🦎 Capítulo 30
Maggie observaba con atención a la joven de ojos verdes; esos ojos eran tan hipnotizantes que sentía que podría perderse en ellos. Los Cullen habían decidido dejarlas solas para iniciar la conversación.
—Hace un buen rato nos dieron la privacidad que pueden ofrecer. ¿Podrás responderme algunas preguntas? —preguntó la psicóloga irlandesa con tono profesional.
—Si está en mis manos, bueno, mi conocimiento, te responderé —admitió la joven con sinceridad.
Maggie confirmó su don y se preparó para la sesión.
—¿Con quién te es muy difícil comunicar tus sentimientos? —preguntó mientras se sentaba frente a ella, tomando su agenda y un lápiz para anotar.
La joven adolescente de ojos verdes se mordió el labio, como si le costara nombrar a la persona, y finalmente dijo:
—Rosalie.
—¿Y ella es tu hermana, verdad? —preguntó Maggie, intentando establecer un contexto.
—No. Ella es alguien complicada. No quiero hablar de eso ahora —respondió con recelo y dolor.
Maggie anotó en el papel: "Rosalie le ha causado mucho daño. Investigar más sobre la naturaleza de esta relación."
—¿Con quién más tienes problemas de comunicación? —preguntó nuevamente.
—Edward.
—¿Y él quién es para ti?
—Es mi compañero. Y yo soy su compañera —dijo con un tono receloso y posesivo—. Pero él no me entiende, me quiere controlar. ¡El amor no se controla! La amistad tampoco. ¿Por qué no lo quiere entender? Tengo derecho a tener amigos —exclamó mostrando su frustración.
Maggie anotó: "Edward parece querer controlar sus relaciones, mostrando actitudes potencialmente tóxicas. Evaluar su impacto en la salud emocional de la paciente."
—Entonces, ¿son esas las únicas personas con las que tienes problemas ahora mismo? —preguntó mientras la observaba, intentando no tocar temas demasiado sensibles.
—Por ahora, son con quienes estoy teniendo problemas —admitió mientras jugaba con sus manos, incómoda. Exponer a quienes le dañaban no era algo que le gustara hacer, especialmente si eran sus compañeros.
—Bien, con el tiempo podremos trabajar en estas diferencias o al menos intentar mejorar la comunicación —expresó con una actitud reconfortante.— ¿Y quiénes te comprenden sin necesidad de palabras?
—Mis papás y Jasper.
—Comprendo. ¿Y qué pasa con Alice y Emmett? —preguntó, consciente de que también estaban involucrados en la situación.
—Ambos tienen dificultades para comunicarse bien conmigo. Aunque soy bastante transparente, con ellos no es fácil compartir mis emociones —admitió con cierta vergüenza.
—¿Puedo preguntar por qué? ¿Qué les diferencia uno del otro? —preguntó Maggie, mostrando interés profesional.
—Sí... Alice es muy impaciente, quiere satisfacer todas mis necesidades, pero al no conocer mi futuro, a veces sus decisiones resultan en tristeza. Gracias a Jasper, la entiendo mejor, pero me cuesta comprenderla completamente. —recordó mientras pensaba en una taza en forma de camaleón que Alice le había regalado.— Emmett, en cambio, es muy brusco. Su cariño puede ser doloroso, pero entiendo que soy frágil para ambos. No sé cómo lograr una buena comunicación con ellos.
Maggie reflexionó sobre esto. Su experiencia como psicóloga le permitía entender cómo estas dinámicas familiares complicaban aún más la situación.
—¿Esto te frustra mucho, verdad? ¿Cómo manejas esa frustración? —preguntó con empatía.
—Sí, me oculto de todos y duermo. No quiero dañarlos más de lo que ya hago —respondió con una resignación que Maggie reconoció como un mecanismo de defensa.
—¿Cómo que dañarlos? ¿No sabes que si te guardas tus emociones negativas y frustraciones, solo te haces más daño a ti misma y a los demás? —comentó Maggie, impresionada por la forma en que la joven lidiaba con sus emociones.— Reprimir tus sentimientos puede llevar a consecuencias serias para tu bienestar mental y emocional. Si realmente te importan, no es saludable actuar así.
