Capítulo 40
Despierto desorientada por su agitada forma de respirar. Puedo decir con firmeza que jamás había experimentado esta sensación y tengo que reconocer que no me desagrada lo más mínimo, pero sigue siendo algo raro y nuevo para mí.
Noto el tacto suave de su mano retirándome un mechón de la cara y siento algo dentro de mí volverse loco. Pese a que yo aún no haya abierto los ojos, me siento observada. Y no a lo psicópata, sino a lo especial. No sé si me explico.
—Buenos días —susurra, y eso hace que lo sienta aún más cerca. Inevitablemente, el típico escalofrío de siempre me recorre la espalda entera.
—¿Se puede saber qué hora es?
En realidad, me da igual si son las ocho de la mañana o las cuatro de la tarde. Esa pregunta es lo primero que se me ocurre para disimular la sonrisa que iba a esbozar al escuchar su voz adormilada.
Entreabro un ojo, convencida de que Andrew ya no me está escrutando, y efectivamente, no me equivoco. Me encuentro con su robusta espalda bronceada; parece estar comprobando la hora en su móvil.
—La una y media.
—¿¡Cómo!? —Pego un salto sobre la cama de Andrew. Enseguida me empiezo a peinar mi maraña de pelo con los dedos, pero no logro ningún milagro.
Entonces, caigo en la cuenta de algo muy importante que estaba obviando por completo: el trato con el señor Cooper. En teoría, mi parte del plan era convencer a su hijo para arreglar las cosas con él... pero ahora me siento sucia, como si lo estuviera utilizando. Si bien es cierto que el padre de Andrew parecía realmente arrepentido, no debe ser la primera vez que actúa así y luego se hace el bueno.
Sin embargo... Andrew merece tener a su lado a un padre que esté ahí y que se preocupe por él. La verdad es que no puedo saber a ciencia cierta cuáles son las verdaderas intenciones de Patrick Cooper. De todas formas, siento que, si es posible que mi amigo (o lo que sea que es Andrew para mí —que, por cierto, todavía no lo tengo claro—) mejore la relación con su padre, estoy dispuesta a lo que sea para ayudarle.
No todos tenemos esa oportunidad. Yo, por ejemplo, soy prácticamente invisible para mis padres. Quizá darle soporte a Patrick Cooper para que recupere la relación con su hijo no es ser ingenua... Más bien, intento ser optimista.
Su carcajada inconfundible y capaz de hipnotizar a cualquiera me devuelve inmediatamente a la realidad.
—¿Qué? —reacciono, y me percato de que sigo peinándome con las manos.
—Es que... —Vuelve a reírse descaradamente—. Es gracioso que intentes arreglar algo irremediable.
Mi rostro se transforma repentinamente y mis ojos se abren de par en par. ¿Cómo puede leerme los pensamientos de esta forma? ¿Cómo es posible que sepa qué pretendo sin yo haber pronunciado siquiera palabra sobre ello? Es imposible que sepa lo que tramo con respecto a su padre, pero su comentario ha conseguido ponerme de los nervios.
—¿Qué te pasa? Te has puesto muy pálida de repente... ¿Estás bien, rubia? —inquiere algo preocupado, lo cual me parece adorable, cabe decir—. No te preocupes, mujer. Todo tiene arreglo, incluso esos pelos.
Me incorporo en la cama hasta quedar sentada, apoyada en el cabezal de la cama. Pero... ¡será atrevido! Lo que pasa es que Andrew se está burlando de mi "peinado" de recién levantada, en mi cara... Este chico no tiene vergüenza.
—¿Qué estás insinuando? —suelto, y no puedo evitar fingir que estoy más molesta de lo que realmente estoy. Me encanta verlo asustado por cómo yo vaya a reaccionar.
—Evelyn, llevas un buen rato intentando arreglar eso. ¿No te sale más a cuenta meterte en la ducha?
El muy cabrón no puede remediar la sonrisa burlona que ilumina su rostro.
