🦎 Capítulo 2

Rosalie, con su deslumbrante cabello dorado y ojos que resplandecen en un tono ámbar, se mueve con gracia por el inmenso bosque de Alaska. Su belleza es incomparable, casi etérea, como una flor exótica. A pesar de su apariencia impecable, la perfección de Rosalie siempre contrasta con la dureza de su carácter. Hoy, sin embargo, hay un ligero cambio en su comportamiento. Mientras su pareja, el corpulento y siempre jovial Emmett, se encontraba cazando un oso en otro lugar, Rosalie prefirió la tranquilidad de cazar un venado, buscando un momento de paz lejos del caos.

Mientras camina, sus pensamientos la absorben, sin darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor. En lo alto de uno de los árboles que rodean el ambiente nevado, un pequeño camaleón verde, casi imperceptible, lucha por sobrevivir. Había estado atrapado y congelado en un bloque de hielo durante un largo tiempo, pero ahora, liberado por un rayo de sol, siente un renovado aliento de vida. Sin embargo, su despertar es breve, pues los pájaros que lo rodean lo miran con ojos hambrientos. El diminuto reptil, apenas del tamaño de una cucaracha, se lanza desesperadamente hacia una rama cercana, pero sus movimientos torpes lo traicionan, y comienza a caer desde lo alto del pino.

Mientras tanto, Rosalie se concentra en su presa, un cervatillo que se alimenta despreocupado. De repente, algo frío, húmedo y viscoso cae directamente sobre su nariz, interrumpiendo su enfoque. El asco la invade instantáneamente, pero también algo más; una extraña sensación de que algo importante está por suceder. Justo cuando está a punto de deshacerse del pequeño animal que había caído sobre ella, escucha unas rápidas pisadas acercándose.

—Morirás, cosa asquerosa —dice Rosalie con voz fría, levantando su brazo con intención de aplastarlo.

—¡No te atrevas, Rosalie! ¡DETENTE! —grita Alice, apareciendo con la velocidad de un rayo, justo a tiempo para evitar que Rosalie mate al pobre camaleón.

Alice, pequeña y elegante, con su cabello negro corto y sus ojos igualmente dorados, toma al diminuto reptil con sumo cuidado, mirándolo con alivio y ternura. Rosalie, aún sintiendo el repugnante recuerdo de lo que había caído en su rostro, la observa con desagrado.

—¿Se puede saber por qué has hecho tal escándalo? —pregunta Rosalie, frunciendo el ceño mientras limpia con disgusto su nariz, recordando algo desagradable de su infancia.

En ese momento, Jasper y Emmett se acercan, atraídos por la conmoción. Jasper, con su rostro serio y gesto protector, abraza a Alice por la cintura, mientras que Emmett, con su usual sonrisa, le pasa un paño limpio a Rosalie, quien lo toma agradecida y se limpia con urgencia.

—Ese bicho se cruzó en mi camino, iba a matarlo. Dame una verdadera razón por la que no debería hacerlo —exige Rosalie, aún disgustada.

—Porque es familia —responde Alice con calma.

—Perdona, Jasper, pero creo que a tu esposa ya la perdimos —bromea Emmett, riendo mientras Rosalie lo apoya con un asentimiento.

Jasper, aunque divertido por la situación, no puede evitar sentirse incómodo al percibir el pánico del pequeño camaleón. Instintivamente, envía ondas de calma hacia el reptil, tratando de aliviar su temor.

—¿Por qué lo dices, Alice? —pregunta Jasper, intrigado por la reacción del animal.

El pequeño camaleón, ahora más tranquilo, se aferra a la mano de Jasper con sus diminutas patas, sintiéndose seguro.

—Porque, como has comprobado, este pequeño ser va a ser importante en nuestras vidas —responde Alice con convicción, mientras el reptil se acomoda en su dedo.

—¿Quieres decir que vamos a adoptar a ese bicho? —pregunta Emmett, emocionado como un niño con un nuevo juguete.

—Sí, pero no es un bicho. Aunque sí come bichos —corrige Alice, con una sonrisa.

—¿Podemos llamarlo Pancho o Pascal? ¡Por favor! —insiste Emmett, entusiasmado.

—¿En serio, Emmett? ¿Vas a apoyar esto? ¡Casi me mata del susto! —Rosalie se muestra indignada, aunque un leve brillo de ternura cruza por sus ojos.

—Cariño, ya estamos muertos. Además, ¡mira lo tierno que es! —Emmett la mira con una expresión de niño travieso, tratando de convencerla.

Rosalie suspira, resignada pero aún firme.

—No podemos saber si es hembra o no. Debemos esperar a que crezca.

—Entonces, si es hembra, que sea Pascalita o Pancha —responde Emmett, insistiendo con una sonrisa.

—Ugh, son los peores nombres, osito —replica Rosalie, utilizando el apodo cariñoso que le tiene, aunque claramente no le gustan las sugerencias.

Emmett, fingiendo estar ofendido, se encoge de hombros, aunque su sonrisa sugiere que no ha terminado de divertirse.

—No seas mala, osita.

—Lo fuiste primero, así que atente a las consecuencias. En fin, ¿qué le diremos a Carlisle? —pregunta Rosalie, impaciente.

—Que tenemos un nuevo integrante en la familia —responde Alice, como si fuera lo más natural del mundo.

—Realmente no te entiendo, Alice —murmura Rosalie, aún confundida.

—No es necesario que me entiendas ahora, Rose —Alice le dedica una sonrisa tranquilizadora.

—Creo que puedo inducir al camaleón pequeño al sueño para que se relaje —dice Jasper, considerando el estrés del animal.

—Perfecto, cariño —Alice lo mira con gratitud.

—Sigo pensando que esto es una tontería. ¿Realmente puede ser importante un camaleón? —Rosalie observa al diminuto reptil, su expresión mezcla de curiosidad y desagrado.

Aunque el pequeño animalito despierta cierta ternura en ella, la idea de que pueda ser importante en sus vidas aún le resulta difícil de aceptar.

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