CAPITULO 9

ROCIO

Escabullirnos.

A veces con trotecitos y otros agazapados.

Yendo por los laterales y unos recovecos, para luego los rincones y ayudados no solo por la oscuridad de la noche, que bajo la llovizna que persistía sin obviar que Camilo conocía como la palma de su mano cada jodido centímetro cuadrado de esta base, escabulléndonos de posibles miradas siendo alertadas por nuestra presencia.

Siendo suficiente para llegar a nuestro destino sobre risitas, pero mucho sigilo por parte de los dos.

El bendito baño.

- Alguna mierda, vamos a encontrar... - Me murmura en voz baja, abriendo y cerrando las puertas de los casilleros de un extremo que sin necesidad de bloqueo, hurga en su interior sin molestarse en acomodar.

Corrección.

Oculté mi risa con un puño.

Saquea y revuelve algo de prendas de sus colegas que encuentra y lo que ve apto para ambos, lo lanza contra una banqueta próxima.

Y esa sonrisa llena y completa, mostrando su condenada dentadura perfecta, se hace presente a metro de mí, ante la última puertita cerrando.

- Creo que, suficiente para no aparecer desnudos a la tienda... - Toma entre sus manos la parva de ropa "tomada prestada" de sus compañeros, seguido a acercar su rostro e inhalar. - ...y se supone que limpias. - Larga esto último con mueca dudosa y haciendo que ría.

- Lo que sea... - Agarro lo que parece una camiseta y pantalones de sus manos, dejando el resto para él. 

No podemos estar en plan de queja por la situación.

Y como bien dijo Camilo, solo es hasta llegar a la tienda después de una necesitada ducha que los dos nos urgía, para sacarnos todo el fango que nos cubre íntegramente como el frío de la lluvia y nos estaba calando los huesos.

CAMILO

¿Una segunda vuelta?

¿Plan nuevamente de poseerla?

Afirmativo.

Las ganas me podían.

Pero la realidad, era que por más que disposición había por los dos.

Mucha de mí, aclaro.

El tiempo y el emplazamiento como la localización, no lo era.

Triste.

Pero no quitó.

Ahogo mi risa.

Fase 1.

Que no compartamos la misma ducha y la más alejada del lugar decidido por mí.

Fase 2.

Que sobre el nerviosismo presente y pese a la adrenalina que era hacerlo, sobre la simple expectativa que nos descubran juntos de momento a otro.

¿Mencioné, desnudos?

Entre jabón, agua caliente cayendo sobre nosotros, demás decir muy reconfortante.

Mis hábiles manos y diestros dedos, no jugaran con el cuerpo de la doc.

- ¿Quieres parar? - Azotea me regaña con un susurro para no ser oída, intentando enjuagarse y ocultando su risa.

- No. - Infantil, lo sé.

Pero, estoy putamente feliz por todo y después de mucho tiempo.

Jodidamente, lo estoy.

Ya que, Rosemberg nos unió mientras nos estábamos buscando sin saberlo.

Y su puño no se hace esperar.

Golpeando mi pecho, seguido a terminar de enjuagarse con apuro.

El lado derecho sin heridas.

- Auch... - Finjo dolor, palmeando la zona y me gano su mirada divertida, tomando la única toalla que encontré.

ROCIO

- Recibiste una balacera... - Se me escapa una risa, mientras me visto ágil y lo señalo con la toalla a esa media docena de cicatrices que tapizan su cuerpo y que incitan a lamer cada una ya fuera del baño y su perímetro.

Uno muy cercano y peligrosamente, tentador para mí. 

 - ¿ Y te quejas, por un golpe de mujer? ¿No me jodas? - Prosigo, sabiendo que no se puede y estamos a nada de amanecer y debo regresar a la tienda, antes que Paola despierte y note que no estoy.

- Era la idea, azotea... - Abre los brazos resignado, bajo la ducha y totalmente desnudo, indicando sin mucho protocolo hacia abajo.

Donde el muy jodido, me muestra lo duro que está por mí.

Mierda.

CAMILO

Y mi risa contenida, me gana al ver como traga saliva sin poder acotar nada.

Yo, tampoco lo hago.

Me limito a cerrar la llave de agua y tomando la toalla de su mano congelada por mis dos sinceridades.

Una, dura y entre mis piernas.

Y la otra, riendo divertido pero dolorosamente y tomando algunas respiraciones obligadas, apoyado contra la fría pared de los azulejos, porque lo necesitaba y baje mi erección para poder subir mis  jodidos pantalones y forzarlo a retener mi maldito y falto de atención pene duro.

