🦎 Capítulo 26
Alice, con una mirada comprensiva, aprieta ligeramente la mano de la joven de ojos verdes mates, llamando su atención. La joven siente escalofríos de miedo por lo que Alice pudiera decirle, nunca sabía con qué sorpresa la vidente podría sorprenderla.
—Ay, no te estreses tanto por ese nombre. No hay motivos para preocuparse.—comenta Alice con suavidad, mientras acaricia la mano cálida y medio humana de la joven camaleónica.
—¿Por qué no?—pregunta la joven, con el corazón en la garganta.
—Porque fue Alice quien te dio el nombre... Infringiste sobre nosotros una fuerza en efecto dominó, como un eco.—interviene Carlisle al recordar aquella primera semana de convivencia hace algunos años.
La joven de ojos verdes la observa con sorpresa. No recordaba mucho de aquella primera vez, solo el miedo y la angustia que sentía en ese entonces. No tarda en sentir una ola de calma y seguridad proveniente de Jasper, que la mira con cierta preocupación; ella le agradece con una pequeña sonrisa.
—Anuncié que te llamarías así porque fuiste capaz de transformar tu propio dolor en ese entonces. Sé que no deseas hacernos daño, pero lo que sientes emocionalmente afecta a todos nosotros más de lo que imaginas.—explica Alice.— Si prefieres que te llamemos de otra forma, solo dilo. No hay problema con eso.
La joven camaleónica se alivia al escuchar esas palabras finales, aunque se siente apenada por haberlos dañado, aunque fuera inconscientemente.
—¿Por qué tengo esa capacidad villánica sobre ustedes?—pregunta apenada e intimidada.
Esme la mira con ternura y observa a los demás miembros de la familia en busca de una aceptación firme para admitir el motivo oculto. Ve nerviosismo en Jasper, en Rosalie y Emmett, y en Edward, el patriarca se mantiene neutro, en un estado pacífico.
—No tenemos una explicación científica precisa. Pero creemos que es por una conexión especial contigo, cariño.—expresa la figura maternal.
La joven camaleónica la mira con incredulidad, sin poder comprender la dulce expresión que revela el motivo, y aún no poder darle un justificante.
—Lo que quiere decir es que, Alice te vio venir desde hace tiempo, supo que serías alguien muy especial para nosotros. Y te puedo asegurar que fue muy tarde para avisarnos, ya que solo Edward y Alice sabían del hecho.—se aventura a decir Carlisle.
—Sabían que venías por una visión...—susurra, dándose cuenta.—¿Cómo me vieron?
—No te vimos como tal, en tu forma de camaleón, sino que ya te vi como nuestra persona especial. Lo que pasó con Rose fue totalmente nuevo para mí. No te vi venir así.—explica Alice, sonriendo algo nerviosa.
—¿Y al final, cómo me viste?—pregunta con el ceño fruncido, bastante confundida. Todo era demasiado intrigante y misterioso, y no entendía qué era lo especial del asunto.
Edward se mantenía a distancia, escuchando desde su habitación, al igual que Rosalie y Emmett.
—Con unos años más de los que tienes ahora, tal vez entre los 20 y 25 años humanos, haciendo berrinches con cada pareja que ya ves formada en la familia, pero sobre todo, anunciando una alegría significativa en la familia.—contesta Alice con una sonrisa cálida.
—Wow...—exclamó la joven de ojos verdes ante tal revelación. «Si eso llegara a ocurrir, sería en unos años, ¿no?» se preguntó a sí misma. «Tal vez esa apariencia sea mi verdadera forma. Haber sido fosilizada en ese hielo puede ser la causa de esta forma. Mis pensamientos confirman que mi apariencia no refleja mi edad correcta.»
Jasper, aliviado al sentir emoción y alivio tras lo dicho por su esposa, se anima a preguntar:
—Mi querida señorita, ¿sabes a qué nos referimos con "alegría significativa" en la familia?—muestra una mirada curiosa, tratando de saber si tiene algún conocimiento sobre el apego y amor que sienten por ella.
