Capítulo 38
Por increíble que parezca, creo que tengo una cita. Y no es como cualquiera que haya tenido anteriormente, ya que no tendrá lugar en un sitio sofisticado y de lujo, ni nada por el estilo. Sin embargo, la verdad es que me encanta la sencillez del plan que hemos ideado para esta noche.
Por fin termino de pintarme los labios de un color rojo intenso. Inmediatamente después, me pregunto por qué lo habré hecho. Pero ¿qué más da? Es mi primera "cita" con él, aunque ninguno de los dos se haya atrevido a llamarla así. Quizá me estoy precipitando un poco, pero no creo que sea tan descabellado. La propuesta que me ha hecho Andrew durante la comida ha sido venir a mi cabaña para ver juntos alguna película.
Visto así, suena un poco mal. De hecho, ni siquiera sabía que se había traído un portátil al campamento. "Regalo de mi querido padre", contestó sin demasiado entusiasmo cuando le pregunté.
Ojalá supiera qué se le pasa por la cabeza ahora mismo. No hemos hablado en todo el día de lo que ocurrió anoche en la fiesta... de absolutamente nada. Y con ello, me refiero a los besos que nos dimos, a mis sentimientos confusos y a la pelea con su padre. Tengo que reconocer que todo eso me tiene un poco ansiosa.
Sinceramente, no me han quedado del todo claras sus intenciones. Diría que después de nuestro último beso, su objetivo es pasar la noche conmigo y se me encoge el estómago sólo de pensarlo. De todos modos, no me puedo olvidar del miedo que le tengo a los sentimientos y a todo lo relacionado con el amor, aunque él confíe en que esto saldrá bien.
Mierda. Ni siquiera sé por qué he aceptado.
Estoy hecha un lío, y estos repentinos cambios de opinión van a volverme loca. Está más que claro que no sé lo que quiero... o quizás sí lo sé, pero no me atrevo a reconocerlo. Madre mía, pero ¿qué estoy diciendo?
Menos mal que unos golpes a la puerta me devuelven a la realidad. Juro que a veces mi propio cerebro me saca de mis casillas.
Miro la hora en mi iPhone y compruebo que aún son las nueve y media, por lo que no puede ser Andrew. Habíamos quedado a las diez. De hecho, no es él. La voz que escucho desde el exterior no le pertenece...
Pero eso no quiere decir que no me altere. Respiro hondo, tratando de asimilar que voy a enfrentarme a la persona que hay ahí fuera. De hecho, me tiembla la mano cuando giro el pomo de la puerta. Joder, no sabía que podía llegar a afectarme tanto su presencia.
Lo primero que me encuentro son unos zapatos marrones que... bueno, no están mal. Levanto un poco la mirada y descubro unos pantalones negros ajustados y doblados por encima de sus tobillos. Aunque lo que me desordena la mente por completo es esa camisa blanca medio desabrochada, que deja a la vista lo que puede ser el pecho masculino mejor esculpido que haya visto en mi vida.
Dios mío, en media hora he quedado con Andrew. No puede hacerme esto.
Quizá me quedo más absorta de lo que debería con sus músculos, porque cuando mi mirada alcanza su rostro, me encuentro a un Caleb más que atento a mi reacción. Para rematar, me está observando con una gran sonrisa encantadora. Será capullo...
—¿Cómo me ves? —Es lo primero que pregunta, y me sorprendo a mí misma observando cada movimiento de sus labios al hablar—. Iba a ver a Jade, y de paso, preguntarle sobre lo de su madrastra... pero creo que sus gustos son bastante diferentes a los de Alexa. —Ríe con nerviosismo—. Por eso he venido, creo. En fin, ¿qué te parece?
Entonces, da una vuelta sobre sí mismo, exponiendo su outfit. Al parecer, me ha visitado para pedirme opinión. Y yo se la daré, por supuesto. ¿Por qué no iba a hacerlo?
—Los zapatos son un poco feos, pero no te sientan mal. Lo demás está bastante bien. ¿De qué desfile te has escapado? —bromeo, y él sonríe con sinceridad—. ¿Así que vas a salir con Alexa?
—Sí... —Se encoge de hombros—. Mi hermana está muy amable conmigo desde que sabe de mi... de lo mío con Alexa. No sé por qué. Es más, nos ha dado permiso para salir esta noche e ir a un cine que hay por aquí cerca. Eso sí: sin que nadie se entere, claro.