ROCIO

Mi gran miedo a ser descubierta por mi amiga, estando despierta y viéndome llegar a esta horas de la madrugada juntos, no me sorprendió.

Más bien.

Los sorprendidos, fuimos nosotros.

Que ante la calma absoluta y abriendo con cuidado la tienda de Camilo.

Entre asombrados y uno al lado del otro en silencio, pero cruzando nuestras miradas, continuo a unos de los catres.

Y observando sin entender.

Aunque, yo reconozco sin saber el motivo, muy feliz.

A Paola durmiendo profundamente, pero sin Fernanda como la hace siempre.

Nuestra querida mascota lo hace en un rincón y acompañada de Cornelio que al vernos su bienvenida, es su cola alegre palmeando contra un bolso y Camilo divertido, le hace gesto con su índice en los labios que no lo haga para no despertarlos.

Si.

En plural.

Ya que mi mejor amiga y su mejor amigo lo están haciendo juntos, compartiendo la cama y con una gruesa cobija militar sobre ellos.

¿Pero, en qué momento sucedió?

Y lo más importante.

¿Qué, nos perdimos?

Lo miro curiosa por la escena y solo se limita a encogerse de hombros, pero su siempre sonrisa está en sus labios mientras busca ropa adecuada entre sus cosas, intentando hacer el menos ruido posible.

- Creo que, por fin va a comer... - Me susurra como toda respuesta cosa que no entiendo, muy alegre mientras me siento en mi catre y Fernanda viene a mí, para que la acaricie con un suave cloqueo.

Y para mi sorpresa, Cornelio también se sube demandando caricia.

Me hacen sonreír.

- ¿Te vas? - Le pregunto muy bajito y sin de dejar de acariciar a los chicos, al notar que elije con cuidado su muda de ropa.

Un uniforme completo y limpio como otro par de botas de combate.

CAMILO

No es una pregunta.

Más bien, un ruego.

Y aunque estoy a hora de mi turno y necesito hacer algo que me urge, no lo iba hacer.

Solo necesitaba cambiarme, cual lo hago con cuidado sin despertar a la monja y mi amigo, que le acusa un sueño profundo, la constante respiración de ella como cortina entre nosotros.

- Hasta que duermas... - Murmuro, terminando de acordonar mis botas y ceñir bien mi chaleco ya puesto, como gorra militar en la cabeza.

- ¿No vas a dormir? - Pregunta, mientras la obligo a recostarse con esa extraña gallina y Cornelio sobre su cama, acomodando la cobija sobre ella. 

Niego.

- No, mi turno comienza en breve... - Me acomodo contra el suelo, pero junto a su catre. - Tú, lo harás azotea... 

- No creo... - Bosteza y sonrío, mientras acomoda mejor mi almohada bajo su cabeza. - ...que pueda... - Otro bostezo le gana.

Y me contagia haciéndolo también, maldita sea.

Pero de la forma linda.

Y por eso mi postura sentado en el piso, se relaja contra el borde su cama y sus manos se apoderan de mi brazo apoyado contra ella y llevándolo por abajo de la frazada, cerrando sus ojos.

Sonrío.

Porque.

Jesús, estoy enterrado hasta las pelotas por esta mujer.

La que nunca olvidé.

La vida que elegí no me dio muchas opciones en cuanto al amor.

Realidad.

Y aunque sin una familia como muchos de mis compañeros, esperando por ellos en el otro lado del mundo.

Nosotros, el resto.

Tuvimos uno que otro encuentro esporádico con mujeres en nuestras y para mí, obligadas temporadas de descanso.

Pero no lo suficiente para llenar el vacío de mi corazón.

Y me acomodo mejor contra azotea reteniendo mi brazo prisionero.

Como lo hizo ella, siempre y sin saberlo.

- ...te prometí, que siempre voy a ir hacia ti de ahora en adelante... - Le recuerdo sobre su tercer bostezo.

ROCIO

Otro bostezo me gana, bajo sus palabras recordándome su promesa de horas antes.

Y calidez colma mi pecho somnoliento, porque sé, que es verdad mientras envuelvo más y contra mí, su brazo que tengo apresado.

Un suave silencio se hace en la tienda que solo es interrumpido por uno que otro ronquido.

Y no por el Capitán que posesivamente dormido, tiene a mi amiga entre sus brazos.

Más bien por ella misma, haciendo que riamos.

- Dios... - Gime divertido, Camilo sin poder creer.

- Lo siento... - Ahogo mi risa, contra la frazada y abriendo mis ojos. - ...sufre de un poco de apnea por obstrucción de la nariz cuando duerme...

No dice nada y solo sonríe, acomodando con su mano libre sus medallas.

