Capítulo 36

No me saco de la cabeza la próxima fiesta que tendrá lugar en el campamento, esa de la que sólo sabemos Andrew y yo. Además, intuyo que a más de uno no le hará ni pizca de gracia, y entre los candidatos a odiarla, me incluyo a mí misma, evidentemente.

—¡Chicos! Siento llegar tarde... —se excusa Emily, situándose enfrente de todos nosotros. Intenta mostrarse cercana, pero conozco perfectamente su verdadero ser y es más frío que el hielo—. De todas formas, no os voy a robar mucho tiempo hoy. Nos queda mucho trabajo por delante, pero cuento con vuestra ayuda porque... ¡Mañana tendremos fiesta!

La inmediata reacción es un alboroto lleno de gritos y risotadas. Busco entre esta panda de locos la cara de Andrew y, cuando encuentro sus ojos oscuros entre todas las miradas, ambos negamos con la cabeza. Es algo así como un gesto de complicidad, puesto que solamente nosotros sabemos el disgusto que se van a llevar cuando sepan que los invitados principales son nuestros familiares.

—Me alegro de que estéis tan emocionados, porque tendréis que poner todo vuestro esfuerzo en que salga lo mejor posible. Y es que, ¡sorpresa! —exclama como una niña de diez años—. ¡Fiesta con familiares!

Automáticamente, todos mis compañeros aminoran su tono de voz o, sencillamente, se callan de golpe. Es increíble cómo Emily ha conseguido formar el silencio absoluto en la sala sin siquiera pedirlo.

—Os dejaré un papel en blanco y algunos bolígrafos por aquí —anuncia, señalando la mesa que alguien ha debido colocar delante suyo—. Aquí tenéis una lista con todos vuestros nombres, así que me gustaría que escribierais cuáles son vuestros familiares invitados. Ah, y tened en cuenta que hay un máximo de cuatro invitados por persona. ¡Volveré en una hora!

Y, dicho esto, la monitora desaparece. Algunos de los adolescentes empiezan a hacer cola para escribir en ese maldito papel, pero la mayoría nos quedamos quietos en el sitio con cara de póquer.

Jade, Caleb y yo intercambiamos miradas de confusión, como quien busca un punto de apoyo. Chloe es la única que permanece tranquila, y es que mi mejor amiga tiene una gran suerte con su familia.

Pero por lo demás... Esto va a ser un auténtico caos.

—Así que cena de familiares... —Jade suspira—. Ya presiento el desastre que se avecina.

—Lo mismo digo. Sé que mi hermana se ocupará de invitar a mis queridos abuelos —agrega Caleb, con evidente sarcasmo—. ¿A quién traeréis vosotras?

—A mis padres —contesta una Chloe decidida y entusiasmada—. Me gustaría ver a mi sobrina, pero no creo que mi hermano pueda traerla para una sola noche.

—Pues yo invitaré a mi padre. Y a mis primos, o quizás a mis abuelos. ¿Qué más da? Quien sea menos la okupa de mi casa.

—¿Quién?

—La novia de mi padre —me contesta con normalidad, a lo que todos nos reímos—. ¿Y tú, Evelyn?

—Mi única opción son mis padres, así que...

Me encojo de hombros. No me hace mucha ilusión la idea, pero poder invitar a alguien ya es suficiente.

—Ya estoy aquí. —Llega de pronto Alexa, vestida con ropa de deporte y con la melena recogida en una alta cola de caballo. ¿De dónde diablos ha salido y por qué está sudando como un cerdo?—. ¿Qué me he perdido?

—¿Y tú de dónde vienes? Podrías haberte duchado, al menos.

Presiono los labios, conteniendo una carcajada ante el comentario de Jade. De verdad que mi amiga no se corta ni un pelo.

—Uy, lo siento. Me he puesto a correr y...

—¡Otra razón más por la que deberías desayunar bien! —le interrumpe Caleb, indignado—. Además, deberías haberme avisado de que ibas a correr; yo te habría acompañado. Últimamente estoy dejando de hacer ejercicio y ya se empieza a notar...

