Capítulo 11: Shikon.
Tan pronto como Kagome y Koga hicieron contacto visual, la chica se separó del albino como si quemara. Al sentir toda la hostilidad desde su espalda, no dudó en abrir el apetito de Inuyasha. No hubo nada tan motivador como una competencia.
Koga también captó el mensaje del albino. Pero una cosa era entenderlo mientras otra completamente distinta fue hacerlo. —¿Estás bien? —cuestionó el de ojos azules, escaneándola de pies a cabeza, incluso se acercó tomándola de los hombros para examinarla.
—Si, estoy bien. Solo resbalé de la estructura —contó quitando las manos de sus brazos, otorgándole una sonrisa culpable.
Inuyasha observó el intercambió sin interrumpir, hasta ese punto. —¿Qué se supone que haces Koga? ¿La nueva escalando para hacer el inventario, dónde está la maldita escalera?
El moreno se sintió contrariado, era cierto que había una escalera, pero le había pedido a la chica que no subiera. Cuando oyó su grito vino sin pensarlo dos veces. Si no hubiera visto lo sucedido en la lejanía, él mismo ya estaría cuestionando al albino por tomarse esas libertades con ella.
—No. No es su culpa. En realidad Koga me pidió que evitara subir —admitió Kagome abiertamente —Fue mi error. Ya había terminado lo que él me encargó y pensé que sería más rápido si también comenzaba con lo de arriba —ninguno de los dos pudo objetar nada con esa confesión. Naturalmente, Koga olvidó su agravio para decirle.
—Lo importante es que te encuentras bien ¿No te duele nada?
—De verdad. Solo fue un pequeño susto. El joven Inuyasha me ayudó a bajar de ahí.
El de ojos ámbar se sintió presumido, cruzando los brazos cambió su peso de pierna para echarle una mirada al otro chico, quien inmediatamente torció el gesto. Parecía que Inuyasha finalmente había encontrado un sustituto para Kyo. Una elección que no le gustaba una pizca a Koga. Estaba a punto de hablar cuando el hijo de Izayoi lo detuvo abruptamente. —Ve a comer Kagome.
Su voz autoritaria era un comando categórico, el enfrentamiento parecía estar tomando un rumbo distinto. Sintiéndose mal por la manera tosca de Inuyasha para tratar a su compañero, eligió llevarlo con ella. Si se iba dejándolos solos, el moreno podría pasarlo mal —Ah, claro. Disculpe, tengo algo que preguntar ¿Cree que podría hacerlo antes de mi almuerzo? —sus ojos grandes y brillantes se clavaron en el hijo de su jefa, haciendo imposible ignorarlos. La solicitud de atender su petición Inmediatamente fue implícita.
Inuyasha la observó antes de elegir marcharse también. Tenía planeado causarle dificultades a Koga, sin embargo esta conversación se volvió más importante. —Continúa el inventario —habló su última encomienda al otro. —¿De qué se trata? —cuestionó dándose la vuelta para empezar a caminar, un indicativo de que ella debía ponerse al corriente.
Sin demora, Kagome siguió sus pasos. —Estaba pensando, si podría cambiar mi día de descanso con la señorita Hitomiko. Tengo algo urgente que hacer el lunes.
—¿Algo urgente? —la ceja gruesa del muchacho se alzó con desconcierto. Ella asintió repetidas veces para hacer énfasis en el asunto. Los ojos ambares brillaron con astucia al verla desesperada por el favor. —No hay problema si Hitomiko está de acuerdo. Lo único que tendrías que hacer es hacer la limpieza de la oficina por ella.
Todos los martes, la oficina era ordenada por la mayor, llevándose de una hora a hora y media en el proceso. Estas eran exactamente las palabras que Kagome quería oír. —¿Limpiar la oficina?