—Te crees muy gracioso, ¿no? —inquiero, disfrutando de nuestro vacile. Acto seguido, intento molestarle desordenando un poco su pelo con mi mano—. ¿Ahora quién es el despeinado?
—Pues no me he visto, pero seguro que sigues estando peor que yo. —Se ríe descaradamente, a lo que yo lo desafío con los ojos entornados—. No me mires así, anda... Sabes que sigues estando preciosa.
Y ahora sí que ya no hay manera de ocultar el rojo intenso de mis mejillas.
Mira que estas cursiladas no van nada conmigo y seguro que, con él, tampoco. Aun así, Andrew lo hace diferente. No sabría explicar los motivos, pero si es él el que pronuncia esas chorradas que siempre me han provocado náuseas, es como si se rompieran todos mis esquemas. En otras palabras, si salen de su boca, las palabras cursis se convierten en música para mis oídos.
Maldito sea Andrew Cooper y maldito sea el momento en que decidió dejar de ser un cretino conmigo. Sería mucho más fácil ignorar mis sentimientos si aún fuera el engreído insoportable que conocí a principios de verano.
Aunque yo tampoco me reconozco a mí misma últimamente. No sé en qué momento me he convertido en una blandengue, pero lo cierto es que Andrew se acaba de ganar un beso por mi parte.
~~
—¿Te puedo hacer una pregunta? Pero... tienes que prometer que me responderás. Te guste o no.
—Miedo me das —bromeo.
—¿Pero me lo prometes o no?
Entonces, me mira fijamente con sus bonitos ojos oscuros y con carita de niño bueno. Digamos que ningún ser humano en su sano juicio tendría el valor de decirle que no.
—Te lo prometo.
Viniendo de Andrew ya no sé qué esperar. Sólo confío en que no tenga nada que ver con su padre, porque si es así, puede que me atragante con el puñado de macarrones que acabo de meterme en la boca.
—¿Todavía estás... confundida? —me pregunta en un hilo de voz. Se me instala en el pecho una gran presión al ver su mirada guardando un rastro de desconfianza.
Bien. No me he atragantado, pero me ha faltado poco.
—Evelyn, me gustas... Pero no soy tonto, y tampoco se me olvidan las cosas tan fácilmente.
Mierda, mierda, mierda. Me había centrado en el tema de su padre y ni siquiera había caído en mi confusión de emociones, pero que él lo traiga de vuelta y de esta forma... tengo que confesar que me duele. Porque no quiero que nadie sufra por esto.
—Mira, lo que ocurrió anoche... no lo entendí. Creo que, si tuvieses las cosas claras, hubieras sido sincera conmigo y me hubieras dicho que habías quedado con Caleb.
Su honestidad me ataca directamente sin yo verlo venir, y me odio una vez más por no conseguir poner orden en mi interior.
—Andrew, si te digo la verdad... estoy hecha un lío. Ni yo misma sé lo que quiero —admito.
Lo observo atentamente mientras alza y baja las cejas en cuestión de segundos. Después, niega con la cabeza con incredulidad. La verdad es que ahora mismo sólo quiero hacerme pequeña y desaparecer. Lo que sea con tal de evitar lo que vaya a responder.
—Sabía que ibas a decir algo así.
—Lo siento... No te enfades conmigo, por favor —le pido, clavando mis ojos en la mesa del comedor.
—¿Y quién dice que esté enfadado? —replica, y cuando levanto la mirada, una sonrisa de lado iluminando su cara es lo que me mata.
Me contagio de su sonrisa y decido seguir hablando sobre lo que llevo dentro:
—Simplemente... prefiero serte sincera antes que ocultarte la verdad y hacerte daño.
De la nada, algo en su mirada se transforma y el momento se vuelve tan frío que me quedo completamente paralizada.
—¿Hacerme daño? Por favor, Evelyn... Me gustas, me atraes, pero tampoco exageres. —Y deja escapar una carcajada que me cabrea a niveles estratosféricos. No es que me crea sus palabras, es que me fastidia que el orgullo hable por él—. Por darnos unos cuantos besos no significa que...
—O sea, que de repente sólo nos hemos dado unos cuantos besos, ¿no, Andrew?
