CAPITULO FINAL
CAMILO
- ¡Un radio! - Exclamo a Cabul, corriendo por los techos. - ¡Dónde!
- ¡Por acá! - Cabul con su sable en mano y sin dejar de correr como yo, señala una casa metros delante en nuestra carrera.
Es igual a todas, precaria y de poca monta como todo lo que es este poblado, pero de la puerta con movimiento de hombres, acusa ser el epicentro.
Puedo ver desde la altura que estamos, la lucha entre la legión de León y los nuestros.
A punta de espadas, también de armas y de puños.
Humo y no, de esas chimeneas que divisábamos desde la montaña, ahora distingo de varios puntos por incendios premeditados y consumiendo este poblado de bandidos y como testigo de todo apenas cubierto por nubes nocturnas, la luna en su cobre perfecto por el eclipse.
Y una pequeña daga surca el aire veloz y precisa por Cabul sacando de su traje, para impactar en la frente y sin piedad, techo contrario y frente de nosotros a un agitador enemigo que, contra el piso y a punta de su mira telescópica con su arma de alto calibre en el alfeizar, empieza con su asedio de descarga de municiones.
Docenas enfrentándose al saltar del techo que estamos, recibiéndonos el sonido de nuestras botas, ante el impacto sobre el suelo de empedrado irregular.
Caminamos entre ellos.
Nuestra gente y la de él, batallando nos rodea en el umbroso lugar y solo iluminado de antorchas.
Puedo distinguir y por más que lleva su traje guerrero, al hombre tras la barra del bar donde Mirko me encontró y en como su espada y pese a su edad, con maestría esta, hace justicia atravesando con su longitud el cuerpo de un enemigo y con ella clavada, cae sin vida ante él para luego seguir con otro.
Y uno, intenta detenerme viniendo a mí.
Pero el filo de mi sable traspasando diagonal delante mío, atraviesa también su cuerpo desplomándose sobre el suelo de piedras, tiñendo en sus irregularidades por hilos gruesos de sangre delineando estos.
Cabul paraliza a otro por su hoja contra la quijada de uno y de un giro presto sobre él mismo, con ayuda de una hacha de mano que desenfunda de un lado su traje Qurash a otro segundo a su espalda y sin darle oportunidad, que una lluvia de balas descargue su arma en alto, mientras eludo tres que me impiden la llegada a la puerta de la jodida casa, pasando por ellos y con un choque de mi brazo al primero, bajo otra vez mi espada y con una maniobra flexionada y por abajo esquivando su intento de ataque nuevamente, se desliza sin piedad en las piernas de ambos cortando su embestida, mezclándose sus gritos de dolor a la muerte anunciada con los de batalla del resto y el fuego, que empieza a consumir el pueblo de mala muerte.
A pocos metros de la puerta, esta se vuelve abrir para recibirnos, poco más de media docena de hombres de Leónidas.
Carajo.
Todos robustos.
Imponentes.
Y malditamente mientras nos rodean con Cabul, que nos ponemos espalda contra espalda y aferrando más nuestros sables Qurash y de honor, pero mirada gacha sobre nuestras capuchas para preservar nuestras identidades.
Ellos apuntándonos en un casi perfecto círculo y sin piedad con armas de fuego que por su amplitud y talla sabiendo de ello, su origen solo de contrabando negro.
- Ldhlk hunak...(Entonces, existen). - Uno habla mirando con detención y hasta placer nuestros trajes milenarios.
El que lleva cruzado sobre su pecho y con orgullo una estola y tipo banderola de balas lista para descargar en la metralla que apunta a nosotros sin vacilar y que nos dice que es el de jerarquía más alta, por ser el único en llevar chaleco antibala y lo que me agrada.
Un radio portátil, colgando de la cincha de su uniforme subversivo.
- ...wahid Qurash min alsharaf walqalb...(el Qurash de honor y corazón). - Prosigue, sabiendo los rangos y con su vista ligera a nuestros demás hombres batallando con los suyos, notando la diferencia. - ...audaz, decidido y hasta lo que dice la leyenda... - Continúa en mi idioma y elevo mi ceja por ello. - ...valiente y justiciero su blasón, para atreverse a interrumpir siendo un puñado, al rey legítimo de los Ur... - Nos murmura, bajo el rumor consintiendo por gruñidos de sus colegas rodeándonos y al mismo tiempo, sacando el seguro de sus armas todos.
- Seremos pocos... - Le respondo sin elevar nuestras vistas como movernos. - ...pero por la equidad, valemos cientos... - Y no hablo más.
Es suficiente sobre sus cejas alzadas al escucharme y con una lluvia de flechas cayendo a ellos e impactando en cada uno, desmoronándose de a uno a nuestro alrededor.
Y sonrío bajo mi máscara, apenas elevando mi vista.
Nuestra gente.
Desde los techos con arcos y flechas dando en el blanco.
Menos al charlatán, cual Cabul con su siempre paz espiritual, camina los dos pasos que marcaba la distancia, seguido con su sable de un movimiento diestro y veloz para la vista humana desarmarlo de su arma, para luego apuntando la frente de este, que por inercia lo obliga a arrodillarse frente nuestro.
- A ymkn 'an yakun malak albaldat 'aswad alqalb (Un rey de un pueblo, no puede ser de corazón negro). - Le murmura Cabul, ante el pánico que domina al hombre. - ...eaynayk takhun faqat almawt aljayir lil'abria' ...allah yusamihuk , li'ana sabir ln yaktafi...(tus ojos solo delatan muerte injustas de inocentes...que Dios te perdone, porque mi sable justiciera no...). - Finaliza con su sable incrustando el pecho del hombre.
Versado en el movimiento como sin piedad y de la misma manera, lo saca con otro movimiento sin vacilar para que su cuerpo, caiga desmoronado contra el concreto.
Tomo su radio de contrabando y clasificación militar como los nuestros y sin dudar, busco nuestra frecuencia para comunicarme con el teniente.
Y lejos de la tranquilidad que me regía, mi cuerpo tambalea y desmorona, cuando sabiendo la presencia de Leónidas en el palacio.
Mierda, mierda y mierda.
Porque, Borges no está solo con nuestro escuadrón en el palacio y la impotencia me embarga y me toma de todo mi autocontrol, para que la fuerza de mi mano sosteniendo el radio no se quiebre en mil pedazos, por algo construyéndose dentro de mí y con solo una palabra para lo que fue ese mejor amigo.
Muerte.
Y carajo.
¿De todas las mujeres que estuvieron conmigo, justamente la que únicamente amé y me enamoré, es la indisciplinada y más kamikaze que yo?
Y mi pecho se tensa ante la idea que le suceda algo a azotea como los otros.
Miro a Cabul y no hace falta que hable.
Entiende perfectamente mi mirada llena de dudas y desesperación.
- A caballo tomará par de horas, Kamylu. - Responde a mis pensamientos.
Y ambos miramos a la distancia.
Uno de los pocos Jeep en un sector sin incendiarse de este poblado.
ROCIO
Las lágrimas nublaron su visión y los sollozos comenzaron hacer erupción en la garganta de Lála, al escuchar mis palabras confirmando el paradero de Caldeo.
Uno de sus príncipes.
Uno de los niños que tanto amaba y protegió con el exilio, años atrás en otro continente.
- Era pasada la medianoche y el descontrol de esa noche anunciada empezó... - Relata con lágrimas, mientras la acompañamos a recostar al pequeño Constantine a su recamara.
