Capítulo 30

—¿Por qué demonios me estás contando esto?

Esta situación me está poniendo demasiado tensa y siento un nudo en la garganta a punto de estallar. No tengo ni idea del motivo, sólo sé que he terminado contándole a Caleb lo que Emily me dijo anoche. Supongo que he tenido uno de esos impulsos que te incitan a vomitar toda la verdad de una sola vez.

—Menuda pregunta más estúpida —se dice él a sí mismo—. ¿En serio piensas que me voy a creer que mi hermana te ha forzado a alejarte de mí?

—¡Yo no he dicho eso!

—Pues he resumido en pocas palabras lo que has querido decir...

—Está bien... Sí. Pero te juro que no estoy mintiendo —aseguro, intentando que no me tiemble la voz para así sonar más convincente.

Él niega con la cabeza, como si yo estuviera diciendo la mayor locura que se me pasa por la cabeza. Y lo peor es que no sé cómo voy a demostrar mi verdad.

—¿Y por qué debería creerte? —me pregunta en un tono de burla. Este no es el Caleb de siempre... Me hace sentir como si estuviera hablando con un desconocido—. Es mi hermana, claro que eso tú nunca lo entenderías.

—¿Cómo dices?

Caleb no mueve ni una pestaña, por lo que interpreto que está bien orgulloso de lo que acaba de soltar por esa boquita.

—Escucha, Caleb. Sé que ser hija única me puede hacer ver más fría en ese aspecto, pero créeme: no tengo ninguna intención de malmeter entre tu hermana y tú. Yo nunca te mentiría...

¡¡Joder!!

Ahogo un grito a la par que intento abrir los ojos con dificultad. De pronto, me encuentro en mi cama, helada... y empapada. De arriba abajo. Pero lo más fuerte viene cuando despierto del todo y distingo a mi querida Jade sosteniendo un gran jarrón vacío.

¿Me acaba de despertar tirándome por encima un litro de agua casi congelada?

—¡Mierda, Jade! ¡¿Por qué has hecho eso?!

—Refrescante, ¿verdad? —Sonríe orgullosa—. Ahora levanta ese culo de la cama. No quiero volver a verte llorando en sueños.

—¿Llorando? ¿Yo? —murmuro desconcertada. ¿De qué está hablando esta loca?

Aunque debo admitir que no es ninguna locura. Acabo de darme cuenta que no ha sido más que un complicado sueño, incluso podría considerarse una pesadilla. La mirada penetrante y las palabras duras de Caleb parecían tan reales que estaban empezando a asustarme.

Si no recuerdo mal, jamás me había pasado algo así. Ni siquiera sabía que se podía llorar estando dormido. Aun así, entiendo que haya podido soltar alguna que otra lágrima... Me estaba provocando mucha impotencia estar siendo sincera con él y que no me creyera por ser su hermana la implicada.

No voy a negar que esperaba con ansias el amanecer del día de hoy para ir directamente hacia Caleb y delatar a la monitora. Pero, pensándolo en frío, ¿y si ella tiene razón? Si le hubiera contado sin tapujos lo que Emily me dijo anoche, ¿me hubiera creído o se hubiese puesto de parte de su hermanita?

—¿Todo bien?

—¿Qué? Sí, sí. Sólo es que... me pican un poco los ojos.

—¿Y dices que soy yo la que no sé mentir? —Jade se ríe, cazando mi mentira al vuelo—. Si no quieres contármelo o no es el momento, no pasa nada, tía.

Asiento con una sonrisa tímida en mis labios. No es que no confíe en ella, pero estoy hecha un lío y no sabría ni por dónde empezar. Ojalá fuese más fácil expresar lo que llevo dentro.

~~

Cuando Jade y yo entramos en el comedor de buena mañana, agradezco que no haya absolutamente nadie aquí. Por una vez, necesitaba no tener que lidiar con las miradas del campamento entero apuntándome sin piedad.

Pero el momento de gloria no dura más que unos minutos, ya que enseguida alguien más atraviesa la puerta. Nosotras nos miramos extrañadas cuando comprobamos que las recién llegadas no son otras que Alexa y Candice, hablando tranquilamente entre ellas.

Lo más gracioso ocurre cuando Candice nos ve de reojo e inmediatamente empieza a elevar su tono de voz. De un momento a otro, le grita a Alexa exageradamente, pero Jade y yo ya las hemos pillado.

—¿Sabes qué? Ahora sí que no me creo nada —me susurra mi amiga, y sinceramente, no me extraña.

O sea, que el numerito que hizo Alexa ayer en los baños no era más que una farsa... No sabía que podía llegar a ser tan buena actriz.

—Yo tampoco —confieso.

