CAPITULO 6

ROCIO

Pensé que era broma.

Una de muy mal gusto por cierto, del hombre esposado a mi lado.

¿Hombre?

Quiero reír.

Un niño atrevido con aire de grandezas por sus estrellas en el hombro de su uniforme.

Centenares de órdenes abruman mi cerebro.

Escupirle, chillarle y hasta darle un rodillazo en sus pelotas, para poder borrarle la media risita idiota que retenía en sus labios, mientras me arrastraba por intentar frenarlo en dirección a unos de los Jeeps del ejercito.

- ¡No puedes detenerme! - Le grito.

- Sí, que puedo. - Tranquilo.

- ¿Un preso a otro preso? - Mi mano atada a él, con fuerza lo tironea sobre nosotros al elevarla, obligando a que pare frente al vehículo militar.

Se encoje de hombros.

Pero usando el mismo vigor, ahora su fuerza me empuja contra él.

Mierda.

Me separo de su contacto rápidamente.

Y su calma sigue igual en pie.

Pero golpea con su otro puño su uniforme sin hablar, para mostrarme su rango y abre la puerta, reclinando los asientos delanteros para que subamos.

- ¿Qué tienes? ¿14 años? - Y yo la cierro en su cara, cortándole el amague de que entremos.

Porque no me voy a dar por vencida.

Inclina su cabeza por mi acción.

Reservado como mirando la puerta cerrada por mi golpe y el mutismo que se hace es tanto, que podemos escuchar por el súbito silencio de ambos, algunas risitas de sus soldados como colegas míos, por nuestra propia guerra sin ceder.

Solo, el sonido de las esposas se siente y por cruzar sus poderosos brazos contra su pecho y sin preocuparse por su herida, ante ese brusco movimiento obligando nuevamente.

Fastidio.

A acercarme involuntaria a él.

Explora de reojo al pequeño pueblo testigo de todo esto como resto, seguido a mí.

Y cuando creí, que iba a mandarme al mismísimo diablo.

Una sonrisa silenciosa.

Amplia y de oreja a oreja mostrando una alegre boca curvada hacia arriba, me regala shockeándome.

Muchas cosas, yo sabía que deslumbran.

Faros en posición alta de coches y viniendo de frente en una noche oscura por alguna carretera.

El reflejo de alguna luz cuando choca con un cristal, provocando que pestañees o el mismo sol y totalmente perjudicial, si elevas tu mirada fija a el desafiándolo.

Y ahora, sé.

Que una sonrisa, también.

Porque, eso hace.

Me encandila, ya que no lo hace con sus labios solo.

Este hombre tiene la desfachatez de incluso, hacerlo con la mirada.

Reconozco que no me pasó desapercibido, cuando llegó al poblado con su gente.

Pero mi vistazo fue general.

Las mujeres, también miramos.

Y más, si te caen en tipo patota un grupo de hombres con esos cuerpos esculturales acusando, no solo una exigente base con disciplina física que cargan en sus cuerpos.

Sino, también.

Los uniformes militares.

Benditos uniformes que, pese a ser de combate y utilizados para el campo de batalla llenos de artilugios y accesorios para el caso, señalan con su ceñimiento cada jodida zona que la tela moldea y esculpe.

Si un color de ojos a juego con la mirada alegre, más sonrisa acompañada fuera una golosina.

Bien podría afirmar que la de este chico.

Es la de un chocolate.

Si.

Y del bueno y que solo se consiguen en las grandes confiterías.

Viniendo a mi mente mis épocas tras salir de mis eternas horas de pasantías en una guardia en el Hospital, el de parar frente a una vidriera de una tienda de chocolates famosa y mirarlas.

A veces solo observarlas, dándote placer ello por el diseño del interior del local como cada chocolate en su forma, decorado y sabor.

Focalizo en los labios sonrientes del soldado.

Y otras, entrando a comprar por la tentación de probar algunas, para poder morderlas y degustar con mis labios al deslizarse por mi lengua, la textura dulce en forma de bombón con su cacao camino a mi hogar.

Sacudo mi cabeza.

¿Jesús, que fue eso?

Sonríe.

Y aunque, algo refleja fugaz su rostro que no puedo terminar de definir, pero lo siento.

Tal vez, por ser médica.

Que su pulso como respiración se vuelve acelerada.

Él sigue sonriendo más.

Carajo.

Me encanta y detesto mucho que me guste su sonrisa.

Y sacudo mi cabeza otra vez, para volver a la realidad y por su voz que no abandona esa sonrisa sincera con mirada chocolate.