La joven se mostró incómoda, con los labios fruncidos. Aceptaba en parte lo que Maggie decía, pero cambiar un patrón aprendido era un desafío monumental. «¿Cómo puedo romper con lo que he aprendido y aprender una nueva forma de enfrentar mis emociones? Esto parece muy complicado» reflexionó Maggie, sintiendo una mezcla de preocupación y determinación profesional.
—¿Cuándo comenzaremos? —preguntó, buscando cambiar de tema para evitar huir.
—Cada persona tendrá una sesión individual para empezar con ejercicios que te ayudarán a sanar, si estás dispuesta. Si te cierras y niegas tratar estos temas, no avanzaremos. —Maggie se mostró firme y profesional, manteniendo un tono alentador.
—No me siento muy segura con lo que propones...
—Es normal tener miedo al enfrentamiento y al dolor. Pero enfrentarlos de manera estructurada puede ser más manejable —respondió Maggie con comprensión, viendo la incomodidad de la joven.
—Ya están a punto de llegar. ¿Seguiremos hablando o puedo salir a respirar aire un momento? —preguntó, inquieta por los sonidos de los autos.
Maggie también escuchó los autos y frunció el ceño, sabiendo que esto tomaría más tiempo del previsto.
—Puedes salir. Hablaré un momento con ellos y luego regresarás para continuar. ¿Te parece bien? —preguntó la irlandesa.
—Si eso crees que es lo mejor, trataré de ayudar, pero no prometo milagros —dijo antes de levantarse del sillón y dirigirse hacia la puerta de vidrio.— Iré con Jasper y regresaré en cuanto pueda. Gracias, Maggie.
Se hizo invisible, sorprendiendo a los invitados al no verla más, y luego Jasper pareció seguir un camino sin persona dirigiendo. Alice hizo un pucherito al ver esto y se giró para mirar hacia los autos recién estacionados.
—Debes hablar primero con Rosalie. Es ella quien tiene el problema más complicado y la que te puede dar más resistencia. Lo he visto —dijo la vidente, manteniendo sus manos detrás de su espalda, la mano derecha agarrando la muñeca de la izquierda.
—Quisiera hablar con todos en general primero, como un aquelarre, y luego ir uno por uno, para finalmente hablar con la paciente en cuestión. ¿Te parece correcto, Carlisle? —preguntó Maggie, buscando consenso.
El líder del clan suspiró, mirando a Edward, Rosalie y Emmett, quienes se mostraron incómodos y a la defensiva ante el clan irlandés presente.
—¿Qué es esto, Carlisle? —preguntó Edward, sintiendo la tensión.
—El Clan Irlandés son viejos amigos y nos ayudarán con los problemas que estamos enfrentando. Maggie será la doctora de Eco, y Siobhan y Liam son los líderes del clan —presentó nuevamente a los que faltaban presentar.— Maggie ya ha comenzado la consulta con nuestra joven Eco. Ahora, deben seguir la petición con calma y sin conflictos. No los hice venir para que se vayan sin abordar el tema —advirtió Carlisle con firmeza.
Rosalie hizo una mueca de disgusto, Emmett una de incomodidad, y Edward se quedó callado, leyendo mentes y mostrando una mueca de dolor. La camaleónica había dicho cosas incómodas, pero necesarias, y el hecho de que una desconocida las hubiera expuesto le resultó particularmente molesto.
—Bien, iré —dijo Rosalie a la defensiva, entrando a la casa.
—Cada uno pasará después de que hable conmigo —explicó Maggie.— Pueden ir a alimentarse, pero eviten cruzarse con mi paciente. Necesita espacio, y si no se lo dan, no creo que tengamos un buen final del día.
Todos aceptaron resignados, ante la mirada severa y calmada de Carlisle. Suspiraron, viendo cómo ambas mujeres entraban. Sabían que esto tomaría tiempo y debían estar alertas, especialmente si Rosalie perdía la compostura.
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