★Capítulo 3★

★Tabatha★

Mei y Sonne me seguían desde atrás, mientras yo caminaba por el pasillo hacia mi habitación.

Luego del almuerzo, no había vuelto a ver al príncipe. En la cena había comido sola, pues ni siquiera la reina había hecho su aparición. Al parecer esta familia era muy unida— nótese el sarcasmo—.

— Mañana debe despertar temprano—, me avisó Mei mientras yo entraba en mi habitación— la Institutriz Hether iniciará su primera clase a las ocho de la mañana, así que debe estar despierta a las siete—. Yo me giré hacia ella y esta desvió la mirada para posarla en la elfa.

— Son órdenes del príncipe—. Respondió Sonne y yo me mordí las paredes de mis labios.

— Entiendo—. Respondí— Ahora, ¿Qué harán? ¿Se quedarán de pie en la habitación o irán a dormir a sus propias habitaciones?

Sonne y Mei hicieron contacto visual por unos cortos segundos.

— Nos turnaremos para hacer vigilancia, lady—. Respondió Mei— Yo seré la primera.

— No se preocupe—, añadió Sonne— seremos como fantasmas. Ni siquiera notará nuestra presencia.

Y fue verdad.

Ni cuando me cambié, ni cuando me acosté en la cama sentí la presencia de Mei. Ella se mantenía en una esquina se la habitación, sentada sobre uno de los asientos cerca de la puerta sin emitir ningún sonido, pero con los ojos puestos en mí.

Por un momento me pregunté que tan grave sería la situación con las demás chicas desaparecidas y que tan estrictas eran las leyes como para que Mei no dejara de mirarme de esa manera.

Luego de acostarme en la cama y cerrar los ojos, el sueño no tardó en llegar. Silencio y tranquilidad era lo que habitaba en mi sueño. Hasta que:

Una y otra vez... Camina hacia la corona, solo ella te puede salvar.

La voz sonaba hueca, como si se encontrara dentro de una cueva. No podía ver con claridad, pero no estaba oscuro, más bien estaba iluminado. Tan iluminado que apenas podía ver quién me hablaba.

Una y otra vez—. Seguía diciendo— La historia se repite—. Fruncí el ceño cuando intenté hablar sin lograrlo— Camina hacia la corona...hacia la corona...solo hacia la corona—. Repetía una y mil veces mientras yo trataba de gesticular alguna palabra, pero no podía— No te detengas. Él espera por ti. Él siempre espera—. Quería preguntar de quién de trataba, pero me era imposible.

Lady Tabatha—, arrugué los ojos con somnolencia— lady Tabatha—. Abrí los ojos para toparme con los de Sonne.

La misma se encontraba de pie frente a mi cama, sosteniendo un conjunto color lila en las manos. Ella me miraba con las cejas y los labios fruncidos. Parecía, preocupada.

—¿Se encuentra bien?— preguntó cuando yo me senté en la cama, con las manos posadas en las mantas sobre mis muslos— Estaba...hablando dormida—. Mi cabeza se elevó y la miré fijamente a los ojos.

—¿Qué estaba diciendo?— pregunté con curiosidad.

— No podía entenderla—. Respondió ella— Pero parecía muy frustrada. Como si estuviera corriendo por alguna razón... El baño está listo—. Siguió ella mientras dejaba el vestido sobre la cama.

Solté un suspiro y me retiré las mantas para levantarme de la cama, antes de que ella pudiera ayudarme a hacerlo. No entendía todo ese afán por ayudarme hasta a caminar. No era manca y tampoco estaba lisiada. Podía hacerme cargo de mis propios asuntos yo sola.

— La Institutriz Hether llegará en una hora—. Avisó mientras yo me dirigía al baño— Tengo órdenes de prepararla para bajar a tomar el desayuno con el príncipe Cayden—. Siguió comentándome mientras yo me retiraba el camisón sin importarme que ella estuviera presente. Aunque a ella tampoco pareció preocuparle, más bien, me ayudó a retirarlo.

— Gracias—. Agradecí mientras entraba en la tina que ya se encontraba preparada—¿Dónde se encuentra Mei?

— Mei se pasó casi toda la noche haciendo guardia—. Explicó— Se reunirá con nosotras más tarde—. Siguió diciendo— Luego irá a almorzar. El príncipe no estará presente, pero ordenó que después del almuerzo fuéramos a la tienda de Madame Silveira para elegir un vestido para la fiesta.

—¿Qué fiesta?— pregunté mientras dejaba que el agua burbujeante cubriera todo mi cuerpo hasta el cuello.

— La fiesta de bienvenida que Su Majestad, la reina Sera está preparando para el príncipe—. Respondió.

— Entiendo—. Dije asintiendo con la cabeza mientras jugaba con las burbujas de la tina.

—La dejaré para que se lave—. Dijo y salió de la habitación.

Yo me quedé un rato dentro de la tina y luego salí, tapándome el cuerpo con una toalla antes de adentrarme en el dormitorio donde Sonne me esperaba con la ropa que iba a utilizar hoy. Ella me ayudó a vestirme y peinarme, para después acompañar el al comedor donde— efectivamente— se encontraba el príncipe Cayden.  El mismo fue muy cortés a la hora de saludarme y solo cuando tuve el desayuno frente a mí, él comenzó a ingerir el suyo.