CAMILO

Me quedo mirando a la doctora y un azote de amargura golpea mi rostro con su sarcasmo, sintiendo que mi corazón acelera.

En otro momento, eso causaría un desmoronamiento profundo en mí.

Ya no.

Pero como toda herida, la cicatriz sigue latente.

Y la que yo tengo, es la peor de todas.

Y no me refiero a las que adornan gran parte de mí, exteriormente, cual con su marca y mala cicatrización, tapizan porciones de mi cuerpo y sobre mi piel de todos los tamaños como formas.

Hablo de una interna.

De esas que y pese a los años, parecen abrirse una y otra vez como si fuera una reciente y al llegar la noche recostado en tu catre, empiezas a ponerte una bolsa de hielo sobre ella de nuevo.

O tal vez, hasta tres bolsas.

Y aunque ese tormento reina escondido y muy oculto en mi interior algo sanado, pero jamás curado.

La jodida doctora, provoca que sonría más.

Los incendios forestales a veces lo batallan con fuego contra fuego.

Y putamente, ella sin darse cuenta lo hizo.

- Los perdí hace rato, azotea... - Respondo a su sarcasmo, volviendo a abrir la puerta para nosotros y aprovechando su desconcierto. - ...tengo 34 años. - Le informo para que sepa que tengo muy bien puestas mis pelotas adultas, mientras la obligo a subir conmigo seguido de ella, sin dejar de sonreír alegremente a sus ojos que no ceden a los míos.

Y maldición.

Porque lo percibo.

Ambos nos tenemos ansias.

Si.

Yo, jodidamente de besarla y hasta el punto de ponerse duro mi pene.

Y ella.

Oculto mi carcajada, dando la orden a mi soldado ya en el asiento delantero tomando el volante.

De cortármela en rodajas.

¿Es un principio, no?

- Te sigo en el otro. - Borges me interrumpe desde la ventanilla, mientras observamos la tropa montar los otros Jeeps como en el que estoy. 

Y quiere decir algo más, pero un desastroso y fuera de punto motor seguido a pequeñas explosiones de escape, nos aturden por ponerse a la par nuestra.

Es la monja arriba de su destartalada motocicleta y con la gallina en el canasto trasero.

- Yo, también voy. - Exclama, ajustando el casco de su cabeza y apretando mejor la hebilla, bajo su barbilla.

Casco que delata por desgaste mucho uso y verlo bien ahora con la luz de día, noto dibujos con estampas de Pucca causando que el Capitán le eleve una ceja y a medio decir, lo que sea que me estaba por hablar.

- No puedes Paola. - Azotea interfiere. - Los niños... - Mira todo.

- ...ellos estarán bien y lo olvidas? - Señala la novicia al resto auxiliar médico. - Los chicos quedan hasta que volvamos. - Ellos afirman, mientras una docena de niñitos nos rodea como a la monja, cual esta, haciéndoles gestos divertidos con la cara y manos festejan riendo con la propia alegría y curiosidad infantil por nuestra partida.

Y mierda.

Maldigo para mis adentros por no llevar más dulces para ellos.

ROCIO

Dios.

Me cuesta creer lo que está pasando.

¿Y por qué, me sigue llamando así?

- Solo será un reporte oficial que no me llevará más de unas horas y estoy de regreso. - Quiero evitar que Paola empecinada y con Fernanda me siga.

Pero los lentes para motocicleta que rodean el casco, cuando los baja para colocárselos son mi respuesta.

Diablos.

Y por eso, miro suplicante al Capitán.

- Usted porque está detenida, pero a un civil estando en misión... - Quiere explicarme, negando.

- ...aunque esta no es una zona liberada, los peligros están a la orden del día... - Le interrumpo, para recordarle el juramento que hacen. - ...y créame, mi amiga no se detendrá por más kilómetros que sea hasta su base...y un militar puede con un civil... - Le ruego y dando a entender mi idea.

Se señala con su índice sin hablar y luego a Paola en la motocicleta, que se le confirma con rugientes aceleradas subiendo y bajando sus cejas por más antiparras de moto.

Y yo asiento con una súplica, bajo una risa del soldado Camilo que se atora o disimula con tos.

No tengo idea.

Solo sé y le agradezco con una sonrisa, cuando veo que mientras Pao deslizándose para adelante y poder darle espacio a ese hombre de cuerpo enorme, toma su lugar tras ella y Fernanda.

No puedo escuchar que le dice él, por los motores de todos Jeeps encendiéndose y empezando la caravana, bajo el saludo de los niños como adultos del poblado.

Pero, lo que sea que este hombre rudo le manifiesta entre serio y dudoso.