Habitación espaciosa y tan hermosa como el palacio.
- Sabíamos los propósitos de Leónidas, pero nunca pruebas suficientes... - Prosigue, recostando al niño casi dormido en una bonita cama de madera y dosel. - ...la enfermedad del joven Sayidd estaba en sus primeros síntomas a los pocos meses de nacer, pero no se sabía el origen...uno que se inició al escapar...
- ¿Huir del palacio? - Paola le pregunta mirando como yo, la cama al lado del pequeño Constantine vacía.
La de su hermano Caldeo.
Afirma tapándolo con cuidado al niño, mientras se endereza.
- ...por orden de'amira Fadila y ayuda de mi hijo, escapé...llevaba poco dinero y algunas piedras preciosas, pero no podía usarlas por mi temor a que seamos encontrados por hombres de León, consiguiendo vivir con el tiempo que duró el dinero al llegar a América en un suburbio... - Tomó asiento en los pies de la cama y suspiró. - ...pero el Sayyid, empeoró y no podíamos hablar...
- ¿Ir a un Hospital? - Pregunto, acercándome.
Afirma con su barbilla.
- Seríamos reportados... - Explica. - ...si yo lo abandonaba, era lo mejor...lo tomarían como un niño de la calle y del sistema más, con ángeles de blanco viniendo por él para salvarlo... - Y en sus ojos destelló algo parecido a disgust por esa terrible y triste decisión, por más que la creyó en su situación la correcta.
Y me incliné para posar sus manos en las suyas en su regazo, que apretaban fuerte contra la suave tela de su túnica por la tristeza y le sonreí.
- ...hiciste bien Lála... - Murmuré. - ...tu Sayyid, está muy bien... - Reafirmé y me obligué a sentarme en el suelo y sobre mis talones frente a ella.
Debía estar fuerte y exhalé un duro aire sin abandonar sus manos con las mías.
Un mar o mejor dicho, un océano de cosas para procesar en este corto periodo de tiempo.
Que Santo Dios.
No solo, mucho para abordar y analizar.
Sino y también.
Condenadamente sus causas o causalidades aparte de implicarnos, que jodidamente nos ataba y entrelazaba a todos con un hilo de espacio de años.
Pero, uniéndonos siempre África.
Y lo no, menos importante.
Carajo.
Mi padre a todos.
Y se me escapa una risa nerviosa.
- Perdón... - Digo, intentándola ocultarla con un puño por la mirada de ambas y niego con otro aire escapando de mis pulmones. - ...perdiendo a mi madre de niña y solo, siendo mi padre y yo... - Miro a Pao, cual me mira con cariño y alentándome a hablar, cosa que siempre ese impulso lo reprimí, por creerme toda la vida muy entera y muy yo, para afrontar las cosas y solucionarlas siempre. - ...y por más que papá estaba en los momentos que podía, me creía sola y sin rumbo fijo por más acertadas decisiones que tomaba...
- ...tu padre te protegía con tu ignorancia a esto, por posibles amenazas siendo lo que era... - Me interrumpe Lála en nuestro idioma perfecto. - ...convirtiéndose en el' aelaa de honor, tras la muerte del malik (rey) y padre de la princesa Fadila.
- Lo entiendo... - Continúo. - ...por eso, siempre me mencionaba África sin decir mucho a cambio y aprobó... - Carajo, hora comprendo más. - ...cuando en una fiesta organizada por una ONG me presentó a Herónimo hace mucho tiempo y comenzando mi doctorado, que me incentivó en mi poco rumbo a participar cuando me recibiera de su Hospital Oncológico Infantil, cual dudé por bastante tiempo en un principio... - Miro a Lála como a Pao. - ...papá, conociendo al empresario y su pasión, sabía que iba ser mi mejor guía. - Exclamo, analizando mejor las cosas.
Me pongo de pie y camino sobre mi lugar reflexionando.
Mierda.
- Mi padre en vida, siempre ató los cabos sin que absolutamente nadie supiera y heredándolo Cabul con el tiempo... - Sonrío nerviosa y atacando la uña de mi pulgar, comprendiendo perfecto todo y las miro con cariño por mi conclusión. - ...para papá, jamás nadie estuvo solo. - Mi sonrisa se amplía.
- Es un jodido Dios, creo que voy a empezar a creer en él... - Paola suelta, haciendo que ría más.
Lála se pone de pie.
- Como Qurash redentor y siempre su anonimato, forjó con el tiempo las vidas paralelas de todos... - Susurra mientras asentimos.
- ...sabía que aceparías el ofrecimiento de Herónimo Mon a su Hospital con el tiempo, cuando te incitó ir a esa fiesta y siguiendo su determinación como fiel discípulo con sus convicciones a ese casi padre Mirko que fue para él... - Acota Pao y mirando a Lála. - ...tu sensualón hijo... - Le aclara y nos hace sonreír, pero vuelve a mí. - ...sabía de Rocío, ya en ese Hospital para ese tiempo! - Exclama. - Nunca podría adivinar los futuros hijos de la princesa, pero sí, un paradero que se la encuentre y todo, fue atado después! - Asombrada.
Lála se toma unos segundos para considerar esto último de Pao, luego habla.
- ..solo mantenía llamadas secretas y telefónicas con Cabul. - Murmura. - ...él me guiaba y me consolaba... - Empieza a entender. - ...de abandonar al pequeño Caldeo, porque todo iba a salir bien me decía con su seguridad de siempre... - Me mira. - ...por ángeles blancos que iban a ir por él... - Él sabía, que unos de esos era yo y lagrimeo como ellas, mientras asiento nuevamente, ya que y pese a su muerte, mi papá siempre manejó todo a futuro como un jodido oráculo, notando y tras la muerte del rey, el porvenir obligado de Fadila con León y a la par de lo que aconteciera con Cabul como heredero Qurash 'aelaa de honor ahora.
- ¿Estás bien? - Pao me pregunta por tantas cosas, cuando bajamos de las escaleras mientras Lála deja la puerta cerrada de la habitación del niño y en dirección a una bonita sala del este palacio de ensueño, donde unas vaseras con comida depositan parte de la servidumbre por orden de Lála.
- Muy bien... - Le digo tomando su mano, mientras descendemos los peldaños finales.
- Necesitan alimentarse. - Lála habla, ofreciéndonos y levantando una con un par de termos. - Aljunud 'aydaan...(Los soldados, también). - Habla por Borges y su regimiento.
Y Pao se ofrece en acompañarla y llevarles, hablando entre ellas y dejándome a solas.
Apetito no tengo y me limito abrazada a mí misma en caminar por la sala y deleitarme en admirar lo que me rodea con su diseño y mobiliario.
Es realmente enorme cada sector que aprecio haciéndolo, ya que muchos ambientes carecen de puertas y solo son divididos estos, por imponentes ambientes con arcadas con sus desniveles.
Juego con las chapas de mi padre y cuelgan de su cadena en mi cuello con mi vista en todo lo que me rodea, intentando imaginar como tiempo atrás, no solo mi padre estuvo y se podría decir tal vez, vivió en este palacio milenario sin saberlo y hasta el mismo Camilo visitándolo años después con su entrenamiento Qurash y espalda a Leónidas.
Pero el murmullo viniendo escaleras arribas, me saca de mi imaginación.