La joven camaleónica siente una vibración de emoción curiosa, igual que él, y sonríe con una ligera picardía que provoca una sensación de diversión e inocencia en los miembros patriarcales, confirmando esto con una pequeña risa.
—¿De qué sirve negar, si sé que sabes que ya lo sé?—se encoge de hombros, dando por sentado la afirmación.— Jasper y Alice, Edward y Emmett con Rosalie...—accede a decir en voz alta con algo de dificultad— Sois personas especiales para mí... Los quiero como míos, mis compañeros de vida, mientras que con Carlisle y Esme, tengo una conexión muy fraternal.
Esto deja a algunos miembros de la familia maravillados por la joven de piel color canela, ojos verdes mates y cabellos negros. Edward se siente frustrado en su cuarto, resoplando; parecía ser el único que no podía leer su mente, y no era sorprendente, considerando que estaban peleados.
—¡Qué tierna eres, estando juguetona!—exclama Alice, completamente conmovida, mientras abraza a la joven con ternura.
La joven de ojos verdes se tensa ante el abrazo inesperado, pero intenta aceptarlo a pesar de su incomodidad, dando palmaditas algo rígidas y casi apáticas. Aunque no era intencional, le resulta difícil ser tan abierta a los mimos, posiblemente por algún trauma infantil, pero espera poder ser receptiva a quienes le demuestren afecto; lo que le resulta conflictivo cuando la incomodidad no ocurre con Esme o Carlisle, una reacción afectiva extraña.
—Perdón, no pude resistir.—dice Alice, nerviosa al notar la ligera molestia en su camaleónica favorita. Sin embargo, se siente feliz y aliviada al ver que no hay molestia evidente en el rostro de la joven.
—Descuida, no estuvo mal... ¿Verdad?—pregunta, algo apenada por hacerla sentir así.
—No, no. Estuvo genial. Esto es un avance que no vi venir, ¡y me encanta!—exclama Alice, mordiendo su labio para contener su emoción. Luego se aleja a una distancia prudente de la joven.
Eso era algo positivo, pensó la familia en general. Al menos la voz alta de Alice no era tan estridente como la de Emmett en sus primeras veces, y el ruido no era tan incómodo para los camaleones debido a su sentido auditivo. Mientras no fuera muy alto, la joven no se ocultaría.
Eso lo habían aprendido gracias a las múltiples veces que Emmett lo había hecho desde que convivían con ella.
—Entonces... Perdón por insistir, pero no nos has dicho lo que recuerdas, hija mía.—comenta Carlisle, retomando la conversación tras un cómodo silencio.
—Ah, eso. Lo diré, pero no me gustaría que personas ajenas a quienes tienen mi cariño conozcan dicha información. Lo poco que recuerdo me hace sentir mucha desconfianza de hacerlo público.—admite mientras se rasca las manos.
—Por nuestra parte, tienes todo el apoyo para mantener ese nombre en privado.—dice Carlisle, conectando una mirada comprensiva con Esme.
—Todo sea para que te sientas como en casa, cariño.—añade Esme con dulzura.
—Cuenta conmigo, todo lo que desees decir no saldrá de mis labios.—responde Alice con total confianza.
—Juro solemnemente que cuidaré esa información en total privacidad, siempre y cuando nos digas a quién ya se lo has revelado.—correspondió Carlisle, colocando su mano en el pecho.
—¡Callado estaré, si tu muérdago siempre seré, pascalita!—exclama Emmett desde lejos, alborotando el momento.
Esto hace que la joven se sobresalte, dando un salto de susto por la voz alta y fuerte. El sonido agitado de su corazón se empieza a escuchar en la casa de los Cullen.
—Ups... Perdón, se me escapó.—dice Emmett, tras el golpe sordo que hizo al accidentarse.
Todos en la casa tienen el oído muy afinado, por lo que no era necesario gritar con tanta emoción. Pero, ¿qué más se podía esperar de Emmett?