Mi amiga suelta una carcajada sin hacer caso y tomando sus brazos.

Unos grandes y muy fuertes.

Lo obliga a rodear su cintura sin pudor y apretarse contra ella, seguido a movilizarse tras nuestro por un largo camino sinuoso y entre la vegetación africana.

Un prolongado silencio se hace en el viaje, siendo solo a veces interrumpido por el radio de comunicación con su frecuencia en alta.

Y para mí, esta bien.

Porque de una jodida vez, solo quiero llegar a donde sea que vamos y está la base.

Hacer un reporte e impugnar el arresto con quien tengo que hablar, para poder regresar con Paola a mi campamento en el pueblo sobreseída.

¿Tres días prisionera?

Mi trasero.

- Alfa Charly Alfa 2L... - Me sorprendo cuando y de un movimiento, él toma el radio alcanzado por su compañero y responde. - ...35 47 78. - Chequea su reloj. - 10-24QRB a las 1315 punto de apoyo.

- ...copiado. - Responden del otro lado. - 32 54 78 QRV... - Una leve interferencia carraspea sobre el radio. - ...10-74 águila del aire.

- Positivo. - Corta la comunicación, entregando el radio al nuevamente a su camarada.

Y yo.

No entendí nada.

Sé que los equipos de comunicación utilizados en operaciones militares, deben establecer una conexión segura para evitar ser interceptados por enemigos.

Y aunque he visto algo de eso y la nuestra propia, pero las de mano para necesidades y estados a la asociación humanitaria.

Jamás en detalle como la militar.

- Para este tipo de ejecuciones, lo mejor las bidireccionales portátiles... - Suelta como si hubiera leído mis pensamientos. 

No me mira.

Sus ojos permanecen en la ventanilla y lo que el paisaje africano nos regala con su vista.

- ...la información debe ser encriptada, para evitar ser interceptados por las fuerzas enemigas... - Noto, pese a que quiere disimular por un gesto que hace, cierta incomodidad con su brazo vendado con la herida. - ...con capacidad de enviar voz, los datos como ubicación y estado en secreta reserva.

Solo afirmo entendiendo, sin dejar de mirar su brazo lesionado.

Ya perdí la noción del tiempo de cuanto hace que estamos en viaje.

Tal vez, una hora o dos.

Y solo me limito a mirar cada tanto y sobre mis hombros.

Que por la poca velocidad gracias al camino serpenteante propia de la tierra y arena misma, bajo la densa vegetación a poca distancia a Paola y el Capitán, que nos siguen en la motocicleta y escoltados por un tercer Jeep detrás de ellos.

Creo que otra media hora pasa, pero las ansías me pueden.

- ¿Falta mucho para la base? - Pregunto.

Su sonrisa vuelve y hace un ligero contacto visual conmigo, luego vuelve a la ventanilla acomodando un pie en alto y con actitud relajada, sobre una parte alta del Jeep dejando descansar su arma en su regazo e intentando no mover su mano esposada a la mía.

Y mierda, porque es un espectáculo a la vista este hombre.

- Minuto a la primera fase. - Responde.

Frunzo mi ceño.

- ¿Primera fase? - No entendí.

Sus ojos chocolate se levantan y se encuentran con los míos.

- Positivo. - Me dice. - Primera fase, azotea. - Me vuelve a repetir.

- ¿Algo así, como una primera parte? - Y yo vuelvo a preguntar, pero esta vez no me habla ni me mira.

Pero su rígida postura en el asiento, me dice que está consciente y atento a mis palabras.

Dios, que no sea lo que estoy imaginando.

Y por eso trago con fuerza saliva y de controlar mi temperamento.

No puedo seguir analizando, porque nos detenemos en paraje.

Y oh mierda, cuando desciendo acomodando mi bata médica como mi largo pelo hacia atrás y elevo mi vista en tierra, mientras sigo sus pasos por seguir esposada a él.

El agua marina llega nariz como el sentido auditivo, por las olas colisionando en la costa oceánica.

Pero lo que provoca que tambalee no es eso.

Más bien.

Un jodido helicóptero en su orilla.

Uno del color de los mismos uniformes que ellos llevan y de tamaño extra grande.

Jesús, es enorme.

 Tan gigante, que lo veo muy capaz de llevar docenas de soldados y hasta los mismos vehículos acorazados en cual vinimos y que me lo confirman, cuando una rampa de carga se acciona para que los vehículos suban a su interior incluyendo la motocicleta de Pao.

Y que percibo al acercarme cada vez más, que está equipado con armamento su exterior, preguntándome si son ametralladoras.

Carajo.

