🦎 Capítulo 57

«Debo besarlos antes de salir, ¡Ah!» piensa alterada, secándose la boca y yendo directamente hacia las escaleras. Está tan agitada y preocupada que apenas se peina; se ha hecho una coleta alta con su cabello negro, que le llega hasta la mitad de la espalda, y algunos mechones caen sueltos enmarcando su rostro.

De un salto desde el borde superior de la escalera hasta el piso de abajo, Eco se lanza con impulso total para llegar, creando un *plaf* en el ambiente tranquilo que asusta a Esme, quien lleva una mano a su corazón. Sin embargo, no ve a nadie en el lugar del golpe ahogado, pero al parpadear nota a Edward siendo abrazado por la pequeña de ojos verdes, que le da besos en la mejilla.

«Te quiero, te quiero, te quierooo. No quiero separarme de ti. Ojalá fueras mayor para estar con nosotros», piensa tan fuerte que Edward lo escucha claramente.

Aunque si el cobrizo estuviera vivo, su rostro avergonzado y emocionado por tantos besos sería motivo de burla por parte de sus hermanos. No puede evitar sentirse muy feliz y orgulloso de tener a su compañera tan cerca. Voltea un poco el rostro y, sin darse cuenta, ambos conectan nariz con nariz (él roza su nariz de costado contra la de ella, y Eco se enfrenta a él), un beso íntimo que suelen compartir cuando ella está en su forma camaleón.

«También te quiero mucho, mi dulce princesa», responde con una sutil sonrisa, aunque siente escalofríos al ver detrás de ellos a Esme con una mirada seria. Siente el peligro hacia su compañera, por lo que la lleva en un pestañeo hacia la pista de autos.

Eco se ríe tontamente al sentir cómo su cabello revolotea por un instante, disfrutando de la velocidad de su compañero vampiro. Encuentra a Alice y Jasper besándose tan tiernamente que, celosa, salta de la espalda de Edward hacia ellos. Jasper termina sonriendo ante el disgusto de Edward por ser abandonado tan rápidamente por su compañera, mientras percibe los pequeños celos de su pequeña camaleónica compañera, que se va directamente a abrazarlos.

—No coman frente a los pobres —dice Eco, con un toque de celos.

Jasper y Alice ríen divertidos, y cada uno le da un beso en la mejilla, haciendo que todo rastro de celos se desvaneciera, reemplazado por una nube de amor y plenitud.

—Eres hermosa cuando estás sonrojada, hermosa Eco —la halaga Alice.

Las mejillas de Eco arden por el calor aumentado, sintiéndose bonita al escuchar el cumplido de su dulce hada.

—No más bella que tú, claro. Las hadas nunca pierden ese encanto de brillar solo con ser como son —responde Eco con una voz ligeramente afectada por el doble amor recibido.

Todos en el lugar ríen enternecidos por la voz galante de su compañera. Rosalie sonríe por un instante, pero luego enciende el motor del Jeep como si no hubiera pasado nada, siempre orgullosa.

«Esa señorita no escapará del regaño, Edward, aunque la hayas apartado hoy», piensa fuerte y claro la mandona voz de Esme.

Edward siente un escalofrío y mira con pesar a Jasper. Ambos sienten la misma sensación que percibían cuando eran regañados por Esme, pero esta vez no es hacia ellos en dúo, sino hacia la pequeña Eco.

«A veces desearía ser capaz de usar un camuflaje como nuestra compañera. Es fácil escapar de Esme», piensa Jasper, mientras conduce el Volvo.

El cobrizo comparte el espacio en el auto con su compañera. Alice va al lado del copiloto, y así, todos marchan hacia el nuevo día de clases.

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