Dejo escapar una carcajada irónica. Qué generosa es Emily cuando le conviene. Si fuera yo en vez de Alexa, no saldría del campamento ni por encima de su cadáver.
—¿Sin que nadie se entere? Pues... me lo estás contando a mí.
—Pero tú eres de confianza, Evelyn.
"Buena amiga", "de confianza"... Me pregunto qué será lo próximo. ¿"Eres como mi hermana pequeña"?
—¿Y tú? —Caleb se abre paso y se sienta en mi cama; yo cierro la puerta. Noto cómo es él quien ahora me repasa de arriba abajo—. ¿Por qué te arreglas para irte a dormir?
—¡Sólo me he pintado los labios! Además, voy en chanclas —repongo, señalando mis pies.
—¿Y por qué te has maquillado?
Veo cómo frunce el ceño, como si pintarse los labios de rojo fuera lo más irracional del mundo. ¿Es que no puedo ponerme guapa porque me dé la gana?
Me dirijo rápidamente hacia el espejo de mi cabaña y contemplo mi reflejo, evaluando ese color rojo intenso. No me sienta nada mal, las cosas como son. No obstante, quizá es un poco excesivo... supongo.
Rebusco entre las cosas del cajón de la cómoda para hacerme con una toallita desmaquillante. Enseguida me veo a mí misma haciendo desaparecer el color de mi rostro.
—¿Qué haces? —añade, descolocado. Yo lo fulmino con la mirada a través del espejo—. Nadie ha dicho que te desmaquilles.
—¿Y qué? Yo hago lo que quiera, no lo que tú me pidas.
—¡Por supuesto! —Alza las manos con una gran sonrisa en sus labios, como si esto le divirtiera—. Has quedado con alguien, ¿no?
Aún me encuentro cara a cara con mi reflejo, por lo que veo claramente cómo me sonrojo ante su pregunta. Le echo un vistazo de reojo a Caleb y compruebo que esa expresión de graciosillo no ha desaparecido de su cara.
—Andrew, ¿verdad?
Me quedo callada. A él se lo voy a decir...
—¿Qué haréis? ¿Jugar a "verdad o atrevimiento"? —se burla, y yo le atravieso con los ojos una vez más.
¿Qué mierda le pasa? ¿Y desde cuándo se comporta como un auténtico idiota?
—Eso no te incumbe.
—Claro que no. Me importa lo mismo que a ti mi cita con Alexa: nada. ¿Me equivoco?
—Toda la razón.
El orgullo es uno de mis grandes atributos, no nos vamos a engañar. No es fácil para mí admitir lo que me está pasando, tal y como lo hice anoche con Andrew. En realidad, este último tuvo suerte de que yo hubiese bebido alcohol de más. Tal vez, si hubiese estado del todo cuerda, él jamás habría descubierto lo que siento.
—Entonces, te da igual —afirma, por lo que yo asiento sin pensármelo dos veces—. Pues a mí no.
Me vuelvo hacia él al instante, sobre todo para comprobar con qué cara me está hablando. Quisiera decir que está bromeando, pero no es lo que parece. El color ámbar que siempre me cautiva se ha vuelto oscuro, y es que sus ojos ya no me sonríen. Por alguna razón, creo que tiene algo que decirme.
—Sí que me importa lo que pienses. Eres mi amiga y quiero tu opinión, no sólo sobre la vestimenta.
Ah, claro. Qué idiota soy. ¿Por qué sigo esperando que de su boca salgan ciertas palabras? Y no es que quiera escucharle decir nada en concreto, pero por un momento, he pensado que lo que le importa es mi cita con Andrew. Aun así, él seguía hablando de Alexa... ¿Cómo no?
—Alexa es una buena chica.
—Sí, lo es. ¿Crees que puede hacerme sentir algo siendo una buena chica?
Ahora sí que me estoy confundiendo. Para colmo, Caleb se levanta de la cama y da un paso hacia mí, lo suficientemente grande como para quedar a una arriesgada distancia de mí. Desde donde estoy puedo sentir su aliento y no sé cómo sentirme al respecto... Puede que mi respiración se haya empezado a acelerar un pelín.
—¿Por qué me preguntas eso, Caleb? —indago con inseguridad, al mismo tiempo que sonrío con nerviosismo. Se ha puesto tan serio que me está intimidando.
—¿Lo crees?
Alzo los hombros y dejo escapar un suspiro. Por precaución, decido alejarme y sentarme al borde de la cama. Él permanece inmóvil en su sitio.
—No lo sé... ¿A qué viene esto?
—Quiero tu opinión —insiste él.
