Capítulo 42

Qué curiosa es la forma en que, a veces, cuando por fin consigues eso que tanto querías, te das cuenta de que quizá no lo deseabas tanto. Me ha pasado tantas veces a lo largo de mi vida que sería incapaz de contarlas. Sin embargo, en esta ocasión, las cosas son diferentes... y aún peor.

La situación puede tornarse muy complicada de la noche a la mañana. Y es que, no solamente he empezado a sentir algo fuera de lo normal, sino que, además, lo estoy sintiendo por dos tíos distintos. A la vez. Y, para colmo, son los chicos más difíciles de entender que he conocido hasta la fecha. Es como si de una oferta dos por uno se tratara: ellos y los problemas, en pack ahorro.

Por no hablar de Alexa... Digamos que ella es uno de esos problemas. No sé si es la inseguridad lo que la conduce a estos comportamientos, pero su mirada anoche me lo dijo todo. No estoy segura de que quiera a Caleb de verdad, lo único que sé es que alguien con tantos problemas de autoestima lo último que necesita es que la dejen por otra. Por extraño que parezca, siento un rastro de culpabilidad por entrometerme en sus sentimientos...

Aun así, afortunadamente, alguien detiene mis reflexiones una vez más. Cabe decir que deben ser las ocho o las nueve de la mañana, por lo que, en el fondo, siento rabia por dentro. ¿Quién se cree quien sea que hay detrás de la puerta para interrumpir mis valiosas horas de sueño?

—¡Ya voy! —grito cuando ese alguien vuelve a llamar a la puerta.

Por si fuera poco, es insistente. Y la paciencia y yo no es que seamos grandes amigos.

Me dispongo a abrir con mi cara hecha un poema porque detesto que me toquen las narices de buena mañana. Claro que, cuando veo quién me esperaba detrás, todo mi mal humor de recién levantada se desvanece sin poder remediarlo.

No comprendo por qué me vuelvo tan débil cada vez que le miro a los ojos. Es como si ese castaño oscuro pudiese envolverme en cuestión de segundos.

—Hola... —murmura con esa voz ronca tan suya.

Nada más ver su cara, recuerdos de anoche relacionados con Caleb y conmigo aparecen en mi mente.

Aunque lo cierto es que no me apetece hablar con Andrew. Me tengo que forzar a mí misma a ser valiente, y es que me siento algo utilizada por él. Por unos días, estuve viviendo en una burbuja en la que creía que alguien como él podría ser verdaderamente comprensivo conmigo. No obstante, parece que sólo veía todo esto como una competición; y a mí, como un trofeo. Tal vez sólo estaba aprovechando la situación para alejar a Caleb de mí y, así, hacerse con la victoria.

El mero hecho de pensarlo me provoca escalofríos y un horrible nudo en la garganta. Supongo que era todo una ilusión, obra de mis pensamientos. Aunque quizá era demasiado optimista creer que alguien podría interesarse de verdad por lo que llevo dentro.

La rabia me posee por unos segundos y me impulsa a cerrarle la puerta en las narices a Andrew.

Pero debería haber imagino que Andrew no es de esos chicos que se dan por vencidos a la primera de cambio. Yo seré una tía cabezona, pero él tiene pinta de estar a mi nivel... si es que no me supera. De hecho, ahora está aporreando la puerta con más fuerza que antes.

Admito que tengo que contar hasta diez para reprimir mis ganas de gritarle en toda la cara, pero finalmente, vuelvo a abrir la puerta cuando me veo lo suficientemente preparada para enfrentarme a él.

A todo esto, tengo que decir que todo sería más fácil si él también reprimiera ciertas cosas, como por ejemplo: esa sonrisa burlona que amo y detesto a partes iguales... O esa manera tan particular que tiene de atravesarme con la mirada sin piedad.

No hay vuelta atrás, supongo. Yo tampoco puedo remediar todo lo que remueve en mí al verlo apoyarse así en el marco de la puerta.

—Rubia... no sabes cuánto lo siento. Entiendo perfectamente que estés enfadada. Joder, sé que la he cagado. Lo siento, de verdad...

Tomo una gran bocanada de aire después de escucharlo hablar atropelladamente. Al menos, así escondo de alguna forma todo lo que me cuesta no caer rendida a sus pies como una idiota.

—Bueno, si crees que basta con pedir disculpas, se nota que no me conoces lo suficiente —espeto cruzándome de brazos, aunque algo en mi tono de voz demuestra que no siento lo que estoy diciendo.

