CAPITULO 13

CAMILO

Recuerdo.

Empiezo a rememorar todo mucho mejor.

Un aeropuerto, mi familia, Rosemberg y yo.

Pero dos aviones con países diferentes, aguardando por nosotros.

Uno, destino para mi madre y hermano.

Otro, del militar a mi cargo ahora y yo.

Un adolescente y camino a mi adultez.

Abrazos con mucha despedida y el mío, partiendo primero.

Interminables horas de vuelo en su compañía, para luego nuestra llegada tras otro viaje de horas en un coche militar y a nuestra espera en ese aeropuerto rumbo a la academia.

Y a mi mente, viene tal.

Extensa carretera desde el asiento trasero y a su lado, conducido por un chófer que sin ver a mi nuevo tutor y que con el tiempo, adorar casi y como lo más cercano a un padre, sintiendo su mirada y siempre con una sonrisa dentro de su seriedad en esta odisea, mientras mi vista estaba plasmada a mi ventanilla cerrada sin dejar observar el paisaje camino a mi sueño y dejando atrás mi tristeza.

Y mis ojos muy abiertos al descender del coche junto a él.

La academia de Elite.

Imponente con su fachada, construcción y jerarquía.

Cientos de metros de edificación como hectáreas de ejercitación y entrenamiento.

Y en ellos, también cientos de muchachos cercanos a mi edad y no, adoctrinándose con uniformes.

Notando sobre una mano en uno de mis hombros por Rosemberg de forma agradable, mientras el conductor sacaba del maletero mi escaso equipaje.

Que volví a sonreír, mirando todo eso y después de semanas como tantas horas de viaje en silencio, cruzando medio mundo como océano.

Y una parte, volvió a mí.

Recuperé, ya iniciándome y siendo parte de la academia, pasando cada semana como mes.

Mi vida y mi edad, esforzándome por lo que amaba.

La milicia.

Llegando a final de este, entre los mejores con cada capacitación.

Y seguido a ello y como siempre, alerta e interesado por mí, Mirko supervisando para luego tras recibirme con honores, llevarme a otro hogar y residencia de estudio.

La Royal Military.

Y más meses de entrenamiento furtivo militar y solo en contacto con mi madre y Rodo por cartas mías como de ellos.

Solo eso.

Como también.

Más confraternidad con potencias de casi mi edad de todo el mundo.

Convirtiéndome en el mejor en la disciplina y entre ellos y a los talones en calificaciones.

Amistad y cariño con mi mejor amigo.

Y aprieto más mi sien con mis manos, ante tantos recuerdos ahora patentes.

Leónidas Kosamé.

León para otros.

Pero, Leo para mí.

Hijo único y heredero de una gran dinastía jeque árabe.

Éramos los mejores.

Líderes alfas en nuestra clase y hasta en la academia sobre los senior mayores que nosotros y dirigentes, tanto dentro como fuera transcurriendo ese tiempo.

Pero sobre todo y ante el libre albedrío, afuera como muchachos y ante las salidas de descanso.

Promulgando entre estas, con alzamiento de botellas de alcohol y rodeados de mujeres de nuestra edad como doblando ellas en farra y fiesta.

Siendo juerga y expectativa de salidas en un comienzo, pero ante mi vigente tristeza con ese latente pos-trauma con ayuda psicológica, Leónidas animándome a olvidar de ella con un buen vaso o copa con bebida, sintiendo y haciendo caso, porque disminuía bebiendo mi sensación de dolor.

Estimulación constante para mí, al igual que su amistad y consolidándose por los dos con más tiempo pasando.

Muchas de ellas con reprimendas de Mirko y a regañadientes a esa amistad, pero procurando respetar esa libertad sin comprender, pero pese a todo.

Como en un final de actividad hasta el inicio de otro e invitado por Leónidas, que visite y vaya a su país.

Justificación y coartada perfecta ante la mirada ofuscada de Mirko, el pronto compromiso de mi amigo.

Si.

Leónidas joven como yo y su prometida Fadila mucho más, pero en un tiempo y sobre sus culturas, aptos los dos y aprobados por ambas familias para casarse.

Una prestigiosa la de mi mejor amigo con rango de apellido como renombre en África y ella, con un título nobiliario de princesa e hija de sangre y única heredera como miembro de otra regente en su estado con padres fallecidos.

Hermosa.

