🦎Capítulo 65
Una semana había pasado desde el conflicto causado por Alice y Edward. Durante estos siete días, la camaleónica metamorfa de ojos verdes había dejado de confiar en ambos, anulando por completo sus dones al mantener activado el suyo las veinticuatro horas del día. ¿Cómo lo lograba sin llamar la atención? Lo hacía a través del color de sus uñas, que demostraban claramente sus emociones predominantes en colores fuertes o neutros. Básicamente, mediante la práctica y la perseverancia, lo estaba logrando.
Jasper había tomado muy en serio su papel de protector, ya que la neutralidad del empático era el camuflaje perfecto para Eco. Aunque resultaba desgastante usar su don en su forma humana, siempre se mantenía cerca de quienes se habían convertido en su apoyo firme y seguro: Rosalie, Emmett y Jasper.
Era lunes nuevamente, y la joven camaleónica se encontraba desayunando frutas con yogurt de uva. Esta vez, Esme había decidido añadir un poco de color al sabor gustativo de Eco con frutas, en lugar de algo complejo y pesado para su estómago. Aunque probablemente más tarde le traería problemas por desayunar algo liviano, confiaba en que algunos de sus hijos o compañeros le proporcionarían comida a su querida niña.
—¿Mamá? —preguntó Eco.
—¿Hmm? —musitó Esme, curiosa, mientras limpiaba un vaso para servir agua.
—Sigo enojada con ellos, pero... ya es menor, aunque hoy... —quería decir algo Eco, pero le dio pena y empezó a usar su camuflaje para perderse entre el ambiente de la cocina.
—¿Qué pasa, mi niña? —preguntó Esme, preocupada al verla avergonzada.
Todos los compañeros de Eco estaban atentos a la conversación con la matriarca, pero, al ver lo que estaba ocurriendo, jadeaban al notar cómo Esme desaparecía de la cocina, como si no estuviera allí. No podían entender qué estaba pasando ni desde cuándo Eco podía ocultar a otra persona que no fuera Edward.
Aquello había sido un golpe bajo directamente para el lector de mentes.
—Uff, eso debió doler, hermanito —ironizó Emmett. «Te está castigando por la cobardía que has mostrado con ella», pensó.
—El amor que le tiene a Esme es especial; el amor de madre e hija es tan complejo que me atrevería a decir que, si no arreglas las cosas con Eco, este escarmiento será difícil de revertir para ti, Edward —recomendó Jasper, relajado.
Al notar que todos parecían tenerlo en la mira, Edward miró a Alice.
—¿Por qué no haces nada para remediarlo? Nos metiste en esto. ¿No te duele su indiferencia? —preguntó, molesto.
Alice frunció el ceño, bajó la cabeza y empuñó su mano sobre su regazo mientras estaba sentada en el sofá.
—Claro que me duele. No encuentro la forma de solucionarlo porque no entiendo por qué está tan enojada —admitió avergonzada. Hacía tiempo que no podía ver el futuro de Eco ni escarbar en la información que solía obtener al estar cerca de ella, aunque fuera sobre eventos futuros.
Edward bufó molesto al no encontrar una solución, pero Rosalie lo distrajo al golpearlo con su mochila en el cuello y la cabeza, como si lo hubiera hecho a propósito.
—Ambos son imbéciles. Nos pasamos de sesión en sesión para aprender a comunicarnos mejor entre nosotros y ayudarla a ella. Pero en momentos como estos, demuestra que los mejores en proveerle menos estrés a Eco somos yo, Emmett y Jasper —se burló, irónica, generando molestia en Alice y Edward—. Tal vez no actué bien al principio, pero aprovecharé sus inseguridades para demostrar que el tiempo que necesitaba para lidiar con el problema que representaba ella para mí era necesario. Si ustedes quieren seguir jugando a ser humanos tontos y lastimarla, no será mi culpa. Ya estoy cambiando para mejor.
Alice, molesta, se levantó para encararla, queriendo decirle todo y nada.
—¿Por qué ahora te importa? ¿Desde cuándo piensas más en Eco que en ti? —preguntó a la defensiva.
—A ti no te importa nada de lo que haga, así que no te debo explicaciones a ti ni a nadie —expresó con orgullo y petulancia, dirigiéndose hacia la puerta mientras tomaba la mochila de Eco—. Jasper, vámonos.
Jasper agarró la mochila de su compañera y miró a Alice.
—Es mejor que arreglen sus diferencias antes de afectar a Eco. Te amo demasiado, cariño, pero hoy te vas con Edward. Prefiero la salud de Eco por encima de todo —expresó el rubio.
De repente, sin saber cómo ni cuándo ocurrió, Esme apareció bajando rápidamente del segundo piso, con una expresión seria y preocupada.
—Hijo, no es necesario que lleves la mochila de Eco. Hoy no irá —expresó firme mientras buscaba rápidamente en la cocina pastillas de vitamina y un vaso con agua—. Emmett, trae el terrario y luego puedes retirarte a clases.
—¿Qué pasa? —preguntó Edward, con dolor de cabeza al no poder leer los pensamientos de Esme.
—La niña tiene fiebre alta. No irá hoy, así que espero que, por la salud de vuestra compañera, vayan con calma y no hagan problemas en la escuela —expresó Esme, subiendo rápidamente al segundo piso.
Todos quedaron paralizados al conocer el estado de salud de su compañera. Ninguno se había dado cuenta de ello. Ella los había bloqueado desde la pelea con Edward.
—Genial. Tu patética actitud está afectándola —exclamó molesta Rosalie, sin poder evitarlo, se dirigió hacia Edward, agarrando el cuello de su camisa—. En serio, analiza lo que has hecho y retractate. Porque cuando pides perdón tarde, cuesta más. Yo lo estoy aprendiendo; ¿cuándo lo harás tú?
Se retiró severa, con Jasper siguiéndola a regañadientes y Emmett bajando poco después del segundo piso.
—¿Cómo está? —preguntó Alice, preocupada.
—No escucha ni puede ver nada. Esme está tratando de contactar a papá; parece que deberemos internarla. No responde ni a la vitamina ni a la medicina que mamá le dio —murmuró Emmett, con tono bajo.
—Entonces no nos vamos a clases. No con ella así —debatió Edward.
—No. Esme ha dejado claro que no podemos faltar. Debemos cumplir con nuestra obligación o levantaremos sospechas —contestó Emmett, dirigiéndose hacia la puerta y haciendo un gesto para que lo acompañaran—. Ella no quiere que estemos aquí ahora, respeta al menos su estado delicado de salud.
Edward y Alice hicieron una mueca de dolor, aceptando aquello a regañadientes y saliendo con el peso de las palabras escuchadas.
—Bien.
—Mamá, ya nos vamos —anunció Emmett con molestia al dejar a su pascalita así, pero debía intentar ser fuerte por ella y por sus deseos.
—Que tengan un buen día, niños —les deseó Esme con una voz afligida.
Aunque los jóvenes Cullen harían el mejor intento para no aumentar las preocupaciones de la mujer, para que su compañera recibiera la mejor atención hasta que su padre llegara, el estrés no era bueno para la salud de Eco, y eso estaba muy claro.
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