🦎 Capítulo 93

El estruendoso sonido de objetos rompiéndose se repetía una y otra vez, chocando contra el mismo árbol sin fallar ni uno. Esme observaba desde el sofá, con una revista reposando en su regazo. Se preguntaba por qué había tanto ruido de cosas rotas.

Alice, en medio de su furia, desquitaba su enojo de la forma más absurda que se le había ocurrido. Jasper le pasaba una taza del color del cabello de Edward, y Alice la lanzaba contra el árbol.

—¡Te odio, Edward Masen! —chilló Alice, su enojo palpable en cada palabra. Agarró otra taza de un tono cobrizo.

—¡En septiembre era nuestra boda! ¡Ah! —gritó de nuevo, zapateando el suelo con frustración— ¡Nos íbamos a casar, pero no! Ese maldito...

Jasper había decidido que esta era la mejor forma de manejar el enojo, pues él también se encontraba con los ánimos por los suelos.

—¡Ah! ¡Cuando lo tenga frente a mí, lo voy a ahorcar, lo juro! —Alice gritó con tal intensidad que su enojo parecía palpable.

No podían creer cómo todos habían perdido la pista de Edward y Carole, ni siquiera se habían percatado del plan. Solo habían notado su ausencia después de que la boda de Sam y Emily Uley había pasado de horas, mientras Esme y Carlisle leían una carta con una expresión neutral.

La sorpresa en Esme era evidente, pero Carlisle parecía aliviado y divertido. Al darse cuenta de que los apoyaba en el escape, Esme decidió callar su queja. Carole había expresado previamente que Edward le propondría matrimonio primero a ella, un sueño que anhelaba profundamente, pero con Alice emocionada por la misma idea, Carole se encontraba debatiendo entre lo que deseaba y los deseos de su esposa.

Jasper no se quejó en voz alta, aunque no era justo que Alice obtuviera lo que quería. Un matrimonio de tres no estaba bien visto en la época actual, pero si Edward y Carole se casaban, debía ser lo más correcto. Lo único que le molestaba era no poder satisfacer todas las fantasías de su esposa y compañera, pero no todo debía lograrse, de lo contrario, se volvería una malcriada.

Suspiró cuando los jarrones finalmente se acabaron. Alice se volvió hacia él, con un pucherito entre los labios.

—¿Por qué no piensas en los demás?

—Cariño mío, sé que en esta vida inmortal podemos conseguir todo, pero hay ciertas cosas que sencillamente escapan de nuestras manos, y esta es una de ellas —expresó Jasper con toda la rectitud, sinceridad y comprensión posibles.

—Pero se siente injusto —reprochó Alice, cruzada de brazos.

—Míralo de esta forma, pero no juzgues antes de que termine de decírtelo —pidió Jasper, también con el rictus serio— Tú y yo somos compañeros, y poco después de encontrarnos te pedí matrimonio. Todos en la familia han encontrado a su compañera o compañero, menos Edward. ¿No te parece correcto que Edward, ahora que ha encontrado a su compañera, haga lo mismo que yo?

—Pero ella es de todos... Es compartida —murmuró Alice, aún resentida.

—Lo es, pero debes mirar más allá de tus propios ojos. Edward al fin encontró a esa compañera, es el único soltero y su relación con ella es tan especial como la nuestra, o como la de Emmett con Rosalie, o la de Carlisle con Esme. ¿Por qué ser tan egoístas al querer casarnos con ella con las circunstancias actuales? ¿Sería pacífico y aceptado por los deseos de Eco? Piénsalo un poco, ¿es un deseo que ella anhele o es un capricho tuyo? —preguntó Jasper de manera objetiva.

Alice apretó las manos y abrió la boca, pero se dio cuenta de algo tras esa última pregunta. Había asumido que podía tener esa boda sin considerar el deseo de Eco. Aunque no había visto la misma emoción en los ojos verdes de Edward, se dio cuenta de que su visión había estado sesgada.

—Lo pensé más en mí que en lo que ella desea —admitió con pesar, sus ojos cristalizados— Solo quería verla en un vestido confeccionado por mí, quería verla feliz a nuestro lado.

—Cariño, ya soy feliz teniéndolas tal y como están ahora. No hace falta más formalidades. Nuestro aroma queda impregnado en ella, ¿de qué más podríamos temer? —preguntó Jasper con un tono sarcástico— Ella siente una conexión universal y única con Edward, tal como la nuestra. No debemos forzar nada, el amor incondicional no se trata de imponer nuestros deseos.

Alice se sintió avergonzada por la forma en que Jasper la reprendió, con tanta delicadeza, seriedad y paciencia. Jasper, aunque tímido, sabía cómo hacerla aterrizar cuando estaba desbordada.

—Entendí, Jas. Aún me cuesta aceptar, lamento haberte hecho ver otro berrinche mío —expresó sincera, con una sonrisa nerviosa— Es difícil aceptar tener una compañera compartida, pero sé que con el tiempo encontraré un punto de equilibrio.

—Todos lo esperamos —dijo Rosalie, recostada sobre el pectoral de Emmett— Es difícil aceptar que esos dos se hayan casado sin nosotros presentes. Si es que realmente lo hicieron, nos deben una fiesta de consolación. Deberán soportarlo.

—Creo que tengo algo de culpa en esta situación —sonrió nervioso Emmett— Como nosotros fuimos la primera vez con ella, le recomendé a Edward que le ofreciera su virginidad. Ya saben que es de la antigua, lo tomaría como hecho solo a través del matrimonio.

—Eso tiene sentido —aceptó Alice— pero sí, nos deben una fiesta. ¡Eso sí puedo empezar a organizar! Presiento que vendrán justo cuando terminen su luna de miel.

—¿Y eso cómo lo sabes? —preguntó Rosalie con el ceño fruncido.

—Lo presiento. Las visiones predecidas no funcionan con el don camuflaje de ella, pero espero que no me equivoque con lo que mi instinto natural dicta —expresó Alice mientras sonreía— Al menos tengo eso para entretenerme.

—Entiendo. Entonces, te ayudo —aceptó Rosalie, mientras ambas se dirigían hacia el garaje.

Emmett y Jasper se quedaron solos por un momento, suspirando al unísono mientras miraban al cielo.

—Ellos volverán pronto —comentó Emmett— ¿Qué harás después, Jasper?

—Lo que nos corresponde exigir. La reclamaré y daré un regalo. Debemos encontrar un método para que su aroma único se camufle con el nuestro —expresó Jasper con seriedad— Necesito satisfacer el lazo de compañeros, es obvio, pero respetaré el tiempo de recelo de Edward, como todo vampiro.

—Entiendo, entonces te deseo suerte, hermano. Porque la vas a necesitar —sonrió Emmett, orgulloso y divertido.

—¡Chicos, vengan! ¡Ustedes cargarán nuestras compras! —gritó Alice mientras abría la puerta trasera del auto en el que iban a ir.

Ambos resoplaron y aceptaron su destino sin reproches ni quejas. Este tiempo sería agotador, ya lo veían venir.

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