🦎 Capítulo 6
Forks, 2004.
—Cuidados para regular la temperatura de tu camaleón: durante la noche, debes apagar todas las luces y permitir que la temperatura baje entre 5° y 10°C. No será necesario calentar artificialmente la jaula de tu camaleón si la temperatura de la casa no baja de 18°-21°C —empezó a leer Jasper en voz alta, para que Esme y Emmett, quienes eran los únicos en la mansión aquel día, pudieran escuchar.
—Un motivo más para tener aire acondicionado. Sabía que no iba a ser un desperdicio —comentó Esme, contenta, mientras empezaba a buscar el manual del aire acondicionado. En un pestañeo, ya estaba con el librillo al lado de Jasper.
—Mmm... ¿Por qué es tan importante la temperatura correcta para un camaleón? —preguntó Emmett, extrañado, al ver cómo la pequeña Eco parecía bostezar—. ¿Cómo una criatura como esta puede ser tan adorable? Eres hermosa, Eco.
—Es fundamental mantener la temperatura correcta para asegurar el crecimiento y la salud del camaleón, y también para que muestre buenos pigmentos en su primer camuflaje espontáneo —respondió Jasper, tras una lectura rápida en el libro que Alice le había regalado—. Tiene una belleza exótica.
La pequeña camaleón los miró con un brillo en los ojos que les hizo sentir contentos, mientras que para Edward era un deleite escuchar los balbuceos de la niña: "lindos". No eran muchas palabras, pero expresaban claramente lo que sus ojos reflejaban.
—Me sorprende cuánto nos intriga un camaleón —dijo Edward, entrando por la puerta de la nueva casa en Forks, mientras abrazaba el respaldo del sillón con los brazos abiertos—. Es decir, aún no han desempacado todo, pero lo primordial es que la pequeña Eco tenga su hábitat adecuado.
Alice entró dando pequeños saltitos, con un frasco en las manos que claramente contenía bichos recién recolectados.
—No seas tan reflexivo. Disfruta que ahora es como una mascota. Ya verás que, una vez que deje de serlo, serás el primero en gruñir, Edward —añadió Alice, mientras destapaba la abertura superior del terrario para empezar a destapar la tapa del frasco—. ¿Quieres alimentarla?
Edward, un poco dudoso, asintió curioso. Nunca había tenido una mascota antes, ni siquiera sabía que los camaleones existían. Cuando iba a lanzar un insecto al terrario, una gran lengua lo azotó, robando rápidamente la presa, lo que asustó al joven vampiro.
—Oye... tranquila, no lo iba a dejar escapar —titubeó Edward, sorprendido por lo comelona que parecía ser la pequeña.
—¡Jajajajaja! ¡Edward se asustó! ¡Bien hecho, pequeña Eco! —felicitó Emmett, intentando modular su voz, pero aun así logró que la camaleón se escondiera de nuevo.
—En verdad no finges ser torpe, lo eres. ¡Bruto! —siseó molesto Jasper, dándole un zape en la cabeza a Emmett.
Rosalie, quien observaba todo desde lejos, seguía sin estar completamente cómoda con que su "pequeña niña" fuera un camaleón, pero solo podía esperar a que el tiempo iluminara su visión.
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