🦎 Capítulo 13
—Entonces, ¿me están diciendo que al fin llegó el momento que esperaba y... Edward lo echó a perder? —empezó a decir Rosalie, totalmente indignada.
Edward no sabía si creer que eso era lo que más le importaba a su hermana en ese momento, o que ni siquiera Carlisle sabía cómo reanimar al pequeño camaleón.
—Oigan, ya sé qué voy a estudiar en la universidad esta vez. Seré veterinario. —dijo Emmett al ver que ninguno sabía cómo intervenir en la situación.
Edward sonrió ante el pensamiento de su hermano, y el ambiente mejoró un poco gracias a la pequeña ola de calma que Jasper generó.
—Tiene signos vitales estables. Si me dicen que se desmayó tras tantas emociones fuertes, nuestra mejor opción es mantenerla en su hábitat hasta que recupere la consciencia. Si pasa más de 12 horas así, la llevaremos a una veterinaria. —dijo Carlisle con sabiduría.
Edward se rascó la nuca y, sin poder evitarlo, salió de la habitación frustrado.
—Jasper, si no es mucha molestia, cuéntame mejor qué ha ocurrido, hijo.
—Sí, cuéntanos, Jasper. ¿Cómo es que no pude verla siendo una niña? ¡Sabías que era mi mayor deseo y no me llamaron! ¡Malditos egoístas! —exclamó Rosalie, bastante enojada.
Carlisle miró a su esposa en busca de ayuda. Esme, comprendiendo la situación, abrazó a Rosalie por los hombros, acariciándola en un gesto de apoyo.
—Vayamos a esperar afuera, hija mía. Los gritos no ayudan a la pronta recuperación de la pequeña Eco. —dijo Esme suavemente, guiando a Rosalie fuera de la habitación.
Rosalie seguía molesta por haber perdido su primer encuentro con Eco. Jasper comenzó a relatar lo sucedido con Eco, describiendo lo que ella podía hacer y cómo se manifestaban sus habilidades. También mencionó que la pequeña tenía un trauma psicológico relacionado con la mención de su figura materna biológica.
—Ya veo, entonces lo mejor será evitar el tema hasta que ella misma nos lo mencione o se sienta lista para hablar de ello. —añadió Carlisle, pensativo.
De algún lugar, Carlisle había registrado una conversación similar, pero no recordaba de dónde, por lo que planeó buscar entre sus libros y los que había tomado prestados de los Vulturi.
—¿Carlisle?
—Dime.
—¿Es posible tener varias compañeras? Carlisle dejó de lado sus pensamientos para enfocarse en la pregunta, que lo dejó realmente intrigado.
—¿Por qué lo preguntas? ¿Ocurre algo con Alice? —lo miró con comprensión.
—No, solo que... cuando tomé la mano de Eco... fue como si algo que no sabía que me faltaba se llenara con su presencia. Alice parece haberlo notado, pero yo... no sé si está bien querer de manera especial a otra persona que no sea Alice. —dijo Jasper, confundido, mientras miraba su mano y sentía una extraña sensación en su corazón muerto.
—La verdad, solo he oído hablar de un evento extraño que ocurre en raras ocasiones: vampiros que llegan a tener un vínculo afectivo especial con más de una persona. Pero nunca lo he presenciado. Sin embargo, te aconsejaría que hablaras con Alice, que descubrieras cómo se siente y qué pueden hacer al respecto. Dependiendo de eso, podremos abordar el tema con la pequeña Eco. —respondió Carlisle con una voz suave y delicada, mirándolo con comprensión.
—Gracias, Carlisle. Eso haré. —dijo Jasper, pero se quedó mirando al pequeño camaleón que descansaba sobre la camilla, con una manta bajo sus pies y un foco cercano para que no sintiera tanto el frío de Forks.—Se mejorará, ¿verdad?
Y, como si respondiera a la pregunta, el pequeño camaleón abrió los ojos, algo desorientado. Ambos vampiros lo observaron en silencio, hasta que escucharon una suave súplica.
—No me odien... por favor...
Ambos se quedaron estáticos al escuchar la voz de Emmett a su lado.
—Nunca lo haríamos, Ecomuellita.
Quedó claro que no había sido una ilusión. La comunicación en voz alta provenía del pequeño camaleón. Desde ese momento, supieron que nada volvería a ser igual.
Jasper entró en la habitación que compartía con Alice, sintiendo una mezcla de nervios y confusión. Aunque se había preparado para la conversación, su mente seguía siendo un torbellino de dudas. Encontró a Alice sentada en el borde de la cama, con esa expresión tranquila y anticipada que solo ella podía tener. Sus ojos, llenos de comprensión, lo miraron con cariño mientras una suave sonrisa se formaba en sus labios.
—Alice, necesito hablar contigo sobre algo que me tiene inquieto —comenzó Jasper, acercándose a ella con cautela.
Alice inclinó la cabeza, esa sonrisa en su rostro se amplió ligeramente, pero sus ojos brillaban con una emoción contenida, como si supiera exactamente lo que iba a decir.
—Ya lo sabía, Jas —respondió ella, interrumpiéndolo antes de que pudiera continuar—. Desde hace bastante tiempo. Jasper frunció el ceño, sorprendido.
—¿Lo sabías? —preguntó, aunque en el fondo sabía que Alice siempre veía más allá de lo que los demás podían entender.
Alice asintió, su voz era suave y llena de una alegría que parecía contenerse a duras penas.
—Por eso dije que ella sería una parte muy importante para nosotros en cuanto la encontráramos. Eco es nuestra esperanza de seguir vivos, Jas. Gracias a ella, aprenderemos a amar en el momento correcto, sin prisas y con muchas emociones. Solo espera, no puedo decir mucho más.
Jasper se quedó en silencio por un momento, procesando lo que Alice acababa de decir. Su mente le daba vueltas a todas las posibles implicaciones, pero la serenidad de Alice lo calmaba, aliviando la ansiedad que había sentido desde que había notado aquella conexión con Eco.
—¿Podré amarla? —preguntó Jasper en voz baja, buscando la confirmación de Alice—. ¿No ansiaré su sangre? ¿No es una alucinación esto?
Alice sonrió con ternura, su risa suave y melodiosa llenando la habitación mientras negaba con la cabeza.
—No, Jas. No es una alucinación —dijo, tomando su mano entre las suyas—. Serás quien más disfrute de tenerla cerca. Ella es el equilibrio que necesitamos cultivar, ya lo verás, cariño mío.
Jasper observó la expresión de Alice, tan llena de confianza y amor. Una paz desconocida comenzó a asentarse en él, disipando la confusión que había sentido. Sabía que podía confiar en Alice, que su visión siempre los había guiado por el camino correcto.
—Entonces, confiaré en lo que dices, Alice —murmuró Jasper, acercándose para besar suavemente la frente de su compañera—. Si ella es lo que necesitamos, haré lo que sea necesario para protegerla y amarla.
—Lo sé, Jas —susurró Alice, abrazándolo con fuerza—. Lo sé.
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