Capítulo 35

Ya he estado en la cabaña de Emily Brown en varias ocasiones. Aún recuerdo hasta la primera noche en que Andrew me llevó hasta aquí, cuando bebí tanto que ni siquiera me mantenía en pie. Es increíble lo largos que se hacen los días en este campamento... Esos recuerdos se sienten mucho más lejanos de lo que realmente son.

—Supongo que ya sabes sobre qué te quiero hablar —espeta la monitora.

Me he sentado sobre una de las camas y me encuentro frente a ella, mirándola directamente a la cara.

—Caleb —pronuncio; ella asiente sin mover un solo músculo de su rostro.

—Seré breve: no quiero que mi hermano se convierta en un monstruo.

¿Perdón? Parpadeo un par de veces, como tratando de asimilar sus palabras. Sinceramente, eso no era precisamente lo que esperaba escuchar.

—Con el debido respeto, a Caleb no le gustaría que hablaras así de él.

Su risa cínica hace eco por toda la cabaña.

—Tú no conoces a Caleb.

—Y al parecer, tú tampoco —añado—. Se supone que lo conoces muchísimo más que yo, y si es así, deberías saber que él no es ni será jamás un monstruo. Es el chico más atento de todo el campamento.

Prácticamente, he escupido mis palabras. No sé si es por la impotencia de escuchar a su propia hermana decir algo así, o es que simplemente Emily me tiene saturada; lo único que sé con certeza es que estoy diciendo lo que verdaderamente pienso.

—No has descubierto América, Evelyn. Por si no lo recuerdas, soy su hermana y llevo toda la vida conviviendo con él.

—Sé quién eres perfectamente. —Pongo los ojos en blanco.

—Entonces, deberías entender y hacer lo que te digo.

—¿Qué pasa? ¿Todavía sigues con esa estupidez de alejarme de él?

Emily me fulmina con la mirada, realmente molesta con mi comportamiento. Pero, por muy protectora que sea con su hermano, no es nadie para decirme lo que debo o no debo hacer. De hecho, ya no pienso callarme ni una.

—No es ninguna estupidez —replica ella, con su mirada todavía fija en mí—. Sería lo mejor para todos.

—Lo mejor para ti —rectifico—. Reconócelo, no te agrado para nada, y menos para Caleb. Aunque... ¿Sabes qué? Somos amigos y eso no lo puedes cambiar. Sólo eres mi monitora, ¿quién dice que tu trabajo sea decidir mis amistades?

Sorprendentemente, Emily se queda callada. Ni siquiera pestañea.

—Nadie, porque no lo es —me contesto a mí misma—. Y me da igual que seas la hermana de Caleb. Así que gracias por tus consejos, pero no me sirven de nada. Te aseguro que me va muy bien así.

Aguanto el cruce de nuestras miradas por unos segundos más, hasta que compruebo que no tiene nada que decirme. Yo me he quedado tan satisfecha que me levanto y opto por largarme de aquí.

Esa mujer está demasiado convencida de que puede hacer lo que quiera con quién quiera, pero yo siempre he sido demasiado líder como para acatar las normas de alguien más. Además, alguien tenía que ponerle los pies sobre la tierra... y me enorgullece haber sido yo. Lo más seguro es que ahora me odie incluso más que antes, pero honestamente, eso ha dejado de importarme. Con el miedo no se va a ninguna parte.

El rugido de mi estómago me despierta de mis reflexiones y de mi cabreo, así que me voy directa y rápidamente al comedor para desayunar. Suspiro, aliviada al comprobar la hora en mi iPhone. Por suerte, todavía estoy a tiempo.

Cuando llego, descubro a dos únicas personas allí. Y qué dos... Alexa y Caleb se encuentran en la mesa del final. Al ver sus platos, deduzco que él ha terminado hace un buen rato, pero ella aún tiene un par de tostadas intactas y un vaso de leche a rebosar delante suyo.

Intentaría pasar desapercibida si no fuera porque es imposible. Al primer paso que doy, Caleb levanta la mirada de la mesa en la que Alexa se debate entre un bocado de tostada o un trago de leche. Al instante, me sonríe de oreja a oreja.

—Buenos días, Evelyn —me saluda él. Me pregunto cómo es capaz de ponerme de tan buen humor con tan sólo tres palabras y una sonrisa.

