🦎Capítulo 51

En agosto había empezado la intervención con la doctora Maggie, y ya estaban en noviembre. Los meses habían pasado rapidísimo, como para contar el tiempo exacto en el que ambas hubieran perdido el rastro la una de la otra. Se podría decir que si cada una se mirara desde su punto de enfoque, ninguna podría asegurar que conoce más que la otra a quien se encuentra frente a ella. Es decir, Rosalie ya no reconocía a Eco y viceversa, por lo que las dos, por igual, se saludaron con solo una mirada, distantes y cautelosas.

Jasper se encontraba más cercano a la situación de ambas. Eco aún sentía miedo hacia Rosalie; eso no había cambiado nada ya que no se había tratado el problema con esa rubia vanidosa. Mientras que Rosalie solo sentía un dolor más pronunciado que le causaba tristeza, pero que no demostró, logrando despertar el interés de Jasper hacia Rosalie.

—Jasper. —saludó Rosalie antes de pasar por su lado, hacia el auto.

El mencionado solo le correspondió con un asentimiento; no estaba de humor para devolverle la palabra. Aún seguía enojado con ella por cómo había reaccionado meses atrás.

—Bien, es hora de volver. —anuncia Carlisle intentando mantener la paz, aunque hubiera buscado un reencuentro más feliz.

[...]

Al estar en casa, cada uno volvió a su cuarto, aunque Emmett y Eco se habían quedado sentados en el auto. Carlisle y Esme cedieron en la petición de dejarlos solos; privacidad necesitaban, por lo que la comprensión no iba a ser denegada. Mientras tanto, Jasper había ido directo al terrario de su compañera para ver si aún había en el frasco donde Alice resguardaba alimento extra. Había podido escuchar cómo el estómago de su amada camaleónica rugía con hambre.

Por lo que la charla no sería muy extensa. Tarde o temprano el interés de la joven hacia Emmett pasaría a segundo plano por el hambre.

—Dime que me has extrañado, Pascalita. Porque yo sí que te he extrañado un montón estas semanas. —pide Emmett con un pucherito.

La joven de cabellos negros levanta la mirada, conectando con los ojos dorados vs ojos verdes, logrando que ambos sintieran ese feeling bonito de reconocimiento. Eco no resistió y, tan rápido como pudo, subió al regazo del fortachón y, una vez enfrentados, lo abrazó tan fuerte como bien podía.

—Mentir no está en mi carácter... Te he extrañado mucho, no quiero que nos dejes solos por más tiempo. ¡Ha sido aburridísimo escuchar cómo Edward perdía los juegos en la Play! Es más gratificante escuchar tus festejos. —alaga la ojiverde.

Emmett, con los ojos iluminados en pura felicidad, también corresponde con cuidado el abrazo, logrando percibir cómo la joven adolescente se acurruca entre su cuello y hombro.

—Eres muy tierna cuando quieres endulzar el alma de un tipo como yo. —susurra totalmente enternecido. Sin embargo, procede a callar al sentir el pequeño apretón en su remera, como cuando ella se agarra con su patita por la superficie de sus polos.— ¿Qué ocurre? ¿Necesitas algo?

Eco se muerde un poco el labio y su pulso cardíaco se acelera un poco más de lo común, evidenciando sus nervios.

—¿Pudiste... avanzar con el plan?—pregunta tímidamente y cautelosa.

El plan previo había sido charlado justo antes de que Emmett fuera a visitar a Rosalie una semana atrás, donde ambos decidieron crear un plan para que el carácter de la rubia fuera más calmado para cuando fuera el momento de su regreso a clases. Este consistía en seducirla, satisfacerla tanto que no tuviera ni un músculo o sentimiento tenso en su sistema. Lo cual no era una misión difícil de conseguir para Emmett, pero sí una difícil de aceptar para Eco.

—Sí. Se cumplió con éxito el plan. Aunque... ¿Te sigue haciendo ruido que no fuera en trío esa misión? —pregunta intrigado. ¿Y para qué mentir? Ansioso por confirmar sus sospechas en ella.

—Es cierto que me incomoda. Pero es un tema delicado al cual aún no estoy lista para intervenir, pero que indirectamente... Me alegra y me preocupo por su bienestar, aún cuando tenga pesadillas, no quiere decir que, de unos meses sin verla, la desconectaré de mi vida. —contesta sincera mientras no lo mira a la cara, por la pena.