Finalmente, me rindo. He quedado con Andrew dentro de unos minutos, y eso me recuerda que él lo sabe todo. Tampoco es justo que Caleb no conozca mi confusión de sentimientos, cuando es uno de los mayores partícipes de ello.
—Dime qué quieres que te diga y déjate de opiniones. No las necesitas, Caleb; tú siempre sabes qué hacer. ¿Qué pretendes que te diga?
En ese momento, se muerde el labio y se pasa la mano por el pelo como sólo él sabe hacerlo. Acto seguido, da otro paso hacia mí y se queda de pie delante mío. Se podría decir que nuestros ojos expresan todo lo que nosotros no nos atrevemos a decir en voz alta.
Mi corazón empieza a latir con más fuerza. Tanto si él diera marcha atrás como si se acercara más de la cuenta, sé que me dolería y me aliviaría a partes iguales. Y eso es un sinsentido.
—Evelyn, creo que con Alexa no llegaré a ningún lado. Me estoy esforzando para que funcione porque sé que merecería la pena, pero cuanto más empeño le pongo, menos ganas me quedan de seguir intentándolo.
Sus palabras me dejan de piedra. No es que yo esperara que en unos días se enamoraran locamente, pero creía que estaba ilusionado con ella... Además, ¿por qué me cuenta esto? Si tan sólo quiere mi opinión, sus ojos parecen decir algo muy distinto.
—¿Por qué lo finges? Así no la ayudas.
—Quiero que se olvide de sus problemas, pero... no sé si pueda llegar a sentir algo por ella.
—Caleb, está enferma. No juegues con sus sentimientos.
De repente, él abre los ojos como platos y se deja caer sobre la cama. Joder, creo que acabo de meter la pata hasta el fondo. Sé que han estado inseparables últimamente, pero la he cagado al suponer que sabría lo del trastorno de Alexa.
Desde luego que me iría mucho mejor si mantuviera la boca cerradita.
—¿Cómo que enferma?
Maldita sea.
—Responde, Evelyn, por favor. ¿Qué le pasa?
Chasqueo la lengua, resignada. Es evidente que ahora no hay vuelta atrás, pero me he metido en un buen jaleo yo solita. Como de costumbre.
—No sé cómo no te has dado cuenta... —musito—. Alexa come un cuarto de lo que los demás solemos comer, y ni eso. Es más, se va a correr todos los días más de una vez. ¿Por qué crees que le dan tantos bajones de tensión?
—Ella... me dijo que era por problemas familiares y eso.
—¿Problemas familiares? —Me río exageradamente—. Problemas familiares son los que tiene Andrew.
«O tú, o yo.», añado mentalmente.
—No lo entiendo. Come mucho mejor últimamente y...
—Y es gracias a ti —completo.
Puede que esté siendo algo cruel, pero Caleb tiene que darse cuenta de las cosas antes de que todo empeore. Me sabe mal por él, pero cuando la salud mental de alguien más está en juego, se debe ser más precavido.
—No puedo engañarla más, ¿verdad? —pregunta, rozando la desesperación; yo niego con la cabeza—. Y ¿ahora qué hago?
—Ni se te ocurra dar marcha atrás ahora. Ella se sentirá como un capricho para ti.
—Mierda, mierda, mierda... —sigue lamentándose, mientras se pasa los dedos por el pelo, desordenándolo por completo.
Intento mantener la calma, pero soy consciente de que Caleb se ha metido en la boca del lobo. He de decir que no entiendo muy bien por qué se ha comportado así con ella, si desde el principio no lo tenía claro. Lo único que sé es que, una vez metido en esto, va a ser muy difícil salir.
—Ve al cine con ella esta noche.
—¿Qué dices? —Se detiene unos segundos, probablemente procesando lo que acabo de pedirle—. ¿Quieres que vaya?
Visto lo visto, lo que yo quiera ahora está de más.
—Simplemente, ve.
Parece que Caleb pretende hacerme caso, dado que se levanta y me sonríe a modo de agradecimiento. De todas formas, la preocupación no se ha borrado de su rostro todavía.
Cuando estaba a punto de asumir que así es como tienen que ser las cosas, él se detiene justo antes de salir. Por favor, ¿es que tengo que darle cuerda como a los muñecos o qué? Parece que sea consciente de lo confundida que estoy y que se divierta mareándome de esta manera.
—¿Quieres que vaya? —suelta entonces la misma pregunta trampa.
