Capítulo 14

Me despierto incómoda y con la espalda ligeramente dolorida. La realidad me cae como un jarrón de agua fría cuando abro los ojos, y es que ayer tuve que dormir en el suelo porque ni en mis peores pesadillas podría dormir en la misma cama que Andrew Cooper. Tampoco pude deshacerme de él, y juro que lo intenté de mil formas.

Cuando me levanto del suelo como puedo, descubro que él ya no está en mi cabaña. Aliviada, suspiro y sonrío para mis adentros.

Escojo un vestido corto de color verde con un estampado de flores veraniego. Después, salgo al exterior y pongo rumbo hacia el baño. Concretamente, voy decidida a darme una ducha bien revitalizadora.

Camino con tranquilidad, agradeciendo el soplo de aire fresco que me recibe por la mañana. La verdad es que me siento afortunada por no tener que echar a Andrew de mi cuarto a primera hora del día. Sin embargo, me sigue resultando extraño que fuera precisamente mi cabaña a la que acudió tras pasarse de tragos. No sé si lo recordará cuando despierte, pero preferiría que se hiciera el loco si no quiere que ambos nos sintamos incómodos.

Me intento peinar la maraña de pelo con los dedos. Estoy de lo más distraída cuando llego al baño, y es entonces cuando me encuentro con dos chicas contemplando una pared. No lo entiendo. Si no me falla la memoria, es una pared blanca, normal y corriente.

Me acerco a ellas con tal de preguntarles qué está pasando, pero cuando me ven, tapan lo que parecen ser unas fotografías pegadas a la pared. Por si fuera poco, también empiezan a mofarse de mí. En mi cara. Me parece que no es buena idea ir por ahí sin antes haberme mirado al espejo.

Después de alguna que otra carcajada, retiran sus manos de la pared y se marchan por patas del baño. No me ha dado tiempo a decirles nada, ya que cuando asimilo lo que veo, ellas ya no están aquí. Mis pintas no eran la razón, desde luego.

Me arde la cara a unos niveles que no creía posibles. Creo que pocas veces me he sentido tan avergonzada de mí misma. Delante mío, tengo la misma foto repetida varias veces y no me gusta ni un pelo.

Arranco una de éstas y la contemplo. Con toda la rabia que siento, la rompo en mil pedazos y me adentro en un compartimento del baño. La ducha ya no me servirá para revivir. Más bien, estoy más viva que nunca ahora mismo.

Un buen rato más tarde, tras asegurarme de estar perfecta, comienzo a despegar todas las fotos de las paredes. Esto es repugnante. Y sé perfectamente quién está detrás de esto.

Tras dejar el baño de chicas vacío de cualquier rastro, miro por encima el de chicos. Tal y como me esperaba, también tiene las paredes llenas de fotos... No sé cómo se puede ser tan retorcida en esta vida.

Siento una mano posarse sobre mi hombro, por lo que enseguida me vuelvo. Me encuentro entonces a Jade mirándome de arriba abajo, incrédula. En sus manos tiene una foto, esa foto que está por todas partes.

Obviamente, está escandalizada. Y es que en esa foto aparecemos Andrew y yo. Juntos. Sobre la cama de mi cabaña. Para mí es el peor montaje que he visto en mi vida, pero está tan bien hecho que resulta creíble. Yo sé que no es real, y mi dolor de espalda lo demostraría. He pasado toda la noche en el suelo como para que alguien se crea esta barbaridad.

Le arrebato la foto y la rompo en mil trocitos de papel. Quiero que lo vea, quiero que entienda que eso no ocurriría jamás.

No obstante, ella me mira con el ceño fruncido y puedo sentir algún tipo de decepción en su mirada. Y si viene de ella, entonces sí que me hunde.

—¿En serio, Evelyn? —Me mira con los ojos a punto de salirse de sus órbitas. Lo entiendo. Yo tampoco daría crédito a algo así.

—¡No, no, Jade, tienes que creerme! ¡Es todo falso!

—¿Andrew ha estado en tu cabaña?

—No... Bueno, sí, pero... —Estoy muy nerviosa. Mi mente va más rápido que mi boca y no soy capaz de decir lo que realmente pienso. Esto me ha pillado demasiado desprevenida—, te prometo que nunca... ¡Jade!