Correspondo su gesto y camino hasta su mesa. Me siento frente a Caleb y me limito a ver cómo se ocupa de animar a Alexa a comer mientras me meto una cucharada de cereales en la boca. No sé si él también conocerá la historia detrás de ella...

—Hola, Evelyn.

Observo a Alexa fijamente. Tiene la cara menos pálida que ayer, pero su color de piel aún no luce del todo sano. Lo más increíble es que, pese a todo, una sonrisa amenaza con dibujarse en sus labios.

¿Será por la compañía de Caleb?

—Alexa, ¿cómo te encuentras?

—Estoy mucho mejor. Ya me han informado del susto que te di anoche. —Señala disimuladamente al de al lado, mientras ríe débilmente—. Lo siento.

—No te disculpes. Soy yo la tonta a la que le cuesta reaccionar en situaciones como esa... Lo importante es que te mejores.

—No lo hará nunca si sigue así —interviene Caleb—. La muy cabezota se empeña en que no tiene hambre, pero tendrá que comer algo si no quiere que le pase otra vez lo de esta madrugada.

Asiento. Desde luego, tiene toda la razón, aunque a Alexa no parece hacerle mucha gracia ese comentario. De pronto, se pone muy seria y desvía su mirada hacia otro lado por unos instantes. Después, parece recomponerse y se vuelve hacia él arrugando la nariz.

—No me mires así. Sabes que hablo en serio —advierte él, pero se le hace imposible dejar escapar una risita.

Alexa sacude la cabeza y le da un mordisco a la tostada. Dios mío, parecen una pareja de enamorados hasta las trancas. Y yo, una sujeta velas amargada contemplando esta escena.

En fin. Si Caleb es capaz de conseguir que ella se olvide de sus complejos, supongo que esto sería lo mejor para todos.

Claro que sí. Sería estupendo que tuvieran algo. ¿Por qué no? De esta forma, ella sobrellevaría sus problemas y él... Bueno, Caleb es una persona maravillosa. Se merece tener a su lado a alguien incondicionalmente. Creo que Alexa es la candidata ideal, ¿no?

Por supuesto.

~~

—Lo cierto es que no sé cómo terminamos así. Simplemente, pasó.

Jade está tan contenta que ni la reconozco. Siempre suele estar alegre, pero esta vez es distinto. No hay más que ver su sonrisa contagiosa y su mirada llena de luz propia... Le brilla hasta la cara. Es alucinante. Y ambas sabemos que sólo hay un responsable de esta euforia tan repentina.

A la vista está que la charla con Jason Cox no fue tan mal como se esperaba. Todo lo contrario. Incluso me atrevo a decir que eso era lo que realmente necesitaban: aclarar las cosas. Mi amiga luce mejor que nunca.

—¿Qué fue lo que pasó? —pregunta Alexa, que se ha incorporado hace unos minutos a nuestra conversación. La verdad es que me alegra que vuelva a ser la misma de siempre.

Aunque Jade y Alexa fueran amigas desde hace más tiempo, la segunda ni siquiera conocía esta relación, por lo que la otra ha tenido que relatarle la historia entera.

—Bueno, ya sabes...

—No, no sé. —Se encoge de hombros.

—Durmieron juntos —aclaro yo misma, sin andarme con rodeos.

—¡Jade! ¿Jason y tú habéis...?

—¡No! Todavía no. —se apresura en contestar, deduciendo lo que la otra está pensando.

—Fue Evelyn la que lo dio a entender.

—¡Eh! Yo no he dicho nada de eso... Además, tú también has dormido con Caleb y no tiene por qué haber pasado nada. ¿O sí, Alexa?

Alzo una ceja al ver cómo sus mejillas cambian de color en cuestión de segundos. Dios mío, se ha puesto muy roja.

¿Habré dado en el clavo? ¿Tan rápido van?

—Es verdad... ¿Por qué llevas puesta la camiseta de Caleb? —musita Jade, esbozando una sonrisa pícara. Sabía que esa prenda era de él.

—¿Qué? No, no, no... Chicas, os estáis equivocando. Nada de eso.

