Capítulo 16: El hijo ilegitimo de Toga Taisho.
Debido al cambio de titular en todas las propiedades Sata, Onigumo no había tenido la oportunidad de holgazanear como le gustaría, sin embargo prefirió obtener todo de una vez, antes de dedicarse a la buena vida. —¿Cómo va el trámite para transferir Shikon?
—Se está haciendo de forma lenta. Es un club nocturno, así que tardarán más que en otras propiedades privadas.
—¿Cuánto tiempo más?
—Aproximadamente un mes y medio.
El Sata menor se balanceó en la silla de su despacho mientras echaba atrás la cabeza, lleno de hartazgo. Luego se enderezó como si recordara algo observando el marco sobre su escritorio. —Por cierto ¿Enviaron el buquet de rosas al sitio de filmación?
—Si señor, ya fue entregado esta mañana.
El hombre se relamió los labios esbozando una sonrisa fantasiosa y petulante. Sujetó la fotografía enmarcada, diciendo: —Tal vez ahora con todo este poder, sea momento de declararme —insinuó paseando los dedos por el rostro femenino del retrato. El rostro perfilado de nariz puntiaguda y pequeña, con ojos sesgados de color caoba era sin lugar a dudas el de la modelo Kiyo.
Pocamente conocida como Kikyo. La actual ex novia de Inuyasha.
Ella misma se encontraba a mitad del maquillaje cuando el enorme ramo de rosas rojas arribó a su camerino. Sin poder levantarse de la silla, solo pudo esperar para que su maquillista emparejara la sombra aguamarina de su párpado derecho. Posteriormente le coloreó los labios con delicadeza, volviendolos ligeramente más gruesos.
Dándole un descanso para relajar los hombros antes de proceder con el peinado, la maquillista le permitió caminar hasta el buquet en búsqueda de una tarjeta.
La joven que hizo la entrega quiso rodar los ojos, entonando. —No es de Inuyasha si es lo que busca señorita.
Ante esas palabras, dejó de merodear alrededor de las flores. —¿No hay tarjeta?
—Es la misma de siempre. Solo dice "Buena suerte, encanto" este tipo comienza a exasperarme ¿A usted no?
—Momiji —intervino la maquillista entretanto ordenaba los artilugios sobre el tocador. —Deja de decir disparates. No es tu asunto quién envía flores a la señorita Kikyo.
—No, Botan. Está bien —respondió la azabache intermediando con los regaños. Para ser sincera, ella tampoco estaba cómoda recibiendo estas flores, pues cada vez que leía esas tres palabras en la tarjeta, un escalofrío tétrico la recorría de arriba-abajo. —Las dejaremos en la estancia del hotel como obsequio —Indicó regresando a su asiento. A pesar de querer ocultar su semblante de decepción, ambas jóvenes a su lado lo notaron sin esfuerzo.
La maquillista que respondía al nombre Botan, se armó con sus herramientas, probando suerte. —¿No ha tenido noticias de Inuyasha? —además de su staff, Botan y Momiji también eran una especie de confidentes, quienes sabían sobre su relación con Inuyasha. Habían trabajado juntas casi desde el principio por lo que no era extraño.
Kikyo estiró la goma para cabello entre sus manos, soltando un gran suspiro. —Nada.
—Tranquila. Ya se le pasará, como siempre. Tal vez su berrinche le dure un poco más porque no vas a estar con él cuando está a cargo de Iza's.
La modelo quiso ser optimista, más, sabía mejor que nadie lo vacíos que se veían los ojos de su ex novio cuando la terminó esta última ocasión. Algo le decía, desde el fondo, que quizá no era una rabieta del joven y lo hirió seriamente cuando le gritó que su empleo era delicado por enésima vez.
Apretó un poco los párpados para alejar esos pensamientos. Como modelo, no podía dejar que el público viera su desmejora de ánimo. A pesar de no ser la imagen del carisma encarnado, su personalidad elegante y seria también era un gran anzuelo para las marcas más prestigiosas o los famosos diseñadores.
Una vez terminaron los preparativos, se ajustó la bata de muselina para dirigirse al set de filmación. Se encontraba en un famoso resort de Okinawa, donde aceptó por primera vez moldear trajes de baño para una de las cadenas de almacenes más grandes del país.
