Capítulo 4
Aún no me puedo creer que alguien como yo haya tartamudeado al presentarse. Me he sentido como una auténtica idiota porque esto no es nada propio en mí. Por suerte o por desgracia, nadie más que él me estaba prestando atención. Caleb sigue sentado junto a mi izquierda, pero yo he sido incapaz de mirarlo a la cara en todo el tiempo que ha estado aquí. Por primera vez, me encuentro con una Evelyn vergonzosa e intimidada ante la belleza de alguien más, y eso no es una buena señal.
Donde sí que miro es por encima de los hombros de Luke, Christian y Alexa, justamente hacia la mesa de los chicos. Ya he afirmado que no soy una persona cotilla, solamente me gusta curiosear de vez en cuando. Sin embargo, para mi sorpresa, me encuentro con un Andrew Cooper descaradamente interesado en nuestra mesa. Es cierto que está conversando con uno de los cruasanes de sus amigos, pero su mirada está fijada en mí. Al darnos cuenta, los dos apartamos los ojos el uno del otro lo antes posible, y procuro fingir no haber visto nada. Me pregunto qué habrá sido eso.
Agacho la cabeza y mi mirada cae sobre nuestra mesa. Entonces, me percato que el plato de Jade es el único que ya está vacío. Levanto la vista y veo cómo ella me está mirando a mí, con una expresión divertida y sonriente.
—¿Te vas a terminar eso? —me pregunta, todo sin perder la sonrisa dibujada en sus labios.
—Toma —contesto, ofreciéndole mi plato, que aún contiene una mitad del sándwich. La verdad es que no sé cómo he conseguido darle siquiera un bocado.
No tarda en hacerse con mis sobras y puedo decir que debe estar cantando victoria por dentro. Ahora ya conozco otra de sus debilidades.
—Jade, deberías empezar a controlarte con el tema de la comida. No vas a tener siempre ese cuerpo de muñeca —espeta Christian, demasiado calmado para lo que acaba de soltar por esa boquita.
La que no se ha quedado calmada soy yo después de su asqueroso comentario, que siento el impulso de decirle cuatro cosas y ponerlo en su lugar. Inmediatamente, debato en mi cabeza por qué estoy queriendo proteger a una chica que acabo de conocer y desde cuándo soy así de blanda.
—¡Cállate! —grita Jade exageradamente, casi quitándome las palabras de la boca. Aun así, enseguida recupera la compostura, cambiando drásticamente su tono de voz—. Además, aunque yo engordara diez kilos, seguiría siendo espectacular. ¡Todo menos dejar al amor de mi vida!
—No me digas que te refieres a la comida, Jade —añade Alexa entre risas.
—Obviamente —contesta ella, antes de meterse otro gran trozo de pan de molde en la boca.
De nuevo, me veo aplaudiendo a Jade mentalmente. Esta chica no puede evitar caerme cada vez mejor. Cierto es que una pija y una friki no han pegado nunca en la vida, pero es como si nuestros sentidos del humor hubieran nacido para encontrarse. Me encanta esta chica y no me lo puedo negar ni a mí misma: supongo que poder reírme con alguien ahora mismo es lo mejor que me podía pasar.
Eso sí, el campamento sigue sin gustarme. Y así continuará.
Una vez más, me permito volver a ojear la mesa del fondo, aunque en esta ocasión me la encuentro vacía. Me digo a mí misma que es un auténtico alivio no tener que volver a cruzar miradas con Andrew y, con ello, soportar la incomodidad que eso supone... pero él tenía planes mejores. Entre ellos, el de aparecer repentinamente detrás de nuestra mesa, precisamente entre Caleb y yo. Para colmo, Andrew actúa como si yo apenas existiera y se acerca de modo más bien directo a Caleb. Por un momento temo tener que pegar el salto de mi vida porque la ojeada que le echa el primero no es muy agradable que digamos. De hecho, la tensión en el ambiente es casi palpable.
Por suerte, sé que no voy a presenciar una pelea cuando, de un momento a otro, sus sonrisas se encuentran en medio de tanta presión. Es entonces cuando se dan una especie de abrazo, o al menos es como yo lo llamaría. Si no fuera por esto, hubiera jurado que no se llevan especialmente bien a juzgar por la dureza con la que se observan el uno al otro. Aun así, decido quitarle hierro al asunto y pasar del tema. Son tíos desconocidos para mí, imposible predecir sus pensamientos.
—¿Qué haces aquí, tío? —le pregunta Andrew en tono irónico, mientras le propina un golpe en el hombro en señal de afecto. De verdad que nunca entenderé las formas tan "peculiares" en que los hombres se muestran cariño—. Pensé que vendrías con nosotros, no con esta panda de...
