🦎Capítulo 78


Advertencia ⚠️: este capítulo contiene escena +18.

La reunión de estudio resulta, sin duda, intrigante. Edward ha accedido a que Eco lo acompañe, y ella se siente satisfecha por estar a su lado. Encontrar la casa de la familia Swan no es complicado, aunque el pequeño gesto de la figura paterna de Bella le advierte a Edward sobre los límites en su trato con su hija resulta divertido para Eco.

A través de su conexión camaleónica con Edward, Eco puede captar claramente los pensamientos del Sr. Charlie, quien está completamente a la defensiva. «Juro que si este chico osa ponerle una mano encima, le pondré una orden de alejamiento sin pensarlo.»

«Quizás debería quedarme en lugar de ir al trabajo, para supervisar la 'tarea' que deben realizar

Un croar suave de Eco llama la atención de Edward, tensándolo. El sonido ha captado más atención de la que Edward esperaba manejar.

-¿Ah? ¿Y ese animal exótico? -pregunta Charlie, visiblemente desconcertado.

-Es mi mascota, señor Swan. Mi madre me dejó a cargo de ella y, dado que ninguno de mis hermanos quiso cuidarla en mi ausencia, entiendo su falta de predisposición. Pero... también tengo mis obligaciones educativas que no puedo desatender, ¿entiende? -improvisa Edward torpemente-. Ella es mi camaleón, y sí, es un animal exótico.

-Vaya, pensé que eran muy delicados al frío -murmura Charlie en voz baja-. Las obligaciones cumplidas y bien organizadas hablan bien de usted. Pase adelante y, por favor, respete mi hogar, joven Cullen.

Charlie parece haber aceptado renunciar a su trabajo, al menos la intervención de Eco ha logrado distraerlo de manera efectiva.

-Así será, Señor Swan.

Charlie permite que Edward sea guiado por una joven castaña hacia la sala, donde hay numerosos útiles escolares y un portátil para las investigaciones necesarias.

Quince minutos después, el carro policial se dirige a su destino, dejando a Edward y Eco oficialmente solos con Bella Swan para realizar la tarea en equipo.

-¿Quieres agua? Quiero decir... ¿Tu camaleón también necesita agua? -pregunta Bella, nerviosa, mientras juega con su dedo, rompiendo una cutícula.

-Eh... Sí, por favor -responde Edward, visiblemente incómodo.

-A la o-orden -responde Bella, nerviosa, dirigiéndose hacia la cocina sencilla a la distancia.

Eco observa cómo Bella mueve objetos y percibe los sonidos y movimientos que la rodean. Al sentir la presión del aroma empalagoso de Bella, Eco libera su escudo protector para alejar el olor, creando una burbuja de protección alrededor de Edward y ella.

Edward jadea al sentir el envolvimiento de su escudo y, poco después, comienza a ronronear como un gato, como si estuviera siendo acariciado en el lugar más sensible de su cuerpo.

«Menos mal ha sido un sonido leve» piensa Edward, notando un calor ligero en su estómago, como si hubiera desarrollado fiebre.

«¿Por qué siempre ronroneas cuando hago eso?»

Edward sonríe levemente, divirtiéndose con la ignorancia de Eco, lo que hace que su pigmentación se torne ligeramente rojiza por la molestia.

«¡Dime! ¿Qué causa tanta gracia?» gruñe Eco mentalmente.

«Eres muy inocente todavía, cariño» responde Edward, acariciando la cabeza de reptil de Eco. «Los ronroneos son involuntarios; los vampiros lo hacemos cuando estamos contentos con las actitudes hermosas o posesivas de nuestros compañeros. Lo que has hecho recién me ha hecho sentir reclamado, y eso es algo que me encanta. Es algo tan íntimo que no has hecho más con nadie, salvo Esme.»

Eco inclina la cabeza hacia un lado, sorprendida. «Ni me di cuenta de que era posesividad lo que hacía» replica, impactada. «Los vampiros son criaturas que aún no conozco completamente, pero creo que me gusta escucharte ronronear. Me hace sentir muy feliz y extrañamente excitada. Aunque no estoy segura si eso es bueno o malo para mi cuerpo.»

Edward se concentra en Bella después de lo dicho, moviéndose incómodo entre su cuaderno y mochila, como si estuviera escondiendo algo que no logra identificar.

A medida que avanza la tarde, Eco recuerda que, durante los primeros minutos, tomó un poco de agua ofrecida y luego se quedó dormida. La cercanía de Edward le causaba una somnolencia inusitada, aunque mantuvo su escudo protector hasta quedarse dormida. Al despertar, cerca de las seis de la tarde, encuentra a Edward y Bella terminando el cartel para la exposición. Eco se siente descansada y se mueve de su posición, llamando la atención de los dos sin quererlo.

-Vaya, ya despertó. Y justo cuando terminamos -expresa Bella, aliviada y divertida.

-Sí... Ha estado dormilona hoy -responde Edward, divertido y más relajado.

«Es extraño, me siento segura durmiendo aquí. A pesar de que apenas la conocemos... Lo siento por quedarme dormida, cuervito. Solo... tenía mucho sueño de repente» expresa Eco, avergonzada.

«Descuida, con tu escudo puesto no sentí ninguna sed ni inconveniente para terminar el trabajo práctico con ella. Gracias...» dice Edward, mirándola con aprecio.

-A todo esto... Uhm... ¿Cómo se llama tu camaleón? -pregunta Bella, curiosa.