—No hablas en serio —responde Alexa con los ojos entornados. Acto seguido, le mira de arriba abajo—. ¡Mírate! Ni siquiera lo necesitas.

Hay algo en esta conversación que me está haciendo sentir inútil. Ya no es sólo el tonteo exagerado que se traen estos dos, es que, además, odio todo lo relacionado con este tema. Digamos que el deporte y yo no somos buenos amigos, así que prefiero poner la oreja en otro lado... En el cuchicheo entre Jade y Chloe, por ejemplo.

Sin embargo, cuando me acerco a ellas, lamento al instante haberlo hecho.

—Pero es que tontean descaradamente. Les importa una mierda que Evelyn los escuche.

—Jade, por Dios, te estoy oyendo. ¿Tengo que repetirte lo que te dije antes? —recalco, refiriéndome a mi punto de vista sobre la relación Caleb-Alexa.

—¡Perdóname! Es que no puedo evitarlo... Deberías tener un poco de consideración conmigo, amiga. Sin las series, tu historia es mi único entretenimiento aquí.

—Haz lo que quieras, pero no busques cosas donde no las hay, por favor.

—Está bien —murmura cabizbaja, pero no termina sin antes volverse hacia mí, más pensativa de lo normal—. Eso sí, deja que te diga una última cosa. Y te prometo que no volveré a hablar sobre esto.

—A ver, ¿qué pasa?

—Eve, deberías preguntarte por qué te molesta tanto que te relacionen con ellos.

Muevo la cabeza de un lado a otro, casi instintivamente. No sé por qué Jade dice eso. No me molesta lo más mínimo que me relacionen con ellos, de verdad. Lo que pasa es que no me gusta estar en medio. Además, si realmente tienen algo, lo mejor es que todos asumamos que yo no pinto nada ahí. Nada de nada.

El tema está cerrado. Jade ha prometido no volver a mencionarlo y, si es de esas que cumplen todo al pie de la letra, olvidaré esta extraña sensación que me provoca imaginar a Alexa y a Caleb juntos. Dicen que, cuando menos hablas de algo, menos lo piensas, ¿no?

~~

El comedor está elegantemente adornado con manteles blancos impolutos y flores como centro de mesa, y todo está más limpio que nunca en la casita del campamento. Por si fuera poco, en el piso de arriba brillan luces de colores y sonará música para que podamos bailar toda la noche. No es por fardar, pero nos lo hemos currado bastante, todo hay que decirlo.

Han sido dos días intensos de trabajo, pero hemos conseguido que esto parezca un hotel de lujo. Por eso, sé que a mis padres les encantará. En otras palabras: les hará sentir como en casa.

Los invitados deben estar al llegar, y la fiesta, a punto de comenzar. Es gracioso cómo nos hemos vestido de gala para recibir a nuestras familias. Yo, por mi parte, me siento algo incómoda calzada con estos tacones negros de infarto. Solían ser mis favoritos para ocasiones especiales, pero se nota que ya no los uso demasiado. No obstante, la ocasión lo merecía: la elegancia era el código de vestimenta y no había nada que combinara mejor con el vestidazo azul que me he puesto, a juego con el color de mis ojos.

Aunque no soy la única que ha obedecido las normas de vestuario: Jade viste un traje naranja intenso que parece diseñado para ella, Chloe lleva un conjunto de un color blanco roto que le sienta fenomenal, y Alexa está preciosa con ese vestido verde botella.

Por otro lado, no tengo palabras para describir cómo se ven Andrew y Caleb. Sinceramente, me he quedado sin comentarios al ver al primero conservando su estilo personal al lucir ese traje azul marino combinado con unas deportivas Nike blancas, mientras que el otro se ha vestido con una camisa blanca ajustada y unos pantalones granates de lo más elegantes. Creo que no hace falta añadir nada más.