Alexa clava su mirada en nosotras y se dirige a nuestra mesa. La observo mientras se sienta frente a mí, precisamente en el sitio de Caleb. Casi se me escapa una carcajada cuando veo a Jade dedicándole una sonrisa excesivamente falsa a su ex amiga. Parece una maldita psicópata.

—¡Qué hambre! —exclama Alexa, quizás tratando de disimular lo incómoda que es esta situación—. Voy a preguntarle al cocinero si me puede servir ya el desayuno.

Se me hace muy raro no escuchar esa última frase de la boca de Jade, pero en cierto modo, me alegra y me alivia que Alexa se aleje con su plato en mano. Está claro que mi amiga ya está maquinando algo en su cabeza.

—A ver, ¿cuál es tu plan? —disparo.

—De momento, ninguno. Simplemente, me encantaría ver hasta dónde es capaz de llegar para satisfacer a su ama Candice. Será divertido.

Niego con la cabeza. A mí Jade no me engaña.

—Eso quiere decir que hay un plan.

—Todavía no. Pero no te preocupes: eso es sólo cuestión de tiempo.

Y sonriente, mi loca se marcha hacia la cocina. Ya estaba tardando demasiado en ir a pedir su comida con antelación.

Es en ese momento cuando me percato de que me he quedado a solas con la arpía de Candice. Intento evitar el contacto visual con ella, y es que la última vez que coincidimos, me enredó tanto con sus palabras que acabé hecha una maraña de dudas. Sin embargo, ella ni se corta. No me hace falta más que echar un vistazo fugaz a su mesa para darme cuenta de que tiene sus ojos azules clavados en mí.

Afortunadamente, la puerta del comedor no tarda en abrirse. Deseo con todas mis fuerzas que esa sea Jade con su torre habitual de tortitas... incluso me conformaría si fuera Alexa.

Pero no tengo tanta suerte.

Cuando distingo a Caleb, intento no ser demasiado obvia al mirarle. Aunque no lo puedo controlar. ¿Cómo puede una persona rozar la perfección aun luciendo unas ojeras tan profundas? Mis ojos se dirigen automáticamente a su rostro, como si tuvieran vida propia.

Desde que Emily asignó los sitios del comedor, Caleb siempre me recibe todas las mañanas preguntándome cómo he pasado la noche. La verdad es que me hace sentir halagada cuando me presta tanta atención, aunque nunca lo reconocería en voz alta. Más que nada, porque es la primera vez que eso me resulta agradable.

Por eso, me choca y me alarma que aún no se haya molestado en mirarme a la cara desde que ha entrado. Ni siquiera se ha dignado a darme los buenos días al sentarse delante mío, justo donde se encontraba Alexa hace unos instantes.

—¿Y mi plato? —pregunta señalando la mesa. Aún no ha levantado la cabeza.

—Se lo ha llevado Alexa. —Permanezco unos segundos en silencio, hipnotizada por sus ojos ámbar—. Ha estado aquí hace un rato. Tenía hambre y ha ido a pedirle el desayuno al cocinero.

—Ah.

Venga ya. Esto tiene que ser una broma. Caleb nunca es tan cortante conmigo. Es como si algo o alguien lo hubiese transformado de la noche a la mañana... y sospecho que tiene que ver con Emily. Me juego lo que sea a que también le ha pedido que se aleje de mí, como si yo fuera un bicho raro.

—¿Te pasa algo?

Qué pregunta más absurda. Es evidente que algo pasa, pero ya se sabe que yo nunca he sido una experta en sonsacar penas. Además, algo me dice que esto tiene que ver conmigo.

—¿A mí? Nada. ¿Qué me tiene que pasar? —Sonríe con hipocresía, lo que no es nada propio en él.

Genial. Definitivamente, la pregunta ha sido inútil.

Jamás he sabido cómo actuar en estos casos, pero siendo Caleb mi mayor protector, no puedo evitar buscar la forma de sacarle una sonrisa. Se me ilumina la bombilla cuando veo su brazo sobre la mesa. Entonces, como si de un instinto natural se tratara, poso mi mano sobre la suya en un intento de mostrarle afecto.

Él, confuso, tarda un poco en reaccionar, pero pronto siento las caricias de sus dedos en la palma de mi mano, pese a que la tensión en su mirada todavía no ha desaparecido.

¿Qué diablos estoy haciendo?

—Os agradecería que os guardaseis estas escenitas para cuando estéis a solas. Sin ánimo de ofender, ¿eh?

Pongo los ojos en blanco nada más escuchar su voz de pito taladrando mis oídos. Cómo le encanta meter la nariz en mis asuntos.