Lo miro con los ojos entornados. No entiendo a qué está jugando ahora. Soy su amiga, tal y como a él le gusta tanto repetir. Sé que es importante para él lo que yo pueda opinar, pese a que siempre termina haciendo lo que le viene en gana. Pero, en el fondo, es como si supiera la tortura que esto significa para mí.
Tal vez una cita con Alexa no sea lo que más le apetece, pero yo no debo ser tan egoísta. No ahora, no con todo lo que esa chica esconde.
—No compliques las cosas y vete de una vez, por favor.
Sin embargo, Caleb no se mueve, y mi cuerpo está empezando a tensarse.
—¿Por qué complicaría las cosas? —inquiere, con una voz grave que me estremece.
No, que no se acerque, por Dios. Entrecierro los ojos, como si no quisiera aceptar que ha vuelto a colocarse delante de mí. Llegados a este punto, ya no sólo va a marear a Alexa, sino que yo también saldré afectada. Ya no puedo pensar con claridad.
—¿Quieres que me vaya, Evelyn? Es la última vez que te lo pregunto. —Su aliento. Vuelvo a sentirlo, y eso quiere decir que está demasiado cerca.
Finalmente, abro los ojos del todo. De alguna forma, eso es lo que me descubre la situación que estoy viviendo. Es entonces cuando entiendo el verdadero significado detrás de sus palabras, y es que Caleb sabe mucho más de lo que parece. Ya debe haberse dado cuenta de cómo le busco; si Andrew lo pilló al vuelo, ¿por qué él no lo haría? Está claro que él también se escondía tras la farsa de nuestra amistad, pero esta escena me acaba de demostrar que esto va más allá.
Me está dando a elegir. A su manera, pero lo está haciendo. Al parecer, tengo dos únicas opciones: si le digo que no, le estoy dando a entender que me molesta su cita con Alexa; si le digo que sí, estaré renunciando a algo que todavía no he descubierto si quiero tener. ¿Qué narices es lo que siento?
Miedo, puro miedo. Eso es. Una sensación que me convierte en una cobarde ante este tipo de dilemas.
—Sí —pronuncio al fin.
Caleb se recompone, saliendo del trance en el que ambos parecíamos haber entrado. De hecho, no me había dado cuenta hasta ahora de que estaba flexionando las rodillas para que nuestros rostros estuvieran a la misma altura.
Un rastro de remordimiento se instala en mi cuerpo cuando lo veo caminar hacia la salida con paso decidido. Solamente se frena para abrir la puerta y decir:
—Gracias, Evelyn. Nos vemos mañana.
Su despedida es lo suficientemente fría para mi frívola respuesta, imagino. Caleb se marcha de mi cabaña de una vez por todas, no sin antes pegar un portazo que me deja algo inquieta.
Lo que acaba de suceder choca una y otra vez en mi cabeza. Pero ¿por qué hace esto? ¿Es que se hubiera quedado si yo le hubiese dado otra contestación? El mero hecho de planteármelo me produce un dolor insufrible de estómago... y temo preguntarme qué puede significar.
A lo mejor debería correr, buscarlo y decirle que me he equivocado, pero no pienso hacerlo. Ya es hora de mirar por alguien más que por mí misma.
—Traigo helado, palomitas y refrescos. ¡Ábreme! —Andrew, tan oportuno como siempre, me hace sonreír con sus ocurrencias.
Definitivamente, son las diez en punto. Tomo una bocanada de aire para afrontar su visita, puesto que eso supone omitir lo que acaba de ocurrir con Caleb.
—No deberías atracar así la cocina —le recrimino, agarrando la bolsa que llevaba en la mano.
—Oye, relájate, que no he hecho nada malo. Se lo he pedido al cocinero, que hay confianza.
—¡Anda! —finjo asombro—. Si ya eres todo un hombre.
Andrew deja escapar una de sus carcajadas tan características. A decir verdad, no me parecería nada mal escucharlo por el resto de la noche.
Pensé que volver a estar a solas con él sería mucho más incómodo y violento después de besarnos la pasada noche. Sin embargo, es llegar y sonreírme de lado y me olvido de todo lo demás. No sé cómo lo logra, pero siento que lo hace todo más fácil... Y nunca creí que diría algo así de Andrew Cooper.
Mientras yo me quedo mirándolo desde la puerta, él coloca el ordenador portátil en el suelo y se sienta justo delante, apoyando la espalda en los pies de mi cama.