Será Emily la que reciba a los invitados en la puerta principal del campamento. Todos los adolescentes los esperaremos aquí, en la entrada de la casita. A medida que vayan llegando, cada uno acompañará a sus familiares hasta el comedor y, finalmente, cuando ya estemos todos, cenaremos juntos.

—Ojalá no sean mis padres los primeros en llegar —le susurro a Jade, al borde de un ataque de nervios...

—Bueno, yo sólo espero que mis primos se comporten —me contesta ella, con una gran sonrisa en la cara. Me apuesto lo que sea a que esos pequeños son casi peores que su prima, porque más traviesa que Jade no hay nadie.

De improviso, la puerta se abre por primera vez. Ahí están los primeros en llegar. Al distinguir a una rubia que no conozco personalmente acercándose a ellos y saludándolos con un fuerte abrazo, pronto pasan desapercibidos para mis ojos.

Lo mismo sucede con unas tres o cuatro familias más, hasta que por fin aparece una mujer de melena castaña y ojos claros con un corto vestido negro y unos taconazos que no cualquiera podría aguantar. Esa es la inconfundible e impresionante Christina Samuels. Pero... ¿y su marido?

—¡Mamá! —grita Chloe, quien seguidamente corre hacia ella hasta alcanzarla y recibirla con un gran abrazo. Las dos se sonríen, y es entonces cuando todos se habrán dado cuenta de lo mucho que se parecen.

Yo no, puesto que eso lo tenía bien asumido.

—¿Cómo va todo, cielo?

—Genial, en serio. Evelyn me está ayudando a...

—¡Evelyn! —Christina ahoga un grito al verme. Hacía mucho tiempo que no coincidíamos—. ¿Cómo estás? ¿Y tus padres? Hablé con ellos hace unos días.

—Muy bien, gracias. —Sonrío educadamente—. Ellos supongo que también. Hoy los verás... Los he invitado.

—Estupendo... —dice por último, justo antes de volverse hacia la puerta junto con todos los demás.

El padre de Chloe cierra la puerta tras él, y creo que nos alegra la vista a todos. Con su pelo corto rubio oscuro y ligeramente engominado hacia atrás y su vestimenta de modelo de pasarela, se encamina hacia Chloe. Ella sonríe por el simple hecho de verlo, para luego estrecharlo entre sus brazos.

Echo un vistazo a mi alrededor y me doy cuenta de que todo el mundo observa la escena con la misma atención que yo. Es más, a algunos se les podría caer la baba en cualquier momento.

—Madre-mía. —Supongo que Jade es un ejemplo.

—Lo sé.

—Es que... es alucinante.

—Ya.

—¿Sabes una cosa? Creo que me voy a mudar a San Francisco y me voy a matricular en tu instituto. Si todos los padres son así, eso debe ser el paraíso...

—En realidad no. Es que mis padres y los de Chloe son más... Digamos que llaman mucho la atención.

—¡Ni que lo digas, tía!

Finalmente, Chloe entra en el comedor con sus padres. Todos los demás les seguimos con la mirada hasta que los perdemos de vista.

—Buenas noches a todos —pronuncia una voz dulce y cálida. No la conozco, pero extrañamente, me produce una sensación de hogar.

Esa voz pertenece a la mujer de unos cuarenta y pocos años que acaba de entrar en la casita, con un niño y una niña de cada mano. Inmediatamente, esas dos pequeñas sonrisas se me hacen muy familiares...

Sabía que sería Andrew el que los recibiría, y la verdad es que lo hace con mucho cariño. Enseguida le da un beso en la mejilla a su madre y coge en brazos a su hermano. Ese pequeño de ojos verdosos debe de ser Ethan, y la pequeña que se agarra a la pierna de su hermano mayor es Mia.

La cosa es que Andrew ya se ha ocupado de llevar a su madre y a sus hermanos al comedor, aunque ha tenido que volver, puesto que todavía le queda recibir a su padre. Y me temo que eso será lo más complicado.

—Jade... Jade. ¡Jade!

