Capítulo 19
—Por el amor de Dios, ¿a cuánta gente habéis traído, par de locas?
—¿Y tú qué? Parece que has atracado un supermercado —le contesto a Jade, observando las mesas llenas de refrescos, pizzas y chocolate. No esperaba menos de ella.
—¿Y quién dice que no es eso lo que he hecho? —dice sonriente, y salta a la vista que no se arrepiente para nada.
Ya han caído las nueve de la noche y nos encontramos en la casita; concretamente, estamos en el comedor ahora mismo. Las mesas están llenas de gente disfrutando de la comida que Jade ha escogido. Chloe también está con nosotras, aunque demasiado ocupada buscando a Ben como para intervenir en la conversación. Miedo me da la llegada de ese chico, la verdad.
Unos instantes después, Jade nos conduce hasta el piso de arriba. Desde la escalera ya empiezo a ver luces de todos los colores y a escuchar canciones de Bruno Mars a un volumen más alto de lo que mis oídos pueden soportar. Dudo por un momento estar realmente en un campamento cuando me encuentro con gente por los suelos y a otros bailando de forma un tanto... extravagante.
Frunzo el ceño cuando distingo a Candice en un rincón de la sala. Milagrosamente, ya está recuperada. Eso, o el maquillaje ha conseguido disimular su cara de cansada. De hecho, no sé cómo le ha dado tiempo, pero se ha teñido para disimular los múltiples colores en su pelo y ha conseguido volverlo de un rubio agradable.
Pronto, los ojos de Candice se posan en mi amiga, quien aparece detrás de mí. Parece la viva imagen de la felicidad hasta que se transforma cuando Ben, que estaba rondando por esta sala, se aproxima a nosotras y la besa en la mejilla a modo de saludo.
Puedo ver perfectamente desde aquí el fuego arder en la mirada de mi nueva archienemiga.
—Ma-dre mí-a —reacciona Ben exageradamente en cuanto me ve. Qué casualidad que haya esperado a que Chloe se marchara a buscar algo de beber...
Me estremezco cuando lo veo abrir la boca de par en par y mirarme de forma lasciva. Sinceramente, me está empezando a incordiar su presencia. Además, ¿no se supone que su "cita" es Chloe y no yo?
—Ahórrate eso. Ya te estás ganando demasiados enemigos aquí, no hagas que te odie yo también.
Cuando termino de hablar, Jade me propina un codazo para hacerme saber que no entiende nada.
—Mira, este es Ben —espeto prácticamente gritando, al menos para que me escuche a pesar de la música—. Para que me entiendas: un pesado que te pedirá el teléfono en cualquier momento. Tiempo al tiempo.
Ella arquea una ceja y le mira de reojo, sin que él se dé cuenta. De la riñonera negra que cuelga de sus caderas, la veo sacar un spray de pimienta... y no quiero ni saber de dónde lo ha sacado. Frunzo el ceño, a lo que Jade se encoge de hombros y suelta:
—Por si acaso... —Y nos reímos al unísono.
Entonces, vuelvo a dirigir la vista al rincón de la sala y compruebo que Candice ya no está allí. Es más, la ha reemplazado un rostro bien familiar. Es Caleb quien sonríe de oreja a oreja cuando cruzamos miradas y articula un gran "guau" al vernos. Mi cara empieza a arder cuando se acerca lentamente, abriéndose paso entre la gente.
Me pregunto qué mosca le habrá picado a éste y, sobre todo, ¿dónde habrá dejado esa frialdad que le acompañaba últimamente?
—Buenas noches, chicas —nos saluda cuando llega hasta dónde estamos nosotras. Hay que admitir que está radiante con esa camisa blanca y esos vaqueros ajustados.
—¡Mira! Si todavía conservas los buenos modales.
—¿Y tú todavía sigues enfadada, Jade?
Ella gruñe y mira hacia otro lado, pero no responde. La sonrisa de Caleb desaparece de golpe cuando se percata de quién está junto a nosotras.
Antes de que se monte otro espectáculo como el que organizamos en aquél Starbucks, le hago un gesto a Jade para que permanezca aquí. Mi amiga me mira con cara de cachorrito, pero me fuerzo a ignorarla cuando recuerdo que Chloe enseguida estará de vuelta.
Después, agarro el brazo de Caleb para llevármelo lejos del peligro cuanto antes. Sorprendentemente, él ni siquiera intenta librarse de mí.
—¿Qué hace aquí? —Habla por fin cuando paramos de caminar. Seguimos estando entre el gentío, pero la música y el jaleo no es tan molesto en este lado de la sala.
—No lo sé.
—Claro que lo sabes. Estaba ahí contigo.