Muy bonita y casi un ángel por su forma de ser como toda ella, cuando llegamos y días después me la presentaron.

Una fantasía su origen al igual que su palacio con extensiones, que imposible no venirte a la memoria hayas leído o no, cuentos o recopilaciones árabes tipo Las mil y una noches por los paisajes, mobiliarios y todo los que tus ojos te permitían ver.

Semana de ocio descubriendo todo a la par con Leo.

Cabalgatas.

Recorridos por el pueblo.

Pero también, notar y pese a solo algo más de una semana estar, que no solo la riqueza exótica de esta cultura como su país mismo lo que eran.

La gente con este status, igual.

Que la joven Fadila y sin terminar de comprender por qué, bajo su sonrisa amistosa y linda.

Esta, no llegaba a sus ojos con Leo cerca de ella y mi mejor amigo sin ser descortés, a su vez era de trato agreste para con ella y lo que se refería a la consorte de Fadila y en especial por la otra bonita mujer de años más y siendo algo así, como su dama de compañía por ser prácticamente su sombra o más bien diría yo, una madre y de nombre Lála.

- Matrimonio arreglado por mi familia y sus padres antes de fallecer con su nacimiento y yo, teniendo poca edad. - Me dijo, respondiendo a mis dudas en una de mis últimas tardes antes que yo volviera, sentados entre unas dunas de arena y descansando bajo la sombra de un rústico árbol, dejando que nuestros caballos bebieran algo de agua de un oasis tras nuestro. - Los Kosamé, familia jerarca y la de Fadila, linaje milenario... - Prosiguó. - ...poder, Camilo.

- ¿Poder? 

Asintió tomando de su puño lo que más pudo de la arena que nos rodeaba, para alzarla frente a los dos.

- No es dinero ni riqueza. - Me explicó. - Es solo poder. Mucho de lo que esta, te da.  - Apretó ese puñado de arena con mucha fuerza en sus manos. - La jurisdicción, capacidad y dominio sin restricciones, que ella te ofrece sobre uno o más, bajo una autoridad suprema...

- ¿Hablas de los individuos? ¿De las personas? - ¿Qué?

Volvió a afirmar, poniéndose de pie y tirando esa arena, seguido a sacudir su ropa.

Quedando en silencio unos breves segundos mirando todo esta extensión.

Cientos.

Tal vez miles de kilómetros hasta donde llegan los acantilados y sus olas oceánicas, chocan con ellas y pertenecen al pueblo de la princesa, pero un día no muy lejano a él.

Bajó su vista clara como el hielo a mí, que permanecía sentado y lo miré más.

Seguía teniendo mi edad.

Por más que estábamos en su África y su cultura, seguía vestido con ropa casual y americana como yo.

Pero diciéndome todo esto.

Sintiendo.

Que no era el mismo.

Un otro yo, en él.

Y entendí, porque Leo no regresaba conmigo a seguir con la milicia por más que lo deseaba tanto como yo, por su padre con la orden de ya quedarse.

Según su viejo, ya era todo un hombre y debía asumir sus responsabilidades y Leo obedecía sin chistar.

Miré el desierto que como oro se reflejaba por el sol radiante en el cielo despejado, muy pensativo.

- Poder... - Murmuré comprendiendo. 

- Todo mío... - Su risa alegre y hasta con codicia creo, se hizo eco en lo que nos rodeaba caminando hasta la montura de su caballo y sacando la bota de cuero con bebida. 

Regresó hasta donde permanecí sin moverme aún y destapó de ella, bebiendo un gran trago de Arak.

¡Baena nshrb! (!Brindemos!) - Exclamó. - Por mi felicidad y la tuya shaqiq (hermano) esto será mío y después de un tiempo, masir mithl alriyh 'iilaa al'awraq , sawf yandamu 'iilayna wasawf tajealuk 'afdal muharib (el destino como el viento a las hojas, nos juntará y haré de ti, el mejor guerrero).

Y negué ante su ofrecimiento y a modo brindis.

No deseaba beber del licor que tanto me agradaba y más de una vez con su compañía, terminaba ebrio.

Y mi reacción lo descolocó mientras me puse de pie.

- ¿Guerrero o soldado? - Le pregunté de lo poco que comprendí en su idioma y que en muchas noches o nuestras escasas horas libres en la academia, me enseñó.