- ¿Cómo me conocías? - Suelta pensativo.

CAMILO

No puedo evitar, no sonreír.

Por la situación de mi amigo viendo tras mucho tiempo y merecidamente, después de su pasado y por más que no lo quiere reconocer.

Su atención por la rarita, pero alegre novicia y que lleva de mascota, una gallina que se cree perro.

Y por venir algo a mi mente sobre nuestras risas al escuchar sus femeninos ronquidos.

Una extrañeza que le pregunto y nos miramos por eso.

- No lo hacía directamente... - Me recuerda.

- Lo sé. - Prosigo. - Pero Rosemberg como lo hacía conmigo, también te hablaba de mí. - Mi duda. - Conociste a mi hermano... - Puto Rodo seductor, que gracias a Dios nunca la notó el muy depredador. - ...pero, no me relacionaste con el jodido... - Su risita le puede al notar mis celos, provocando que sonría también. - ...al volver a vernos.

Se encoje de hombros, bajo las brazadas.

- Apellidos iguales abundan. - Responde. - Y aunque conocía a Rodrigo como todo el entorno de Herónimo Mon, solo era eso por esporádicas visitas al Hospital Infantil... - Analiza. - ...y mi padre, jamás se refirió a ti y con tu nombre que recuerde...

- ¿No?

Sacude su cabeza.

- ¿Cómo? - Curioso.

Vuelve a encogerse de hombros, tomando más el brazo que tiene retenido mío.

- En un principio, solo te mencionaba como el muchachito, cual tenía bajo sus alas... - Piensa, seguido a un rubor. - ... después y aunque eran esporádicas sus anécdotas contigo, pero ahora comprendiendo que siempre dejando ese cariño como atención en mí por ti. - Me cuenta, subiendo otro tono más y pese a la oscuridad de la tienda sus mejillas. - como mi dulce favorito Camilo, el chocolate...

¿Eh?

Carajo.

Porque no termino de comprender.

Se incorpora sobre la cama robando toda mi atención y yo, acomodo mejor mi postura en el piso con mi brazo libre y frente a azotea.

- Nunca me mencionó, las tristezas que padecías... - Habla por mis enfermedades crónicas, cual solo percibe una de ellas y agradezco a Rosemberg, que nunca hizo alusión directamente cuales, por más médica que es. 

Se toma su tiempo para buscar las palabras correctas.

- ...solo me relataba, que bajo esa superficie... - Continúa. - ...una amarga, díscola y renegada ante el primer contacto, había dulzura en realidad al conocerte, tanto en tu exterior como interior.

Lo dice por la pérdida de mi hermana menor a temprana edad y lo que desató ello.

- Y te imaginaba por eso, como mi chocolate favorito... - Reanuda al ver mi poco ánimo de dar explicación a eso y no me obliga. - ...y mi padre, comenzó a llamarte como tal.

- ¿Cómo?

Niega.

- ¿No me lo vas a decir? - Me cruzo de brazos.

Sacude su cabeza.

- No.

- ¿En serio?

- Tendrás que averiguarlo...

Mierda.

Pero no puedo seguir con mi inquisición de apodo glucoso.

Algo me alerta al igual que a azotea como a Borges, depertándolo.

- ¿Qué sucede? - Exclama entredormida la monja, fregando sus ojos también haciéndolo y sentir como nosotros, el nervioso murmullo fuera de la tienda.

- Algo malo... - Solo digo, ya en al puerta y mirando hacia afuera junto a mi amigo, acomodando su uniforme.

- ¿Malo? - Repite Rocío llegando hasta nosotros y ver, la movida que hay de soldados saliendo también de sus tiendas alistándose, como restos yendo y viniendo.

Elevo mi vista al cielo.

Uno casi en su horizonte amaneciendo y solo con apenas nubes, rezago de la lluvia que cayó en la noche.

- ¿Sientes? - Le digo a mi amigo sin apartar mi vista del firmamento.

Uno calmo en apariencia.

- Presiento. - Es su respuesta, afirmando a lo que digo y caminando como yo a la central de la base.

- ¿Qué? ¿Qué pasa? - Azotea pregunta a nuestro lado con la monja e intentando, no llevarse puesto soldados que se nos cruzan en nuestro trote.

Maldición, Dios que no sea lo que pienso.

- Es la alarma de invasión... - Borges habla por mí.

Y mira a la monja largamente, seguido a azotea.

- ...han atacado un poblado...

- ¿Mi...poblado? - Azotea sobre los brazos de su amiga, otra vez no pregunta.

Más bien es una súplica, porque no lo sea...





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top