—Relájate ya, Caleb. ¿Qué mierda te pasa? —inquiero, casi alcanzando voz de histérica perdida. Él se pasa la mano por el pelo, nervioso. No consigo entender por qué paga conmigo el problema tan grande que parece tener con ese tipo.
—Tengo que hablar contigo.
—La última vez que dijiste algo así Jade terminó apuntándoos a Andrew y a ti con una escoba. —Recuerdo, con una sonrisa amenazando con dibujarse en mi rostro.
—Hablo en serio, Evelyn —me corta. Rodeo los ojos y asiento para que se explique—. Hay demasiadas cosas que quiero saber.
—Empieza.
Tras mirarme fijamente durante varios segundos, Caleb se abre paso entre la multitud para llevarme a un lugar más tranquilo. Juntos bajamos las escaleras y me siento un tanto extraña porque me lleva de la mano. De cualquier forma, de pronto me veo en un cuarto que no había visto hasta ahora. Estamos a oscuras y siento un escalofrío subiéndome por la espalda al darme cuenta de que estamos a solas y encerrados.
—¿Estás bien?
—Claro. ¿Qué querías? —Disimulo, antes de que pueda percatarse de cómo me hace sentir este momento.
Tal y como lo ha hecho antes, se vuelve a pasar la mano por el pelo e intuyo que tiene los nervios a flor de piel. Supongo que es su gesto característico cada vez que está inquieto por algo.
—Varias cosas... —Al fin me mira a la cara, pero no sería capaz de entender lo que dicen sus ojos—. Seré claro, Evelyn, porque sé que no lo he sido contigo hasta ahora...
De pronto, empiezo a temer por lo que sea que pueda decir. Apenas puedo verlo bien debido a la poca luz de la habitación, pero estoy aquí, de pie frente a él... y la verdad es que esta situación me tiene totalmente descolocada.
—Habrás notado mi cambio en los últimos días... —espeta, a lo que yo, evidentemente, asiento. Últimamente, no hay quien entienda a este chico—. Lo siento, Evelyn. La verdad es que no sé qué me ocurre. A menudo no sé de quién debo fiarme y de quién debo desconfiar, y eso es justo lo que me pasa contigo.
—No tienes por qué confiar en mí.
Dicho esto, Caleb me contempla como si le hubiera clavado una puñalada con mi afilada sinceridad. Siempre he sido así, y es que no me ando con rodeos. No pienso suplicarle a un tío que me tome la palabra; no después de ver que, a la primera de cambio, va a creerse cualquier rumor malvado que corra sobre mí.
Él traga saliva y camina con falsa tranquilidad por el espacio reducido que nos rodea. Una vez se ha cansado de esperar a que pronuncie alguna palabra, se detiene frente a mí y vuelve a desafiarme con sus encantadores ojos color miel. Finalmente, se rinde y me suelta:
—Es que no entiendo tu relación con Candice.
No puedo evitar poner los ojos en blanco, puesto que intuía por dónde iban los tiros. Arqueo una ceja de manera desafiante y él se encoge de hombros inocentemente.
—Caleb, reconoce que es inútil que te diga lo que pienso de ella... Te tiene embelesado.
—¡No es verdad! —Sus mejillas empiezan a teñirse de un rojo intenso, y sus suspiros denotan clara impaciencia y desesperación.
Entonces, me pego a él por puro instinto al escuchar un golpe inesperado. No puedo evitar sentirme entre avergonzada y aliviada cuando la puerta del cuartito se abre de par en par, y tengo que reprimir una sonrisa cuando descubro quién se esconde detrás de esto.
Jade cae de boca y aterriza en el suelo, justo al mismo tiempo que la puerta se ha abierto. Compruebo su mano agarrada al pomo de la puerta y ahogo un grito al comprender qué ha pasado.
—¡No me miréis así! —Exclama indignada, y tiene su gracia que sea ella la ofendida cuando estaba espiando nuestra conversación a través de las paredes—. No se escuchaba muy bien desde aquí y me he puesto un poco nerviosa.
Su explicación no será de lo más convincente, pero desde luego que me ha salvado de un gran apuro. Evito cruzar miradas con Caleb y salgo del cuarto prácticamente disparada.
Aún no sé por qué le interesa tanto la historia entre Candice y yo. Pero lo que menos entiendo es por qué quiere confiar en mí, y por qué me ha querido nombrar los motivos de su reciente actitud conmigo.
Sin darme cuenta, debo haber andado más rápido de lo normal, ya que Jade tiene que correr para cruzarse en mi camino. De repente, estamos fuera de la casita y el soplo de aire fresco me pilla por sorpresa.