Le sostengo la mirada por unos instantes hasta que él asiente y a mí la impotencia me recorre todo el cuerpo. Pero ¿este chico es bipolar o qué?
—Y si ahora me enrollo con el primero que se me cruce, te va a dar igual, ¿verdad? —le provoco, con el cabreo aumentando por momentos.
Así y todo, sigo sin dar con lo que verdaderamente quiero. La cabezonería de Andrew no le permite darse por vencido. Lo peor es que empiezo a sentir que necesito una reacción por su parte y detesto esta sensación.
—Adelante. Pero si lo haces, eres consciente de que yo también podré hacer lo que me venga en gana, ¿verdad?
—¿Qué? ¿Tú me ves capaz de plantarle un beso a cualquiera? Porque si eso es lo que piensas de mí, quizás no debería haber ocurrido nada entre nosotros —sugiero con cierto resquemor en mi voz. Curiosamente, esta conversación absurda que no nos lleva a ninguna parte me está afectando más de lo que debería.
—Pues mira, a cualquiera no, pero a Caleb sí.
Touché. Ahora sí que lo ha dicho alto y claro, y de paso, me ha callado la boca de golpe.
Está claro que los celos lo vuelven un estúpido conmigo. Por mucho que le cueste decirlo en voz alta, sé que le haría daño si sucediera algo entre Caleb y yo.
Nadie puede negarme que Andrew siente algo por mí. Y no es que yo sea una creída, aunque también. Sencillamente, es todo lo que demuestra cada vez que me habla. Pese al poco tiempo que hace que nos conocemos, ya me doy cuenta cuándo algo le molesta, y diría que nunca habla desde la objetividad cuando se trata de Caleb. Y pensar que algún día fueron amigos... O, al menos, cuando yo llegué, esa rivalidad entre ellos que ahora salta a la vista parecía inexistente.
—Buenas. —Se escucha un plato chocar contra la mesa de forma brusca. Me vuelvo enseguida para encontrarme con Jade y su cara de querer asesinar a alguien. Por no hablar de la poca comida que ha echado en su plato.
En concreto, por ese último detalle, percibo que algo no va bien. Inmediatamente, me viene a la cabeza el recuerdo de la dichosa noche del terror, la misma en que nuestras familias nos vinieron a visitar. ¿Cómo ha podido dar tanto que hablar una simple fiesta?
—¿Has hablado con tu padre? —suelta Andrew de buenas a primeras, por lo que le doy una suave patada por debajo de la mesa—. ¡Oye! Sólo intento ser comprensivo.
—¡Es evidente que no ha hablado con su padre! Parece que no conozcas a Jade.
—Muy bien no nos hemos llevado nunca.
—Parejita, si vais a discutir durante toda la comida prefiero ahorrarme el mal trago y comer en otra mesa. Gracias —espeta Jade, con el tono más borde que le he escuchado nunca.
Andrew y yo nos miramos de reojo con el ceño fruncido. Al coincidir nuestros ojos, olvidamos de alguna forma el encontronazo que acabamos de tener y nos reímos juntos tímidamente.
—¿Parejita? ¿Qué me he perdido?
Alexa...
La pelinegra toma asiento en nuestra mesa con toda la libertad del mundo, y la verdad es que me siento un tanto incómoda con su presencia. Desde que estoy así de confusa con mis sentimientos hacia Caleb, las cosas con ella han cambiado. Más que nada, porque se me forma un nudo en la garganta sólo de pensar en el daño que podría hacerle si surgiera algo entre "su chico" y yo.
Para colmo, es el mismo Caleb quien acaba de dejar su plato encima de la mesa, justo al lado del de Alexa. Estupendo...
—Será cotilla... —murmura Jade.
—Jade... —le riñe Caleb.
—¡Lo siento! —estalla mi amiga—. Estoy de muy mala leche, ¿vale? No me provoquéis, por favor.
Es en ese instante cuando decido actuar como siempre lo ha hecho ella conmigo. Arrastro mi silla hasta que queda prácticamente pegada a la de Jade y centro toda mi atención en mi amiga. Honestamente, no merece menos... por cómo se preocupa por los demás sin pedir nada a cambio.