CAMILO

Evitaba su pregunta.

Porque presentía que corroborar la idea que cruzaba por su cabeza, provocaría como una tercera guerra mundial, por ese carácter que estoy empezando a conocer.

Solo me limité a que el HC2 Chinook, respondiera a sus dudas.

- El águila del aire, nos espera. - Adjudico a modo presentación.

Y como no estaba en mis planes que me arme una pataleta negándose a subir, pero para mi maldita y buena suerte viendo que su amiga la monja y gallina a juego lo hacen siguiendo al Capitán, pese a la doctora ofuscada.

Yo saco de unos de los bolsillos de mi chaleco, la llave de las esposas que nos mantiene juntos.

Elevo el juego de ellas en su nariz y las hago tintinear entre sí. 

- Aunque sigues bajo arresto yo voy a liberarte, pero me tienes que prometer que no sacudirás mis bolas con uno de tus lindos pies ni tus manos rodear mi sexi cuello para estrangularme. - Pido divertido. - Si no lo haces, voy a regalarte un privilegio que te va a gustar azotea.

La doctora hace una especie de mueca de descontento ante la idea de subir al águila, que yo siento en mi pene.

Y maldición.

Quiero besar esa mueca y si me deja, morder su labio inferior.

Pero se interpone y agradezco por ello, que a su vez y con cierto brillo en sus ojos castaños, la tentación de subir a las alturas sin dejar de mirar a nuestro monstruo del aire.

Haciendo olvidar a mi verga y la mía propia con eso, la respuesta que necesito introduciendo la llave y liberarnos.

- ¡Hora de partir, General! - Borges me grita dentro y colgado de uno de los laterales totalmente abierto del helicóptero y ya, con los coches dentro como el pelotón.

- ¿Y cuál, es el soborno? - Me dice con un tono que vuelve a traicionar su mal humor, pero capto que es para disimular una sonrisa de aprobación, caminando a mi lado mientras guardo las esposas en uno de los bolsillos traseros y masajea su muñeca que fue prisionera por una huella rosa por su constante roce.

Que lindo.

Y mi sonrisa se expande mientras la ayudo a que suba, pero le niego sus intensiones de tomar asiento entre su novicia amiga y mis compañeros.

Tomo su mano y entrelazo sus dedos con los míos, para llevarla a la cabina como toda respuesta.

- ¿Qué pretende hacer, soldado? - Pregunta llevando su mano libre a la cadera y mirándome asombrada, pero dejándose llevar.

Porque, sabe.

Que descubrí anoche y ahora entiende, mis palabras cuando le dije que teníamos algo en común.

- Altura, azotea... - Le digo bajito y me hace dar ganas de abrazarla como mantenerla en mis brazos.

Estoy en problemas.

Un lindo y castaño, problema.

Pero lo oculto, deslizándonos al interior de la cabina.

Le guiño el ojo a mi segundo al mando, cual se levanta del asiento principal de pilotaje para darme mi lugar.

- ¿Tú, sabes volar? - Exclama, deteniéndose súbitamente.

Respondo tomando asiento en el lado izquierdo con solo elevar mis cejas divertido, poniéndome el intercomunicador y mis lentes oscuros.

- ¿En serio? - No se lo cree.

- Te sorprenderías. - Murmuro, invitándola a que lo haga a mi lado mientras verifico el tablero de mando.

- Mierda, mierda y mierda... - Es bajo, pero exclama, seguido a morder su labio captando al mirarla de reojo.

- No hagas eso. - Dios querido, esto va ser duro.

- ¿Qué cosa? - Murmura mientras palmeo el asiento a mi lado para que lo haga.

No puedo evitar sonreír.

Y bajo apenas mis lentes del puente de mi nariz para que focalice en mí, mientras se sienta y compruebo su cinturón de seguridad después del mío y tomo otro intercomunicador para ella, que me alcanza mi compañero de vuelo.

- Provocarme una erección, azotea... - Soy sincero.

ROCIO

Mi boca se abre.

Más bien, se desencaja.

Porque no puedo jodidamente creer lo que dijo frente a todos, cuales se carcajean bajo silbidos y aplausos por su Sargento o lo que sea su rango, mientras me pone un aparato como llevan casi todos en la cabeza y tapando mis oídos también.

Y mis ojos se resbalan a su entrepierna por su dicho, mostrándome una palpitante dureza bajo su pantalón militar.

Santo Dios.

Porque una humedad a su vez, invade la mía, obligando a mis piernas a apretarlas entre sí.

Ya que fue lo más sincero, incorrecto y conjugado con esa boca descarada como sonriente, lo más erótico que había escuchado en mi vida.

