🦎Capítulo 54

—¿He sido yo, o el ambiente de la mañana y el estado de ánimo de ustedes ha cambiado trágicamente? —pregunta Eco al darse cuenta de lo serios que se veían todos al haber subido a sus respectivos autos.

Rosalie y Emmett se habían escapado del escrutinio de su compañera, por lo que el resto del viaje les tocaría sufrir al trío más cercano a ella, conformado por Edward, Alice y Jasper. Quienes no estaban del todo felices con lo descubierto eran Jasper y Edward; esa chica Swan les causaría molestias en su instinto y en su lazo de compañeros, algo que ninguno estaba dispuesto a compartir. Aunque Alice sabía que sería difícil que Bella fuera su amiga, aún no se detendría.

—Es obvio, cariño. Los dos están celosos, aunque no entiendo su motivo; no he visto nada. Bella estaba observando a Edward, era lo que vi en mi visión —comenta Alice.

—Eing, error, mi querida Hadita. La nueva no me quitaba la mirada. Parece inocente, pero es muy curiosa. Hay algo en ella que me atrae, pero no me fío. Ya los tengo a ustedes para que venga a interesar una humana inocente —admite Eco mientras abraza a su linda compañera, sintiendo que el cuerpo de Jasper se relaja, aunque el ceño fruncido de Edward no desaparece—. ¿De verdad van a hacer una escena de celos como la primera vez, chicos?

Edward resopla; no le había gustado para nada este desagradable día. Mucho menos cuando supo que la castaña compartiría clases con él; no quería compartir nada con la Swan, especialmente después de la presentación de Jessica Stanley.

—Ella no te veía como una futura amiga, princesa.

—¿Qué sintió al verme? —pregunta, adoptando una reacción neutral y mirando a Jasper tras tomar su mano con delicadeza.

—Curiosidad, interés... Y te vio como nosotros te vemos, hermosa —responde Jasper, no muy contento.

—Además, no puedo leerle la mente —agrega Edward en voz alta.

Eco y Alice se miran mutuamente, terminando por reír.

—¡No es gracioso! ¿Acaso no ves? Es una humana que está interesada en ti —gruñe receloso Edward.

—No veo la gracia, queridas compañeras. ¿Podrían explicar el chiste? —pide Jasper, sin comprender la diversión que percibe en ambas.

—Es que son preciosos siendo celosos —admite Eco, tratando de calmar su diversión—. Además, ¿no me escucharon? Ustedes son mi vida; no los cambiaría por una humana. Mientras se comporten, nuestro secreto no estará en peligro, así que, con calma, no se preocupen por nada.

—Tal cual lo dice nuestra compañera. No he visto que Bella cause algún problema a la familia —agrega Alice, totalmente conforme con Eco. «Están subestimando el amor de nuestra compañera; ustedes tienen más probabilidades de meter la pata que nosotras», piensa la vidente.

Jasper y Edward las miran incrédulos.

—¿Y creen que por nuestro instinto de sobreprotección expondremos a la familia? ¿Acaso nos están juzgando? —pregunta Edward, tras leer a Alice.

—No, o sea, sí. ¿No es lo más obvio, hermanito mayor? —responde Alice.

Edward detiene el auto justo frente a la puerta principal de la casa. Se voltea para encarara a Alice, pero es interrumpido por la joven de ojos verdes que se interpone entre ellos. Para los ojos del cobrizo, todo pasa en cámara lenta, y los labios de Eco se posan suavemente sobre los suyos, robando un beso breve.

El primer beso entre Edward y Eco, un beso tan inocente, dulce e impredecible.

—¡Ahora yo también quiero el mío! —chilla Alice, totalmente indignada.

El cobrizo está tan sorprendido que, si fuera humano, su corazón estaría latiendo a mil y sus mejillas ruborizadas del mismo tono que un tomate por la vergüenza de ser calmado por un beso robado.