—Te estamos oyendo, chico —protesta Jade, quien, por cierto, ya se ha terminado mi sándwich. Seguidamente, susurra para sí misma—: Idiota...
—No te lo tomes a mal, Andrew —recupera Caleb la conversación—. Sabes que me gusta estar con todos.
Por alguna razón, parece que de pronto se ponen de acuerdo entre ellos para dejar caer sus ojos sobre mí. Los dos. Al mismo tiempo. Yo, que me doy cuenta enseguida, giro la cabeza hacia el lado opuesto a ellos, muerta de la vergüenza. ¿Por qué soy la única que no está entendiendo qué está pasando aquí?
—Cosa que me parece increíble... —musita el moreno. Acto seguido, deja escapar un resoplido y sacude la cabeza—. Aunque eso da igual ahora. Sólo quería asegurarme de que estarás esta tarde... donde ya sabes y para ya sabes qué. Estaremos todos nosotros allí, esperándote.
Mi intuición me dice que "todos nosotros" es igual a su grupo de playboys. Es decir, los chicos con los que comparte mesa. Hasta ahí bien. Lo que no he acabado de comprender es el misterio. Sinceramente, parece que siembra la duda a propósito. No sé por qué haría algo así.
—Mira, no sé si deberíamos hacerlo este año, tío. No... No es lo mismo.
Y siento cómo tanto Andrew como Caleb se vuelven hacia los que estamos sentados en la mesa. Algo me dice que ahora ya no les interesa que nos enteremos de algo. Luke, Christian y Alexa apenas levantan sus cabezas, pese a que no me cabe duda que se sienten aludidos. Es como si les tuvieran miedo a estos dos. Ellos podrán ser unas bestias físicamente, pero esta gente no sabe lo que es un carácter fuerte. Supongo que aún no me conocen lo suficiente.
—¿Por qué dices eso? —susurra Andrew en un tono casi inaudible, sin dejar de mirarnos de reojo a los demás. El muy iluso se cree que no voy a hacerme la loca, como si no estuviera escuchando la conversación a la perfección.
—Las reacciones no serán las mismas de siempre. Lo sabes, ¿no?
—Eso no importa, Caleb. Sólo dime si estarás allí.
Caleb guarda unos segundos de silencio, seguramente sopesando una buena respuesta. Reconozco que me da cierta rabia la insistencia de Andrew, aun cuando no sé ni de qué están hablando.
—Ya veremos —consigue contestar finalmente.
No sé qué pretende Andrew cuando se planta junto a nuestra mesa. Si no fuera porque estaba atenta al mínimo detalle, probablemente me hubiera sobresaltado cuando golpea la madera de la mesa con las manos.
—Eh, que sepáis que Emily nos espera arriba. Y dice que terminéis cuanto antes posible —nos comunica, y noto cierto desprecio que me irrita. No sé quién se ha creído que es para dirigirse a mí con esa superioridad.
Luego, observo cómo se vuelve hacia la mesa de al lado y anuncia exactamente lo mismo a los demás, incluso de la misma forma. Estoy dispuesta a muchas cosas, pero definitivamente no voy a soportar que un niñato se crea el rey del mambo.
Si hay algo que me ha quedado claro desde que he llegado es que Andrew Cooper podrá ser un Dios griego, pero es tan guapo como infumable y cretino. De todas formas, no puedo negar que su "conspiración" con Caleb y los demás me tiene vivamente intrigada. Quienes, por cierto, acaban de salir por la puerta.
Luke, Christian, Alexa y yo esperamos hasta que Jade termina su tercer sándwich. Porque sí, la señorita ha querido repetir, y la realidad es que agradezco que esto se haya retrasado. No sé qué tiene Emily preparado ahí arriba, pero claramente podía esperar. Más bien, cualquier cosa relacionada con este sitio puede esperar. Muy a mi pesar, llega el momento en que debemos levantarnos y dirigirnos al piso de arriba con el resto de compañeros.
Al llegar junto a los demás, intento contener una carcajada con tal de no reírme sola. Andrew y sus secuaces se encuentran sentados en el suelo frente a Emily, con las piernas cruzadas al estilo indio. Parece que me va gustando esto un poco más.
—Todos de pie, chicos —ordena Emily, justo cuando Jade y yo estábamos a punto de sentarnos—. Quiero que os coloquéis y forméis una redonda entre todos.
Emily sostiene una pelota de plástico amarilla entre sus manos, la cual no es precisamente grande y dudo que siquiera bote. ¿Es que vamos a jugar a "la bomba"? Porque sería bastante humillante, si es que estar aquí no es suficiente.