Instintivamente, se tapa la cara con las manos. Aquí hay gato encerrado, eso está claro. Aún no me puedo creer que de veras haya ocurrido algo entre ellos. Aunque lo que menos entiendo es el nudo que se me forma en el estómago cada vez que pienso en ello. No comprendo por qué me cuesta tanto asimilarlo.

—Alexa, te conozco —le recuerda—. Quiero la verdad y nada más que la verdad.

La pelinegra se quita las manos de las mejillas para apoyarlas en cada una de sus piernas. Después, suspira y las comisuras de sus labios se inclinan hacia arriba. Algo me dice que está dispuesta a contarlo aquí y ahora. Y tengo que admitir que también hay otro algo que me dice que no sé si lo quiero saber.

—Ayer me desmayé —le explica principalmente a Jade, ya que yo presencié esa parte de la historia. Mi amiga se hace la sorprendida, aunque yo ya se lo haya contado—. No fue nada, pronto recuperé el conocimiento. Además, Caleb me llevó a su cabaña y me trajo algo de comer para que me sintiera mejor. Se portó muy bien conmigo.

—¿Y...?

—Bueno, él y yo... La verdad es que ninguno de los dos nos lo esperábamos... Sólo surgió. Nos dimos un beso, pero nada más.

—¿Por qué dormisteis juntos? ¿Y qué haces con su camiseta?

Jade no puede parar de preguntar. Se le nota en la cara que quiere saber hasta el último detalle del tema. En cambio, yo permanezco en silencio y me limito a escuchar lo que dicen una y otra.

—Eso son tonterías. Dormí en su cama porque era demasiado tarde, y me puse su camiseta porque no tenía con qué dormir.

Es curioso. Lo explica todo como si fuera lo más normal del mundo. Jade también se dio un beso con él el año pasado y no terminó durmiendo con él, aunque fuera por el juego de la botella. Hasta yo me besé con él la primera noche y no me quedé en su cabaña...

Un momento. ¿A cuántas chicas del campamento piensa besar Caleb?

—¿Tan rápido has olvidado a Andrew?

—No es que me haya olvidado de él, lo que pasa es que tengo que empezar a darme cuenta de las cosas. Andrew no siente ni lo más mínimo por mí y... ¿qué le voy a hacer? Como dice la gente: hay más peces en el río.

Eso ha sonado bastante inteligente, y reconozco que es lo mejor que podría hacer. Salta a la vista que Andrew no tiene ningún interés en Alexa; de hecho, lo afirmó él mismo. Cuando antes lo supere ella, mejor. Además, pasar página con Caleb es... muy buena opción.

—Ahora tengo que cambiarme. —Señala la "famosa" camiseta que lleva puesta—. Os veo luego, chicas.

Nosotras nos despedimos de ella y, en escasos segundos, desaparece de nuestra vista. Luego, los ojos de Jade se clavan en mí y siento cómo me examina de arriba abajo. Ni que tuviera monos en la cara.

—¿Qué?

—Te veo rara. —Frunce el ceño y se acaricia la barbilla, sembrando así el misterio.

—¿A mí? Pero si estoy mejor que nunca. Que Candice se haya ido convierte esto en un paraíso.

—Mentira. Estás muy rara, tía. No has hablado mucho después de que Emily te llamara. ¿Qué te dijo?

—Nada importante... Sólo he estado algo pensativa.

—¿Y en qué piensas tanto?

—En nada.

—A mí no me engañas, guapa. Ya me lo estás diciendo.

Respiro hondo porque sé que no se equivoca. De ella es imposible librarse, Jade es demasiado buena averiguando cuándo alguien le está mintiendo. Supongo que en eso nos parecemos demasiado.

—Sólo estaba pensando en la pareja que harían Caleb y Alexa.

—¿Y eso por qué?

—Porque sería lo mejor que les podría pasar, ¿no? —Sonrío, o tal vez sólo intento hacerlo. No entiendo por qué demonios no puedo hacerlo con sinceridad en este momento.

—¿Verdad que sí? Nunca me los hubiera imaginado juntos, pero mira... —De pronto, Jade se detiene en seco y vuelve a examinarme como si tuviera serios problemas—. ¡Espera un momento! ¿Por qué te interesa tanto?

—Pues porque empiezo a considerar a Caleb mi amigo, y sé que Alexa necesita una buena dosis de autoestima.