Decido acurrucarme a su lado, sin importar las consecuencias. Puedo notar cómo Andrew se hace el duro al sentir el contacto con mi piel; aun así, me rodea con su brazo y advierto su piel poniéndose de gallina. Parece ser que su reacción es contagiosa, ya que a mí también se me pone el vello de punta.
—¿Comedia o terror? —inquiere como si nada.
Sonrío cuando su voz me hace vibrar. De veras parece tener un don para hacerme dejar el mundo a un lado.
~~
Se suponía que era una comedia. Qué ilusa de mí pensar que nos íbamos a reír hasta que nos doliera la barriga.
La película era divertida, claro que sí. Pero ¿era necesario que la protagonista terminara dándose cuenta de que está enamorada del otro protagonista y se arrepintiera de cómo lo ha tratado durante toda la historia? La chica era toda una orgullosa. No sé a quién me recuerda...
Sin embargo, una cosa es cierta: ella no se guiaba por impulsos, como me pasa a mí a menudo. Aunque no siempre. Si le hiciese caso a mi impulsividad en todo momento, quizás le habría sido sincera a Caleb.
No he sido honesta con él. Ni con él ni conmigo misma.
—¿Puedes esperarme un momento aquí? Tengo que hacer una llamada.
Me apresuro a separarme de Andrew y a ponerme en pie. Él asiente y se queda allí, sentado en el suelo, aunque un poco extrañado y confundido. Cuando paso el rato con él suelo olvidarme de todo lo demás, pero no es tan sencillo ignorar a mi cabeza... mucho menos cuando te ponen una peli que te recuerda a lo que estás viviendo.
Y mi subconsciente no deja de repetirme lo que tengo que hacer.
Me alejo rápidamente de mi cabaña, y lo siguiente que hago es sacar el móvil del bolsillo. Con las manos temblorosas, busco un contacto en particular y lo llamo.
—¿Evelyn? —contesta una voz adormilada después de unos cuantos bips.
—Necesito tu ayuda.
—¿Qué quieres? Más te vale que sea importante, porque acabas de interrumpir mis valiosas horas de sueño.
—Jade, tienes que darme el número de Caleb.
—¡¿Ahora?! ¡Si me dijo que estaría con Alexa! Mejor te lo doy mañana.
—¿Qué? ¡No! —grito, antes de que pueda colgar, ya que ella es capaz—. Por favor, necesito hablar con él.
—Mañana, he dicho. Quién sabe lo que pueden estar haciendo esos dos ahora... Los vas a interrumpir, amiga.
Dios, no me quiero ni imaginar la escena que Jade acaba de mencionar. No obstante, cuando se me mete algo entre ceja y ceja, no hay quién me pare. Con las náuseas subiendo por mi garganta, insisto una vez más:
—Jade, hazme este favor y no te pediré nada más. En serio. Es importante.
—¿Por quién me tomas? No doy mi brazo a torcer tan fácilmente, ya deberías saberlo.
Pongo los ojos en blanco, aunque ella no pueda verme. Yo soy muy testaruda, pero a Jade no le gana nadie.
—Bueno, se ha intentado —me digo, mientras pulso el botón rojo para acabar con la llamada.
Pero ahí no termina todo. De repente, tengo dos mensajes sin leer de Jade. Supongo que ahora viene el machaque a preguntas.
Oye.
No me has dejado terminar.
Vale, ese no es exactamente el tipo de mensaje que esperaba. Tecleo a toda prisa y le envío:
Sé lo que me vas a decir.
Recibo su respuesta en un tiempo récord:
Una condición.
Te lo daré si mañana me lo cuentas todo, todo.
Me carcajeo sin pudor. Espero que nadie me haya visto o pensará que estoy loca. Desde luego que a Jade le gusta más un cotilleo que cualquier otra cosa.
Todo, todo. Hecho.
A continuación, agrego el número que me ha mandado. No tardo en escribirle a Caleb lo siguiente:
Urgente: cuando estés por aquí pásate por los baños y avísame. Tengo que hablar contigo.
Por cierto, soy Evelyn.
Su contestación me llega casi de inmediato, mucho antes de lo que yo hubiera previsto.
Me visto y voy.
Me entran arcadas de forma automática. Madre mía... ¡Dijo que irían al cine!
~~
En otra ocasión me haría más de rogar, lo reconozco, pero esta vez soy puntual. Llego al lugar en el que he citado a Caleb antes que él, y me apoyo en la pared de ladrillos rojos. Para ser sincera, no he preparado nada para decirle. Sé que tengo que hablar con él del lío que tengo en mi mente, eso lo tengo claro. No voy a retroceder ahora. Eso sí: el estómago me está jugando una mala pasada de nuevo. Estoy de los nervios.