—Desahógate, tía. Suéltalo todo. Créeme, te sentirás mucho mejor.
Jade al fin levanta la cabeza. Su mirada verdosa, más apagada que nunca, me dice que lo guarda todo dentro... como siempre. En el fondo, sé que está loca por sacarlo afuera.
—Pues... Es que... La odio. Te juro que no la soporto. No puedo creer que vaya a ser mi madrastra oficial, de verdad.
—No entiendo por qué le tienes tanta manía, Jade. Es una mujer muy simpática. Además, es guapísima. ¿Cómo lo hace un hombre como tu padre para estar con alguien como ella? —profiere Alexa, a lo que todos nos ponemos de acuerdo para fulminarla con los ojos, incluso Caleb. Esta chica no puede ser más inoportuna.
Tiene que ser insoportable para Jade escuchar este tipo de comentarios ahora mismo. Efectivamente, está que trina, sobre todo porque su mirada está clavada desafiante en la de ella. Por un momento, temo que arda troya.
—Alexa, por tu bien y por el de todos nosotros, te recomiendo que cierres el pico —le pide Caleb en un tono entre divertido y cariñoso, aunque con la verdadera intención de que se calle.
—A lo que iba... —Jade pone los ojos en blanco—. No puedo con ella. Le está tomando el pelo a mi padre y él es demasiado iluso como para darse cuenta...
—No creo que sea un iluso, Jade. Simplemente está enamorado hasta las trancas.
—Y cegado también... ¿Qué pasa, que estar enamorado significa olvidarse del resto del mundo? ¿De mí? Soy su hija, Evelyn, me debería tener en cuenta.
Trago saliva al escuchar el resentimiento en cada una de sus palabras. Nunca la había visto así, y se me parte el alma al ver la tristeza tan visible en su rostro.
—Pero ¿cómo estás tan segura de que está utilizando a tu padre? Algo tiene que haber pasado para que pienses así...
Jade respira hondo tras escuchar a Caleb y presiento que tiene algo en mente. No obstante, nunca hubiera imaginado lo que termina confesando a continuación:
—Se acostó con mi ex novio —sentencia, dejándonos boquiabiertos. Presiento que le cuesta bastante hablar sobre esto, por lo que temo que en cualquier momento se derrumbe—. A los quince años, tuve una relación con un chico tres años mayor que yo. Poco después de romper con él, me enteré de que había cruzado más que palabras con Amber y jamás lo volví a ver.
—Y... ¿tu padre no sabe nada de esto? —pregunto, aún sin salir del asombro. A más de uno nos va a llegar la mandíbula al suelo.
—No, ni siquiera fui lo suficientemente valiente para contárselo. Me daba vergüenza decir que mi novio me había puesto los cuernos con una mujer que me saca treinta años y resulta ser la pareja de mi padre.
—Pues... creo que deberías habérselo dicho a tu padre. ¡No puedes dejar que se case con ella!
—Caleb, ¿de verdad piensas que me creería? Ni siquiera se fía de mí cuando le digo que Amber intenta cambiarme.
Él agacha la mirada, probablemente pensando en distintas formas de rebatir el argumento de Jade. Pero es evidente: su padre la tomaría por loca si, de pronto, le contara algo así, especialmente si acaban de comprometerse.
—No importa. Tienes que decírselo, o al menos, intentarlo.
Jade escruta a Caleb por unos cuantos segundos, hasta que sus ojos se tornan retadores. Literalmente, parece que quiera decirle algo con sólo mirarlo. Y de pronto, una sonrisa se dibuja en sus labios. En circunstancias como esta es cuando me doy cuenta de lo mucho que conozco a Jade en tan poco tiempo: es indudable que algo está tramando.
—Si yo me atrevo a contarle a mi padre lo que pasó entre Amber y mi ex, ¿tú serás capaz de confesar eso que tú y yo sabemos?
Editado el 8 de julio del 2023 por la autora.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top