Pero enterrada bajo tierra antes que demostrarlo y por eso, intento mirarlo ofendida.

- No me gusta que me acosen, soldado. - Desapruebo e imito que no me afectó, provocando que sus compañeros festejen mi pulgar abajo a él y causando que hasta el Capitán como Paola sonrían desde el compartimiento trasero.

Él los mira aceptando las burlas, pero vuelve a mí.

- Te gustará, cuando se trate de mí. - Me murmura desafiante. - Y soy Camilo. - Me dice y da como final, recibiendo otras exclamaciones pero esta vez de aliento de todos por su empeño.

Uno que agradezco el bullicio, porque condenadamente no sé como replicar.

Estoy en territorio visitante y las hélices con su fuerte, pero suave movimiento tomando velocidad al ser encendidos por Camilo, me dejan fuera de juego.

Ya que estoy.

Y ahogo mis ganas locas de palmotear como niña feliz y gritar de alegría.

Totalmente fascinada.

Casi 360 grados de pura tecnología y comandos internos, se activan con sus luces y pantallas por él.

Un traqueteo del arranque puedo sentir acelerando mi adrenalina desde mi asiento, bajo su voz que dice algo así como check list, por la puesta en marcha.

- N1 por encima del 100% en menos de 45 segundos, 100% torques unidos, Instrumentos de motor y transmisión en verde...- Prosigue, comprobando todo. - ...no hay luces AFCS ON auto Swivel en lock estamos listos con águila del aire. - Confirma, ante el pulgar del Capitán y Pao que eleva los dos alegremente con Fernanda en su regazo y sostenida con ella por el cinturón de seguridad al igual que todos, causando que Camilo sonría negando.

- 53 águila de aire QRC 85 35 47 ruta o itinerario alfa base TALUD 09 en cabecera dos dos listo para despegar TALUD 09 autorizado, despegue pista. Buen vuelo. - Finaliza la trasmisión del otro lado.

Y así.

Emoción contenida.

El helicóptero comienza su acenso.

Un vuelo con una agilidad sorprendente, bajo el manejo de Camilo en sus manos.

Esperando que sea de una reacción lenta, pausada y como la de un gran avión de transporte.

Pero este helicóptero me sorprende con sus movimientos rápidos y como se inclina en los virajes alcanzando gran altura.

Los mandos se controlan con una suavidad magistral, inducidos por él que no me deja de asombrar.

Solo le basta una leve presión para manejar la palanca central del helicóptero y que controla el movimiento sea arriba, abajo o el lateral mientras atravesamos mi querida África, para luego inclinar el helicóptero hacia un lado y con otro balanceo.

Regalándome la dicha de ver todo desde la colosal altura que volamos.

Y me atrapa sonriendo, cuando señalo al cruzar una sabana por como una manada de elefantes y hasta una media docena de jirafas, colman la gran extensión con otros animales.

No puedo mirar sus ojos, por causa de sus lentes de sol.

Pero sé, que me mira satisfecho, porque me arquea una ceja sonriente.

CAMILO

Estoy tan atrapado en el momento como concentrado en volar, que ni siquiera noto que mis compañeros, la monja, Borges y hasta la gallina nos observan.

Como tampoco, el insipiente ardor de mi brazo con la herida.

Sabía que la doctora, iba a quedar fascinada con esto.

Porque ella, era azotea.

Tengo bases militares, casi desde que tengo uso de razón y por razones que no vienen al caso y siendo esto mi pasión, fue mi escape a mi tormento especializándome, aunque soy bueno en lo terrestre, en convertirme en piloto experimentado.

Y por eso, bajo unas maniobras básicas y un poco de vuelo recto como nivelado, conduzco el helicóptero tras un avistaje por el cauce de un río después.

Haciendo lo que se denomina vuelo táctico, para volar muy bajo siguiendo las incidencias del terreno ya que, no deja de ser una operación real volando sobre zonas de conflictos.

Y lo hago no muy veloz, pero volando bajo, representa un blanco muy grande para el enemigo en tierra.

Pero otorgando una de las formas más espectaculares de disfrutar el paisaje con su vuelo, mientras lo obligo a que siga las curvas del cauce del río, causando que la sensación de velocidad aumente con cada giro que ejecuto de forma limpia.

Y azotea al sentir las cercanía de la naturaleza africana y que empiezo a comprender que ama.

Jodidamente, suspira por el intercomunicador.

Y carajo para mí, mientras reajusto la entrepierna de mi pantalón con disimulo.

Porque lo confirmo.

Estoy en problemas...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top