—Te iba a proponer que lo dejaras de lado, pero supongo que aún tenemos mucho tiempo para solucionar el choque de opiniones entre ustedes. Por ahora te dejaré libre; sé que tienes hambre. —comenta Emmett, ni lento ni perezoso, estando atento a ella.

—Más adelante. Gracias por tus toques de detalle hacia mi persona; eso habla muy bien de ti. Aún recuerdo mis primeras veces al conocerte, has madurado mucho y cambiado para bien. Sigues teniendo tu esencia de niño bonito, así que... Soy feliz con eso. —contesta Eco con una mueca ligera entre una sonrisa torcida.

—Me alegra saber que estás mejorando en la costumbre de comunicarte. Tan solo espero que estas sesiones no solo se queden en ejercicios, sino que realmente hagan una buena rehabilitación de vuestra comunicación. No me gusta verlas peleadas, son mis reinas. —admite con una tristeza evidente, pero con orgullo al final y al cabo.

—Tiempo al tiempo, Emmett. ¡Pero bueno, me retiro! Jasper ya preparó mi comida. Nos hablamos pronto. Por cierto, Edward y Alice sí fueron a clases, y hadita está castigada; si quieres saber del chisme, pregunta a mamá. —comenta divertida el chisme, tras bajar con rapidez del regazo de Emmett, bajar del auto y correr directo hacia su terrario. Donde no pierde ni un segundo en cambiar tras un chasquido y saltar en camaleón directo a su hogar para comer ricos grillos.

Así, la charla realmente no había sido tardada; solo había durado mínimo unos cincuenta minutos, ni más ni menos. Emmett quedó con la cabeza recostada en el respaldo del asiento trasero, pensativo pero con una sonrisa divertida por el chisme recibido. Tal vez no habían sido tan aburridas las cosas en su ausencia en la casa; ya pronto se enteraría de todo.

Al pasar unos instantes, Emmett entró a la cocina con una expresión intrigada, decidido a descubrir el chisme que Eco había mencionado. Allí encontró a Esme preparando un té con una sonrisa enigmática, claramente dispuesta a compartir el último rumor de la familia.

—Hola, mamá. —saludó Emmett, acercándose con una sonrisa. —Eco me dijo algo sobre un castigo para Alice. ¿Qué ha pasado?

Esme lo miró con un brillo travieso en los ojos y dejó el té a un lado, sentándose en una silla.

—Ah, sí. Alice está en "el rincón de los castigos", como le llamamos. Resulta que Alice decidió instalar un nuevo y enorme terrario en el patio trasero para Eco, sin siquiera consultarnos primero. Ella estaba convencida de que Eco necesitaba un espacio mucho más grande y lujoso para sus actividades.

Emmett levantó una ceja, intrigado.

—¿Y eso es motivo para un castigo?

—Definitivamente. —confirmó Esme, riendo suavemente. —Alice pensó que sería una gran sorpresa para Eco, pero no se dio cuenta de que era una decisión que debía consultarse con Carlisle y conmigo. No solo por el gasto, sino porque realmente no era necesario un terrario tan grande. Solo empeoró la situación cuando se enteró de que Carlisle ya tenía en mente hacer algunos ajustes en el patio trasero para otros proyectos.

Emmett soltó una risa contenida.

—¿Y cuál es el castigo de Alice?

—Pues, además de tener que desmontar el terrario y devolverlo a su tamaño original, Alice está encargada de limpiar y reorganizar el patio trasero, incluyendo las áreas afectadas por el nuevo terrario. —explicó Esme con una sonrisa. —Además, deberá organizar una reunión familiar para discutir la importancia de consultar cualquier cambio significativo en la casa antes de hacerlo.

Emmett se rió de nuevo, imaginando la situación.

—¡Eso suena como una tarea bastante justa! —dijo Emmett con entusiasmo. —Gracias por el chisme, mamá. Seguro que Alice se está divirtiendo con todo esto.

Esme asintió, complacida con la reacción de Emmett.

—De nada, querido. Siempre es bueno compartir un poco de diversión familiar. —concluyó Esme, regresando a sus tareas con una sonrisa.

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