Afirmó con la bota de alcohol entre nosotros y algo asombrado por mi negativa, pero no se inmutó, solo la cerró y volteó al paisaje nuevamente a mi lado.

- Todo linaje, tiene una legión. Una reservada y escondida en su interior por años milenarios... - Mierda. Otra vez, ¿qué? - ...guerreros de historia arcaica que solo el hijo primogénito de sangre o corazón, lo hereda... - Giró a mí. - ...pero el Ur 'aelaa (mayor) decide tal honor, aunque yo esté en esa pirámide más alto.

- ¿Hablas de tu matrimonio ya consolidado, tipo príncipe? - Confusión. - ¿Y esa es una militancia del reino por alguien?

Se sonríe.

- Algo así.

- ¿Quién es? - Pregunto curioso. - ¿Parental?

Analizando a medias esto tan complejo a mi cerebro, solo viene que puede ser un hermano mayor de la princesa Fadila o un familiar directo, ya que eso parece ser un obstáculo de Leo y que no conocí ni se me presentó.

Sacude su cabeza, abriendo otra vez la bota para beber.

Pero esta vez, más pronunciado y hasta con cierta ira apretando con fuerza su cuero.

- ...no sé todavía, quién es... - Murmura, limpiando dejo de la bebida color opaca, escurriéndose de su barbilla con el dorso de su mano. - ...pero un guerrero del corazón que necesito averiguar y guía al alnnasih (mentor).  - Finaliza, diciendo esto último con bronca.

¿Venganza?

¿Y celos?

Volvió a ofrecerme y por segunda vez, me negué.

No lo deseaba.

No quería.

Yo necesitaba mi mente despejada para comprender aunque sea la cuarta parte de lo que me habló o confesó.

Carajo.

¿Racional o irracional, lo que me dijo?

¿Justificable por ser un país con cultura muy diferente a lo que yo me crie?

Carajo y más carajo.

Porque, no lo sé.

Ya que ese tercio no terminaba de averiguar.

¿León quería que tiempo después, me sume a esa legión que desea heredar, bajo su dominio y sin escrúpulo a individuos en su poder?

No lo sé, pero eso parecía.

Tampoco, seguí indagando.

Pero esa espina o más bien, otra se clavaba de aflicción en mi corazón.

Y solo me permití ante mi último día antes de regresar a la academia, en disfrutar lo que yo pensé que jamás volvería a ver y en un paseo a solas por los rededores del lugar, ante la siguiente madrugada de partida y sin conciliar el jodido sueño en mi cama, en tipo postal mental grabar cada imagen que mi vista me permitía en la noche cálida por el extenso jardín.

Como mencioné antes, un Edén de vergel como arquitectura cada rincón y lugar al igual que el palacio, la mansión paradisíaca de los Kosamé.

Tranquilidad y sosiego la pasiva noche más que un guardia u otro cruzando y en silencio saludando.

Pero tras más minutos de esa tranquilidad y entre unos parajes de altas como tupidas palmeras y espesuras.

Un brillo.

Un destello entre esa vegetación y abundantes hojas, llamando mi completa atención y que, sin dudar observando ante un segundo resplandor e igual como el primero, pero ahora en movimiento sigiloso, me dirigí sin llamar la atención a los guardias.

Hice a un lado la densa vegetación de esa parte del jardín con ayuda de mis brazos y con cada paso que hice, pero ese brillo casi frente a mí, más alejado también, por su movimiento al compás del mío.

Siempre, metros más adelante y por su desplazamiento, acusándome forma humana.

Y lo loco e irreal, por más que paso que me acercaba y él se alejaba manteniendo la distancia, una sensación que no huía de mí.

Me detuve de golpe.

¿Quería, que lo siguiera?

¿Me estaba guiando?

¿Pero a dónde?

Miré tras mi hombro a la mansión de Leo dejándolo detrás.

¿Lejos de mi amigo?

Sacudí mi cabeza entre ramas y muchas hojas.

Imposible.

Y regresé mi vista al frente, ahora con la decepción de nada delante de mí.

Solo la oscuridad inerte de toda la basta vegetación con la noche cubriéndola y sonidos de mi respiración algo agitada por mi persecución y alguno que otro insecto nocturno cantando.

Ya que ese condenado brillo no estaba en frente.

Reflejo o más bien sensación.

Mierda.

Ahora, lo sentía detrás mío.

Y giré sin dudar para tener frente y a poca distancia.