Inuyasha movió la cabeza en afirmativa. —Es lo que hace Hitomiko todos los martes. Si quieres cambiar tu día de descanso, deberás asumir esa tarea por ella. Al menos la siguiente semana —su voz despreocupada dio a entender poco interés por el asunto. No obstante, estaba deseando encerrarse con ella y hacer toda clase de preguntas personales. En especial, si tenía novio. Tal vez quisiera una aventura, pero no le apetecía ser un tercero en discordia.
Kagome pareció meditarlo, luego asumió —Claro, lo haré. Muchísimas gracias —habló de forma amigable —Entonces me retiro a mi hora de almuerzo. De nuevo gracias.
Al poco tiempo que ambos se alejaron de la bodega, Ayame salió tras su escondite. Cuando tuvo un momento libre se dispuso a venir para observar los movimiento de Koga, no le daba buena espina el pretexto del inventario para dejar a ellos dos ahí encerrados. Quién podía imaginarse a Inuyasha interviniendo.
Al parecer, él ya estaba encaminado. Lo que necesitaba ahora, era enviar a su nueva compañera de trabajo hacia el ambarino, nadie sabía ni ella se molesto en divulgar la información. Un día, accidentalmente se enteró de la verdadera identidad de Kyo, comprendiendo muchos aspectos de la relación entre el hijo de Izayoi y la modelo.
Tenía la certeza de que tan pronto como volviera Kikyo, Kagome no tendría oportunidad alguna, debió allanar camino entre ambos; para eso usaría la salida de esta noche. Con ánimos renovados volvió sobre sus pasos; conociendo al moreno, la alejaría tan pronto como entrara a verlo.
A estas alturas, Hitomiko se cambiaba mientras Kagome sacaba sus pertenencias del locker, llamándola. —Disculpe, señorita Hitomiko ¿Podría pedirle un favor? —cuestionó ajustándose el tirante de su cartuchera.
La mayor salió del cubículo abotonando su suéter. —Por supuesto Kagome ¿De qué se trata?
—Escuche, sé que es muy repentino, pero necesito cambiar mi día de descanso con usted. Este lunes —. Una mueca asombrada emergió en el rostro siempre tranquilo. Revelando su sorpresa a raíz de la petición. —Sé de verdad que es muy poco tiempo para pedírselo, es solo que necesito este favor de forma urgente ¿Creé que sea posible? Prometo ayudarla con el inventario para que no tenga mucho que hacer el lunes. Por favor —suplicó juntando ambas manos a la altura de su cara.
Hitomiko alisó su cabello, meditando. —Si el joven Inuyasha lo aprueba, no creo que haya un gran problema.
Kagome estaba extasiada. —No se preocupe por eso. Se lo comenté al joven Inuyasha hace un rato. Tampoco tiene inconveniente. Entonces... —la expectativa se hizo presente en su voz. Esperando.
La mayor encontró esto incluso extraño ¿Por qué obtuvo primero el permiso de su jefe en lugar investigar si ella podía? Sin embargo, con el consentimiento del albino en juego, no pensó demasiado para acceder finalmente. —De acuerdo, entonces cambiemos de día —afirmó reponiendo la sonrisa en el rostro. —Aunque si espero que me ayudes con el inventario — medio bromeó, medio fue seria.
La azabache incluso liberó una risa cantarina —Por supuesto. Cuenta conmigo —aseguró alzando un pulgar con alegría.
No sabía si era por la practicidad de los trucos que Miroku le enseñó en el pasado o la naturaleza amable de la mujer, su plan de actuar primero y luego avisar funcionó. En cualquier escenario, una fase más se completó sin obstáculos.
Tras volver. Kagome no regresó con Koga para continuar el conteo de la bodega, Yura tomó su lugar entretanto la de ojos marrón le ayudaba a Hitomiko computando todas las listas. Llegado el momento de cerrar, el equipo esperaba a que el moreno pusiera los candados de la tienda; donde Ayame aprovechó para preguntar.
