★Capítulo 1★

"Un pacto que nunca debió existir".

- Palabras del padre Van Tefal, de la Real Iglesia Vampírica.

★ Tabatha ★

Dinero, poder y un enorme castillo era todo con lo que una chica podía soñar, pero no de la forma que me tocó a mí.

Ser sirvienta de sangre de un príncipe híbrido, donde corrían dos tipos de sangre tan peligrosos para los humanos como la vida misma- porque sí, la vida no es más que una cárcel triste y lúgubre, que nos llena de sueños y esperanzas, pero al final nos desecha y entrega a la muerte-, no era algo que yo hubiera deseado ser. Sin embargo aquí estaba, dentro de un carro que me llevaría hacia el que sería mi hogar por el resto de mi vida.

Llevaba un vestido azul oscuro de mangas largas y un velo cubría mi rostro. Según me había dicho el príncipe Cayden, no podía mostrarme hasta que él hiciera oficial mi estadía como dama de su corte. Fuera del auto, todos observaban atentos a la espera de que el príncipe saliera.

Uno de los guardias se acercó a la puerta y la abrió con cuidado. El príncipe Cayden salió del auto y automáticamente todos a su alrededor se acercaron dándoles sus bendiciones y saludándolo como si de un dios se tratara.

Este no les hizo el más mínimo caso y rodeó el auto, apartando al guardia y abriéndome la puerta para que yo saliera. Tardé unos segundos, pero al final me decidí a salir cuando la mano del príncipe se extendió en mi dirección. Él me estaba pidiendo en silencio que la tomara y yo lo hice.

Puse el primero de mis pies sobre el suelo y luego el segundo. Cuando saqué el resto de mi cuerpo, toda la multitud quedó en silencio. De repente yo me había convertido en el centro de atención y la idea no me parecía para nada atractiva.

El príncipe me guió hacia las escaleras y me hizo subir unos escalones antes de girarme de frente a la multitud y decirle algunas palabras a uno de sus sirvientes. Este me miró por unos segundos y yo le devolví la mirada, detallando su rostro en el proceso. No habían orejas puntiagudas, así que no se trataba de un elfo.

—¡Ciudadanos de Aurelle, que vienen a recibir al príncipe Cayden Aubrey Meurtrier-Elfen!—inició—¡Agradecemos su presencia y como recompensa les daremos el privilegio de ser los primeros en conocer a la nueva Cuore de su Alteza Real!—Todos me miraban con curiosidad, a la espera de que pronunciaran mi nombre—Les presento a Lady Tabatha Nova—. Dicho eso, sentí dos pares de manos delgadas que retiraron el velo y dejaron mi rostro a la vista.

Suspiros de sorpresa sonaron por todo el lugar. Las personas me miraban sin disimular la sorpresa y yo no sabía porque les sorprendía tanto. Según tenía entendido, no era la primera Cuore que el príncipe Cayden traía al reino.

— ¡Ella es...!— una mujer intentó hablar, pero alguien la calló.

—Vamos—. El príncipe me tomó de la mano y llevó por las escaleras hacia la doble puerta de madera blanca que se abrió a nuestro paso.

Un castillo, como el de cuentos de hadas que mamá me solía leer. El salón era gigante, con el suelo bañado en mármol blanco y varias columnas que se alzaban hacia el techo, adornadas por enredaderas artificiales del mismo rojo que la alfombra por la que caminábamos. Noté a algunas sirvientas lavando el piso, todas vistiendo con faldas verdes oscuras y una chaqueta del mismo color que tapa sus blusas blancas de telas resistentes para su trabajo; sin embargo, todas son de extravagante belleza con sus cabellos sedosos trenzados y orejas puntiagudas poco visibles debajo del gorro blanco en sus cabezas.

Una fila de guardias se mantenían firmes en las esquinas del salón, con lanzas sujetas en las manos y vistiendo armaduras plateadas tan brillantes que parecían haber sido pulidas esta misma mañana.

Debe ser una bienvenida-. Pensé en mi cabeza, ya que no cabía la idea de que a diario vistieran de esa manera.

Cuando llegamos al final del salón, una escalera doble, aún tapada por la alfombra, mostró un grupo de sirvientes bajando a prisa, siguiendo a un señor de cabello rubio, ojos azules y piel blanca, quién parecía ser el mayordomo del lugar por sus ropas elegantes color verde claro.