Llegando a las piscinas del lugar, fue recibida por la directora del proyecto, junto con un staff entusiasta. Le dieron indicaciones de lo necesario, mientras oprimia toda su preocupación. Posó sin problemas, sintiendo que la presión del trabajo desvanecía cualquier problema ajeno a conseguir una sonrisa natural.
Hicieron varios cambios de locación, pasaron desde los camastros hasta el bar, la pleamar y el malecón más emblemático de esa playa. Se cambió al menos cinco veces de vestuario dependiendo de la hora del día, terminando exhausta para el final de la jornada.
—Excelente trabajo señorita Kikyo. La directora quedó encantada con el proyecto —se emocionó Momiji quien rondaba a su alrededor para ayudarla a remover el maquillaje. —Dijo que tiene tantas tomas buenas, que no sabrá cuál elegir.
La aludida asintió levemente, sintiendo un verdadero alivio escucharlo. No le era muy grato permanecer demasiados días en la filmación de un solo spot, debido a ello se esforzaba al máximo para ofrecer exactamente lo que buscaba su cliente e incluso proporcionar material extra, evitándose prolongaciones innecesarias.
—¿Qué hay en la agenda de mañana? —cuestionó a la asistente.
Momiji pareció meditarlo un poco. Vertió agua micelar sobre una toallita, recordando. —Teníamos tres días para filmar, pero parece que no será necesario. No hay nada programado para los próximos dos días hasta las conferencias de prensa ¿Por qué no descansa aquí en el hotel? —cuando terminaba, Botan ingresó al camerino con el celular en la mano y su ceño fruncido.
—¿Sucede algo, Botan?
—La señorita Tsubaki acaba de enviar una propuesta de trabajo por e-mail. Pero es bastante confusa.
—¿Es urgente?
—No parece ser el caso.
—Entonces guardala para mañana. No quiero leer otro contrato a esta hora de la noche —suspiró la modelo. Luego de retirar todo el maquillaje, decidió con velocidad. —Nos tomaremos un día de descanso, duerman sin preocupaciones hoy y diviertanse todo lo que quieran mañana —sonrió tomando el móvil para salir rumbo su propio hospedaje. Se encaminó de forma cansada desapareciendo de la vista de ambas.
—¿Crees que siga triste por su ruptura con Inuyasha? —preguntó Momiji a su hermana.
La de cabello azul apretó los labios. —Por supuesto que lo está. Pero es siempre así —se encogió de hombros.
—No entiendo a este hombre —reafirmó la menor. —Siempre termina regresando con la señorita Kikyo, su berrinche es absurdo. Además ha sabido desde el principio que ella tiene una reputación que cuidar. Ser el resultado de una aventura no es precisamente lo que llamaría un buen partido —masculló esa última parte por lo bajo, mientras agachaba la cabeza.
—¡Momiji!
—Ya, ya. Me callo.
Ambas asistentes ordenaron sus instrumentos antes de retirarse a dormir. En la habitación sitiada entre las suyas, la modelo se tumbó boca arriba, pensando en la misma persona.
Inuyasha no era un mal hombre. Podría ser torpe y poco social a veces, pero definitivamente tenía su encanto, también un corazón bondadoso. No por nada era un excelente abogado.
Por desgracia, arrastraba las críticas de ser la razón por la cual, Toga Taisho y su primera esposa se separaron. —Ojalá no hubieras nacido como un niño ilegítimo —suspiró dándose la vuelta sobre su costado, contemplando la fotografía de su segundo aniversario. Cerró los ojos, rememorando su última discusión.
Todo había comenzado como una broma, sin embargo el rumbo de la conversación terminó siendo demasiado serio. Aún en estas alturas, no quería acceder a su petición de revelar al público su relación.
Se conocían de al menos ocho años, su relación no era tan reciente a pesar de formalizar el romance hacia a penas dos. No obstante, Inuyasha comenzó a insistir en publicitar su noviazgo. Cosa que no le pareció demasiado sensato. Kaede, su hermana menor, se hallaba cursando la Facultad de Medicina. No pudo perder el poder comercial ganado difícilmente, no pudo hacer que su hermana también renunciara a sus sueños solo porque quería decirle al mundo sobre su relación clandestina con el hijo ilegítimo de Toga Taisho.
Por esa misma razón. Se negaba a aceptar la culpa del problema. Cuando Inuyasha sabía de antemano su difícil posición ante los medios.