—Oye Kag ¿Nos adelantamos?
¿Kag? ¿Desde cuándo Ayame la trataba con tanta familiaridad? —¿Adelantarnos? ¿A dónde? —no pudo evitar el recelo modulado en sus preguntas. De repente ser tratada con esa amabilidad por parte de la pelirroja le produjo desconcierto.
—¿Koga no te dijo? Estamos planeando ir a tomar un trago. Vienes ¿Verdad?
—Ah, sobre eso. Había comentado algo. Pero no creo poder ir.
Las aspiraciones del grupo se desinflaron con su negativa. Entonces, Jakotsu intervino. —¿Cómo que no vienes, pastelito? ¡Se supone que es tu bienvenida al equipo! —soltó; sujetandola por los hombros, dándole pequeñas sacudidas.
El escándalo naturalmente, llegó a los oídos de Inuyasha. —No se va a acabar el mundo porque no vaya con ustedes —minimizó él, con las manos en los bolsillos de su chaqueta.
El joven amanerado frunció el ceño en su dirección, entonando con agravio. —Puede no ser importante para tí. Pero nuestro pastelito ya casi va a hacer un mes con nosotros. Para ser alguien nuevo, te ha aguantado bien. Es primordial llevarla por un brindis —dictaminó como si hablara de un deber u honor nacional.
Divertida por sus palabras, Kagome sonrió brillantemente antes de proponer —Hoy no tengo tiempo. En serio lo lamento, tal vez mañana; si todavía quieren ir.
—¡No! Hoy tienen karaoke abierto —. Jakotsu había tomado las manos femeninas entre las propias, haciendo un puchero de frustración. Parpadeando repetidas veces para ganarse la simpatía de la azabache.
—Vamos Kag. Jakotsu va a desmayarse a este ritmo —comentó Yura palmeando la espalda del aludido.
A punto de ceder, la susodicha torció la boca, entonando —Bueno...
—Si puedes esperar a mañana, Jakotsu. Los llevaré a Shikon en su lugar —. El silencioso albino le robó la palabra. La elocuencia del otro joven le dio una buena idea. Aunque hacía bastante no necesitaba impresionar a nadie, mucho menos a una chica; vio su oportunidad para resaltar.
Kagome giró el rostro en su dirección, tan rápido que casi se rompía el cuello ¿Qué acababa de oír?
El resto del equipo también mostró muecas de asombro, clavando sus miradas en el sujeto de controversia. La primera en hablar, fue Yura; llevándose los dedos a la barbilla. —¿En serio? —sonó escéptica.
—Si. Los llevaré ahí. Deja de fastidiar.
Por su lado, Higurashi quería lanzarse al albino ahí mismo para besarlo, llenarlo de agradecimiento por su propuesta.
Shikon.
Ese era el lugar donde deseaba infiltrarse y para lo que necesitaba a Inuyasha. Era un centro nocturno de renombre que ocupó un edificio gigantesco y lujoso. No era fácil ingresar sin tarjeta de membresía, la que pocos tenían derecho o poder de adquirir.
El padre de Inuyasha era alguien con conexiones lo suficientemente grandes como para hacer que sus hijos obtuviera un pase chasqueando los dedos. Tras investigar a la familia Taisho, Kagome supo de las reuniones que patrocinaba el hijo menor de Toga para sus empleados cuando terminaban las vacaciones de sus padres, justamente ahí. Quería usar esa oportunidad para manipular la tarjeta de entrada e infectar la red de Shikon.
El sitio era similar a una caja de Pandora para Naraku. Puesto que era su más grande centro de operaciones en la actualidad, también fungía como un almacén informativo. Si pudiera obtener acceso a ese tesoro incalculable, Naraku tendría un pie en la cárcel, un pie dentro de su ataúd.
