directo a México.
Ya iban en camino.
El Americano iba atado de manos, no debía estar sin ataduras, después de todo, aún era parte del plan de los mexicanos tenerlo a su lado, su venganza se basaba en eso.
El padre de aquel joven era nativo de México, había tenido unos cuantos deslices con la esposa del padre de Killer, por lo cual, tenían que establecer una venganza.
Lastimosamente, el padre de Killer no estaba en condiciones como para planear algo, estaba en los peores momentos de su vida, no podía levantarse de la cama sin caerse, estaba casi casi al borde de la muerte.
Por lo que envío a su hijo a vengarlo, aunque sea, completar su último deseo antes de morir.
Y al parecer, su deseo se estaba cumpliendo.
– where we go?– preguntó mientras notaba como se movía el barco en dónde iban, un barco que transportaba más personas a sus lados.
– A México, vamos a Oaxaca al cantón del güero, allá sí hay más lujitos.– mantenía su vista al frente, mirando como su jefe iba al lado de una bella dama que tenía un bebé en brazos.
Normalmente no le gustaban las mujeres que ya estaban comprometidas a cuidar a un bebé, sí quería una mujer, la tomaba a pesar de que esta ya estuviera comprometida con algún otro hombre.
Todo era a su modo.
Y nadie iba a cambiar su perspectiva de la vida, él era el que mandaba.
Él era el patrón.
Y todos debían seguir sus reglas y mandos al pie de la letra.
...
Después de unas largas horas de viaje, lograron llegar a Oaxaca, y una vez en aquel estado, fueron a la mansión del patrón.
El Americano se quedó sorprendido, pues no imaginaba que su "cantón" fuera tan grande, al parecer era alguien bastante importante como para tener una casa así de grande y lujosa.
– órale, chiflando y aplaudiendo, no quiero relajo.– dijo el patrón para caminar a paso apresurado a los adentros de su hogar.
Por lo que sus compañeros, debían seguirle el paso y apresurar al Americano.
Los guardias recibieron a su patrón, le informaron cualquier hecho que había pasado cerca, aunque no había pasado nada que pudiera perjudicar a ese bando.
– Díganle a Lupita que quiero que empiece a acomodar las cosas para un nuevo invitado. Me quedaré unos días en lo que se acomoda todo y pienso mejor las cosas.– caminó sin preocupación hacia la parte superior de la mansión, parando de caminar cuando subió un pie en el primer escalón de la escalera, sosteniéndose de un brazo por la agarradera de la escalera, para voltear a ver por sobre su hombro al americano. – y tú, ven conmigo en lo que arreglan tu cuarto.– dijo para ya voltear su mirada hacia adelante y seguir subiendo las escaleras.
El americano, fué soltado, sabía que no podía escapar, sabía que era inútil escapar de alguien tan poderoso de él, así que, aceptó su destino, caminó siguiendo a su contrario hasta llegar al cuarto del otro.
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