Abandonó el celular, ignorando la punzada de decepción apretujando sus sentimientos al ver ese chat sin nuevos mensajes. Eligiendo dormir.
El fin de semana llegó tan pronto como un parpadeo. Inuyasha informó a sus empleados el cierre de la tienda programado para el día lunes, casi sintiendo sus tímpanos romperse con los gritos de Ayame. El personal se despidió del albino sin complicaciones, antes de conglomerarse en una denominada reunión de emergencia. —¡Es hora de ir por unos tragos! —dictaminó Yura abrazando a Jakotsu. El joven en cuestión asintió varias veces observando al resto.
—Lo siento chicos. Esta vez tengo que irme pronto —informó Koga. Debido a un accidente que tuvo su hermano menor, la necesidad de volver a casa se volvió apremiante.
—Claro terrón. Dile a Hakkaku que se mejore pronto —complació Jakotsu ofreciendo una bolsa de galletas. —Esto es de nuestra parte. Asegúrate de que las coma.
—Gracias Jak. Gracias a todos.
—Yo tampoco puedo ir —se precipitó Ayame. —Debo hacer algunos deberes para la Universidad. Vayan sin mi.
Al mismo tiempo, Hitomiko se despidió deseándoles una buena velada. Dejando únicamente al trío "dinamita", autonombrado por Yura. —Tú si vienes ¿Verdad pastelito?
Kagome también iba a negarse, hoy tenía una cita con Inuyasha. A pesar de los deseos por cancelar corriendo en su mente, no pudo simplemente ir en contra de los caprichos del albino. La oportunidad de entrar a Shikon cuando le diera la gana no se iba a generar haciéndole un desaire. —Yo...
Su celular vibro entre su palma, anunciando el siguiente mensaje.
Número desconocido.
Tengo algo importante que hacer, pero nuestra cita sigue en pie. Iré a recogerte hasta tu casa a las nueve y media ¿Te parece bien? ¿No estás enojada?
¿Estar enojada? ¿Qué clase de preguntas fue esa? Queriendo reír, respondió con velocidad. Por supuesto, el texto provenía de Inuyasha.
Tómate tu tiempo. Te estaré esperando.
Estupendo. Gracias por entenderlo.
Después de leer aquel mensaje, Kagome regresó el móvil hasta el bolsillo de la chaqueta. —Vamos —confirmó. Le hacia falta un poco de relajación antes de enfrentarse al hijo de su jefa.
Todo el asunto de Bankotsu traía sus nervios de punta, impidiéndole cinco minutos de paz mental. Despejarse del estrés también trajo sus frutos. Siguió al par de compinches hasta un bar no muy lejano, sentándose en la mesa más recóndita del local, escuchando algunas canciones de moda a través de los parlantes.
La mesera les ofreció una carta de bebidas, donde ambos aprovecharon para sugerirle la especialidad de la casa. Tras ordenar, Yura, quien recientemente se puso al corriente sobre las noticias entre Kagome y su exnovio, quiso hacerla hablar sobre todos los detalles. Kagome se encogió de hombros, jugueteando con sus uñas. —Nos conocimos en la preparatoria. Él estaba en último grado mientras yo cursaba el segundo. Nos conocimos gracias a un torneo desportivo interescolar.
—¿No iba en tu escuela?
—Ah, si. Solo que, era extraño mezclarse incluso entre deportivos. Él pertenecía a béisbol y yo a voleibol. Mientras nos movían a las escuelas, usabamos a veces el mismo transporte. Así nos conocimos.
Hablar sobre Bankotsu, de alguna manera se volvió menos complicado conforme respondía. Al final, las bromas de ambos la ayudaron a poner en calma sus suposiciones, incluso mientras hablaba del joven. Llegadas las nueve. La azabache decidió despedirse, el dúo también optó el regreso a casa dejándola en la estación del metro más cercana.
Al no quedar tan lejos, tuvo suficiente tiempo para una ducha rápida, un cambio de ropa provocativo en justa medida para tener al albino en la palma de su mano, sin olvidarse de colorear sus labios con el labial burdeos. Intercambió algunos mensajes con Miroku, sin obtener demasiada información del caso "B". Hasta el resonar de su timbre a las nueve con treinta exactas.
Se atusó el cabello suelto, caminando hasta la entrada; sus coqueteos ojos parpadearon encantadoramente tan pronto vieron al hijo de Izayoi. El espectáculo de esas pestañas largas revoloteando lo hizo sonreír de lado
—¿Lista? —cuestionó agachando su cuerpo hacia ella.