—Tú no ofendes, Candice. —Es Caleb quien le contesta con sarcasmo, y se me llena el pecho al verlo sonreír de nuevo como siempre lo hace—. Ya sabemos que eres mala por naturaleza.

Ella deja escapar una risotada de burla, pero nosotros ya hemos vuelto a ignorarla. A decir verdad, disfruto viendo cómo él ha abierto los ojos de una vez por todas.

—¿Mejor? —inquiero, a lo que Caleb asiente con el semblante mucho más tranquilo. Aun así, sigue habiendo algo detrás de su mirada que no consigo descifrar. Es como si ocultara algo más.

—Sí, no te preocupes... Hoy no me he levantado de muy buen humor que digamos.

—¿Y ayer?

—¿Qué?

—Sí, ayer. Anoche, concretamente, cuando Emily y tú nos encontrasteis en la piscina a Andrew y a mí. Parecías muy cabreado...

De pronto, su sonrisa se desdibuja y su expresión vuelve a endurecerse tanto como antes. Como si recordara algo malo, suelta mi mano rápidamente y coloca su brazo debajo de la mesa.

—Mierda. ¿He dicho algo malo?

—Tranquila, Evelyn —intenta decir con un tono de voz pausado, pero nada parece camuflar lo que realmente siente—. Estoy así por mi hermana. A veces es muy exigente y eso de las peleas la tiene loca. Cuando coincidimos en el colegio, me daba sermones delante de los demás cuando me enzarzaba con alguien.

Podría parecer verdad, si no fuera porque Caleb es otro de esos a los que se les nota a leguas cuando miente. Además, según su hermana, nunca jamás ha sido un chico violento, y ahora éste dice que se metía en peleas en la escuela. Está claro que se está marcando un farol.

Pero entonces, ¿qué es lo que le pasa de verdad?

En ese momento, Alexa y Jade aparecen con sus respectivos platos llenos de comida, muy satisfechas. En cambio, cuando Candice las ve llegar, empieza a mover la cabeza de un lado a otro. Ella sí que no parece nada satisfecha:

—Por Dios, Alexa. Como sigas los pasos de Jade vas a terminar como una foca. Ten cuidado con las calorías...

Los ojos de la aludida caen sobre su plato sin poderlo remediar. Alexa se ha quedado petrificada, y es que ninguno de los presentes veíamos venir ese comentario. Candice es la crueldad personificada, y aún no sé cómo, después de tantos años de amistad, nunca fui capaz de ver esa parte de ella.

A pesar de que la otra tampoco esté jugando limpio, no hay nada que justifique este tipo de cosas. Nadie es un santo en todos los contextos de su vida, del mismo modo que nadie merece que le den esos golpes tan bajos. Candice sabe perfectamente que a veces las palabras son el arma más hiriente, por eso las utiliza para hacer daño como quiere.

—No le hagas ni caso, Alexa —me sorprende reconocer a Jade en esas palabras—. Cómete un pollo entero si te apetece, y que le den al resto.

Supongo que mi amiga piensa como yo. No es que nos compadezcamos de Alexa, pero cualquier persona con un mínimo de humanidad reaccionaría en una ocasión así. Sin embargo, parece que nada de lo que nosotras digamos servirá, porque las palabras de Candice ya han calado demasiado hondo.

—Ahora vuelvo —se limita a decir Alexa, y todos sabemos que ese plato no será el mismo una vez vuelva a entrar por esa puerta.

Jade, furiosa, se resigna a sentarse en su sitio de siempre. Desde mi lado se dedica a fulminar a Candice con la mirada, por mucho que la otra la ignore.

—¿Cómo pueden sus palabras tener tanto efecto en los demás? —musita Jade para nosotros.

—Yo tampoco lo entiendo —replica Caleb.

—De hecho, tú lo viviste en primera persona.

—No exactamente, Jade. Simplemente, no sabía la verdad sobre su historia con Evelyn.

—¿Y por eso estuviste tan estúpido? No sé por qué nunca te molestaste en escuchar la versión de Eve. Salta a la vista que esa tía es una arpía.

—¡Claro que quise escucharla! Fue Evelyn la que no quiso explicarse.

—Sigo aquí, chicos —intervengo con los ojos entornados.

—Cierto, perdona —me responde Jade como si nada—. ¿De qué estábamos hablando?

—De Alexa —intervengo, cuando por fin me siento parte del diálogo.

—En realidad, era sobre Candice. Pero hablando de Alexa... ¿crees que se repetirá lo del año pasado?

Claramente, la cuestión que ha planteado Caleb es para Jade, puesto que yo no estuve aquí el pasado verano. De todas formas, eso no quiere decir que yo no esté igual de intrigada —o más— que ellos. Parece ser que Alexa tiene más trasfondo de lo que yo jamás hubiese imaginado.