Los dos se tensan. Aunque Eco tiene muchos apodos, la mayoría están relacionados con su nombre adoptivo, Eco. Nadie recuerda su nombre original frente a extraños.

-Se llama Pascalita. Lo puso Emmett cuando la encontramos en una de nuestras salidas de camping familiar -improvisa Edward, actuando con habilidad.

-Vaya, es un nombre muy hermoso.

-Sí, ella es hermosa -afirma Edward, adorando a su camaleónica compañía.

Bella, sintiendo que sobra, se levanta torpemente en busca de agua. Edward Cullen parece ser extremadamente raro para ella, y no sabe qué es lo que lo pone tan a la defensiva.

«¿Edward?» llama Eco.

«¿Dime, princesa?» responde Edward mentalmente, la forma en que la llama hace que el corazón de Eco lata nervioso, un sonrojo inusual invade su ser ante el mote dulce.

«¿Por qué te pones tan empalagoso conmigo justo cuando Bella me ve

«Porque solo eres mía, y no estoy dispuesto a compartirte con ella» responde Edward, sincero y receloso.

«Vaya, no te veía tan territorial, ¿eh?» piensa Eco, divertida.

«Eres mi mundo, mi vida, Eco» replica Edward con una voz interna ronca.

Esto hace que Eco se sienta mareada, con una cosquilla extraña en sus aparatos reproductivos, provocando que se mueva ansiosa y nerviosa. Se siente incómoda.

«Como ya hemos terminado, es mejor que vayamos a casa» propone Eco, nerviosa por el calor que siente.

Edward acepta la propuesta, guarda sus cosas en la mochila y se levanta del sofá, mostrando que es hora de partir.

-Muchas gracias por todo, Edward. Ha sido un placer trabajar contigo hoy -expresa Bella sinceramente-. Espero que mañana nos vaya muy bien en la exposición.

-Así será. Nos vemos mañana.

-Sí. Hasta mañana.

Después de la visita a la casa de los Swan, Edward y Eco regresan a casa. Pero en cuanto se alejan del hogar Swan, Eco empieza a sentir un calor abrumador. Una sensación extraña y desconcertante la invade, como si necesitara un alivio inmediato, aunque no pueda describir exactamente qué le sucede.

Edward, atento a los signos de malestar de Eco, nota su incomodidad y dice, mirando de reojo mientras conduce:

-Cuéntame qué te pasa, Eco. Aunque esté al volante, quiero saber cómo te sientes.

Eco, con la voz temblorosa y llena de incomodidad, responde:

-Me siento... abrumada. Creo que estoy empezando a sentirme mal.

Preocupado, Edward se detiene en un rincón tranquilo de la carretera, justo antes de entrar en el bosque. Apaga el motor del coche y, con movimientos ágiles, se deshace de los cinturones de seguridad, incluyendo el de Eco. La atrae hacia él y ajusta el asiento del conductor para reclinarlo, colocándola suavemente en su regazo. Este cambio de posición hace que Eco se sienta aún más vulnerable, intensificando la sensación incómoda que la envuelve.

Edward, buscando consolarla, susurra con calma:

-Tranquila, creo saber cómo ayudarte.

La cercanía de Edward y el contacto de su cuerpo contra el de Eco hacen que ella sienta un calor intenso y una necesidad urgente de alivio. Su piel morena se ruboriza, y aunque la incomodidad persiste, el contacto de Edward parece proporcionar un alivio inesperado.

-¿Qué me está pasando, Edward? -pregunta Eco, con una voz cargada de preocupación.

Edward, con una mezcla de timidez y determinación, responde:

-Déjame intentar calmar tu malestar. Pero... ¿confías en mí?

-Sí, confío en ti... Hazlo. Pero, ¿por qué están tan oscuros tus ojos? ¿Tienes hambre? ¿Deberíamos parar para que comas algo? -pregunta Eco, sintiéndose confusa mientras busca alivio.

Edward, con un tono suave y tranquilizador, le asegura:

-No te preocupes por mis ojos... Solo necesito ayudarte, cariño. Todo estará bien.

Con movimientos cuidadosos, Edward retira la ropa de Eco, permitiendo que el aire fresco toque su piel. El contacto de sus manos frías y suaves proporciona un alivio parcial, aliviando la incomodidad que ella siente. Eco, moviéndose ligeramente, deja escapar jadeos de alivio mientras Edward la acaricia con ternura.

-¿Te sientes bien? -pregunta Edward con una voz llena de preocupación.

Eco, abrumada por la experiencia, responde con palabras entrecortadas, sus emociones fluyendo sin control. Siente un profundo alivio y una sensación de calma al ser tocada por Edward de manera tan cuidadosa.

Edward, con un toque delicado, mueve sus manos con destreza, proporcionando el alivio que Eco necesita. La combinación del frío de su mano y el calor que ella siente le ofrece una sensación de tranquilidad y liberación.

Cuando la calma finalmente se establece, Eco se apoya en el pecho de Edward, escuchando el ritmo relajante de su propio corazón. La satisfacción y la felicidad se reflejan en su rostro, mientras Edward, con ternura y admiración, susurra:

-Eres maravillosa, mi princesa. Estás hermosa en tu serenidad. Ha sido un honor para mí ser el primero en ofrecerte este momento.

Exhausta pero llena de gratitud, Eco se deja llevar por el sueño, sintiéndose segura y amada en los brazos de Edward.

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