Es evidente que me toca ser plenamente honesta con él, tanto como lo fui con Andrew. No es mi intención asustarlo con mis confusiones de sentimientos; tampoco pretendo que Alexa sufra daños colaterales. Aun así, no puedo seguir actuando como si no pasara nada cuando estoy llena de dudas.
—Hola —me saluda nada más llegar, y mi corazón da un vuelco al escuchar su voz.
Me esfuerzo en mirarlo a la cara y lo descubro abrochándose los últimos botones de su camisa. Inevitablemente, siento como si me pincharan en el pecho con la aguja más fina de todas. Es entonces cuando entiendo la gravedad de la situación.
Intento sonreír, aunque sé que la mueca que se forma en mi rostro no puede ser más forzada.
—Lo siento. —Esboza una sonrisa cómplice—. Estaba durmiendo.
Cuando termina de abrocharse, me mira directamente. Creo que por un momento me pierdo en sus ojos, al menos hasta que vuelvo a la realidad y recuerdo que yo misma le he pedido que venga.
—¿Y Alexa? —inquiero.
—No lo sé. ¿Tú la has visto? —replica, y siento cierta lástima por el pasotismo en sus palabras.
—Espera... ¿Qué? —Abro los ojos de par en par. ¿Eso significa que no...?
—No fui —admite, interrumpiendo mis pensamientos antes de que pudiera sacar cualquier conclusión—. Ya te lo he dicho: no me apetecía tener esa cita, y menos después de reconocer todo lo que reconocí antes contigo. No me gusta fingir las cosas, Evelyn.
Suena muy sincero y... Mierda. Me siento la peor persona del mundo. Lo peor es que no es por estar hablando con él en este momento, sino por la tremenda sensación de alivio que tengo por lo que acaba de confesar.
No debería ser así, ¿no? Debería darme cierta pena por Alexa y sentirme culpable por todo esto... o algo parecido. Pero nada de eso, todo lo contrario. Me pregunto si soy mala persona por la satisfacción que me producen las palabras de Caleb.
Sin embargo, tampoco podemos forzar las cosas. Si él no siente nada, también es entendible que quiera cortar por lo sano...
—Tienes razón. Perdóname por casi obligarte a ir.
—No pasa nada, tonta. Y... ¿qué querías?
Aparto la mirada, y es que ha llegado el momento. Respiro hondo y mantengo la esperanza de poder hacer esto. No es tan difícil. De hecho, existen cosas mucho peores, y este miedo debe desaparecer. Necesito sacarme esto de encima y dejar las cosas claras de una vez: las cartas sobre la mesa. Tengo que dejarme de rollos y ser valiente, eso es lo único quiero... Entonces, si lo tengo tan claro, ¿por qué se me hace tan complicado?
—¿Va todo bien? Puedes contármelo. Somos amigos.
Claro, por poco lo olvido. Él y su manía de repetir por todos los medios y de todos los modos posibles que lo nuestro no es más que una bonita amistad. Tal vez ese es mi problema, que tenga siempre una frasecita como esa en la punta de la lengua.
Peor aún: creo que se hace una idea de lo que se me pasa por la cabeza. Por eso, se empeña en hacer uso de la palabra "amistad" cada vez que habla de su relación conmigo. Tiene sentido. Imagino que, de alguna forma, Caleb quiere hacerme saber que esto no podría ir más allá.
Creo que estaba a punto de cometer el mayor error de mi vida. Yo, como una idiota, habría admitido que he empezado a confundir nuestra amistad y que me molesta un tanto lo que tiene con Alexa; él, por su parte, habría pensado que soy una celosa compulsiva. ¿Y si se hubiera asustado y, por ende, distanciado de mí? Está claro que no es lo que quiero. Después de todo, no me gustaría perderle, y menos de esta forma.
—Eh... Sí. Por supuesto. ¿Por qué lo dices? —Sacudo la cabeza, tratando de aparentar que todo sigue igual.
—¿Estás segura, Evelyn? Te noto un poco... no sé, "rara"—confiesa. Acto seguido, cierra la boca y aprieta los labios con fuerza. ¿Soy yo o se está aguantando la risa?
—¿Qué te parece tan gracioso? —Me aparto el pelo del hombro de un manotazo al estilo "diva ofendida". Es entonces cuando se le escapa una risita y siento cómo la cara me empieza a arder—. ¿Te estás riendo de mí, Caleb?