Supongo que mi amiga se habrá dado cuenta de mi mirada perdida, de que estoy más pensativa de lo normal. Básicamente, porque, de un momento a otro, ella desaparece para luego volver con algo entre sus manos.
Jade alza las manos y me muestra una tableta de chocolate que debe haber robado de alguna de las mesas... o quizás incluso se la había guardado para que pudiésemos disfrutarla solamente nosotras. De cualquier modo, sonrío y le arrebato el chocolate, a sabiendas que era justo lo que necesitaba.
~~
No hace muchas horas que la fiesta comenzó, pero a mi alrededor todos bailan o saltan como locos. No me quiero ni imaginar cómo terminarán al final de la noche. Es más, estoy segura que la mano derecha de Andrew, Jason Cox, debe haber tenido algo que ver. Yo solamente he tomado una copa de esa especie de ponche que ha preparado y ya siento que mis pies no tocan el suelo. Eso sí, he procurado mantenerme alejada de compañeros e invitados por miedo a que alguien empeore el estado de mi muñeca.
La verdad es que estoy algo ansiosa, y es que la medianoche se acerca realmente deprisa. Es como si el reloj se hubiera puesto en mi contra. Las doce de la noche del día de hoy podrá ser simplemente una hora más de diversión para cualquier otra persona de la sala, pero para mí, algo interesante tendrá lugar.
Ahí fuera, cerca de la piscina, se supone que habrá alguien esperándome. Alguien que no sé quién es ni qué es lo que quiere, pero desde luego que pretende gastarme una broma pesada.
Mi dilema ahora es si debo o no acudir a su encuentro. ¿Debería? Ya sólo quedan diez minutos y sigo en la segunda planta de la casita, rodeada de gente que, si sigue bebiendo de ese ponche, probablemente terminará en una ambulancia. Y el caso es que, además, nadie sabe nada de esto más que esa persona y yo. No he querido decírselo a nadie, no quiero seguir siendo el hazmerreír del campamento.
La fuerza de mis pensamientos llenos de intriga empiezan a alimentar mis ganas de presentarme a esa "cita". Podrá parecer una tontería, pero yo sí quiero saber quién se esconde detrás de esos mensajes. Sobre todo, si es Candice, será la excusa perfecta para delatarla frente al resto con pruebas.
Hace un rato que perdí de vista a Chloe y a Ben, y Jade está por ahí demasiado entretenida con sus "peculiares" pasos de baile. En otras palabras, me ha parecido verla haciendo el gusano por los suelos. Quizás nadie se daría cuenta si me marchara ahora mismo. Por pura curiosidad.
Finalmente, siento la necesidad de irme. Es uno de esos impulsos que me caracterizan, a los que debo hacerles caso sí o sí. Casi como si mis piernas hubieran tomado todo el control —y quizás los efectos del alcohol también tengan algo que ver—, me sorprendo a mí misma descendiendo los escalones de la casita mientras los nervios aumentan sin cesar. No me da siquiera tiempo a mirar a la cara a la gente con la que me cruzo.
Al abrir la puerta de la casita, escucho mi nombre pronunciado a voz de grito. Incluso con ese tono elevado consigo identificar de quién se trata, por lo que deduzco que puedo tacharlo de mi lista de sospechosos.
Caleb corre hacia mí, procurando darse prisa para que no le cierre la puerta en la cara. Me detengo con la respiración entrecortada, no sé en qué momento me he exaltado de esta manera. Es en ese momento cuando veo en su rostro la preocupación personificada, y es que su semblante intranquilo no pasa nada desapercibido para mí.
—¿Adónde vas? —inquiere. Su respiración tampoco es regular, y me cuesta entender por qué estaría él tan nervioso. De hecho, podría decir que oculta algo.
—A mi cabaña. —Me encojo de hombros. Lo último que quiero es tener que darle explicaciones a alguien que, hace un rato, ha dejado claro que no se fía de mí.
—Esto... —Clava su mirada en el suelo, dubitativo—. Creo que no deberías ir sola. Está todo muy oscuro y el ambiente de fiesta no ayuda. Deja que te acompañe.
—Caleb... —Me resigno. Está claro que algo quiere decirme, pero no tengo tiempo para malgastarlo en estas tonterías porque sólo me quedan dos minutos—. No voy a mi cabaña.
Entonces, Caleb me dirige una mirada de cachorrito triste, supongo que lamentado mi mentirijilla. Simplemente, quiero hacer esto sola. Sea quien sea la persona que me ha citado al lado de la piscina y a través de un número desconocido, me gustaría conocerlo a solas y poder plantarle cara sin ningún "guardaespaldas" de por medio.
Lástima que eso no va a ser posible.