De las mismas que descendimos y por ello, me acerco hasta su base donde efectivamente ese susurro lo siento más nítido.
Es un llanto como lejano.
Uno infantil.
Es el pequeño Constantine, que despertó y se vio solo.
Y mis ojos reposan en al puerta principal cerrada y sin atisbo de Lála entrar con Paola.
Servidumbre tampoco hay a la vista y otro gemido infantil del niño, me hace tomar la decisión de subir y arrullarlo.
La iluminación es poca en pisos superiores y no recuerdo, si Lála dejó algo a media luz al niño y con ese eclipse en pleno apogeo, desde su ventanal debe ser poca y tener miedo.
El pasillo es amplío, pero su enormidad se me hace pequeña con cada paso que doy, mientras dejo deslizar una mano con suavidad por sobre una de las paredes acercándome poco a poco y sintiendo el llanto cada vez más nítido.
Y algo se expande naciendo en la boca de mi estómago hasta mi garganta, invadiéndome todo el cuerpo y no tengo idea el por qué, cuando al llegar la puerta de la habitación de que Lála había cerrado, yo ahora la encuentro abierta levemente y viendo pese a la noche con su eclipse, parte de su interior con ese azul cobrizo con su oscuridad.
Seguido de casi la totalidad de ella, al abrirla con la mano que se había adueñado de la pared, recorriendo momentos antes.
Mi vista, se clava en lo que tengo en frente.
Un gran ventanal en diseño otomano y oriental, donde la ondulación de las cortinas persas se mueven al ritmo de la cálida brisa, que ahora entra por una de las hojas abiertas y te llevan a un balcón imperial con vista al gran jardín que es este Edén.
Ya no hay llanto del pequeño Constantantine al verme entrar y el silencio invade, cuando ahora focalizo en dirección a la izquierda donde está él.
No está acostado.
Sobre sus talones y arriba de su cama, también me observa callado y abrazado más que nunca a su mono de peluche contra su pecho con uno de sus bracitos, mientras con el otro se limita en ese siempre silencio a señalarme extendiéndolo, al otro extremo del rincón de su enorme habitación.
La derecha.
Y lo hago, girando mi cabeza.
Y lo que retenía en mi garganta, me estrangula por la respiración contenida.
Mierda.
Al ver a un hombre.
El mismo que apareció en el poblado con su gente.
Sentado en una mecedora de forma plácida e imaginando que Lála la utiliza para mecer y arrullar con amor al niño en sus siestas o noches.
Pero ahora, no lleva ese uniforme arenoso de días y el color de tal, para contrarrestar el calor africano por sus días de búsqueda o diría más bien, de caza y persecución contra ese hijo llevado.
Calza pero sin Kaffiyeh sobre su cabeza, lo que parece un traje guerrero en contextura y diseño a Cabul, pero no la misma cofradía y tampoco el blasón que lleva la cincha de este.
Pero sí, en similitud.
Carajo.
Lo que a su lado y recto su punta en el piso, juega en su mano girándolo y causando que por ese movimiento de ir y venir, la poca iluminación de la luna cobriza se refleje en el acero.
En un sable parecido a Camilo como Cabul.
- ¿León? - Apenas pregunto.
Y un lado de la comisura de sus labios se alza repugnante, con sus ojos cristales familiarizado a sus hijos, pero estos plomizos por su profundidad y por estar lleno de oscuridad.
Me sonríe...
CAMILO
Ni siquiera me inmuto a los movimientos díscolos y saltos que da el Jeep, frente a la arenosa irregularidad del camino que tomó Cabul al volante y en dirección al palacio.
Jodidamente no sé ve nada maldita sea, solo lo que las luces del coche señalan en frente y que se mueven al compás del sendero ondulante y serpenteando, diestro en el manejo sobre el único rugir del motor 4x4, esquivando partes de matorrales como rocosas.
- Ladayna sharika...(Tenemos compañía). - Me advierte, eludiendo un saliente pronunciado y ascendiendo una ladera, que me obliga por el brusco movimiento a que me afirme con una mano, mientras me pongo de pie mirando detrás nuestro.
Y mierda.
Porque, sí.
En la lejanía pero corta distancia, se distinguen y bajo la luna cobre en su casi totalidad teñida de rojo y como péndulo entre el horizonte como el cielo, cuatro faros acusando dos Jeeps más en nuestra persecución.
- ¡Tenemos que reducirlos, antes de llegar al pueblo y palacio! - Grito, ya notando que descendemos de la pendiente y con una fugaz mirada al frente y con la poca visión de la noche, percatar con Cabul que nos espera kilómetros abajo, terreno de escasa cobertura arbórea y solo, de pequeños tamaños por la poca densidad y pastizal.
Una sabana.
Entiende mi propósito aminorando algo la velocidad, cuando miro el compartimiento trasero y descubro un arma entre sus asientos.
Y no lo dudo, poniéndome de pie y luchando contra la gravedad y el constante ajetreo de la carrera.
Porque, ya no la siento.
Ya que, mi eje de estabilidad se acopla a la par de Cabul con su manejo, guardando mi sable en mi espalda.
- Qurash con el corazón, pero... - Le digo a Cabul con fervor, tomando un rifle con mira telescópica de alto calibre. - ...militar con pasión... - Finalizo, junto al sonido de su carga completa por mis manos y siendo música para mis oídos.
No me mira mientras le hablo, pero su rígida como segura postura me dice que está consciente de lo que le digo y como tantas veces lo hizo pese a llevar la máscara Qurash preservando como yo la mía la identidad, los lados de sus ojos se estrecharon por sonreírme.
Y yo también lo hago acunando el arma contra un lado.
De pie y sin jamás, perder mi perfecto equilibrio en el Jeep y con mi vista en la telescópica apuntando a lo que nos persiguen.
Podía sentir por la velocidad el viento azotando contra mi cuerpo y jugando con salientes de mi traje, pero ni eso iba a sacarme de mi actitud apuntando contra los dos Jeep acercándose cada vez más, ya pisando terreno llano.
Y mi argumento, para hacerlo.
Mi dedo envuelve y acaricia el gatillo.
Alocadas o llámenlas precipitadas en mi kamikaze vida, desde mi vocación militar que liga dos fuerzas o más bien dos elementos.
Tierra y aire.
Y uniéndose perfectamente en un amalgama con su vínculo a lo que recuperé después años dormidos, siendo mi estado Qurash.
Me posiciono mejor en mi arma francotirador.
En realidad no son tales, ya que la locura en mi conducta descarriada de toda la vida, tiene un motivo.
Siempre, un por qué a lo justificativo.
El amor manteniéndome vivo.
Mi amor a mi madre, Rodo y mi hermana menor.
Mirko y sus siempre enseñanzas a mi lado.
Cabul como ángel guardián que estaba, pero no se veía.
Y azotea, que ya la estaba amando sin haberla conocido.
Y por eso, mi arma dispara dos veces y sin titubear a uno de los Jeeps enemigos, cual ninguno acierta a los subversivos dentro.
Pero no, porque le erré.
Ellos no eran su destino, ya que la propia física se encargaría de eso, impactando la primer bala en el parabrisas desorientando al conductor e impidiendo que sus compañeros, comiencen con la descarga a nosotros y mi segunda colisión, con solo bajando apenas mi puntería a la rueda delantera de este.