—Quiero que sepas que yo soy la dueña de esos besos y tú de los míos, cuando estoy entre tus brazos y en tu mente. Tú, al igual que los demás, eres mío; no podría reemplazarlos por una inocente humana de la que ni siquiera sabemos si su estadía será para siempre —contesta Eco tranquilamente, sonriendo inocente ante lo que ha hecho para calmar a su compañero—. Nunca te precipites a dudar, mi dulce Cuervo. ¿Quedó claro?

Jasper disfruta de la mirada sorprendida y avergonzada de su hermano mayor. Divertido y orgulloso de saber que las acciones impredecibles de su compañera podrían liberarles de sus tontas inseguridades.

—Quedó claro. ¿Te has dado cuenta de que me has robado el beso, verdad? —pregunta aún incrédulo Edward.

—Me he dado cuenta. ¿Acaso no puedo? Eres mi compañero, tengo todo el derecho de besarte cuando quiera —responde la joven de ojos verdes con una desafiante sabiduría.

—C-claro que sí puedes, solo que...

—Acabas de romper el orgullo de un caballero, cariño. Lo común es que el hombre dé el primer paso, pero veo que eso de ceder el paso no está en tu naturaleza —explica Jasper, volviendo a auxiliar a su hermano mayor.

Eco, al fijarse en ese detalle, no puede evitar sonreír nerviosa. Mientras se rasca la nuca, no había sido consciente de eso, lo que la hizo sentir un poco de pena. Mira a Edward y le acaricia la mejilla con ternura.

—Lo siento, pero no lo siento; no ibas a parar tu conflicto interno si no afirmaba mis pasos a tu corazón con un gesto leal e impredecible que ofrecía un beso robado —se justifica Eco sin retractarse.

—Comprendo. Tienes toda la razón; con ese beso, extrañamente la molestia que sentía en el pecho se ha desvanecido —responde Edward al respirar aire y exhalar sin ninguna molestia en su garganta ni en su cuerpo.

Alice, con el ceño fruncido, amaga con bajarse del auto. Sin embargo, Eco la toma de la muñeca y la vuelve a estirar para dentro del auto. La vidente de cabello corto negro se voltea para quejarse, pero las cálidas manos de su compañera acunan su rostro y la besan, tan dulce y tiernamente que la frustración y molestia de Alice terminan disolviéndose como un copo de nieve al contacto de la piel.

Las emociones percibidas en el auto eran tan deliciosas, gratificantes y llenas de oxitocinas que producen amor en el ambiente dentro del auto.

—Hay Eco para todos, mi hadita bonita —susurra divertida la joven de ojos verdes, con cierta picardía—. Ahora, vayamos a contarle a mamá sobre nuestro día.

Así, los Cullen restantes bajan del auto y se dirigen hacia la casa. Esme los mira curiosa e intrigada por verlos tardar. Sin embargo, la despreocupada y tranquila actitud de su hija menor al saludarla es un placer para ella; la había extrañado bastante ese día.

—¡Te extrañé un montón, mami! —exclama Eco mientras la abraza con gran intensidad—. Hoy una nueva alumna ingresó al instituto, y Jasper y Edward hicieron caras raras. Iré a cambiarme y hablamos, ma.

Tras esto, los nombrados se enfrentan a la fija mirada de su madre. Ambos perciben el regaño venir, pero antes de que ella lo diga, ambos sueltan al unísono:

—La chica Swan se fijó en nuestra compañera, eso es inconcebible.

Mientras Alice pasa por un costado y besa en la mejilla a su mamá.

—Isabella Swan tuvo un crush hacia Eco, pero confío en nuestra compañera. Además, no he visto peligro alguno —comenta a la matriarca, siguiendo los pasos de Eco escaleras arriba.

Mientras tanto, Emmett y Rosalie escuchan disimuladamente aquella noticia y fingen demencia para evitar regaños. Así, Jasper y Edward se enfrentan a una larga charla con su madre ese día.

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