—¡Oh, Dios mío!

Mi amiga posa una mano sobre mi hombro y ladea la cabeza para observarme atentamente. Me pregunto qué le ha dado hoy con mirarme de esta manera.

—¿Qué?

—¡¡Oh, Dios mío!! —repite ella, alzando su tono de voz, ensanchando su sonrisa y abriendo más sus ojos.

—¡¿Qué pasa?!

—Evelyn —suelta, para después hacer una pausa dramática antes de seguir hablando—, ¿estás celosa?

—¡¿CÓMO?! Esa es la locura más grande que he escuchado jamás. —Y me permito a mí misma reírme como si no hubiera un mañana. Qué gran chiste.

Desgraciadamente, me atormenta ser consciente de que mis carcajadas no suenan tan creíbles como me gustaría.

—¡Estás celosa!

Entonces, mi amiga empieza a canturrear, gritando a los cuatro vientos que, según ella, estoy celosa. Eso es una completa idiotez. No lo estoy, no puedo estarlo. ¿Cómo siquiera puede darme envidia algo así?

—¡Cálmate ya! —estallo—. ¿Es que no has escuchado lo que te he dicho?

—"Sería lo mejor que les podría pasar" —me imita, adaptando un tono agudo que se asemeje más a mi voz y haciendo con sus dedos el gesto de las comillas—. ¿Acaso me has visto cara de tonta?

—¡No! Hablo en serio, Jade. No sé por qué no me crees.

—No es que no te crea... Simplemente, siento que no estás hablando con total sinceridad.

—¿Y qué tengo que hacer para que me tomes en serio?

—Sólo mírame a los ojos y dime qué es lo que piensas. Quiero comprobar si eres capaz.

—¿En serio crees que es necesario? —inquiero, casi desesperada. Esto es ridículo. Aun así, Jade asiente, por lo que supongo que no me queda otra opción. Me armo de valor y clavo mi mirada en la suya—. Quiero que sepas que Caleb es mi amigo, solamente eso, y le deseo lo mejor del mundo. Y si lo mejor es Alexa, que sean felices y coman perdices... ¿Satisfecha?

Ella me analiza durante unos instantes, hasta que al fin distingo su mirada de complicidad. Sólo espero haberla convencido.

—Por ahora, te creo —afirma, y yo suelto todo el aire que estaba conteniendo—. De hecho, ¿sabes qué? Creo que tú y yo podríamos ayudar a que esa relación avanzara y funcionara a la perfección.

Dejo escapar una carcajada algo descontrolada. Hace menos de un minuto me estaba exigiendo que confesara mis celos y, de repente, me pide ayuda para ejercer de cupido con la nueva pareja del campamento. Estos cambios tan drásticos no pueden ser buenos.

—¿Qué relación? —suelta una voz ronca masculina, y lo hace tan cerca de mi oído que provoca un inesperado escalofrío en mi cuerpo.

—Andrew... —Lo reconozco al instante—. Ten un poco más de delicadeza, ¿no? Algún día me matarás de un susto.

—Eres una exagerada. —Ríe él, negando con la cabeza. Después, se sienta en medio de nosotras dos—. Ah, Jade. Jason me ha dicho que te espera en la piscina.

Mi amiga enrojece y sonríe con timidez, inevitablemente. Un gesto no muy común tratándose de la mismísima Jade Morrison.

—Sé que probablemente es una excusa barata para quedarte a solas con Evelyn, pero mira, esta vez te haré caso. Además, a mi amiga tampoco le afecta mucho tu compañía.

—Lo sé —admite él, mirándome de reojo con aires de suficiencia. Jade se pone en pie y observa la escena divertida, a la par que se va alejando.

Joder. Ahora Andrew debe de tener el ego por las nubes, como si no tuviera suficiente con lo creído que es ya de por sí.

—No estoy sonriendo por ti, que lo sepas —aclaro antes de que se haga ilusiones.

—No me gusta que mientas, pero te perdono por esta vez.

—Vaya, ¡qué amable! —ironizo—. Eso significa que quieres algo, ¿o me equivoco?

—¿Todavía no te has acostumbrado a mi lado tierno? —finge decepción, y otra vez surge una sonrisa en mi rostro que quisiera poder disimular—. Bueno, da lo mismo eso. Yo...