Causando revuelo y por el descontrol, el coche enemigo en un atropellado movimiento del volante y llevando por delante escollo camuflado por un arbusto, colisionen y se den vuelta perdiéndose de vista.
Y mi mira focaliza el el último Jeep enemigo, que al ver lo que sucede con sus compañeros, acelerando descargan una lluvia de municiones contra nosotros, que Cabul elude tomando un sendero lateral y quiero volver a repetir con el objetivo, pero conductor del Jeep comprende mis intenciones y presto en el manejo se pone a distancia y paralelamente tras nuestro carajo.
- ¡El pueblo Ur! - Cabul exclama mientras ambos bajamos para evitar las balas que nos llegan, pero sin dejar de acelerar.
Jodida mierda.
Tiene razón.
Ya se distingue la ciudad y esto va ser una carnicería de gente inocente si no hacemos algo antes de ingresar.
- ¡Vas a tener que disminuir la velocidad! - Le pido cual me mira, porque otra vez capta mi intención.
Y su mirada vuelve al frente.
- ¡Va ser peligroso! - Me exclama, dando una profunda acelerada ya casi llegando al pueblo Ur y causando apropósito que ellos, aceleren también y cuando se adelantan, aflojar la velocidad dejando que ellos se posicionen frente nuestro y acomoden para dispararnos y que por la luz de nuestro Jeep, distinguimos solo tres arriba.
Le sonrío lanzando el arma a los asientos traseros y sin dudar mientras desenfundo mi sable de mi espada, con un pie pisando el frontal de nuestro Jeep, le grito.
- ¡Muy peligroso! - Le contesto y con ahora, riendo él en el mismo momento que entendiendo mi gesto, sus pies se clavan en los frenos de golpe y la inercia como la física, vuelven otras vez hacer lo suyo.
Me catapulta con la fuerza y velocidad hacia adelante.
Rápido.
Surcando el aire y empuñando en alto, ya mi sable.
Y aceleración de la misma por la brusquedad del movimiento y como consecuencia lleno de adrenalina, caiga con sorpresa y golpeando fuertemente contra el Jeep enemigo, haciendo que el manejo se desestabilice en manos del conductor que lo retoma con agudeza, mientras los dos restantes continuo a la conmoción por mi sorpresiva presencia, vengan hacia mí.
Y mi sable sin espera, se clava al primero impidiendo que me apunte con su arma, seguido de tomarlo del cuello para arrojarlo fuera y el piso con su caída termine con su agonía con Cabul esquivándolo y seguir tras nuestro.
El segundo dispara, pero su tambaleante equilibrio por otro brusco movimiento del que maneja, su bala atina un lado del Jeep perforando la chapa y con él, olor a gasolina nos envuelve.
Su segunda puntería vuelve a fallar y corta el aire al pasar por un lado de mi rostro, cuando me abalanzo contra él, provocando una lucha encarnizada en el compartimiento trasero.
Es fuerte y su mano libre del arma disputa contra la mía mientras la otra, intenta apuntar a mi sien y no volver a errar.
Pero mi espada entre nosotros y con un gruñido de toda mi energía escupiendo sudor por la fuerza exigida, logra separarme con el tiempo suficiente y precario de mi mano presionando la suya con el arma y con otro tercer disparo fallido, seguido a mis piernas cerrar las suyas y causando que caiga con un giro, ya el cuarto disparo colisione en su garganta con una muerte súbita desplomándose.
El que maneja procura disparar, pero sin paciencia y volteando a él sin siquiera pensarlo, la última carga se incrusta en su frente, golpeando duramente su cabeza inerte en el volante y con ello, que el Jeep pierda en control.
Pero Cabul ya a nuestra par y sin perder su continuidad como firmeza, con un acercamiento y antes que el Jeep se incendie por la pérdida de combustible, me lanzo nuevamente y aferrándome para no caer contra los parantes laterales de la 4x4, mientras vemos sin dejar de acelerar y casi llegando al pueblo, como una explosión consume el Jeep al impactar con el canto del camino para volcar tras girar por aire.
- ¡Nahn qaribuna! (¡Estamos cerca!) - Me dice, retomando otra ruta en nuestra vertiginosa carrera y ya, en dirección al palacio cuando tomo asiento.
ROCIO
- El mismo... - Murmura como toda respuesta.
Nunca se mueve de su postura sentado en la silla.
Y creo que, hasta no gesticula movimiento, más que esa mano en el apoyabrazos de la mecedora, cual nunca deja de jugar con su sable erguido e incrustado contra el piso con su punta.
Ni siquiera y yo, sí.
Para permitirse girar y ver a uno de sus hijos.
El sano y por ende, al único que aprecia y perdona su vida.
Cuando al sentir la voz gruesa y sin dejo de emoción de su padre, el pequeño con cierto terror gime al escucharlo.
Pese a la poca iluminación yo con la mía, intento tranquilizar al pequeño Constantine que al prestar atención a mí, calla abrazando más su mono de peluche contra él.
- ¿Dónde está? - Su tono como mirada helada solo en mi persona, suena entre los tres y la inmensa habitación.
Quiero hacer tiempo, no tardará mucho que Lála y Paola noten mi ausencia y alertadas, avisen a Borges con su gente.
- ¿Quién? - Procuro emanar serenidad y haciendo unos pasos para tapar la visión de un padre energúmeno al niño.
Su cama, yo pasos más adelante y León, casi mismos los mismos en frente.
Se vuelve a sonreír sin ganas y con desprecio.
Y ese gesto lo hace mirar el piso con sus ojos tan claros como hielo pero de notas diferentes, pese a la igualdad de ellos a sus hijos.
- Eres atrevida, locuaz, fuerte y lo que me gustó... - Su mirada se eleva. - ...muy desconfiada... - Están fijos en mí, con ese dicho. - ...pero lo que agrada contagia. - Prosigue como si nada. - Y soy rey en eso también. En las sospechas para tomarlas con cautela en el momento que te vi en ese poblado... - ¿Investigó?
No tengo tiempo de analizarlo, ya que se pone de pie haciendo que retroceda y no por miedo, más bien cubriendo el niño, porque condenadamente no sé sus intenciones.
Hacer tiempo, solo repite mi mente.
Camina breves pasos y su mano libre de ese sable que no descuida de la otra, la apoya con tres de sus dedos en la superficie de una cómoda en su madera labrada, con su largo y como verificando cada una con el roce de ellos, las piezas de adorno que la componen.
Estatuillas en una porcelana perfecta de animales de África.
Toma una de ellas y la acaricia.
La de un elefante.
Me lo señala y estrecho cauta mis ojos.
- Gigante, colosal y a veces, no por su tamaño. - Habla en mi idioma, pero con esa siempre matiz milenaria de acento y cultura. - Más bien... - El índice que tiene la estatuilla, toca su sien. - ...subestimando su mente...su memoria... - Recalca lo último, volviendo a dejar ese animal en el mueble para tomar otro.
Un suricata.
- Especie diurna y costumbres sociales... - Me mira y comienzo a comprender a lo que quiere llegar. - ...ayudan por amor a su comunidad y a los depredadores con estrategias. - También lo deja poniéndolo al lado y casi rozando al elefante, para ir por otro de los animales de porcelana.
Ahora lo que parece una especie de cóndor con sus alas abiertas de par en par.
