Capítulo 13
Por unos instantes, me vuelvo un poco loca cuando Emily no articula ni una palabra. Puedo sentir la inquietud recorriendo mis venas. No puedo negar que ha sido realmente gracioso ver a tanto idiota bañado en Coca Cola.
El silencio es de lo más incómodo. Odio esta tensión. De todas formas, la situación tiene su lado divertido. Esto está siendo genial, para qué mentir. Jade y yo nos sonreímos con la mirada, cómplices porque sabemos que ambas estamos pensando lo mismo.
La monitora empieza a pasearse por toda la sala. Contempla de arriba abajo a todos los empapados de Coca Cola y después detiene su mirada oscura en nosotras. Tengo la sensación de que no esperaba a alguien como yo en este campamento, o peor aún: no se imaginaba que Jade y yo pudiésemos formar una combinación tan explosiva. Y claro, ahora no sabe qué hacer para pararlo.
Una vez se detiene frente a todos nosotros, nos suelta un sermón de esos que yo evito escuchar por encima de todo. Después, se queda tan ancha sin poner remedio a lo que acaba de ocurrir en el comedor y ordena:
—Ahora, ya podéis separaros de vuestros grupos —Es la última frase que dice.
Es obvio que nosotras nos quedamos donde estamos. Para mi desgracia, Emily no ha cambiado de opinión: Jade y yo vamos a pasar gran parte de la noche aquí, si no es toda.
~~
—Anda, vamos a tomarnos un descanso.
—Evelyn, por favor, acabamos de empezar. Sólo llevamos cinco minutos.
Resoplo. No me gusta ser la viva imagen de una niña mimada, pero ahora entiendo a Nelly cuando se quejaba en voz baja mientras limpiaba el baño, creyendo que nadie la oía.
Suelto la bayeta que tenía en la mano y la dejo encima de la mesa que estaba limpiando... o intentando limpiar.
—¿A dónde vas? —pregunta Jade cuando ve que me dirijo a la salida de la casita.
—A sobornar a alguien para que haga esto por mí.
—Madre mía. En el fondo, las niñas ricas tenéis vuestra gracia —dice ella entre risas mientras friega el suelo, para después volver a ponerse los auriculares y perderse en su música. Supongo que no me ha creído.
Con paso firme, me encamino a la puerta que da al exterior. No obstante, justo cuando iba a abrirla, alguien indudablemente más fuerte que yo se me adelanta. Caigo de espaldas al suelo por el impacto, a la par que una figura masculina se adentra en la casita. Cuando identifico de quién se trata, pongo los ojos en blanco y dejo escapar un resoplido más exagerado de lo normal.
Claro que estoy resentida. Digamos que no nos conocemos mucho, pero creía haber encontrado en Caleb a alguien en quien podría apoyarme a la larga. Sin embargo, sin antes escuchar mi versión de los hechos, decidió ponerse del lado de Candice y dejarse encandilar por su falsa amabilidad.
En cuanto me ve en el suelo, me ofrece su mano para levantarme. Le miro a los ojos y veo que no me sonríen como lo solían hacer antes de que ella llegara, por lo que chasqueo la lengua y decido rechazar su ayuda.
—Me gustaría hablar con vosotras —anuncia, y su tono no es de lo más amigable.
Libremente, se apoya sobre la pared y se queda ahí quieto, cual estrella de revista que pretende resaltar cada una de sus cualidades. Esa pose de rompecorazones podrá jugar con los sentimientos de cualquiera, pero conmigo no será posible.
—Ya, pues ahora no es el mejor momento —contraataco, sosteniéndole la mirada y dejando claro que no me dejo ganar tan fácilmente.
De repente, se escucha un tarareo de fondo y ambos miramos a Jade. Ella despierta de lo que sea que esté pensando cuando sus ojos se clavan en nosotros. Especialmente, le dirige una mirada de lo más amarga a Caleb.
—¿Cuándo has entrado? —inquiere ella, con una ceja perfectamente enarcada. Su tono es todavía más alto de lo normal puesto que no se debe estar escuchando a sí misma. Seguro que tiene la música al cien por cien de volumen.
Él no emite ningún tipo de respuesta, por lo que Jade se quita los auriculares de una vez por todas.
—¿Qué quieres?
—He venido a hablar con vosotras.
Jade camina hasta quedarse a mi lado, curiosa y desconcertada a partes iguales. Ahora ambas nos encontramos enfrente suyo. Caleb nos observa durante unos segundos, sin decir absolutamente nada. Me choca reconocerlo, pero parece enfadado con nosotras. Más bien, la palabra adecuada sería "decepcionado".