Incliné mi cabeza dudoso.

A lo que parecía por sobre un extraño traje negro, que jodidamente se mimetizaba con la noche y los que nos rodeaba por su oscuridad y dejando a la vista su mirada del mismo tono.

Un muchachito.

Creo.

Acusando su altura más baja que la mía como contextura física de unos años menor que yo y sosteniendo en sus manos.

La mierda.

Dos enormes sables de grosor y filo.

Y que su brillo de acero, fue lo que vi.

- ¿No te dijeron en casa que no se debe jugar con cuchillas, porque son peligrosas para los niños? - Le murmuré sin saber a ciencia cierta que mierda era todo esto.

¿Un tipo Haloween Musulmán peligroso, donde los niños se disfrazaban tipo príncipe Persia, ocultando su rostro a la vista?

Pero su postura, flexionando más una pierna en posición y elevando más frente suyo sus armas en silencio, me respondió.

¿En serio, era esto?

Carajo.

Y también me puse en guardia y elevando mis puños.

No pensaba gritar por ayuda frente a un niño o la mierda de edad que tenía, desequilibrado, disfrazado y fans de Assasin's Creed  o lo que fuera.

Acabaría con él y con sus cuchillas en manos, seguido de una nalgada y a su casa llamando la atención de sus padres por su hijo tan rarito.

Y mi primer ataque yendo a él, fue sin éxito.

Rápido, veloz y sin siquiera ver ese puto movimiento, me esquivó escurriéndose y esquivando mi primer golpe y hasta uno segundo con maestría y potente mío, usando sin saber como y por la gravedad, que su peso parezca pluma por sus pies de un salto y con ayuda del tronco de un árbol, horizontal y contra la física, diera pasos y sea fuente de otro salto y ser yo el primero, recibiendo su golpe con el puño de una de sus espadas.

En mi nariz.

En mi puta y jodida nariz, doliendo como perra y la hemorragia acusándola.

Elevé mi vista con mi puño intentando frenar la sangre.

- Carajo, niño ¿dónde aprendiste a golpear, así? - Escupí saliva roja, flexionado y apoyado de mi otra mano en mi rodilla, procurando recomponerme. - Eres como un jodido Rocky talibán... - Reí, sin saber por qué.

Tal vez, por recordarme las eternas peleas con Rodo desde muy niños rodando por toda la casa, por el último pedazo de pastel de mamá.

O lo loco, por más que lleva esa mierda negra y extraña cubriendo su rostro.

Que lo siento sonreír también, bajo ella.

¿Y lo más irreal?

No es amenazante por más circunstancias que estamos y viniendo a mí, con otro segundo golpe.

Pero, esta vez estoy preparado y por más que noto que empuñando esos sables, no pretende usarlos contra mí.

Eludo su ataque diestro y con mis brazos olvidando mi hemorragia nasal y con ayuda de un pie en el aire, lo detengo y con mi mano cruzando veloz su pecho, cae al piso con mi cuerpo como esa pierna, impidiendo movilidad.

No quiero ahogarlo y mucho menos lastimarlo, por más que condenadamente y en la forma que lo hizo golpeando mi nariz, no se me va a olvidar más.

- ¿Qué o quién eres? - Exclamo sobre los forcejeos del niño, pretendiendo eludir de mi prisión.

- ...'ana mjrd muealam , yatazahar bimaerafatik... - (Solo soy un mentor, pretendiendo conocer a su alumno). Murmura su tono de voz muy joven y como puede, por mi brazo obstaculizando pecho como garganta.

Pero llamándome la atención, no solo lo que logré comprender del niño, causándome más gracia.

Sino, también.

Que por más fuerza que utilizo sobre él reduciéndolo, no jadea en sus forcejeos.

Inmutismo.

Y mi brazo se afloja como todo mi cuerpo sobre él.

¿Se dejó atrapar?

- ¿Puedes vencerme... - Me incorporo algo, pero todavía encima suyo y mirando sus sables. - ...hasta sin usar esas mierdas, no? 

Sigue tendido contra el piso y solo asiente.

¿O sea, que esta cosita humana que llega a mis hombros, es una maquina asesina?

- Dijiste de conocernos, ¿lo haces? - Pregunto, aunque su disfraz no ayuda dejando a mi vista sus negros ojos, haciendo memoria si Leónidas me lo presentó y no recuerdo.

Niega.