Ella sale corriendo de aquí. En cierto modo, lo puedo comprender. Me duele que dude de mí, cuando en tan poco tiempo parecíamos entendernos como nadie. Aun así, sé que probablemente se siente defraudada porque estábamos juntas en esto. Yo me hubiera quedado igual de descolocada si ella fuera la de la foto.

Pero soy yo.

~~

Ya es casi mediodía, pero yo me encuentro bajo la luz tenue que entra por mi ventana, arrinconada en mi cabaña. De hecho, estoy llamando a Chloe por hablar con alguien, y eso que nunca necesité de otra persona para calmar lo que hay dentro de mí. Sin embargo, que todos se burlen de mí y que Jade tampoco esté de mi parte no ayuda.

En mi vida, siempre había sido la líder. Jamás de los jamases me hubiese imaginado que sería el hazmerreír del grupo. Supongo que a veces es mejor pasar desapercibida que ser el objetivo de todas las miradas, precisamente porque eso puede volverse en tu contra. Sí que estoy acostumbrada a ser el centro de atención, pero nunca imaginé que tendría su lado malo.

Chloe no tarda casi nada en responder. Sabía que sería así de rápida, sobre todo después de la forma en que colgué la llamada anoche.

—¿Qué te pasó ayer? —pregunta después de saludarme.

Tomo aire e impulso al mismo tiempo, todo para contarle el acontecimiento de las fotos.

Pero parece que esta vez tampoco podré terminar la conversación con Chloe. Tras varios intentos fallidos con el interruptor, alguien enciende la luz y alumbra mi cabaña. Me doy cuenta entonces que alguien ha irrumpido en mi habitación sin permiso... otra vez.

Me despido de Chloe, asegurando que la llamaré más tarde. Ella insiste porque se muere de curiosidad, pero termina aceptando.

—¿Con quién hablabas?

Levanto la mirada y la encuentro ahí, de pie junto a la puerta. No me queda otra que sonreír. Creo que todo lo que necesitaba era verla aquí.

—¿No estás enfadada?

Jade se sienta a mi derecha y rodea sus piernas con los brazos. Ahora estamos ambas "escondidas" detrás de la cómoda. De la forma más natural que he conocido, ella apoya su cabeza en mi hombro.

—Claro que no, rubia —me responde como si nada—. He ido a decirle a esa bruja que se prepare. Sé que ha sido ella.

—¿Candice? Lo sé —susurro esas últimas dos palabras.

—No te preocupes, amiga. Ya me he ocupado de ello. —Esboza una sonrisa de lado, con una expresión de orgullo que me da cierta curiosidad.

~~

—¿Qué es lo que has hecho, Jade? —inquiero en voz baja cuando veo el espectáculo que tenemos delante.

Candice se encuentra llorando en las escaleras de la casita. Es más, hay una piña de gente a su alrededor dándole palmaditas en el hombro, como si le hubiesen dado el mayor disgusto de su vida.

Al parecer, a Jade le encanta teñirse el pelo. Cuando le da la locura, se echa uno de esos tintes temporales que se van con los lavados. Eso sí, no se trata de colores típicos, como el rubio, el negro o el castaño... ni siquiera el pelirrojo. Con mucho entusiasmo, mi amiga me cuenta que los colores fantasía son sus favoritos, por lo que se ha traído tintes azules, rosas, naranjas y verdes. Y el caso es que le ha añadido un poco de color al champú de Candice.

Decido acercarme un poco al montón de adolescentes y consigo apreciar su cabellera de cerca. Está hecha un desastre. Tiene mechones de su pelo rubio natural mezclados con cabellos azules y naranjas. Además, cuando agacha la cabeza, se ve que toda la parte de atrás está de un color fucsia rojizo.

La verdad es que tengo que taparme la boca si no quiero ser la única en reírse.

—¿Evelyn? ¿Te parece gracioso? —No sé en qué momento Emily se ha plantado a mi lado. No sé cómo lo hace, pero siempre aparece cuando menos se la necesita—. Esto no será obra tuya, ¿verdad?

—Emily, no te equivoques. Ella no ha tenido nada que ver. —Jade intenta defenderme, como siempre, para luego alzar las cejas en mi dirección. Supongo que me está invitando a echarle la culpa de todo esto.

Pero estoy cansada de dar explicaciones. Me está empezando a incordiar la forma en que Emily da por hecho mi responsabilidad ante todo lo malo que ocurre en este sitio. No parezco gustarle, eso está claro.

