🦎Capítulo 28
Carlisle Cullen había pasado semanas buscando entre sus contactos a alguien que pudiera ayudar con su problema familiar. Algunos clanes solo podían ser contactados en persona, y eso había demorado el proceso. A principios de agosto de 2004, logró viajar con Esme a Irlanda, donde finalmente encontró al Clan Irlandés. Después de una conversación amistosa sobre su situación y el tipo de ayuda que necesitaban, se encontraron con los líderes del clan.
Los líderes eran Siobhan, una mujer de cabello castaño y ojos rojos, imponente y vegetariana, con el don de manipular el resultado mediante la visualización; y Liam, su compañero, de barba y cabello rojizo. Liam no poseía un don y era conocido por su resistencia al compartir la atención de Siobhan. Esta actitud se intensificó tras la conversión de Maggie, una joven de quince años que había vagado sola y moribunda por un barrio bajo de Irlanda. Siobhan, al notar el gran talento especial de Maggie, logró convencer a Liam para que aceptara a la joven en el clan. Tras su conversión, Maggie obtuvo el don de Detección de Mentiras.
El clan quedó sorprendido al escuchar el problema familiar de Carlisle. Aunque no esperaban enfrentar tales complicaciones, entendieron que con tantos hijos, surgirían dificultades entre pensamientos diferentes y años distantes.
—Hace poco terminé mis estudios en psicología. Podría ayudarte, Carlisle —dijo Maggie. Aunque aparentaba quince años, tenía alrededor de 172 años. Era joven en términos de inmortalidad, pero no tanto como para enfrentar problemas.
—Muchas gracias, Maggie. Serías nuestra salvación. Necesito resolver estos problemas antes de que empeoren. Mi hija pequeña ha sido bastante dañada por Rosalie —dijo Carlisle, con gratitud en su expresión.
—¿Pequeña hija? Eso es nuevo. ¿Es de los nuestros? —preguntó Siobhan, curiosa.
—Ha estado en mi familia durante 10 años, y no, no es de nuestra especie. Es un cambiaformas —respondió Carlisle, guardando reserva sobre su hija.
—¿Un lobo? Sabes que esa especie es nuestro enemigo natural. Los Vulturi no lo verían con buenos ojos —comentó Liam, con un tono peligroso.
—No es un lobo, pero prefiero mantener la raza en confidencialidad. Ella es reservada y ha causado daños graves en la familia —se defendió Carlisle, protegiendo la privacidad de su hija.
—Dices la verdad, aunque ocultas mucho. ¿Por qué deseas ese trato? —preguntó Maggie, intrigada.
—Es una raza diferente, inofensiva para quienes conocemos. Pero más que nada, pido respeto por mi familia y por mí —explicó Carlisle, manteniendo la reserva.
—¿Cómo deseas proceder? Aquí sería ideal, pero supongo que, dado que es pequeña, podría hacer una excepción y trasladarme allí un año, para que confíe en mí antes de movernos aquí. Si el caso es grave, necesitaré investigar para clarificar el problema —dijo Maggie, comprendiendo a Carlisle.
—Podríamos ir de vacaciones a tu residencia —propuso Siobhan, pensativa.
—¿Podemos estar seguros de que no habrá problemas con los Vulturi? Recuerda que siguen mi rastro, Carlisle —comentó Liam, inconforme con la idea de salir de su hogar.
—Gracias por tu comprensión, Maggie. Estoy seguro de que no es algo que llame la atención de los Vulturi, al menos no al punto de exponer la raza —respondió Carlisle con seguridad.
—Bien, iremos. Pero al primer indicio de peligro, regresaremos —dijo Liam, como líder del Clan Irlandés.
—Cariño, no ocurrirá nada malo. Quizás hasta disfrutemos de esta corta vacación —intentó consolar Siobhan a su compañero.
—Ya he dicho mi punto. Iremos.
—Eres encantador, cariño. Gracias por siempre cuidarnos —le agradeció Siobhan, provocando una sonrisa en el rostro de Liam entre su barba rojiza.
—Avisaré a mi familia que llegaremos esta semana —anunció Carlisle, tomando su teléfono Nokia.
—Sin problemas, Carlisle. Mi casa es tu casa. Estaremos preparando nuestras cosas —dijo Siobhan con entusiasmo, llevando a su compañero a un lado para dar privacidad a su amigo.
—¡Qué alegría! Este viaje de trabajo promete aventura —exclamó Maggie, dirigiéndose a su habitación para preparar sus cosas. —Por cierto, Carlisle, ¿dónde residís?
—En Forks, Washington. Hace frío y llueve mucho.
—¡Genial! Un lugar al que no hemos ido —se emocionó Maggie.
Pronto comenzaría el tratamiento para resolver el problema familiar.
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