🦎Capítulo 84
En la penumbra de la noche, una figura etérea, junto a un camaleón reposado en su hombro, observa a una joven adolescente sumida en un sueño tranquilo. Bella se acurruca en su cama, buscando consuelo del gélido frío de Forks. Desde la rama de un árbol, ocultos en la oscuridad, los dos se sumergen en reflexiones profundas al contemplarla.
«Debo volver a preguntarte: ¿estás segura de lo que vas a hacer, Carole?» Edward piensa, comunicándose con la joven camaleónica con un tono de seriedad inquebrantable.
El camaleón examina meticulosamente cada rincón del cuarto de Bella, desde sus labios hasta sus pestañas. Al final, parpadea y fija su mirada en Edward, reflejando la duda: «Debo discernir si lo que siento es amor o solo atracción. No entiendo qué me sucede con ella, siento que me llama, pero yo... soy un vampiro, Edward» piensa, envuelta en confusión.
Edward no está convencido. Necesita investigar a fondo la historia de las compañeras, pero sin adentrarse en los antiguos textos de Volterra o consultar a los Reyes, nunca conocerán la verdad completa. Revelar esta información no es una opción.
«No quiero que la beses. Eres nuestra, estás conmigo; bésame a mí... no a ella» exige, con un tono celoso, mientras acaricia suavemente el mentón del camaleón con la punta de su dedo índice.
«Es solo un beso. No voy a tener intimidad con ella. No me siento preparada para hacerlo, ni con ella ni contigo... No lo tendrás hasta que estemos casados» aclara el camaleón, con firmeza.
Edward está a punto de protestar, pero el camaleón cubre sus labios con su cola, rodeando su cabeza. «Ni lo intentes» amenaza, con su patita derecha apuntándolo.
Luego, el camaleón se desliza en la habitación y se acerca a Bella. La joven parece despertar y ver a Eco en su cuarto, su mirada perdida en un sueño incierto. Al tomar las mejillas de Bella entre sus manos, cuando está a punto de besarla...
Bella mueve el codo torpemente, y la lámpara de la mesita de noche cae al suelo, resonando el sonido de pisadas apresuradas. En un parpadeo, Eco ya no está frente a Bella, y la puerta se abre para revelar al padre de Bella, visiblemente alarmado por el ruido.
Aprovechando la oscuridad y la conversación de los padres, el camaleón se desliza rápidamente por la ventana y aterriza con agilidad en el césped, corriendo veloz hacia el bosque.
El temor de ser descubierta la invade. En un instante, se siente atrapada por el acto de besar a la hija del sheriff del pueblo.
La torpeza de Bella ha frustrado el primer beso que podría haber despejado las dudas del camaleón sobre la atracción que siente por la humana, una atracción delicada y peligrosa.
El deseo de Bella por Eco ha crecido, junto con la frustración de haber despertado de ese anhelo culpable. El deseo de besarla es intenso. Al día siguiente, ha decidido buscarla y expresar sus sentimientos antes de que Bella se gradúe.
Anhela ser correspondida.
Ella necesita besar a Eco. Necesita sentir sus labios, ver su sonrojo, y sobre todo, percibir que son algo más que simples desconocidas.
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