Justo cuando mi amiga estaba a punto de contestar, la puerta se vuelve a abrir de un buen golpe para interrumpir nuestra conversación. Andrew Cooper se planta en el comedor con una sonrisa radiante dibujada en la cara, y con sus ojos marrón oscuro más brillantes que nunca. Viene acompañado de su mano derecha, ese chico que debería empezar a considerar su problema con el alcohol: Jason Cox. Quien, por cierto, casi olvido que tiene algo pendiente con Jade. Esto se pone cada vez más interesante...

En cuanto me vuelvo hacia mi amiga, capto sus nervios al instante. Aunque se esfuerce, ahora sé su secreto. Además, creo que ya la conozco lo suficiente como para leer lo que dicen sus ojos cuando no es capaz de articular palabra.

—¡Buenos días! —pronuncia Jason con una alegría desmesurada.

No sé qué mosca les ha picado a estos dos. Diría que están borrachos, pero ambos se han tomado la libertad de acercarse a nuestra mesa y ninguno de ellos apesta a alcohol.

Para colmo, han decidido sentarse con nosotros. Andrew se ha acomodado al lado de Caleb, mientras que Jason se encuentra junto a Jade. Me pregunto qué pretenden estos dos gamberros.

Andrew le propina un golpe a Caleb en la espalda a modo de saludo, mientras que el otro reacciona con un gruñido y con cara de pocos amigos. Sigo sin entender la relación entre estos dos, aunque probablemente, ni ellos mismos la entienden. Un día son íntimos y al otro no se pueden ni ver. Entonces, al siguiente, lo olvidan todo mágicamente y actúan como si nada hubiera ocurrido. Hay algo en esa "amistad" que nunca ha terminado de gustarme.

—¿Cómo has dormido? —inquiere Andrew, y yo tardo unos segundos en descubrir que se está dirigiendo a mí.

Vale, eso tampoco me lo esperaba de él, pero ya no me atrevo a suponer nada después de su "casi confesión" de anoche en la piscina.

—Bien, gracias —contesto de forma breve y seca.

Que ayer me dejara llevar por el momento no quiere decir que vaya a excederme con él. No quiero ponerle todo tan fácil. No soy tan blanda como para aceptar sus disculpas así como así, no después de cómo se ha portado conmigo.

—¡Hola! —Ahora es Emily la que aparece de manera repentina, llenando el comedor con su voz.

La monitora aparenta tranquilidad, pero supongo que debe de estar ardiendo por dentro al verme sentada justo enfrente de su queridísimo hermano. De hecho, lo primero que hace al llegar es dirigirse inmediatamente a nuestra mesa.

No obstante, no es a mí a quien se dirige. Ni siquiera a Caleb. El afortunado —nótese la ironía— no es otro que Andrew.

—Qué bien que estés aquí sentado, me ahorras trabajo —empieza a decirle, entre risitas de lo más fingidas—. Andrew, he decidido hacer un cambio: a partir de ahora, tú te sentarás en el sitio de Caleb, y él, en el tuyo.

—¿Qué? ¿Va en serio?

—Por supuesto, Caleb. —afirma ella con seguridad—. De hecho, deberías desayunar hoy mismo en esa mesa. ¿No te da pena ver sola a una chica tan guapa?

Entonces, señala a la mismísima Candice con la cabeza. Espero que eso haya sido un chiste, o al menos, que haya tenido algún fin cómico. Nadie en su sano juicio podría compadecerse de esa bicha.

A Caleb no le queda otro remedio que hacerle caso a su hermana, por lo que se levanta de la silla y se encamina hacia la otra mesa, no sin antes dedicarle una mirada desafiante a Emily.

—Y tú, Jason, no te vas a librar. A tu sitio, por favor.

El aludido resopla y pone los ojos en blanco, pero también obedece a la monitora. Se despide de Andrew chocando los puños y se marcha a la única mesa que se encuentra vacía.

Andrew, por su parte, se acomoda en el asiento que ha quedado libre delante mío.

—Me parece una gran idea la de Emily —admite, justo cuando ella ya se ha marchado.

Escuchar su voz de cerca me produce sensaciones agridulces que no sé muy bien cómo debería interpretar. No, no he olvidado nuestro momento de anoche, y aún no sé cómo sentirme al respecto. De todos modos, me hago la dura y aguanto el contacto visual con él por unos cuantos segundos. Parece que el tiempo se ha detenido cuando finalmente, con una gran sonrisa de suficiencia en mis labios, profiero:

—Lo que tú digas.

Editado el 21 de junio de 2023 por la autora.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top