—Ella está poniendo el campamento patas arriba —afirma, demasiado seria. Estaría bien que hubiese puesto el mismo empeño en culpabilizar a Candice en lo que al asunto de las fotos se refiere.

Tan escueta como siempre, la monitora da media vuelta y se marcha. Lo que no se va es mi impotencia desde el momento en que mi ex amiga pisó el campamento.

De cualquier modo, ya es la una y media. Todos nos apresuramos a entrar en el comedor cuando se corre la voz de que hay hamburguesas para comer. Salta a la vista lo mucho que las deseábamos, puesto que, cuando ya estamos todos, no se escucha ni una voz durante minutos. Y eso solo pasa cuando estamos disfrutando de la comida. No hace falta que diga que Jade irradia alegría ahora mismo.

Entonces, se rompe la paz cuando escucho a Emily a lo lejos, charlando con otras dos voces muy familiares. Y con "familiares" me refiero a aquellas que más he escuchado durante toda mi vida. No comprendo cómo pueden dos personas como ellos estar aquí.

Porque sí: por desgracia, parece que mamá y papá están aquí.

De un momento a otro, irrumpen en el comedor cual pareja de famosos. Sin lugar a duda, se llevan la atención de todas las miradas sin poner ni el más mínimo esfuerzo. Papá viste unos vaqueros y una camiseta blanca de lo más sencilla, aunque yo sé que debe haber costado una millonada. También se esconde detrás de unas gafas Ray Ban de estilo aviador. Por su parte, mamá se ve tan estilosa y sofisticada como siempre: presume de piernas esbeltas y perfectas con un minivestido de color blanco. Como era de esperar, aparecen muy sonrientes. Me apuesto lo que sea a que no han borrado esas sonrisas desde que me fui.

Lo más fuerte ocurre a continuación. Incluso antes de que yo pueda reaccionar, Candice se levanta a toda prisa y corre hacia ellos como una loca. Mamá la recibe con un fuerte abrazo, aunque horrorizada por la desastrosa combinación de colores en su pelo. Papá se limita a hacerle un gesto con la mano.

Después, es Andrew quien se acerca a ellos. Me cuesta recordar que nuestros padres trabajan juntos, por lo que esto se vuelve aún más incómodo. Papá y él se saludan con un apretón de mano. Sinceramente, el gesto parece más una obligación que cualquier otra cosa.

Poco tardo en deducir que han empezado a hablar de mí. Concretamente, me doy cuenta cuando los cuatro me miran de reojo a la par que conversan. Es obvio que no me hace especial ilusión ver a mis padres aquí, pero antes de que Andrew y Candice se vayan de la lengua, decido dirigirme hacia ellos.

Los saludo de forma cordial, lo que para cualquier otra persona sería algo frío. Es exactamente cómo me han enseñado a ser con ellos. Andrew frunce el ceño, supongo que trata de entender la relación que tengo con mis padres. Después, me pasa un brazo por la espalda y pone cara de angelito, como si no fuese el más canalla del campamento. Candice se comporta de la misma manera, ocultando las verdaderas razones por las que está aquí.

Menuda farsa.

—Cariño, vamos a un sitio un poco más tranquilo. Tu madre y yo queremos decirte algo.

Lo primero que hago es volverme hacia Jade y levantar el dedo pulgar en su dirección. Es mi forma de avisarle de que enseguida estaré de vuelta. Luego, no me queda otro remedio que guiar a mis padres hasta mi cabaña.

Cuando llegamos, mi madre se pasea una y otra vez por la que ahora es mi habitación. Lo observa todo con detenimiento, y en cuanto me doy cuenta, habrá dado ya unas cincuenta vueltas, como si buscara algo más. No está para nada acostumbrada a estar en lugares como este.

—Esto es muy pequeño, ¿no?

—Danielle, no es más que una cabaña.

—Sigue siendo muy pequeña, pero bueno... —dice, como si volviera a la realidad, y se dirige a mí esta vez—: Evelyn, te vamos a llevar a casa.

Alucinada, abro la boca de par en par. Me imaginaba que me iban a dar cualquier sermón estudiado, aunque no son especialistas en ello. Siempre he sido dura de roer y ellos lo saben. Pero lo último que esperaba es que se echaran atrás con su propio plan, es decir, con el campamento.