Siento dolor de cabeza cuando nos pregunta qué es lo que nos ha pasado hoy, que por qué hemos estado actuando así. Es exactamente lo que esperaba que diría. De hecho, también insiste en que no entiende nuestra forma de ser con Candice.
—No tienes ni idea. Hazme caso cuando te digo que no la conoces —espeto, visiblemente molesta con sus palabras.
Su cara me dice que no me comprende para nada.
—No la conozco, pero no me importaría conocerla. —Se encoge de hombros, mientras sus palabras me sientan como un golpe donde más me duele. Desvío la mirada rápidamente, asegurándome de que no note el pinchazo que he sentido por dentro—. A menos que me digas por qué no debería hacerlo. ¿Por qué no debería darle una oportunidad, Evelyn?
Abro la boca, con un millón de razones para darle, pero no puedo evitar plantearme si me creería o me tomaría por mentirosa. Aunque resulte irónico, parece que Candice tiene mucha más credibilidad que yo.
—¿Sigues confiando en mí, Caleb? —interviene Jade, por lo que me siento infinitamente aliviada.
—Nunca he dejado de hacerlo. Sabes que eres mi persona favorita aquí dentro, a pesar de que hagas estas tonterías...
—Bien —le frena ella—. Entonces, confía en mí cuando te digo que no deberías fiarte de Candice.
Caleb niega con la cabeza, como si le estuviéramos diciendo la mayor locura del mundo. Y de repente, suelta una fría carcajada. Se nota que en algún momento Andrew y él fueron muy amigos, ya que ambos se ríen por cosas que no tienen ninguna gracia.
—Jade, confío en ti. Pero no puedes decirme de quién fiarme sin darme ninguna razón de peso.
La aludida ahoga un grito exagerado, ofendida. Ahora es ella la que mueve la cabeza de un lado a otro, queriendo demostrarle que está cometiendo un gran error. Finalmente, se da por vencida y se vuelve a poner un auricular en cada oreja. Toma la fregona entre sus manos y se adentra en el comedor, dejándonos solos. Jade es la mejor persona del campamento, sin lugar a duda, pero odio cuando va tan por libre y me deja en estas tesituras.
Sin siquiera despedirme de él, empiezo a subir las escaleras que llevan al segundo piso. Escucho sus pasos detrás de mí pero sigo avanzando, y es que quiero huir de cualquier conversación relacionada con ella. No obstante, siento sus dedos agarrándome del brazo de forma repentina, impidiéndome subir más escalones.
—No me has respondido.
—¿Qué? —Rodeo los ojos. No me agrada cuando es tan sumamente insistente.
—Que por qué no debería darle una oportunidad a Candice.
A pesar de que no quiero hablar de ello porque no quiero mostrarme como alguien débil, contemplo la idea de contarle todo, prácticamente lo mismo que le he contado esta tarde a Jade.
Resignada, accedo a sentarme en uno de los escalones. Caleb me imita sin rechistar. No deja de mirarme, y sus ojos miel a veces son tan profundos que me inquietan y me ponen todavía más tensa.
—Vamos, dime... —Su mano sobre mi rodilla me eriza la piel. No esperaba un gesto así por su parte, mucho menos después de su actitud hacia mí durante el día de hoy. Sin poderlo remediar, el recuerdo de nuestro accidentado beso aquella noche me estremece.
—¿El qué? —Una tercera voz se escucha desde abajo—. ¿Qué tiene que decirte?
Justo el que faltaba. Andrew empieza a subir las escaleras con dificultad hasta quedar cara a cara con nosotros. Percibo cómo se tambalea y está más sonriente de lo habitual. Aun así, no se trata de esas sonrisas de suficiencia y superioridad que tanto le caracterizan. Me refiero a algo más bien oscuro, al igual que su mirada.
Gracias a mis actos reflejos, consigo salvarlo de caer escalera abajo. No debería portarme bien con él después de lo capullo que ha sido conmigo, pero aún me atribuirían alguna culpa si ahora mismo se abriera la cabeza.
Nos quedamos lo que parece ser una eternidad mirándonos fijamente. No sé si esto es una especie de desafío, pero algo en su forma de clavar los ojos en mí me produce escalofríos.
Sosteniéndolo por el brazo, le ayudo a sentarse un escalón por debajo de nosotros.
—¿Estás bien? —pongo las manos sobre sus hombros y él asiente. Después de eso, empieza a reírse descontroladamente—. Dios, apestas a cerveza.
Odio la cerveza, por lo que no puedo evitar echar mi espalda hacia atrás. Probablemente, si hubiera bebido otro tipo de alcohol no me hubiera provocado tanto rechazo.
—¿Por qué te alejas, rubia? —Me sujeta de la cintura y me intenta acercar a él, a lo que yo consigo resistirme.
