🦎 Capítulo 40

Ese día, muchas cosas no se solucionaron. Jasper tuvo que ser fuerte y causar una somnolencia impoluta hacia su compañera, cuya irrupción de pánico podía exponerlos frente al Clan Irlandés. Aunque ya la mitad del Clan Cullen se hubiera revelado ante ellos, otras cosas era mejor mantenerlas en secreto.

Esme y Alice, temiendo que la visión se hiciera realidad, decidieron quedarse con Eco en la habitación. Carlisle, viendo la angustia de su esposa y de su hija, cedió a que se quedaran con Eco en la habitación personal, mientras él se ocupaba de las complicaciones que habían surgido. No podía evitar haber sido afectado por las súplicas de su pequeña hija; el lazo inquebrantable entre padre e hija era algo que no podía eludir.

Carlisle fue hasta su hijo mayor.

—¿Qué ocurrió en la visión de Alice? ¿Para que reaccionaras así? —preguntó Carlisle, buscando distraer a Edward de las fuerzas desmesuradas que había desplegado contra Rosalie, quien aún pedía auxilio.

—La visión es justo lo que ninguno quiere. Eco está tan perturbada por este recuerdo de su pasado que, por su maldita culpa, se alejará de nosotros. ¡Yo no quiero eso! —gruñó Edward, su enojo evidente mientras apretaba con fuerza la garganta de Rosalie, quien chillaba de dolor.

Emmett desesperado trataba de mantener en calma a todos, la violencia hacia su esposa no era la solución, aunque estuviera equivocada. Mientras que Alice estaba retenida por Jasper, la vidente había vuelto por ansiedad a no saber que decisión tendría el patriarca en relación a la presencia de Rosalie en la casa, tratando de mantenerla calmada. Carlisle lo detuvo por los hombros, impidiendo que continuara el ataque.

—Es sólo una visión; aún se puede remediar, Edward. Alice, por favor —ordenó Carlisle con severidad, mientras su rostro expresaba orden y molestia.

Alice, al ver la intensidad de la situación y sabiendo que no podía dejar a Eco sola, finalmente decidió salir de la habitación. Se dirigió rápidamente hacia el lugar de la confrontación, uniendo su voz a la de Carlisle.

—Edward, por favor, cálmate —dijo Alice, acercándose a su hermano con determinación y una expresión de preocupación. Aunque su preocupación por Eco era evidente, también se veía claramente que apoyaba la posición de Edward respecto a Rosalie, avivada por la visión futura que había tenido.

Rosalie, con la garganta adolorida y la piel sólida sanando de la herida, fue protegida por su compañero, quien la sostuvo con preocupación.

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? —preguntó Rosalie con dificultad.

—Significa que si no arreglas este horror que has causado con tus palabras, te dolerá más a ti que a todos nosotros su ausencia. ¡Ella es nuestra compañera, no puedes ser tan egoísta! —gritó Edward, molesto.

—Ja, ¿Acaso no lo viste? No la necesito y no me duele —respondió Rosalie, despectiva, como si las palabras de Edward fueran una broma de mal gusto.

Carlisle luchó por detener a Edward.

—Jasper, ¿puedes, por favor...? —pidió Carlisle, y el rubio a regañadientes accedió.

Pronto, el entorno de la sala se llenó de una tranquilidad tensa, que hizo que todos los presentes se fruncieran en molestia y resentimiento hacia Jasper.

—Basta, Rosalie. Desde hoy en adelante estás castigada. Buscarás cómo mantenerte, pero todas las tarjetas vinculadas a mi apellido estarán congeladas. Esto ha superado el límite que puedo soportar —sentenció Carlisle, con frialdad.

Rosalie lo miró con indignación.

—¿Pero tú no me puedes dejar en la pobreza? ¿Es que acaso te has vuelto tonto? —preguntó iracunda. —¡Es mi dinero también!

