sus compañeros, ya que parecía imposible superarle. Ni siquiera era posible competir contra él, en primer lugar. Así que robarle el primer lugar era algo que solo se permitían soñar. 

Era excelente en matemáticas, historia, literatura, física, química...y así en cada asignatura, lograba destacar. ¡Incluso era bueno en los deportes! ¡Y en la clase de artes! ¡Y para rematarla, hablaba cuatro idiomas! 

Definitivamente, no había nada que el condenado no hiciese bien. 

Era casi como un mago. No era nada natural que fuera tan bueno en todo, y muchas veces, habían llegado a teorizar que Camus no era humano, si no un robot ruso.

Para rematar su excelencia académica, su aspecto no se quedaba atrás. Estudiante transferido desde Francia gracias a un sistema de intercambio, apenas llegó llamó la atención por dos principales motivos. El primero, por ser extranjero, y encima, francés.

Y el segundo, por su gran belleza indudable. Se tiene la percepción común de que los franceses son bellos, y a pesar de que ese es un estereotipo fácilmente rompible, al llegar a su instituto, accidentalmente Camus solo logró reforzar esa idea con creces. Alto, de tez pálida como la nieve, de porte elegante, cabello liso y largo, ojos encantadoramente penetrantes, y de rasgos afilados, Camus atraía miradas, y no solo la de Milo Scorpio.

Así, extranjero, con notas impecables, responsabilidad envidiable, facilidad para los idiomas, atlético, sumamente atractivo...Camus era casi perfecto. 

Pero había un problema. Porque Camus era casi perfecto, siendo casi la palabra clave. 

Y es que, si bien su inteligencia, gran capacidad y belleza lo harían de inmediato alguien muy popular, lo cierto es que no lo era; y eso se debía únicamente a su personalidad, que ahuyentaba a cualquiera.

Frío como el hielo más gélido, Camus era de pocas palabras. Y cuando hablaba, tenía un tono tan cortante, tan frigido, que intimidaba o disgustaba fácilmente al que lo oyera. Era introvertido, y no parecía tener interés en nada más que lo académico y el centro de alumnos, excluyendose de hacer amigos y de rodearse de gente voluntariamente; porque no tenía interés en el resto. Ni de agradarles si quiera.

A veces, las relaciones humanas le parecían hasta innecesarias.

Era así como cualquiera que intentaba acercarsele, volvía por dónde venía a los pocos minutos; porque Camus se mostraba tan glacial, que era como hablarle a una pared. Demasiado serio y demasiado cortante, no parecía mostrarse abierto a amistarse; iba directo al grano y no le interesaba si el otro quería charlar con él de trivialidades. Así es como alejaba a cualquiera que intentara buscarle.

Y no, nadie se explicaba cómo era así. Ni siquiera su propio padre, quién si bien era similar, su mirada amable distaba mucho de la gelidez de Camus. No. Es que, Camus parecía haber nacido con el ceño fruncido y el hielo en la boca, de la mano de los pañales.

Así fue como los ánimos que levantaba el innegable atractivo de Camus se apagaron; rápidamente se extendió la voz de que no valía la pena siquiera intentarlo. 

Aún así, su actitud gélida no fue suficiente para mitigar todo. Aún levantaba muchas miradas, solo que ya nadie intentaba acercarse a él; todos...excepto Milo. 

Probablemente la mirada más insistente y duradera sobre Aquarius era la de Milo, quién siempre que podía, terminaba desviando los ojos al que había capturado su cándido corazón desde hace ya un año, suspirando por él en secreto. Si bien varias personas habían tenido un flechazo por Camus, estos nunca duraban demasiado, ya que solían ser más por su aspecto que por su persona. En cuanto conocían su forma de ser, se convencían de que era imposible y se terminaban olvidando al poco tiempo.

Excepto Milo Scorpio. Quién, a pesar de intentar convencerse varias veces también que era imposible, al final no logró desengancharse de Camus. Es más, solo logró el efecto contrario; transformándose en la persona que más tiempo se había crusheado de Aquarius.

Pero claro, Camus ni en cuenta.

Así, si bien no era para nada un chico común y corriente, la vida escolar de Camus era tranquila. Clases, exámenes, reuniones del consejo estudiantil...Una escolaridad muy apacible y aburrida, todo bajo control, cada día igual al anterior. Y eso era justo lo que buscaba.

Porque Camus estaba centrado en una sola única cosa, y esa era una excelencia académica insuperable, el mérito de un pasar escolar intachable y entrar a la mejor universidad de Grecia. Y luego, claro está, el éxito vocacional.

Una vida tranquila, estable, y realista. 