- El Torgos... - Lo llama por su nombre. - ...buitres del viejo mundo y como tal, milenario como un Dios de las alturas, vigilando su África y preservando esta cuando pisa tierra...porque todos le temen y difícil de cazar, hasta prácticamente dudar su existencia o... - La sonrisa que dibuja es de inteligencia, pero llena de venganza cuando pone la estatuilla frente al elefante y el suricata a modo protección de esos animales por el buitre de alas extendidas. - ...cazar cuando te encuentras con él... - Finaliza, poniendo y enfrentando al cóndor, cual protege los otros animales una última pieza de porcelana.
Un león amenazante, con su pose al ave.
Y mi piel se eriza.
Él sabe quien soy, sabe quien fue mi padre y sabe o mejor dicho.
Siempre, supo de Camilo.
Y lágrimas que lucho, nublan mi vista descomponiendo mi sistema al venir a mi mente mi padre.
- ¿Tú, lo mataste?
Niega.
- Qadiatih walkun fi salihi, faeal...(Su causa y el universo a mi favor, lo hizo). - No comprendo en su totalidad lo que dice, pero sí, sentir la satisfacción de ello en su idioma y mirada, porque hay ira, envidia y mucho desdén. - ...traición que ni el viento de África borró ella...yo y solamente yo, lo tenía que tener y lograr... - Y sus labios son una fina línea, cuando lo recalca cargado de dureza y hasta amargura. -...el amor de Fadila, el blasón de honor y hasta mi amigo... - Gruñe y se acerca, retrocediendo los mismos pasos. - ...y el trono... - Mira a su hijo, seguido a mí. - ¿Dónde esta el Sayyid heredero? - Ni siquiera lo llama hijo.
Como tampoco, hay un dejo de emoción o amor por el pequeño y hasta dudo por el pequeño Constantine, testigo inocente de todo esto desde su cama.
- ¡Qul ly! (¡Dilo!)- Exclama, aferrando de un movimiento mi cuello y con la hoja de su sable en mi garganta.
El frío acero es una descarga en mi piel y puedo sentir por su filo, como corta con su largo y solo apoyado, pero por su amenazante rudeza, ya que hilo tibio por mi sangre, recorre haciendo camino mi cuello hacia abajo.
- ¿Si no dudo en mi primogénito, lo haré contigo? - Su indirecta como la fuerza de su cuerpo, me lleva contra una pared próxima y el ventanal, abriéndolo más y causando que mi espalda golpee fuertemente contra su madera y vidrio. - ¡Dónde tienen al niño! - Vocifera, clavando más su espada a mi garganta y que fluya más sangre sobre un llanto desconsolado del niño.
- ¡Te lo diré, pero deja que tu hijo se vaya! - Forcejeo contra su fuerza y ríe.
Pero no aleja al niño, lo hacemos nosotros llevándome contra él y su sable a la puerta, para luego, lado contrario del amplio pasillo y con dirección a dónde sea que nos hace encaminar.
A mis oídos llegan sonidos del exterior, pero no puedo ver en nuestro forzoso caminar por las ventanas, aunque siento frenada de un coche y movimiento de gente.
Me obliga a subir unas escaleras y la continuación de otra, que indica por una puerta que nos recibe y al abrirla con una patada y trabarla luego.
La azotea.
No es grande, pero sí, lo suficiente y por las marcaciones del piso en un círculo perfecto con pintura, que es un helipuerto.
Me arroja contra el piso, haciendo que caiga pesadamente y tratando como puedo con mi mano envolviendo y presionando mi garganta haciendo a un lado la cadena con las chapas de mi padre, tosiendo duramente para retener la hemorragia por los primero efectos que siento ante la perdida de sangre.
Adormecimientos de mis miembros por baja presión y las fuerzas abandonándome y llamando a un pronto desvanecimiento profundo.
Mis ojos parpadean pesadamente mientras inhalo y copo lo que más puedo de oxígeno mis pulmones, pero una ataque ahora de su pie haciendo que gima por el impacto, me saca lo poco que recuperé.
- ¿Donde? - Vuelve a decirme solo lo que su mente repite.
Y mi cabeza, cae contra el concreto.
Jamás se lo voy a decir, porque yo quiero que Caldeo el niño con leucemia, cual solo y única palabra decía, era su nombre sin saber de donde provenía, pero su etnia como rasgos de esa belleza exótica de ojos rasgados color hielo y piel mezcla de dos culturas milenarias, cuando al fin acepté trabajar en el Hospital de Herónimo, se había convertido en mi inspiración para ayudar a niños en situación de riesgo y abandono en África con otra ONG, cual por cosas del destino o hasta de mi padre como oráculo de nuestras vidas atadas a futuro y a través de Cabul como herencia manejó.
Porque yo, quiero que tenga vida como Constantine su hermano, hasta que el blasón Qurash diga que es hora que ellos se junten.
Y sean familia.
Tengan, una familia.
Lo que yo tanto anhelaba por más que mi padre amoroso estuvo conmigo.
Y que descubrí que siempre la tuve y velando por mí, sin conocerla.
- ¡Púdrete! - Le grito, rechazando otro ataque y a su ya, enferma pregunta.
- ¡Allaenat , alkalabat! (¡Maldita zorra!). - Gruñe, elevando amenazador su sable, pero en ese momento algo surca el aire veloz, por algo chocando este e impidiendo la amenaza de su filo contra mí.
Parece una especie de hacha de mano que tras golpear el sable sacando su dirección, se embiste por su fuerza y trayecto al piso metros de nosotros.
Y ambos elevamos la vista de donde provino y yo gimo, dejando por fin que mis lágrimas abarrotadas fluyan mientras presiono más mi herida.
Al notar y pese a no verlo bien por la noche eclipsada con su manto oscuro, techo más alto y tras la luna absolutamente llena y en su tamaño tras él en rojo sangre rodeándolo.
La silueta erguida y esbelta de Camilo por más traje Qurash que lo oculta y protege, solo dejando a la vista sus ojos.
Años que no se veían.
Tiempo más que transcurrido en ellos mismos que crecieron.
Amistad irrevocable cuando nació, pero los separó los ideales.
Y ahora volviendo a unirlos, los mismos y cada uno con su traje que rige.
A uno, sus oscuras ambiciones.
Y al otro, sus creencias y pasión.
Miro de vuelta al primero y juraría que su cuerpo hay cierto temblor por una aparente digamos emoción con este reencuentro, ya sabiendo Camilo de él recuperando su memoria.
Pero en Camilo no, cuando salta desde su alto y sin atisbo de ello ante la presencia de ese exmejor amigo, viene hacia mí.
Y esas facciones tan lindas como viriles y por más que protege su Kafiyyeh Qurash, se desencajan al notar mi lesión al inclinarse, golpeando su respiración contenida con un esfuerzo sobrehumano para recuperarla, producto de la ira bajando y subiendo sus hombros.
Mi mareo aumenta.
- No me abandones, azotea... - Desgarra mi camiseta para con ese retazo envolver mi cuello, mientras me acomoda mejor en el suelo.
Mis ojos pesan, pero distingo que se pone de pie deshaciéndose como Leónidas de lo que cubre y es parte de sus trajes guerreros tan similares, una especie de capa para arrojarlos ambos al piso y dejar libre y a la vista sus brazos empuñando uno al otro sus sables.
Se hablan pero no logro focalizar sus palabras por el dolor y agotamiento adueñándose de mi sistema.