—Para —le advierte Caleb, haciendo lo posible por apartarlo de mí. En cuanto lo miro, veo que su cara ha adaptado una expresión tan seria que da cierto respeto—. ¿Cuánto has bebido?
—Alguna que otra cerveza que tenía guardada Jason por ahí... —Finaliza la frase con otra carcajada, esta vez tan larga que me hiela la sangre.
Frunzo el ceño. Esta escena me ha dejado totalmente fuera de lugar. Es surrealista cómo estos dos han pasado de tratarme con desprecio a abalanzarse sobre mí o incluso protegerme del otro. Por otro lado, ¿qué le pasa al alcohólico de Jason? ¿Es que se ha traído una sola maleta para las bebidas o qué?
—Dejadla, pervertidos. —Jade aparece, salvándome la vida una vez más. Queda automáticamente perdonada por haberme dejado a solas con Caleb minutos atrás. Con escoba en mano, los apunta y los fulmina con sus ojos aniñados.
Por su lado, Andrew sigue riéndose y Caleb afirma y reafirma que sólo intentaba hablar conmigo. Afortunadamente, entre las dos conseguimos quitárnoslos de encima más rápido de lo que podría imaginar.
Por último, los miro desde la puerta, asegurándome de que se alejan de mí. Me he librado del interrogatorio de Caleb y de la borrachera de Andrew, pero sus actitudes me han dejado totalmente confundida.
~~
Me dejo caer encima de la cama, mil veces más cansada que la noche anterior. Dije que sería un día largo y, efectivamente, lo ha sido. La llegada de Candice ha sido arrolladora y me ha agotado tanto mental como físicamente. Además, al final me resigné a seguir limpiando junto a Jade, lo que me ha dejado hecha polvo.
Antes de dar mi día por terminado, decido aclarar algo. Tras una pequeña búsqueda por mi cabaña, doy con mi móvil y tecleo el número de teléfono de Chloe. Creo que se lo debo.
—Evelyn —se apresura a decir después del segundo bip.
—Chloe —contesto, escueta.
A continuación, empiezo a escupir todo lo que llevo dentro. Le cuento por encima cómo me siento, pero sobre todo, le explico con detalles cómo ha sido la llegada de Candice.
Ella guarda silencio durante unos segundos. Supongo que está digiriendo todo lo sucedido en el campamento. Y no es para menos. Hacía tiempo que no vivía un día tan intenso, y Chloe está directamente involucrada en todo esto.
—¿Estás bien? —Me quiero asegurar. Aunque puedo percibir cuál sería su respuesta sincera.
—¿Estás bien tú?
—No lo sé.
—Yo tampoco —admite, y escucho su suspiro al otro lado de la línea.
De pronto, no puedo evitar sobresaltarme. Mi iPhone cae al suelo cuando escucho la puerta abrirse. No he escuchado a nadie pidiendo permiso para entrar. Levanto la cabeza, inquieta. Si hay algo que odio con todo mi ser es que invadan mi intimidad, por lo que me siento furiosa y asustada al mismo tiempo.
Cuando distingo de quien se trata, me llevo las manos a la cabeza. Entiendo que el estado de embriaguez lo lleve a hacer tonterías, pero creo que ya se está yendo de madre.
Andrew se cae nada más entrar en mi cabaña, a lo que yo niego con la cabeza. El tío yace en el suelo doblándose de la risa, mientras yo me pregunto cuántas malditas cervezas se habrá tomado ya. No aguanto a los borrachos, pero aún menos soporto a los que se ponen tan pesados cuando ingieren alcohol.
Mi primera reacción es tocar su abdomen con la punta del pie, más que nada para avisarle de que estoy aquí. No obstante, sin yo verlo venir, él me agarra de la pierna y mi espalda impacta contra el suelo. No puedo evitar soltar un chillido de dolor.
—¡Cállate! —susurro cuando su risa empieza a ser demasiado estridente. Nada me gustaría menos que alguien lo encontrara aquí y pudiera pensar algo raro sobre nosotros.
A duras penas, alcanzo mi móvil y termino la llamada con Chloe.
—¿Qué haces aquí? —consigo preguntarle, pasándome una mano por la espalda con el fin de contener el dolor.
Pero él no contesta nada. Por el contrario, se levanta y se toma la libertad de estirarse sobre mi cama.
Me dirijo a él, con paso decidido y enfurecida. ¿Qué confianzas son estas?
Preparada para cantarle las cuarenta, me siento al otro lado de la cama. Sin embargo, cuando le veo la cara, me percato de que está profundamente dormido.
Estupendo. Y ahora, ¿yo qué hago?
Editado el 5 de junio de 2023 por la autora.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top