—Te acompaño igualmente —afirma. Y yo no estoy dispuesta a perder más tiempo en esta conversación.
Pongo los ojos en blanco y salgo de una vez. Por mucho que no quiera, debo reconocer que tiene razón: el cielo está más oscuro que de normal y la fiesta aquí fuera es igual de intensa que en el interior.
Siento la presencia de Caleb, prácticamente pisándome los talones. Sin saber por qué, una sonrisa amenaza con formarse en mis labios. Sí, preferiría hacer esto sola, pero en cierto modo, es agradable que alguien se preocupe por mí. Más que eso, que me quiera proteger. Pero eso no quita que la situación sea de lo más incómoda.
Los escalofríos recorren todo mi cuerpo y mi inquietud se multiplica a cada paso que doy. Es cierto que nos estamos acercando a la piscina, pero la luz es tan escasa que no consigo identificar a quién pertenece la figura que veo a lo lejos. Por otro lado, puedo sentir los ojos de Caleb clavados en mi espalda y en cada movimiento que doy.
—¿Qué pasa, Evelyn? Estás temblando... —Aprieta mi mano e intenta tranquilizarme, pero la verdad es que no es de mucha ayuda. Sacudo mi cabeza y sigo andando; él todavía no me suelta.
El agua cristalina de la piscina me trae de vuelta a la realidad. Ya nos encontramos a pocos metros de la piscina. Al otro lado, puedo ver de más cerca esa silueta. Las lucecitas que rodean la zona me dan una visión más clara de la situación. Dándonos la espalda, puedo identificar a alguien de pelo corto castaño oscuro... Y lo cierto es que se me hace mucho más familiar de lo que me gustaría.
Me acerco hasta él, ahora lentamente. Mi paso ha aminorado por la tensión del momento, que ahora hace el ambiente mucho más frío y tenebroso. El corazón me late con fuerza porque me hago una idea de quién es, aunque deseo con todas mis fuerzas que no se trate de él.
—Llegas tarde. —Dos únicas palabras bastan para que el mundo se caiga a mis pies. Puedo notar el calor en mis mejillas, y es que no creo estar preparada para cuando se dé media vuelta y nuestras miradas se crucen.
—¿Andrew? —Caleb se me adelanta. Inconscientemente, estrecho su mano y él me responde haciendo lo mismo.
Me estremezco cuando el aludido da un giro sobre sí mismo, con el ceño fruncido. Por fin puedo mirarle a los ojos; los suyos parecen inyectados en sangre de lo rojos que están. No sé si es porque ha ingerido una cantidad excesiva de alcohol, pero parece cabreado.
Por si fuera poco, su mirada no tarda en caer en mi mano unida a la de su amigo. Y, por algún motivo, no parece hacerle ninguna gracia.
—¿Qué haces tú aquí? —Se dirige directamente a Caleb, como si yo no existiera... y me descubro dolida por su indiferencia—. Te dije que no vinieras, tío.
Como acto reflejo, me desprendo de la mano de Caleb rápidamente. No doy crédito. Resulta que lo que parecía ser una broma tonta tiene más trasfondo de lo esperado. Sabía que tenía que venir, no podía perderme esto. Podré ser muy impulsiva, pero al final siempre merece la pena.
No puedo creer que Caleb también esté involucrado en esto. Es más, ahora, las posibilidades de que Candice también esté metida en el asunto aumentan considerablemente.
Mi primera reacción es cruzarme de brazos con decisión y situarme entre ellos dos, a pesar de que las dudas me están atormentando.
—¿Qué está pasando? —pregunto, tratando de disimular mi voz débil y temblorosa—. ¿Eres tú el del número desconocido?
—Quería pedirte perdón por lo de la muñeca —se apresura Andrew a contestar, pero no suena todo lo creíble que a él le gustaría.
—No me vale esa excusa. Los mensajes empezaron a llegar cuando volví a San Francisco. —Me vuelvo hacia Caleb ahora—. ¿Y tú qué tienes que ver con todo esto?
Él permanece en silencio. Creo que ni siquiera me está escuchando. Además, sus ojos, que han pasado de la miel al azabache, penetran los de Andrew, y viceversa. Se miran con tanto odio que mi cabeza ha dejado de hacer cábalas. No entiendo absolutamente nada.
Contemplo la escena desde mi punto de vista, y no puedo evitar sentirme ridícula ante lo que está sucediendo. Todavía no sé qué es lo que hay detrás de toda esta historia, pero está claro que no va a gustarme un pelo.
Es entonces cuando siento la necesidad de repetir la pregunta, esta vez para mí misma, como si con ello fuera a descubrirlo yo sola:
—¿Qué está pasando?
Editado el 11 de junio de 2023 por la autora.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top