Yo miraba de reojo el plato con esa...lo que sea de color rojo que él se encontraba cortando con un tenedor y un cuchillo. Pero al parecer el príncipe se dio cuenta, pues levantó la vista y elevó levemente el tenedor con un pedazo de lo que parecía una especie de pancake con sangre... O tal vez era solo mermelada.

— Lo llamamos torta roja—. Dijo de repente— Noventa por ciento de harina y diez por ciento de sangre—. Entre abrí la boca por su explicación y luego asentí con la cabeza— Solo lo comemos en el desayuno. Ayuda con...el frenesí—. Concluyó su explicación antes de centrarse de nuevo en su desayuno.

—No era necesaria la explicación—. Dije sin querer dejar morir la conversación. Debía saber más sobre ellos si quería saber cómo escapar.

—La curiosidad parecía capaz de hacerla explotar en cualquier momento—. Dijo sin más, metiendo otro pedazo de torta en su boca— Me comentaron que hoy inician sus tutorías—. Mencionó después de tragar y yo asentí con la cabeza.

—Sonne me comentó que la Institutriz Hether era muy buena en su trabajo—. Ni siquiera recordaba lo que ella me había dicho sobre la docente, o si me había dicho algo.

—Es un poco estricta, pero creo que serás un buen experimento con el que tratar—. No pude evitar incomodidad ante su comentario.

—¿Experimento?— pregunté tratando de ocultar mi enojo por ello.

—Así les llama a todos—. Respondió— No importa tu clase social o lo que seas. Ante sus ojos serás vista como un conejillo de India.

—¿Usted también...?

—Sí—. Respondió— Y mis primos—. Añadió.

—¿Tiene primos?— lancé la pregunta. Si tenía la oportunidad de conocer más sobre el tal Royce, no podía perder la oportunidad.

—Tenía cinco primos—, respondió— pero luego de la guerra solo quedaron tres—. Se encogió de hombros— De esos tres, solo tuve contacto con uno.

—¿Él es... Un príncipe igual que usted?— pregunté tratando de no parecer ansiosa por la respuesta. El príncipe no pareció notarlo .

—Es príncipe del reino Engelfeen —. Respondió.

¿El reino Engelfeen?

— Pensé que era un cuento de hadas—. Comenté.

El reino Engelfeen había formado parte de las historias que los padres solían contarle a sus hijos antes de dormir. Las historias que trataban sobre un joven caballero hada que se dedicaba a vivir aventuras llenas de magia y fantasía.

Cada capítulo trataba una aventura diferente, donde el caballero debía superar obstáculos y enfrentarse a bestias gigantes. Sin embargo, a mí siempre me había gustado el reino. La historia contaba sobre un castillo hecho de piedras blancas que brillaban, sin necesidad de la luz solar u otra fuente de luz. Solo la magia de las hadas presentes en cada esquina del reino eran suficientes para causar tal brillo en sus paredes de caliza bañadas con polvo de hadas.

El reino se encontraba sobre una montaña, con una cascada tan grande que cubría todo a su alrededor, dejando solo una entrada para pasar al castillo.

El libro contaba que ese reino se hallaba oculto entre dos mundos y que sólo los elegidos podían encontrarlos. Pero una vez que salías de él, era casi imposible regresar a menos que tú vida hubiera llegado a su fin. Por ello, el joven caballero nunca había logrado regresar a su hogar y si lo hizo, nunca lo supe pues, una vez crecida dejé esas historias atrás.

— Lo es, de alguna forma—. Comentó el príncipe— El escritor es anónimo, pero al parecer de alguna forma conoció el reino, pues supo describir casi perfectamente la majestuosidad del lugar, según me había contado Royce.

Ahí estaba—, pensé— el nombre que necesitaba.

—¿Royce?— me hizo la que no tenía ni idea.

—Mi primo, así se llama—. Respondió este y me sorprendió con una sonrisa que mostró esa arruga en su mejilla.

—¿Usted nunca ha ido a ese reino?— pregunté, desviando por completo el tema de conversación solo por curiosidad.

—Nunca me han invitado a ir—. Respondió— Y al parecer, tampoco soy un elegido.

—Entiendo. Entonces supongo que tampoco sabe dónde queda el reino—. Traté de sacar un poco más de información sobre el reino que hasta ahora no sabía que existía.

— No lo sé—. Respondió.

—¿Ni siquiera tiene una idea?— pregunté.

—Tal vez en el Páramo—. Respondió y yo traté de recordar ese nombre, pero nunca lo había oído.

—¿Qué es el Páramo?— pregunté.

—El Páramo, según los mitos, es un sitio oculto a la vista de los humanos—. Dijo— Dicen que para llegar a él, debes adentrarte en las aguas del río Ferd—. A este punto estaba muy interesada en el tema.

—¿Dónde queda ese río?— pregunté y el príncipe dejó salir una risa que me provocó confusión.