Al llegar donde nosotros, le hace una reverencia al príncipe y los sirvientes detrás de él imitan su acción.

— Un placer tenerlo de vuelta, príncipe Aubrey—. Dijo y regresó a su lugar, para enfocar su mirada en mí. Me pareció notar algo parecido al brillo en su mirada, pero se desapareció tan rápido como apareció— Usted debe ser la Cuore elegida por el príncipe—. Dijo y me extendió una mano para que yo la tomara.

Así lo hice y este dejó un beso en mis nudillos antes de posar sus ojos azules como el hielo en los míos: —Es un placer conocerla, lady Tabatha—. Me pareció ridículo mi nombre con el título, pero no hice ni una mueca de desagrado, solo dejé que ellos dos siguieran hablando, mientras yo me perdía en las banderas doradas que colgaban del enorme arco en las escaleras, con un símbolo parecido al de un fénix y espadas plateadas- casi invisibles-sobresaliendo de detrás de él. El techo se encontraba tallado con piedras preciosas y una enorme lámpara en forma de corona hecha con vidrios preciosos, que por las luces del techo la hacían más hermosa todavía.

—... ¿Le parece bien?—mi mirada cayó en el mayordomo y los sirvientes que se encontraban detrás. Todos ellos me miraban fijamente y yo los miraba igual, como esperando a que dijeran algo.

—Teruel espera una respuesta—. Dijo el príncipe y yo lo miré, para luego regresar la mirada al mayordomo frente a mí.

Había estado tan perdida observando mis alrededores que no me había percatado de lo que habían estado hablando. No pude evitar sentirme avergonzada por mi estupidez, pero como siempre había hecho, tomé las consecuencias de mis acciones en mis manos y me enfrenté ellos.

— Lo siento—, me disculpé, aunque mi rostro no mostraba ningún ápice de vergüenza— no estaba prestando atención a la conversación. ¿Me puede repetir la pregunta?

—Por supuesto—. Asintió el señor Teruel— Le preguntaba a la señorita si se encontraba en disposición de subir a sus aposentos y prepararse para la cena. El príncipe Aubrey debe atender unos asuntos antes—. Añadió y yo semi abrí la boca por la aclaración.

— Supongo que...está bien—. Me encogí de hombros y el mayordomo asintió.

— Bueno—, dijo y se corrió hacia atrás para señalarme al grupo de sirvientes detrás de él—ellas son Sonne y Mei—. Dos chicas dieron un paso hacia adelante y me hicieron una reverencia a modo de saludo—Han sido elegidas minuciosamente como sus sirvientas personales—. Dijo y yo regresé la mirada hacia ellas, pues la había desviado por la explicación del mayordomo— Como puede ver—, Añadió acercándose a una de ellas y corriendo su cabello hacia atrás. Ella no tenía orejas puntiagudas— una de ellas es humana, al igual que usted, pero Sonne si es de nuestra especie ya que va a necesitar a alguien que la ayude a entrar en nuestro sistema—. Explicó.

» Sus clases como señorita Cuore de un príncipe, serán impartidas a partir de mañana por una Institutriz también elegida cuidadosamente— Finalizó y luego miró al príncipe para añadir: — Su madre pidió un encuentro con la señorita, por lo que requiere que ambos estén a tiempo a la hora de cenar.

—Entonces será mejor que parta—. Respondió el príncipe y se giró hacia mí— Mei y Sonne están aquí para saciar tus deseos, Angel. Si necesitas algo, acude a ellas—. Dijo y luego se giró hacia el mayordomo— Entrégale una pluma para que pueda comunicarse conmigo.

—Así lo haré, príncipe—. Respondió este con un asentamiento de cabeza.

— Bien, me marcho entonces—. Dijo y se dio la vuelta, mirándome una última vez antes de perderse entre las enormes columnas del salón.

Yo me dejé guiar por los pasillos con paredes doradas, como el sol y suelos de mármol. El mayordomo me contaba todo lo que debía saber sobre el castillo, mientras entrábamos por un pasillo que nos guiaría hacia una puerta doble con colores pálidos y manillas de oro. Al abrirla, dejó a la vista una pequeña sala con dos muebles blancos, uno frente a otro y un gran cuadro donde se encontraba un prado veraniego con flores silvestres y a lo lejos un río pintado con colores cálidos, destacando entre el verde de la hierba y el rojo, amarillo y violeta de las flores.