Tras ese pensamiento, solo una persona en especial suelta una pequeña sonrisa de diversión y ternura. Con gracia y picardía, la joven de ojos verdes dice:
—Descuida, siempre serás mi muérdago.
Esto hace que el ambiente vuelva a tener un silencio cómodo, mientras cada quien espera el momento en que se revele el nombre.
—Mi nombre será revelado, pero solo quienes yo desee podrán conocerlo. Quien quiera obtener dicha información de manera entrometida, encontrará un espacio vacío al buscarlo.—comienza a decir la joven de ojos verdes con un tono de voz dulce y aterciopelado, igual que el de un vampiro seductor e hipnótico. Sus ojos se iluminan con un ligero neón, y algunos mechones de su cabello adquieren un tono verde entre las hebras negras, sonando tan especial y mágico— Mamma me nombró Carole, de Madagascar. No deseo que investiguen más sobre mí; quiero que siga siendo un misterio, porque algo en mí grita: ¡No entres allí, no busques! Así que, les pido encarecidamente que respeten mi petición.
El Clan Cullen había presenciado tal espectáculo, hasta Edward, quien se había acercado para observar, ya que la mente de todos se había vuelto un vacío en blanco tras escuchar aquella voz tan melodiosa. Edward se encontraba maravillado por la magia que envolvía a la joven, de quien sentía una gran necesidad de proteger.
No podían creer que, con cada paso que daban junto a ella, se volvía más mágica y especial.
—¿Qué acaba de pasar?
—¿Qué fue eso?
—Su peinado y color de cabello cambiaron. ¡Asombroso, pascalita!
—¿Por qué no puedo leer sus mentes al intentar recordar el nombre? —preguntó Edward, nervioso.
—¿Podrías explicarnos qué ocurrió, querida? —preguntó Carlisle, igualmente absorto e incrédulo.
—Eso ha sido la promesa camaleónica. Sé que en vuestra raza hay lectores de mente que podrían acabar conmigo; no quiero volver a la esclavitud —admitió, nerviosa al decirlo en voz alta.
—Si sabes eso, quiere decir que todo este tiempo estuviste fingiendo la pérdida de memoria, ¿no? —intervino Rosalie, histérica y con desconfianza. No podía entender cómo era posible que esa joven supiera más que ellos y su especie sin recordar su pasado. Algo extraño había en ella.
Jasper, Edward y Alice se estremecieron al sentir un dolor ácido en sus corazones, mientras el único corazón vivo latía lento ante tal acusación.
Los labios de la joven de ojos verdes, así como las manos que tenía apretadas, demostraban el coraje causado por aquella acusación. Enojada, se levantó del sillón para enfrentar a la rubia con tal furia que quienes estaban cerca vieron cómo su cabello negro con mechas verdes se transformaba en cabello pelirrojo.
—No cruces la línea. Nunca les he dado motivos para eso —dijo la joven de ojos verdes con una voz firme y fría.
—No te creo. Hablas de nuestra raza como si tuvieras más antigüedad que nosotros. Admito que te creí cuando te presentaste como una niña, pero ahora solo me confirmas que serás un peligro para mi familia. Sabes demasiado sobre ti misma como para tener amnesia —dijo Rosalie, con una mirada y voz llenas de desconfianza.
—Tendrá sus motivos, Rosalie. Respétala, no deberías crear este tipo de conflictos ahora —dijo Alice, intentando calmar la situación y esperando que sus visiones cambiaran.
—¡Siempre la apoyas! ¡Así que cállate, Alice! No la ves; eso tiene que indicar que podría ser un espía —exclamó Rosalie, apretando la pequeña muralla del pasillo de la planta alta hasta agrietarla.
—¡No tienes idea de lo que me pasa, ni me das respiro! Eres... imposible —gruñó la joven, incómoda y molesta porque le hablaban así a Alice, aunque intentaba no dejarse llevar por el dolor que sentía al ser rechazada por Rosalie.