Andrew aprieta los labios con fuerza, por lo que enseguida intuyo que está conteniendo una carcajada. Aun así, yo intento hacerme la dura tanto como puedo, pero aguantarle la mirada se está convirtiendo en un gran reto. Ni loca podría admitir que, cada vez que me mira a los ojos, siento que podría entrar directamente a mi alma a través de ellos.

—Tienes razón —asume finalmente. De repente, se le iluminan los ojos como si se le hubiera ocurrido la idea de su vida—. Te garantizo que haré lo que sea necesario para que entiendas cuánto me importas.

Me pilla por sorpresa, así que asiento lentamente, con los nervios a flor de piel. No quiero creerlo, me niego a creérmelo; así que, me esfuerzo tanto como puedo en quitarle importancia a sus palabras.

Sin embargo, Andrew no está dispuesto a darse por vencido tan fácilmente.

—Ah, y que sepas... —Entonces, da un paso hacia adelante, acortando la distancia entre nosotros y arrebatándome el aliento de la nada—. Que sí, le conté a Caleb lo nuestro, pero... Evelyn, tenía que enterarse.

—¿Cómo? ¿Por qué?

—Joder, estaba perdiendo el tiempo con Alexa y no quería darse cuenta —se encoge de hombros—. Sé perfectamente que existe alguna especie de química entre vosotros, por mucho que me fastidie, y... no soy tan malo como piensas, ¿sabes?

Le miro con incredulidad, intentando encontrar el sentido a lo que dice. Pero no puedo, porque no lo hay.

—No te entiendo, Andrew —replico honestamente.

—A lo que me refiero es que Caleb tenía que reaccionar de una vez y dejarse de tonterías —pone los ojos en blanco, como si fuese una obviedad—. Evelyn, si al final tienes que quedarte con él, no me encantará tu decisión, es obvio... pero no quiero quitarte la oportunidad de sentir, y de poder estar con quien sea que quieras estar.

Sin apenas poderlo controlar, las comisuras de mis labios se curvan hacia arriba. No sé exactamente hasta dónde quiere llegar, aunque no me desagrada su discurso en absoluto. De algún modo, parece que el Andrew al que estaba empezando a conocer acaba de reaparecer... otra cosa que, lejos de disgustarme, arma un poco más de jaleo en mi cabeza. Y en mi helado corazón.

Pero ¿por qué? Me pregunto por qué tiene que sacar a relucir esta vena suya tan sincera y tan tierna al mismo tiempo. Nunca pensé que alguien como él podría llegar a ser tan maduro, tan razonable, tan comprensivo... y es algo que, seamos sinceros, me vuelve completamente loca.

—¿Por qué estás tan seguro de que Caleb siente algo por mí? —inquiero cuando recupero algo de compostura. A decir verdad, sólo quería cambiar de tema para dejar de enrojecer.

A modo de respuesta, Andrew desvía la mirada y deja escapar una risita incrédula.

—Mira, yo tengo muy claro lo que siento por ti. Y, al ver los ojos de Caleb cada vez que te mira, siento una punzada en el estómago... porque sé que él siente lo mismo que yo.

Al decir esta última frase, vuelve a clavar sus ojos en los míos y la punzada de la que habla ahora es mía. Puedo leer en su mirada esa resignación. Tal vez esto significa que no le importa sentir el dolor si cabe la posibilidad de que sus sentimientos por mí sean correspondidos.

Algo en mi pecho se desata y las mariposas de mi estómago revolotean a sus anchas en mi interior. Son sólo palabras, pero nunca me habían hecho sentir que soy... especial, que valgo la pena. Nadie nunca había querido luchar así por mí.

—Entonces, ¿tengo que creerme que, en vez de sacar de en medio a Caleb, lo que pretendías era precisamente todo lo contrario? —bromeo, a la par que dejo de batallar contra mi propia sonrisa y me permito acercarme un poco más a él.

Él no lo sabe, pero aquí dentro acaba de ganar muchísimos puntos.

—Al final resultaré ser buena persona y todo —suelta, y ambos nos reímos.

Niego con la cabeza y me armo de valor para decirle:

—Lo eres, aunque sólo te molestes en mostrar tu faceta de "chico malo"... —Le sonrío con sinceridad—. Y aunque tú no te lo creas.

Y lo digo totalmente en serio. A simple vista, Andrew no es más que un niñato malcriado que hace lo que quiere cuando quiere. Sin embargo, hay personas a las que, sencillamente, hay que conocer. Sin ir más lejos, ha dedicado toda su infancia a cuidar de sus hermanos pequeños, a falta de un padre que nunca entendió muy bien su rol... o no lo quiso entender.