Un hombre bajito y medio calvo se acerca a nosotras, con su brazo entrelazado con el de una mujer de melena rubia platino. Ella es mucho más alta que él; de hecho, le saca casi una cabeza. Y es esta última la que estaba llamando a mi amiga con una voz algo chillona.

Me vuelvo hacia Jade, quien tiene la cabeza gacha y la mirada clavada en el suelo. No parpadea, y su expresión de asco me empieza a preocupar.

—Creo que alguien pregunta por ti —murmuro.

—Por favor, dime que esa voz no viene de una rubia oxigenada con los pechos de plástico. Te lo suplico.

—Jade, no hables así de Amber. Te lo tengo dicho, cariño.

—¡Pero si estás preciosa! —prosigue la supuesta Amber—. No te había reconocido con este aspecto tan... diferente. ¿Quién te ha dejado esta ropa?

—¿Dónde están mis primos? —Jade ignora con descaro el comentario de la novia de su padre.

—Hija, no podían venir porque están con sus padres en Nueva York. Tu tía quería que pasaran el verano con ellos. ¿Es que no te alegra ver a Amber aquí?

Si este es realmente el padre de Jade, su madre tuvo que ser hermosa. La belleza de mi amiga supera con creces la de este hombre. No puede haber salido a él ni de broma.

—Preferiría que hubieras traído al perro. Te recuerdo que esto es una cena de familiares —espeta con dureza, recalcando esa última palabra.

—Ya basta, Jade. Amber es tu madrastra.

—Esta loca no es nada mío, ¿queda claro? Ahora vamos a cenar.

—No pasa nada. Soy demasiado joven para que me llamen mamá. —Amber se encoge de hombros y sigue a Jade, sin soltarse en ningún momento de aquel pequeño hombre.

Esto se empieza a vaciar poco a poco, incluso Alexa recibe la visita de su hermano mayor y de su abuela. Casualmente, ya sólo quedamos Caleb, Andrew y yo. Qué oportunos, oye.

—¿Qué tal con Alexa?

No hay que ser muy avispado para entender que la pregunta de Andrew no es nada inocente. Para colmo, ha pillado a Caleb totalmente desprevenido, ya que se le han encendido las mejillas de la nada.

—Muy bien. ¿Por qué?

—Tú sabrás... Se habla mucho de vosotros últimamente, incluso dicen que estáis juntos.

—¡¿Qué?! Eso es mentira, lo juro.

Me vuelvo hacia Caleb y me sorprendo al descubrir que es a mí a quién me lo está jurando.

—No tienes que dar explicaciones de nada, Caleb. —Río, aunque no sé si es impresión mía o verdaderamente ha sido la risa más falsa que he soltado jamás—. De hecho, lo sé todo. Alexa nos lo contó.

Caleb se sonroja aún más, lo que me confirma que la chica no mentía. Es decir, que sí pasó algo entre ellos.

Mira que no quería volver al tema... Y reconozco que mentiría si dijera que durante estos dos días he dejado de pensar en esta nueva pareja. Han sido muy pocas veces, de verdad. Aunque, ayer, antes de dormir, me di cuenta que pensaba en ello más de la cuenta.

No sé qué es lo que me pasa, pero me veo obligada a autoconvencerme de que hacen una pareja diez y de que se complementan a la perfección. Y, de todas maneras, todavía no me lo puedo sacar de la cabeza.

Odio reconocerlo, pero quizás Jade tenía un poco de razón. Me refiero a que quizá sí debería plantearme por qué me molesta tanto... No. Lo que me tengo que preguntar es por qué NO me da igual. No me da igual, es más, me importa esa relación. Creo que lo estoy empezando a asumir.

Lo que todavía no conozco es el motivo... y la verdad es que me da miedo averiguarlo.

—No acabo de jurar en vano, Andrew. —Caleb pone los ojos en blanco. Mientras yo reflexionaba en silencio, ellos han tenido tiempo de discutir un rato—. Alexa y yo no estamos juntos. Lo que pasa es que lo que tenemos no es serio. Al menos, todavía no.