—Pues dilo de una vez, dinos todo lo que sabes, porque te advierto que cada vez suenas más sospechosa —contraatacó Rosalie, igualmente molesta.
—¡Más de lo que expreso no lo sé! Solo sé que si quiero recordar más, no puedo. ¡Eso es lo único que sé! Duele querer recordar o buscar algo en mi mente —exclamó, mientras los demás sentían un dolor punzante en sus corazones.
—¡Pues inténtalo más! Porque todo lo que dices me suena a falsedad —replicó Rosalie, aunque con más dificultad, mordiendo su lengua al sentir una punzada en su corazón al ver la mirada fulminante pero claramente dolorida de la joven.
—Eres tan egoísta. No voy a cumplir tus deseos tóxicos. Tal vez para ser bella haya que ver estrellas, pero el dolor que quieres que vea... No me sirve ni lo quiero conseguir solo para ver una estrella tan muerta como tú —dijo con frivolidad, aunque el dolor era evidente en cada palabra. —Y no te molestes más de lo que ya estás; me retiro por mi madre, para que ya no destruyas la casa.
Dicho esto, la figura humana desapareció a simple vista, dejando solo vacío. Todos en la sala quedaron estáticos, incapaces de intervenir por el dolor lacerante en sus corazones, escuchando el corazón errático de la joven y viendo la puerta abrirse y cerrarse sin nadie cerca, sabiendo que había sido ella quien se había ido.
—Eres una insensible, Rosalie. Si sigues así, perderás a tu compañera, y sé que no quieres eso, porque no solo te afecta a ti, sino a Emmett y a toda la familia —siseó Alice, enojada, saliendo rápidamente de la sala hacia el lugar por donde salió la joven.
—Ya no hay palabras que decir, pero de hoy en adelante, no te permitiré hacerle más daño a mi compañera —dijo Jasper, decepcionado con su supuesta gemela, y fue tras Alice en busca de Eco.
Rosalie, al escuchar cada palabra, empezó a darse cuenta de cómo había actuado. Siempre había sido desconfiada con lo desconocido, pero ¿por qué ahora nadie parecía comprenderla?
Miró a Emmett buscando consuelo, pero él la miró con ojos cristalizados, decepcionado y dolido. —Te comprendo, eres precavida, pero... te has pasado. No puedo apoyarte en dañar a quien también es mía por milagro.
—O-osito... yo...
—Ahora te dejaré pensar mejor en soledad. Te he apoyado demasiado y nada a quien realmente lo necesita —dijo Emmett, alejándose de ella y de la casa, buscando espacio para recuperarse de lo ocurrido.
Carlisle y Esme permanecieron de pie, observando a Rosalie y viceversa.
—Esa pared la arreglas tú. Cada cosa que rompas será de tu cuenta, jovencita —dijo Esme con una voz antipática y decepcionada.
—Pero... —dijo Rosalie, indignada.
—Hazle caso a tu madre. Has superado mi límite de tolerancia. A partir de hoy, si vuelves a crear este tipo de ambiente, irás a terapia con los Denali. No me importa si no te gusta. Todos lo haremos, y si no logras comprender una idea para arreglar lo que has causado hoy y en estos últimos días en el hogar...
—No puedes hacer eso... No... —dijo Rosalie, totalmente incrédula.
—Puedo. Soy tu creador y, más que nada, legalmente el padre de esta familia. Así que hazlo por las buenas o vendrán las consecuencias, y en verdad, no nos gustará —dijo Carlisle con una voz bastante seria.
Rosalie cruzó los brazos, mirándolo con coraje y enojo.
—¿Y si no lo hago, qué?
—Serás exiliada, con límite o sin límite de regreso al Clan.
Esme se llevó la mano a la boca, horrorizada por la decisión, pero no podía intervenir; ella debía entrar en razón.
Rosalie, dolida, se retiró a su cuarto y cerró la puerta, dejando a todos en un ambiente incómodo. «¿Por qué todo le salía mal y no como ella quería?» se preguntó, frustrada y dolida.
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