Capítulo 8: Visitante.
Kagome entró al establecimiento sin prestarle más atención al albino. Su mentón elevado para demostrar todo su aire despectivo.
En realidad, los hombres eran demasiado fáciles de conquistar. Sobre todo hombres como él, que querrían llevarte a su cama con mil métodos, sobretodo por su orgullo. Ella entendía claramente donde estaban las cosas por lo que no le importaba jugar al estira y afloja con el hijo de Izayoi si eso le daba una ventaja sobre su objetivo.
Se acercó a sus compañeros con la charola de café antes de ofrecercelos; a estas alturas, Inuyasha también estaba dentro, con un semblante de pocos amigos que emanaba un aire espeso a su alrededor, incluso su voz se había vuelto agrosada cuando dijo —Kagome, ven a la oficina.
Ella giró los ojos en sus cuencas entes de seguirlo con el café que le ordenó en sus manos, qué gran momento para llamarla por su nombre por primera vez; pensó con ironía —Aquí está su café— ofreció nada más ingresar. Su sonrisa limpia y fuera de culpa volvió a remover algo en el interior del muchacho, como un pedernal intentando encenderse —¿Qué? No me dirá que esto no fué lo que pidió— volvió a provocar a sabiendas de que un sentimiento insondable se cocinaba a fuego lento dentro de él.
Inuyasha sujetó el vaso arrebatándolo de su mano, ella volvió a sonreír más brillante antes de darse la vuelta, lista para irse. Sin embargo él únicamente pronunció —Aún no termino— para una voz como la suya, llegar a los tonos profundos de ahora resultaba... Peculiar.
Kagome se dió nuevamente la vuelta viéndolo de frente, esperando sus palabras, más no parecía tener ninguna intención de hablar —Joven Inuyasha ¿Tiene alguna otra cosa que decir?
Él finalmente lo perdió con esa pregunta —No has respondido— dijo sucintamente, el significado implícito.
La azabache levantó una ceja ¿Le molestaba tanto que alguien la acompañara? O ¿Fué el género de la persona lo que le molestó en concreto? Sonriendo con malicia, se acercó unos pasos, parandose a pocos centímetros de él —No tengo ganas de escuchar sus ridiculeces. No tenía una sombrilla y él hombre se ofreció a ayudarme ¿Qué hay que explicar?— sentenció ladeando el rostro con desconcierto a pesar de disfrutar enormemente el rostro serio de Inuyasha —Me voy.
—¿Llamas ridiculez a una reprimenda de tu jefe?— la detuvo con sus palabras antes de darse la vuelta. Los ojos dorados se clavaron en su rostro, presionando por una respuesta —¿Lo conoces?— lo que realmente quería preguntar era esto. Esos dos se veían demasiado amistosos para ser un mero transeúnte ayudándole con la brisa.
Entonces Kagome si que se sorprendió ¿Que si lo conocía? ¿Y a él qué? Abrió los ojos mientras su rostro se volvía una mueca de desconfianza —Joven Inuyasha, no debería averiguar las relaciones de una chica cuando usted tiene novia— se burló sin compasión. De cualquier manera su estado depresivo no tenía nada que ver con ella.
Las cejas del aludido se fruncieron. Parecía que ya la habían puesto al tanto de la situación con Kikyo, sin embargo él podía fingir demencia de todos modos —¿Novia? Por favor— dijo de manera arrogante cruzando sus brazos —Dejate de andar inventando rumores Higurashi. No sabes nada.
Ella inmediatamente aprovechó la brecha en ese fraseo —Así que también sabía mi apellido. Es extraño, hasta hace unos minutos parecía ignorar todo lo relacionado a mí— dijo altanera. Estaban cayendo completamente a su ritmo.
Inuyasha fué tomado con la guardia baja haciéndolo perder su postura parcialmente. Se aclaró la garganta sin querer ser superado, aunque estaba bastante entretenido con la discusión. Incluso se habían perdido del punto focal de la misma —Por supuesto tuve que leer tus antecedentes. Quien sabe qué clase de persona eres— se encogió de hombros como si insinuara que solo buscaba beneficios materiales.
Haberlo dicho con esa palabras no lo hacía sonar más agradable, al contrario, parecía incluso más burlón. Pero Kagome había sido maldecida de pies a cabeza en el pasado, le habían deseado la muerte tantas veces que ahora ni siquiera se inmutaba ¿Pensaba que eso resultaba ofensivo? Además, ella era una ladrona, del grado más profesional. Esas palabras menosprecian de alguna manera sus hazañas.