—Tomó mi bolso y nos vamos —dijo guiñando un ojo. Él también tuvo un cambio de atuendo, que resaltaba esos hombros anchos, sus largas piernas enfundadas en esos jeans ajustándose a ese trasero de gimnasio bien trabajado. Inconscientemente, la de ojos marrón empezó a imaginar cómo serían ir más allá de un beso con este tipo.
Recogió el carterón del sofá comprobando el aspecto de su rostro. El trago con Yura y Jakotsu le ayudó enormemente para relajarse. Ahora con el temple bien cimentado, era capaz de devorar al mundo entero. —Llegaré más tarde Buyo —despidió cerrando la puerta tras de sí. Inuyasha le ofreció un brazo, alzando las cajas con galantería.
El gesto la hizo ocultar una risita tras los nudillos, colgándose, pudo sentir los bíceps duros. Ajustó un mechón de cabello (inexistente) detrás de su oreja, dejándose guiar por él.
Inuyasha estaba encantado de mirar por el rabillo del ojo. El top femenino dejaba ver el valle de sus pechos redondos, su vientre plano, hasta ese ombligo coqueto al borde de sus pantalones acinturados. La llevó hasta Shikon, revisando de vez en cuando lo espectacular de sus labios coloreados en ese tono místico de violeta.
Tal cual la vez anterior, dejaron el auto con un valet. Ingresaron al lugar de forma sistemática, aunque con una muestra de posesividad por parte del albino, cuando el recepcionista miro hacia su acompañante con intenciones no muy sanas. Inuyasha rechinó los dientes, lanzando una de sus miradas de advertencia hacia el otro mientras abrazaba la cintura femenina como si fuera un habito de años.
Kagome percibió la competencia de inmediato y en un extraño momento de complacencia, regresó el gesto al hijo de Izayoi; sujetándose a su espalda también. Sintiendo como los dedos masculinos se apretaban más contra su piel, la tibieza proveniente de esa gran palma le cosquilló ligeramente las entrañas.
Se miraron con una sonrisa complice andando hasta el privado del muchacho.
El lugar estaba técnicamente idéntico, quizá la única diferencia, era que la mesa no se encontraba atiborrada con alcohol. El único licor disponible era la decantadora de vino en forma de cisne, acompañada por bocadillos lujosos y un par de copas altas. —Ponte comoda —ofreció él removiendo la chaqueta de sus hombros para dejarla en la percha.
Kagome avanzó con ligeros giros de tobillo, bamboleando las caderas hasta sentarse sobre la superficie de terciopelo azul. —¿Vino? —cuestionó escaneando la mesita.
—¿No te gusta?
—No he tenido muchas oportunidades de tomarlo —dijo como si se tratara de la absoluta verdad. Inuyasha hizo una expresión de ternura hacia ella, encontrandola adorable. Se aflojó los puños de la camisa subiendo las mangas hasta el borde de sus codos.
—No te preocupes, es un buen vino —prometió sentándose a su lado.
—Entonces quizá deba probarlo —insinuó estirando la mano hacia el cristal. De forma caballerosa, él sirvió ambas copas ofreciendo una entre sonrisas coquetas. —No era necesario que hicieras eso —lo abucheó haciendo un mohín con los labios.
—Eres mi invitada ¿Cómo podría permitir que te sírvas a tí misma?
—Oh, basta. Eso es demasiado incluso para tí.
—Ja, ja, ja ¿Te parece?
—Por supuesto. No creo que lo hagas por ser un buen samaritano.
—Me atrapaste. No quiero ser un santo contigo. En realidad, esperaba una de esas recompensas que das siempre que hago algo lindo por tí.
—¿Crees que esto es lindo?
—Al menos espero que no pase desapercibido —. Despacio, el albino se acercó a ella, depositando un delicado beso sobre su mejilla, apenas un rose tenue como las libélulas tocando la superficie del agua. Kagome sonrió de lado. —Los bocadillos también son buenos. Pruebalos.
Él estaba haciendo su mejor esfuerzo para ganarsela, debía admitir. Le habló sobre el tipo de vino servido, como haría un erudito en la bebida, disolviendo en gran medida la brecha restante entre sus fantasías y la realidad. Llegado un punto terminaron con la charola de comida vacía y la decantadora a una gota de terminarse. Sin embargo, todo pasó a segundo plano cuando Kagome estiró los dedos, tocando la comisura de los labios masculinos para remover restos de migas alrededor.