Camus tenía toda su vida planeada de arriba abajo con sumo cuidado; incluso, ya había elegido el barrio donde iba a vivir cuando se independizara. Todo fríamente calculado, un plan muy correcto para una persona correcta cómo era él. 

Y era en lo único que se centraba. Nimiedades, sentimentalismos baratos, amistades inútiles y romances innecesarios no tenían espacio para él y su objetivo. Él y su vida perfectamente planificada eran más que suficiente, no necesitaba más que eso. Y su postura era rígida en ese aspecto.

Camus Aquarius entonces, en su apacible, normal y fría vida, solo tenía dos problemas en ese instante. El primero, una reunión del centro de alumnos programada a último momento y sin avisar (Camus odiaba las cosas organizadas a último hora). Y el segundo, tenía nombre, apellido, pelo morado y una sonrisa muy encantadora pero sumamente engañosa e irritante.

...Por alguna razón que no se explicaba, Milo Scorpio había decidido hacerle compañía.

—...¿Por qué me estás siguiendo? — Inquirió dándose la vuelta con el ceño levemente fruncido, luego de un rato. Había intentado hacer como si no existiese unos minutos, pensando que así se iría; pero resultó estar equivocado.

Al finalizar las clases, Camus había decidido ir hacia la sala del centro estudiantil para llegar antes a la reunión, y de paso, avanzar con unas tareas mientras esperaba. Pero al salir del aula de clases, se topó con que Milo lo estaba esperando en la puerta, y que a pesar de ignorarle y comenzar a caminar sin prestarle atención, este caminó atrás de él por el pasillo de forma insistente.

—Te dije que te iba a molestar más rato — Milo sonrió de lado, con las manos en los bolsillos y mirandole confiadamente a los ojos.

Milo se quedó observandole el rostro unos segundos porque...Camus con el ceño fruncido, era jodidamente lindo para Scorpio.

—... — Camus no había tomado sus palabras de hace unas horas en serio, pero ahora veía que no bromeaba 

>> —Deja de seguirme. — Dijo, gélidamente.

—No.

—Vete.

—No quiero.

Camus frunció más el ceño. Decidido, se dió la vuelta con un giro que agitó su largo cabello, y comenzó a caminar más rápido, sin dirigirle la palabra a Milo.

Milo comenzó a caminar detrás de él, a la siga.

—¿A dónde vas? 

—... — No hubo respuesta. 

Pero Scorpio, decidido también, comenzó a hablarle insistentemente por varios minutos. En algún punto tendría que contestar, ¿no? O al menos, ese era su plan, porque no tenía uno mejor.

—Adivino, vas al centro estudiantil

—...

—¡Ja! Adiviné

—...

—...Ahhh, qué sería de nosotros sin nuestro querido y responsable secretario y tesorero — Exhaló dramáticamente, burlón —¡No hay nadie que haga el trabajo como tú!

—...

Camus no supo si estaba siendo sarcástico o si iba en serio.

—Dime, ¿Cómo es Saga al mando...? Porque si es como su hermano entonces debe ser un hijo de perra. — Consultó con una risa condescendiente, refiriéndose al galardonado presidente.

—...

—Debe ser aburrido tener dos cargos... deberías cobrarles por eso, es doble trabajo.

—...

—¿Shura realmente hace algo? ¿O está ahí de adorno?

—...

—Vamos puedes contarme los chismes, me entero de todo menos de lo que pasa en el centro estudiantil.

—...

—Está lindo el día, ¿no?

—...

—Hace sol...

—...

—Y hay nubes...

—...

—¿Crees que llueva un día de estos?

—...

—¿Te gusta la lluvia...?

—...

—A mi no me gusta mucho la lluvia...

—...

—¿..Qué música te gusta...?

—...

—¿No te gusta la música? Okey...— Milo, sufriendo internamente, pensó en que más decir —Libros, tienes cara de ser de libros, ahí no puedo equivocarme.

—...

—Ugh, no seas así... — Exhaló frustrado el heleno finalmente. Sacarle conversación era todo un reto — Al menos intenta fingir...

Finalmente Camus dejó de caminar y se giró a verlo nuevamente con el ceño fruncido. Su mirada fría, le removió el pecho a Milo con un escalofrío cálido.

—¿Fingir qué, exactamente?

—Ehm...¿Cortesía?

—Bien. — Suspiró Camus, mirando impasible y fijamente a Milo a los ojos. Scorpio hizo su mejor esfuerzo para no derretirse ahí mismo. —Cortesmente te pido que dejes de seguirme, por favor.

Y sonó tan falso y monótono al decirlo que por poco Milo se le ríe en la cara.

—Buen intento — Felicitó Milo con una sonrisa sárdonica —Pero no, gracias, estoy bien así.