Automáticamente, se pone serio de golpe.
Niego con la cabeza en su dirección y arranco a caminar. La verdad es que no puedo estar pasando más vergüenza: no solamente he estado a punto de exponerle mis sentimientos, sino que también parece hacerle mucha gracia la tensión de la situación. Por favor, esto es ridículo.
—Un momento. ¿Estás enfadada? —Escucho su voz detrás de mí, no tan lejos como debería, por lo que un escalofrío me recorre la espalda y me hace estremecer.
—¿Por qué me sigues?
Caleb ignora mi pregunta, a lo que yo sigo andando. Escucho cómo suspira con resignación y corre un poco hasta alcanzarme de nuevo.
De la nada, me agarra del brazo, obligándome a girar sobre mí misma. En un abrir y cerrar de ojos, me veo frente a frente con él. Mi corazón ha empezado a latir como si se hubiera vuelto loco... pero lo que viene después, es cuanto menos inesperado.
Caleb coloca cada una de sus manos sobre mi cintura y entierra su cabeza en mi hombro. ¿Qué está haciendo? ¿Me está abrazando? Esto sí que no lo veía venir.
Necesito un rato para reaccionar, así que permanezco inmóvil hasta que, inconscientemente, mis brazos rodean su cuello poco a poco.
Tengo que reconocer que se siente muy bien, pero también sé que esto es una pequeña tortura para cualquiera que se sienta tan confundido como yo.
—¿Mejor? —cuestiona, con una dulzura en su tono de voz que sólo él es capaz de lograr.
No contesto; simplemente, dejo que su olor me embriague.
—No te cabrees conmigo, anda. Solamente intentaba hacerte reír. ¿Qué es lo que te pasa? —Sigue con su cara sobre mi hombro, por lo que el sonido de su voz hace que mi piel vibre.
Al parecer, ninguno de los dos tiene intención de separarse del otro, así que por el momento no lo hacemos.
—Nada —miento, soltando todo el aire que se había quedado atrancado en mis pulmones.
—Bueno, lo averiguaré —insiste—. ¿Estarás bien sola o prefieres que pase un rato contigo?
A ver, sola lo que se dice sola no estaré. En mi cabaña me espera... Oh, no. Mierda. Le dije a Andrew que iba a llamar a alguien y ya habrá pasado más de media hora desde que me fui. El mero hecho de pensar de él ya me empuja a separarme de Caleb instintivamente.
Me sorprendo al comprobar que él no quiere que me aparte; es más, me aprieta más fuerte contra él cada vez que intento zafarme de sus brazos. No sé qué es lo que le pasa, pero ahora ya no siento que me abrace. Más bien, es como si tratara de retenerme.
—Caleb... —Pongo las manos sobre su pecho e intento alejarlo, pero mi fuerza no sirve de nada.
—¿Estás bien?
—¿Qué te pasa? —le pregunto con una voz algo histérica.
No es él quien me responde. Por el contrario, escucho una carcajada a mis espaldas que me deja paralizada. Su risa ya no suena como lo ha hecho en estos últimos días, tan limpia y dulce. Esta es más bien fría y me hiela la sangre. Esto no me gusta para nada.
—¿Por qué no la sueltas? Lo está deseando. —A pesar de que no pueda verle, percibo que Andrew está sonriendo de manera hipócrita.
Caleb mira por encima de mis hombros, aunque algo me dice que ya sabía de la presencia de Andrew. Quizá por eso no quería soltarme, lo que me parece muy egoísta por su parte. Además, su mirada se ha tornado oscura en cuestión de segundos. Me reitero: esta escena me da muy mala espina.
De forma lenta y delicada, Caleb me saca las manos de encima. Yo, por mi parte, reúno el valor suficiente para dar media vuelta. Ahí está, de pie frente a nosotros. Y por mucho que sonría y nos mire con aires de suficiencia, no me cabe duda de que su orgullo está herido. Andrew está visiblemente molesto y disgustado.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —Junto toda la suavidad que puedo en una sola pregunta.
—El necesario para darme cuenta de que no estás llamando a nadie.
Sé perfectamente por qué está así de cabreado. Andrew es consciente de que estoy hecha un lío, cosa que debe irritarle, pero ese no es el motivo de su reacción. El caso es que le he mentido. Sólo ha sido una mentira piadosa, de esas que se dicen cuando no quieres hacer daño con la verdad. Sin embargo, todas las mentiras duelen viniendo de alguien que realmente te importa. Y mi única conclusión de todo esto es que a Andrew le importo de verdad.