—Verás, cariño... —comienza a explicar papá, tratando de clarificar las palabras de mamá—. Emily nos ha llamado y, básicamente, nos ha contado todo lo que has hecho desde que estás aquí.

Me quedo paralizada de nuevo. Sabía que no le caía en gracia a la monitora, pero me sorprende un poco lo ruin que puede llegar a ser con respecto a mí. Ojalá fuera igual de estricta con el resto de mis compañeros, pero está claro que la tiene tomada conmigo y no hay forma de remediarlo.

Por otro lado, no me imagino volviendo a San Francisco ahora. Sí, en cierto modo, echo de menos mi barrio de ricachones y mi círculo de conocidos pijos. Al menos, allí no soy un bicho raro del que todos se burlan; allí recibo el respeto que verdaderamente merezco. Pero aquí he descubierto una forma de felicidad diferente, y eso equivale a cada uno de los momentos que he pasado junto a Jade.

De todas formas, sé perfectamente lo que va a pasar. Mis padres siempre terminan saliéndose con la suya. Y, por mucho que yo quiera seguir haciendo locuras junto a Jade, sé que no pertenezco aquí y no tengo fuerzas para llevarles la contraria. No lo estoy pasando de lujo en este lugar, mucho menos desde que Candice llegó. No tengo ganas de seguir soportando su presencia ni de sentirme ninguneada por los demás.

—Está bien —murmuro, segundos después de meditar en silencio.

—¿Qué? —replican ellos al unísono. Probablemente, no es que creyeran que quiero quedarme aquí; lo que más les habrá impresionado es que les dé la razón.

—Vale. Volveré a casa.

—Muy bien.

En todo este rato, no he sido capaz de mirarles a los ojos. Siempre he sentido que no me comprenden. Les dejé bien claro que mi plan para estas vacaciones de verano era pasarlas en París y, sin tener en cuenta mi opinión, me mandaron aquí. Y ahora, ¿me quieren llevar de vuelta a casa? La verdad es que no tiene ningún tipo de sentido.

De todas formas, es así. Está claro que las cosas no van a ser siempre como yo quiero.

~~

—Ha sido increíble convivir estos días contigo —verbalizo de todo corazón.

Jade y yo nos hemos reunido en el césped. Tras la charla con mis padres, ha sido la única persona de la que me he querido despedir. Ya le he contado cómo son las cosas: que Emily no me soporta y que vuelvo a San Francisco hoy mismo. No le ha hecho ninguna gracia y creo que ha cruzado a la monitora tanto como yo.

Aparte de eso, también he visto cierta emoción en sus ojos de niña traviesa. Lo ha intentado disimular, pero ambas sabemos que nuestra conexión es algo que pocas veces ocurre. Si antes de venir alguien me hubiese dicho que la persona con la que más congeniaría del campamento es Jade, me hubiese reído a carcajadas. Ha sido algo inesperado, pero ha merecido la pena.

—Me alegro de haberte conocido, ¿sabes? Has hecho que descubra una parte de mí que no conocía, y me encanta. —Sonrío. De verdad siento lo que estoy diciendo, y creo que nunca antes había hablado con tanta sinceridad.

—Y tú me has hecho ver que las niñas ricas no sois un coñazo. Bueno —se corrige a sí misma cuando ve a Candice pasar a lo lejos—, al menos no todas.

Me río débilmente. Después, le tiendo mi móvil para que guarde su número de teléfono en mi lista de contactos. Ella teclea a toda prisa y me despide con un corto pero intenso abrazo. Echaré de menos sus ocurrencias y sus bromas pesadas, pero supongo que este sitio nunca fue para mí.

El claxon del taxi me despierta de mi ensimismamiento. Me levanto y empiezo a andar en dirección a la salida, no sin antes girar la cabeza por última vez. Le digo el último adiós a Jade haciendo un ademán con la mano, y admito que me lamento un poco de no haberme despedido de nadie más. Al fin y al cabo, pensar que no volveré a ver a alguna que otra persona nunca más me provoca un malestar en el pecho que no logro entender.

Sacudo la cabeza, como si con eso se fueran todos los recuerdos de los días que he pasado aquí. Finalmente, me vuelvo hacia la puerta y pongo rumbo al que siempre ha sido mi hogar: San Francisco.

Editado el 5 de junio del 2023 por la autora.

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