—... — Camus se cruzó de brazos, levemente fastidiado —¿Qué es lo que quieres?

—Uh...¿nada?

Camus alzó una ceja inquisitiva, poniendo a Scorpio nervioso. Obviamente su "nada", no era convincente.

—Eh...¿Acompañarte?

—¿Por qué? — Camus inquirió. Más que una pregunta era una exigencia dura y áspera.

—¿Y por qué no?

—¿Por qué?

El tono impaciente y cortante de Camus era... potencialmente peligroso para el corazón de Milo.

—¿Porque quiero ser tu amigo...?

—Y por qué.

—Joder Camus, que no todo tiene un por qué en esta vida — Se rió levemente Milo.

Camus frunció el ceño, nada convencido de ninguna de sus palabras.

—...No voy a besarte — Volvió a aclarar, mirándole con gélida sospecha.

—¿Besarme? Por qué me besar-...¡Ah...la apuesta! Es verdad, la apuesta...— Milo exclamó perdido, y luego casi aliviado. 

Había olvidado por unos instantes aquella apuesta, y las palabras de Camus le habían asustado, pensando que de alguna forma había descubierto sus sentimientos.

—No pienso ayudarte con ella.

—Lo sé. Ya te dije que cuestionaría si estás bien si hubieses aceptado en primer lugar. — Pausó —Ademas... sinceramente la apuesta no me interesa. Hubiese terminado siendo el perro de Kanon con o sin ella, el hijo de puta siempre encuentra la forma de salirse con la suya.

Y aunque el tema central de la apuesta si le importaba, había descartado toda posibilidad de concretarla. Para él era una apuesta perdida desde el primer día, ya que era prácticamente imposible. Así que solo la había usado como una excusa para armarse de valor a sí mismo y acercarse a Aquarius, nada más.

Porque el escenario de un beso con Camus vivía solo en sus mejores sueños. Literalmente hablando.

—Si no te interesa, qué haces aquí.

—Ya dije que podemos ser amigos.

—... — En la mirada fría de Camus hubo cierta incredulidad, pero se endureció nuevamente de forma rápida — ¿Qué te hace creer que yo quiero?

Milo silbó cortamente, casi divertido. A cualquier otra persona lo cortante y casi borde de las contestaciones de Camus le hubiese herido o enojado, pero no a Milo. Puede que fuese por el flechazo que tenía, pero más que dolerle, le entretenían sus reacciones. En realidad lo había observado lo suficiente como para esperarse una respuesta así.

Sí. Ver como Camus fruncía el ceño, le miraba con frialdad y con sus labios finos apretados por el fastidio, era jodidamente entretenido. 

—Auch. Eso fue duro — Milo sonrió ladeado —No lo sé, ¿Por qué no querrías?

—... 

Camus podría haber dicho muchas cosas en ese momento, pero se las guardó para ahorrar saliva y tiempo. Aceleró el paso 

 —Porque no. — Cortó.

—Eso no es una respuesta. — Milo reclamó, caminando tras él.

—No me interesa lo que te parezca o no.

—¿...Te han dicho que eres cruel?

—Sí

—Y...¿te han dicho que eres lindo? — Milo soltó incontenible, por mero impulso del momento. Simplemente había escupido sus pensamientos sin meditarlo.

Y se maldijo apenas lo dijo.

Estúpido, estúpido, ¡qué haces coqueteandole! Espera...¿le coquetee...? ¿Eso se puede considerar coquetear? ¿Siquiera sé coquetear...? 

Se arrepintió de inmediato, y sus pensamientos se formaron un remolino turbulento en su cabeza. Aún así, mantuvo la compostura por fuera y sonrió confiado.

Su cabeza y corazón podían ser muerte, caos y destrucción en ese instante, ¿pero su cara exterior? Divina como siempre, siguiente.

Camus volvió a girarse con el ceño fruncido ante su halago.

—No voy a besarte. — Volvió a recalcarle, creyendo que sus palabras era para intentar obtener eso de él.

—¡Que ya lo sé! No lo decía por...por...ugh, olvídalo...

—Si ya lo sabes, vete. 

—¿Por qué me odias? — Preguntó con falso tono de víctima Milo.

En realidad sabía que Camus no lo odiaba. En realidad parecía odiar a todos, pero era porque esa era su naturaleza. 

—No te odio.

—Lo sé — Y sonrió un poco burlón.

Camus le miró de mala manera y siguió caminando.

—Eres un idiota — Espetó con frialdad.

—Me lo han dicho mucho. 

—Porque lo eres.

—Exacto, lo soy — Sonrió de lado, con picardía —Pero un idiota muy insistente.