—Qué caradura eres, tío. Tú lo que quieres es quedar bien delante de Evelyn —replica el otro, a la par que le dedica una sonrisa burlona.

—¡Eso no tiene sentido! A ella le da igual lo que yo haga, ¿o no es así, Evelyn?

—¿Evelyn?

—¿Qué? Sí, claro. Quiero decir... ¡No! O sea, que no me importa nada.

Andrew suelta una risita, ganándose así un codazo de mi parte. Caleb sólo sonríe sin mostrar los dientes. Seguro que se acaba de quitar un peso de encima. Aunque si él supiera las vueltas que doy en mi cabeza...

—¿Dónde está mi niño?

—¡Mamá, papá! —Caleb sale disparado hacia la mujer y el hombre que acaban de aparecer, y por poco caen al suelo los tres juntos del abrazo que se acaban de dar. Este sí es un reencuentro como Dios manda y lo demás son tonterías.

Escucho una carcajada a mi lado y diviso a Andrew mofándose de este momento.

—Dios mío, que el "niño" tiene ya 17 añitos.

—¿Y? —Le miro.

—Pues que ya va siendo hora de que lo traten como el adolescente que es, y no como a un crío. Esto es muy infantil.

—Eres un idiota. Él en ningún momento se ha burlado de ti.

—¿Estás defendiendo a Caleb?

—No... Sólo digo que tus comentarios a veces están de más.

—¿Y qué más te da lo que yo opine sobre esto?

—Mira, es verdad. Me es indiferente.

—¿Entonces? —insiste.

—Mira, Andrew... No sé si eres consciente de que algunos nunca hemos recibido un cariño así. —Lo fulmino con la mirada—. ¿Ahora me entiendes?

Él se calla de golpe, como si tratara de asimilar mis palabras. Además, ni siquiera dice nada más. Y yo pensado que había cambiado... Menuda ilusa.

Ya me gustaría a mí que mis padres me echaran tanto de menos como los de Caleb. Y hablando de su familia, ahí están sus abuelos, que llegan junto a Emily.

De repente, Caleb se pone muy serio. A continuación, los saluda con un sencillo y tenso apretón de manos. A los dos. Está claro que no le hace especial ilusión verlos.

—Chicos —Emily se dirige a Andrew y a mí—, iremos entrando ya. Acabo de llamar al señor Cooper y me ha dicho que va en el mismo avión que los padres de Evelyn. Resulta que se había retrasado el vuelo, pero ya están en Texas y acaban de coger un taxi desde el aeropuerto.

Genial. Con lo mucho que les gusta a mis padres llamar la atención, ahora sólo les faltaba ser los últimos.

Por si fuera poco, lo que acaba de anunciar la monitora me recuerda que estaré en la misma mesa que Andrew, y después de lo que acaba de suceder, no me apetece ni mirarlo a la cara.

Afortunadamente, también nos han juntado con Chloe y sus padres. Más bien, fue petición de mi amiga, pero gracias a ello, podré distraerme de todo lo que ronda por mi mente.

O eso creo... y espero.

~~

Madre del amor hermoso.... ¿Esos son mis padres?

Sé que no son muy normales: sus sonrisas de anuncio de dentífrico ciegan a cualquiera y su estilo juvenil no deja a nadie indiferente, pero es que hoy están especialmente radiantes. Mamá parece una estrella y papá debería arreglarse así el resto de su vida. Y esta vez no estoy exagerando.

El señor Cooper... Bueno, creo que no tenía ni idea de que esto era una "cena elegante". Al menos, esa es la impresión que me ha dado al verlo aparecer con una camisa blanca manchada y arrugada, junto con unas bermudas de un tono verde demasiado feo. El conjunto es horrible, no nos vamos a engañar. Aun así, es asombroso cómo sigue viéndose bien entre tanto hombre trajeado. Y lo sabe, y se nota que se lo cree. Ahora entiendo la prepotencia de su hijo.