Solo capto, un grito gutural de Camilo siendo el primero en embestir a León por sentir su risa con su espada y él, lo recibe sin sorpresa alguna.
Y una lucha implacable y ya sin tregua se desata entre ellos y espada contra espada, colisionando una y otra vez.
Los movimientos de ambos son precisos y magistrales en su batalla y solo el jadeo de ambos con el chocar de los aceros una y otra vez eludiendo que uno hiera al otro, se siente mientras intento arrastrarme con las pocas fuerzas que tengo en el concreto.
CAMILO
Mi puño se cierra con la sangre de azotea al acariciar su herida.
Llegué tarde.
Llegaste tarde y casi rompiendo la promesa a ella, repite mi mente.
Todo era conmoción cuando arribamos el palacio con Cabul, recibiéndonos Lála con un niño en brazos, uno de los hijos de Fadila y León que bajando las escaleras por el mismo, acusó la presencia de su padre y con ello.
Que azotea había desaparecido ante la preocupación su amiga la monja y Borges buscando en el interior como derredores.
Y mi vista se alzó al cielo.
Que como una pirámide con sus rangos y años atrás desde un alto y a una vera, haciendo descansar nuestros caballos, León me confesó su ansias de poder en su futuro emirato.
- Cuida a todos dentro del palacio... - Fueron todas mis palabras a Cabul y que, sin dar tiempo a que conteste en mi carrera, me introduje en su interior para llegar a la habitación del niño.
No encontré signos de lucha, pero sí, saliendo a su afuera del balcón, las hojas abiertas del ventanal que me convencía más la huida de León a los techos y eso hice.
Subir por tal.
- ...sidiyq tawil, jiddaan...(tanto tiempo, amigo). - Murmura mientras libera como yo, el afloje de una parte de nuestros trajes avecinando la lucha entre ambos.
- No soy tu amigo León... - Digo entredientes y como él, caminando el círculo uno frente al otro midiéndonos.
- ¡Lo eras! - Reprocha.
- La amistad es un misterio, pero con grandeza que echa raíces en una persona a otra... - Gruño.
- ...lo teníamos, éramos im... - Quiere decir.
- ...no nos unía ningún vínculo, más que la militar... - Interrumpo. - ...tus pecados por poder mancharon ellas... - Mi mano se aferra al puño de mi sable con el blasón, recordando ya todo y mi corazón aprieta por los azotes de recordar todo. - ...nunca quisiste un amigo, jamás quisiste el amor de tu esposa en realidad...y nunca como tampoco, la piedad de sentir al tener entre tus brazos uno de tus hijos, sentir el sufrimiento su enfermedad...siempre quisiste poder y esclavitud para conseguir ello...codicia y por ella, solo muertes para conseguirlo...porque, cuando un hombre ama a otro no es necesaria la justicia, ya que cuando hay de esta, es honrosa...
Puedo sentir que mis palabras lo taladran por un segundo.
Solo un segundo.
Pero se recompone.
- La yujad dalil...(No hay pruebas). - Gruñe satisfecho y su mirada de mí, la desvía a azotea que yace en el suelo. - ...soy el rey por mi hijo secuestrado y sin paradero...es extrajera y por atacar al Sayyid del trono, su pena es la muerte.- Se señala. - Solo me defendí... - Ríe.
Su carcajada retumba en mis oídos como cada centímetro que azotea, noto que hace para alejarse y dolor.
Mucho dolor.
Hasta el de ella propio recorre mis venas poniendo en ebullición mi sangre y colapsando con mis tormentos pasados.
Justicia.
Ese dolor y hasta calvario de mi pasado juntándose, pero ya no para autodestruirme.
Más bien.
Me lanzo contra Leónidas.
Para devastar y desmantelar.
Aniquilarlo.
Y él sin piedad lo hace también, porque no existe o jamás de su parte existió esa amistad.
Nuestros sables chocan una y otra vez, siempre fuimos los mejores en combate de lucha en la academia y tanto su cuerpo evadiendo mis embistes como yo los suyos, esquivando que el filo de su espada me atraviese, rotando mi cuerpo veloz e intentando que la mía tenga su fin su garganta, pero con un desplazamiento seguido de una patada ajena a la vista humana impactando con fuerza en mi pecho, provocando que trastabille dándole distancia suficiente, para volver con ira a mi dirección y de un salto como empuñando más su sable quiere caer sobre mí.
Pero mi sable, no se lo permite frenando el suyo y un chirrido de acero cruje por la colisión cruzada de ambos en una perfecta X bajo nuestros jadeos de adrenalina y esfuerzo infrahumano.
El sudor brilla en su frente al igual que la mía, escurriéndose bajo mi máscara.
Ambos ya estamos agotados, pero no hay tregua.
Logrando hacer para intentar derrocarme con un golpe y energía de su antebrazo a mi nariz, con intenciones de que vacile y lograr su cometido con aún, los dos luchando en el cruce.
Que desfallezca.
Pero su asalto no me reprime, solo consigue bebiendo de mi sangre por cortar algo de ella y mojar la máscara con la hemorragia que como interruptor se active algo de mi interior y viniendo a mi mente como Cabul me reducía con un golpe de nariz burlón pero sin piedad, seguido de sus pies de forma marcial atacando los míos, para caer contra el piso en tantas jornadas de entrenamiento.
Y yo también, lo hago contra León.
Mi turno de sonreír, ante el recuerdo.
Pero como lo hice, prediciendo sus movimientos en nuestra batalla final en el desierto, bajo el sol africano calcino y como testigo de ese encuentro la tormenta de arena.
Ágil y también con velocidad sin poder ver Leónidas mi propósito, aflojando el choque de nuestros sables mi mano y abierta en seco, golpea su pecho, continuo a mi pie con la fuerza y aceleración del mismo giro que hago rotando todo mi cuerpo contra él, ajeno a su vista y colapsado por el sofoco de sus pulmones por auxilio de oxígeno a mi primer impacto.
Tambalea sobre sus pies haciendo un estrepitoso ruido su sable al caer al cemento y vuelve a trastabillar y sin dirección aparente, caminando hacia el alfeizar del techo, bajo mis jadeos agotados y casi escupiendo mis propios pulmones, pero juntando toda de mi fuerza para ir contra él y que, con otro duro golpe de mi bota sobre su espalda al estar volteado, el impulso de ello y ya sin consciencia.
Carajo.
Ver como su cuerpo y todo León tipo cámara lenta, voltea en mi dirección perdiendo el equilibrio contra el borde sin protección del techo y sus manos buscan aferrarse o retener algo, bajo su subconsciencia por mis ataques a por caer al vacío como a la nada y ya, con su único pie aferrándose de la cornisa, pero ya desgarrando esta por su peso.
Corro a él y solo distinguiendo una de sus manos extendidas mientras va cayendo por auxilio y en sus ojos, reflejando la desesperación de su muerte anunciada.
Sigo corriendo, intentando alcanzarlo.
Pero alguien llega antes que yo y se lanza contra el borde y su cuerpo, capturando esa mano e impidiendo que León caiga y mi corazón golpea.
Azotea.
Agonizando y aferrando la vida de la persona que nos hizo daño a todos, antes que la de ella con sus últimas fuerzas.
Y mis ojos se humedecen al abalanzarme a su cuerpo y ayudarla.
Porque, comprendo.
No perdona, pero detesta las muertes.
No quiere otra vez, verlo ante sus ojos y ser testigo de ello, sean malos o buenos.
