🦎Capítulo 53


Tremble For my beloved
Colletive Soul.
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Junio, 2006.

Alice se encontraba muy inquieta; sus visiones le fallaban constantemente a medida que se acercaba el comienzo de clases. El alivio para su alma estaba puesto como una misión no dicha en su compañero Jasper. Temía que la visión que no podía ver y que la tenía tan nerviosa fuera en referencia a ella. Eco iniciaría oficialmente las clases este año, donde cursaría el último año con Jasper, Emmett y Rosalie. Su hermosa compañera estaba tan ansiosa por aprender y socializar que no podía dormir, deseando que cada día de las vacaciones pasara más rápido.

El outfit de todos era de color blanco, azul cobalto y verdoso, con abrigos y alguna que otra bufanda. La mochila de la joven Eco era la más tierna: no era muy grande, pero sí lo suficiente para lo necesario, de cuerina blanca, con cintas holgadas que le permitían colgarla a la altura de su espalda baja.

—¡Hoy es el gran día! ¡Siento cómo mi piel se estremece perfectamente! Lo sé, hoy será un día lleno de sorpresas, lo presiento. —exclama emocionada mientras se toma uno de los jugos naturales de uva que su madre había preparado. — Aunque no entiendo por qué estás tan preocupada, hadita.

—Nervios. Solo son nervios. Será tu primer día de clases oficial, y no vas a estar conmigo. Yo quería que estuvieras conmigo... Aunque no me quejo. —admite con una sonrisa nerviosa. «Cuanto menos tiempo debamos compartirte con los humanos, muucho mejor», pensó, intentando autoconvencerse de que todo iría bien.

Eco se despide rápidamente de su madre con un cálido abrazo. —Cuídate mucho, mamá. Papá, por favor, cuida de mamá, ya no estaré cuidándola por ti. Así que... por favor no la dejes tanto tiempo sola.

Carlisle, sorprendido aún de que recordara su motivo inicial de hace unos años, entre protección, amor y primer lazo de familia, asiente. Aún le cautiva cuán atenta era su pequeña, aun con el correr de los años.

—Aunque hoy llega alguien especial para Edward. ¡Siento que podría ser una potencial amiga para mí! —comenta algo emocionada, desplazando un poco sus nervios a segundo plano.

Edward leyó sus pensamientos. Para él, no era realmente lo más importante, ni mucho menos tenía ganas. Era como si su instinto le dijera que lo que Alice había visto en su visión sería más molestia que un viento de alivio. Ellos no podían relacionarse con los humanos por mucho tiempo; era una regla fiel para mantener su secreto a salvo.

Además, hoy supuestamente llegaba alguien que vendría para alegrar más a la familia. Pero eso no podía ser, ya que Eco cumplía completamente esa función, por lo que aún estaba escéptico.

—Tengan buen día, mis hijos. No se olviden de almorzar y, por sobre todo, nada de crear escándalos por su hermana menor. Les aviso de antemano que tendrán castigo si no hacen caso. —advierte Esme con una suave expresión, mientras le entrega a Eco su almuerzo en un pequeño tupper de plástico que contiene: alitas de pollo con una ensalada César.

—¿Por quién nos tomas, mamá?—pregunta Emmett, fingiendo indignación.

—Ninguna escena de celos, golpes o gruñidos ni croares. —advierte severo Carlisle. —Esto será un buen ejercicio de paciencia y sabiduría. Serán recompensados si se portan bien en este ciclo escolar de nuestra pequeña.

Todos suspiran resignados; sus padres, más que nada, sabían el caos que se vendría encima. Si ya de por sí, Eco el año pasado había discutido con una impoluta calma contra Jessica Stanley al escuchar un rumor y una opinión no grata de sus compañeros hacia los nuevos alumnos de grados menores. Digamos que Jessica la empujó queriendo demostrar que ella era la veterana y no se doblegaría ante una Cullen. Aquel día, entre Emmett y Edward debieron detener con toda su fuerza a Jasper para evitar que fuera a matar a la pelirroja, porque ganas a ninguno le faltaban. Alice estaba a punto de romperle cada uno de sus puntos por escarmiento y, para alivio de todos, Rosalie había intervenido, aunque fue una sorpresa saber que ella la respaldaba, a pesar de no ser muy cercanas.

Desde entonces, Carlisle y Esme debieron poner en práctica castigos y recompensas recomendadas por Maggie, debido a que esto no debía ser ignorado si querían calmar la curiosidad y no mantener en represión a la joven Eco por no cumplir sus sueños y expectativas ante el estudio.

—Tengan buen día, papás. ¡No perdamos tiempo!

Edward fue estirado hacia su Volvo. Él era el que menos quería ir hoy.

[...]

Las clases fueron pasando sin problema alguno. Los profesores estaban encantados con la predisposición de la joven Cullen, que por suerte seguía con mucho entusiasmo en las clases, aumentando la participación e interés de sus hermanos mayores. Aunque Rosalie seguía manteniéndose reservada, los compañeros de Jasper y Emmett se encontraban algo incómodos al saber que la joven era superdotada y pequeña en cuanto a edad. Pero eso no desacreditaba su capacidad de aprender y sobrellevar socialmente los trabajos grupales.

El almuerzo llegó, y Eco no demoró en tomar su mochila para colgarla a su espalda, emocionada por comer su almuerzo preferido. Sin embargo, por algún motivo le pidieron que fuera junto a Edward a la típica entrada de chicos populares. Ella había entendido que sus compañeros lo eran en el instituto, mientras que el resto también tenía categorías sociales muy marcadas. Sin importar mucho los chismes, ella iba y saludaba sin tomar en cuenta ningún rencor o molestia, ignorando y sobreviviendo en aquella jungla adolescente sin drama alguno.