En el momento en que mis padres se sientan delante mío, los saludo con una sonrisa fingida y un breve apretón de manos. Por muy guapos que estén, eso no significa nada. Ellos me avergüenzan en otros aspectos.

De reojo puedo ver a Andrew con los ojos brillantes. Al ver a su padre, se levanta de inmediato y se abalanza sobre él para darle un gran abrazo. Pero, de pronto, se separa bruscamente de él y su rostro se convierte en una mueca de asco. Sinceramente, no comprendo nada.

—Papá, hueles a alcohol —susurra.

Mierda... esto pinta muy mal.

—Llévame con tus hermanos —le contesta. El señor Cooper está borracho, muy borracho. De hecho, arrastra tanto las palabras que ni siquiera sé cómo he podido entenderle.

—No. Siéntate, por favor.

Sin embargo, el hombre hace oídos sordos a lo que su hijo le pide. Y eso no es todo, puesto que también se encamina hacia la mesa del fondo del comedor, tambaleándose más a cada paso. Precisamente, ahí es donde se encuentran la madre y los hermanos pequeños de Andrew.

La señora Cooper se levanta enseguida y se coloca delante de los mellizos, intentando que no presencien esta escena tan horrible.

—¿Qué haces, zorra? Déjame ver a mis hijos de una vez.

La madre de Andrew se queda perpleja, aunque su mirada transmite pura ira al mismo tiempo. No quisiera saber todo lo que ha tenido que pasar esa pobre mujer.

—¡Papá! —Andrew no tarda en llegar hasta él y sostenerle por la espalda, agarrándolo también de ambos brazos.

—Cállate. No seas maleducado —espeta su padre, en un tono tan frío e hiriente que me hiela la sangre por completo—. Quiero ver a tus hermanos y esta estúpida no me deja, ¿es que no lo entiendes? ¡Dejadme verlos, he dicho!

¿Este hombre ha perdido la cabeza o qué? Por Dios, todo el mundo le está escuchando, incluso sus hijos pequeños. Una cosa es beber, y la otra es alcoholizarse hasta no ser consciente de lo que haces. ¿A quién se le ocurre venir ebrio a una cena como esta? No creo que Andrew pueda perdonarle esto. Yo misma, con sólo conocer la historia de esta familia, ya me siento furiosa.

Impulsada por la rabia que me provoca este numerito, decido ponerme en pie y dirigirme hacia allí, casi con el humo saliendo por mis orejas.

—Ni se te ocurra meterte en esto, Evelyn —ordena mi padre en tono autoritario, apretando sus dedos en mi brazo para frenarme. Rápidamente, me zafo de él y actúo como si oyera llover.

Puedo sentir también los ojos controladores de mi madre sobre mí, pero trato de ignorarla sin miramientos.

Pero ¿qué mierda se creen que voy a hacer?

—Un momento, señora —le pido permiso a la madre de Andrew, mientras que con la cabeza le hago un gesto para que me deje pasar.

Ella, muy confundida, me examina de arriba abajo con el ceño fruncido.

—Mamá, déjala.

La mujer le hace caso a Andrew y, dubitativa, accede a apartarse. Detrás de ella, me encuentro con una imagen que me rompe el corazón en mil pedazos. Ethan está llorando sin parar, aunque en silencio, mientras que Mia se ha quedado tan atónita con la situación que no sabe ni cómo reaccionar.

Sin mediar palabra, y ante la atenta mirada de todos los presentes, agarro a cada uno de los pequeños de una mano. Con toda la delicadeza que puedo, les pido que me acompañen a un sitio muy chulo. Evidentemente, no es más que una excusa... porque dos niños de ocho años no tienen por qué presenciar estas cosas.

—¡Pero si es la pequeña Evelyn West...! —musita el señor Cooper, carcajeándose como un auténtico perturbado. Maldigo el momento en el que empezó a trabajar con mi padre...—. ¿Adónde se lleva a mis hijos, Andrew? ¿La conoces?

—Sí, papá... Sí.

—Está buena, ¿eh? ¿Ya te la has tirado?