—¡Llamé a Jade! Puedes preguntárselo. Estuve hablando con ella, lo juro. De hecho, vamos a su cabaña. Verás cómo ella misma te lo dice. —Intento tirar de él, pero Andrew permanece quieto y rígido en su sitio, por lo que termino frenando.
—¿Y luego? ¿Qué haces con este?
—Me llamo Caleb.
—Tienes un nombre de mierda que me he cansado de repetir.
Caleb y yo nos quedamos de piedra ante las duras palabras de Andrew. Enseguida me pongo en medio de los dos, antes de que a uno de ellos acabe sangrándole la nariz o algo similar. Y, cielos, no quiero volver a escuchar un sermón de Emily con la violencia de su hermano como tema principal.
—Está bien, os propongo algo: cada uno se va ahora mismo a dormir a su cabaña y mañana hablamos los tres como personas civilizadas, ¿os parece?
Observo las caras de ambos atentamente, y me doy cuenta de que ni siquiera se han molestado en escucharme. Por lo que se ve, están mucho más preocupados en arrancarse la cabeza mentalmente el uno al otro. Cualquiera que no los conociera diría que son un par de salvajes.
¿Qué se supone que tengo que hacer yo ahora?
—Buenas noches —susurra una voz femenina desde la puerta del baño de chicas. Si no estuviéramos en silencio, nadie la hubiera oído, pero agradezco que esté aquí. Es la persona perfecta para poner calma, o al menos, eso espero—. ¿Qué hacéis? Caleb, ¿tú no te encontrabas mal?
Alzo las cejas de manera instintiva al escuchar a Alexa. No me puedo creer que esa haya sido la excusa que le ha puesto a la pobre para no ir al cine esta noche.
Al aludido le entra la tos de la nada. Qué casualidad...
Alexa no tarda en acercarse a nosotros y posar una mano sobre la espalda de Caleb, como si quisiera animarlo.
—No te preocupes, estoy mucho mejor —musita él—. Me moría de ganas de ir, pero no quería contagiarte.
Será mentiroso...
—Ah, no te preocupes por eso... —Sonríe ella—. De hecho, mira qué poco me importa.
De buenas a primeras, Alexa se pone de puntillas y le planta un morreo a Caleb. Así, tal cual. Y él tampoco se queja de nada... Menos mal que había perdido el interés en ella.
Me quedo quieta sin mover ni un dedo, intentando no mirarlos. Es el primer beso entre ellos que presencio, y no es algo muy cómodo para mí que digamos. Más que nada porque hace unos minutos he estado a punto de confesarle a mi "amigo" que mi cabeza se está volviendo un poco loca con respecto a él.
Siento cómo se va formando un gran nudo en mi garganta y mi vista empieza a nublarse. Clavo mis ojos en el suelo y parpadeo con fuerza para ahuyentar las lágrimas. Como mi subconsciente es así de masoquista, me recuerda que Andrew está enfadado conmigo por haberle mentido. Mi mirada vuelve a inundarse y, de nuevo, veo borroso.
Trago saliva y levanto la cabeza, conservando la poca dignidad que me queda. Es en ese momento cuando Alexa se separa de su príncipe azul y yo decido que ya no pinto nada aquí. No tengo más fuerzas para seguir aguantando por hoy. Además, me muero de sueño y sólo quiero tirarme de cabeza a mi cama.
Cuando ya me estoy alejando, mi instinto me pide que gire la cabeza una vez más. Sé que no debería haberlo hecho, pero mis impulsos me conducen a volverme hacia ellos. Compruebo que Andrew también ha desaparecido, pero se me remueve todo al contemplar la escena de Caleb y Alexa fundiéndose en un intenso abrazo. Justo como el que me ha dado él hace unos minutos.
A pesar de la oscuridad, hay algo que noto gracias a la no tan larga distancia que nos separa. Y son sus ojos ámbar apuntándome. Si no me falla la vista, diría que Caleb me está observando con tanta intensidad que podría atravesarme.
Me doy la vuelta rápidamente, evitando perderme en la miel de su mirada. Sinceramente, estoy aún más confundida que antes. Esto no me ha servido para aclarar absolutamente nada, todo lo contrario.
Me froto los ojos, pero no creo que eso haya sido una alucinación. Lo que sí es obvio es que necesito descansar. A lo mejor mi almohada tiene la solución a todos mis problemas... Y si no es así, presiento que pronto explotará todo esto.
Editado el 1 de julio de 2023 por la autora.
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