Seguido a mi vista que no lo abandona, con su mano sin jamás soltar ese filoso sable, ir a una parte de su traje.

A un lateral de su pecho, donde una especie de cruz que no logro distinguir bien por la oscuridad de la noche, sobresalen unas puntas.

Pero se detiene en la mayor.

- La quinta punta...  - Me susurra en mi idioma y ese acento milenario de su cultura. - ...guerrero del corazón... - Finaliza incorporándose algo, porque se lo permito deslizándome hacia atrás al serme familiar por los dichos horas antes León en la tarde.

¿Será?

- ¿Eres ese mayor, que decide ese honor? - ¿El mencionado y lleno de celos por Leónidas?

Asiente, pero vuelve a negar.

Y oh, mierda.

Ahora sí, que no entiendo nada.

- Nuestro 'aelaa  de corazón es otro, lakunani, mashaeir sawda' katabaha liun kawsamiin...(pero soy, el de sentimientos negros por León Kosamé).

Comprendo.

Como también, lo que sentí tras sus palabras por mi mejor amigo llenos de celos.

Lo miro asombrado.

¿Por este niño?

- ¿Qué eres de la princesa Fadila? 

- Wasi...(Guardián) - Y su mirada al igual que toda su temple no parece la de un niño, más bien de un adulto. - ...dayimaan...(siempre). 

Voces de guardias nos alerta y se reincorpora, pero flexionado para no ser visto.

- ¿Quién es ese'aelaa de honor? - Le pregunto, notando que desea escapar. - ¿ Y qué, tengo que ver en todo esto? - No me doy por vencido. - ¿ Y por qué un niño como tú, será mi mentor?¿Quién lo decidió?

Mis palabras lo hicieron sonreír, porque las comisuras de ojos negros lo delataron.

Durante unos segundos y pese al movimiento externo de la gente de los Kosamé, calculo que notando mi ausencia, permanecimos así.

En silencio y ocultos y yo sobre todo, sorprendido que lo imitaba frente a lo que parecía mi búsqueda, hasta que él habló.

- El reloj, su diestra y la quinta punta, lo deciden... - Formula. - ...un guerrero de fuego y de corazón, que no sabe como ni con quién de él, por más capas como la cebolla calza... - Mierda de metáfora, que no logro terminar de interpretar. - ...pero, inicia a otro por bienestar del pueblo siendo el elegido para mi mayorazgo y la tradición, alhabu 'iilaa al'abad 'iilaa 'iifriqia... (amor por siempre a África). - Terminó, lo que nunca imaginé escuchando.

Y sin más.

Se escurrió entre la maleza y espesura como apareció.

Una sombra y en silencio.

No hablé de ello a nadie cuando aparecí en la casa nuevamente.

Y aunque necesitaba explicación, algo en mi pecho me decía que tampoco a mi amigo, tras nuestra despedida ya arriba del coche y en dirección al aeropuerto al día siguiente.

Uno, que en realidad nunca tomé cuando pensé que sí.

Ya que, lo terrenal de África no me dejaba.

No me permitía abandonarla.

Porque algo se ligó de ella a mi pecho, impidiendo con mis pies y cargando mi bolso de un hombro frente a las grandes puertas de vidrio que entrara.

Giré sobre ellos y con mi brazo en alto y libre, llamé un taxi.

Me quedaba.

Mi daño cerebral de años después, me había hecho sentir aunque lo hice, que regresé y continué con mi bases y estudios militares.

Que a la par de León con nuestras salidas otorgadas, cursando y no muy bien usadas, Mirko por segunda vez vino a mí, y me alejó de todo.

Lejos del alcohol y amistades.

No fue así.

Eso me dieron a entender, cuando desperté del incidente.

Vino.

Pero, no sobre mi último periodo en la academia.

Lo hizo sentándose a mi lado y contra una barra, encontrándome bebiendo de una mediana botella de whisky de un bar de mala muerte de África, que llenaba mezclando con su agua ardiente por el tipo de la barra y volvía a guardar en el ajuste de mis jeans.

Tal vez un mes de mi supuesta despedida de los Kosamé y ese extraño niño del traje medieval y oscuro.

O dos, ni idea.

Pero aprendiendo de esta gente y más de su cultura, durmiendo en pensiones y viviendo de algunos ahorros sin saber nadie mi paradero más que una perdida carta con una bonita postal a mi hermano y traidor, que avisó a Rosemberg al notarlo a mi lado.