Pero... ¡será degenerado! No puedo controlar la rabia que me invade el cuerpo ahora mismo, por lo que suelto a Ethan y a Mia por un momento y doy media vuelta, dispuesta a dejarle las cosas claras a ese imbécil. Sin embargo, cuando me giro, encuentro a este señor tan repugnante en el suelo... ensangrentado.

¿Estoy alucinando o Andrew acaba de pegarle un puñetazo a su padre?

—Lo siento, mamá. No debería haberle invitado.

Confirmado. Le ha dado un buen guantazo a su padre... muy merecido, cabe decir. Y ahora, acaba de salir corriendo de aquí hacia quién sabe dónde.

Contemplo a mi padre con los ojos entornados cuando se levanta y se va directo a ayudar al señor Cooper. Madre mía, ¿qué clase de broma es esta?

—¿Qué haces, papá?

Él me mira durante una milésima de segundo, pero finalmente, deja mi pregunta en el aire. Es mi madre la que me pide que me acerque con un gesto de la mano, y musita:

—Patrick Cooper es el nuevo jefe de tu padre. Será mejor que le tratemos bien.

—¿Hablas en serio? —Me río irónicamente—. ¡Esto es increíble! Sois un par de interesados... Yo me voy.

—¡Vuelve aquí ahora mismo, Evelyn! —me grita mi padre, pero ya es demasiado tarde.

Tan pronto como me doy cuenta, ya estoy fuera de la casita buscando a Andrew por ahí. Algún día debería empezar a controlar mis impulsos... pero, por alguna razón, sé que de esto no me arrepentiré.

—No corras tanto, que estoy aquí. —A pesar de todo lo que acaba de ocurrir, su voz casi me produce una sonrisa automática.

Freno en seco y lo busco, como si de un instinto se tratase. Andrew está sentado, con la espalda apoyada en la pared donde se encuentran los baños. No me gusta nada ver lo perdida que está su mirada.

—¿Cómo sabías que te estaba buscando? —pregunto curiosa, para después sentarme en el suelo y justo delante suyo.

Admito que estar cara a cara con él en un momento así me pone muy nerviosa, pero es un reto que estoy dispuesta a asumir.

—Me estabas buscando, ¿verdad? —inquiere, y distingo en su voz un atisbo de inseguridad que no le pega nada. Asiento para tranquilizarlo—. ¿Por qué?

Desvío la mirada hacia otro lado.

—No lo sé. —Rio débilmente. Sé que esta no es la mejor situación para reírme, pero ni siquiera sé por qué lo he hecho. Estos nervios me deben estar jugando una mala pasada.

—Perdóname por lo de antes... por el comentario sobre Caleb y sus padres. No lo pensé; no sabía que te haría daño a ti.

—No te preocupes. Si te digo la verdad, lo había olvidado —admito, y es que esas disculpas ya no las esperaba—. Además, creo que tienes cosas más importantes en las que pensar ahora.

—¿Lo dices por mi padre?

Obviamente, estoy hablando de eso, pero me limito a bajar la mirada y encogerme de hombros.

—Tranquila. No volveré a confiar en él ni de coña.

—Yo... no debería haberte animado a traerlo.

—No, no es tu culpa. Tú no sabías que él vendría borracho como una cuba y que insultaría a mi madre de esa forma. —Su mirada se torna oscura, y yo me sobresalto al verle dar un brusco puñetazo al suelo—. Y yo, echándolo de menos... Soy un gilipollas.

—No lo eres. Todo esto sólo da que pensar que tú si tienes sentimientos verdaderos, a diferencia de él. —Me detengo unos instantes, debatiendo si decir o no lo que finalmente termino soltando—. ¿Sabes qué? Siempre creí que eras un insensible, pero tu familia te importa de verdad y eso es lo único que te mueve.

Supongo que este es uno de esos momentos en los que sólo me importa que la persona que tengo enfrente sonría. Lo digo en serio: no sabía que Andrew podría llegar a tener este trasfondo, pero hoy me lo ha demostrado con creces... y la verdad es que eso le suma muchos puntos a su personalidad.