Al fin y al cabo, soy yo la que vive con unos padres fríos y calculadores, que viven por y para el trabajo y el dinero. Y sé que no es lo mismo tener un padre alcohólico a que tus padres te traten como un proyecto más. Quizá no estamos al mismo nivel, pero, de alguna forma, siento que la barrera de Andrew es la mía. A veces, te hacen tanto daño que dejas de permitir que te quieran. A veces, te han querido tan poco que te cuesta creer que alguien pueda hacerlo.

Aun así, y como si de algún tipo de hechizo se tratara, esas barreras logran romperse cuando estamos juntos.

—¿Eso quiere decir que ya no estás cabreada?

—No, eso quiere decir que tienes que ser menos complicado.

Su risita alivia todos mis nervios, así que no lo puedo evitar y él tampoco. Nos acercamos lentamente, nos enredamos el uno al otro en nuestros brazos y nos sonreímos.

Es entonces cuando lo entiendo: mis enormes ganas de besar su sonrisa.

~~

—Es lo que tendría que haber hecho desde un principio, pero con lo valiente que es siempre, esta vez ha sido un cobarde. Y un estúpido también: Alexa va a sufrir un montón ahora.

—Lo dudo. Algo me dice que Alexa va a disfrutar con esta situación —confieso.

Jade frunce el ceño con fuerza.

—No te pillo, tía. ¿A qué te refieres? —pregunta confundida.

—Creía que la de la intuición eras tú —pongo los ojos en blanco—. ¿Es que no recuerdas la forma en que puso a Candice por delante de ti? Siguió sus pasos y te engañó sin piedad. Quién sabe si no es capaz de hacer lo mismo con todos.

Jade sigue escuchándome atentamente mientras mastica un trozo de tortita. Después, levanta la barbilla en mi dirección para pedirme que continúe con mi teoría.

—Verás... Admito que me siento un poco mal por lo que voy a decir, pero creo que Alexa solamente quiere llamar la atención. Tal y como hacía Candice, vaya. Además... tengo la sensación de que quiere dar una mala imagen de mí, y eso implica a Caleb y a Andrew.

—¿Eso piensas?

Asiento, aunque su mirada inquietante me hace dudar de mis pensamientos conspiranoicos.

—La verdad es que te equivocas. Y tú lo has dicho: soy la de la intuición —sonríe triunfante, a lo que yo empiezo a luchar contra mis innatas ganas de tener la razón—. La única rabia que Alexa puede sentir ahora mismo es hacia Caleb. Al menos, así es como tendría que ser. No es tonta, Evelyn, sabe que tú no le debes nada a ella.

—Pero Candice...

—Olvídate de ella —me corta con decisión—. Candice es Candice. Sé que Alexa parece la tontita a la que le tienen que dictar todo lo que tiene que hacer, pero no es tan ingenua ni tan influenciable como parece. Digamos que no la veo capaz de seguir los pasos de tu ex amiga la bruja.

Intento buscar un motivo por el que Alexa me podría hacer la vida imposible... pero Jade tiene razón. Es cierto que nunca hemos sido amigas y que a nadie le hace gracia ver al chico que le gusta a punto de liarse con otra. No le debo nada. Es más, por muy egoísta que suene, no tengo ningún tipo de remordimiento al decir que, si ella no hubiese aparecido, el posible beso de Caleb anoche hubiese sido correspondido.

Sin embargo, no voy a bajar la guardia. Con Candice aprendí que nunca terminas de conocer a una persona. A día de hoy, me fío a ciegas de Jade y de sus sabias palabras de experta en cotilleos, pero quiero estar preparada por si Alexa me guarda algún tipo de rencor.

—Ahora vamos a lo importante: ¿te has decidido ya o qué?

Fulmino a Jade con la mirada casi instintivamente. No es exactamente el tema con el que más cómoda me siento ahora mismo.

—Jade, por Dios. Esto no es un dilema entre ver una serie u otra.

—¡Mentira! Tú no sabes lo que sufro yo cuando dejo de lado un libro por leerme otro —bromea. Aunque, pensándolo bien, viniendo de ella podría ir totalmente en serio.

—El libro que dejas de lado lo puedes leer en otro momento. A las personas no se las puede dejar para más tarde... —aclaro, a lo que Jade tuerce la boca hacia un lado con cierta compasión—. No puedo estar con uno de ellos y, tiempo después, estar con el otro. En este tipo de situaciones, uno tiene que estar seguro de lo que siente...

—Y tú no lo estás, ¿verdad?

Niego con la cabeza y dejo escapar un suspiro. Al mismo tiempo, me descubro con los ojos clavados en la puerta del comedor.