Inuyasha se quedó en su sitió, bajando los ojos para observar su mano acariciarlo, trazando desde esos dedos delicados a lo largo de su brazo, la clavícula, su cuello y finalmente su rostro. Los ojos de ella brillando con intenciones claras. Las miradas que intercambiaron, solo cimentaron la impaciencia, el deseo.
Él también se aventuró acunando la mejilla de Kagome entre su palma. Deslizó los dedos hasta detrás de su nuca, enredandose con las hebras azabache durante el proceso. El cuerpo de ambos se inclinó despacio, apenas mezclando sus alientos. Un exordio inquieto. El beso llegó suave, con apenas un roce tenue.
Inuyasha miró más a conciencia los rasgos de ella, esas pupilas marrón dilatadas, bailando de un lado a otro, signo de que ella también lo escrutaba por primera vez de cerca. Con su pulgar recorrió la tersa mejilla pálida, jugó con la comisura de su boca antes de atacar con cierta fuerza. Kagome se impulsó para abrazarlo por el cuello, halando hacia ella hasta tenerlo prácticamente encima.
¿Podría culpar al licor por su impaciencia?
Mentiría si dijera que no lo provocó a propósito. Por primera vez, en todos sus años como estafadora, su falsa personalidad flaqueó ante la amena atmósfera. Estuvo a punto de ceder y entablar una conversación más interactiva con él, compartiendo lo que ella también sabía del vino e incluso darle algunas recomendaciones.
¡Pero!
Se suponía que ella no conocía sobre el tema, sobre todo, que ella no era tan complicada. Mientras más conocimiento tuvieras, la gente más se preguntaría dónde o cómo lo adquiriste. No concebía cuanto pudo descubrirse si chistaba aunque fuera media frase; quizá este era el llamado "encanto natural" de un hombre, siendo la primera vez experimentandolo tener ocupados los labios fue la mejor opción a largo plazo.
El beso creció vertiginoso, una mezcla de lenguas chascando, labios mordidos impregnados de crema labial alrededor, como un niño incapaz de devorar apropiadamente un helado. Él estiró la mano, metiéndose por debajo de su espalda, abrazando fuertemente, sintiendo las uñas de ella aún sobre la tela de su camisa.
Cuando Kagome dejó escapar un jadeo, Inuyasha sonrió contra sus labios, cambiando la dirección del acto hacia el cuello de ella. No queriendo ser superada, luchó contra su propia melena hasta exponer su piel en todo esplendor. Lo dejó morder a su gusto entretanto le respiraba en la oreja, provocando tirones en la entrepierna del joven.
Lo acarició por toda la espalda, metiendo las manos por debajo de esos bíceps duros hasta abrazarlo. A estas alturas, Inuyasha se encontraba tumbado sobre ella, haciéndose camino entre sus piernas. Mandando al recóndito de su mente el carterón lastimando su omóplato. Él siguió succionando y lamiendo la piel de porcelana, sintiéndose cada vez más sofocado.
Podía percibir su propio torrente sanguíneo enviar oleadas masivas de calor a su miembro cada vez más dolorido, sintiéndose capaz de tomar a la mujer ahí mismo, no obstante, un recordatorio lo frenó justo a tiempo. Besó algunas veces más, renuente a separarse de esa boca pero al final esclareció su cabeza. —Joder. Esta sin duda se lleva el premio a la mejor recompensa que me has dado —dijo ayudándola a limpiar el labial corrido.
Kagome estaba desconcertada, no esperó verlo detenerse tan de pronto. —¿En serlo? Creo que puedo hacerlo incluso mejor —observó pasando los dedos para quitar el violeta de los labios masculinos.
El albino se remeneó inquieto, a penas controlando sus ganas de lanzarse a ella como un famelico. —Estoy seguro de eso corazón, es solo que no tengo ningún preservativo conmigo —confesó acariciando los labios ligeramente hinchados de Kagome.
La azabache por su parte, traía un par de condones en el carterón, deliberando si le ofrecía seguir la línea actual hasta que sintió al chico levantarse de su posición. —Todavía es temprano ¿Por qué no discutimos esas reglas fundamentales en este juego a punto de iniciar?
Continuará...
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