- Demoraste... - A modo saludo y después de mucho tiempo sin verlo le digo.

- ¿En encontrarte? - Murmuró Mirko, pidiendo al tipo de la barra que le sirvieran lo mismo que a mí, pero negando a mi ofrecimiento de agregarle mi whisky.

Lo bebió de un trago y con un fuerte jadeo.

Sí, el agua ardiente era eso.

Fuerte.

- Siempre supe donde estabas, Camilo...

Encendí un cigarrillo, negando divertido.

- Esa mierda va a matarte. - Murmuró sobre otro trago de lleno bebiendo, pero negando que el tipo de la barra le sirviera un tercero.

Miró sobre su hombro el lugar.

Casi lleno de Musulmanes y de índole sospechosa como el precario bar.

- Lo que va a matarme... - Exhalé su humo, seguido a otro trago casi vaciando mi vaso. - ...es mi jodida vida, señor... - Apagué en lo que funcionaba de cenicero, el cigarrillo a medio fumar y lo miré. - ...no pude irme... - Jadeé, mirando todo. - ¿Por qué?

Y Mirko sonrió.

- ¿Recuerdas lo que te dije esa vez en el Hospital sobre la familia? - Y una bofetada de esa siempre tristeza, azotó mi memoria ante el recuerdo de mi hermana fallecida en mi graduación y como lo conocí.

Siempre un campo de visión y nebulosa todo, pero el recuerdo en mí.

Sentándose a mi lado y ofreciéndome un sándwich con una gaseosa, pero solo aceptando lo segundo.

Asentí.

- Te hablé de una cofradía. - Rememora. - Una hermandad que hay en el ejercito...

- Lo que amo, la militar. - Interrumpí.

Y sonrió más.

- También, hijo... 

¿Eh?

Volteé hacia él.

Y con su mirada fija en el hombre del bar, este sin más, se alejó tras un harapo de tela en carácter de puerta a la cocina o mierda que sea para dejarnos a solas.

¿Conocía al Teniente?

- Piadosa fraternidad que somos y como el ejercito que amamos, para entregarnos al bienestar con desinterés, pero mutuamente a la par del compañero y como benefactor del prójimo y pueblo a defender... - Quise interrumpir nuevamente, pero su mano en alto me impidió. - Pocos somos punta de ello, Camilo...  - ¿Dijo punta? - ...pero nuestra heráldica de corazón, nos compromete de por vida y sobre capas ocultando nuestra leyenda por protección de los pueblos, manteniendo sus convicciones como la paz en el Medio Oriente y mundo, bajo el blasón Barú Hashim de los Ur de Caldeos... - Mi boca se desencaja sobre su siempre mano apoyada con cariño paternal en mi hombro. - ...siendo elegido por mí, tú como el próximo guerrero del corazón, Camilo...

¿Mirko?

¿Él es el Ur 'aelaa (Ur mayor) decidiendo tal honor y ese niño inteligente con traje, me mencionó esa noche un mes atrás?

https://youtu.be/LFrxtrGCkng

Y giré voluntariamente a todos en el bar.

Carajo.

Para encontrarme el poco más de una docena del mal vivientes o escasos recursos según yo.

Todos ahora de pie y frente a nosotros con respeto.

Inclusive, el viejo detrás de la barra.

¿Estuve vigilado, por esta legión de guerreros siempre?

Seguido.

Re mierda.

Tras aparecer en ese momento, abriendo la precaria puerta de par en par.

Un niño vestido con exquisita y elegante ropa Musulmana en género y Keffiyeh, pero sin ocultar su rostro y con su mirada reconocida por mí.

El chico de traje y los dos sables.

'Aqdam sharaf... (Mi señor de honor...).  - Murmuró el niño con una reverencia inclinada y la rodilla flexionada como respetuosa, seguido con humildad por todos los hombres del bar y hasta el tipo de la barra.

Pero, no a mí.

Es a Mirko.

Y Rosemberg con otra reverencia pero de barbilla a ellos, volteó a mí.

- Camilo, te presento a nuestra cofradía... - Los señala con igual respeto. - ...los guerreros Qurash, protectores del pueblo Ur de Caldeo y la princesa Fadila. - Va al muchachito. - y a tu mealimuh liltadrib (mentor para adiestrarte) el joven Cabul.

Ay carajo...



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top