Solo, que se haga justicia...
Fin.
EPÍLOGO
Tres semanas y días después...
ROCIO
Niños de mi poblado querido, correteando entre sí y entre ellos los amados por Paola, me interrumpen mientras sentada frente a un espejo improvisado que mi amiga puso, termino de arreglarme.
Me hacen reír y no dudo en abrir mis brazos a ellos que al hacerlo por toda la tienda vienen a mí, con sus risitas y regalándome a placer sus blancas dentaduras infantiles recibiendo mi abrazo.
Son casi una docena y me tomo mi tiempo en besar sus cabecitas morenas y rizadas de cada uno, mientras me regalan y van dejando sobre mi regazo, flores silvestres de bonitos colores.
Tiempo que antes, solo sentía transcurrir.
Pasar.
Respiraba.
Por ese vacilante rumbo, pese a mis ideales y creciendo junto a mi padre, cual no hallaba o encontraba conmigo misma por sentirme sola.
Pero que, en realidad jamás lo estuve.
Sola, no.
Nunca lo estuve.
Nadie.
Solitaria en momentos, pero jamás sola.
Porque la vida te teje hilos conductores sin que lo sepas.
Los famosos hilos rojos.
Y que en el momento indicado te guían y llevan a lo que puede ser de sangre o no y el blasón Qurash, ferviente lo defiende.
La del corazón.
Familia.
Y por eso, pese a lo que es León y con la poca fuerza que me quedaba, me levanté de mi agonía y dolor del piso y corrí como mis pies me lo permitieron, para evitar su muerte cayendo del techo.
Por mi familia.
Una que fui formando y sin darme cuenta con el tiempo pasando.
Mi amistad con Paola tras decidirme en mi trabajo, luego de mucho cavilar y conocer a Caldeo.
Hasta Fernanda llegando a nuestras vidas.
Cada habitante que llevo en mi corazón de los poblados que colaboré.
La África misma y con ella.
Siempre ella.
Mi padre conductor de todo, seguido a la sucesión con Cabul predicándolo.
Y con ello, descubrí que como al amor no se busca, porque él te encuentra.
Con la familia del corazón, también.
Como Lála y Cabul.
Y en cuanto al amor, una tarde sin aviso y mi consentimiento.
Sonrío, tomando las flores contra mí.
Mi soldadito kamikaze me encontró.
Nos encontramos.
Camilo Montero.
Mi mano acaricia mi garganta y sigue la fina línea por el corte de la herida que me hizo León.
Solo una pequeña cicatrización que se desvanecerá con el tiempo, me recordará que salvé al asesino de mi padre y tanta gente inocente.
Quedando en un exilio y mazmorra hasta el inicio de juicio.
Uno que espero, que los excelentísimos mandatarios puedan dan la mayor pena contra él.
Cosa, cual si no hay con tiempo perpetuo, juré con Camilo en mi internación cuidándome y recuperándome de la mano de Lála y Cabul, defender no solo al pueblo Ur.
Sino, también.
A sus pequeños Sayyid y Shaij, como cada pueblo a sus futuros ataques.
- ¿Hal 'ant 'ukht kabira? (¿Lista, hermana mayor?). - Cabul aparece haciendo a un lado la lona de la tienda, mientras Paola acercándose llena de lágrimas en los ojos como yo, con cuidado posa un bonito velo blanco tejido por las mismas mujeres del pueblo sobre mi cabeza.
Y aferrando más las flores de los niños como ramo de novia entre mis manos que me obsequiaron, me pongo de pie a un Cabul lejos de su traje guerrero y llevando una exquisita túnica de colores y seda por su cultura ofreciéndome el brazo, que sin dudar y con cariño lo envuelvo sonriendo los dos.
Entrelazando y forjándose lo que iba hacer un hecho.
Nuestra hermandad en estas semanas y con la figura maternal de Lála, que en tardes compartiendo mi vigilia en cama recuperándome con Camilo y como historias de las Mil y una noches, me relató como un bonito cuento la vida que no conocía de papá con él de niño, también el lindo amor que se tenían con Lála, como la leyenda Qurash con su nacimiento Baru Hashim ancestral del profeta Abraham y sabía de mí, ya que como a Camilo también a este casi hermano del otro lado de continente, le contaba de mi existencia.
Una que con el tiempo, íbamos a estar juntos para siempre.
CAMILO
Y mi corazón se descompone en el preciso momento que la tienda para dar paso a azotea se abre por las mujeres del poblado, festejando con sus manos en expresión alabanza y bajo un canto africano alegre por la ceremonia.
Todas llevan colores en sus vestimentas como los niños y pobladores.
Y todas, llevan hermosas flores silvestres en sus pelos y sobre un rostro de colores vivos pintando sus rostros.
Pero no, como la harían sus ancestros ante una guerra.
Son diseños multicolores en cada rincón de sus rostros que hasta azotea apareciendo los lleva como yo mismo en mi cara, vestido con una toga africana que las mujeres mismas confeccionaron.
Y sonrío demasiado feliz al verla caminar hacia mí, del brazo de Cabul.
Porque nos estamos casando, bajo un lindo y conmovedor ritual de matrimonio.
Su sonrisa se expande al notarme de pie esperando, mientras la gente del poblado como el Teniente y mis propios soldados se abren ante ella para darle paso y como todos sobre el júbilo alegre y esa canción africana cantando, le lanzan pétalos de flores con cada paso que da del brazo de Cabul y seguido por Paola con Fernanda en sus brazos.
¿Que por qué, no la llamo más monja?
Me trago mi risa con una mueca, mirando de soslayo a uno de mis mejores amigos a mi lado junto a Lála.
El indeciso y que no se arriesga Borges, con su mandíbula desencajada al ver a Paola.
Ya que, no lleva más sus prendas de noviciado.
No.
Vestida también con una bonita túnica de tonos alegres como el maquillaje ritual de todos y su ondulado pelo oscuro, cayendo suelto y tipo cascada, acariciando su baja espalda por su largo.
Renunció a ello y la carta con su congregación dentro de la orden religiosa que demandaba su presencia para su definitiva entrega a Dios en lugar e iglesia que la asignen.
Descubriendo su verdadera vocación que me lo afirma, mientras veo como toma uno de los niños que ama como hijos propios y quedaron huérfanos de padres ante el último ataque de la gente de León.
El pequeño Yuu.
Ser madre soltera.
Vuelvo a mirar a mi amigo.
Por ahora...
Y lo que descubrió ortorgándole la tenencia transitoria de ellos, manejando sus papeles de pedido de adopción Cabul con el poder de sus estado y para mudarse ahí, con ellos tras la aprobación.
Cubro mi risa con un puño.
Las carreras de motos de alta cilindrada por una noche de descontrol, según cuenta la leyenda y mis soldados entre risas, testigos y recordando el infartado corazón posesivo de esa noche entre Borges y ella semana atrás.
La calidez del perfume a flores y esencia de ellas se agolpa con su aroma, cuando azotea llega hasta mí y me la entrega Cabul.
Sonreímos.
Mucho.
He importándome una mierda de no seguir el protocolo de la ceremonia, la llevo contra mí, presionando su cuerpo para besarla con fuerza.
Demanda.
Y dejándome llevar por sus mismos labios que al abrirse y seguir mi corriente de emoción comiendo nuestras lenguas, también me lo devuelve con la misma demanda y entrelazando sus brazos alrededor de mi cuello.