—Bien, chicos. Para empezar con buen pie el campamento, he preparado un juego —empieza a explicar la monitora, y yo solo espero que no sea demasiado patético—. Es de lo más sencillo. Yo haré una pregunta y pasaré la pelota a alguien que la responderá. Esa persona se la pasará a cualquiera de sus compañeros, que también responderán. Y así hasta que todos hayáis contestado a mi pregunta.
—Nos conocemos todos perfectamente —interviene un chico moreno. Éste se encuentra entre Andrew y Caleb.
—Bueno, eso es lo que vosotros os creéis —sonríe Emily, como si supiera mucho más que cualquiera de nosotros—. A veces charlamos sobre tonterías y no nos molestamos en hablar de las cosas más importantes. Estoy casi segura de que tú, por ejemplo, no conoces el nombre de ninguno de los amigos del instituto de Andrew.
—No creo que me haga falta saber... —Pero antes de que pueda seguir hablando, su comentario se ve interrumpido por la pelota de Emily. Hay que decir que la monitora tiene su puntería, las cosas como son.
—Empecemos con lo básico. ¿Cuál es vuestro nombre y edad?
El moreno resopla al mismo tiempo que se pasa la pelota de una mano a otra. Parece ser que no ve alternativa, puesto que termina respondiendo:
—Soy Jason Cox, tengo 17 años y creo que esto es innecesario —bromea, causando la risa de la mayoría. Y seguidamente, le pasa la pelota a Luke.
—Luke Miller, 16 —dice brevemente, y puedo decir que debe estar tan nervioso que no sabe ni hacia dónde mirar. Después, le lanza la pelota a la primera chica que ve, quien se queda sonriéndole un buen rato.
La pelota está a punto de llegar a mí pero yo ni siquiera me había dado cuenta. O, más bien, no he querido darme cuenta. Ahora mismo mi plan ideal sería desaparecer y reaparecer sólo cuando esta estupidez de "prueba" haya terminado.
Entonces, parpadeo y doy un paso instintivo hacia atrás. Afortunadamente, Jade alarga su brazo y la alcanza por mí, para luego dedicarme una mirada de complicidad.
—Jade Morrison. 17 años.
Después de hablar, se queda absorta durante unos momentos, debatiendo en su mente la jugarreta. Pronto decide tirarle la pelota a Andrew con una fuerza desmedida que nadie sabe de dónde ha salido. Él respira hondo, con resentimiento. No me sorprende para nada que exista algún tipo de enemistad entre estos dos, más que nada porque Jade tiene sentido común y él no.
—Mi nombre es Andrew Cooper y tengo 17 años.
Por lo que estoy escuchando, prácticamente todos rondamos la misma edad. Por otro lado, sólo me estoy quedando con los nombres de la gente que me interesa, he de decir.
Después de ver la bola volar de un lado a otro, mi atención la tiene ahora una chica rubia bastante mona. Ella responde al nombre de Hilary y está mirando a Caleb de forma coqueta. Sonríe abiertamente, como si no le importara tirarle los trastos delante de todo el mundo, y después le lanza la pelota. Él la recibe, como también acepta un guiño de ojo de parte de la chica en cuestión.
Caleb le agradece con educación, porque se puede decir que el deseo brilla por su ausencia.
—Yo soy Caleb Brown y tengo 17.
Cuando termina de presentarse, ya he puesto en marcha todas mis alarmas. Esta vez sí me tocaba estar mínimamente atenta. Según mis cálculos, soy la única persona que queda por contestar. Solo espero no quedar en evidencia por perder de vista la pelota. Soy buena en muchísimas aspectos, pero el deporte con bolas de por medio es de las cosas que más me atormentan en el mundo. No se me puede dar peor.
Con decisión, Caleb me pasa la pelota y yo la cazo al vuelo. Puedo decir, orgullosa, que lo he hecho bastante bien. Él también parece estar contento de que haya salido todo correcto; si no, no me explico por qué me está escrutando tan sonriente. Tampoco tengo muy claro por qué le he correspondido esa sonrisa, por qué seguimos mirándonos y por qué siento que en cualquier momento pueden saltar chispas en esta habitación.
Aparto la mirada inmediatamente con tal de que mi pulso vuelva a la normalidad. Tal vez esto último no haya sido una gran idea, porque ahora siento más de quince miradas encima mío, que seguramente juzgarán cada uno de mis movimientos. En especial, resaltan los ojos de Andrew y Emily, más atentos que cualquier otro. Cabe la posibilidad de que Hilary, la chica prendida de Caleb, haya enfurecido también.
—Evelyn West. 16 —respondo sin ningún tipo de entusiasmo y casi obligada a borrar la sonrisa de mi rostro.
Editado el 26 de diciembre del 2022 por la autora.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top