Más adelante en la habitación, otra puerta más estrecha nos guiaría hacia una habitación enorme con una gran cama tapada con sedas doradas y blancas. Cuatro columnas de madera preciosa se alzaban y dejaban caer un velo blanco que se ajustaba al final de cada columna con hilos de satén dorado. A los pies de la cama se encontraba un sillón hecho de piel de venado y frente a él, en el suelo yacía una alfombra también dorada.

A los dos lados de la cama habían ventanales que dejaban a la vista la ciudad de los elfos y a lo lejos una pradera bañada por la luz del Sol. A mi derecha se encontraba una puerta oscura que, según me contaba Sonne, se dirigía hacia el baño y junto a la puerta había otra, de color blanca, que sería el armario. Pero no fui hacia él, sino que me dirigí hacia unas puertas dobles de cristal que quedaban en el otro extremo de la habitación y las abrí, dejando que la brisa mandara a volar mi cabello hacia atrás, mientras miraba el resto de la ciudad.

Era muy hermoso y debajo quedaba un pequeño espacio, dentro del muro que mantenía al castillo separado de pueblo. En él habían algunos bancos y al frente una enorme fuente, siendo rodeada por un enorme jardín de diversa flora y algún arroyo- que supuse estuviera ahí, debido a un pequeño puente que se alza casi al final del jardín y otro después de pasar la fuente.

—¿Se le apetece algo?—preguntó Mei, una de mis sirvientas.

Yo me giré y la detallé por un momento. Su cabello era negro y caía lacio sobre su espalda, recogida en una cola baja. Sus ojos grises y rasgados, piel pálida, labios carnosos y una pequeña nariz. No debía medir más de un metro con sesenta centímetros. En cambio Sonne si se veía más alta. Su cabello castaño iba recogido en una trenza que le llegaba hasta la mitad de su espalda. Dos flequillos ondeados tapaban ligeramente sus orejas puntiagudas. Sus ojos eran grandes y marrones, en contraste con su piel acaramelada. Tenía labios rojos y algunas pecas manchaban su nariz perfilada, como si la tinta de alguna pluma hubiera hecho su descenso sobre su rostro.

Ambas tenían hermosas facciones, sin embargo lo mantenían bajo modestia y no alardeaban de ello mientras me miraban a la espera de una respuesta.

— Estoy bien—. Respondí al fin— Necesito un poco de descanso.

—¿Quiere que le preparemos el baño?— me preguntó Sonne y yo asentí.

—Eso me gustaría mucho—. Respondí y después añadí un "gracias", al finalizar la oración.

— Sus deseos son órdenes—. Concluyó Sonne y ambas hicieron una reverencia antes de que Mei se dirigiera al baño y la elfa me llevara hacia el armario para elegir un conjunto que vestir.

Miré entre las opciones, observando que lo que más variaba eran los vestidos. Sin embargo habían añadido ropa informal y me decidí por una sudadera blanca y un pantalón negro antes de tomar una toalla y dirigirme al baño que me habían preparado.

Dejé que me ayudaran a despojarme del vestido, pero después les pedí que se marcharan antes de entrar a la tina con agua caliente. Mei había añadido pétalos de rosas rojas y había encendido una incienso que llenó de a poco al baño con olores relajantes.

No sé cuánto tiempo estuve dentro de la bañera, pero al salir Sonne me esperaba de pie en la puerta junto a Mei. Ambas parecían robots ahí de pie, por lo que me sentí incómoda. No sabía si podía expulsarlas de la habitación, pero por como se mantenían de pie, me daba miedo pedirlo.

Tomé mi ropa y la metí de nuevo para el baño. Si no tenía privacidad a las buenas, debía aplicar otras técnicas.

— Y bien—, dije al salir del baño—¿Qué me recomiendan hacer hasta la hora de la cena?- pregunté y ambas chicas compartieron una mirada antes de regresarla a la mía.


Hello!

Primer capítulo del libro. Así que quiero comentarios diciéndome que les parece del nuevo hogar de Tabatha.

Si es la primera vez que lees mis libros, te recomiendo que pases a mi perfil y busques las demás partes de la saga.

Apoyen mi historia con un voto ;)

Nos leemos más adelante

Chau chau

Mónica Iveth

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