Milo mentalmente se preguntó, si alguna vez había visto a Camus conversar con alguien tanto rato como llevaba haciéndolo con él. Y la respuesta era no, probablemente aquella era la primera vez que le veía intercambiar tantas palabras con alguien.

¡Era todo un logro! Sonrió contento mentalmente por su éxito.

—Eres raro. — Acotó de forma seca Camus, con el ceño permanentemente fruncido a esas alturas.

—¿Vas a ponerte a recalcar todos mis defectos? Vaya tema de conversación

—Molesto. — Le ignoró, hablando con tono de fastidio.

—Vale, ya entendí.

—Muy molesto... — Recalcó, mientras caminaba a paso rápido.

—Idiota, raro, y molesto. ¿Algo más que quieras poner en la lista? — Milo bufó, levemente ofendido.

—...

Afortunadamente para el ego de Milo, Camus no agregó nada más y continúo caminando, dándole la espalda e ignorando su presencia como si fuese un insecto. Un bicho molesto.

Finalmente, y para alivio de Camus y su paciencia, divisó la puerta del aula del consejo de estudiantes, llegando a su destino por fin.

—Oh, ya llegamos — Dijo Milo.

"Llegamos" . Aquella palabra irritó a Camus, quién se giró a verle otra vez más con el ceño fruncido.

—Bien. Ahora te vas.

—Sí, ahora me voy. Siento que en cualquier momento me vas a golpear.

— Finalmente para tranquilidad de Aquarius, Milo concordó con él —Ya te he molestado lo suficiente...por hoy.

Camus le miró gélidamente ante sus palabras, sacándole un escalofrío a Milo quién sonrió nervioso.

Aquarius abrió la puerta del consejo, que estaba vacío. Iba a dejar plantado ahí mismo a Milo, pero este se adelantó antes de que se fuera.

—¡Espera, espera! ¿Leche de frutilla o café frío? — Preguntó de golpe Milo. Una pregunta sumamente extraña, rara elección para ganar tiempo.

—...

—No, espera, no me digas, yo lo sé, prefieres el café frío  — Continuó. Afortunadamente para Scorpio, Camus no tuvo interés en preguntar cómo sabía eso. Sonrió. —Yo prefiero la leche de frutilla.

—¿...?

Camus decidió por su propio bien no preguntar más a su extraño acompañante. Bastante ya lo había aguantado. Decidido, abrió de golpe la puerta que había mantenido entreabierta.

—¡Espera, espera, una cosa más! — Milo imploró. Al ver la mirada gélida que le dirigió Camus, agregó; —No me mates...

—...

Camus esperó a que dijera lo que sea que tuviese que decir.

Milo sonrió de lado, burlón. Porque fuera como fuera, Milo nunca perdía la oportunidad de molestar y provocar a todo el que le rodease.

—Antes de que te vayas, ¿Me das un beso?

—...

Camus entró a la sala del consejo y le cerró la puerta en la cara a Milo de un portazo tan fuerte que resonó en todo el pasillo.

—¡Camus! ¡Era broma, era broma! — Exclamó con una risa atorada del otro lado de la puerta.

Pero no hubo respuesta, y con una leve sonrisa que iba a mitad de una mueca nerviosa, Milo apoyó unos instantes la frente de la puerta cerrada, cerrando los ojos.

El corazón le latía fuerte, vivo, en su pecho, hormigueando su sangre. Porque había estado más cerca que nunca del dueño de sus pensamientos en su vida. 

Y en lo único que fue capaz de pensar durante todo lo que quedó de tarde fue en Camus Aquarius y su encuentro de aquel día.

Porque había logrado romper aquella barrera que le impedía acercarse. Aquella barrera, que era su propia zona de confort e inseguridades.

Y una vez rota su barrera, Milo era confiado y algo avasallador. Imparable. Y aunque Camus no lo quisiese a él ni nadie cerca, sabía cómo no rendirse.

Porque Milo Scorpio, una vez se proponía algo, nunca se rendía. Es más, disfrutaba más cuando las cosas eran retadoras.

Y su reto personal, es y siempre había sido desde que cayó por él, acercarse a Camus Aquarius, aunque fuera tristemente para una mera amistad y nada más.


. . .
N/A:

Soy yo de nuevo 👀 Siendo sincera, me moría por actualizar este fic porque estoy muy emocionada con él

Qué les pareció el capítulo? Y qué les pareció Camus con su...forma de ser? 

La verdad es que me siento orgullosa de la forma en que escribí a Camus  JASJAJS 

Milo le re simpea, igual que yo, igual que todxs. Es que Camus es Camus, puede patearte, mirarte con odio, y todxs nosotros incluyendo a Milo le agradeceríamos con altar incluido ¿

El próximo capítulo es algo distinto a los anteriores

Actualización (1/2)



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