Escuchamos risas y más de esa canción que ahora con exclamaciones, el pueblo festeja asombrados por tanto beso que no acaba y sobre la palabra del más viejo del mismo, bendiciendo nuestra unión.
Y hasta del pelotón con euforia aplaudiendo, haciendo que los dos riamos con nuestras bocas sin soltarse.
Puedo ver sin soltar a mi ya mujer, como muchos lloran.
Incluso el Teniente Elías, que acepta entre lágrimas un pañuelo que le alcanza un cabo y agradece, enjugando su llanto y sonándose la nariz muy emocionado.
Todos festejando y rodeándonos, mientras los niños y hasta el pequeño Constantine entre ellos, también lo hace para trepar y reír con ellos, lo que mandé construir y es lugar de nuestra ceremonia a sus pies.
Y fue, donde empecé a amarla sin saberlo y ahora, decorado todo su alto y madera con flores rodeando y cubriéndolo.
Nuestra torre de troncos...
Fin.
EPÍLOGO EXTRA, DEL ESPECIAL DE "ME CASÉ CON UNA MONJA."
PAOLA
Dios, soy una maldita llorona.
Y sé, que con mi puño si lo paso por mi rostro, jodidamente voy a correr por mi lloradera de emoción, los lindos diseños de pinturas que me hicieron las mujeres del pueblo, mientras veo al ritmo de mis manos aplaudiendo desde mi rincón como todos y bajo la canción por la gente, la bonita fiesta y ceremonia del casamiento de Rocío y Camilo como a la par de muchos bailan.
Todo es bello y fue bonito.
Luego de su recuperación y una amonestada reprimenda por Camilo y el Teniente por tanta osadía por parte de mi intrépida mejor amiga.
Se me escapa una risa con mi llanto.
Camilo le dio 48h para que organice su boda con mi ayuda y las chicas del poblado.
Ni un minuto más.
Y mi pecho palpita de alegría en ver a mi mejor amiga y su kamikaze, pero divertido marido ahora, por fin encontró la felicidad y lo que tanto deseaba.
Una familia.
Una muy grande y que faltando una importante en ella por no venir, culpa de la ansiedad del novio, mañana junto al alba y llevados por un Chinook manejado por el flamante novio hasta el aeropuerto Johannesburgo y de ahí sin escala, rumbo a América y otro casamiento en puerta.
El hermano mayor de Camilo y de sexi nombre como apodo sin conocerlo.
Rodrigo Montero.
Y mis lágrimas vuelve asomar por tanta felicidad y no me aguanto.
Evitando que nadie me vea, volteo contra el árbol más cercano para limpiar los mocos que me se aflojaron por el llanto, levantando el ruedo de mi hermoso vestido africano para limpiarme.
- Muy femenino... - Esa jodida voz, suena.
Ni me molesto en voltear.
- ¿Qué mierda quieres, Codancio? - Tampoco en mirarlo y limpiando más mi nariz respirando fuerte, cuando al fin lo hago y por más que siento su risita por mis eternos apodos, ya que jamás el muy cretino me lo dijo ni reconoce y prohibió a Camilo decirme, cuando una vez tomé el coraje suficiente en rogarle, casi arrodillada y a punto de besarles sus botas militares.
Y hago la señal de la cruz por mi blasfemia.
Puta e incondicional amistad entre ellos.
- Saber como estás... - Murmura con su siempre seriedad y aplomo.
Uno que es todo él, pero descubrí noches atrás contra la puerta de un baño de mala muerte, una sensual, dura y caliente vulnerabilidad.
- Estoy muy feliz por mi amiga... - Pero triste por vos idiota. - ...ya que todo se acomodó... - Tiro a un lado mi largo pelo escuro que molesta mi rostro por estar acostumbrada a no sentirlo por la cofia del noviciado y para mirar tras él, como mis cinco niños con Constantine, juegan y ríen mucho con otros y entre los novios.
Titubea frente a mí.
Porque, sabe que estoy mintiendo y nos miramos un poco inseguros, no solo por como están las cosas después de esa noche.
Si no.
Lo que nació desde que nos conocimos años atrás y lo que yo soy ahora y decidí para mí.
- ¿Nunca te rompieron el corazón? - Me dice.
Niego.
- No, pero mi primo una vez el dedo chiquito de un pie, jugando al fútbol con amigos en una canchita de tierra. - Formulo.
Sarcasmo.
Se entiende, aunque la anécdota es real y me gano una inclinación de su cabeza con una bonita mirada de mierda de sus sexis ojos grises.
- Okey... - Reprimo una risita. - ...Alejandro Sanz, pero no tiene idea que yo existo... - Hago que ría.
Y Santa Virgen, no rías así.
Porque, es hermoso el diablo blanco.
Sí.
Así, lo bauticé.
Ya que, tras esa formalidad llena de hermetismo, que hiere y duele como la mierda.
A su vez, mucha pasión escondida y ajena a todos, cual solo yo descubrí niña con emociones puras y llena de ternura, sobre esa coraza y miles de capas hurañas como tajantes.
Pero, tristemente no me deja treparlas y por eso con un gesto indico que soy la primera en irme y volver a la boda.
Ya y gracias a un equipo electrógeno por pedido del Elías, las pequeñas farolas en papel con foco multicolores y adornadas de flores, empiezan a encenderse una tras otra colgando en todos lados, provocando más gritos de felicidad por todos ya con la noche llegando.
- Juan... - Su voz me detiene.
Y mi nariz otra vez empieza a picar, pero no por más mocos.
Si no, por algo cálido que me toma desprevenida e impidiendo que siga caminando, aunque sigo de espalda a él y colma mi pecho, poniéndolo rígido de la emoción y volviendo a nublar mi vista.
- ...me llamo Juan, perlita... - Suelta con esa verdad que tanto le rogué y en el momento que siento sus abrazo por detrás.
Sus fuertes brazos me rodean por sobre mi cuello y copando mi pecho, mientras su barbilla suavemente e inclinándose por su altura, besa mi pulso entre mi nuca y el espacio de la curvatura de él.
- ...pero llámame tan solo tu amor y recibiré un segundo bautismo... - Finaliza, abrazándome más contra él y pegando más mi espalda a su pecho.
Y lloro en silencio por tantas emociones encontradas y sé, que Borges también.
Corrección, Juan.
Juan Borges.
Y cierro mis ojos de felicidad, cuando me gira para abrazarnos pecho contra pecho y depositar un beso a mis labios, seguido a nuevamente abrazarme con una mano sobre mi cabeza y acariciarla con cariño, removiendo mi pelo como de niña en esas vacaciones en la playa.
- Ya no más obstáculos perlita, seremos nosotros dos... - Me dice, pero mira el piso y ve a Fernanda entre nosotros. - ...ok, vamos hacer los tres... - Corrige con mi carcajada, pero en ese momento Yuu, Ghstuaa, Gxfsrits, Jnmchedirff y Kulmnachuv vienen a nuestro encuentro corriendo alegres y llevando cada uno, estrellas encendidas que logré conseguir a través de Lála para que todos los niños disfruten por primera vez como lo hice yo de niña en fiestas y navidades.
Bufa entre risas y alzando a Yuu entre sus brazos.
- Seremos los ocho... - Vuelve a corregirse y nos lleva contra él. - ...siempre...
FIN.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top