Bien, ya que tenía que acercarse a él lo mas rápido posible le daría un gran espectáculo hoy. Cambiando su expresión como la página de un libro, chilló con tono agraviado —¿Qué quiere decir?
Al ver resultados fructíferos por su indirecta, la confianza de él regresó gradualmente —No hay ningún significado oculto. Las cosas son como son, cada empleado es registrado para evitar experiencias amargas. No te sientas tan especial.
Los ojos chocolate se llenaron de obstinación cuando nuevamente habló —No parece ser así— se paró con fiereza agudizando sus ojos mientras lo analizaba de arriba a abajo —Escucha, Inuyasha Taisho— comenzó, haciendo énfasis en el apellido —Puede que yo no tenga ningún respaldo familiar como tu grandiosa casa. Pero no ando por ahí buscando gente rica para robarles. Eres tú el que se siente demasiado especial— Incluso se quería burlar de sus propias palabras. Sin embargo aguantó con su fachada de enojo.
Ante la mención de la palabra "Taisho" él también se irritó —Bueno, eso dices. Pero ciertamente Sugino Higurashi era...— no tuvo tiempo de terminar la oración. Su cara giró gracias al impacto de la palma femenina en su mejilla, una marca roja floreció en su piel testimonio de la fuerza aplicada.
Si Kagome quería parecer furiosa, ni siquiera tuvo que fingirlo; ahora estaba auténticamente molesta. Inuyasha tuvo la suerte de adivinar que tipo de persona era ella, pero no le permitiría manchar la memoria de su padre.
Sí. Todo el mundo creía que Sugino Higurashi era un mal funcionario, un ladrón, que recibió su merecido muriendo de esa forma tan trágica. Incluso habían aplaudido al karma por llevarse una "alimaña" como esa de su sociedad.
Todo el mundo creía que su padre desviaba recursos de la Secretaría ecológica para bienes personales, pero ese fué Naraku ¡No su padre! Su padre era una buena persona, cuyo honor se manchó por la ambición de ese mal nacido colega suyo. La rabia bailó en sus pupilas ardientes, sus dientes apretados amenazaban con quebrarse —No le permito que hable de mi padre. Así que ni siquiera se atreva a mencionarlo en el futuro ¿Entendió?— A pesar de su enojo, aún podía mantener cierta racionalidad, si las cosas continuaban a este ritmo, terminaría imposibilitando su plan. Se encaminó a la puerta con sentimientos encontrados abriendo la boca por última vez —No deje que su café se enfríe— le recordó "amablemente" sin darle una segunda mirada. Giró el picaporte con seguridad abandonando el sitio con un portazo ¿Quién se creía? Conocía a los de su clase, todos con el mismo complejo de sentirse superiores a los demás. Llegaría el día en el que ella, Kagome Higurashi, le demostraría al mundo que el estátus no importaba cuando se trataba de justicia.
Sus compañeros estaban aún contemplando la lluvia que se volvió más fuerte durante ese acalorado intercambio de palabras entre el hijo de su jefa y ella. Se acercó a la puerta para acompañar al resto, sin embargo se fijó en la fachada en remodelación del edificio frente a Iza's. Ese edificio era una tienda que Naraku iba a financiar pero ella conocía bastante bien a ese hombre. Esa tienda tenía un propósito más profundo.
De pronto sus ojos marrones se volvieron más oscuros y afilados llamando la atención de sus compañeros —Kag ¿Estás bien?— cuestionó Koga mientras se agachada a su altura.
Ella sonrió apenas asintiendo con la cabeza —Si, solamente se puso rabioso por que no venía con su café— mintió fingiendo poca relevancia al asunto.
Koga no estaba muy convencido, sin embargo Jakotsu era mucho más sensible a la hora de percibir el estado de ánimo en la gente, podía apostar a que Kagome fué ofendida —Olvidate del idiota de Inuyasha, dime. El que venía contigo ¿Es tu novio?— preguntó con emoción.
Kagome rio al fin apaciguado gran parte de su molestia. Koga se había puesto tenso con la pregunta sin saberlo, expectante por la contestación. La azabache se concentró en Jakotsu negando con la cabeza —No, solamente me acompañó por la lluvia. Además, no tengo novio— dijo encogiendise de hombros. Confiar en él con aspectos como ese debía ser lo suficiente para que fuera recíproco.
—¿En serio?— el hombre hizo un puchero de aburrimiento —¿Cómo es posible que un pastelito como tú no tenga novio?— dijo decepcionado de no obtener ninguna buena conversación. Ambos empezaron a bromear con el resto disolviendo su temperamento por completo. Sus risas resonaron alrededor de la tienda hasta los oídos de Inuyasha.