No sabía que podías esperar ver a alguien de forma casi instintiva. Más que nada, no era consciente de la explosión que supone ver entrar a la persona que te gusta en la misma habitación en la que estás.

No le he visto desde anoche, desde que echó a correr cuando Alexa nos descubrió juntos. Mentiría si dijera que no me moría de ganas de volver a ver a Caleb.

—¿Me puedo sentar aquí? —sonríe con dulzura, a lo que yo despierto de mi ensimismamiento y siento mis mejillas arder como fuego.

Supongo que ya se ha acercado lo suficiente como para que yo pueda escuchar mis propios latidos.

—Sí, justo aquí —Jade se levanta enseguida de mi lado, la muy cabrona—. Me voy un momento, que creo que me he dejado el móvil en la cabaña. ¡Adiós!

—Tu móvil está encima de la mesa, Jade —le indico, pidiéndole explicaciones por telepatía.

—¿He dicho móvil? Quería decir... ¡Auriculares! Sí, eso. Esto... hasta luego, chicos. —Y se marcha apresuradamente, no sin antes guiñarme un ojo con su picardía tan singular.

Ten amigas para que te hagan encerronas de este estilo.

Caleb, por su lado, ya ha aprovechado para ocupar la silla de Jade. Ese escalofrío tan familiar me recorre el cuerpo al percatarme de que, una vez más, estamos a solas. Y lo estamos después de lo que (casi) sucedió la pasada noche.

—¿Cómo estás?

Por alguna razón, no ha dejado de sonreír desde que ha llegado aquí. Y digamos que eso no es de gran ayuda para mí.

—Bien... Aunque al parecer no tanto como tú. Se te ve muy contento.

—Pues sí... Lo estoy —admite con normalidad—. La verdad es que ayer me quité un gran peso de encima, y supongo que tú también.

—Puede... —Me rasco la nuca, y odio estar tan nerviosa cuando simplemente estamos hablando.

No hay duda de que esto es algo más que recíproco. No podemos controlar las ganas de mirarnos, las ganas de sonreír sin motivo alguno. Y lo cierto es que este lado cursi que ni yo conocía de mí misma me da un poco de repelús. Digamos que prefiero cambiar de tema y hablarle de otro de los asuntos que más rondan por mi mente.

—¿Has hablado con Alexa?

Caleb resopla con fuerza y arquea las cejas, mirando hacia otro lado.

—No pude hacerlo, Eve. Cuando la encontré estaba en un rincón llorando como una magdalena y no supe cómo reaccionar. Me gustaría haberle dicho algo, pero soy un idiota —se pasa una mano por el pelo, resoplando de nuevo.

—Y... ¿qué piensas hacer ahora?

—No tengo ni idea... Le debo una explicación a todo esto, lo sé, pero también sé que no me escucharía.

Asiento, tragando saliva y tratando de hacerme la "comprensiva". No voy a meterme donde no me llaman y quizá se me está yendo un poco la cabeza con todo este tema, pero creo que hablar con ella sería dar un paso atrás. Además, el mero hecho de imaginármela de nuevo acaramelada en los brazos de Caleb...

A ver, nunca he sido una chica celosa. Y Caleb y yo no somos nada, ni siquiera llegamos a besarnos. Lo tengo todo muy claro en la teoría. Ahora bien, en la práctica... puede que me dé un poco de miedo que esta burbuja que hemos creado se deshinche por ella.

—¿Qué? —Reacciono cuando me percato de cómo me está observando.

—¿Te he dicho alguna vez que tienes unos ojos preciosos?

Mierda. Encima, es uno de los tíos más monos que he conocido nunca y siempre me hace sonrojar como una estúpida.

Medio sonrío en dirección a él: me acaba de dar un brinco el corazón. Desde que ha llegado, mi cara no ha dejado de arder y no sé cómo voy a poder seguir soportándolo.

—No hace falta que me lo digas tú para que lo sepa —digo echándome el pelo hacia atrás con falsa soberbia, con tal de aliviar un poco esta tensión no resuelta.

—Eres tan creída que me encanta —admite él entre risas.

Acto seguido, empieza a estirar los brazos mientras finge desperezarse. No sé cómo lo hace, pero finalmente se las arregla para que mi cintura termine rodeada por su brazo, a lo que mi cuerpo no deja de vibrar. Y, para echarle un poco más de leña al fuego, soy yo misma la que me acerco más a él.

Ahora que sé claramente que "amistad" no es precisamente la palabra que nos define, me siento con más libertad de hacer lo que quiera.

—¿Lo vas a hacer o qué? —susurro en su oreja. Me encanta ver lo que provoco en él, y es que siento su piel erizarse.

—¿El qué exactamente?