—¿Qué quieres?

—Eh. Yo... Es que me gustaría saber si... Tú... ¿Me puedes ayudar?

Verlo tartamudear es algo a lo que no estoy acostumbrada, por lo que me resulta bastante gracioso. Y adorable, a decir verdad, pero eso él no debería saberlo.

—Soy inútil, olvídalo. Debes estar muriéndote de ganas de reírte de mí. —Se levanta inmediatamente. No puedo creer que esté avergonzado.

Antes de que pueda irse, atrapo su mano y de un solo estirón lo siento de golpe en el suelo, junto a mí.

—¿De qué estás hablando, idiota? ¿Por qué no iba a querer ayudarte?

Andrew levanta la cabeza y decide mirarme directamente a los ojos. Este momento me produce una extraña ternura, precisamente porque se trata de algo que le cuesta sacar afuera.

—Es sobre la próxima fiesta —suelta al fin.

—¿Qué pasa con eso?

—Por lo visto, Emily está preparando una cena con todos nuestros familiares. Ella conoce mi situación familiar y me ha llamado para hablarme sobre...

—¡¿Una cena con los familiares?! —le interrumpo, perdiendo la razón por un momento.

Por favor, no me quiero imaginar a mis padres cenando en este sitio. Sólo han venido aquí para llevarme de vuelta a casa y parecía que estaban en otro universo. No me gustaría verlos dar la nota otra vez.

—Perdona —reacciono al percatarme de que lo he hecho callar—. Continúa.

—Bueno... Te cuento esto a ti porque sé que nuestros padres son compañeros y amigos, y quizás de esa forma... En fin, no lo sé. —De pronto, se frena y respira hondo—. Mi padre lleva años sin hablar con mi madre, y con mis hermanos pequeños delante... La verdad es que me da tanto miedo el reencuentro que no sé si debería invitarlo.

La historia de Andrew Cooper es de las pocas que recuerdo. Me gustó escucharlo hablar sobre su familia durante esa actividad que propuso Emily, pero esta vez, la impresión que me causa es que se encuentra entre la espada y la pared. Diría que él es el verdadero perjudicado en todo esto.

—Andrew, ¿tú quieres que tu padre esté ahí?

—Pues creo que sí. Es que... hace mucho que no lo veo —se sincera, y como si tratase de ahuyentar sus sentimientos, esboza una sonrisa ladina—. No sé por qué, pero a ti no me sale mentirte.

Trato de calmar la explosión que se forma en mi interior al escuchar esta última frase.

—Si realmente es lo que quieres, deja que venga.

—Tengo miedo de que la cague... como siempre hace —murmura.

Sería imposible no captar el rencor que le guarda a su padre. Aun así, algo en sus ojos del color del café desprende un rastro de esperanza. En el fondo, y pese a que no pasen mucho tiempo juntos, salta a la vista que Andrew quiere a su padre y, sobre todo, que lo echa de menos.

—Tengo una idea —anuncio, incitándole a casi sonreír.

—Anda, cuéntame, rubia.

—Quizá deberíamos compartir mesa: mis padres, tu padre, tú y yo. Así lo tendrías vigilado, por así decirlo.

—Buscas cualquier excusa para tenerme cerca, ¿eh? —Ahora sí que sonríe de verdad, o más bien, como mejor se le da.

—Vuelve a la realidad, egocéntrico. Sólo intento echarte una mano.

—Y yo sólo estoy bromeando... —Suelta una carcajada sincera. Después, apoya la cabeza en uno de sus puños y se detiene un instante para volver al tema principal—. ¿No crees que a mi madre le podría molestar que no me siente con ella y con mis hermanos?

Cierto. No sé por qué no había pensado en esa posibilidad.

—Quizá es mejor que cenes en otra mesa con tu madre y tus hermanos. De todas formas, tu padre podría sentarse con nosotros y yo le echaría un ojo por ti, si es que no quieres que haga nada... extraño.

Su semblante se torna oscuro y misterioso ante mis palabras. Andrew niega con la cabeza, al mismo tiempo que su mirada atravesándome me hace estremecer.

—Pues, mira por dónde, ahora me apetece más sentarme en esa mesa contigo. Y con mi padre, claro.

Editado el 26 de junio del 2023 por la autora.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top