El equipo de la azabache había gastado un esfuerzo considerable infiltrando a uno de los suyos desde hacía seis años como mesero del lugar, de quien supieron sobre una abrumante cantidad de discos duros nuevos ingresando a sus paredes. Además, los constantes contactos poco claros con otros funcionarios públicos corruptos, yakuza, mafia extranjera e incluso traficantes de armas. Debido a la conveniente posición de su topo, no quisieron arriesgar la única fuente de información interna enviándolo a hacer el trabajo de infección.
Habían elegido utilizar un objetivo con membresía a cambio. Tras buscar sobre los escasos candidatos, llegaron a la familia Taisho, por consecuente; a Inuyasha.
El joven era un tipo rico, que no se relacionó con demasiadas personas. La ventaja de su pase, era poder dar ingreso a un grupo de quince sin membresía. Además no poseía ningún vínculo potencialmente peligroso alrededor; era perfecto, al menos en ese aspecto. Sin embargo necesitó fingir ignorancia. —¿Qué es Shikon? —hizo la cuestión arrugando las cejas.
Jakotsu ya se estaba emocionando hasta percibir sus palabras —Shikon, querido pastelito. Es el antro más fabuloso de todo Japón. Con el barman más guapo del universo entero —chilló juntando sus manos en un gesto melodramático. —¡Pastelito, eres mi amuleto de la suerte! Veré al amor de mi vida antes de tiempo gracias a tí.
—Ja, ja, ja. Okay. Lo tengo —se burló recibiendo el efusivo abrazo de él. —Pero ¿No es abusar mucho de su amabilidad, joven Inuyasha? Siento que pagar los tragos de todos...
—No es la primera vez que vamos —el susodicho le restó relevancia a la cantidad. Para obtener lo que quería, no le importó reducir su cuenta bancaria todo lo que ella deseara. —Entonces ¿Están de acuerdo o no? —se impacientó observando fijamente a Kagome, por supuesto le interesaba la aprobación de ella en específico.
—Si no le molesta. Sería un desperdicio rechazar una bienvenida como esta —se encogió de hombros tiernamente.
El dúo Yura-Jakotsu celebró tan pronto se concretó la planificación. Ellos amaban los días de salidas más que el resto. Ayame se sintió un poco abrumada por los hechos. No esperó tal ofrecimiento, aunque pensándolo bien era mejor deslumbrar a la otra con todos los métodos. Albergando nuevos sentimientos de satisfacción se unió a los festejos.
Hitomiko no acostumbraba a ir, exceptuando las veces en que los dueños los invitaban a una cena en Navidad, por lo tanto, se mantuvo al margen observandolos de manera divertida. Enseguida, Koga finalizó su labor con los candados aún consciente de toda la conversación.
Desde la interrupción de Inuyasha en la tarde, su humor no podía mejorar, incluso ahora la reunión incluía a su insufrible jefe. Genial.
Sin mucho tacto, le ofreció las llaves casi golpeando el pecho a su fuente de enojo. —Ya —prorrumpió soltando el llavero. La hostilidad era casi palpable a través del aire.
—Se pueden ir. Nos vemos mañana —sentenció Taisho tras recibir las llaves. Se alejó con pasos tranquilos sin perturbarse un poco sobre la actitud de Koga. La tensión no se había disuelto por completo, impulsando a Jakotsu quien arrastró a Yura y Kagome para hacerlas caminar mientras se despedían del resto.
Una hora después, la de ojos chocolate arribó a su departamento informando de inmediato sus avances.
—Dime que todos mis registros están limpios. Inuyasha piensa llevarnos a Shikon mañana.
—¿Mañana? —Miroku alzó una ceja. —No pensé que fueras a entrar tan pronto —enfatizó, orgulloso por el avance. —De cualquier manera, no te preocupes, tus pasos están limpios y los registros falsos de los últimos años se conectan con tu trabajo.
El reflejo del ordenador se vislumbró en sus pupilas agudizandose. —Perfecto.
Continuará...
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