—Gracias —masculla, intentando ocultar lo que parece ser una sonrisa tímida—. Ah, y también por intentar llevarte a mis hermanos de allí. Parece que las pijas también tenéis vuestro corazoncito...

—No me lo agradezcas. Esos niños no tienen por qué ver a su madre sufrir por ese...

—Eres maravillosa —me interrumpe, y juro que todos mis sentidos se quedan atrapados en esas dos palabras.

No es posible.

—¿Qué? —reacciono. Dios mío, jamás me había ardido tanto la cara.

—Ya me has oído, rubita. —Pone los ojos en blanco—. No soy un tío cursi, así que no hagas que lo repita.

—Qué pena, porque no te había entendido. —Me encojo de hombros, a sabiendas de que estoy mintiendo descaradamente.

Lo que sea por volver a escucharlo de sus labios.

Andrew niega con la cabeza en dirección a mí. Acto seguido, esboza esa sonrisa que sólo le pertenece a él: tan arrogante, pero a la vez tan atractiva y tentadora. Lo cierto es que no entiendo lo que me está pasando, sólo sé que me vibra todo el cuerpo por la forma en que sus ojos se clavan en los míos.

—Mira, sé que me engañas, porque te has puesto roja como un tomate. Pero me da absolutamente igual, te lo repetiré. —Su sonrisa se intensifica, lo que provoca todo tipo de sensaciones dentro de mí—. Eres maravillosa, Evelyn. Yo también pensé que eras una insensible y, sin embargo, eres todo lo contrario. Recuérdalo: somos más parecidos de lo que crees.

No sé ni qué decir cuando Andrew termina de hablar. No me salen las palabras. Aun así, los silencios a veces hablan demasiado, y creo que son mis ojos los que le dictan lo que estoy sintiendo.

—Ah, y otra cosa. Claro que me jode que se refiera a mi madre en esos términos, o que haga llorar a mis hermanos. Pero esto... —Se señala el puño con el que ha golpeado a su padre, que ahora parece estar irritado— Lo he hecho por otra cosa: no he podido soportar que hable de ti como si fueras un puto objeto. Y esa última pregunta me ha hecho estallar, por encima de todo lo demás.

Cuando esa última frase sale de su boca, es exactamente cuando mi alma cae rendida a sus pies. No esperaba ver, escuchar y sentir esto. Mi mente debe haberse vuelto completamente loca; ni siquiera yo misma lo entiendo. No comprendo nada.

Pero lo percibo. Cuando no aparta la mirada ni un segundo de mí, cuando se queda mirándome fijamente con esos ojos oscuros, tan penetrantes que casi me atraviesan.

En este instante, mis sentimientos ya han tomado el control. Me muevo lentamente hasta estar a su lado, mientras él sigue atentamente cada movimiento que doy. No decimos nada más, pero el silencio no es incómodo; más bien, es el culpable de nuestras ganas de más.

Me armo de valor y poso una mano sobre su mejilla. Al respirar su olor desde tan cerca, mi estómago da un vuelco inevitable. Su mirada viaja de mis ojos a mis labios cada milisegundo que pasa y, sin saber por qué, la espera se me está haciendo insoportable.

Finalmente, atraigo su cara hacia la mía, pero es Andrew el que se me adelanta y se ocupa de acortar la distancia que nos separa. Nuestros labios no tardan en encontrarse, como si estuvieran buscándose desde hace mucho tiempo. Abro la boca, ansiando más del chico que pensaba odiar, y él enseguida me sigue la corriente.

No sé cómo hemos podido llegar hasta aquí, pero todo lo que veo al besarlo, aún con los ojos cerrados, es magia. Ahora mismo, no puedo pensar en si siento algo por él, si me gusta lo suficiente o si este beso no es más que otro de mis impulsos. Lo único que puedo decir es que me ha nacido de dentro y, al fin, ha sucedido.

Editado el 27 de junio del 2023 por la autora.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top