xv. savage love
Artemisa, después de esa noche, gano el respeto y poder entre los caballeros. Si Riddle permitía que estuviera a su lado de esa manera, ¿por qué ellos no podrían aceptarla como sus maestra de defensa? Esa noche demostró que todos los caballeros apestaban en ataque y defensa, había unos como Rosier o Nott que era débiles en hechizos o como Narcisse que demostraban sabiduría en el área.
Los reuniría tres días a la semana porque las vacaciones ya se acercaban y con ello, el ciclo escolar se terminaría e iría con Tom a ese viaje.
Ahora estaba en la biblioteca, haciendo sus tareas cuando Narcisse toma asiento frente a ella.
— ¿Cómo va el plan? — pregunta el castaño.
— No tengo ni idea — confiesa la chica dejando de lado sus deberes — Tengo miedo de dar un paso en falso y que descubra todo lo que estoy haciendo —
Se produce un silencio entre los dos Ragnor, hasta que el de la época lo rompe — Pero se te esta acabando el tiempo — dice preocupado.
Artemisa le ofrece una sonrisa sin mostrar los dientes — Lo sé — responde encogiéndose de hombros — Ya me resigne a quedarme en esta época, todo por ver un futuro mejor —
Con esa última frase, termina la conversación entre ambos. La semana para la viajera paso algo rápido de costumbre. El año escolar iba a terminar, y no había avanzado ni un veinte por ciento de lo que tenia planeado, solo había una cosa asegurada y es que estas vacaciones iría con Tom a ese misterio viaje, y algo le decía que es en el que encontró la diadema de Rowena Ravenclaw.
Ya era sábado de noche, había entrenado a los caballeros, y algunos de ellos ya tenían mejoras en su combate, pero seguían faltándole algunos pequeños detalles para convertirse en dignos oponentes de los aurores o incluso, en esa época, los seguidores de Grindelwald.
Cabía decir que la castaña ya tenía tres días seguidos en ponerle algunas gotas de su poción en las bebidas diarias del azabache. Pero, estaba perdiendo la fe. Y la fe debia de ser la última en perderse.
Aunque ahí estaba, otra noche en el balcón de la torre de astronomía. Le encantaba estar rodeada de la noche azul oscura, iluminada por la luna y sus inseparables estrellas. Cada día se cansaba de pretender ser alguien que no es realmente. Ella podría hacer todo eso, pero no era la verdadera Artemisa.
Extrañaba con locura a sus padres, a sus hermanos, a sus primos y amigos, pero como le dijo hace días a Narcisse, ella sabía que no saldría de esta época.
— ¿Qué haces aquí, Ragnor? — preguntó Tom.
Lo mira de reojo solo para seguidamente seguir apreciando el cielo despejado de la noche, con sus pequeñas motas que centellan en plateado y blanco.
— Solo recuerdo a mi familia — exclama sin voltearlo a ver — Solía salir en noches así con mi prima, Arabella, y nos poníamos a dibujar las constelaciones — recuerda con una sonrisa esa época de infantes.
Riddle se recarga en el marco de la entrada del balcón, cruzando sus brazos y apreciando la silueta de la mujer frente a él, donde luego se extendía el paisaje del bosque iluminado por aquella luna blanca.
Él nunca recuerda a su madre con cariño, sino con desprecio inmenso al igual que a su padre. Ambos no merecían un espacio en su memoria por las terribles acciones de ambos que lo dejaron en ese orfanato.
— ¿Y tus padres? — le nació preguntar al solo pensar en los suyos.
— Uhm... mis padres — y se ríe — Eran los mejores padres que pude desear. Mamá amaba tanto a papá que fue la primera que murió en esta guerra, y papá amaba tanto a mamá que no dejo que ese mismo día ella se fuera de este mundo. — sus ojos se cubren de un pequeño brillo que se convierten en lágrimas — Y duele saber que no podré ver a Juno convertirse en una experta en pociones o a Hyperion ser el mejor buscador en quidditch, porque hay muchas que quise hacer con mi familia pero me la arrebataron — suelta el aire que retuvo y no sabe si llorar o quedarse en silencio.
Hasta que siente como los brazos que una sola vez la cargaron, la envuelven en un cálido abrazo y deja su cara en contra del pecho de Riddle. Ahora su silencio se debía a la confusión con lo que está haciendo, al igual que el chico, al no saber porque está intentando consolar a la chica.
Deja unas palmaditas en su espalda mientras Artemisa toma aire para tranquilizarse. Pero, sobre todo, enrollo sus manos en el suéter escolar de Tom, y inhalaba la sutil colonia del pelinegro, que en secreto le gustaba y era un aroma varonil que le llamaba la atención; la dejaba en una armonía relajante junto los latidos de su corazón y sentir cómo subía y bajaba el pecho por el acto de la respiración. Y tan solo eso bastó para se despejara de su tristeza y cayera en los cómodos brazos de la oscuridad, para descansar por fin después de una larga semana.
Cuando Riddle lo noto, deja de abrazarla para ver su perfil adormilado, con sus pequeñas pestañas, sus pomposos labios unidos y sus mejillas coloreadas y húmedas por las lagrimas que lograron surcar su rostro. Y sabiendo que no había otra opción, colocó sus brazo izquierdo bajo las rodillas y el derecho en su espalda, para cargarla y llevarla hasta la sala de su casa.
Aún sin saber porque reaccionó de esa manera y su corazón acelerándose después de verla descansar plácidamente en el sillón negro de la sala.
Y ni el porqué de dejarle un vasto beso en su frente.
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