Sin embargo, cuando Rosalie y Emmett abrieron la puerta lateral de la cafetería, donde todos se reunían para almorzar antes de volver a clases, pudieron escuchar una nueva voz. Una alumna nueva llegando a mitad de año y semestre no era normal claramente, pero tampoco imposible de sobrevivir.

—¿Quiénes son? —preguntó una castaña de ojos marrones.

—Los Cullen... —contesta Ángela, mirando de reojo mientras observa su comida. Respetándolos y escudriñándolos.

«Huele diferente. Agh, una Tua Cantante» se quejó Rosalie.

«Hay nueva víctima para la chica Stanley» pensó Emmett mientras abrazaba a su compañera rubia.

«No me gusta su aroma, es muy dulce. No se retrasen, no me gusta la curiosidad que ha levantado hacia nosotros» pensó a la defensiva Jasper.

«Es ella, ¡Ya ha llegado, qué alegría!» pensó optimista Alice.

Sin embargo, Edward no recibía pensamiento alguno de su dulce compañera, por lo que apretó ligeramente su mano que iba unida a la de ella, logrando obtener su atención. «¿Estás bien?» pensó preocupado.

La joven Eco asiente callada, algo que no sabía comprender, le pedía instintivamente tener calma pero también cautela. Frunció el ceño mientras escuchaba.

—Son... hijos adoptivos del Dr. Cullen. —dice Jessica tras una sonrisa que expresaba chisme, diversión y entusiasmo de contar acerca de ellos— Se mudaron de Alaska hace... unos cuántos años.

—Es que no socializan con otros. Bueno, la menor de ellos sí lo hace (es la que está al lado del cobrizo). Ella parece no tomarse en cuenta ningún comentario sugerente, es seria, a veces fría con algunos chicos, pero es muy buena alumna... —comenta Ángela con cariño y atención, influyendo el interés en la nueva alumna.

Jasper fruncía el ceño, quedando más incómodo y molesto, como si sufriera ante la sensación extraña que invadía su cuerpo.

—Bueno, por parte de sus hermanos, sí son más interesantes que ella. Es que andan juntos... —interviene Jessica tratando de desviar la atención de la susodicha, a quien no le agradaba en nada.— La rubia es Rosalie y el de cabello oscuro es Emmett, son como pareja. Ni siquiera sé si eso es legal.

Así, los mencionados pasan a acercarse a su mesa de siempre.

—Jessy, ellos ni siquiera son parientes. —interviene Ángela, reprochándola.

—Sí, pero viven juntos. Eso es raro. —encara Jessica a la de lentes— Bueno, la de cabello corto es Alice, ella sí es muy rara. Ella anda con Jasper, o sea el rubio que parece estar sufriendo.

Justamente entran después los mencionados, con el sureño tenso ante las emociones disparatadas, viendo de reojo hacia atrás, inquieto por alejarse mucho de Edward y Eco.

—Emm... El Dr. Cullen es cupido y padre adoptivo. —ríe ligeramente Jessica.

—Tal vez me adopte. —bromea Ángela hacia la nueva.

Sin embargo, la castaña, al estar mucho más interesada en saber sobre los Cullen, enfoca su mirada en la joven que abre su mochila, saca su almuerzo y salta emocionada. Estira del brazo de Edward para que se apresure a llegar a la mesa.

—¿Y ellos? —pregunta la castaña.

—Oh, ellos... —el tono chismoso de Jessica cambia a uno de disgusto y amargura—. Él es Edward Cullen. Es guapísimo, obviamente, pero nadie es suficiente para él. Si no le agradas a su hermana, nadie se acerca a él. Es así, se protegen los unos a los otros... Es como si esa mocosa fuera el centro de atención de todos los Cullen.

La castaña mira con intriga al cobrizo, pero, aunque es una sorpresa para los únicos seres sobrenaturales en la cafetería, su atención está completamente centrada en Eco, quien ríe y estira impaciente a Edward para que deje de caminar en cámara lenta.

Desde que Bella la vio entrar, sintió que el fresco ambiente y el bullicio de los demás cursos pasaban a un segundo plano. Se enfocó en los pasos despreocupados y esa dulce sonrisa, pero quedó sin aliento al cruzar su mirada verde con la de Eco. Sintió su corazón latir a todo motor. Eco, por reflejo, pareció sonreírle, y Bella correspondió el gesto, logrando sonrojarse.

—En serio, no pierdas tu tiempo —dice Jessica al ver que la castaña no aparta la vista de los Cullen.

—No pensaba hacerlo —murmura Bella, aunque su mirada de reojo sigue queriendo observar a esa familia, especialmente a la divertida joven de ojos verdes. Ella parecía atraer su atención con cada sonrisa o acción infantil; era hermosa, más que la rubia, con una belleza exótica.

Edward, al notar la mirada insistente de la nueva, la observa con advertencia, serio y a la defensiva. Se da cuenta de que no es él el objeto de atención, sino la pequeña Eco.

«Edward, la nueva siente adoración, interés y curiosidad por Eco. Esto no me gusta para nada» piensa Jasper, incómodo, mirando mal a la humana para que deje de observarlos.

Logra su objetivo, pero no puede pasar desapercibido el rubor en las mejillas de la castaña. Su compañera había sonreído para ella, y aquello no había agradado a nadie en la mesa.

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