Su voz suena grave. Lo suficientemente grave como para darme cuenta de que me gusta más de lo que debería. Parece que al chico perfecto le gustan tanto los retos como a mí...

Creo que estamos tan sumamente metidos en nuestro propio mundo que, hasta que no escuchamos un carraspeo, no nos enteramos de que tenemos compañía.

Y menuda compañía.

—¿Interrumpo? No, ¿verdad?

Supongo que no podía ser otra que ella.

Alexa irrumpe de forma arrolladora, haciendo un espacio entre la bandeja del desayuno de Caleb y la mía para poner la suya en medio. Luego, intenta sentarse entre nosotros a la fuerza.

Algo me dice que esto se está yendo de madre.

Tiene el pelo muy despeinado y lleno de enredos; sus ojeras son tan oscuras y profundas que dan miedo. No tiene un aspecto muy agradable que digamos y no me siento bien al verla así. Sería muy ruin por mi parte, sabiendo que soy, en parte, el motivo de su decadencia.

—¿Están buenas? —me pregunta, pillándome totalmente desprevenida.

—¿Cómo? —La miro extrañada, sin entender a qué se refiere.

—Mis babas. ¿Te gustan?

Por poco me entra una arcada. Entiendo que no soy la persona a la que más le gustaría ver ahora mismo, y sé que tiene muchos problemas por resolver en su vida ahora mismo. Pero mi paciencia siempre ha brillado por su ausencia y, a pesar de que Caleb y yo no nos hayamos besado, el comentario de Alexa me molesta como si realmente lo hubiéramos hecho.

—Alexa, entiendo que esto no es fácil... —empieza a decir Caleb con delicadeza, y yo admiro su fuerza de voluntad para hacer esto—. Pero Evelyn no tiene nada que ver con esto. La culpa es mía.

—¡Ay, sí, pobrecita! —exclama ella entre risas hipócritas—. Mejor cállate, ¿quieres? No quiero volver a escucharte nunca, Caleb.

Está muy, pero que muy cabreada. Su voz está llena de odio y resquemor, y no me gustaría estar en su lugar ahora mismo. Aunque, sinceramente, tampoco quisiera estar en el de Caleb.

—Eres tú la que te has sentado aquí. Y sí, me siento como una mierda por lo que te he hecho y por cómo te sientes, pero... Seamos sinceros, Alexa, yo no soy el culpable de todo lo que te pasa.

Inmediatamente, miro a Caleb con los ojos abiertos de par en par. Creo que eso ha sido demasiada sinceridad por su parte, sobre todo teniendo en cuenta que Alexa siempre se ha tomado las cosas muy a pecho.

—A ti no te han enseñado lo que es ser un caballero, ¿verdad? —le dice, y a continuación se vuelve hacia mí con los ojos rojos como la sangre—. Qué pena me das, Evelyn, ojalá te des cuenta a tiempo de cómo es él. Cuando encuentre a otra más rubia, más alta, más delgada, más inteligente... va a querer cambiarte por ella, tal y como ha hecho conmigo. ¿Es que no lo ves?

Mentiría si dijera que no me quedo petrificada con sus palabras. Su mensaje me llega como de sorpresa, y sé que Caleb no sería capaz de hacer algo así. Lo nuestro empezó mucho antes de lo que ella se imagina. Pero, la manera en que Alexa defiende su verdad provoca un efecto en mí que odio. De hecho, se queda grabado en mi mente como si tuviera algún tipo de sentido.

—Tal vez no soy un caballero, pero esto no es ningún cuento —replica con firmeza, y más serio de lo que lo he visto jamás—. Me parece que somos lo suficientemente inteligentes como para saber que, si le estás hablando mal a una persona que no te ha hecho nada —Caleb me señala—, no es justo. Y te lo voy a decir. No se trata de ser un caballero, sino de decir la verdad, Alexa.

Alexa, aún fuera de sí, asiente con otra sonrisa hipócrita en sus labios. No sé qué es exactamente lo que sus ojos transmiten ahora mismo, pero me da muy mala espina.

—Muy bien. Entonces, espero que siempre, siempre le digas a Evelyn la verdad.

—Eso haré —se apresura a responder él, aunque el modo en que traga saliva hace que se activen todas mis alarmas.

—¿A qué se refiere, Caleb? —intervengo, asumiendo la indirecta que acaba de lanzar Alexa.

—A nada. No te preocupes.

Quiero creerle, así que no pregunto más por ello. La curiosidad sigue ahí, pero lo peor sería empezar lo que sea que hemos empezado con desconfianzas de por medio, ¿no?

Editado el 2 de junio del 2024 por la autora.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top