¿Qué le daba tanta gracia?

—No creerás eso, ¿Verdad?— preguntó y yo fruncí el ceño. Todo este tiempo me había estado tomando el pelo.

—¿Por qué no lo iba a creer?— pregunté— Hasta este momento no sabía que el reino de las hadas era real.

—Sí, pero—, dijo sin dejar de sonreír— el río no es real. Nadie lo ha demostrado.

—Tampoco han demostrado que no sea real—. Respondí— Y si es la única forma de llegar al reino de las hadas, valdría la pena intentarlo.

—¿Quieres ir a Engelfeen, Angel?— preguntó, esta vez serio. Ya no había ni una pizca de diversión en su mirada.

—Tal vez...— respondí— Sería un hallazgo muy interesante.

— Ni siquiera sabes si es posible llegar pasando el río—. Respondió.

—Podría intentarlo y llegar—. Dije yo.

— O intentarlo y ahogarte. Entonces no habría valido la pena todo el esfuerzo—. Mencionó y yo rodé los ojos— Además, no es la única forma de entrar al reino. Siempre puedes ser invitado por la reina o el príncipe...— se quedó en silencio de repente. Luego, regresó la mirada hacia mí y se recostó al espaldar de la silla como si de hubiera dado cuenta de algo que no había notado en un principio— Aunque creo, que no te gustará estar allá en estos momentos.

—¿Por qué?— pregunté y él se reacomodó en el asiento antes de responder.

—Digamos... que está haciendo demasiado frío últimamente—. Contestó y siguió desayunando.

—Pero...

—La Institutriz Hether debe estar al llegar—. Me interrumpió— Deberías acabar tu desayuno antes de que lo haga—. Dicho eso no volvió a hablarme y yo me tuve que limitar a acabar con mi desayuno en silencio.

Luego de terminar, Sonne y Mei me recogieron para llevarme a la sala donde la Institutriz Hether me estaba esperando ya con un libro en mano y una cartera de cuero junto a ella. Llevaba su cabello negro recogido en una trenza y usaba una túnica negra que le tapaba hasta los tobillos. Sus ojos verdes me miraban con recelo, mientras yo seguía observándola detalladamente.

Tenía pómulos finos, una nariz pequeña pero pronunciada y unos labios rojos. Su piel tenía un tono parecido al de la miel, pero más clara y noté también una cadena plateada con un dije en forma de cruz.

Ella también me detalló y yo no pude evitar sentirme un poco incómoda ante su mirada. Llevaba un vestido de seda con tono lila. Las mangas largas hechas con encaje que se enredaba en mis brazos hasta mi muñeca y una cadena dorada colgaba en mi cuello. Admito que no era lo más elegante, pero para mí era suficiente. Después de todo, nunca había sido fan de este color hasta que me lo había probado. Me sentaba de lo más bien con mi piel y mis ojos.

—¿Eres Tabatha?— me preguntó al final y yo asentí— Palabras, cariño. Si vas a pertenecer al lado del príncipe, necesitas tener la suficiente confianza como para responder con palabras.

—Sí—. Respondí después de unos segundos en silencio— Mi nombre es Tabatha...

—Señorita Hether, para ti—. Respondió poniéndose de pie y caminando hacia mí— Veo que tienes mucho atractivo—. Dijo mientras me rodeaba, sin apartar los ojos de mí— Te falta mejorar tu postura y debes aprender a caminar, pero para eso estoy aquí.

» Tu cabello también hay que arreglarlo. Aunque lo traigas trenzado, puedo notar las puntas quemadas y debes cuidar tu piel. No queremos más accidentes como el de tu rodilla—. Fruncí el ceño y elevé el vestido hasta alcanzar mi rodilla. La tenía raspada y ni siquiera sabía cómo había ocurrido— Una dama nunca se levanta la falda en público—. Solté la falda al escucharla hablar.

La Institutriz Hether se paró frente a mí y me volvió a detallar de pies a cabeza antes de chasquear la lengua y negar con la cabeza.

— Tenemos mucho que arreglar antes de esta noche—, comentó— por suerte me tienes aquí. Soy la única capaz de arreglar el desastre que eres... O al menos la única que se atrevería a intentarlo antes de la fiesta de bienvenida del príncipe—. Siguió diciendo y se giró para ir hacia su asiento y tomar el libro que tenía en manos— Iniciaremos por lo más importante—. Dijo y me miró— Y con lo más importante, me refiero a lo que necesitas saber para hoy.

— Está bien—. Contesté y la señorita Hether pareció conforme con mi respuesta, pues abrió el libro e inició con la primera de las enseñanzas.

Holi, espero que les haya gustado el capítulo.

Por si quieren conocer más, pueden seguirme en mi canal de WhatsApp y mi cuenta de Instagram donde publico adelantos, spoilers y memes. Ambos están en mi perfil.

Díganme que les parece la historia del reino de las hadas y los príncipes del mismo.

¿Qué creen que suceda a continuación.

¿Tabatha se llevará bien con ellos o tal vez no?

¿Qué les pareció el sueño y que creen que signifique?

Nos leemos ;)

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