En la oficina, el albino estaba sentado en la silla giratoria acunando su mejilla golpeada. Miró por la pantalla de las cámaras a la joven que hace unos segundos explotó de rabia en su cara. Analizando sus propias palabras se dió cuenta de lo desagradable que fué sin permitirse enojo o resentimiento. Él sabía mejor que nadie que los hijos no tenían culpa del trasfondo de sus padres.
Su atención entonces pasó a Koga, él no paraba de ver a Kagome con ojos de fascinación no disimulada, entonces el bolígrafo en su mano sufrió las consecuencias de esa realización al partirse por la mitad.
Si Koga pensaba que podía allanar camino con Kagome, había perdido la cabeza. Él mismo había decidido pasar el rato con ella como para dejarla en bandeja de plata para otro. Nadie se le iba a quitar.
Sin darse cuenta, sus pensamientos se estaban volviendo posesivos.
Esa misma noche, Miroku visitó un departamento en la zona norte de Tokio, ahí se encontró con Sango, quien había vuelto después de descartar las pistas de su hermano. Ambos estaban sentados en el sofá del living conversando sobre el cambio de planes mientras bebían cerveza.
—¿Qué dijo Kag?— preguntó ella dando el último trago a su lata. Luego tomó un envase nuevo en sus manos.
—Ella está dispuesta a derribarlo esta vez. Así que aceleraremos un poco las cosas, por el momento voy a investigar los motivos que lo llevaron a abrir la tienda mucho más rápido— dijo meneando el líquido en su propia lata. La plática entonces tomó un rumbo menos tedioso, hasta llegar a un punto muerto. Ambos se vieron a los ojos antes de ceder al impulso de un beso.
Era algo que no se preocupaban por ocultar, pero si de frenar en medida de lo prudente. Desde que Sango se unió a su equipo fué como si Miroku encontrara un oasis. Mantenían una relación afectuosa desde hacía apenas medio año a espaldas de la organización.
Lentamente la ropa fué desapareciendo, dejando ver la mano derecha de Miroku expuesta; donde dos de sus dedos eran reemplazados por prótesis robóticas. La razón por la cual siempre llevara un guante de cuero en ella.
Después de dos rondas acaloradas, ambos se tumbaron en el colchón del dormitorio.
Sango abrazaba el torso masculino con rostro somnoliento, descansando de su largo viaje en un estado semi inconsciente. Él acarició su hombro con las yemas de la mano izquierda mientras su derecha la apretaba fuertemente de la cintura. Sango no lo había mirado con desprecio después de verle las prótesis, después de ver su vulnerabilidad. Lo había tratado igual que siempre e incluso le abrió las puertas de su corazón a diferencia de otras personas. Era por eso que no podía resistir a su impulso de enamorarse.
—Mañana lleva a Buyo con Kagome, debe extrañarlo— la oyó decir con voz pausada.
—Claro.
Tal como acordaron, Miroku se despidió de ella al día siguiente con un gato en los brazos. Era casi la hora de salida en el trabajo de Kagome, por lo que no se pudo retrasar.
El equipo de trabajo en Iza's se despedía de Inuyasha en la puerta, Kagome lo ignoró durante toda la jornada dejándolo en su sitio apretado. Justo cuando estaba a punto de hablarle para razonar por lo de ayer, Jakotsu se la llevó del brazo cortando las posibilidades. No sabía por qué, pero la culpa no podía dejarlo en paz.
Ella jugó a ignorarlo, después de todo no debía perdonarlo tan rápido. La mejor manera para dominarle fué haciéndolo venir a ella por su cuenta.
A pasos rápidos se alejó de ahí charlando con el otro muchacho, indagando más sobre su pasado. Al parecer en esos años de misterioso desaparecimiento, estuvo ayudando en un almacén de Okinawa. Siguieron su camino hasta la estación del metro para luego despedirse, al faltar Yura, Kagome se volvió su sustituta en cuanto al cotilleo con el joven.
Caminó de vuelta encontrándose con Miroku en la puerta de su edificio, cargando a su gato. Emocionada fué a su encuentro tomando al animalito ella misma —Hola Buyo— saludó acariciando su cabeza mientras este ronroneaba. Dejó ingresar a Miroku entre sonrisas de agradecimiento por llevarle a su mascota sin saber que dos ojos dorados la veían en la lejanía.
Continuará...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top