🦎 Capítulo 11
Cada uno de los adolescentes Cullen llegó en sus autos a la casa. Edward y Jasper fueron los primeros en entrar; sin embargo, se quedaron ansiosos al no encontrar a su pequeña camaleón en su terrario. No se escuchaba su corazón ni su respiración... Definitivamente no era un truco del camuflaje del camaleón.
—¿Dónde está? —preguntó Jasper.
—Busquemos a Esme —propuso Edward.
Ambos estaban a punto de moverse, pero la mujer, pareja de su padre, se les adelantó. Al ver las expresiones preocupadas de los jóvenes, ella también se preocupó.
—¿Qué pasa, niños?
Ambos boquearon al ver que estaba tan preocupada como siempre por ellos. Sin embargo, Alice entró saltando alegremente hacia Esme, mirándola divertida y enternecida. Los que habían entrado a la casa pudieron ver cómo la pequeña camaleón estaba dormida en el hombro de Esme, con la cola levemente enroscada alrededor de su cuello, en una postura posesiva.
—No es nada, mamá. Los chicos estaban algo paranoicos —dijo Alice al ver que su hermano y su pareja no hablaban a su querida madre.
—¿Por qué no está en su terrario? —preguntaron ambos al unísono.
Esme, tras escuchar la respuesta de su hija y sus hijos, alivió el ceño preocupado, transformando su rostro en uno dulce, lleno de felicidad y ternura.
—Eco no quería estar sola mucho tiempo, así que quedamos en que cuando llegaran volvería a su casita. Pareció entenderme, así que... no tuve problema.
Emmett, al escuchar eso, se sorprendió. No era un secreto que sus hermanos Edward y Jasper estaban preocupados porque Esme no supiera cómo comunicarse con la pequeña camaleón. Pero al parecer, toda esa preocupación había sido en vano, pues todo había ido bien mientras estaban en clases.
—Sorprendente, mamá. Parece que la pequeña Eco te quiere mucho —dijo, señalando a la pequeña y la cola posesiva alrededor de Esme—. ¿La puedo cargar primero?
En ese momento, la pequeña Eco abrió los ojos, encontrándose con esas personas que la hacían feliz, por lo que su corazón latió emocionado. Sin embargo, en su mente surgió la duda: «Quiero saludarlos, pero... ¿y Esme? No quiero dejarla sola», pensó, indecisa.
Edward frunció el ceño al escuchar esos pensamientos. Por un momento, sintió una molestia en su corazón, como si algo de lo que escuchó no le gustara. «¿Pero por qué no me gusta?» pensó, incómodo con la sensación.
—Eco, ven conmigo —exigió Edward, con un tono algo ronco y posesivo.
Jasper también percibió la misma molestia al no poder tenerla entre sus manos, pero la pequeña no parecía querer despegarse de Esme. Esto lo entristeció, tanto que no se fijó mucho en lo que sentía su hermano.
La pequeña camaleón se sintió amenazada por el tono de Edward, por lo que cambió a color rojo y abrazó a Esme con más fuerza.
—Edward, no le hables así. No es la manera correcta —regañó Esme.
—Déjala, ya después será nuestro turno —dijo Jasper, algo desanimado.
Alice no podía creer lo que estaba viendo y, sin poder evitarlo, soltó una risa, logrando que ambos la miraran con molestia.
—¿Qué es lo gracioso, Alice? —preguntó Edward, ciertamente tosco.
—Sus celos —respondió Alice como si nada—. Ya pronto se solucionará esto. Son muy impacientes.
Jasper no pudo entender por qué su esposa estaba tan emocionada, como si hubiera visto una visión y lo estuviera ocultando de todos.
Pero no hubo tiempo para preguntar, porque Carlisle entró hablando de algo con Rosalie, quien parecía estar siendo mimada por su padre en una conversación bastante secreta para todos en la casa, dado lo bajo que estaban charlando.
Sin embargo, la figura paternal, al encontrar al resto de sus hijos mirando recelosamente a su esposa, se fijó mucho mejor en ella, encontrándose con que la pequeña Eco estaba muy pegada a su compañera. Por mucho que quiso evitarlo, no pudo evitar acercarse, abrazando también a su esposa por la cintura y besándola por reflejo del amor que le tiene, y para demostrarle al animal de quién era Esme. Fue algo natural e instintivo.
En cuanto Carlisle sintió cómo Eco se colocaba entre ambos, como si quisiera ser mimada, iba a preguntar, pero no pudo al escuchar a través de Edward:
—Te extrañó —dijo Edward entre dientes, con la misma sensación de molestia creciendo a cada segundo.
Carlisle se quedó sorprendido. No había pasado mucho tiempo con la "mascota" e integrante de la familia, por lo que no pudo evitar sonreír levemente en gratitud ante tal muestra de cariño. Pero lo que no esperó fue escuchar el ronroneo y sentir el roce de la carita del reptil contra su rostro.
Con aquella muestra de amor, sintió un profundo amor incondicional, uno que parecía inundar todo su ser y finalmente completar esa sensación de tener hijos. Era como un calor humano que nunca había sabido cómo llenar.
—El sentimiento es mutuo, mi dolce speranza —reconoció finalmente la figura paterna de la familia.
Así fue como todos quedaron pensativos, sin entender por qué Carlisle y Esme parecían ser ahora los favoritos de la pequeña Eco.
—¿Dulce esperanza? ¿Por qué le dices así, padre? —preguntó Rosalie, ahora celosa.
—No sabría explicarlo, pero necesitaba esto, lo necesitaba desde hace bastante tiempo. Y no sabía que lo necesitaba hasta hoy —dijo, pensativo, buscando una forma de expresar el cariño que finalmente había conectado con el camaleón.
—Lo que siente Carlisle es un amor paternal pleno. Eso es lo que he podido traducir con el golpe de sentimiento y emoción inmensos —dijo Jasper con el ceño fruncido.
—Ya basta, los celos no los llevarán a ningún lado —riñó Alice, cansada del par de familiares que tiene.
—¿Celos? / «¿Celos?» —preguntaron al mismo tiempo tanto Carlisle como Eco.
Ambos confundidos, perdidos y en sintonía.
—Mis niños, el amor que la pequeña Eco tiene es para todos, es incondicional. No discutan o estarán castigados —dijo Esme, cerrando el tema de discusión.
La mirada que les dirigió a todos les recordó que no solo era madre, sino la figura maternal y guía del clan, al igual que Carlisle.
El día terminó con cada uno yéndose a su cuarto, refunfuñando.
Mientras tanto, Carlisle se quedó con las dos figuras femeninas más preciadas de su eterna vida, comentando cómo había sido su día.
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