—Respeta mis reglas y tus obligaciones. Si lo hicieras, no estaría tomando cartas en el asunto —alzó la voz Carlisle, intimidando a la rubia.

—En cambio, Alice, no puedes comportarte como una niña salvaje de cinco años. Si algo te molesta, acláralo en palabras y lo discutiremos —dijo Carlisle, mirando a la joven que no dejaba de mirar mal a Rosalie.

—No pude controlar mi reacción. Eco es demasiado importante para mí; si algo le pasa por culpa de Rosalie... —contesta resentida Alice, en total apoyo a Edward.

—Nada le pasará —sentenció Carlisle.

—¿Cómo puedes estar tan seguro, Carlisle? Rosalie ha complicado todo. —siseó Alice, colocándose al lado de Jasper.

—No ha complicado nada; ha abierto una brecha para investigar qué mantiene a Eco con amnesia lacunar. Esto podría ser un paso más hacia la sanación de sus heridas —respondió Maggie, optimista sobre el avance.

—¿Avance? ¿Un paso hacia la sanación? ¡Patrañas! ¿Acaso no viste cómo se derrumbó? ¡Colapsó! Esto no está bien; tú no deberías ser nuestra doctora —gruñó Jasper, visiblemente incómodo.

—Baja tres rayas a tu tono, jovencito —gruñó Siobhan—. Está claro que Maggie no es profesional como uno esperaría, pero es lo más cercano a lo que conseguirán en esta vida inmortal.

Jasper, molesto, no pudo evitar que su malestar se reflejara en todos los presentes.

—Cálmate, Jasper, esto no aligera la situación. Lo que necesitamos es un descanso. Todos, cálmense —exigió Carlisle, mientras se acercaba a Rosalie para inspeccionar la herida, que ya estaba sanando. Aunque estaba enojado, no podía dejar de preocuparse por cada uno.

Jasper resopló, miró a Alice, y con un simple asentimiento se sentaron juntos en el sillón. Debían ser fuertes por su compañera.

—Bien, Maggie. Dado que esta situación compromete bastante todo, ¿cómo procederemos ahora? —preguntó Carlisle.

—Cambiaremos un poco los horarios y el enfoque, pero no cambiará mucho. Ahora nos concentraremos en ayudar a Eco a salir de esta situación que la hace sentir incómoda. Luego veremos cómo incluir a Rosalie en las sesiones. Por el momento, tendrán distanciamiento hasta que las aguas se calmen —recomendó Maggie reflexionando.

—¿Cómo que distanciamiento? —preguntó Rosalie, sin entender.— ¿Acaso me vas a prohibir estar en mi casa también? No tienes ningún derecho sobre eso, no eres parte de la familia ni mucho menos algo de mí.

—Ella no, pero yo sí. Te irás a vivir una temporada con el Clan Denali. En cuanto vea un avance constructivo, te pediré que regreses —respondió Carlisle, defendiendo a sus amistades más antiguas por encima de su conflictiva hija caprichosa.

—¡No puedes estar hablando en serio! Primero me quitas los ahorros y lujos, y ahora esto —replicó Rosalie.

—Hazme caso. Mientras vivas bajo mi ala, mi apellido y Clan, es lo que debes hacer. Ahora ve a preparar tus cosas —respondió Carlisle, manteniéndose firme.

Rosalie, disgustada, se dirigió a su cuarto, seguida de Emmett, quien, a pesar de los errores, le debía mucho a Rose.

—Creo que por hoy suspendemos la sesión. Nos veremos el cuarto sábado del mes. Avísame cómo se encuentra la joven Eco, ¿vale? —dijo Maggie, tomando sus cosas.

La mirada de Liam y Siobhan era bastante legible; no estarían en el hogar hasta que la joven hostil se hubiera marchado. Si ella seguía interviniendo, su estadía no sería de larga duración, y volverían a sus tierras sin mirar atrás.

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